XVIII. Comfy;
El malestar en mi hombro me dice que quince minutos recostado sobre esta columna es suficiente. También me lo dice la cara del portero del edificio de Jungsie, que no ha dejado de mirarme como si yo fuera un puto stalker. Sé que debo de parecerlo, porque no he hecho más que pararme en la acera al frente y observar hacia esa puerta desde que llegué aquí, y tampoco es que la calle sea muy ancha como para guardar distancias.
El asunto es el siguiente: quiero verla, no, necesito verla. Pero no estoy preparado para dar explicaciones. De hecho, justamente quiero evitar pensar en eso, a pesar de que es lo que prometí.
Me calcé una excusa bastante creíble para estar aquí, más diría, es real. Sin embargo, aún estoy dudando si debería haber venido o no.
El veterano sale a la puerta y se para allí con las manos en su cintura, con postura de imposición, y sus ojos sobre mí. Y los míos en él, porque somos los únicos aquí, separados por unos cuantos metros.
Vale, lo que estoy haciendo es extraño pero no es ilegal, señor.
Tomo el móvil de mi bolsillo aún sosteniéndole la mirada, y solo la dejo para escribir el mensaje.
Yo: Estás en tu casa ahora mismo?
En vez de volver al nada agradable sujeto, elevo un poco mi cabeza a la fachada del edificio, donde las cúpulas vidriadas sobresalen del furioso ladrillo rojo en cada uno de los apartamentos. No son muchos, unos nueve tal vez, aunque ahora que los observo mejor y sin la noche cubriéndolos, lucen costosos. De hecho esta zona lo es.
Jungsie Jungsie: Estoy aquí ¿Por qué?
Yo: Estoy afuera, vine a recoger los apuntes de Davis.
Vuelvo a alzar la vista cuando termino de enviar el mensaje. Un momento después, en la abertura izquierda del tercer piso, veo su tenue silueta detrás del enorme ventanal, pegando su frente al cristal. Elevo los dedos en un saludo pero no noto respuesta porque al parecer las ventanas están diseñadas para que no veas ni una mierda. Mi teléfono vibra de nuevo.
Jungsie Jungsie: ¿Por qué asumes que te los voy a prestar? Esas cosas se preguntan antes.
Cabrona.
Yo: Puedes bajar? Tu guardia me está poniendo de los nervios con su mirada
Jungsie Jungsie: Sube. Piso 3 apartamento 301.
No creo que el tipo ese me deje entrar tan fácilmente, pero cuando estoy alcanzando su puerta y pronto para pedirle permiso, la voz de Jung se escucha en el parlante del tablero de pulsadores.
—Señor Oh déjelo subir, por favor.
Mis cejas se elevan sorprendidas, mis comisuras de pliegan hacia abajo en duda y cuando nuestras miradas se encuentran de nuevo le sonrío de lado, como un pringado engreído, y me dirijo a los ascensores. Sé que apenas son tres pisos, pero estoy muy cansado para usar las escaleras.
—No es mi guardia es sólo el hombre de mantenimiento. —dice abriéndome su puerta antes de que pueda siquiera llamar.
—Lo que diga, princesa.
Mi reverencia logra que Jungsie ponga sus ojos en blanco y también, que termine por regalarme una risita.
Me mira un instante más, aún con el vestigio de ese gesto en su cara, que de a poco se desluce mientras me observa. Y yo hago lo mismo porque, sé que suena ilógico luego de unos cuantos días, pero la extrañaba.
Sus ojos filosos van cubierto por unos anteojos circulares que le lucen adorables, y lleva su corto cabello tirado hacia atrás desde su frente por una banda que lo hace elevarse en picos a mitad de su cabeza. Mis manos pican por sostenerla, igual que en el cine, esa fue la última vez que las cosas estuvieron cómodas entre nosotros.
—Pasa... —dice, haciéndose a un lado.
—Oh no, está bien, no quiero molestar.
—No hay nadie, tranquilo.
El gesto de su cabeza termina de convencerme. Si no están ni Yoongi ni Hoseok por aquí entonces, eso es una muy buena noticia.
Como lo imagine el lugar es enorme, techos blancos y altos, pisos de madera que hasta da pena tocarlos, y el gran ventanal que de afuera luce en la fachada. Hay varias cosas desperdigadas por todo el sitio, desde instrumentos musicales hasta pilas de ropa y algún que otro papel. La palabra no es desordenado, más bien diría ¿atareado?
Cuando busco de nuevo a Jung la veo dirigirse al pasillo que se abre a la derecha de la gran sala, sus pantalones cortos de deporte se pierden debajo de la camiseta blanca lisa que lleva puesta. Madre mía, el look de entrecasa es el más peligroso de todos. Me echa una mirada sobre su hombro, con algo de nerviosismo, mientras rasca un poco su nuca y vuelve la vista al frente.
—Voy por los apuntes... —y antes de entrar en la última puerta, se frena y me mira una vez más—. Ven... si quieres.
No dejo que lo diga dos veces para emprender mi paso. Cruzo tres habitaciones hasta alcanzar la suya, dos de ellas cerradas y la otra de una forma que esta vez, sí definiría llanamente como un desorden monumental.
Y entonces la habitación de Jungsie se extiende frente a mis ojos. Y lo único que puedo ver son libros, demasiados. Nunca pensé que usaría la palabra "demasiado" para algo como los libros. Pero es que ni siquiera van en repisas o bibliotecas, simplemente se apilan sobre el alfombrado beige. Y lo que me parece peor, es que a primera vista ninguno luce como un cómic, o al menos una novela. No, todos son libros de esos que no quieres abrir.
Jungsie revuelve entre los cuadernos sobre su escritorio mientras yo doy unos pasos más dentro. Hay algo que sí me parece más interesante que las montañas de enciclopedias: sus discos. Sobre la pared junto a su cama llenan uno pequeño estante. No son muchos, diría que hay unos veinte, pero me extraña no encontrar sólo de esas bandas de los ochenta que parecen molarle.
—¿Kendrick Lamar?
Me río mientras lo tomo y me giro a verla. Su boca se abre a punto de dar una explicación y se encoge de hombros al final, mientras vuelve a revolver su cuaderno.
—Estaba en oferta, junto con el de Taylor Swift y Drake.
—Prefiero a Kendrick que esas bandas ochenteras tuyas. —digo devolviéndolo a su lugar.
Por supuesto tiene un The Best of Jim Diamond, y no puedo evitar morderme el labio para tragar la risa cuando la recuerdo citando su canción en la biblioteca. The Clash, The Cure, The Who, The Smiths, the, the, the... a estas personas les faltaba un poco de imaginación.
Me doy cuenta que lleva mucho en silencio y eso me hace voltear una vez más. Tiene la cadera sobre su escritorio, en su puño unas cuantas hojas y en su rostro un gesto de "no me creo lo que me estás diciendo". ¿Ha estado así todo este tiempo?
—No hablas en serio. —dice por fin.
—Habló muy en serio, Jungsie. No me va mucho el rock británico.
—¡Pero qué dices! —su entrecejo se frunce con una tristeza profunda, como si le hubiera dado una noticia terrible. Tengo que apretar mis labios para no sonreír, porque hacerlo frente a tal pena me sabe hasta de mala educación—. ¿Ni siquiera... ? no lo sé ¿Pink Floyd? Es un clásico, no puedes decirme que no. —dice pasando a mi lado y tomándolo del estante, enseñándomelo.
—Meh... —su boca se abre ante la sorpresa e inspira un poco, como si hubiera dicho una blasfemia en medio de la iglesia.
Mira el disco en su mano, pareciera que tratara de buscar allí mismo, en su portada, la razón por la cual no me mola, y entonces vuelve a mirarme a mí como si no existiera ninguna. Despacio lo devuelve a su sitio sin dejar de juzgarme, y al final, cruza los brazos sobre su pecho, arrugando un poco el puente de su nariz al igual que las hojas que aún sostiene. A decir verdad es bastante desprolija para ser tan aplicada.
—De todas formas... ¿no era que no te gustaba la música?
Es verdad, eso fue lo que le dije...
Carraspeo un poco mi garganta y cambio de pierna mi peso, y esquivando su mirada inquisidora le contesto:
—Sí, bueno, tú no eres la única mentirosa aquí.
Me acerco, mis dedos se enredan en los folios aún cuando todavía no los ha extendido en mi dirección, pero de todas formas los suelta en cuanto los sostengo. Y cuando vuelvo a elevar mi cabeza, ella continúa viéndome. Supongo que mi confesión la ha dejado un poco confundida, o tal vez a esta distancia mis ojeras Y semblante sean más notorios.
Mi cuerpo se inclina un poco hacia adelante, no lo hago a conciencia, es como un pequeño impulso contra el que no batallo. Estamos cerca, en silencio. No sé porqué, la charla era bastante amena y animada pero Jungsie parece haberse distraído con algo en mi rostro y a pesar de que no me molesta para nada que me observe así, temo que eso signifique que la conversación se volverá seria de pronto, tal vez por eso comienzo a mordisquear mi labio y evitar su mirada. Su garganta se ajusta un poco, y se me ocurre que tal vez a esta nueva confesión se le sume la de anoche. Mierda, espero que nada de eso haya estropeado su calma a mi alrededor. Eso sería una putada, tampoco es como si le hubiera pedido matrimonio o algo así. No quiero que esté nerviosa conmigo.
—¿Ya has pensado... el tema para el ensayo que Davis te pidió? —pregunta en un susurro, acomodando un poco su garganta, bajando su vista a mis manos que sostienen los apuntes que aunque miro, no estoy leyendo. No sé porque no preguntó más nada con respecto a "mi mentira" pero le agradezco.
No he pensado ni un momento en ese ensayo desde que salí de su oficina la semana pasada, y aún cuando va siendo hora de que comience hacerlo porque el final del semestre está a la vuelta de la esquina, no tengo ni putas ganas de gastar dos segundos en eso.
—La verdad es que no... ¿Cómo vas tú con el concurso? —Mis ojos se pierden a un lado, sobre su escritorio tapado de cuadernos y notas, y sobre esos libros, esos que sí identificó de inmediato.
—La verdad mal, más que mal... no he podido concentrarme para nada y... —mientras Jungsie sigue hablando, de pronto con preocupación, la esquivo para dejar los apuntes y sostener uno. Sus labios se detiene, mira mi mano y luego mis ojos—. ¿Qué... qué haces?
—Tienes... ¿has sacado apuntes de mis libros de masturbación? —le digo señalando el marcador rosa flúor que sobresale de las páginas. Estoy anonadado.
—Dámelo.
Me río, y por supuesto no sé lo entrego, sino que lo abro justamente en la hoja marcada. Jungsie intenta quitármelo una vez más y a pesar de que es alta y bastante fuerte, logro darle la espalda el tiempo suficiente para leer lo que lleva señalado.
—"Cada marco moral tiene sus prejuicios, sus condenas y sus miedo, creer que el nuestro no es uno más... es estar condenado a respetarlo" Valérie Tasso... —Su pecho deja de chocar contra mi espalda. Esto suena justamente a algo Jung necesita oír. Genial... Ahora me siento un poco culpable por mi intromisión—. Creí que... habías marcado alguna técnica o algo así. —digo cuando la enfrento de nuevo. Su rostro serio y de un rosa intenso esquiva el mío y baja la vista.
—Ya... —es lo único que dice.
Soy un imbécil.
Doy un paso más hacia ella, que mueve sus orbes por todos lados y acomoda despacio unos mechones de su cabello bajo la banda, con tal de no verme a los ojos. Devuelvo el libro al escritorio y muevo mi cabeza obligándola a mirarme.
Al instante sus ojos crecen y su boca se abre apenas como si quisiese decir algo y nada saliera de ella. A pesar de que no soy mucho más alto, me observa desde abajo consumiéndose en su posición. Se ha puesto tensa, más nerviosa que antes por esta nueva cercanía.
Puedo decir certeramente que odio este muro que Jungsie monta en segundos, no me extraña que nunca se haya venido, si parece que estuviera a punto de cometer un crimen cuando me acerco a ella. Pero lo que me molesta aún más, es que ahora también se comporte así conmigo.
—¿Qué haces? —le pregunto, y su confusión se acentúa.
—¿A qué te refieres?
—¿Desde cuando actúas así conmigo?
—¿Así cómo?
—Así. —digo señalando su mano enredada en los mechoncitos sueltos de su nuca, y su cambio constante de peso de una pierna a otra—. Estás... incómoda.
Suspira.
—No es eso, Taehyung, yo sólo...
—Es por lo que te dije al teléfono. Si es por eso, olvídalo Jungsie.
—No es sólo eso... yo es que... esto es vergonzoso. ¿Cómo se supone que deba actuar?
Vale, la entiendo. Además de ser la primera vez que nos vemos desde su extraña confesión sobre nuestro beso y "El Episodio II", anoche yo solté algo que podría volver todo muy incómodo.
—Que tal... ¿igual que siempre?
—Es que no me siento... igual que siempre.
Oh... ¿eso es bueno o malo?
—Y ¿cómo te sientes?
Chasquea su lengua, suelta una exhalación tan profunda que parece reducirse aún más, y entonces me esquiva, cerrando sus cuadernos y preocupándose de pronto por el orden de su escritorio.
—No lo sé. Han pasado tantas cosas que estoy... abrumada ¿sabes? —se da la vuelta decidida, cruza los brazos sobre su pecho, apoya su cadera en el borde de la mesa con las piernas un poco estiradas al frente, y mira fijo un punto en el suelo, como si tratara de ordenar su mente—. Siento como si... estuviera en un estanque que se está llenando de agua, hay algún tapón por ahí pero no logro dar con él y ...
—Mientras te estás ahogando.
Sus ojos se elevan hacia mí, sorprendida. No es que sea capaz de leer su mente es solo que eso que acaba de describir, es justamente como yo me siento.
—No soy la única ¿verdad?... ¿qué te sucede a ti? —pregunta suave luego de unos segundos.
Sus ojos se fijan en los míos. Siento que lo sabe todo y a la vez es imposible. Nadie lo sabe, nadie sabe nada de mí. Pero no puedo dejar de ver fijo a sus iris oscuros, aunque eso me delate. Doy un paso hacia ella que parece haberse deshecho su escudo, ahora no está nerviosa, es Jungsie otra vez. La que me cedió sus libros en clase para dormir, la que se ríe como un burro, la que enreda sin penas sus manos en mi camisa cuando montamos la scooter. La que me gusta, de una forma que comienza a preocuparme.
Me paro frente a ella, tan cerca que tengo que poner un pie a cada lado de los suyos. Sus brazos se descruzan, como si bajara la guardia.
Y tal vez lo que se me está ocurriendo es una pésima, fatal y condenable idea, y no solo porque probablemente estoy abusando de sus dilemas, sino también porque estoy jugando a la ruleta rusa conmigo mismo, pero de verdad, quiero besarla otra vez. De alguna forma, necesito estar con ella ahora, y aunque alguien más sea la persona que le quita el sueño, tal vez sea un arrogante pero no puedo dejar de pensar que es conmigo con quien su guardia de desluce.
—A mí me pasa que... necesito besarte. De nuevo. —Esa es una forma de resumir lo que me sucede, aunque no sea del todo específica—. ¿Crees que eso... estaría bien?
Sus cejas, que están despejadas por la ausencia del fleco en su frente, parecen escalar por ella lentamente. Espesas y oscuras engrandecen sus ojos. Mientras sus dedos se aprietan de a poco en el borde de su camiseta.
—Tae no creo que eso... lo que me dijiste anoche, es que yo no sé qué... —balbucea un montón de cosas que aunque no tienen sentido, las cacho.
—Olvídalo. No te preocupes por eso... sólo... quiero hacerlo si tú también lo quieres, claro. No tiene que preocuparte conmigo ¿si?
Asiente despacio, luego de largos segundos sin desviar sus ojos de los míos. Y tomo eso como un permiso. La posición de su cuerpo hace que su rostro quede bastante más abajo, tiene su cabeza inclinada levemente hacia atrás para verme y cuando dejo caer la mía, nuestras frentes se unen. Su respiración se suaviza, pongo los ojos bizcos durante un momento, buscando los suyos a través de sus gafas, Jungsie deja escapar una pequeña risa y antes de que pueda ponerse nerviosa, tomo sus mejillas y beso sus labios, mientras aún sonríe. Me gusta besarla cuando sonríe.
Ya no tengo el tacto de la última vez, ya no hace falta que nos presentemos, nuestras bocas parecen recordarse bien. Pero de igual manera la beso suave, porque ese es mi humor ahora mismo, eso es lo que buscan mis ánimos y mis labios, un poco de consuelo y calidez. Uno que nunca me atrevería a pedir con palabras.
Pero parece que no hace falta, o eso o Jung de verdad aceptó mi petición de que se relaje, porque mientras su lengua roza dulcemente la mía, sus manos aparecen en mi pecho, se deslizan hacia arriba despacio, se cruzan incómodamente con mis brazos que aún van dirigidos hacia su cabeza y al final, alcanza mi nuca y enreda sus dedos allí, mientras corresponde mis labios con la placidez que necesito.
Me pego más a su cuerpo, obligándola a que se incorpore un poco mientras me dedico a maltratar con más saña su labio inferior, que es tan lleno que tengo que controlarme para no morderlo. Y cuando inclino mi cabeza para besarla con más ahínco, Jungsie se queja un poco porque sus anteojos están al borde de perforarle el puente de su nariz. Me río sobre su boca cuando lo noto, mientras ella bisbea de dolor burlándose también. Su respiración en mis labios húmedos hace que mi pecho se contraiga. Al igual que mis pantalones.
—Déjame ayudarte con eso. —suelto con la voz tomada, mientras quito las gafas de su rostro y las dejo con cuidado en el escritorio.
Aún lleva sus manos en mi cuello, y quiero pasar de la primera base a la última cuando vuelvo a mirarla, con sus ojos sedados y su boca más roja y gruesa que nunca. Sus dedos se mueven en el cabello de mi nuca, como caricias. Me distraigo en ello un momento porque Jung no es de esas personas que fácilmente puedan darte ese trato. Y siento que esto es tan increíble como peligroso porque mientras más cerca estoy, menos creo posible el momento en que quiera soltarla.
Mis manos se funden en su cintura, me inclino más sobre ella, apretando mi cadera a la suya, deseando que la naciente erección en mis pantalones no la acojone. Su pecho crece cuando toma aire despacio y en vez de soltarlo, traga duro, afianzando sus dedos en mi cuello sin perder de vista mis labios. Parece como si reuniera valor. Parece nerviosa pero... esta vez de una buena manera.
Y vuelvo a besarla, ahora es ella quien me lleva la delantera porque su forma de jugar con mis labios es mucho más ligera y profunda.
La creciente presión de mi miembro sobre su entrepierna hace que la mesa de escritorio en la cual nos apoyamos se deslice un poco mientras a Jung se le escapa un gemido de lo bajo de su garganta, uno que involuntariamente contesto con otro, con un beso más profundo, y con una nueva presión que termina por provocar una seguidilla de ruidos secos que no se detienen.
Nuestras bocas se desprenden en un chasquido cuando busco el caos moviendo mi cabeza. No sólo han caído los cuadernos de la mesa, algunos de esos libros nuevos que se apilaban contra su escritorio van regados por el piso de su alcoba también.
—Mierda... lo siento. —digo observando el desorden. Su silencio me hace volverme a ella. Lleva las mejillas con un suave rosa y sus ojos pequeños fijos en esos libros como si recordara algo de pronto—. ¿No vas... a decirme nada?
—No... cortes el rollo. —murmura, mientras su rostro pasa de un tono suave a uno que arde.
Joder, esas pobres cuatro palabras me han puesto duro como una roca, y lo mejor de todo esto es que está más sobria que una jueza.
—¿Estás disfrutando del Episodio II? —digo dejándole un beso suave y corto en los labios.
Su boca, que queda entreabierta, me dice que esperaba más, y al final una sonrisa pequeña tuerce apenas sus comisuras.
—¿Cuál es tu favorita? —pregunta, apretando más mi cuello, masajeándolo, antes de dejar ahora ella un beso corto en los míos.
Me va volver loco.
—¿Mi favorita? —la beso rápido—. Hhmmm... —pienso con exageración y la beso de nuevo. Jung se ríe porque ha captado mi vacileo—. Diría que... —y otro beso—. El regreso del Jedi.
—Uh, Episodio VI. Que retro eres. —Sus manos tiran de mi cuello y devuelven mi boca a la suya. Con un poco menos de hambre que antes, vuelve a besarme. No imagino lo que puede llegar a ser esta chica si dejara de contenerse—. ¿Esto es... como el Episodio VI para ti también? —murmura casi avergonzada.
—Como el mismísimo estreno.
—Mentiroso. Ni siquiera existías en ese entonces.
—Que literal eres, Jungsie.
—Me lo tomo como un hala-
Y el ruido de una puerta cerrándose fuertemente corta nuestro tonteo. Los ojos de Jung se vuelven tan grandes que me preocupo al instante, aunque no sé muy bien qué sucede. Sus manos se escapan de mi cuello como si éste le quemara y con la misma rapidez, se escurre de mi brazos y da una zancada a la puerta.
—¡Es que no sé para qué mierda tienes un móvil entonces! —se escucha desde la sala. Es una chica, una que no distingo si está furiosa o haciendo un berrinche.
Jungsie, que llevaba sus ojos y palmas pegados a la puerta, me mira sobre su hombro.
—Me cago en sus vidas. —suelta indignada, y esas palabras en su boca me causan cosquillas en las comisuras—. Son Sohee y Hoseok. Debes irte.
Antes de que pueda cuestionar nada se acerca al escritorio, toma un puñado de hojas y las estampa contra mi pecho sin fijarse si quiera si son las notas de Davis. Y cuando tira de mi brazo en dirección a la puerta, ésta se abre de golpe.
—¡Joonie no cierto que yo nunca como...! Oh...
La amiga de Jungsie nos mira fijo. Por unos segundos estamos en silencio, mientras la chica pasa por tres estados perfectamente definibles: la molestia que ya traía se transforma en sorpresa, y al final una sonrisa perversa se adueña de su boca coral mientras sus ojos se afilan en un gesto de "vaya vaya" y terminan por fijarse en Jung.
—Nada. —dice Jungsie, y se me escapa una risa nasal. ¿"Nada" qué?—. Taehyung vino por Davis. Es decir, no tenía... yo, los apuntes.
El tono de su voz al final es tan agudo que la desconozco por unos segundos, y hace que mis mejillas se eleven queriéndome arrancar una risa que mis labios apretados intentan contener.
Kwon Sohee está pasando por la misma agonía que yo, lo noto en sus ojos al borde de desaparecer tras una carcajada. Y entonces me mira a mí.
—Los apuntes. —repito agitando las hojas.
—La verdad, no entiendo porque te quejas si están buení... —esa voz que reconozco va ganando volumen hasta que Hoseok se asoma también por la puerta. Con un sándwich enorme en sus manos y restos de salsa en sus comisuras. Al igual que su chica nos mira fijo, solo que Hoseok no demuestra más que confusión de principio a fin—. ¿Qué está... pasando?
—Los apuntes. —dice Sohee.
—Los apuntes. —Repite Jungsie.
Su hermano nos mira, a uno y a otro intermitentemente. Y al final el suspiro de Sohee corta el silencio tenso.
—Joonie, cierto que yo no como pollo nunca, jamás, desde que tengo memoria.
—¡Que creí que era salmón lo que no te iba! ¡¿vale?! Deja de hacer tanto escándalo.
—Me parece una profunda traición a nuestra relación que no recuerdes la comida que no me gusta. Hombre, prefiero que olvides nuestro aniversario.
Hoseok, quien se ha distraído de observarme y le ha vuelto a dar un mordisco al sándwich mientras presencia los reclamos de su novia como si estuviera viendo la misma peli por tercera vez; detiene su mandíbula frente aquella última frase.
Y yo estoy fascinado, porque parece que nos hubieran montado nuestro propio sketch privado en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Pero que desgraciado supremo! No te acuerdas de nuestro aniversario ¿verdad?
Mi mirada viaja de uno a otro como una final del Wimbledon. Y entonces siento los dedos de Jungsie enredándose suave en mi antebrazo.
Mientras Hoseok y su novia comienzan a echarse en cara cosas que desconozco por completo, como si tuvieran su propio código de palabras, Jung tira de mí, haciéndome pasar justo en medio de aquella discusión que se ha montado en su umbral, pero que no se detiene aunque nosotros la atravesemos.
Cierra la puerta del apartamento a sus espaldas y me extiende mis sandalias, porque me ha hecho salir descalzo como si el lugar se estuviese quemando.
—Lo siento. —dice suspirando profundo.
—¿Qué parte? El "Nada" o el "Taehyung ha venido por Davis".
Me da un golpe desganado en el hombro y me río porque ella no lo hace.
—Es que no quiero... los interrogatorios de Hobi son exhaustivos.
—Dímelo a mí.
Me pongo mi calzado luego de dejarlo caer en el piso y acomodo los apuntes maltratados y desordenados, mientras Jungsie me mira en silencio.
—Entonces... no me has dicho qué te sucedía el viernes. —dice bajo.
Justo cuando creí que sortearía ese obstáculo exitosamente.
—Joonie, ¿qué vas hacer el martes?
Su disfrutable gesto de confusión hace presencia.
—¿El martes?
—Sí, el martes veintidós.
—Ir... a clase y al trabajo, como siempre.
—Ven conmigo a Daegu.
—¿Qué?
—Quiero que... me gustaría que me acompañes a Daegu. El martes.
—Pero el martes debo
—Por favor...
Sus ojos analíticos me estudian, se confunden un poco pero de nuevo, no abre cuestiones.
—Bueno... supongo que puedo arreglar mis horarios.
Sé que cede porque ahora mismo luzco como un mendigo. Da igual, pensar en volver a casa con ella se siente menos agotador.
—Genial. —doy un paso y se pone rígida. Y aunque quiero besarla de nuevo su lenguaje corporal me dice que no está cómoda con eso ahora. Así que solo le dejo un beso en su sien, sosteniendo su mandíbula y cuello con más fuerza de la necesaria—. Mañana...
—¿A las 14 en el estacionamiento de la uni?
Me sonríe suave y asiento, dándome a la vuelta hacia las escaleras antes de que vuelva a abrir cuestiones.
Varias cosas para decir:
Primero: ¿Qué talco mis banner improvisados eeh? Quería cambiar las imágenes y se me ocurrió eso, y ya matamos dos pájaros de un tiro (que dicho tan cruel).
Segundo: sé que está historia la estoy actualizando con una velocidad sobrehumana y la razón de ello es porque tenía varios capítulos escritos. A partir de ahora voy actualizar un piquillo más lento porque además comencé a trabajar (yeeiiii 🥳) y un nuevo semestre, así que voy andar más apretada de tiempo, espero una vez por semana cumplir.
Y tercero:
Mis niños comienzan a ponerse intensitos eh?
Gracias por leer bebés.
Perdón por lo extenso que ha sido too
Lesquie ♥️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro