XXI. You and I;
Un rayo de luz se filtra por la hendija de la puerta que da al pasillo y al jardín interior, y cae justo en la línea de mis ojos, partiéndome la vista.
Y casi como reflejo quiero llevar mi puño a ellos pero recuerdo que los tengo ocupados.
Esto se siente tan bien como deprimente. No quería llorar frente a ella, sólo quería poder contárselo todo sin la necesidad de decir nada. Quería no pasar por esto solo, como cada año. Aunque es evidente que no contemple bien mi plan, que la situación me ha desbordado. Jungsie lo ha hecho. Su capacidad de alivianarme ha llegado al límite de dejarme desnudo.
No pude detener mis pulmones desesperados ni mis lágrimas. Como si todo lo que no ha salido en estos cuatro años se agolpara en un solo lamento.
No sé cuánto tiempo he llorado contra su pecho. Ella no ha dicho nada, sólo ha sostenido mi espalda y acariciado mi cabello. Como si supiera que no necesito más, que, además de esto, cualquier otra cosa sería inútil.
De todas maneras me siento ridículo. Por eso aún continúo hundido bajo su cuello, luego de dejarnos caer en el sofá del pequeño estudio que Tee y yo compartíamos, seguimos en la misma posición, aunque mis sollozos se hayan apaciguado hace ya bastante.
La tela de su camiseta negra está empapada y adherida a mi mejilla. Uno de mis brazos se encuentra atrapado entre el asiento y su cuerpo, el otro sobre éste, y mis manos están en su cintura, empuñando el algodón y parte de la pretina de sus vaqueros, jugando con ellos entre mis dedos. Mientras mis piernas se enredan un poco con las suyas que ocupan el sofá en diagonal. Es como el paraíso naciendo despaciosamente en el infierno.
El lugar que tanto he disfrutado por muchos años y que luego se volvió deprimente, poco a poco comienza a tomar el color con que solía verlo. Como si hacerlo de su mano lo volviera más sencillo.
Algunos de sus dedos juegan con los mechones de mi nuca, peinándolos desde mi cuello, mientras los otros se sostiene aferrando mi camisa a la altura de mi antebrazo. Aprisionándome contra ella. Cada tanto el movimiento de sus caricias cesa o se detiene, para luego retomarlo con ganas que se pierden lentamente otra vez. No puedo evitar sonreír cuando sospecho que se está quedando dormida.
—Jungsie... —murmuro. Y aunque no pueda verla, el sonido interrogante que hace con su garganta me dice que no me equivocaba—. Espero que hayas traído otra camiseta... una seca.
—Da igual... —responde, luego de unos segundos.
—Pero... son mocos, Jungsie...
—Ewww... —su garganta un poco ronca hace sonar eso mucho más gracioso.
Vuelco hacia atrás mi cabeza para observarla desde su pecho. Lleva el rostro inclinado, descansando su sien en su propio hombro. Sus párpados que se abren despacio les permiten a sus oscuras orbes ubicar las mías.
Tiene sus gruesos labios algo secos. Quiero cambiar eso yo mismo, lo volvería mi única tarea. Y parece que lo supiera, porque sus mejillas toman algo de color.
—De verdad lo siento. Fui... egoísta. Perdóname por arrastrarte a esto.
—Nada. Está bien. Te has tragado mis complejos sin razón y sin chistar y, esto... es infinitamente más difícil que cualquier cosa que-
—No digas eso, por favor. Esto es... —sin quererlo, suspiro frustrado por caer en esa conversación que evito desde hace años, mientras los bonitos ojos de Jung me recorren preocupados y confusos, y mis dedos se ajustan más a su cuerpo cálido—. Por esto es que siempre prefiero callar el asunto de Tee, no solamente me cuesta... me cuesta mucho aceptar su ausencia sino que, odio las miradas apenadas. Como esa que tienes ahora.
Sus labios se aprietan prominentes hacia un lado cuando muerde el interior de su mejilla.
—Lo siento. —repite como hace un rato.
Su gesto se vuelve infantil, mientras aún mastica su carrillo y me observa deshaciéndose en penas, hundiéndose más en el sofá.
Otra vez me sonrío, y dejando su cintura apoyo el peso de mi cuerpo en el mullido asiento, ascendiendo un poco sobre ella, encontrando sus labios y volviendo a sostenerme luego de sus anchas caderas que llenan mis manos, igual que su boca mi boca.
Le doy un solo beso. Mis labios se trenzan con los suyos, presionándolos necesitados y dejándolos después.
—No te lamentes más. —le susurro, porque a esta distancia puede escucharme hasta respirar. A diferencia de las últimas veces en que estuvimos así, ahora no hay ni rastros de confusión o incomodidad, ha aprendido a recibirme sin preocupación y esa idea hace que salte por la victoria dentro de mi cabeza. De todas formas, a pesar de su repentina paz, parece pensativa mientras me observa—. Me has ayudado más de lo que crees, en serio. —continúo—. Tómalo como una devolución... yo te he demostrado que no hay nada mal contigo —digo afirmando mis dedos a su cadera mientras su pecho crece un poco llenándose de aire—, y tú has sido mi...
—¿Distracción?
¿Distracción? Ni de coña, es tanto, tantísimo más que eso, que no puedo pronunciarlo.
En lugar de sincerarme de forma patética decido besarla de nuevo. Y aunque esta vez no tenía pensado detenerme, después de unos segundos de corresponder mis labios y deslizar sus manos a mi mandíbula, Jungsie rompe nuestro beso.
—Tae, espera, que tu madre está-
—Durmiendo Jungsie, como una roca, lo juro. —termino de hablar sobre su boca pronto para continuar, pero ella lo evita otra vez.
—Y ¿tu padre?
Suspiro. No es que esté frustrado, más bien ansioso. Digo, además de mis inmediatas ganas de olvidar el angustiante momento de confesiones, el cuerpo de Jung está bajo el mío, mis piernas enredadas con las suyas y sus labios, ahora húmedos, a mi alcance. No quiero dejar pasar esto, más bien no puedo.
—En el mercado, seguramente. —y otra vez hunde su cabeza contra el posabrazo del sofá cuando apunto a sus labios y me acerco, haciendo aparecer su gracioso doble mentón. Me río, ahora sí, algo frustrado.
—¿A que hora llega?
—Como a las siete. ¿Puedo besarte ya? ¿O quieres que te diga también lo que está haciendo Nam en Seúl?
Ahora es ella quien sonríe.
—¿Lo sabes?
Me lo pienso.
—Probablemente pelándoselas a lo loco para aprovechar mi ausencia.
Sus ojos crecen incrédulos, pero es la pura verdad, lo más factible.
—Demasiada información ¿Te han dicho que tú honestidad es insultante?
—Aish Jungsie, otra vez... no sé si me estás halagando o agraviando. Me confundes. Deberías trabajar en tu-
Pero mi barrabasada es interrumpida. Y por un segundo no reacciono en seguirle el beso porque, ¿desde cuándo es ella quién avanza? No importa, da igual, lo que quería eran sus labios y es justo lo que me ofrece.
Sus dedos se enredan en mi cuello, los míos presionan su cadera una vez más.
Cálida, gruesa, húmeda, su boca es demasiado húmeda. La forma en la que besa Jung se ha vuelto mi cosa favorita en el mundo, más que andar descalzo, más que comer con las manos, más que la pizza y más que mi mejor polvo. Sí, lo siento extraña del club nocturno pero estos labios son mejor que esa follada furtiva. Jungsie con sus besos exploradores, Jungsie con sus pequeños movimientos de "No sé qué coño estoy haciendo pero me apetece" y, JO-DER, a mí sí que me apetece cualquier cosa que decida, y que nos involucre a los dos, claro.
Frente a este panorama no tardo en volverme demandante, pero lo que menos quiero es presionarla. Por eso trato de alejar un poco mi cadera de la suya cuando la batalla descarada y precipitada que mantienen nuestros labios y lenguas, logra despertarme un erección en sólo unos cuantos minutos.
Lo siento, renuncio totalmente a los cachorritos.
Casi como para exponer la rabieta que está montándome mi polla por no frotarla contra su cadera, muerdo su labio inferior, por eso y porque es tan esponjoso que prácticamente me siento obligado a hacerlo. Jung gime en mi boca y no me deja alejarme cuando lo suelto, de inmediato acaricia mis labios con la punta de su lengua y antes de asimilarlo y terminar de volverme loco, disimula su pequeña lamida con otro beso. Y no puedo evitar gruñir en medio de él, espero que entienda que lo que ha hecho me está llevando al límite.
Creo que lo nota cuando, rendido, presiono mi empalme contra su cadera y pelvis. O eso o se está quedando sin aire porque inspira fuertemente por la nariz al sentirme, sin separar nuestras bocas del todo, y muerde ahora su propio labio en medio del nuevo beso.
No puedo creer que esta chica es la misma que hace unos días me dijo que nunca había sentido nada, que era asexuada, que estaba muerta por dentro.
Y una mierda.
Agitada observa mi boca con sus filosos ojos pesados. Su aliento cálido se escapa entre sus dientes que aún sostienen su labio, y mi mano, la que no está aguantando mi peso, sigue aferrada de la cintura de sus vaqueros, consciente de que si se moviera de ahí no respondería de mis actos.
Jung traga grueso aún viéndome, por un momento no sé qué decir, raro en mí, he de admitir. Pero la visión de su rostro ruborizado, su corto cabello alborotado y sus ojos y labios viciados, me impiden soltar alguna gilipolles.
Entonces hace algo que me confunde. Se desliza un poco hacia abajo, dejando su cuerpo más horizontal que antes, haciendo que mi entrepierna se presione más contra ella, y que la suya alcance ahora mi muslo. No dejo de observarla y ella no pierde de vista mis ojos tampoco, todavía con ese gesto de no tener ni puta idea, más bien pura necesidad.
Dejo caer mi peso sobre ella un poco más, mi espalda, que estaba pegada al respaldo del sofá para darle espacio, queda algo libre cuando descanso mi cuerpo contra el de ella. Jungsie suelta mi cabello y pasa su brazo por allí, cruzándola, sosteniendo con sus dedos mi camisa sobre mi cintura. La otra mano se posa ahora en mi cuello.
—Jungsie, ¿puedo... ?... voy a... quiero tocarte.
Otra vez traga duro e inspira hondo. Y al final contiene una sonrisa que, sí, una vez más me confunde.
—No tienes que hacerlo parecer una visita guiada... —murmura—. No es mi primera vez.
Una risa escapa de mi nariz y hace sonar mi garganta ronca.
—Bienvenidos al paseo del "cuerpo de Jungsie" —digo con acento neutro, su carcajada corta e incrédula cosquillea mi rostro y es acompañada por sus ojos en blanco—. Hacia arriba podemos encontrar su... cintura. —tonteo, mientras mis dedos dejan su cadera y se filtran bajo su camiseta algo resguardada en sus jeans. La piel de su estómago es suave y caliente, y siento mi miembro latir contra su pierna sólo por ese contacto. Su reciente risa se pierde cuando asciendo hacia sus costillas, rozando firme cada milímetro de su cuerpo sin perder de vista sus ojos—. Si nos movemos a la derecha... —me cuesta mantener mi tono burlesco, sobre todo cuando ella inhala profundo y mi mano está cerca de sus pechos.
—No creo que encuentres mucho allí... señor guía... —suelta con dificultad, pero mi mano alcanza igualmente su pecho. Su sujetador deportivo me permite sentir su pezón endurecido mientras aprieto con cuidado, mientras mi miembro vuelve a darme otra descarga de ansiedad. Otra vez suspira y aunque encuentro su comentario gracioso, olvido reírme.
—Son perfectos.
Sus dedos bajan de mi cuello a mis labios, los delinea con delicadeza mientras mi mano carente de ella sigue masajeando su pecho. Y cuando vuelve a besarme aún con sus dedos sosteniendo mi rostro, me parece prácticamente imposible no frotar mi erección contra su pierna en busca de alivio. Casi como si hubiera sido de común acuerdo, gemimos a la vez ahogando ese sonido grave y ronco en nuestras bocas unidas.
Mi mano codiciosa deja su pecho derecho para pasar al izquierdo, mientras su lengua sigue curiosa en mi boca y exhala allí mismo ante el nuevo estímulo. Mi cadera se balancea ligeramente y aunque en realidad sea un intento de calmar mi erección, sus muslos tensándose sobre el mío y su entrepierna rozándome allí, me hace saber que no soy el único desesperado por aliviarse. Y esa idea vuelven mis caricias un poco perdidas y hace que mi empalme ascienda un nivel en la escala de dolor, porque solo pensar que Jung está tan cachonda como yo, provoca que mi excitación aumente, como un "quién da más". Por Dios, yo no doy más.
Con una respiración pesada, separo de nuevo nuestras bocas. Mis ojos descienden al recorrido que hace mi mano desde su pecho, por el medio de su vientre que se contrae a mi paso, hasta el botón de sus vaqueros, y cuando los enredó allí, regreso a observar su rostro. Jungsie se deshace en suspiros ahogados, mirándome fijo.
—Si llega a venir alguien, Taehyung... —murmura áspero en tono amenazante, pero no le permito terminar su advertencia.
—Confía en mí.
Desprendo su botón de un sólo movimiento.
—Confío en ti. —responde, y eso suena como una bendición divina para mis oídos.
De nuevo me arrojo a sus labios. Sus manos empuñan con fuerza mi camisa, una sobre mi espalda, otra en la solapa de mi cuello. Sus besos se vuelven más titubeantes mientras mis dedos bajan su cremallera, mientras suben después, para recorrer el elástico de sus bragas. Y ahora es ella quien rompe el beso.
Por pura curiosidad bajo la vista un segundo. La veces que me la he jalado en su nombre la imagine con encaje, sin embargo el algodón gris no me asombra para nada. Hago un esfuerzo enorme para no volver a frotarme contra ella mientras me ve a los ojos, no quiero parecer tan desesperado, aunque lo firme que está mi miembro lo deja en evidencia ya. Gracias al Taehyung del pasado por elegir este chándal, de otra forma mi polla estaría morada ahora mismo.
—Voy a... —la boca se me seca y trago duro en busca de saliva. Pero no hace falta que termine mi oración porque Jungsie asiente, dándome luz verde.
Espero no correrme sólo por tocarla.
Mis dedos levantan un poco su elástico, se filtran dentro de sus bragas, y mientras más descienden, el pecho de Jung se mueve más ligero y mis entrañas parecen querer reventar. Cuando alcanzo su sexo su cadera asciende un poco y su boca suelta un gemido torturado. Y tengo que volver a besarla, con mis ojos cerrados, porque la imagen completa hace que se me encojan los huevos y va lograr que estalle en segundos.
Sus manos se llenan con más tela de mis prendas cuando abriéndome paso en sus pliegues, los recorro en toda su extensión. Humedezco mis dedos en su entrada que, sí, Dios, está empapada, y le provoco un pequeño espasmo antes de volver a su centro.
Cuando hago los primeros círculos allí, Jungsie suelta mi boca para exhalar extasiada.
Espero no arruinarlo todo pero no puedo evitar sonreír satisfecho. Y frente a su ceño confundido me siento en la obligación de explicarme.
—Funcionas a la perfección, Jungsie, es un hecho.
Mordiendo su labio contiene su sonrisa y cierra sus ojos para suspirar una vez más, cuando vuelvo a presionar en círculos su clítoris.
—Mierda... —escupe entre dientes.
—Eh, no seas guarra que me pone mazo.
En medio de una sonrisa embelesada tira de mi cuello para unir de nuevo sus labios a los míos. No dejamos de besarnos ni para coger aire, en lugar de eso jadeamos entre nuestras bocas, mientras el hormigueo incesante que recorre mi columna hasta mis huevos me advierte de lo inminente, mientras mis dedos trabajan lento su centro descendiendo de tanto en tanto hasta su entrada. Trato de olvidarme del palpitar de mi polla y centrarme en ella, en cómo su cuerpo reacciona a mis caricias, como suspira cuando hundo mi dedo corazón y como sus paredes se ajustan cuando presiono su clítoris. Definitivamente Joonha es un chica «más de centro que de adentro», y si logro darle su primer orgasmo, juro por Dios que no necesitaré más medallas en mi vida.
Sus caderas comienzan a mecerse desesperadas, buscando más contacto. Mi mano comienza a doler por lo ajustado de sus pantalones.
—Joder, espera. —mascullo al soltar sus labios.
Sacando mi mano húmeda de sus bragas trato de bajar un poco sus vaqueros. Ella me ayuda elevando sus caderas al notar mi intención, pero cuando vuelvo a su rostro para regresar mis labios a los suyos, la veo aún con su mirada baja. Sí, directo en mi empalme. Muerde su labio y frunce su ceño.
—Está bien... sigamos. —le digo.
Sus ojos encuentran los míos, la mano que se aferraba a mi cuello se suelta, y antes de que siquiera pueda sospechar su siguiente movimiento, su palma tímida roza mi miembro sobre mis pantalones, y aunque lo hace sin mucha idea y con la tela interponiéndose, el simple gesto logra sacudirme y hacerme proferir un siseo.
—Yo no... tú guíame, ¿vale? —dice, escurriendo su mano en mi elástico. Elevo un poco mis caderas igual que lo hizo ella, cuando con cuidado y duda baja mis deportivos haciendo que mi polla se descubra ansiosa.
—Vale... —respondo, tan ronco que apenas se oye, mientras Jungsie traga grueso aún observando mi miembro.
Cuando mis dedos se deslizan de nuevo entre sus piernas y los suyos se enredan en mi capullo húmedo y ahora descubierto, los dos volvemos gemir en el mismo tono.
Su mano se ajusta más y comienza a moverse despacio, y a medida que recorre mi longitud su agarre se humedece de mis fluidos, y el placer se incrementa.
—Más... más hasta abajo, Joonie. —balbuceo cuando el roce excesivo en mi capullo logra darme una sensación delirante.
—¿Así? —dice presionando y descendiendo, y ya da igual porque el simple tono de su voz pidiendo indicaciones hace que mi respuesta rápida sea: SI, SI, SI. No importa cómo lo haga, sólo por ser consciente de que se trata de su mano sería capaz de correrme.
De todas formas no parece apta para comprender más información. Lo supongo cuando, a pesar de ser considerablemente silenciosa, un nuevo gimoteo se escapa de su boca, uno más alto que el resto, a la vez que su dedos se sostienen más fuerte de mi camisa y mi polla. Sus piernas tratan de cerrarse, tensarse sobre mi mano, y uso mi codo y brazo para impedírselo, mientras sigo con los círculos, bajando un dedo cada tanto hasta su coño, aumentando la frecuencia.
Su mano desesperada trata de mantener el ritmo en mi erección, a pesar de estarse contorneando bajo mi cuerpo. Su respiración se ha vuelto tan errática, sus paredes y sus piernas se tensan tanto y sus dedos presionan tan atormentados mi tronco que sé, que Joonha se va a correr en mi mano, y de sólo pensarlo gruño sobre sus labios que ya no beso, porque estoy demasiado embelesado viéndola excitada a tope.
—Tae... —solloza. Oh Dios, ¿será que puedo correrme sólo por oírla decir mi nombre? menos mal que su mano sigue trabajando incesante, así los espasmos que recorren todo mi miembro se sienten más justificados—. Tae... creo que...
—Lo sé, nena, yo también estoy cerca.
Su respiración se agita más, cuando creí que no era posible. Sus exhalaciones se mezclan con gemidos. Aprieto mis dientes para contener un quejido que se me escapa cuando muevo mi cadera, impulsando mi polla en su mano.
—Oh Dios... —dice, y no puedo evitar sonreír en medio de un nuevo jadeo.
Repite aquello varias veces, mientras presiona más fuerte su agarre.
Se está corriendo, su clítoris palpita contra mis dedos y cuando inhala por última vez hundo dos de ellos en su interior, presionando con mi pulgar su centro. Mientras Joonha estalla en un orgasmo ahogado, trincando mi mano entre sus piernas, aprisionando mis dedos en su coño como un guante.
Aunque apenas pueda respirar por correrse en tal silencio, beso su boca desesperado, acompañando con caricias ya más suaves los restos de su orgasmo que se pierden en pequeños temblores, los mismo que me están recorriendo a mí porque estoy muy, MUY cerca.
—J-Joonie... —balbuceo contra sus labios, sus ojos se abren de golpe, como si hubiera recordado algo, su mano se afirma en mi miembro y el meneo que llevaba se vuelve más certero otra vez—. Joder...
Largo, profundo. Me corresponde el beso y sostiene las últimas estocadas que doy contra su mano. Y me corro como nunca, gimiendo guturalmente en su boca, volcándome sobre su pelvis y parte de su camiseta.
Mi pecho cae sobre el suyo, nuestras frentes se unen, busco desesperado el aire y despacio, retiro mi mano de su sexo palpitante, deteniendo la suya que aún se aferra de mi miembro sensible. La quito de allí suave, bajo la vista para secar los restos de semen de ella, aunque la verdad no puedo hacer mucho, porque somos un desastre.
—Espero que de verdad hayas traído otra camiseta. —digo aún con la voz débil.
Jungsie sonríe apenas con su «rostro de sexo». El «rostro de sexo» en las chicas siempre me ha parecido la cosa más sensual del mundo, pero como siempre, ella lo vuelve todo fuera de liga.
Muerde su labio inferior, apretando sus párpados con fuerza y hundiéndose en el asiento.
—Tae... —suelta apresurada—. me... me corrí.
Me río bajo.
—¿No me digas? —su mano en mi espalda vuelve a mi cabello y lo alborota, mitad caricias mitad venganza, mientras ríe de nuevo burlándose un poco de ella misma—. Te corriste como una campeona, te daría una medalla ahora mismo. ¿Cómo dibujarías un orgasmo? Debería llevar eso.
Su boca vuelve a la mía. Me besa, ahora, muy diferente. lo hace ligero, dulce. Y a pesar de que estoy vacío ya, no quiero alejarme de ella.
—Lo que tienes que hacer es mostrarme dónde está la ducha. —dice a la vez que peino los cabellos de su frente húmeda. Nuestros dedos igual de mojados se trenzan entre nuestros estómagos.
—Que indecente te has vuelto. No pensé que los orgasmos cambiaran tanto a las personas.
—Que cabrón, ya no me dejarás en paz ¿cierto? —sus dedos se clavan en mi cintura con malicia haciéndome dar un respingo.
—Vale, lo siento. Pero lo de la ducha puede suceder eh... lo agendo para cuando estemos en Seúl. —la vacilo, y su rostro ya rosa se tiñe un poco más, mientras su gesto se vuelve incierto.
—En Seúl... —repite, mientras eleva un poco su cadera cuando nota que estoy ayudándole a vestirse—. Cuando regresemos... quiero contarte algo.
—¿Qué cosa? —pregunto, volviendo algo confundido a su rostro.
—Nada importante. Ahora limpiemos este desastre. —dice mirándose su ropa y deslizándose un poco, para salir debajo de mí.
Pero pero pero...
bueno, empieza la acción (recién después de 21 capítulos, soy un monstruo)
Espero que lo hayan disfrutado, confieso nunca haber escrito algo así antes así que, si es decepcionante, pos bueno, lo siento.
ESPERO QUE MIS PEQUES ESTÉN TOD@S SANITOS Y FELICES
Lesquie♥️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro