📅 MÁS TARDE
Estoy sentado en la cama esperando que Natalia salga del baño. Le he dado ropa de Andrea de cuando viene por aquí y la he convencido para que se dé una ducha. Me paso las manos por el pelo y resoplo bastante cabreado. Tengo que calmarme. Porque de lo único que tengo ganas es de ir a partirle la cara a ese cabrón. No sólo la ha engañado ocultándole que puede andar, sino que encima se está follando a su enfermera. Menudo cerdo.
No sé cómo hay tíos así, sin escrúpulos. Tan cabrones. La puerta del baño se abre saliendo ella de él. Esconde las manos en las mangas de la sudadera y me mira algo nerviosa. Le tiendo mi mano para que venga y se siente a mi lado. Ella la agarra sin dudarlo. Tiro de Natalia hasta ponerla en mis rodillas, y abrazarla bien fuerte.
-Ahora mismo necesito tenerte cerca –le digo quitándole el pelo de la cara. Su hermoso rostro luce hinchado a causa de todas las lágrimas que ha derramado.
- Yo también te necesito. Solo pensaba en venir a verte cuando...cuando...dios, he sido tan idiota, Juancho -Natalia vuelve a llevarse las manos a la cara. Muerde su labio de manera nerviosa y se deja caer sobre mi hombro.
- No, no has sido idiota, Tali. Demasiado buena, eso sí, pero no una idiota -intento calmarla y que ella no se sienta culpable, porque no lo es. La han utilizado para lo que le han dado la gana y no se merece lo que le ha pasado.
-Me ha engañado. Todos estos meses me ha hecho sentir culpable cuando resulta que podía andar. ¡Cómo lo odio, joder! -sus sollozos están empezando a manifestarse en ella. La aparto de mi hombro para poder mirarla y calmarla todo lo que pueda.
- No llores, Tali, por favor, no llores. Ese cabrón no se merece que llores por él -le repito una y otra vez.
Ella se aparta las manos de la cara y la veo esbozar una pequeña sonrisa al mirarme, algo que hace agitar mi corazón. Joder, lo que deseo besarla. Abrazarla y jurarle que todo va a ir bien.
- Lo sé. Pero, ahora mismo me siento...bueno, es que ni lo sé. Juancho, iba a dejarlo a mañana.
La confesión de Natalia golpea en mi corazón haciendo que este lata aún más deprisa de lo que lo hace ahora. Espero con paciencia a que ella siga hablando, dándole todo el tiempo que necesite.
-Ya tengo muchas de mis cosas en casa de Aroa. Y mañana iba a decirle que lo dejaba. Me iba a vivir con mi hermana. Pero mira, me ha ahorrado el tener que ser yo la que le dé las explicaciones.
Durante unos segundos ninguno de los dos dice nada. Simplemente nos limitamos a estar callados y a mirarnos el uno al otro. Mi mano está en su cintura, pero, la voy moviendo lentamente hasta ponerla en su vientre. Ella baja su mirada pendiente de cada movimiento de mi mano, de como mis dedos acarician su barriga, ahí donde está mi bebé, con mucho cuidado. Alzo mis ojos para encontrarme con los suyos y ambos compartimos una mirada con la que nos lo decimos todo.
-Eres muy valiente, mi Tali -beso sus mejillas muy despacio para encontrarme con que ella me está sonriendo.
- Me encanta cuando me llamas Tali –esa sonrisa. Ella me sonríe así y juro que ya me tiene a sus pies. Me mojo un poco los labios y siento como su respiración se agita un poco sin dejar de mirarme.
- Vente a vivir conmigo -Natalia abre muchos sus ojos y un pequeño jadeo sale de su garganta. La sorpresa es muy evidente en su rostro porque cierra y abre sus ojos repetidas veces.
- Juancho...yo... -ver la duda en sus ojos es algo que me mata, porque lo que más deseo en tenerlos a los dos conmigo. A mi lado. Protegiéndolos de todo.
- Joder, Tali. Piénsalo. Vamos a tener un bebé. Quiero, bueno, no, necesito tenerte cerca. No quiero perderme ni un minuto de tu embarazo. Quiero vivirlo contigo y estar junto a ti si te pasa algo.
Ella niega con su cabeza, aunque puedo percibir como está temblando ligeramente. Mis dedos se posan en su barbilla y se la levanto un poco para que pueda mirarme, para que nuestras miradas estén una frente a la otra.
- Te voy a cuidar, Tali. A ti y a nuestro bebé –mis manos siguen en su vientre, siguen acariciándolo. Ella pone una de las suyas encima de la mía y juro que la mirada que me está dando ahora mismo es la más bonita que he visto en mi vida-. conmigo estarás a salvo.
- Lo sé, Juancho -me admite ella con el rostro aún conmocionado por todo lo que ha tenido que vivir hace un rato.
- ¿Entonces? ¿Dame una razón por la que creas que no debes venirte a vivir conmigo? -Natalia se muerde el labio y puedo ver como una pequeña sonrisa se escapa de su boca. Sus dedos se entrelazan con los míos y deja escapar un pequeño suspiro.
- No hay ninguna razón por la que no sea una buena idea venirme a vivir contigo, Juan Alberto.
Por fin respiro aliviado. Por fin la abrazo sintiendo que ella está tomando la decisión correcta y que va a estar a mi lado. Estamos así, abrazados, unos buenos minutos. Sin ser capaces ninguno de los dos de romper este silencio. Miro la hora del despertador de mi mesita y son ya más de las once de la noche.
- ¿Tienes hambre? –le pregunto, pues me temo que seguramente, no habrá cenado nada.
- Tengo cerrado el estómago, pero, hay una personita que seguro que si lo tiene.
Natalia lleva su mano a su estómago y se lo acaricia muy despacio. No puedo evitar sentir un escalofrío cuando lo hace. Y sonreír. Me acerco a ella y la abrazo. Pongo mis brazos alrededor de sus hombros y dejo que ella repose su cabeza en mi pecho agarrándose a mi cintura.
- No voy a prometerte que todo saldrá bien, Tali, pero, si que lo vamos a intentar -le aseguro remarcando bien mi promesa para que ella tenga claro lo que le estoy prometiendo.
- Lo sé -acierta a decir suspirando de nuevo entrecortadamente.
- Además, tengo muchos planes contigo –Natalia se aparta de mi pecho y me mira sonriéndome.
- ¿Qué planes?
- Pues mira –me separo de ella aún con mis manos en sus hombros-. tengo que invitarte a salir. Hemos empezado por el final en vez de por el principio.
- ¿Desayunar no cuenta como salir? -ella frunce sus labios dándome una adorable sonrisa. Una genuina que por fin luce en su rostro.
- A ver, Tali, que fue en el coche, y muy cutre. No, no cuenta, preciosa.
Natalia se muerde los labios y puedo percibir como intenta reprimir una sonrisa, pero no puede. Su boca se acerca a la mía peligrosamente. Tanto que casi puede rozarme, que puedo sentir su aliento en mis mejillas.
- ¿Cómo si fuera una cita? –asiento con mi cabeza sin dejar de mirar esos labios que me están volviendo loco. Natalia acerca su boca a mi mejilla y deja un pequeño y dulce beso en ella que me remueve todo mi cuerpo de arriba abajo-. y ahora padre de mi bebé, aliméntanos.
Natalia se separa de mi y suelto el aire que contenía en ese momento. Esta mujer me vuelve loco. Muy loco. Y encima está embarazada, de mí.
Me levanto de la cama y salgo del dormitorio con ella en brazos. Natalia protesta medio riéndome, pero no consiento en bajarla. Atravieso el pasillo hasta llegar a la cocina, y cuando entro en ella, la dejo sentada en la encimera, dándole un buen beso mientras pienso en qué hacerle de cenar.
-¿Quieres que te ayude? -me pregunta alzando un poco su cuello para ver que hay dentro de la nevera, la cual acabo de abrir pensando en qué cocinar.
-Nop. Tú quédate ahí quieta y descansa. Como bien has dicho, os voy a alimentar.
Durante los minutos que tardo en prepararlo todo, ninguno de los dos habla. Voy a hacer un plato de pasta, algo rápido y sencillo. Cuando pongo el agua a hervir, la veo con la vista perdida sin mirar ningún punto en concreto.
- ¿En qué piensas? –le pregunto haciendo que desvíe su mirada hacia la mía.
-Debería llamar a Aroa. Para que sepa que ha pasado y decirle que estoy aquí. Pero no quiero ni mirar el teléfono.
Aprieto mis dientes y me muerdo el labio porque ojalá cogiera yo las putas llamadas de su teléfono. Pero, tengo que mantener la calma por ella y porque no es bueno que se altere.
-¿De verdad quieres que me venga a vivir contigo? -el tono de su voz es algo cauteloso. Dejo lo que estoy haciendo y me acerco hasta ella. Poso mis manos en sus muslos para poder estar frente a ella y hablarle.
-Si, claro que quiero. Es lo que más deseo -le contesto con decisión para que ella, de una vez, sepa que todo esto va en serio.
-Pero...¿no es muy pronto? -la veo dudar ante mi propuesta, y es algo que no puedo reprocharle. Ha vivido una mentira durante tanto tiempo que supongo que ahora tiene miedo de sufrir de nuevo. Tomo aire pausadamente para poder hablarle de forma calmada.
- ¿Tú que es lo que quieres, Tali? Y olvídate de mí, de lo que te he dicho. Piensa solo en ti. Porque decidas lo que decidas, no pienso enfadarme. Lo respetaré. Olvídate de todo y de todos.
- Es que de ti es del único que no quiero olvidarme -Natalia parece pensar durante unos segundos lo que quiere decirme, hasta que por fin, se decide a hablar-. quiero estar aquí, contigo. Es que joder...cuando me has dicho que quieres estar a mi lado durante el embarazo...pues que...
- ¿Qué, Tali? –subo una de mis manos para acariciar su mejilla muy despacio. Ella cierra sus ojos disfrutando del contacto de mis dedos.
- Que me lo he imaginado y eso es lo que quiero.
Sus mejillas se sonrojan levemente. Está adorable así, avergonzada por decirme lo que siente. Le devuelvo la sonrisa y me acerco para dejar un beso en su frente. Desearía besarla en los labios, perderme en ellos. Pero, no quiero forzarla a nada. Quiero que sea ella la que venga a mi. Yo ya le he dicho lo que quiero, ahora es Natalia la que tiene que decidirlo.
📅 MÁS TARDE
Después de comer su plato de pasta, Natalia se ha encerrado en una de las habitaciones para llamar a su hermana. He aprovechado y aunque era tarde, se lo he contado todo a Andrea. Mi hermana me ha dicho que cuenta con todo mi apoyo y que si necesitamos algo, incluyendo ir a pegarle al cabrón de Hugo, que se lo digamos.
Escucho los pasos de Natalia por el pasillo y como aparece por el comedor. Trae los ojos hinchados de llorar y en cuanto me ve, se arroja a mis brazos abrazándome muy fuerte. Mis manos acarician su espalda intentando tranquilizarla todo lo que puedo.
- ¿Estás bien? -le pregunto sabiendo que no lo está.
- No, no lo estoy. Aroa quiere ir a pegarle. Está tan incluso más enfadada que yo. Joder, Juancho...¿por qué encima de lo que me ha hecho me siento tan mal? -siento todo su cuerpo temblar, como está nerviosa cada vez que abre la boca.
- Es normal sentirse así...tienes derecho. Tú no has hecho nada. Al contrario, has dado más de ti, más de lo que debías -intento aconsejarla lo mejor que puedo para que deje de sentirse tan culpable.
- Tengo que llamarlo, Juancho. Que sepa que no voy a volver. Aunque mañana tendré que ir a recoger mis cosas.
La aparto de mi pecho sintiendo ahora mismo un ahogo muy grande porque no quiero que vuelva a esa casa, ni con él. ¿Y si la convencen para que se quede? ¿y si la vuelven a chantajear? No quiero perderla a ella ni a mi bebé.
- Quita esa cara de pánico, Juan Alberto –Natalia me sonríe subiendo una de sus manos hasta mi mejilla- esta noche voy a dormir aquí, me lleve a quien me lleve por delante.
- No quiero que vayas -le pido sintiendo como de verdad me ahogo pensando en que ella se vaya otra vez-. no quiero que vuelvas a esa puta casa.
- Ni yo ir, pero, tengo que hacerlo. Aroa vendrá conmigo -el hecho de que vaya su hermana, no me deja más tranquilo.
-Yo os llevo mañana. Me quedaré abajo y si hace falta, subo, pero, tú no vas sola -Natalia se acerca hasta posar su cabeza de nuevo en mi pecho. La miro perdido en ella y en todo lo que me hace sentir.
-Yo ya no estoy sola. Te tengo a ti y a nuestro bebé.
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