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30|Juro por este reino.

El golpe contra ese árbol fue tan violento que su espíritu se separo de su cuerpo. Y las sensaciones parecieron desaparecer. Chérie vio a Christopher con curiosidad, fuera de si, como si no entendiera que pasaba, tal vez no lo sabia, o no tenía que entender. Ya no era ella, el estaba ahí, una extraña criatura humana, sujetando, ese cuerpo que estaba desparramado sobre sus piernas, eso, que era ella misma. Pero sus ojos ya no veían del mismo modo. Colores intensos, en alta definición, tan nítidos que lastimarían los ojos humanos.... El rey estaba envuelto en una densa luz azul, con esa extensión del mismo, había acariciado el cabello de esa criatura a la que se le escapaba la vida. Su mano tembló... luego soltó ese gruñido angustiado... Aquello fue mas interesante. Ella vio en el momento en que ese hombre se entregaba a la desesperación como se sacudió todo a su alrededor, en una onda expansiva que salia de su cuerpo y que se perdió mas allá de los árboles que le permitían ver.

El tintinar de diminutas agudas y cristalinas campanitas que fueron sacudidas por ese mismo dolor, volvieron a aquietarse gracias al viento que le pareció estar jugando entre esas pequeñas flores blancas cerca del arroyo. La luz filtrándose entre las hojas, ese intenso aroma a hiervas... unos pétalos cayeron girando a su alrededor, robando la poca atención que insistía en atarla al mundo físico... el perfume de las flores de cerezo la invitaban a acompañarlas... lo que fuera que movía toda esa energía a su alrededor, se había encargado de que ella abandonara su cuerpo en el bosque... y diera la espalda al culpable. Al único hombre que podría verla y encontrarla mas allá de todos los espacios conocidos.

Ahí estaba Mike, observando en shock la demencial imagen, el cuerpo de Chérie, agonizante, en las manos de Christopher... que desesperado se aferraba a sus quietos latidos. Negandose a la cruel verdad. Sin imaginar que ella, su esencia, su espíritu, le daba la espalda atraída, por las luces del bosque esas, que hacia unos instantes habían cambiado toda su realidad.

Si tan solo Mike hubiera sido educado bajo la tradición... ella permanecía a su espalda. ella estaba a un paso o dos de el... Pero el canto de las campanulas la estaban llamando. Conjurando su luz. Para que ya no abandonara el bosque. Era el lugar mas puro y feliz donde vivir. Por que si ella hubiera visto esa brillante energía que se negaba a desaparecer en ese corazon adolorido la hubiera atraído aun mas... Era la cosa mas preciosa que podría haber visto.

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-No es posible que me crean...- Comento Mike, antes de comenzar a relatar las inusuales circunstancias en que el secretario de la corona había disparado esa flecha.

"Una cervatilla de lomo rojo..."

Había escuchado Adam, una cierva, se había revelado ante Mike después de tener la osadía de intentar cazar al gran... Ciervo de los bosques... Esa criatura mágica... Masculina.

-¿Mila será posible?- Pregunto, al tiempo que de su cinturón, quitaba esa pequeña bolsa de gamuza teñida de verde avellana.

Mila abrió mucho los ojos. Adam estaba a punto de revelar ese silencioso, profundo secreto.

-Ella solo se detuvo, inocente de todo, curiosa... Como si me hubiera estado esperando.- Cavendish continuó la idea.

Dean con espanto vio a Adam esparcir sobre un paño, en la mesa, un puñado de huesos con caprichosos gravados... Pequeños albos y delgados huesos...

Pero a Levine no le importo. Solo reviso ese complejo sistema de señales. Luego su mirada se posó sobre la de Mila que buscaba una confirmación.

-...Por los clavos de Jesucristo- Balbuceo Mike intentando comprender.

-Si dejas a Mike libre, ella puede volver a despertar- Le hablo Adam a Dean exaltado, tras descifrar los signos, con esa sonrisa desbordada, tan seguro de sí, como que el sol saldría tras el amanecer.

-...Esto es brujería.- El capitán objeto disgustado. Era algo que no quería empezar a comprender.

-Dean...- Mila exhalo sin voz. Porque entendió que sería una discusión inútil. Ella cerró los ojos dolorida. No quería hacerlo, pero no había otra opción. Adam, lo sabía. Había descubierto una salida. La vida de su mejor amiga estaba en juego. Sacó una diminuta botella de vidrio azul del baúl, ese que el propio Adam había bajado con recelo, del barco cuando llegaron a Eastland. -... Necesito una copa de brandy...-Resoplo. -... Y uno de esos deliciosos bombones que Chérie... Suele disfrutar los viernes por la tarde...

La mirada de Mike titiló. Ya sabia de que hablaba, las cerezas al licor... Ese sabor tan particular, en esa pequeña boca. La garganta se le hizo un nudo. La angustia lo sacudió. Sentía que no podía respirar.

La princesa que había caído en sus brazos y le había rogado su protección de los depravados cirujanos... La mujer de su mejor amigo... Esa misma que intentaba contener esa la avergonzada desolación, que le provocó el rechazo del rey aquella noche de fiesta. La osada chica que se escabulló por los oscuros pasillos secretos, solo por saber que él estaba bien...

-¿Mike de que estás dispuesto para salvar a Chérie?- Le preguntó Mila sacándolo de sus recuerdos. No se dio cuenta, como la Doncella estaba en frente de el. Solo recibió esa copa de cristal que le extendía, con dos tercios de licor en su interior.

-Lo que sea necesario- Respondió sin detenerse a pensar. A los segundos sus párpados se abrieron demasiado a medio espantar. Dean había caído desplomado al suelo. Inconsciente. Solo habían sido necesarias tres gotas de esa pequeña botella azul... Ninguno de los amigos del rey alcanzo a ver que la doncella las había mezclado en su licor.

-¿Qué demonios....?- Fue a reclamar.

-Mike... Tienes que ir al bosque, al lugar donde encontraste a los ciervos...- Le dijo Adam de pronto, en frente. Clavando su mirada en la del secretario.

-Estamos contra el tiempo...- Suspiro Mila nerviosa.

Mike intentó reaccionar. No lo comprendía. Jamás imaginó enfrentar algo así. Pero las señales eran claras. El rito lo requería.

-Tienes que despertar a tu princesa...- Termino de explicase Mila.

La mirada de James se oscureció. Incrédulo, aunque, no debió sorprenderlo. Era el más lejano de los cuatro. Leal a la casa Nassau. Estaba dividido entre sus dos educaciones religiosas... Edward, había escogido la rigurosidad Jesuita, para ordenar su vida y su destino. Y sin embargo, un sentimiento prohibido por ella se negaba a morir. Tal vez, la joya tenía el poder de encantar a muchos hombres. -¿Es acaso posible?- James insistió alterado.

<<"Tus flechas no fallan">>

Ya lo había escuchado. Era célebre en su arte, un respetable, si no el mejor artesano. Y lo era, porque su instinto muchas veces actuaba por si mismo.

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Mike no estaba seguro de lo que hacia. Sentía su mente afiebrada. Solo se escabullo por los pasillos secretos a un par de horas del amanecer. Tomo el pura sangre que quedo en ese lejano establo en que había besado a la reina, se monto en el caballo que la joya había encargado como obsequio para su señor en su cumpleaños y salio a todo galope en dirección al bosque.

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-Creo que Mike cazo a Cherie...- Intento explicar Adam

-Eso no es posible.... Ella esta casada con Christopher...- Objeto James

-¿No es posible?....- Tembló la voz de Mila. Busco los sabios ojos de James.

-Creo que la Diosa se ha manifestado...- Insistió Adam

-Es mi hermana...- Enfatizó

-Yo tampoco quiero que muera. - Se defendió el arquero. Con ese nudo apretando su garganta. Habia elegido la nueva religión, por seguir a Edward su mejor amigo. Y estaba aterrado. Porque comenzaba a comprender que tal vez estaba equivocado.

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El príncipe bastardo se adentro en el bosque intentando buscar la forma de hallar lo imposible, una vara de flores de Cydonia.... Como si fuera posible devolver o avanzar el tiempo. No eran naturales medió del otoño, las hojas estaban cayendo. Los Cydonios en todo el reino terminaban de madurar para ser cosechados.
Y sus pálidas flores tan delicadas. El viento mas sutil las deshacía en lluvias de pétalos antes de que el fruto hubiera tomado forma ...¿Cómo iba a volver al castillo con esa vara intacta?.

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Dean despertó al amanecer, sin recordar como demonios había llegado a su habitación. Ni la terrible confesión de su amigo. No tenia que ocuparse de ese problema. Porque lo desconocía.

Mila le había quitado esa tortura de encima. Ya no tendría que darle la espalda a uno de sus amigos por escoger al otro. Y de paso, era casi seguro, tal vez, Kathleen jamas se enteraría de lo imperdonable.

El capitán solo se sorprendió y agradeció al cielo despertar apoyando su cabeza en el pecho de su amada mujer.
Luego de intentar componerse y acariciar dulce el vientre de su esposa la observo el silencio.

-Adam dijo que te afecto el brandy...- Le comento Kathleen sin voz, dándole a entender que lo habían traído a la habitación. -...y luego dijo que Chérie no ha tenido reacción...- Se le cerro la garganta.
Dean vio caer esa lagrima por su mejilla -No logre dormir... Por Maria Magdalena...¿Por que Dios nos pone en este calvario?- Sollozo angustiada. Inconforme.

El castillo por completo se mantenía en silencio. No habían aun noticias, a penas los primeros rayos de luz aclaraban el cielo. Al menos aun no había escuchado esas campanas que permanecían quietas y amenazantes... Solo sabia que Chérie aun dormía, no sabia que tan lejos o cerca de este mundo.

Dean se incorporo en el lecho. Y la rodeo con sus brazos. No le iba a reprochar ese dolor. Hacerlo seria algo inhumano. Solo quería que Kath estuviera bien. Busco sus labios, los beso con dulzura. Lento. Suave. -Todo terminara... -comento. Desesperanzado. No había forma. Bien lo sabia. Para bien o para mal. El destino eligiria el final correcto, aunque no lo pudiera aceptar.

Sintió esa cálida caricia entre sus piernas bajo el camisón... Cerro los ojos, respiro profundo. -Prométeme que nunca seras rey de Eastland.- exhalo ahogada después de que la hiciera estremecer con sus dedos recorriendo esa cálida humedad...

Dean la vio confuso. Eso. Jamas había pensado aspirar a algo así. Y no tenia idea, por que ella le hablaba de un futuro tan incierto. Pero Kath había visto a Chérie desolada, tras la muerte de Christopher primero.

Esa maldita tradición. Sworth no había podido acercarse a los restos de su padre en publico... Christopher casi se vuelve loco... ¿Y si ahora después de Chérie no lo resistía?

Dean no le permitió seguir dándole vueltas a esas sombrías ideas. Hundió sus dedos buscando hacerla estremecer. La princesa gimió despacito... Justo como él quería. El capitán seguido devoro sus labios.
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- Busca el cerezo del claro del bosque...- Recordó escuchar insistir Adam, cuando sus ojos parecieron cambiar¿O tal vez era ese licor que los ofreció Mila? Había aturdido a Dean. Probablemente también lo había afectado. Ojos brillantes... Verdes... De Adam... Como una criatura de la noche. Sobrio, no podía estar.
Mike, continuo su camino, no podía olvidar ninguno de los caprichosos encargos, aunque lo mas inteligente hubiera sido permanecer en el castillo... Los latidos de la flor de Cydonia... ¿flor de Cydonia?. A cada minuto se iban apagando.

El amanecer... Pareció iluminar su entendimiento y despertar su urgencia. Antes del medio día era necesario volver. El tiempo se agotaba.
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Las puertas del comedor real se abrieron con estruendo.
Christopher se hacia presente en el lugar donde la Reina descansaba. Con los ojos irritados, a falta de sueño, y nadie se hubiera atrevido a presumir que el rey había llorado.
Mila se sobresalto, de su somnolencia. James y Adam se quedaron inmóviles ante su presencia.
Christopher se acerco a la moribunda. Hizo un sobre esfuerzo para controlar esa emoción que lo traicionaba... Insistiendo en revelar su debilidad.
Ella ahí... Se iba, aun siendo el hombre más poderoso de Eastland, no la podía retener.

Tal vez fuera victima de una antigua maldición sobre la casa Sworth...
Una habladuría... Los chismes de la gentuza.
...Su padre no había respetado ese contrato de bodas... Despreciando a la mujer que sus abuelos le escogieron para cortejar... Las alianzas entre las familias mas poderosas de Eastland habían cambiado en ultimo momento. La vergüenza... De aquella duquesa que desapareció del reino tras la bochornosa humillación, escondiéndose en un convento para silenciar ese secreto que nadie podía conocer, pese al llanto de esa criatura que tembló de frió al nacer sin atenciones en una fría celda de confinamiento y penitencia, fue amontonada con otros mocosos y termino en ese orfanato de mala muerte.

El odio, habia teñido los destinos de los herederos de Sworth primero.

¿Como dejar de odiar al hombre que rompió su corazón... Y que nunca imaginó que había otra criatura, que podría haber reclamado el trono? La mujer había jurado un voto de silencio en su convento.
Expurgando sus pecados carnales, jamas se entero de que el fruto de ese mal amor, se había convertido en la favorita del príncipe de Cydonia...

Las manos le temblaron a Christopher, que gentil se acerco a la frente de Chérie. La beso con delicadeza tras observar su pálido y cada vez más frío rostro.

-Lady Isabey...¿Seria tan amable de preparar a nuestra señora con las ropas de coronación?- Se le fue la voz en la orden. Sin imaginar que al decidirlo, el cielo de Cydonia se cerró en espesas nubes y el húmedo frío de la neblina empeso a expandirse por los jardines, en todas direcciones, negando la visibilidad a no más de un par de metros... Para esconder toda vergüenza.

Mila sintió que no podía respirar. ¿Como demonios osaba darse por vencido? Imperdonable. ¿Por qué se atrevía a solicitar que la prepararán para su muerte si aún estaba viva? Quería gritar y no podia.

-Si ven a Mike... Necesito, arreglar unos detalles...- Carraspeo su garganta dolorida. -A Dean, también envíenlo a mi despacho por favor- Ordenó con un hilo de voz y salió silencioso. Muy diferente a como había llegado.

Las ropas de coronación... Isabey observó a su amiga sobre la mesa que permanecía con una sencilla enagua de algodón blanca. Era una reina. Tenía que lucir como tal en la hora de su muerte. Mila se negó a dejar la habitación. Envió a las sirvientas de confianza por el exclusivo vestuario.
Con la moral baja la doncella se acercó a la chimenea y agregó un par de troncos al fuego que estuvo encendido durante la vigilia. -Nuestra señora... Por amor a todas las cosas buenas...- Suspiro en silenciosa suplica a la Diosa. Luego desparramo un puñado de pétalos de flores y especias que conservaba celosa en una bolsa de género, entre todas esas maravillas de su baúl. Era una humilde y desesperada ofrenda. Tiempo. Que Mike volviera a tiempo. La doncella se asomó a la ventana, pero la bruma había caído en especial espesa. Como si quisiera esconder en el tiempo ese castillo en un antiguo hechizo. Que no era más que el mismo negado dolor del Señor de Cydonia.
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En el bosque todo se volvió más sombrío... El camino pareció desaparecer, el caballo rechinó confundido incluso giro sin hacer caso de la instrucción de su jinete. Ese cansancio reposo sobre los hombros de Cavendish, un agudo dolor en las sienes ¿Pero qué estaba haciendo? Era una brutal idiotez. Su Señor lo necesitaba en el castillo. Perder el tiempo de ese modo. Cuando se acercaban tiempos tan difíciles.
La lealtad haciéndose tangible. El verdadero rey lo estaba reclamando y pese a las distancias, parecía que algo dentro de él lo estaba escuchando al mismo tiempo que esa mágica niebla había caído simplemente para distraerlo y no dejar ver con claridad lo que de verdad importaba. Tal vez los espíritus del bosque no iban a permitir que Chérie los abandonara.

-... Los frutos del cerezo del claro del bosque- Le había encargado Levine. Pero el espanto fue instantáneo... No era posible, en ese árbol, esa mañana solo encontró espesas hojas, sin fruto ni flores, como en la tarde anterior ¿Como era posible?¿Que estaba ocurriendo en ese extraño lugar? era como si el bosque estuviera negándose a salvar a la joven princesa que se detuvo aquella tarde, cuando llego a Eastland y obligo a su prometido a aquietar su paso...

Si hasta le pareció que aquellas traviesas luces habían desaparecido, solo la bruma humedecía las hojas de los arboles, arbustos y espesura. La mirada de Mike se lleno de desesperación. No podía volver con ese insólito encargo. ¿De donde iba a sacar frutos...?

Entonces un petirrojo hembra, se poso en una rama, esa en que se sujetaba un nido construido con hiervas, barro y hasta pétalos de flores. Esa delicada y pequeña ave, cargaba en su pico un par de cerezas colgando de una ramita. Un suculento festín para la pequeña avecilla.

Mike la observo preguntándose si tal vez podría funcionar... Si iba a ser toda una canallada. ¿Robarle el fruto a esa pequeña ave?, no encontraba otra solución, el tiempo se agotaba.

No era momento para sentirse miserable, ni escuchar conciencia o moral. El caballero espero sigiloso observando el movimiento del pajarito. Hasta que la ave se acomodo en su nido, ajena e indiferente de su presencia...

Inocente de toda maldad, el pequeño pajarito de pronto se vio atrapado en medio de esa enorme mano. Exaltado... lleno de pavor. No pareció entender, como ese tremendo animal se había encaramado y trepado hasta esas altas ramas, solo descubrió el estremecer de su pequeño refugio en el que se encontraban esas dos cerezas... el preciado bocado, escondido bajo su rojiza pechera, era solo parte de un gran tesoro que cuidaba con esmero. Y furiosa, sin contemplación al notar ese brusco movimiento, se elevo en vuelo y comenzó a dar de picotazos en la cabeza al intruso, desesperada, entre esos agudos ruidos, cual alaridos. Incluso, logro tironear y arrancarle algunas hebras de cabello. La diminuta fierecilla, no imagino la consecuencia de sus actos. En un momento tras intentar quitársela de encima, Mike perdió el equilibrio soltándose de la rama que lo sostenía y cuando volvió a firmarse de algo quebró la rama que sujetaba el nido... El cayó estruendoso al suelo. El hogar de la avecilla cayó sobre su torso rebotando... Cavendish vio entonces saltar del mismo aquel pequeño huevo azul...

-Demonios...- Gruño... y los trinos angustiosos de esa hembra lo hicieron reaccionar. Se movió. No alcanzo a retenerlo. El huevito termino quebrado en una piedra. La avecilla se acerco como si entendiera que había perdido a un hijo. Se detuvo frente al cascaron destrozado... Mike ya ni siquiera pensaba con claridad. Ya había conseguido las cerezas, aunque no sabia si bastarían. Tomo con cuidado el nido a medio destruir y antes de que la hembra de petirrojo reaccionara, termino en una bolsa de genero, aleteando, trinando... Sin encontrar alivio...

Quien sabia, tal vez lo podía reparar, con paciencia, esa pajarita vería a sus pequeños eclosionar. Era lo mínimo que se debía, aunque fuera una ilusa esperanza. Algo por que seguir.

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-¿Tienes idea donde esta Mike?- Le pregunto Christopher. Ya habían intentado ordenar ideas. La lista de peticiones estaba anotada. Sworth le ofreció una copa de Coñac, Dean prefirió no comenzar a beber tan temprano. Como si nuevamente lo hubiera invocado. El ruido, fuera del despacho del rey acusaba que algo importante ocurriría.

Mila se levanto de su silla a un par de metros de la chimenea, lo observo expectante. Mike se acerco con respeto, casi miedo... Sus miradas se cruzaron.

-¿Lo tienes?...- Quiso preguntar el guardaespaldas mas leal de la Reina.

-Cavendish.- Se estremeció la habitación con la vibrante voz de su señor. Ahí lo encontró, inmóvil sin atreverse a dar los pasos necesarios para acercarse a la Señora de Cydonia.

-En mi bolso Lady Isabey...- Hablo antes de tiempo.

-¿Que sucede?- Exigió la explicación el monarca.

-Mike se ofreció a ir por unas hiervas al bosque para una infusión...- Respondió nerviosa.

Christopher la vio extraño, eso le pareció fuera de lugar, si había un hombre que de verdad conocía el lugar era Adam... -Necesito los detalles de los gastos en las arcas de mi pequeña flor...- Le hablo sin darle mucha vuelta. Tenia que ordenar todo. Muy pronto tendría que rendir cuenta, de la precaria vida que le había dado a la joya de Bellerose... Ni siquiera había pensado si las alianzas entre los dos ducados se mantendrían, cuando ella no estuviera entre ellos.

-Por supuesto...- Respondió Mike indicándole que se dirigieran a la oficina del secretario. Mila agradeció que lo sacara del lugar. No sabia bien como iba a resultar todo.

-Mi señor, necesito que nadie nos interrumpa, es tiempo de prepar a la reina- Le hablo con voz dolorida.

Christopher asintió sin fuerzas.

Mila observo como se cerraban las puertas con la seguridad de que viniendo desde la boca del rey la orden seria inquebrantable.

La doncella se acerco a la alforja del secretario en busca de sus encargos, sin estar consciente de que el destino de su nación ahora estaba en sus manos.

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OWNER & LORD Continua la próxima semana.

Espero sus votos y comentarios.

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