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15. Duerme junto a mi

📅 MÁS TARDE

Me muerdo el labio mirando a Juancho e intentando no reírme. Él se rasca su nunca luciendo algo azorado y a mi hasta me parece adorable verlo así. No se porqué pero desde que le conté lo de Hugo y estoy aquí, se muestra bastante comedido conmigo. Como si de alguna manera quisiera respetarme. 

- El angelito que llevo dentro, me dice que te pida que duermas en la habitación de enfrente a la mía, para respetar tu descanso –me dice apretando sus labios.

- ¿Y tú demonio que dice? –le pregunto intentando no sonreír demasiado, pues sé el esfuerzo que le supone el pedirme que duerma con él. 

- Que ésta es ahora también tu cama y que deberías dormir aquí. 

Siento como una oleada de calor me sube desde mi vientre hasta mis mejillas, las cuales, las siento ya arder pensando en la posibilidad de dormir a su lado. Me acerco con timidez y me pongo de puntillas dejando un beso en su cara. Él sigue mirándome fijamente sin perderse cada uno de mis movimientos una vez que me he apartado de él.

- ¿Qué lado de la cama prefieres, Juancho? –le pregunto mordiendo mi labio intentando hacerme la tímida cuando no es así porque él lo nota.

- Me matas, Tali –recibo como respuesta a mi pregunta- como te metas en esa cama, no respondo. 

- Antes has dicho que necesitabas tenerme cerca. Yo también te necesito, Juan Alberto, y no dormir a tu lado, no es una posibilidad.

Él suelta un resoplido y se lleva de nuevo las manos a la cabeza. Su boca se curva en una ligera sonrisa y procede a quitarse los pantalones de chándal quedándose solo con unos bóxer negros que dejan muy poco a la imaginación. La parte de arriba de su camiseta sigue el mismo camino. Y a estas alturas yo no babeo, más bien chorreo. Joder, es que está demasiado bueno. 

- ¿Está provocándome, Señor Hernángomez? -pongo mis brazos en jarra dándole una mirada curiosa. Bueno, lasciva mirada a juzgar como luce su musculado abdomen. Ese que deseo recorrer con mi lengua. 

- Para nada –trago saliva fijando mi atención en sus tatuajes. Nunca los había visto de tan cerca.

Me acerco a él muy despacio y pongo uno de mis dedos en su pecho. Repaso las líneas de sus dibujos fascinada por los trazos y por las imágenes que hay en él. Lo escucho contener la respiración cada vez que mis dedos acarician sus tatuajes.

- Eso si es provocar, Tali -me advierte soltando el aire muy lentamente. Puedo sentir su agitada respiración en mis mejillas y como traga saliva sin quitarme la vista de encima. 

- Solo estoy admirando tus tatuajes. Me encantan. Ahora sí que eres un chico malote.

Una pequeña carcajada sale de su garganta aún con su mirada clavada en la mía. Sus labios se acercan peligrosamente a mi cuello y sin ni siquiera rozarme, van subiendo hasta alcanzar mi oído.

- Tengo uno en otro sitio que no se ve -trago saliva alzando mi vista encontrándome con su mirada burlona. De nuevo siento mis mejillas arder porque estoy pensando en él desnudo y yo a la búsqueda de su tatuaje oculto.

- Soy una mujer embarazada con las hormonas revolucionadas, no me provoques, Juan Alberto –le advierto alzando uno de mis dedos. Él deja un suave beso en mi mejilla guiñándome un ojo.

- Anda, vamos a la cama. Tienes cara de cansada, preciosa.

Suspiro y asiento mirándolo. Me quito las zapatillas y me siento en la cama, quitándome también los pantalones y la camiseta que él me ha dejado. Me quedo solo con las bragas y la camiseta de tirantes que llevaba debajo. Aparto las sábanas para meterme dentro y lo escucho resoplar. Levanto mis ojos encontrándome con los suyos los cuales lucen algo oscurecidos.

- Dime que no dormías así con Hugo –me dice apretando sus puños a ambos lados de sus caderas.

- No dormía así con ese cabrón –le respondo provocativamente- pero contigo, si.

Un pequeño jadeo sale de su garganta y yo reprimo una carcajada. Me meto en la cama y en cuanto mi cuerpo toca el colchón, emito un suspiro de satisfacción. Mi cabeza reposa en la almohada y yo creo que he tocado el cielo de lo a gusto que estoy. Lo escucho moverse y a los pocos segundos, él también se acuesta, girando su cuerpo hasta que su cara está a pocos centímetros de la mía.

- Descansa, Tali. No pienses en nada más, por favor. Tú y el bebé tenéis que descansar.

Juancho acaricia mi mejilla muy lentamente. Cierro mis ojos dejando que él siga rozando mi piel. Se siente demasiado bien sentir sus manos en mi cuerpo. Él apaga la luz y pone su mano derecha en mi cintura. Me doy la vuelta, dándole la espalda y me agarro a esa mano, la que ahora mismo es mi salvación.

- Dime que vamos a intentar que esto salga bien, Juancho -le ruego conteniendo los sollozos que quieren salir de mi garganta, abrumada por todo lo que vivido hoy. 

- Con todas mis fuerzas, Tali. Ya no estás sola. Estoy contigo. No pienso volver a dejar que te pase nada -me promete alzando la voz para dar aún más validez a mi promesa. 

- Lo sé. Te necesito más de lo que pensaba, Juan Alberto. 

- Tranquila, estoy aquí. Siempre estarás segura y a salvo conmigo.

📅 A LA MAÑANA SIGUIENTE

El sonido de mi teléfono móvil me despierta. No recuerdo donde lo deje, pero si que su melodía es fastidiosa. Me incorporo en la cama y veo que Juancho no está. Escucho pasos por el pasillo y segundos después, él aparece con el teléfono en la mano.

- Es tu hermana -él me tiende mi móvil y antes de descolgar, veo que son las 6 de la mañana. Me quedé dormida en cuanto cerré los ojos y por eso estoy ahora algo desorientada.

- ¿Aroa? ¿Qué pasa? .-le pregunto preocupada. No es normal que me llame a estas horas. A no ser que haya pasado algo, claro. 

- El capullo de Hugo, está en el hospital -se me seca la garganta durante un segundo y aunque intento que no me afecte lo que le pase a ese cabrón, no puedo evitar preocuparme por si ha hecho algo. 

- ¿En el hospital? -desvío mi mirada para cruzarla con la de Juancho, el cual luce algo molesto a juzgar por la expresión de su rostro. 

- Se ha tomado un bote de pastillas Nat, ha intentado suicidarse.

Un ligero temblor recorre todo mi cuerpo y ahogo un gemido. Trago saliva y siento mi corazón acelerado. Juancho me mira preocupado y aunque yo no quiera estarlo, lo estoy.

- ¿Dónde está? –le pregunto a mi hermana levantándome de la cama con el corazón bastante alterado. 

- Ah, no, tú no vas a ir a ver a ese capullo... -me dice ella alzando un poco su tono de voz. 

- Pero Aroa, si ha intentado suicidarse...

- ¡Y qué casualidad que estuviera su mami con él cuando lo ha intentado! Paola dice que le están haciendo un lavado de estómago. Tranquila que ese no quería morirse, más bien dar por culo.

Me llevo las manos a la cara y mi móvil vibra con una llamada entrante. Es mi madre quien llama. Me despido de mi hermana y respondo la otra llamada.

- Mamá -le contesto con la voz seca porque lo que menos deseo ahora mismo es aguantar sus reproches. 

- Mueve el culo al hospital ahora mismo, Natalia. Hugo se ha intentado suicidar por tu culpa.

📅 MÁS TARDE

- Se ha enfadado mucho, Juancho –muerdo mi labio superior mientras subo las escaleras que nos llevan a la tercera planta del hospital donde está ingresado Hugo. 

- Pues sí, sí que se ha enfadado. Teme que me convenzan y siga con él -un largo suspiro sale de mi garganta recordando la conversación que tuvimos antes de que Aroa viniera a buscarme. 

- ¿Y? -me dice ella esperando mi respuesta. 

- Jamás, Aroa. Estoy harta de que me echen la culpa de que el accidente fue por mi. Y  si él se ha querido suicidar es porque es un puto cobarde. Yo ya estoy harta. De ahora en adelante voy a mirar por mí y por mi bebé -mi hermana Aroa me mira muy sorprendida. Me agarra de los hombros abrazándome.

- ¿Quién eres y que has hecho con mi hermana? –no puedo evitarlo y una pequeña carcajada sale de mi garganta después de sus palabras. Recibo un beso suyo en mi mejilla e instantes después llegamos a la sala de espera de la planta. 

-No estoy aquí porque me dé pena, Aroa. Solo quiero que mamá y su madre se enteren de la clase de hijo de puta que es, y mejor decírselo a las dos juntas. 

Entramos en la sala, y lo primero que veo es a mi madre de pie, móvil en mano y a la madre de Hugo, sentada con una de sus hijas a su lado. En cuanto me ve, Gloria, la madre de Hugo, se levanta echa una fiera y viene hacia mi.

- ¡Tú! Por tu culpa mi niño ha intentado quitarse la vida. ¡Hija de puta! ¡Tú no lo quieres!

- En algo estamos de acuerdo señora –le dice Aroa apartándola de mi lado. Gloria me da una mirada cargada de rabia. Me agarro de la mano de mi hermana buscando en ella todo el apoyo que me hace falta.

- Si mi niño se muere será culpa tuya –me dice ella señalándome con el dedo. En otro momento, o en otra época, hubiera agachado la cabeza y admitido sin más lo que me decían, pero, yo ya no pienso aguantar más.

- Si su hijo se muere, será por culpa suya, porque es un puto cobarde que nos ha estado engañando a todos –le digo escupiendo las palabras con toda la rabia que guardo en mi cuerpo.

- ¡No hables así de mi niño! -me grita ella cada vez más alterada, mientras mi madre permanece en silencio sin decir nada mientras insultan a su hija. 

- Su hijo puede andar señora –le dice Aroa ante el estupor de ella y de la hermana de Hugo- nos ha estado tomando el pelo a todos y haciéndose la victima.

- ¡No es verdad! –dice Gloria perpleja ante las palabras de mi hermana- mi niño jamás haría eso.

- Yo mismo lo vi, con mis propios ojos. Estaba de pie follándose a la enfermera que lo cuida -le cuento sin obviar ni un solo detalle- no ha dejado de ser el mismo cabrón hijo de puta que de antes del accidente. Y si no me cree, tengo un video muy bonito que lo atestigua. 

Saco el móvil de mi bolso y busco el video que grabé. Le doy al play poniendo el volumen al máximo. Al instante, la imagen de Hugo y Lola follando aparecen en la pantalla, confirmando mis palabras. Gloria se tambalea hacia atrás y es sujetada por mi madre y por su hija.

-Su hijo si que es un hijo de puta -le digo guardando mi móvil de nuevo en mi bolso. 

Mi madre me da una mirada cargada de dureza y ayuda a la madre de Hugo a sentarse en uno de los sillones. Instantes después, viene hacia mi, agarrándome del brazo. Me zafo de ella ante su desconcierto.

- Será mejor que todo esto se arregle antes de que Hugo vuelva a casa, Natalia. Seguro que todo esto tiene una explicación -su voz siempre me ha parecido muy sibilina. De esas que tienen las personas que quieren convencerte de que lo que tú haces está mal y ellas tienen la razón absoluta. 

- Tú nunca te pongas de nuestra parte mamá, ¡para qué! –le dice Aroa haciendo miles de aspavientos con sus manos. Mi hermana está aún más cabreada que yo. 

- Ni voy a volver a esa puta casa ni mucho menos con un tío al que desprecio desde el primer momento que lo conocí –le digo alzando mi barbilla- se acabó mamá.

- ¿De qué estás hablando, Natalia? –mi madre intenta cogerme el brazo apretando sus dientes, pero la esquivo incluso poniendo una de mis manos en pecho para que no me agarre. La cara le ha cambiado y ahora luce bastante furiosa. 

- No pienso volver con Hugo. Se acabó. No puedes obligarme a estar con alguien a quien detesto. Nunca lo he querido. Si estuve con él fue porque tú me obligaste. A una niña de 17 años, la obligaste a estar con un tío de 27 porque te convenía para tus negocios. Me arrojaste a su cama importándote bien poco mis sentimientos. Ya no me manejas más -escupo mis palabras con resentimiento. Con rabia. Con todo lo que llevaba guardado todos estos años. Y se siente tan de puta madre el hacerlo. 

- Tú harás lo que yo...

- ¡Mamá! –esta vez es Aroa la que se pone delante de mí y de mi madre ante el estupor de esta- Natalia ha dicho que se acabó. La has usado, a tu hija, para tu propio beneficio, ¿Qué clase de madre eres?

- La clase de madre que os ha dado la mejor educación...eso es lo que soy -ella contesta con altivez. Con esa forma de hablar que tanto odio en ella- si dejas a Hugo, habrá consecuencias Natalia. 

- Serán para ti mamá –le dice mi hermana con toda tranquilidad y usando un tono burlón que me da la vida- tus putos terrenos no valen una mierda ahora mismo porque no son edificables... Se acabó mamá. No te quiero cerca de mi o de mi familia, y eso incluye a Natalia y a Noa...y si intentas algo, presentaré ante el juez los  audios con todas las amenazas que nos has hecho a mi y a mi hermana durante todos estos meses.

Aroa no le tiempo a mi madre de réplica. Tira de mi hasta llevarme por un largo pasillo, el cual recorremos a la carrera. En cuanto un ascensor se abre, nos metemos en el sin mirar hacia atrás. Las dos permanecemos calladas durante unos segundos sin atrevernos siquiera a hablar.

- No sabía que tenías audios de mamá, Aroa –mi hermana me mira haciendo una mueca y se echa a reír.

- Ni yo tampoco.

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