5. Consejos by HernánGomez
" - Natalia –la voz de su madre llamando su atención, la hizo desviar su mirada de la ventana de esa maldita sala de espera. Ella caminó los pocos pasos que la separaban de ella y le sonrío a la madre de Hugo que descansaba en una de las sillas.
- Los médicos dicen que estará mucho mejor si el tratamiento lo recibe aquí en Madrid. Así que, los padres de Hugo y yo, hemos decidido que os alquilaremos un piso para que podáis estar cerca del hospital.
- ¿De qué estás hablando mamá? –el tono horrorizado de Natalia, contrastaba con la pasividad con la que su madre le hablaba- yo no pienso vivir con ese cabrón. Me da pena que haya tenido el accidente, pero, no es mi problema.
- ¿Qué dices, Natalia? –su madre la agarró del brazo y la arrastró hacia una habitación vacía, donde la zarandeó sin quitarle la mano de encima.
Natalia le contó a su madre todo lo que sucedió esa mañana. No omitió ni un solo detalle, e incluso, le dijo que iba a dejar a Hugo porque no lo quería. El semblante de su progenitora permanecía impasible ante las confesiones de su hija menor.
- Ese hijo de puta me estaba poniendo los cuernos con la hermana de mi amiga, como tú comprenderás, no pienso volver con él por muy enfermo que esté -le anunció Natalia con las ideas muy claras.
- Tú te vas a callar y no vas a decir nada de esa tía. Y cuando Hugo salga del hospital, tú estarás esperándole en el piso. ¿Eres consciente de lo que la gente pensará de ti? Te pondrán de puta para arriba. Vas a abandonar a un hombre que se ha quedado minusválido, por tu culpa.
- ¡Mamá! –Natalia miraba incrédula a su madre. Se suponía que tenía que defenderla. Estaba para eso. Para cuidar de ella, y estaba haciendo todo lo contrario- no ha sido mi culpa que...
- Todos lo pensarán. Te señalarán por la calle. Te humillarán. Quedarás como la mala de todo esto. Y no lo voy a permitir -las palabras que su madre escupía por su boca, parecían precisamente eso, veneno.
- Es mi vida mamá. No puedes entrometerte más en ella. Ya no tengo 17 años. Y no quiero que me manejes más.
- Lo hago precisamente por ti, Natalia. Y además, te olvidas de algo muy importante...
- ¿Qué hay más importante? -le preguntó ella sintiendo ya las lágrimas que se agolpaban en su garganta.
- Las tierras del pueblo. Donde se va a construir el Centro Comercial...si dejas a Hugo... -Natalia chasqueó su lengua entendiéndolo todo. Alzó su mirada al cielo y sintió que ella sólo era un puto peón en este juego.
- Eres la administradora de las tierras, y si dejo a Hugo, ellos te quitarán el poder de decisiones, y tu buen pellizco de la venta de los terrenos... A ti no te importa lo que diga la gente, te importa el dinero. Lo que te ha importado siempre. Me "ofreciste" a un tío mayor que yo, a cambio de ese acuerdo.
- A veces hay que hacer sacrificios, Natalia. ¿No querrás también que Noa tenga que dejar el colegio bilingüe porque su abuela no tiene dinero para pagar las cuotas?
Ahí estaba de nuevo. El chantaje. Su madre era una interesada. Se había ofrecido ella misma a pagar el colegio de Noa, cuando Aroa se había opuesto. Pero, fue la misma Natalia la que convenció a su hermana para que dejara que pagara el colegio, y que por una vez en la vida, se gastara la pasta en su nieta. Cuán arrepentida estaba de no haberle hecho caso a Paola cuando le dijo que ella quería tener bien lejos a su suegra.
La rubia se llevó las manos a la cara sintiéndose atrapada. Todo estaba en contra suya. Un cúmulo de malas circunstancias, donde ella era la perdedora.
- Jamás te voy a perdonar lo que estás haciendo, mamá -le dijo con toda la rabia que sentía ahora mismo en su cuerpo.
- Créeme, viviré con ello. Y ahora, vuelve ahí dentro y compórtate como lo que eres, la pobre novia afligida. Quien sabe, lo mismo como ahora tendrás que pasar más tiempo con Hugo, te enamoras de él.
- Vete a tomar por culo, mamá"
📅 DÍAS DESPUÉS
Miro mi reloj resoplando fastidiado. En menos de dos horas tengo entrenamiento y como esto se alargue mucho, será la excusa perfecta para largarme de aquí.
Andrea me ha obligado a venir con ella a su cita con el estudio que le va a hacer la reforma de la cocina. Mario se ha negado a acompañarla alegando que al ser yo quien le ha dado el capricho, soy el que tiene que estar aquí con ella. Bonita forma de quitarse de en medio y dejarme a mi el marrón de una cocina que va a disfrutar él, en su casa.
- Me encanta este sitio –me dice Andrea llamando mi atención. Dejo de mirar por la ventana. El día se está nublando y no me apetece que me llueva de aquí al coche.
- Me alegro. ¿Crees que tardará mucho en venir? .-miro otra vez mi reloj, y cuando alzo mi mirada, me encuentro los ojos de Andrea fijos en mi con cara de fastidio- lo siento, pero me pasa como a Mario, esto me aburre.
- Eres un rollo, Juancho. Por una puta vez actúa como si te importara y estuvieras emocionado.
Le hago una mueca a mi hermana y me siento a su lado en uno de los sillones. Cojo su mano y le sonrío haciéndole la pelota para que no se enfade más. Por dios, que venga ya esta señora. Cuanto antes empecemos, antes, terminaremos. La puerta se abre segundos después, cumpliéndose por fin mis plegarias.
-Hola, buenas tardes -dice la voz de la persona que entra por el despacho donde nos encontramos- me dice Teresa que se va a retrasar un poco. Así que si no os importa seré yo quien os enseñe el diseño.
Siento un estremecimiento recorrer todo mi cuerpo y como la garganta se me seca. El corazón empieza a latirme bastante enloquecido, sobre todo, cuando la dueña de esa voz toma asiento enfrente nuestra, y al alzar sus ojos, nuestras miradas se clavan la una en la otra.
- No te preocupes. No tenemos prisa. Bueno, yo no, pero Juancho tiene entrenamiento ésta tarde –dice Andrea mientras nosotros no somos capaces de quitarnos la vista de encima.
Natalia se muestra algo nerviosa. Se le cae la agenda que llevaba en la mano y se agacha a recogerla. Cuando vuelve a incorporarse, me mira de nuevo, bajando sus ojos hasta fijarse en mis dedos entrelazados con los de mi hermana. Puedo ver como sus mejillas empiezan a sonrojarse y como sus dedos tiemblan cogiendo el ratón del ordenador.
- Intentaré ir lo más rápido posible –dice ella sin querer mirarme ahora- ¿le echaste un vistazo a los modelos que te envío Teresa?
- Yo si, pero Juancho aún no lo ha visto –responde mi hermana con ese tono tan alegre que ahora mismo me fastidia.
- Ya te he dicho que todo esto es cosa tuya, Andrea. Lo que tú elijas, estará bien –le respondo volviendo de nuevo mi mirada a Natalia. Ella me observa durante unos segundos y desvía sus ojos hasta posarlos en mi hermana.
- Ya, pero necesito tu opinión cari. Para eso te he traído -mi hermana se acerca a mi y deja un beso en mi mejilla que hace jadear a Natalia- el diseño es una pasada, por cierto. Teresa ha hecho un gran trabajo.
-Bueno... el diseño lo he hecho yo. Teresa me pasó tus notas y lo que querías y en base a eso lo hice -las mejillas de Natalia adquieren un tono rosado que me parece adorable. Durante todo el rato no he dejado de mirarla, en cambio ella, no es capaz ni de mantenérmela.
-Pues es increíble. Me encanta. Espero que a ti también te guste, Juancho. No quisiera yo que por culpa de la cocina nos peleáramos...
Veo a Natalia tragar saliva sin perder detalle de las palabras de mi hermana. De repente, se pone en pie haciendo que la mire algo sorprendido.
- Tengo que ver una cosa. Os dejo con el diseño y ahora vengo -Natalia sale de la habitación sin mirarme siquiera. Abre la puerta y escucho como sus tacones repiquetean también por el pasillo. Me pongo en pie, porque tengo una mala sensación y necesito hablar con ella.
- ¿Dónde vas Juancho? –me pregunta Andrea algo confundida de verme de pie.
- Al baño.
No le doy tiempo a mi hermana a replicarme, saliendo de la habitación para buscar a Natalia. No tengo ni puta idea de donde puede estar. Tampoco es cuestión de ponerme a dar vueltas por aquí. Paso cerca de lo que parece una sala de descanso y escucho el correr del agua. Así que no me lo pienso. Abro la puerta y mirando de un lado al otro, la abro, encontrándome a Natalia sentada en la encimera de una pequeña cocina.
Entro cerrando la puerta tras de mí y me encuentro con su mirada algo entristecida.
- Natalia –le digo sin saber muy bien por donde empezar.
- Estás casado -es lo primero que me dice, confirmando mis sospechas de hace un rato.
- No estoy casado –le respondo frunciendo mis labios. Me voy acercando hacia donde ella está y todas aquellas reclamaciones que quería hacerle por dejarme tirado, mueren en mi boca al ver su rostro tan compungido.
- Pues tienes novia entonces. Dios. Me he liado con un tío comprometido. Soy de lo peor –Natalia se lleva las manos a la cara y se muerde los dedos temblando ligeramente.
-Andrea no es mi novia, es mi hermana -le confieso no queriendo alargar más su sufrimiento. Y también porque no soy de los que les gusta dar por culo a la gente.
El alivio en su cara es más que evidente. Incluso puedo vislumbrar una pequeña sonrisa después de escuchar mis palabras. Me acerco un poco más a ella. Sus ojos azulados me miran ahora con un brillo que no tenía antes.
- Tu hermana –dice ella repitiendo mis palabras y casi sonriendo.
- Así es –estoy delante de ella. Ella se muerde sus labios mientras me habla. Esos que tanto besé y que me muero por hacerlo de nuevo. Pongo mis manos a ambos lados de su cintura sintiendo como esta vez su cuerpo está temblando y sé que es por mi cercanía- huiste.
- Lo sé –confiesa ella sin titubear.
- ¿Por qué lo hiciste?
-Porque tenía que hacerlo -sus palabras no son suficientes ni estas tontas explicaciones que me está dando.
-¿Fue por mi culpa? ¿fue una decepción? -le hago la pregunta que tanto me ha atormentado desde que lo hicimos en mi coche.
-Juancho, fue una puta locura estar contigo. Y por eso mismo, tuve que irme. Mi vida es una mierda. Muy complicada. Creí que tú me la enredarías aún más. Como así ha sido.
Natalia moja sus labios con la punta de su lengua. Sinceramente, estoy tan perdido mirando esa boca que deseo probar otra vez, que me da exactamente igual que me diga por qué se fue la noche que lo hicimos en mi coche. He perdido mi parte coherente y sólo quiero besarla. Acerco mi boca a la suya casi rozándola. Un pequeño jadeo sale de sus labios y los entreabre dispuesta a recibir mi beso. Sólo un pequeño roce más y estaré saboreándola.
-Dios, no te lo pienses y hazlo, Juan Alberto.
Oír mi nombre de sus labios es todo lo que necesito para besarla. Tomo su boca con calma. Toda la que no tuvimos esa noche. Mis manos se deslizan por la parte de atrás de su espalda hasta posarla en su culo, el cual aprieto hasta acercarla aún más a mi. Su boca sabe hoy a cereza. A dulzura. Mis dientes atrapan su labio superior tirando de este. Un gemido sale de su garganta cuando lo hago. Mis dedos se clavan en su trasero, hundiéndolos hasta casi marcar su piel.
-Te follaría aquí mismo -le digo una vez que dejo de besarla y paso mi boca por su cuello. En respuesta, ella abre más sus piernas rodeándome la cintura con ellas.
-Aquí es donde comemos -me dice siendo ella la que toma mi boca entrelazando su lengua con la mía.
-Comerte. Eso es lo que quiero.
Hundo mi lengua en su boca besándolo esta vez con muchas más ansías. Ambos nos besamos descontrolados. Mordiéndonos y chupando nuestros labios una y otra vez. Sé que no es el sitio, ni el lugar. Pero le arrancaba la puta ropa y me la follaba encima de la encimera. Estamos ambos tan ensimismados uno con el otro, que no escuchamos como la llaman.
- ¡Natalia! ¡Natalia! ¿Dónde estás?
Una voz de mujer interrumpe nuestro beso. Ella resopla fastidiada y se aparta con suavidad de mi. Me muevo lo suficiente para dejarla pasar, pero sabiendo que esto no ha terminado aquí. Se baja de la encimera y después de tomar una profunda respiración, abre la puerta encontrándose con la señora que nos atendió en la puerta.
- Estoy aquí, Mercedes, ¿Qué pasa? –le pregunta ella con mucha amabilidad.
- Tu novio está aquí, ha venido a verte.
📅 MÁS TARDE
Me sé de memoria cuantas baldosas hay en el suelo de mi cocina. Llevo un buen rato dando paseos por ella y saber cuantas hay me relaja. O por lo menos es lo que yo quiero creer.
- Deja de dar vueltas, Juancho, me estás mareando –Andrea mueve el contenido de una cazuela, y aunque huele de puta madre, a mi me está revolviendo el estómago.
- Se enfada porque creía que tú eras mi novia, y resulta que la que tiene novio es ella. Muy fuerte. Es muy fuerte. Es que no hay ni una puta tía de la que te puedas fiar –me llevo las manos al cuello intentando quitarme la presión y la carga que tengo en esa parte de mi cuerpo.
- A mí no me dio la impresión de que fuera su novio. Es más, si vieras la cara de fastidio que tenía mientras él le hablaba. Aunque claro, si te hubieras quedado y no huido como el cobarde que eres, lo hubieras comprobado por ti mismo.
- No soy un cobarde, Andrea –le digo intentando hasta convencerme a mi mismo de mis palabras- sólo que me tiré a una tía con novio, y encima, uno que está en silla de ruedas. Es patético. Me siento todavía peor.
- ¡Vaya! Ahora resulta que a los minusválidos no se les puede poner los cuernos –Andrea suelta una carcajada mientras yo la fulmino con la mirada- pero, repito, no creo ni que lo quiera. No se comporta con él como si fuera su novio, Juancho. Además, que es mayor que ella. Joder, si parece su hermano mayor o algo.
-Estarían enfadados, ¡yo qué sé! me importa una puta mierda lo que les pase, ¡joder!
Grito y gruño bastante cabreado. Miro por la ventana de la cocina pensando en lo idiota que me sentí cuando su novio apareció. Es cierto que a ella le cambió la cara y apenas habló, ni siquiera con él. Bueno, si habló, para preguntarle que hacía ahí. El pobre chico quería darle una sorpresa y ella se lo tomó muy mal. Es más, la notaba enfadada y hasta tirante. Pero bueno, si es lo que suele hacer, engañarlo, normal que le moleste que él aparezca sin avisar, ¿no?
- Huele de maravilla –mi cuñado Mario entra por la puerta de atrás de la cocina y se acerca a mi hermana para besar su mejilla. Ella le responde con un tierno beso faltándoles a los dos vomitar arco iris- cuñado. ¿Y esa cara de muerto?
- Le gusta una chica que parece ser que tiene novio –responde Andrea por mi, incrementando mi enfado.
- Yo también pensaba que tenías novio, y mira lo que pasó después –dice Mario guiñándole un ojo a mi hermana- ¿Cómo os fue en la decoradora?
-La chica que le gusta estaba ahí. Se llama Natalia y tiene 20 años. Estudia diseño de interiores y está ahí de prácticas. De hecho, fue ella la que hizo el diseño de la cocina –sigue diciendo Andrea informando a su marido de todo lo ocurrido durante la visita.
- Andrea, hija, la discreción no es tu fuerte –le digo dirigiendo mis pasos hacia la nevera. Saco un par de botellas del refresco ese sin burbujas del cual es imagen Mario y le tiendo una a él.
- Deberías hablar con ella –insiste mi hermana señalándome con la cuchara.
- Debería olvidarme de ella –le contesto, porque después de todo lo que ha pasado, no quiero tener que encontrarme de nuevo con Natalia. Por mucho que me guste.
- Idiota. Me dijiste que fue el mejor polvo de tu vida, te mereces por lo menos que te dé una explicación. Quien sabe, lo mismo después echas el segundo mejor polvo de tu vida –Andrea empieza a reírse y alza una de sus cejas mirándome.
- No voy a tener un lío con una tía con novio. Yo no soy así. No voy a ser el otro –le respondo dándole un largo trago a mi bebida.
- Nadie te ha dicho que seas nada, Juancho. Mira, ya sé lo que vamos a hacer -Andrea tuerce su nariz a punto de contarme una de sus ideas, de las que ella cree que son maravillosas y luego son peligrosas.
- No vamos a hacer nada –le replico alzando una de mis manos- me conozco tus ideas, Andrea. Paso. Esa tía tiene novio y punto. Cuanto antes la olvide, mejor.
- Pero...
Mario agarra la mano de mi hermana para que se calle. Dejo la botella encima de la encimera y salgo de la cocina escuchando como Andrea sigue protestando. Mientras subo los escalones de casa no dejo de pensar en Natalia. Es cierto que estar con ella fue una puta pasada, pero, me siento engañado. Que tenga novio y que le haya sido infiel dice mucho de la clase de persona que es. Aunque me vuelva loco. Aunque verla hoy me haya dejado hecho polvo otra vez.
Entro en mi habitación y cierro la puerta deseando que Andrea no suba e insista con el monotema. Me dejo caer en la cama llevando mis manos a la cara. Soy un desgraciado. La única tía que me gusta de verdad desde hace tiempo, y tiene que tener novio. Cierro mis ojos y creo que hasta pego una cabezada, porque el sonido de mi teléfono me sorprende y me hace pegar un respingo. Sonrío al ver que es mi hermano Willy, pero luego pienso que Andrea ha debido de decirle algo y la sonrisa muere en mis labios.
- Qué hay Will –le dijo a mi hermano nada más descolgar mi teléfono.
- Como siempre tío. No te cuento nada porque te aburro. Andrea me ha llamado -las palabras de mi hermano confirman lo que sospechaba. Mi hermana será la pequeña, pero a veces parece más nuestra madre de lo mucho que se mete en nuestras vidas.
- ¿Y por qué no me extraña? -ruedo mis ojos tumbándome de nuevo en la cama.
- ¿Y por qué no me has contado que echaste un polvo en tu coche? Espero que lo limpiaras antes de montar a mamá y a papá -Willy se echa a reír en cuanto termina de hablarme.
- ¡Eres gilipollas! -le gruño pensando que con mis hermanos no tengo intimidad ninguna.
- Venga, cuenta -me pide con un tono de voz algo más paciente.
- No hay nada que contar. Conocí a una tía, me gusto, me la follé y punto. Nada más -ese nada más no me lo creo ni yo. Pero, cuanto antes asuma que Natalia no es para mi, mejor.
- Y si no hay nada más, ¿Por qué estás tan cabreado? -Willy. Otro que me conoce mejor que mi mismo.
- No estoy cabreado -le contesto intentando convencerlo a él, y también a mi mismo.
- Eso no es lo que dice Andrea.
- Que se preocupe más por su cocina y que me deje en paz –resoplo fastidiado porque odio cuando mi hermano mayor y mi hermana pequeña confabulan contra mí.
- Juancho, no te enfades tío. Andrea sólo está preocupada por ti –aquí está. Mi comprensivo hermano. El que tiene complejo de psicólogo en sus ratos libres. Como la otra.
- Lo sé. Pero le gusta ser celestina -le recuerdo porque no es la primera vez que Andrea intenta emparejarnos con alguna amiga de Mario o suya.
- No va a parar.
- También lo sé –admito porque cuando a Andrea se le mete algo en la cabeza, no hay nada que la pare, ni su bendito esposo.
- Tiene un plan para que hables con la chica -me cuenta Willy siendo algo que no me extraña.
- Es que yo no quiero hablar con ella...yo...joder, Willy. Que me gusta, y por eso me da tanto coraje.
- Pues habla con la chica. Por lo menos te quedarás más tranquilo -me aconseja él, teniendo que admitir que mi hermano tiene razón.
- Supongo que si, que es lo mejor –admito a mi hermano mayor sabiendo que me muero por verla otra vez- y bien, ¿Qué ha pensado Andrea?
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