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X. Backup;

Inspiro profundo en un pobre intento de que crezca un poco mi valentía, pero no lo hace. Enfrentarme a la gente que me importa siempre me ha sido infinitamente difícil. Y esta noche estoy frente dos posibilidades: Nam me dirá directamente que soy un mierdas, o no me hablara para nada. La verdad, no sé qué prefiero.

Cuando abro la puerta lo encuentro al instante; dar vueltas para hacer algo de tiempo luego de llevar a Jung a su casa no ha servido de mucho. Él no tarda en dejar caer la espalda en su silla para verme. Lleva los brazos sobre su escritorio y tiene algo entre las manos. Un... ¿disco?

Joder... No puede ser.

Instintivamente carraspeo mi garganta porque siento que es la única forma de enviar mi corazón de nuevo a mi pecho. Como siempre, me calzo mi sonrisa para mirarle y entro a la habitación como si no supiera lo que sostiene, dirigiéndome a mi mitad del lugar.

¿Cómo carajos?

Cuando se gira en la silla estoy quitándome la camiseta por sobre la cabeza, lo que me da tiempo suficiente para evitar su mirada. Luego sigo por mis jeans, clavando la vista en la cremallera.

—Tae... —dice, pero continúo como si nada porque, mierda, mierda, no estoy listo para esto—. De verdad me gustaría que... —mis pantalones caen por mis piernas y me siento en la cama para terminar de quitarlos y seguir con mis calcetines—. Joder... ¿vas a sacarte hasta los interiores con tal de no atenderme?

Es extraño, porque su voz es relajada pero mi pecho sigue en su «tum, tum» como si estuviera en una situación de vida o muerte. Mis pies descalzos se adhieren a la fresca madera pero aún no levanto la vista de ellos. Apoyo los codos en mis rodillas y restriego mi cara, ojalá sirviera para arrancar de ella este gesto de terror que seguro tengo.

—Tae... —repite, y al final, lo miro.

—Lo siento hombre. De verdad lamento haberme pirado así. —mi voz sale más débil de lo que quisiera.

—Lo sé. —dice, y una vez más mira el disco en sus manos. Rueda en la silla hacia mí y me lo extiende. Lo observo unos segundos. El joven Chet Baker está en la carátula sosteniendo su trompeta. Nam lo mueve de nuevo en mi dirección y termino por aceptarlo—. La primera vez que me pediste que apague mi música pensé que eras un hosco. Y si no hubiera sido porque te veías como la mierda, hubiera comenzado nuestra «no amistad». — "No amistad", me sonrío sin ganas—. Luego me di cuenta que no era tanto la música, sino MI música. Yo, y mi música.

—Nam yo no-

—Está bien. Lo entendí o... eso creo. Al menos sé que no es conmigo el problema.

Suspiro viendo el disco otra vez. Ha notado mi ausencia esta noche y quisiera explicárselo todo pero, joder, no puedo hablar. Me gustaría darle el don de entrar en mi cabeza, en mí, y que él mismo codifique esto que cargo. No soy capaz de relatar la historia.

Las ganas de abrir el álbum son tantas como las de desaparecer de su mira. Ajusto los dedos al plástico. Sé lo que encontraré dentro, porque es mío. Lo que no estoy seguro es si verlo una vez más me hará pedazos o me aliviará. Lo cierto es que me he arrepentido de desecharlo desde el primer instante.

—¿Cómo lo encontraste? —pregunto.

—Casualidad. Ese día que llegaste de Daegu e hiciste una limpieza algo "violenta", yo saque la basura luego que tú. De verdad no fue mi intención entrometerme, pero me pareció... un enorme desperdicio.

Al final, mientras lo escucho, abro el disco. El post-it celeste continúa adherido al librillo de la tapa, con la caligrafía de Taeyeon llenándolo de importancia.

«This isn't sometimes, this is always
This isn't maybe, this is alwaysThis is love, the real beginning of forever»

Perdóname

Te amo por siempre, hermanito

TeeTee

—Habían un montón de discos en el contenedor. Pero sentí que este... discúlpame Tae, pero sentí que te arrepentirías, y decidí guardarlo hasta entonces. No sé si es el momento. Si aún deseas deshacerte de él, o si estás cabreado, lo entiendo. No voy a obligarte a que me ayudes a comprender qué sucede. Pero quiero que sepas que no estás solo hermano, sea lo que sea que haya pasado. No lo estás.

Recuerdo perfectamente cuando me deshice de todo. Hace casi un año ya. El viaje a Daegu fue una completa mierda y llegue harto. No era violencia, aunque sé que debía lucir como un demente desechando la mitad de mis pertenencias. De todas formas, era desesperación.

—No me he traído ni una jodida foto suya a Seúl. Soy un mierdas de verdad... —Nam no dice nada, supongo que es normal, no entiende de qué hablo y yo no soy capaz de formular nada coherente—. Sus fotos me partían el pecho, Topo. En lugar de eso me traje su colección de discos. Este era mi favorito, pero a penas si me dejaba oírlo. Taeyeon, mi hermana, era una de esas personas que no quitan las cosas de su envoltorio creyendo que así conservan más valor. Incluso teniendo todos esos discos los escuchaba por Spotify. —me río. Pequeña loca—. Pero antes de morir, me dejó este.

No lo estoy viendo a los ojos cuando suelto esa verdad que nunca le había dicho, ni a él ni a nadie. Pero a pesar de que continúo con la vista hacia abajo, su confusión es palpable en el aire.

Esto es una mierda. Sé lo mal que se siente tratar de dar las palabras correctas, esas que imagino estará buscando ahora; porque además, sé lo mal que se siente que ninguna te sirva. Sólo quería ahorrarnos este momento. La muerte no es algo lo que le puedas dar muchas vueltas. Sucede, y a los que aún no nos llega nos toca convivir con ella.

—Lo siento, Tae. Yo... no tenía idea.

—Claro hombre, ¿Cómo ibas a tenerla? Si nunca hablo de mí.

Hay un instante de silencio que no me turba tanto ahora. Por alguna razón, el aire pesa menos. Yo lo hago.

—Por su gusto musical, apuesto a que era la hostia. —dice Nam, con un tono algo más animado, cosa que le agradezco.

—Joder, lo era. Era tres años mayor que yo. A veces parecía que era veinte años mayor y otras, diez menor. Te apuesto que si la hubieras conocido, no seríamos amigos.

—¿Y eso?

—Te hubieras enamorado hasta las pelotas, Topo. Componía como los dioses ¿sabes? Y no hay chance alguna de que yo fuera amigo de alguien que quiere follarse a mi hermana.

—Joder, Kim Taehyung, que capacidad de hacer todo incómodo tienes. —ambos nos reímos un instante. Definitivamente me siento liviano. Namjoon lleva su mirada a mis manos, al álbum de Baker—. Oye ¿por eso... por eso no soportas la música?

—¿Quieres saber la verdad? Amo la música. De hecho... en sus últimos años de vida componíamos juntos. Es que no puedo evitar pensar en ella en esos instantes; cuando te veo a ti en tu ordenador, me la recuerdas mucho. Aunque era un tercio de tu tamaño e infinitamente más bonita.

Sacude la cabeza ante mi tono relajado, y hace una pausa nuevamente. Ha de estarse pensando cada palabra con cuidado. Eso también, era algo que quería evitar.

—¿No has vuelto a componer?

—Nada. A veces siento que estoy en unas largas vacaciones... y a veces temo increíblemente olvidar el camino a casa.

—Tal vez es indicio de que debes volver ya...

Mi garganta se siente como si hubiera tragado un gato. No puedo deshacerme de esa bola que la presiona cuando pienso en eso. Y otra vez vuelvo a releer las palabras de Tee.

—Aún no puedo recordarla sin sentirme miserable.

La palma de Nam se estampa en mi hombro, lo presiona con fuerza y temo levantar la vista. No porque tenga lágrimas en mis ojos, de hecho no he llorado ni una vez desde que todo sucedió. Simplemente, no estoy listo para enfrentar su mirada de pena.

—Créeme, amigo. Estarás bien. Lo sé...

Suspiro profundamente y cuando alzo la vista, observo su mano y luego su rostro, con mi sonrisa torcida. La de pringado.

—Me parece de muy mal gusto que trates de avanzar conmigo en un momento así.

—Te lo he dicho, has perdido la magia. Ya no me perturbas Taehyung.

Me río suave y él me da un golpe en el cuello, que gracias a Dios quiebra el ambiente, antes de dejarse caer en su silla de nuevo.

—Me entristece muchísimo. —digo—. Tu rostro de gay panic era mi parte favorita del día.

—Sí bueno, has abusado mucho de eso. Aunque, oye... te has conseguido un tipo con una buenas piernas hoy eh. Te vi.

—No es un tipo Topo, es Jung, la hermana de tu socio.

—Lo sé, solo quería señalar lo mucho que se parece a uno. Tiene un estilo muy... particular.

—Es genial, lo juro. Lo peor del caso es que no se entera. Me tiene flipado.

—¿Están saliendo? —la risa contenida que brota de sus labios cuando lo miro con mis mejores cejas de pervertido, me hace reír a mi también—. ¿Te la follaste?

—Naah... estoy lejos de eso. —me dejo caer la cama hasta que mi cabeza alcanza la pared—. Apenas hemos salido hoy, y de casualidad. Aunque... te soy sincero, tengo más ganas de hablar con ella por horas que de follármela.

—¿En serio?

Lo pienso un segundo.

—Vale, no. Pero si tengo las mismas ganas de hablar con ella por horas que de follármela.

—Me alivia, creí que Soyoung te había dejado con secuelas.

Me río.

—No me lo recuerdes, por Dios. Está en mi lista de momentos que deseo borrar.

Una vez más en mi día envidio el personaje de Jim Carrey en aquella película. Aunque el momento de mi vida que más deseo borrar, no tiene nada que ver con Soyoung. 

La opacidad de la casa me hace detenerme un momento antes de cerrar la puerta del apartamento a mis espaldas. Miro confundida la hora en el teléfono mientras descalzo mis zapatillas.

El camino ha sido largo. Taehyung iba a una velocidad increíblemente baja. Al principio pensé que estaba siendo considerado con mi irracional miedo. Luego, cuando las vueltas comenzaron a ser innecesarias, creí que se había perdido. Pero llevaba su semblante sereno, algo concentrado. No buscaba mis ojos en el espejo retrovisor, no tenía gesto de burla en su boca ni le interesaba mucho el entorno. No sé si disfrutaba del viaje o simplemente, se encontraba en otro sitio. Yo, por mi parte, definitivamente lo primero.

Pero a pesar de eso apenas ha pasado una hora de la media noche. Esperaba encontrarme con las luces prendidas, las discusiones de Sohee y Hoseok, los sonidos de la música desde el cuarto de Yoongi. Tal vez Hobi cocinando algo y fracasando en el intento: nuestro apartamento a la una de la madrugada de un domingo. Sin embargo, solo hay una figura en el sofá. Una que no me cuesta reconocer.

La puerta corrediza del balcón está abierta, la brisa que desliza por allí es agradable y al igual que las luces de la luna y la ciudad, su pelo claro parece también iluminar el sitio. Me ve cuando me acerco un poco, recién entonces gira su cabeza aún contra el sofá y me apunta con esos dos pequeños abismos que lleva de ojos. Y no dice nada.

Me dejo caer a su lado, aún en la oscuridad y el silencio. Apoyo los pies en la mesita de té, junto a los suyos. En esos pequeños detalles, me sorprendo. Sus pies y los míos contrastan muchísimo. A pesar de que nuestras alturas se aproximan, la diferencia de tamaños es notoria, al igual que con sus manos.

—Solo YO puedo poner los pies en MI mesa.

Al igual que con su mala leche.

—Al momento en que este mueble pasó por esa puerta —digo señalando la entrada—, es la mesa de todos, Min Yoongi. Y si no estás de acuerdo puedes llevarla a tu habitación. —cruzo una pierna sobre la otra con ahínco, pero al parecer ha dejado de interesarle el asunto en cuanto soltó sus mierdas. Me encanta—. ¿Y los chicos?

—En casa de la intrusa.

—¿Pasarán la noche allí? —me contesta "sí" con su garganta—. ¿Será que Kwon no está? —se encoge de hombros. Cinco palabras, un sonido y un gesto, es como sacarle información a un hombre de la mafia. Omertá ante todo—. No te lo he dicho aún... desapareciste al dejar el escenario.

Otra vez, gira su cabeza para verme. La diferencia ahora es que la distancia me acelera el pulso.

—¿Qué?

—Que estuviste genial. Que digo genial, fue... ¿puedo abrirte un club de fans?

Su bonita boca se pliega y evita mis ojos cuando vuelve su cabeza al frente. Min Yoongi no sólo no sabe sentirse vulnerable, tampoco sabe recibir halagos.

—No la curres en mi nombre, por favor.

—Te lo pierdes. Pero en serio, Yoongi... Woah... los tres son increíbles. Nunca había visto a Hoseok tan... feliz. Y el desertor, Kim Namjoon-

—No le llames así.

—Es asombroso. Su voz me estremeció.

—Es bueno. —dice bajito, también le cuesta DAR halagos. Me sonrío viendo su perfil, él lleva las pupilas al ángulo de sus ojos para verme, con un disimulo ineficiente, y al final suspira—. ¿Y... tu amigo?

Mi amigo.

Mis comisuras cosquillean al pensar en Taehyung.

—¿Qué con él? —se encoge de hombros—. Dilo. —chasquea su lengua y contiene una sonrisa, mientras frunce su ceño para hacer más creíble su falsa molestia—. Vamos, cobarde.

—Es jodidamente extraño.

—Amén.

Ahora sí muestra sus dientes cuando me mira, todo a la vez. Por un momento, me deslumbro.

—Va muy bien contigo.

Vale, no quiero escuchar eso de ti, Min Yoongi.

—Habló la voz de la razón. Pasas días sin dormir y solo sales a comer sobras. ¿Acaso te duchas si quiera?... raro.

—Tiene una motocicleta rosa. Con un pollo.

—Y una muy buena razón para ello. Además, estoy harta del Shelby.

—Se siente vacío sin ti.

No sé si me extraña que haya dicho eso viéndome a los ojos, o que mi pulso no se haya disparado todavía más. Sí, tengo unas ganas locas de tomar sus llenas mejillas, besar sus finos labios y probarme a mí misma que no soy... disfuncional. Pero... estoy algo decepcionada. Esperaba alguna clase de «Awww» interno, o las desconocidas mariposas en la panza frente a unas palabras tan bonitas de alguien que nunca dice ni "buenos días". Pero nada. No es más que lo mismo de siempre, una atracción innegable, pero finita.

—Josie... —baja sus ojos unos segundos y los regresa a los míos después—. Lamento lo que te dije hoy. —murmura velozmente. Pedir perdón tampoco es lo suyo, y lo entiendo, porque tampoco es lo mío. Además, joder, no lo merezco.

—Nada. Olvidemos los últimos días, ¿qué tal eh? es la mejor idea que he tenido en siglos.

Se sonríe apenas pero sé que no le ha hecho gracia. Tal vez, él no quiera olvidar lo que sea que esté viviendo.

Una vibración acompañada de una pequeña alerta se siente entre los cojines, justo entre nuestros cuerpos. Los dos rebuscamos con las manos pero son mis dedos los que dan con el aparato. En la pantalla se escribe «Jimin», seguido de un: A mí también me hubiera gustado estar allí. No fue mi intención leerlo... ¿o sí? Trato de disimular mientras se lo entrego, pero sus ojos no han pasado el hecho por alto. Toma el móvil, lee el mensaje, lo bloquea y lo lanza a su izquierda, al cuerpo vacío del sofá, mientras deja caer su cabeza en el respaldo y respira profundo.

Sus palabras de hoy temprano despiertan en mi cerebro como respuesta a mí momentáneo «¿Qué le sucede?».

"las cosas están siendo bastantes jodidas para mí, estoy confundido"

Vale, no creo poder con esto ahora mismo. La charla de hoy ya fue lo suficientemente abierta entre nosotros.

—Oye, tal vez debamos encender unas luces y —digo estirando el brazo hacia la lámpara que se encuentra en mi lado del sofá—, ¿tienes hambre? creo que aún hay algo de las sobras del medio día.

Pero antes de alcanzar la cadena del interruptor, siento su mano en mi brazo que descansa entre nosotros.

—No. —es lo único que dice, más bien susurra, y claro, me detengo.

—¿No... ? ¿"No" no quieres que encienda la luz o "No" no quieres comer sobras? Siempre comes sobras por qué no-

—Shh... calla un momento.

Podría cabrearme ahora mismo, podría hacerlo pero su gesto me deja sin tiempo para eso. Su cabeza se inclina despacio sobre mi cuerpo; antes de lograr encontrar sus ojos para buscar algún indicio de las respuestas que no me ha dado, su frente se acomoda en el hueco de mi cuello y mi mandíbula. Sus manos continúan en su regazo, parece un muñeco de trapo, descansando sobre mí. Huele un poco a alcohol y a su colonia de hombre que siempre me acojona.

Por un instante, mis manos continúan tensas. No sé qué hacer. Yoongi está... ¿buscando consuelo? Quisiera que esté avanzando conmigo pero... mmm no, no me sabe a eso. Despacio elevó mis dedos hacia su rostro y en cuanto hago contacto, deja caer más su cabeza. La acomoda en mi pecho y enreda sus brazos alrededor de mi cuerpo.

Por un momento me paralizo. Definitivamente no me equivoco pero aún así, no sé qué hacer, no sólo porque me cuesta mucho dar consuelo, sino también porque, de todas las personas en este mundo, nunca esperaría tener que dárselo a él. Min Yoongi, el chico que se ha ido de casa con dieciséis años, que se ha criado y cuidado solo. Que es asertivo, decidido y tosco, ahora está prendido de mi cintura, hundiendo su cara en mi estómago como si quisiera esconderse del mundo. Pensándolo mejor, tiene toneladas de razones para necesitar consuelo.

Mis manos recorren despacio su cabello. Es sedoso, como el de un bebé. Me lo esperaba. Doy una caricia tras otra, suaves y torpes, mientras él suspira. Siempre he querido tenerlo así de cerca, pero esta no era mi idea. Incluso me es imposible sentir nada más que preocupación. ¿Mi amigo está sufriendo en silencio? Esa idea me encoje el pecho, pero de nuevo, no sé qué hacer.

—Nunca podría hacer esto con la luz encendida. —murmura, con un tono hasta de burla.

Demoro en darle mi respuesta, si es que acaso espera alguna. La verdad, siempre la verdad es lo más sencillo:

—Puedes hacerlo incluso en medio de la avenida. Si es por mí, claro.

— Preferiría morirme, pero gracias Joonie.

—Lo voy a escribir en mi diario... Domingo 13 de Mayo: Min Yoongi me dijo Joonie.

Su cabeza se aleja de mi pecho de golpe cuando apoyándose en el sofá se incorpora de un impulso, dejándome como en un primer momento, con las manos en el aire; mientras mira mi rostro a una distancia que ocupa un nuevo récord en nuestro escueto repertorio de cercanía porque, sí, ni yo ni él somos personas de mucho "contacto".

Sus ojos más despiertos de lo normal me dicen que se ha tomado por sorpresa hasta a él mismo, y entonces suspira. Y yo miro sus labios sin pena.

—Jodida loca. —suelta, controlando su sonrisa. Se inclina nuevamente sobre mí, pero en vez de regresar a mi hombro o a mi pecho, toma mi mejilla con una mano y en la otra me deja un beso, antes de ponerse de pie—. Báñate, no sé dónde estuviste pero hiedes a caramelo.

—¡M-me lo he tomado como un halago eh! —digo en un tono elevado porque ya va camino a su cueva.

Su cuerpo se detiene y pestañeo repetidas veces tratando de descubrir que lo freno.

—Mañana. —dice y gira hacia a mí—. Mañana en la noche quiero que me acompañes a un sitio.

No he dicho que sí. Tampoco lo espera. Sigue su camino y zanja la charla con un portazo.

Mi cabeza golpea el cojín donde hace un instante se sentaba.

¿Y Jimin será...? Suspiro. ¿Acaso importa? En cierto punto, me siento culpable. Yo, muy preocupada porque las pocas esperanzas que tenía de que pasase algo entre nosotros, se redujeron ante la escena que presencié la otra noche. Mientras él, vaya saber el mundo que carga sobre sus hombros.

¿Un sitio? ¿Mañana? ¿Él y yo?

Mis pensamientos quisquillosos comienzan a ser mi propio enemigo. Ya no sé qué siento, o qué siente él. Ni siquiera entiendo porque quiero darle un nombre a cada cosa. Al final, no me equivocaba en mi ácida confesión de hoy. Parece que aún no escapo a las etiquetas.

Lejos de mis intenciones está romper sus corazones.
Espero que esto los sane:

Si les hace más daño cúlpenlo a él.

Os Loveo💕

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