XVII. Give up;
El aroma de estos lugares se siente como si enviara mi estómago directo hacia mi garganta. Lo detesto, sólo logra colocarme nervioso.
Busco las señalizaciones que cuelgan del techo.
Sala de internaciones, Habitación 505...
No hace falta que me fije en la numeración de las puertas cuando tomo el pasillo a mi izquierda. La silueta de papá es reconocible para mí incluso a tanta distancia. En aquellas sillas del corredor, con su espalda encorvada sobre sus piernas, sus codos en sus rodillas y sus manos sosteniendo un vaso que aunque aún no logro ver, seguro todavía va lleno porque no le ha dado sorbo.
Mis pasos apurados logran despertarlo de sus pensamientos, unos que prefiero evitar descubrir, y antes de alcanzarlo ya se ha puesto de pie, esperándome con una sonrisa tan poco creíble y esforzada que sólo logra angustiarme.
—Papá... —suelto cuando estoy llegando a él.
Su enorme mano derecha se eleva esperando mi cercanía, y cuando ésta es suficiente, se enlaza en mi cuello, dando apenas una disimulada caricia con su grueso pulgar y arrimándome más a su cuerpo. No quiero lucir vencido. No quiero que, además de toda esta mierda, crea que tiene que cuidar de mí también, pero tampoco puedo evitar dejar caer mi cabeza en su hombro.
Mis manos pican por enlazarse en su espalda, más bien en su cuello, porque los años han consumido la altura de mi padre y aumentado la mía. Pero de nuevo, trato de no agobiarlo.
—Está dormida ahora. Le han hecho ya dos transfusiones. —sus ojos me recorren luego de tenerme frente a él el tiempo suficiente, como si quisiera cerciorarse de que todo se encuentra en su lugar. Y otra vez me sonríe—. Te ves bien, has subido de peso. —agrega, dando unas palmaditas en mi vientre.
Le sonrío de vuelta. No hace tanto que nos vimos, aunque la última vez que estuve en casa no me quedé más de un día. Lo cierto es que ver a mi madre me es muy difícil.
—¿Fue... lo mismo de siempre? —pregunto cuando el ambiente de bienvenida parece haber mermado.
—Sí. Hace dos semanas que no se movía de la cama. Apenas bebía agua y se levantaba para ir al baño.
—Debiste llamarme antes, papá.
Sus ojos bajan al vaso de papel en sus manos, con un café al que sólo le faltan unos sorbos. Parece un niño recibiendo una reprimenda. Y mi garganta se encoge al pensar lo difícil que ha de ser estar en su lugar, y lo mal que estoy ocupando yo el mío. Si es que debería estar aquí con él. ¿Qué mierda estoy haciendo en Seúl de todas formas?
—No quiero que regreses. No así, no por esta razón. —dice aún sin mirarme, como si supiera exactamente lo que estoy pensando—. Sabes, hace algunas noches me levanté porque tu madre no estaba en la cama... la encontré en el patio. Estaba sentada en la oscuridad, me dijo que había tenido un sueño contigo. Que te visitaba en Seúl y que eras muy feliz allí... Me dijo que le alegraba saber que habías podido continuar con tu vida. —Continuar con mi vida. Aún no estoy muy seguro de eso—. Si regresas por ella la culpa la mataría hijo.
—Prometo que vendré más seguido entonces. Lo prometo ¿si?... Lo haré. —Sus labios curtidos se pliega, arrugando su desprolija barba de un par de días mientras asiente suave, casi como si él quisiera oír aquello también—. Ahora ve a casa, descansa, yo me quedaré aquí esta noche.
No se opone cuando tomo el vaso de su mano, lo deja ir. El papel frío me dice que no me equivocaba, ha de haber estado mirando el contenido por largo tiempo.
—Vendré temprano.
—Ocúpate de tus cosas primero, yo estaré aquí, viejo, tranquilo.
Y antes de avanzar por el pasillo por el que he llegado, da unas palmaditas en mi espalda.
Y miro la puerta entonces. 505. Inspiro profundo y la abro.
El cuerpo delgado de mamá apenas hace bulto en la cama de barandas de hierro. Está casi tan pálida como las sábanas, aunque algo más amarillenta, a pesar de que ese no es el tono natural de su piel para nada. Mi mochila cae pesadamente en el rincón junto a la puerta, aún va cargada con mis cuadernos. Ni siquiera me detuve en la residencia antes de venir aquí.
Mientras más me acerco a ella más me cuesta reconocerla. Sus ojos grandes y cerrados se ven perdidos en dos aureolas de un color vino, y su cabello azabache y suave, ahora está quebradizo y débil, arremolinado sobre su almohada. Lo acomodo un poco desde su frente hacia atrás con algunas caricias, me siento en la silla a su lado y despacio, para no quitarla de su sueño, apoyo mi cabeza en su hombro, casi en su huesudo pecho. Su corazón late pasivo, se siente bien, calmo pero también triste.
El anillo de graduación de Taeyeon está en su dedo anular. Apretado al final de él junto con la alianza de matrimonio. Gira fácilmente cuando lo toco apenas. No sé cuánto ha bajado de peso, pero ni siquiera Tee en su peor momento estuvo así de delgada.
Mis ojos comienzan a pesar, mi corazón parece haberse acoplado al de mamá y latir serenos los dos.
Y me doy cuenta que me quede dormido sólo en el instante en que una cantarina voz me da los buenos días, como si la noche hubiera pasado en un pestañeo.
El ventanal de la habitación deja entrar unos halos naranjas que dan de lleno en la pared, la misma donde se encuentra la puerta y desde donde la joven enfermera me sonríe, mientras se dirige a examinar el suero y controlar sus constantes, sólo entonces veo que mamá ha despertado.
—Hola... —me susurra, como si así no molestara a la enfermera en su tarea.
—Buenos días mamá.
Mientras le controlan la temperatura, otra trabajadora ingresa con su desayuno. Y recuerdo que no he comido nada desde que esperaba el metro en Seúl. Si es que un paquete de chips cuenta como alimento. Quito mis ojos de la comida porque no quiero lucir famélico, y busco mi móvil. Son las 6:30 de la mañana. Debería avisarle a Teddy que voy a ausentarme hoy. Y a Jungsie.
Le doy una ojeada más a mamá, que le sonríe amablemente a la chica del desayuno y le hace una pregunta irrelevante sobre el clima a la enfermera que toma su presión arterial. Y entonces vuelvo a mi móvil. Teddy sabe que de vez en cuando las cosas se complican por aquí y aunque nunca me ha preguntado sobre el tema, es bastante considerado con ese asunto. Le dejo un mensaje de texto, pidiéndole para cambiar mi día libre y explicándole cortamente que he tenido que viajar a Daegu por problemas de salud, pero que yo estoy bien. Seguro me llamará al verlo.
Y entonces abro el chat con Jungsie pero... ¿cuánto se supone que debo contarle? No, nada.
Yo: Buenos días Jungsie Jung, lamento decirte esto, pero tendras que tomar el autobus a la biblioteca hoy. Me ha surgido un asunto. Te recompensare con una peli, que tal eeh?
Eso ha de verse bastante fresco, espero que lo suficiente como para no tener que contestar ninguna pregunta.
Mi espalda alcanza el respaldo mullido de la silla y siento una pequeña punzada en mis vértebras, que me dicen que he dormido como la mierda. Y mientras la enfermera termina con su visita y se marcha, los ojos de mi madre y los míos se encuentran. Me observa con sus párpados caídos, sus comisuras parecen pesarle cuando tratan de sonreírme, y aunque quisiera devolverle el gesto, mi rostro no me lo permite.
—¿Qué haces aquí, guapo? —me dice con un tono quebrado.
—¿Qué haces tú aquí, guapa? —le digo yo, inclinándome nuevamente hacia su cama y cruzando mis brazos sobre ella.
Mamá suspira y lleva su cabeza al frente, a la vacía pared blanca que se irgue a sus pies.
Mi estómago gruñe e instintivamente dejo caer mi mano sobre él, ganándome sus ojos de nuevo.
—No has comido nada ¿verdad?
—Desayuna conmigo ¿si?
A pesar de que no asiente, me pongo de pie y deslizo la mesa móvil sobre su cama, mientras cambio el nivel de la misma, mientras ella se incorpora un poco también.
—Come tú Tae, yo es que...
—Mamá, por favor...
Las dispersas cejas de su frente se pliegan apenas cuando baja la vista a la mesa, como si ella estuviera repleta de porquería. Entonces, largando una extensa respiración, estira su mano y coge primero el vaso de espuma que lleva dentro una natilla. Pero sus dedos tiembla tanto al acercarlo más a ella, e intentar comer, que por un segundo me desespero y lo sostengo yo.
Le doy la primer cucharada. Sus labios se curvan hacia abajo mientras traga, casi al borde de un puchero. Como una cucharada yo también y mientras la saboreo le hago un gesto con mis ojos, engrandeciendolos y alzando mis cejas.
Su pecho se eleva un poco en una inspiración cargada de pena, toma el aire por su nariz pero nunca lo suelta y cuando intento darle una cucharada más me dice:
—No puedo.
—Vamos mamá, debes comer, si no lo haces..
—¡Ya basta! —grita.
Sus ojos están cerrados con fuerza cuando deja caer su cabeza en la almohada. Y luego de un momento de sorpresa y confusión, me enfurezco. La desesperación me agarra del cuello y parece llevarme al límite, y antes de darme cuenta estoy aplastando el vaso de natilla con mi mano y arrojándolo con fuerza contra la pared.
Mi Palma está sucia, mi respiración algo errática, y cuando despejó con malicia mi cabello de mi propia frente y busco sus ojos, la encuentro igual, con esos párpado presionados tan fuertes que parece fueran a agujerear su rostro.
Mi espalda choca nuevamente en el respaldar. Y suspiro, me rindo. Joder, es lo único que quiero: rendirme.
El silencio pesa en la habitación. Como si los dos estuviéramos completamente solos.
—Cuatro años, cuatro putos años... ¿qué pretendes? ¿Quieres lograr lo mismo que Tee? —Pero nada, apenas vuelva su cabeza a un lado, al opuesto al que me encuentro yo, y clava sus ojos en la nada—. Sé que odias lo que ha hecho. Sé que todo ha sido una mierda pero muy en el fondo también sé que la entiendes.
Estoy al límite de dejar de intentarlo, pero lo único que me detiene de no hacerlo es que, en realidad rendirme con ella sería todavía más doloroso que esto.
—Yo aún estoy aquí ¿sabes? Yo aún te necesito.
Un pequeño sollozo se desprende de su garganta, y apenas unos segundos después la puerta se abre.
—Buenos días. —dice papá, con una sonrisa amable ausente de todo lo acontecido.
Y yo me pongo de pie, recojo el vaso de natilla y tomo la mochila del rincón, mientras él me observa confundido y silencioso.
—Haz que coma. Voy a casa por un baño y ropa limpia.
Y no escucho más cuando cruzo la puerta y el gélido pasillo me recibe.
Tae✨: Buenos días Jungsie Jung, lamento decirte esto, pero tendras que tomar el autobus a la biblioteca hoy. Me ha surgido un asunto. Te recompensare con una peli, que tal eeh?
¿Por qué sigo leyendo el mismo mensaje desde las ocho de la mañana?
Yo: Vaaaaale. Pero esta vez yo elijo ¿trato?
Tal vez sea porque no me ha contestado. No es que tenga que hacerlo tampoco ¿verdad? ¿Qué se supone que debía contestar? ¿Trato? ¿Y desde cuándo analizo tanto los mensajes con Taehyung?
Mi pecho retumba cuando me gruño a mi misma, y lanzo el móvil al sillón vacío que está a un lado del que ocupo. Clavo la vista en el blanco techo, con mi espalda consumida contra el sofá de tres cuerpos trato de pensar en nada. Algo que nunca logro, claro.
La lámpara del techo me parece sumamente pretenciosa, me recuerda lo distinto que lucía este sitio antes de que Hobi llegara, y luego Yoongi y luego yo. Su música se escucha desde la sala. Hace cerca de una hora que estoy en casa y todavía no ha salido de allí.
No me ha dado oportunidad de que crucemos palabra. Incluso se encargó él mismo de traer mis libros, los encontré anoche junto a la puerta de mi habitación y aún no pude agradecerle por eso.
Es casi como una silente ley en esta casa, que cuando Yoongi está componiendo no es conveniente llamar a su puerta. De todas formas no dejo de mirar en dirección a ella desde hace un rato.
Aún cargo esa molestia, incluso varios días después. Esa vocecita interior que me chasquea la lengua y me dice "la has cagado, reina", sigue todavía pronunciando esa línea, a pesar de que ya no pueda hacer mucho... ¿o sí?
Mi frente cae sobre la madera de su puerta. No sé qué estoy haciendo aquí. La música se siente incluso más fuerte y silencia un poco mis cuestionamientos tontos. "Estás pensando demasiado algo que es tan natural como el cagar" Me río. ¿Cómo puede ser tan jodidamente extraño y certero a la vez?
Miro mi puño cerrado y listo y al final, suspiro profundo y golpeo su puerta.
Toc, toc, toc.
Nada.
—¿Yoongi... ? —digo a un volumen más alto que mis anteriores toques, y de nuevo nada.
No sé bien cuál es el plan si me abre.
"Anticipe tanto lo nuestro que termine acobardándome Yoongs, sin mencionar el hecho de que aún no entiendo cómo te sientes" ¿es eso una buena forma de abrirnos de una vez por todas?
Ahora que lo pienso, a mis trabas se suman las suyas. No me extraña que las cosas entre nosotros sean una putada suprema.
Como última esperanza doy un par de golpecitos más cuando la melodía que surge desde su pieza se vuelve un poco más letárgica, pero de nuevo: nada.
No sé si tomarlo como un nuevo rechazo. Tal vez sea el karma, o Yoongi vengándose. O tal vez simplemente no esté listo para hacerle frente a esto, como yo no lo estuve cuando lo vi besándose con aquel chico.
Doy unos pasos por el oscuro pasillo hasta alcanzar mi habitación.
Si quiero salir de este bucle de malentendidos, de esta incordia en mi interior, entonces tengo que moverme.
Dejé las sobras en un tupper en el refri. Quiero hablar contigo, cuando tengas tiempo. Y gracias por los libros, otra vez.
Juan
Arranco la hoja del cuaderno y le quito los rulos estropeados, y sin doblarla, para que sea más visible, la deslizo bajo su puerta.
Espero unos segundos, pero todo continúa como si nada, y ahora sí, rendida del todo, vuelvo a mi habitación.
Lo cierto es que Taehyung tiene razón. Hay muchas cosas que desconozco de mí, y aunque todo este tiempo me haya centrado en desafiar con uñas y dientes cualquier esquema que no me apetezca, he hecho la vista gorda cuando se trataba de cuestionar los míos, los propios, y tal vez, una pequeña parte de mí, sí le teme a eso.
Mientras cierro el cuaderno de nuevo, puedo ver bajo él la pila de libros que Tae me ha dado. Y con sólo mirarlos ya comienzo a sentirme incómoda.
No soy una ignorante en cuanto a la biología humana. Sé donde tengo mi clítoris, aunque nunca he hecho nada con él, las veces que lo intente se sintió inútil. Sé dónde está el punto G en hombres y mujeres y cada una de las zonas erógenas. Tengo claro los periodos hormonales, las consecuencias del sexo y el concepto de orgasmo y eyaculación y a pesar de eso, soy una ignorante total en el asunto.
Me siento ridícula cuando tomo uno de los libros y me dejo caer en mi cama. El fruto de la portada me parece un recurso muy abusado ya, sutil, incluso bonito, pero muy explotado. Lo hojeo sin detener demasiado mi atención más que en un par de dibujos que indica que dedos usar y cómo. Incluso tiene algunas flechas demostrando cómo moverlos... ¿en serio?
Suspiro hastiada y lo dejo caer a un lado de mi cama. Vale, mi sexualidad está en una profunda crisis, teniendo en cuenta que tengo veintidós años y me sonrojo viendo imágenes de masturbación aún estando sola, pero de verdad, no creo que un par de flechas indicando hacia dónde girar mis dedos sea la solución a esto.
—¡¿Hasta dónde tengo que ir para encontrarte?! —La voz estridente de Sohee y su repentina aparición en mi habitación me hacen levantarme de golpe de la cama, a trompicones, y patear disimuladamente el libro, para que desaparezca bajo el colchón.
—¡Joder So! ¡Que puto susto me has dado!
Sus ojos enormes se entornan, sin dar siquiera un paso dentro pasea sus bochas pardas por mi incómoda pose de "estoy a punto de levantarme de la cama pero no lo estoy haciendo en realidad" en la que he quedado luego de ocultar el manual de masturbación con ese enorme pomelo rosado en su portada. Mierda, me estoy sonrojando solo de pensar.
—¿Esas palabras te las enseñó Kim Taehyung? —murmura dando un paso dentro y cerrando la puerta a sus espaldas—. Mira que llevo soltando putadas a tu lado desde... ¿qué? ¿los diez años? y nunca se te ha pegado ni una. Pero una semana con Kim Taehyung y largas dos groserías al hilo. Estoy decepcionada. No, celosa, la palabra es celosa.
Apoya su cadera en el escritorio, justo delante del resto de los libros que por suerte no ha visto aún, cruza sus brazos sobre el pronunciado escote de su vestido gris perla, y sigue mirándome, como una madre pronta para regañar a su hijo, mientras yo me dejo caer una vez más en la cama.
—¿Estás celosa de Kim Taehyung?
—Claro, ¿cuántas veces lo has visto en los últimos... diez días? ¿y cuántas a mí?
Bueno, es verdad, pero es una falacia, una enorme. Aunque Sohee sabe usarlas muy bien.
—¿Pero qué dices? Si compartimos clases hoy.
—Sí, bueno, pero apenas hablamos.
—Porque estabas haciendo la tarea para la siguiente asignatura. ¿Por cierto la terminaste?
—Uy sí, de hecho tuve que exponerla y me fue bastante bien. —dice sentándose a mi lado en la cama. Los ojos le brillan por un instante mientras me mira con ese gesto de siempre, como si esperara mis palabras de felicitaciones.
—No me extraña, So es una maestra de las situaciones límites.
Suspira pesado, me mira unos segundos más y todo su papel de "vengo a revolucionar tu mundo" se pierde en ese gesto muy de ella, que pocos conocemos, esa sonrisita torcida y ojos sinceros.
—¿Vas a contarme qué ha sido de ti estos días de introspección y mucho Kim?
Me río. Supongo que lo que sepa Hoseok, lo sabe Sohee, no me agrada pero no puedo hacer nada al respecto, mi hermano es un cotillas. Y además, es verdad, desde la noche en que me encontré a Yoongi en aquella situación, me he encerrado muchísimo, y me sorprendo a mí misma en el instante en que vislumbro que mi único escape, ha sido Tae. Si no hubiera sido por él seguro me ahogaba en mi propia mierda.
—No sé por dónde empezar... —le confieso en un murmullo, mientras bajo mi mirada a sus nuevas uñas. Igual de bonitas que siempre.
—Que tal por... cómo besa.
Seguro luzco como una idiota, lo sé por la risa contenida que raspa la garganta de mi amiga al instante en que nuestros ojos se encuentran. Una carcajada con un tinte más incrédulo abandona mi boca también.
—El mejor beso de mi miserable vida... —Sohee larga un chillido que me pone demasiado ansiosa y termino rogándole porque se comporte—. Pero no es lo que crees, So.
—¿Y qué sabes tú lo que yo creo?
—Bueno ¿y eso? ¿A qué viene esa guardia alta?
Sohee suspira y suelta una nueva y corta risita.
—Viene a que, por primera vez, tu y yo vamos hablar de hombres, de verdad. Si es necesario le paso pestillo a la puta puerta y
—El pestillo sólo prohíbe la entrada no la salida.
Sus ojos se deslucen, sus hombros se caen, parece como si de pronto, me detestara.
—Eres insufrible.
—Ya, lo sé. Y no creo que me apetezca esta charla ahora mismo.
—Joonie, ¿no te parece extraño que en nuestros más de diez años de amistad no hayamos hablado de sexo, hombres y pollas?
Mi ceño se frunce. Sus cejas se elevan emocionadas como si estuviéramos hablando de pasteles.
—No. Además, eso no es cierto. Sí te he contado de mis desventuras, sabes que Yoongi me... gusta. Y te lo juro por Dios que no quiero escucharte hablar de como es el sexo con Hoseok.
—¿En serio? Entonces un "Me acosté con un chico en la fiesta, hasta mañana", eso es para ti hablar de sexo.
—¿Qué es este dramón que me estás montando? No viene a cuento. —mi tono se eleva un poco, me estoy cabreando, y la verdad, no sé porqué.
—Aquí no hay dramón ninguno, sólo quiero saber de ti, me preocupa.
—¿Qué te preocupa, Sohee? ¿Que no vaya por la vida comiendo pollas? No tengo porque ser como tú.
Okay, eso acaba sonar como una puta mierda.
Al instante en que lo suelto me arrepiento. Trago grueso cuando Sohee aprieta sus labios en una finísima línea y sus esféricos ojos crecen un poco más de la cuenta, y justo cuando voy a disculparme termina por chasquear la lengua.
—Te perdono. —dice, y por fin vuelvo a respirar. Exhalo tan profundo que siento me hundo en mi lado de la cama—. Te perdono porque sé que eso es lo que siempre te ha dicho tu madre de mí, y no puedo culparte porque esa frase se haya colado en tu boca. Si sabré de esas mierdas...
—Lo siento, de verdad. Sabes que yo no veo mal que tú... digo... ya no sé qué pasa conmigo.
—Joonha, tienes que bajar la guardia de una vez. Ese escudo que te han puesto es una mentira, por Dios, si hasta tú misma lo sabes.
Tiene razón. Tiene tanta razón que me siento avergonzada. Mis ojos escuecen detrás de esa humedad que se apodera de ellos, y bajo la vista, porque aún me cuesta muchísimo este asunto.
—Yoongi trató de besarme hace unos días, cuando lo acompañé a su nuevo estudio... —no elevo mis ojos para ver su sorpresa pero sé que está ahí, y de todas formas hace silencio para dejarme continuar—. Lo esquivé... evité su beso y... he estado pensando muchísimo en todo esto. Al principio creí estar confundida ¿sabes? es decir ¿le gustan los chicos, las chicas? pero después, me di cuenta que hay algo más. Lo que espero, lo que anticipo, mis razones y mis pocas esperanzas con los hombres...
—Nada de eso es tuyo.
—Lo sé.
—Entonces deshazte de una vez de toda esa porquería, así como lo hiciste con todos los demás patrones.
Sus manos sostienen las mías, por fin elevo mi cabeza desde que solté toda esa mierda que me hizo perder peso. Sohee me mira con una sonrisa tonta, la que hace cuando actúa como una niña, esa que deja sus mejillas llenas y sus ojos pequeños.
Y no puedo evitar sonreírle y sentirme agradecida una vez más, por poder llamarle amiga.
—Ahora... creo sinceramente que debes follarte a Kim Taehyung. —tomo una gran bocanada de sorpresa para detener su vergonzosa perorata, pero entonces mi móvil vibra incesante, justo a un lado de nosotras, y el nombre en pantalla sólo hace que mi amiga eleve seguidamente sus cejas y me mire triunfante—. Hablando del rey de Roma... Espera, ¡¿Tiene un emoji?! Ya... después te explicas. Atiéndelo.
Besa mi frente, se pone de pie de un salto y sale de mi habitación tan rápido como llegó.
—Continuaremos con esto luego. —susurra antes de cerrar la puerta, mientras yo aún observo mi teléfono y la llamada entrante de Taehyung.
Una llamada... Nunca me ha llamado antes.
—¿H-hola... ?
—Jungsie...
Su voz me parece extraña, y dudo un segundo si quizás es porque nunca lo he oído por el teléfono.
—Tae... ¿Sucede... algo?
Silencio, profundo y largo. Y justo cuando voy preguntarle si sigue ahí, me contesta:
—Jungsie... cuéntame algo que no me interese. —Suena como si estuviera hablando con el teléfono pegado a su boca, en secreto.
¿Eh?
—¿Algo que no te interese?
—Ajham... —Su asentimiento es ronco y me pone un poco... nerviosa.
No sé que le sucede, se escucha cansado, afligido. Y ya no creo que esto tenga nada que ver con el parlante de mi móvil. Pero decido darle el gusto.
—Algo que no te interese... hmm, es que tú eres muy cotillas, no creo que exista tal cosa. —le digo acostándome en mi cama como más temprano. Y mientras giro sobre mi costado y me acomodo de cara a la pared, lo escucho reír apenas, con tan pocas ganas que hasta me sabe mal.
—Bueno, debería decir poco útil entonces. De esas cosas que sabes a montones...
—Sé algo que te interesará mucho, sobre todo a mí porque demuestra que estás equivocado.
—¿En serio? Iluminame, por favor.
—Vale ahí voy: las manitas de los bebés se forman cerca de la décima semana de embarazo, te lo dije, no quedan para el final.
Su risa se escucha más clara que antes, sopla un poco en el micrófono y llega a mi oído casi como si sus labios estuvieran soltándola ahí mismo.
—Pero seguro tú no eras como todos los bebés.
—Genial... Ahora soy un alien o algo así.
—Te va.
—Cabrón.
—Me gustas Jungsie.
¿Qué?
Debo haber escuchado mal.
Vale, no, no lo he hecho. Joder... ¿En serio?
—Tae...
—No tienes que decirme nada, no hace falta. Yo sólo...
Su suspiro se siente tan pesado que, aunque no entiendo absolutamente nada, mi pecho se carga de angustia.
—Tae... ¿Qué te sucede? ¿Por qué suenas... ?
—Te lo contaré cuando regrese, ¿aún sigue pie la peli?
¿Cuando regrese? ¿Dónde está ahora?
—Claro...
—Genial. Descansa Jungsie. Nos veremos pronto.
Y su respiración cesa en mi oído dejándome confundida.
¿Qué acaba de pasar?
¿Y por qué quiero verlo ya mismo?
Lo siento si el capítulo fue muy largo pero no quedaba bien cortao
¿Dolió? Si es así me disculpo, sino, que valientes mis peques (ya verán😈)
Ah casi lo olvido
Un Jungkook novio para ustedes:
♥️
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