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[Capítulo 3] - Por siempre.

Últimamente cada día se volvía más tedioso. Para colmo de su suerte, el delegado renunció de alguna manera, y, a que no adivinan quién era el nuevo delegado. Mikaela había sido elegido, lo cual no le hacía gracia. Sobre su pupitre habían montones de papeles que debía revisar, ya que el profesor se lo encargó.

Y por eso, Yuu había decidido irse rápido, ya que, hiciera lo que hiciera, no tendría tiempo de hablar con el rubio.

''¿Será que pasó algo importante ese día en detención?'' —se preguntaba una y otra vez. Y no importaba las veces que se lo cuestionara a Mikaela, él jamás respondía o se inventaba una excusa para salir corriendo.

Eso no estaba bien, porque, al ser tan buenos amigos —los mejores—, era inpensable que Mika cambiara de un día para otro. O quién sabe, porque Yūichirō no lo vio el domingo. En fin. Era doloroso para él ser engañado, así como también era para el rubio engañar. 

No estaba acostumbrado aún a su condición, y cuando lo estuviera, sería demasiado tarde para recuperar a su amigo.

— ¡¿Qué hago con mi vida?! —gritó de la nada.

— ¿Qué sucedió, Mikaela? —preguntó una chica de cabello púrpura.

—Nada, Shinoa —suspiró.

— ¿Por qué tan estresado?

—Deja de preguntarme cosas y ayúdame —dijo, pasándole un par de papeles.

—Tú eres el delegado —dijo ella, apartándose.

—Ayúdame, uvita —suplicó.

—Sólo si dejas de llamarme uvita —frunció el ceño, y se sentó junto al rubio.

Eran las diez de la noche y seguía haciendo tarea. Durante el día se distrajo demasiadas veces como para contarlas, y por eso estaba allí, con la lámpara encendida. Bostezo tras bostezo movía su lápiz, suspiraba, escribía, y volvía a bostezar. Si seguía así, el sueño iba a dominarlo pronto, antes de acabar todo. 

Así que, decidió ir a comprar algo.

Salió de la casa en silencio, como una especie de ninja. La farmacia más cercana no quedaba tan lejos, así que se apresuró para poder regresar rápido. Pero, para el colmo de su suerte, se encontró con quien menos quería hablar. Y lo peor fue que él habló primero.

—Mika...

El rubio se sobresaltó al escuchar eso.

— ¿Yuu-chan? ¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó.

—Eso debería decir yo —dijo el azabache, pasando por su lado y entrando en la farmacia.

Mikaela lo siguió, aunque era consciente que su amigo no le prestaría atención. Vio cómo Yuu compraba pastillas para no dormir, y lo vio salir del lugar. Él también salió, y estaba a punto de seguirlo hasta su casa, cuando el azabache dijo:

—Mika, no.

El rubio suspiró, y caminó a casa, algo triste, lo cual era irónico porque se supone que los vampiros no tienen sentimientos.

De vuelta en su casa, Yūichirō continuó con sus tareas, y por tanto concentrarse no se dio cuenta que su madre lo estaba espiando. Resulta que no había entrado con tanto sigilo, y ella se despertó cuando lo hizo.

— ¿Yuu? —decidió hablar, por fin.

— ¡Mamá! —se sorprendió—. ¿Qué haces aquí?

— ¿Por qué sigues despierto? Me dijiste que ya habías terminado...

—Lamento haberte mentido, mamá —dijo.

La mujer de ojos verdes se acercó a él para darle un abrazo.

—Estás mal por lo de Mika, ¿cierto? —preguntó.

El chico no respondió, sólo se acurrucó en los brazos de su madre. Permanecieron así un rato, hasta que Yūichirō creyó que lloraría y se separó de ella.

—Terminaré esto y me iré a dormir —dijo.

—Buenas noches —dijo ella, para luego darle un beso en la frente.

A pesar de tener quince años, a una parte de él le encantaba que su madre lo siguiera tratando como niño pequeño, o, más bien, como un bebé. Así que, continuó con sus tareas, y no apagó la lámpara hasta que terminó. Eso fue a las doce de la noche.

A la mañana siguiente, Yūichirō no dejaba de bostezar. Aquellas pastillas para no dormir funcionaron tan bien que no pudo cerrar un ojo en toda la noche. Por ello, cuando "despertó" tenía mucho, mucho sueño.

A pesar de eso, su mamá no lo dejó faltar a clases.

Y con el rubio no era diferente. Sólo que él se había quedado con el celular bajo la cama, investigando sobre los vampiros. Leyó que estos no eran reflejados en los espejos. También descubrió que los vampiros no tenían sentimientos, y que su piel lucía pálida —aunque, de por sí su piel era muy clara.

Por supuesto, para comprobar esto, lo intentó. Lo único diferente en él, era que sí podía comer comida humana, por alguna razón. Y que sí salía en las fotos.

Pero dedujo que, si no quería que lo descubrieran, no debía dejar que lo tocaran, y tampoco debía pasar por sitios con espejos.

— ¡Bien! Este es el mejor plan del mundo...

Al día siguiente, había despertado con toda la alegría del mundo. Pero ese sentimiento se esfumó cuando vio a Yuu.

Trató de hablarle, y a pesar de ello, el azabache no le prestó atención alguna. Lo ignoró antes de clases, durante las clases, en el descanso, y después de las clases.

— ¡Yuu-chan! ¿Qué quieres que haga para que me perdones? —preguntó, con esperanzas.

Fue bueno no perder la fe.

—Cuéntame tu secreto y dejaré de ignorarte.

—Oh... Eso... Yo... No te lo puedo decir, Yuu-chan —bajó la cabeza.

—Entonces deja de llamarme Yuu-chan. Y no me hables.

Esas palabras le dolieron, aunque, se supone que los vampiros no tienen sentimientos. Quizá se viera forzado a decirle ya su secreto. Pero recordó la 'amenaza de muerte' de Krul. Todo sucedió cuando él le comentó sobre su idea.

Como sea. Ese momento era crucial, y si no pensaba en las palabras correctas, perdería a su amigo para siempre.

—Yuu-chan... Escúchame —dijo. El azabache lo escuchó, ya que se detuvo un instante—. Lo que quieres que te diga es algo difícil de explicar. No creo que lo entiendas ahora... Además, es algo que en verdad no puedo decirte, lo siento. Créeme. Si pudiera decírtelo, ya lo hubiera hecho. Somos mejores amigos, lo sabes.

Ciertamente, Yūichirō también odiaba estar mal con Mikaela. Y sólo por eso decidió perdonarlo. Decidió perdonarlo para que aquella amistad no acabara allí, por un simple secreto.

Da igual lo que sea, siempre iban a ser los mejores amigos. Siempre.

Hola, aquí Nisa del futuro, editando esto!!11! Daba cringe escribiendo notas de autor, ok

-Nisa del futuro


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