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23| Todo por las trufas

Castillo de Bellerose

Cecile Bellerose y Cora de Isabey se encontraban en el jardín disfrutando del te... Los caballos irrumpieron desbocados al atardecer...

-Mamá Cora....- escucho a James al tiempo que saltaba del caballo. Era el primero en entrar, se había adelantado. También el único al que los guardias de Bellerose no pondrían resistencia.

-James...- respondió sobresaltada. Minutos más tarde las mujeres se asomaban a la entrada principal al mismo tiempo que los guardias movían con extremo cuidado a Edward quien venía inconsciente a penas se sostenía en el caballo...

-Mi Lady Bellerose...- exhalo sin voz Steve, contrariado. -Lady Isabey- continuó cumplido como todo un caballero.

Pero las mujeres centraron toda su atención en la mujer amarrada de manos y amordazada, que sujetaba Cavendish montada enfrente de su caballo.

-Su Alteza...- le hablo el secretario de Eastland evitando su mirada, entregándole una venía señorial.

Si. Ya lo había visto antes. Sabía de su posición de poder. Y el favoritismo con que era tratado.
-Lord Cavendish- llamo su atención la Madre de Chérie en un refinado saludo.

La madre de Mila le dio una ligera mirada de reojo.

-Señores... Están todas las comodidades a su disposición- les hablo nerviosa al ver a Edward desparramado siendo acarreado en esa camilla hacia las habitaciones que las mucamas corrían por preparar.

-En mi cama...- Cora les ordenó a los guardias.

-Mi señora Isabey...- objeto una de las Damas.

-Es mi pequeño Colette...- le aclaró de inmediato. Había ayudado a criar a Edward, como a Chérie, Kathleen y Adam. Nadie tenía derecho a cuestionar.

Las mujeres asintieron contrariadas.

Cora, la gran sanadora, abrió las puertas de la butaca que permanecía al costado de la cómoda. Un sin número de botellas aparecieron. Atados de hierbas cuidadosamente organizados. Ungüentos que ni se imaginaron que existían. Cosas que los eruditos hubieran catalogado de brujería. Cuando solo se trataba de continuar la tradición.

Las mujeres acomodaron a Edward sobre unas telas cuidadosamente dispuestas para evitar que se mancharan los colchones, luego le quitaron las ropas ensangrentadas. Solo permaneció con el bombacho blanco de algodón.

-Agua hervida... ¡Ahora!- ordenó. Las mujeres se movieron presurosas. Cora comenzó a evaluar los daños, las astillas incrustadas en su costado eran numerosas. Estaba ardiendo en fiebre...
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-Lady Bellerose. Por ordenes explícitas de nuestro Señor Sworth mi prisionera solo puede ser atendida por una sordomuda hasta que el Duque de Nassau arregle su confinamiento en el claustro de Saint Michael...- le explico con ese rostro más bien descompuesto.

-Lo que usted requiera mi señor... ¿Pero que es lo que paso?- contestó la madre de Chérie.

-Nos emboscaron en el camino de las campanulas- estuvo al borde de explicar Steve. Sin embargo una mirada de Mike callo sus palabras.

-Lady Bellerose, nuestro señor Juan Pablo Solaire... ¿habrá alguna oportunidad de una reunión de camaradería? - preguntó hábil Steve por el padre de las princesas desviando la atención del accidente. El padre de la reina permanecía en sus aposentos, confinado debido a esa parálisis en todo su lado izquierdo.

-Muchacho primero espera a Cora y que revise esas heridas... ¡No quiero saber los alegatos de Kathleen y Dean... creyendo que no te atendimos!- lo regaño de inmediato observando el mal aspecto con el que quedó después de la pelea.

Steve asintió avergonzado. Pero había logrado llamar la atención de la mujer y Mike se lo agradeció con una venia no estaba de humor para dar explicaciones.

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CASTILLO DE CYDONIA

Pese a la ausencia de Mike, Steve, James y Edward, los días se desvanecieron rápido para Chérie. Como el encargado de coordinar los asuntos de palacio y las arcas reales no estaba, la joven reina intento resolver las situaciones que quedaron pendientes tras la gran fiesta de coronación.

Esa mañana de domingo, muy temprano Christopher volvió a mirarla incrédulo. La Joya de Bellerose, se había atrevido a interrumpir, una reunión de no tenia idea que, pero estaban todos los capitanes de Eastland.

-Su alteza...- le hablo sin voz al sentir encima las escrutantes miradas de esos caballeros, tras las reverencias de rigor.

Dean frunció el ceño, preguntándose en que demonios había olvidado asistir a la reina.

La mirada de Chérie titilo en medio de ese silencio impenetrable.

-¿Su gracia?- el rey le dirigió la palabra después de esperar a que ella expresara lo que fuera que le iba a decir.

Se sintió un poco tonta, pero respiro profundo. -Mi señor, hoy es domingo... y los desposeídos, me esperan después de los sacramentos...- respondió complicada y acelero sus palabras- Mi Lord Cavendish siempre tenia disponible una bolsa llena de peniques para repartir en la limosna y junto a Lord Ackles siempre nos escoltaban... No esta James... No esta Phillipe ni Pietro.... Edward no va a realizar la misa y Adam insistió en que debía solicitar...- trato de seguir hablando. Sus ojos se humedecieron.- ...Su autorización y protección...- Suspiro al tiempo que alcanzaba a retirar una lagrima de sus ojos antes de que cayera por su mejilla.

Mike no estaba, Edward tampoco. No habían aun noticias. Respiro muy profundo y su mirada de perdió en la lustrosa piedra marmolada a sus pies.

-¿Hoy es Domingo?- pregunto Christopher a Dean. El solo asintió.

-Señores...- les hablo el Rey haciendo una seña para que se retiraran. Sworth se levanto de su asiento y se encamino hacia la joven reina. "La limosna" pensó deteniéndose aun paso de su mujer y observo esos ojos tristes.

-Mi Lord Ackles, creo que podemos suspender las actividades del día...- comento con voz quieta y pausada. Christopher levanto la mano de Cherie y beso su anillo de bodas. - Nunca dejes de recordarme las cosas que son importantes- le solicito con dulzura.

La jovencita abrió mucho los ojos sorprendida -¿Me vas a acompañar?- le pregunto con la garganta anudada.

Cherie se hubiera conformado con una bolsa de peniques y un par de guardias. Mila los veía con cierta incredulidad. Hasta Leonidas se entero que de pronto todos habían salido de palacio. -Lo tiene de las bolas...- Le comento un sirviente cuando se preparaba para salir de sus aposentos.

Los files se llevaron esa insólita sorpresa. Era la costumbre, el Rey si quería misa, era en su capilla privada, en el castillo. No solía abandonar sus comodidades para una actividad de ese tipo. Pero el párroco lo vio sonriente. Incluso impresionado. Si Chérie hinco en la penitencia, el también lo hizo. Christopher comulgo y luego la sorpresa fue para el. Habían niños, muchos niños, mugrosos, piojosos, mocosos, que tal vez en su vida nunca conocieron una peineta... y se agolparon al rededor de la reina. Y las doncellas comenzaron a repartir bollos de anís y frutas. Sworth intento no ser indolente, pero no pudo evitar mirar por sobre el hombro. No tenia idea de donde habían salido. No se imaginaba lo que pasaba. Había imaginado que aquel berrinche era un capricho de esa jovencita, que solo estaba reclamando de forma ingenua y deliciosa su atención.

Pero al parecer se estaba tomando en serio el concepto de caridad. Ella sonreía, amable, pese a esa fijación por el "aseo" de las princesas de Bellerose, se veía muy cómoda con todos. El ya había olvidado ese paseo cuando consagraron su unión. De como la recibía la gente De algún modo, Chérie comenzaba a tener influencia en su pueblo.

-Monique, recuerdame ahora en el cambio de temporada, las sabanas las podemos transformar en ropa para estos niños.- Le solicito Mila luego de observar a un par de pequeñitos prácticamente desnudos y descalzos.

-¿Y si compramos unos telares y traemos a algunas doncellas a trabajar al castillo?...- le hablo Kathleen a Mila terminando de compartir la comida. - Creo que seria una buena labor realizar talleres de costura...-

Christopher giro a verla, tras escuchar la idea, luego busco alguna explicación en los ojos De Dean que solo se encogió de hombros.

- Mi Lady Kathleen, creo que su única labor, en este momento es ocuparse de que mi sobrino nazca robusto e inteligente como su tío.- llamo su atención con una entonación mas bien preocupada y legitima.

-Su Alteza...- respondió irritada, impulsiva, pero logró detenerse antes de decir un disparate. Karhleen era educada. Pero en ocasiones el entusiasmo de su hermanita la desbordaba. Sensible. Solo estaba buscando una solución, imaginando que esos niños pasarían frío durante El invierno. O más cruel algunos no llegarían a la primavera. -...Gracias mi Señor por estar atento- continuó dulce.
Entonces lo inusual. Christopher le dedicó una brillante sonrisa.
Kathleen asintió nuevamente agradecida. Y dejó la idea latente. Ya lo había recordado. Ese era tema para debatir con Chérie y de preferencia con Mike Cavendish presente. Ya se había dado cuenta que el secretario de estado solía hacerle concesiones a la reina.

- Mi señora estaríamos muy bendecidas si se acerca en estos días a tomar el té con nosotras...- Le hablo la monja de mayor rango del convento de Maria Auxiliadora y directora del orfanato de Cydonia.
-sería un placer su gracia. Durante la semana si pudiera envíar alguien a palacio para coordinar con Lady Isabey o Lord Cavendish- le indicó a su amiga que seguís ocupada con algunas gentes.
-Mi pequeña flor....- interrumpió sin ningún recato. Chérie giró hacia atrás, no se había dado cuenta de nada. Pero arrugo el ceño. Ahí Christopher le sonrió montado en su caballo.
-¿Su majestad?- le hablo algo cautelosa, ¿ya se iba?... Sworth movió las riendas después de que la gente alrededor despejará el paso.
-Chérie...- le sonrió como él mismo sol. Ella se inclinó imaginando que estaba por partir, pero antes de que se estabilizará sintió ese largo brazo, por debajo de su pecho, aferrándose a su espalda y no supo claramente como. Solo se vio en el aire y luego frente a él sentada de costado en el caballo.
-¿Christopher?!- fue a protestar. Pero Sworth golpeó fuerte el lomo del pura sangre y este alzó galope de inmediato abrazandola fuerte.

-¡JESUCRISTO!- exclamó Dean sintiendo esa punzada atravesándole las sienes
-¡Dean!- le llamó la atención Kath... Blasfemaba y a salida de los sacramentos.
Dean gruñó por no contestarle algo grosero -Levine- gritó buscando al escolta de Cherie y le hizo una seña. Adam corrió a su caballo. Dean vio a Sam también reaccionar.- ve que Kathleen llegue sin problemas al castillo- le ordenó con una dura entonación.
Sam asintió no muy convencido. Ellos iban quién sabía dónde y él tendría que ocuparse de las mujeres.
Dean, Mila, Adam y Tom salieron a todo galope en busca del los reyes. No debían por su seguridad alejarse de sus escoltas.

Kath hizo esa mueca disconforme. Resopló triste.
-Su majestad Christopher y mi Señor Ackles están preocupados por su salud...- Monique intento animarla sin mucho éxito. A Kath le sonó la idea a molestia. Como si fuera un problema ella y su estado. Sensible. Tal ves parte del proceso. Pero en verdad hubiera querido salir con ellos de paseo.
-Sam- le hablo mal humorada y se preparó para volver al castillo.

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Mike y Steve, bajaron de la barcaza arrastrando sus caballos al agua y sus pertenencias en dirección a la orilla. Cavendish se encontraba más bien retraído. No se había quedado conforme con la solución que idearon junto a Phillipe. Quien tres días después de que ellos llegaran a Bellerose, se desvió camino a Versalles a visitar a sus tíos y se encontró con la funesta noticia de la emboscada y que se encontraba en la casa de su adorada prima, la amante del rey.

Phillipe se ofreció a dar custodia a Eliza, hasta que Edward se recuperará.
Tenia sus dudas a cerca de la reacción del Delfín de Francia y no imaginaba la rustica y aislada habitación de piedra en la que Eliza fue encerrada luego de que según la costumbre de prisioneros, cortaran su cabello y la despojaran de sus finas ropas y accesorios. Proporcionándole una simple túnica de algodón rustico y un chal para cubrirse. Elisa miro por la diminuta rendija que tenia por ventana. No conoció el camino. Cubrieron sus ojos al ser trasladada. Ahora solo veía el abismo, el acantilado. Las olas gritando tras azotarse contra las rompientes. Ahora mas que nunca estaba segura, que solo su vida valía, si el fruto de su vientre se mantenía vivo.

Steve busco alguna excusa en su mente, a la evidencia... Las bolsas de monedas. Mientras intentaba mantener la guardia en alto. Ya se había dado cuenta que los caminos habían dejado de ser seguros. Aún cuando habían llegado a las costas de Cydonia. Eran rostros reconocidos por todos sus habitantes. Y ahora se enfrentaban a lo inesperado.

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- "Su majestad y la joya" se perdieron en un paseo, abandonando a su séquito. Necesito que me informen inmediatamente si hay alguna noticia....- Les hablo Padalecki a los vigías en las torres... mientras claro, Leonidas a plena luz de sol, continuaba limpiando el cañón de su mosqueton apoyado en una de las panderetas, la mas cercana a la orden de la mano derecha del capitán.

Leonidas no hizo comentario alguno, pero sin espera termino de ensamblar las piezas del arma de fuego.

-Espero que no hayan tomado dirección del bosque al norte, en esta época los cazadores ya están recolectando animales, para salar carnes antes del invierno...-comento con esa entonación preocupada casi sin voz.

-Sworth no expondría a la Reina de ese modo.- Lo objeto Leonidas, quien ya se retiraba, intentando mantenerse sereno. Sin levantar sospechas.

-Claro que no... pero los accidentes pasan.- Insistió Sam, sin pudor alguno. Aunque quien podría sospechar de el. ¿quien se atrevería a pensar que tenia su interés comprometido?... no estaba para nada conforme... Eliza había desaparecido. Y eso, ya no tener de amante, a la querida del mismo rey... Eso ya no era divertido.

-Confió en que vuelvan sin contratiempos- resoplo De Mier, con ese desagradable acento español, que en los oídos mas experimentados hubiera revelado el cinismo encubierto.

Entonces, ni lo imagino, giro a su derecha y se encontró con la sonrisa perpleja de Monique...

-¡Mi Lady!- Comento exaltado. Y por sobre todo desconfiado.

-Mi Lord...- se inclino en educada reverencia frente al príncipe de Barcelona.

-¿Lady Symone?- Sam llamo su atención brusco. Sin esconder su molestia.

-Mi Señor...- le hablo con esa delicada entonación. Algo inherente en la muchacha de piel oscura. Respiro profundo e intento sonreír. - Imaginamos que no tendría tiempo de bajar a los comedores...- se explico complicada, sosteniendo esa canasta. No se lo habían imaginado. No era cosa de su señora Kathleen... solo un detalle dulce. Una escusa. Nada mas.

Sam clavo su mirada frívola, carente de emociones sobre ella -Monique estoy muy ocupado- le hablo con altanería. Desagradecido.

-Lo se.- le extendió la canasta y bajo su mirada, antes de que titilara o algo mas. Ella había esperado ser un respiro en ese agitado día y ahora se sentía como un verdadero estorbo.

Después de la pertinente reverencia se encamino en dirección a la torre de las princesas, al mismo tiempo en que Sam ya no encontró a Leonidas cerca. Esperaba, que el embajador, hubiera entendido el mensaje. Era una oportunidad que no se podía despreciar. No si había alguna posibilidad de subir su propio hijo como "el supuesto bastardo del rey" como primero y heredero legitimo en la linea se sucesión en la corona de toda Eastland.

Para Sam Padalecki, ahora, lo urgente, era descubrir donde se encontraba su amada Eliza.

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El cabello de la princesa ya estaba alborotado, cuando el caballo se detuvo a orillas del acantilado, una planicie, alejada de todo... le pareció que la brisa marina la saludaba, el sol caía delicioso sobre ambos.

Sworth, se movió ligero y no tardo en bajar del caballo, como todo un galán la ayudo a poner pies en tierra.

-Impresionante- suspiro observando la inmensidad. Giro viendo a su alrededor la quietud, la soledad, el susurro del mar quebrándose con el trinar de las aves marinas.

-El acantilado de los enamorados...- se sonrió, al tiempo que descolgó la alforja, una bolsa que lucia pesada.

-¿De los enamorados?- pregunto curiosa intentando entender que es lo que estaba haciendo.

-Ven acá...- le solicito sin responder.

Chérie lo estaba viendo boquiabierta... ¿a caso eso era una manta?. Se sonrió. Su rostro se lleno de luz. Su corazón se alboroto.

Christopher ya se había acomodado. Con un desconcertante relajo. Parecía otro hombre.

Antes de comenzara la liturgia, Tom Hiddleston había cumplido las ordenes del monarca. Una arriesgada jugada. que incluso, al paje del Rey lo sorprendió.

-...Tengo latte Harvest...- le indico con la mirada la bolsa a su costado- ...pan de miel...- continuo, negociando, en un juego inusual. - incluso algunas trufas... rellenas de cerezas al licor...- insistió. Sonriente, con esa seguridad desbordante. Como el día que lo conoció.

Tres favoritos de la princesa, ella sonrió del lado derecho de la cara y negó incrédula.

Christopher, ahora a sus pies la observo acomodarse a su derecha -Solo por las trufas...- se sonrió coqueta.

-Ya lo se... mis trufas van a ser tu perdición...- se sonrió divertido. Ahí estaba el hombre común, aunque nada de sencillo. Era imposible para Christopher, la realeza le brotaba por los poros.

-Renunciaría a los chocolates...- comento viéndolo aun, o mas emocionada.

-¿Renunciarías...?- Casi casi ronroneo.-¿por que renunciaras?- el chico con ojos de cielo pregunto observando detenido los labios de la heredera de Bellerose.

Ella observo ese cabello dorado, iluminado por el sol.-¿de verdad?...¿Esto esta pasando?....- se pregunto, y mojo sus labios. Respirando profundo, imaginándolo todo. Pero con miedo de esperar lo que fuera.

Cherie cerro los ojos al sentir la mano de Sworth hundiéndose bajo su cabello, sujetando su nuca. Sus pulmones se llenaron estrepitosos de aire. El la empujo contra si, la beso con pasión, sin preámbulos, con esa intención que la arrebataba. Ella se dejo acomodar sobre la manta, mientras el se las arreglaba con las eternas faldas de su vestido de satine.

-Mi señor...- exhalo prisionera de su peso en medio de esa caricia.

-Mi pequeña flor...- Se sonrió emocionado... sin ella imaginarlo, esta vez, ahora parecía que si, estaba funcionando... Algo dormido comenzaba a despertar. Volvió a besarla mas profundo y demandante.

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Dean detuvo de golpe su caballo... logro reconocer al menos la tela de ese vistoso vestido de la princesa. Saliendo del bosque norte. Mila termino acomodándose a su lado... tal vez eran unos 50 o algo mas metros. pero imagino claramente lo que ocurría.

-por Jesucristo- comento con ese modoso acento escoses.

-Eh...- se sonrió Mila resignada- ...ya escuchaste a Kathleen... Dean, estas Blasfemando- comento ácida y al borde de una carcajada.

-Si no fuera porque necesitamos a ese niño...- exclamo al otro lado Adam, tampoco le agradaba para nada.

Tom permaneció en silencio y prefirió observar a su alrededor. Se acostumbro a ser la sombra de Sworth, como tal podía ser muy desconfiado.

Una brisa, algo extraña, atento con todos sus sentidos. -Mi capitán ...- llamo casi sin voz su atención. Dean Mila se giraron a observarlo -Creo que la reina esta en peligro.- Continuo con esa tensión anticipada... las aves se habían quedado en silencio, no se escuchaba ningún animal en el bosque. Mila se giro a mirar hacia atrás sin precaución... una flecha paso a menos de diez centímetros de su nariz perdiéndose en las hierbas.

-Por la Diosa- gruño Levine... y los escoltas reales desenfundaron sus armas.

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Owner & Lord continua la próxima semana.
Gracias por sus votos y comentarios

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