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28. Siempre cumplo mis promesas

📆 JUNIO

📆 DOS AÑOS DESPUÉS

El miedo es algo que tenemos arraigado tanto en el alma como en el corazón. Hay muchas formas de sufrirlo y de padecerlo, igual que de combatirlo. Yo intento cada día hacerlo. No dejar que el miedo gobierne mi vida. Pero, cuando miro a mi hija. Dormida en su camita, tan ajena a todo. No puedo evitarlo, y siento miedo pensando en si en el futuro sufrirá algún cruel destino. 

-Podría pasarme horas mirándola. Así. Tan tranquila y calmada. Resguardada del mundo -los brazos de Juancho rodean mi cuerpo. Me atrae hacia él para que pueda reposar todo mi cuerpo en el suyo, dándome toda esa calma de la que él habla.

-Es feliz. Hoy me ha dicho que es muy feliz, y que por favor, no nos vayamos nunca de su lado.

-Es muy lista. Más de lo que pensamos, Tali.

Ambos la miramos un ratito más antes de dejar su habitación. Solo lleva un mes durmiendo sola. Ella si que se adaptó bien a dormir sola, no así yo, que más de una noche me levanto para cerciorarme de que está bien y respira.

Juancho me agarra de la mano, tirando de mi para salir de su dormitorio. Dejamos la puerta medio entornada y cruzamos enfrente, al nuestro. Nos gusta ponernos el pijama y tumbarnos en la cama para ver la tele juntos o simplemente charlar. Aunque esta noche, toca hablar.

-¿Quieres saber la sentencia?

Retuerzo mis manos mirándolo. Siento como los nervios atenazan mi estómago porque aunque no quiero saber nada, mejor que él me lo cuente a que sea otra persona. Le hago un gesto con mi cabeza para que hable. Me siento en la cama poniendo mis manos encima del regazo, retorciéndolas estas, bastante nerviosa.

-A Hugo lo han condenado por estafa, prevaricación, cohecho, falsedad documental, acoso, encubrimiento y lo que más nos interesa, intento de secuestro... va a estar una buena temporada en la cárcel -Juancho se sienta a mi lado pasando uno de sus brazos por mis hombros. 

Respiro aliviada sabiendo que él no podrá hacerme daño nunca más. Durante estos dos años que lleva en la cárcel a espera de sentencia, han aumentado los cargos.. Por suerte, yo no tuve que verle la cara en el juicio, y mi testimonio se realizó previamente. 

-¿Y porqué sigues temblando si por fin se ha hecho justicia? ya no tienes nada que temer, amor.

Ladeo mi cabeza para mirar a Juancho. La persona que lo ha dado todo por mi y que desde el minuto uno me ha protegido y defendido de todos. Mi amor por él ha crecido a medida que han pasado los meses, consolidando ambos nuestros sentimientos sin un atisbo de duda por parte de ninguno.

-Ya sé que ninguno de los dos puede hacernos nada. Hugo pasará mucho tiempo en la cárcel. Y ella, bueno, también me hubiera gustado verla pagar por lo que me hizo.

-Bueno, te digo yo que estar bajo tierra también es un castigo justo. Ella si que de verdad, no podrá hacerte nada nunca más en la vida. -le sonrío a Juancho pensando por sus palabras. 

Mi madre sufrió un infarto cuando la detuvieron. Fue fulminante y no se pudo hacer nada por ella. ¿Justicia divina? tal vez. Sólo sé que su muerte me dejó más aliviada. 

Acerco mi cabeza al hombro de Juancho y lo dejo ahí unos cuantos segundos disfrutando del silencio que nos rodea. Solo la respiración de Verónica, a la que podemos escuchar desde aquí, rompe ese silencio.

-Anda, vámonos a dormir. Que mañana la casa entera se va a llenar de gente y tenemos mucho que preparar.

Juancho se levanta de la cama tirando de mi mano para que haga lo mismo. Le doy una mirada antes de ponerme en pie, una que él sabe perfectamente porque lo hago.

-Necesito que esta noche, alejes mis pesadillas -llevo las manos al borde de la parte de arriba de mi pijama, quitándomelo para liberar mis pechos desnudos.

-Esta noche, y todas las que necesites, mi niña.

📆 AL DÍA SIGUIENTE

Dos años. Dos años ya cumple nuestra pequeña. Y parece que fue ayer cuando nació y casi nos la arrebatan. Termino de trenzarle el pelo, poniéndole un lazo azul al final. Ella se mira en el espejo y empieza a saltar.

-Guapa. Guapa -Verónica se señala, haciéndome reír mientras da vueltas sobre si misma.

-Guapa no, guapísima -le doy miles de besos mientras la cojo en brazos. Ella engancha sus manos en mi cuello reposando su cabeza en mi hombro. Me encanta cuando hace eso. A veces, hasta se queda dormida así. 

Salimos de la habitación y nada más hacerlo, nos cruzamos con Juancho, quien nos mira con la emoción reflejada en su rostro de forma bastante evidente. Aún siento esas mariposas en el estómago cada vez que su vista se posa en mi, porque el amor con el que me mira, es algo que él no puede esconder.

-Que guapas están mis dos niñas -Verónica quita la cabeza de mi hombro en cuanto escucha la voz de su padre. 

-¡Pa! ¡Pa! mami ta'guapa -mi hija me señala a mi con sus pequeñas manecillas a la vez que ríe sin parar.

-Y tú también estás muy guapa -Juancho deja un beso en la mejilla de Verónica quien lo recibe riéndose de nuevo. Esta niña es la más alegre que he visto en mi vida. Siempre esta feliz. Siempre riendo- pero tu madre está demasiado preciosa.

Conectamos nuestras miradas durante unos segundos. Él alza una de sus manos para acariciar mi mejilla de una forma lenta y pausada. Me pierdo en esa mirada marrón. En su forma de mirarme y en como las yemas de sus dedos acarician mi piel.

-¿Vamos? -asiento con una sonrisa a la vez que de mi garganta se escapa un pequeño suspiro que le hace alzar una de sus cejas. Una de sus manos se posa en mi espalda, guiándome hacia el comedor.

Hoy Verónica cumple dos años. Y hemos querido hacerle una gran fiesta. El año pasado, cuando cumplió un año, lo celebramos solo con la familia. Recordar todos los eventos que viví en el hospital, me causaron cierta ansiedad y no era capaz de enfrentarme a más personas. Los meses después del intento de secuestro, fueron duros. No quería salir de casa ni casi dormía pensando en que Hugo aparecería y nos llevaría de nuevo. Necesité ayuda psicológica pues comprendí que aunque tenía gente a mi alrededor que me ayudaba, con eso no me era suficiente.

Lo hice también por Juancho. Porque no podía soportar verlo sufrir por mi. Ver como dedicaba su vida completamente a nosotras, hasta el punto de que él tampoco dormía pendiente tanto de mi como de nuestra hija. Mejoré porque puse mucho de mi parte, y también porque por suerte, a mi lado he tenido a mi familia y a la de Juancho, que es la mía también.

-¡Ay, por dios! ¡Pero que guapa está mi niña! -la voz de Margarita le hace a Verónica revolverse en mi pecho. Agita sus manos y llama a su abuela, con lo cual, mi hija acaba en sus brazos. Mi niña adora a su abuela. Es pasión lo que siente por ella, siendo correspondida de la misma manera, por la madre de Juancho.

-Se parece a su tía, por eso es tan guapa -la burlona carcajada de Andrea le hace a Juancho rodar sus ojos. La niña es igual que él, aunque, tiene el color de mis ojos y esa pequeña nariz que mueve de un lado a otro cuando se enfada.

-Es más guapa que su tía -le replica Willy pasando un brazo por encima de su hermana. Mi cuñado me guiña un ojo, lo que me hace reír ante su gesto. 

-A ti no se parece, idiota -Andrea le da un puñetazo a su hermano y se da la vuelta para ir tras de mi hija.

-Voy a decirles a los del catering que empiecen a sacar los aperitivos -Juancho me da un beso en la mejilla, para encaminarse hacia la cocina. Por el camino, va saludando a algunos de sus compañeros que también están invitados a la fiesta.

-¿Estás nerviosa? -Willy pasa uno de sus brazos por mi hombro señalando a su hermano, el cual desaparece dentro de la cocina.

-Mucho. Estoy atacada de los nervios -le confieso a mi cuñado mientras retuerzo mis manos una con la otra. 

-Tranquila. Todo va a salir bien.

Recibo un nuevo abrazo de Willy que consigue tranquilizarme un poco. Aprieto mis labios y me enderezo tomando aire lentamente, para dejar de estar tan nerviosa. Durante los siguientes minutos, me dedico a atender a nuestros invitados y a vigilar que Andrea y Mario no atiborren a Verónica de tanto dulce. Será su cumpleaños, pero luego la que tiene que aguantar que le duela la barriga, somos nosotros. 

-Creo que tu hija está disfrutando -los brazos de Juancho envuelven mi cintura haciendo que un leve estremecimiento recorra mi cuerpo. Giro un poco mi cabeza hasta tener sus labios a pocos centímetros de los míos. Su boca se curva hacia arriba en una pequeña sonrisa y solo tengo que acortar la distancia que nos separa para unir mis labios a los suyos. Solo es un roce. Uno lento y suave que me hace ver las estrellas. El firmamento entero- luego tú y yo vamos a recordar como concebimos a nuestra niña.

-¿Me vas a llevar al garaje para follarme en el coche? -Juancho me guiña un ojo a la vez que desliza una de sus manos hasta abarcar uno de los cachetes de mi culo.

-No me des ideas, Tali.

Juancho deja otro beso en mi mejilla y después de llevarse mi mano al corazón, me la suelta para volver a la cocina. Ha llegado la hora de la tarta y la hora en la que mis nervios se van acrecentando. Miro a mi alrededor observando a la gente que me rodea. Mi hermana Aroa, mi ancla en todos mis momentos. Noa, la no tan pequeña Noa. 13 años tiene ya y va a ser una preciosa adolescente. Margarita y Guillermo, los padres de Juancho, tienen de nuevo a Verónica en sus brazos. Ambos me dan una mirada cómplice que correspondo intentando aguantarme las ganas de llorar. Ellos se han comportado conmigo casi como si fueran mis padres. Me han dado todo ese amor que me faltó, y han sido las personas que más se han preocupado por mi.

Andrea y Mario. Mi refugio en esos días en los que no quería que Juancho me viera llorar. Han sido los que me han dado esperanza y han mirado por mi, más que por ellos mismos. Y Willy. En la distancia, pero siempre ha estado para mi cuando lo he necesitado. Sin importarle la hora que fuera. 

Si yo ya estoy mejor. Si mi vida es de otra manera, es gracias a ellos. A mi verdadera y única familia.

-Ei, Tali, creo que la gordi quiere soplar ya las velas -concentro mi mirada en Juancho y le regalo una calmada sonrisa. Desvío mi mirada para ver como mi hija da palmitas mirando la tarta de crema y chocolate que acaban de poner en la mesa.

Dejo que los dedos de Juancho se entrelacen con los míos, y juntos nos dirigimos hacia esa mesa. Verónica me echa los bracitos en cuanto me ve, riéndose a carcajadas. 

-¿Recuerdas lo que ensayamos esta mañana? -Juancho le coge la barbilla a mi pequeña dejando un beso en ella, antes de que ella conteste.

-Chi, papi.

Verónica se pone muy seria cuando encienden las velas. Tengo que sujetarla para que no se tire a por ellas antes de que acaben de cantarle el cumpleaños feliz. Se muestra feliz y hasta algo tímida cuando todas las miradas están puestas en ella. Es terminar la canción y se lanza a soplar las velas tal y como su padre lleva días enseñándole. Me derrito de amor cuando ella apaga la velita con el número dos y se lanza a besarnos a mi y a Juancho con mucha dulzura.

Mientras los demás la felicitan, me aparto un poco de la mesa y voy hacia Willy. Él me guiña un ojo y se dirige hacia donde está Verónica. Mi hija se lanza a los brazos de su tío, dejando que él la alce del suelo y pasee con ella por el comedor. Un silbido de mi cuñado, hace que todos le presten atención mientras mi corazón empieza a latir violentamente en mi pecho. 

-¡Atención! ¡Un momento de atención, por favor! -Willy alza su voz un par de tonos, consiguiendo lo que pretendía, que todo el mundo le haga caso, e incluso se forme un círculo a su alrededor- Juancho, ¿puedes venir?

-¿Qué pasa? -mi novio mira a su hermano un poco sorprendido pues no sabe porque lo reclama.

-Es que tu hija quiere darte un regalo, ¿verdad que si, cariño? -Willy aprieta las mejillas de Verónica y le tiende una pequeña cajita. Mi hija va caminando muy lentamente hasta donde está su padre, quien se agacha para recibirla.

-Toma papi, este regalo es de mami, tienes que abrirlo -Verónica le da la cajita a Juancho, quien antes de abrirla me mira a mi con cara de circunstancias.

 Puedo escuchar los primeros jadeos detrás de mi, pero, decido no prestarles atención, concentrada solamente en los gestos de Juancho, quien abre la caja y me mira de nuevo, pero esta vez con la sorpresa reflejada en su rostro. 

-Mami dice que si quieres casarte con ella, y conmigo también.

Aprieto mis labios intentando no llorar, pero es imposible no hacerlo al ver el rostro emocionado de mi hija, así como el de Juancho, quien le da un beso en la mejilla a nuestra niña y se pone en pie buscándome.

-Claro que quiero casarme con vosotras -la sonrisa se instala en mi rostro en cuanto él habla. Con pasos decididos se va acercando hasta a mi, rodeando mi cuerpo con sus brazos. Escucho algunos aplausos y hasta vítores con nuestros nombres- debería ser yo quien te lo pidiera.

-Siempre eres tú el que cuida de mi. El que siempre se preocupa porque no nos falte de nada a ninguna de las dos. Te merecías que yo fuera quien te pidiera matrimonio, chico sacarina.

Una carcajada sale de su boca en cuanto pronuncio estas palabras. Su boca desciende sobre la mía dándome un puto beso que me deja sin respiración, y que enloquece a todos los congregados alrededor nuestra. Juancho me agarra de las caderas, alzándome del suelo. Me pierdo en su mirada. En esa boca de pecado que tan loca me vuelve y como él no deja de mirarme.

-Te dije que te iba a amar siempre -me dice él rozando su nariz con mi cuello.

-Tú siempre cumples tus promesas, Juan Alberto. 

*** Pues con el epílogo, que lo subiré mañana, finalizamos está historia***

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