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[Capítulo 16] - 'Aléjate'.

—Mikaela —pronunció su madre con notable miedo—, quiero que te marches de aquí y no vuelvas. Aléjate.

El rubio estaba confundido, mas tenía ligeras sospechas de lo que pudo haber sucedido para producir esa reacción en su progenitora. Frunció un poco el ceño y dirigió una mirada a Yuichiro. El menor no sabía qué decir tampoco.

— ¿Qué estás esperando? —cuestionó la señora, con algo de odio en sus palabras. Le temblaba la voz, además.

Mika asintió lentamente con la cabeza, miró a Yuu de nuevo y ambos fueron hasta la casa de este. Sentía una especie de opresión en su interior, pero no por completo, debido a que su cuerpo se estaba volviendo del todo igual al de un vampiro puro.

Mientras avanzaba hacia la residencia de su amigo, se balanceó hacia un lado, debido a un corto mareo que no duró más que unos segundos.

— ¿Estás bien? —preguntó Amane.

—Sí, sólo... —suspiró y cambió de idea—. Yuu-chan, ¿por qué me pasan estas cosas?

El azabache puso una mano sobre su hombro—. No te preocupes, saldrás de esta.

Dicho eso, entraron a su casa. No parecía haber nadie, ya que todas las luces estaban apagadas. Yuu se sintió más tranquilo, y fue a organizar la habitación de invitados para que Mikaela pudiera quedarse. El rubio, mientras tanto, permaneció en el sofá, intentando descansar.

-°-°-

— ¡Mika! —Yuu lo sorprendió con un grito porque no estaba reaccionando—. ¿Qué pasó? Se supone que los vampiros no duermen...

Shindō no dijo nada, ya que tampoco entendía por qué razón se sentía tan cansado. Asumía que era culpa de la transición que estaba teniendo entre medio-vampiro y vampiro.

— ¿Todavía no vuelve tu mamá? —preguntó.

—Nop —negó—. Cierto. Ya está lista tu habitación, por si acaso.

El rubio subió las escaleras hasta llegar al cuarto de huéspedes, en donde dormiría, y se echó en la cama apenas entró. Quería intentar volver a dormir porque, aunque fue por un corto tiempo, se sintió demasiado bien.

-°-°-

Tras una hora de espera, Yūichirō pudo ver a su madre entrando a la casa. Le sonrió al verla y también le dio un abrazo. Su mente debatió sobre si debía soltar lo de Mika, pero decidió aguantar un rato más.

— ¿Trajiste algo de comer? —preguntó, para huir de sus propios pensamientos.

La señora Amane asintió y fue a buscar los platos para servir la cena. Yuu pensó en mencionar lo que había ocurrido en ese instante, mas prefirió no hacerlo porque recordó que los vampiros no consumían comida humana.

— ¿Cómo te fue hoy? —inquirió la mujer, como era costumbre.

—Bien, creo —murmuró el azabache—. No tuvimos actividades del club, por lo que regresé temprano...

—Oh, lamento hacerte esperar, entonces —bajó la cabeza ella.

—No te preocupes —rió Yuu—. ¿Y papá?

—Creo que llegará más tarde...

—Ah... —suspiró—. P-Por cierto, tengo algo que decirte...

— ¿Qué es?

—E-Es difícil de explicar, pero... Mika se quedará... unos días aquí —balbuceó.

— ¿Cómo así? —La señora abrió los ojos, sorprendida.

—Es que... Lo echaron de casa —soltó.

— ¿Por qué...?

—No tengo la menor idea —rió nervioso.

—Bueno, no me opongo...

-°-°-

Deseando averiguar más sobre la conducta extraña de su hijo y la repentina estadía de Mikaela en la residencia Amane, la madre de Yuu decidió ir a hablar con la señora Shindō, quien de seguro le contaría las razones por las que echó al rubio de casa.

Mientras tanto, ambos muchachos se encontraban en la habitación del menor, jugando videojuegos. El vampiro ya no estaba cansado, y el descanso había renovado su energía hasta el punto de dejarlo un poco hiperactivo.

— ¡Te gané de nuevo! —exclamó, alzándose victorioso sobre Yuu.

—Sólo es porque tengo sueño —murmuró el menor y luego bostezó—. ¿Quieres quedarte jugando? —Mikaela asintió—. Bien, entonces no hagas ruido. Buenas noches.

—Buenas noches, Yuu-chan —esbozó una sonrisa mientras el otro se acostaba en su cama.

Luego de una hora más de juego, se escabulló como pudo hasta la habitación de invitados y allí permaneció mirando su celular hasta que se descargó. Después, se dedicó a dar vueltas en la cama.

-°-°-

A la mañana siguiente, no era responsabilidad levantarse temprano, puesto que no había clases. Sin embargo, Mikaela estuvo rondando por el salón principal desde casi la madrugada, ya que no podía conciliar el sueño.

Se acercó al espejo que tenía junto a él, para ver sus ojos una vez más. Seguía sin creer que eran tan rojos como la misma sangre, cuando antes eran de un bello azul profundo. Rió. Desde aquel día en detención las cosas habían cambiado demasiado.

Entonces, la señora Amane apareció en su campo de visión. Se sorprendió al verlo ahí, pero lo que más le impresionó fue exactamente eso: el color de sus ojos.

—Vaya, entonces tenía razón... —murmuró, más que todo para sí misma.

— ¿Mm? —Pero olvidó que él podía escucharla.

—N-Nada, voy a preparar el desayuno. ¿Quieres?

El rubio, miedoso, negó. No sabía qué reacción podía provocar si...

En ese momento cayó en cuenta que había dejado ver sus ojos. Parpadeó varias veces seguidas, y luego se golpeó la cara con la mano. La señora Amane lo miró con confusión y luego dijo:

—No temas, ya lo sé todo. Ayer fui a hablar con tu madre —suspiró.

Mikaela sintió un escalofrío.

—Y, no te preocupes, no te haré nada malo —rió—. Puedes quedarte aquí hasta que la situación mejore... Trataré de hacerla entrar en razón aunque, para ser sincera, no tenía la menor idea de que los vampiros existían de verdad.

Sorprendido y a la vez aliviado de que no le temiera o algo parecido, el rubio volvió a levantarse para intentar ayudarla con el desayuno.

Tras unos minutos más, Yuu despertó, seguido de su padre. Este último se cuestionó qué hacía el mejor amigo de su hijo en casa pero le restó importancia porque tenía hambre. Mikaela se dedicó a observarlos comer con la excusa de que ya se había alimentado apenas despertó.

El resto del día fue un poco aburrido, aunque su entretenimiento principal fue leer manga.

Ese sólo era el principio de la "nueva vida" que tendría en casa de su amigo, al menos hasta que la decisión de su madre fuera descartada.

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