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I. Conclusions; part 1


Algo que puedo decir con total certeza es que, hay cosas en la vida a las que a uno no se acostumbra nunca. El asiento trasero del Ford Shelby 67 de Hoseok, es una de ellas. La otra, la relación que surgió espontáneamente entre mi hermano y mi mejor amiga, Sohee. Tal vez con el tiempo pueda con esto último.

Empezaron a salir oficialmente hace unos dos meses. La razón de la palabra "oficialmente" es porque fueron descubiertos, y se vieron obligados a definirse. Sucedió el fin de semana de mi cumpleaños, luego de levantarme con un resacón de primera, los tacones de Sohee estaban en la puerta, y mi amiga en la cama de mi hermano.

Bendito regalo.

No quiero que se me mal entienda, no me molesta que Sohee, mi mejor amiga desde que sé lo que amigo significa, sea la primer pareja oficial de Hobi, ni al revés. Lo que me pega un poco en el ego es que ninguno de los dos me haya contado nada antes. Y lo que me da de lleno en la dignidad, es tener que viajar en el asiento trasero de este automóvil de antaño, y ceder el de adelante.

Pero se ven felices. Cada vez que Hoseok pone un cambio de marcha, porque sí, obviamente esta antigüedad está muy lejos de ser automática; ella acaricia su mano sobre la palanca. Asquerosamente romántico. Llevan otra discusión ridícula mientras nos dirigimos a la universidad, lo hacían antes de ser pareja, y no han perdido la costumbre. 

—Ya hablamos de los venenos blancos, bebé. —dice ella con ese tono dulce, pero increíblemente prepotente, que maneja a la perfección.

Me hundo en el asiento ante la «he perdido la cuenta» vez, que escucho esta conversación entre esos dos. Y cuando digo me hundo cabe aclarar que es hasta donde entran mis piernas, porque, oh sí, este lugar es endemoniadamente pequeño, mi pena y yo no estamos a gusto aquí.

Desde mi incómodo lugar de espectador, veo a Sohee mirar a Hoseok, espera su respuesta, y está decidida a darle un sermón. Si tuviera que describirla, diría que es como una sirena, preciosa hasta a la médula y capaz de lograr que hagas lo que se le ponga en ganas. Por suerte tiene un sentido de la moral muy alto, a veces exagerado, por lo que sus dulces embauques suelen ser inofensivos.

—¿Que no eran cinco? —pregunta Hobi, tan atento a ella como si fuera la primera vez que tienen esta charla.

Pienso si debo interrumpir con un repaso rápido de cada una de las respuestas, y llegar al desenlace antes de que repitan la escena. Pero no tengo ánimos. Lo cierto es que sólo he venido a clase hoy porque quedarme en casa significa correr el riesgo de cruzarme a Yoongi.

Sohee suspira y yo quisiera abrir un agujero en el vidrio a mi lado y sacar la cabeza para no volver a escuchar esto. De verdad, no entiendo por qué Ford decidió que era una buena idea poner un asiento trasero, pequeño como mis ganas de ocuparlo y sin una ventanilla para, al menos, acceder al aire.

—Sí que son cinco. La sal, el azúcar, la harina, la leche y el arroz. —dice enumerandolos con sus finos dedos de manicura nueva. Siempre lo hace en el mismo orden. Y últimamente cada que voy a tomar uno de sus "cinco venenos" su voz suena en mi cabeza y me llena de una ridícula culpa.

—¿Me estás diciendo que la cocaína no es considerada un veneno blanco? Entonces qué, ¿es mejor una línea a que un vaso de leche?

Oh, giro de acontecimientos. Esta reposición es nueva. Aprieto con fuerza mis labios cuando Sohee deja ir un pequeño chillido por la sorpresa, no quiero interrumpir su habitual discusión con una carcajada.

—Escúchame bien, bolas —Bolas, así le llama cuando Hoseok logra hacerle perder el juicio y tira por la borda a la princesa Sohee. "¿El bolas éste qué se cree?" es otra frase a la que le he perdido la cuenta—. Donde sepa que te metes esa mierda no me ves ni el pelo.

Y ahora, usa su delicado índice para apuntarle con imposición. Definitivamente esa dualidad es mi parte favorita de Sohee.

—A ver, nena, que sólo es una pregunta con un desbordante sentido común. Creo que definitivamente debería ser agregado a la lista. —Hobi se defiende con un poco de burla en su tono, mientras sosteniendo en su puño el dedo de Sohee, lo baja con suavidad.

Todo controlado.

Al final, mi amiga evita su mirada y termina lanzándole su sonrisa a la ventanilla. Pero yo sí la veo, porque aunque lo olviden, sigo en este horrible asiento trasero.

Cuando nos detenemos en la Universidad me toca ser testigo de cómo sus labios se unen con ímpetu, como si no fueran a verse por tiempo indefinido. Contengo mis ganas de recordarles que ninguno se irá a la guerra y que al final de clases se verán de nuevo. Ahora que su cachondeo a dejado de ser secreto lo explotan sin miramientos. Fantástico. Me siento como Alex DeLarge, obligada a ver eternamente como Hoseok mete la lengua en la boca Sohee. Espero que la terapia de aversión funcione conmigo.

Al final, tengo que hacer un esfuerzo increíblemente ridículo para salir de aquí, cuando mi amiga inclina hacia adelante el respaldo del copiloto.

Pronto tendrás tu auto Joonha, tranquila, viajaras como reina.

—¡Adiós, preciosas! —nos piropea mi hermano mientras hace rugir, sin intención alguna, el motor de su viejo Ford.

Sohee se vuelve hacia mí después de despedirse con su mano como una niña, y enreda su brazo en el mío.

—Muy bien... —dice clavándome sus enormes ojos miel. Es mi turno, tal parece— cuéntame.

—¿Qué cosa? —ahí está mi voz en un pitido anulando cualquier posibilidad de sonar honesta. Sí, me hago la desentendida, como si no llevara en mis hombros la pena de un mundo. Atlas es un bebé de pecho comparado conmigo ahora.

De todas formas, no sé por qué siquiera lo intento, si a la Sirena no se le cuela detalle.

—No has agregado bocado a la charla, esperaba que sueltes alguno de tus datos sumamente poco útiles. Así que... sólo voy a dedicarme a repetirlo hasta que lo hagas, tú decides cuantas veces quieres oírlo: CUÉNTAME.

Está bien, decido que dos han sido suficiente, gracias.

Respiro hondo, y sólo suelto aquel nombre.

—Yoongi.

—Daah... eso ya lo sabía. Si hubiera sido por tus padres tus cejas estarían así: —dice imitando un gesto, con el cual, no estoy para nada de acuerdo. Pero lo haga o no, lo cierto es que me lee muy bien— pero no estás cabreada, estás triste. Eso significa Yoongi de aquí a la troposfera.

—¿Sabes que la troposfera está considerablemente cerca? Algo así como unos diez kilómetros.

—¿Sabes que no puede importarme menos?... Suelta tu mierda, vamos... estás así desde que llegaste anoche. Incluso cuando Yoongi llego te encerraste en tu habitación, ¿ha pasado algo, Joonie?

Vaya, Sohee si que es increíble, y aunque la lengua de mi hermano en su boca es otra de esas cosas a las que me cuesta acostumbrarme, estoy realmente conforme, más bien diría feliz, de tenerla en mi vida.

Aunque la fascinación momentánea por mi amiga se ahoga en una punzada directo en mi estómago, cuando la charla me hace revivir la escena de anoche y el ineludible bucles de pensamientos en el que he caído.

—Bueno... —digo llevando los ojos a mis pies. Ya, mejor lo suelto—. Anoche vi a Yoongi besando a alguien.

—Oh...

Sohee se detiene de golpe en el camino de adoquines que serpentea atravesando la uni, frenándome también, y no puedo evitar burlarme de todo esto porque su gesto de compasión no es ni la mitad de fuerte de lo que será su sorpresa cuando termine mi relato.

—Con... un chico.

—¡OH! —lleva sus finos dedos a su boca para cubrirla ante la sorpresa.

Y al final, me río. No es que sea masoquista, pero de pronto mi increíble pena me parece absurdamente divertida.

Por una parte me alegra que mi amiga se vea tan sorprendida como yo lo estuve anoche, porque eso quiere decir que no soy la única que no había notado que Min Yoongi, es probablemente gay.

—Voy a matar a tu hermano. —dice mirando a la nada, como si un invisible camino de pensamiento la hubiera hecho concluir que esa era la mejor opción—. ¿Cómo nunca me lo dijo?

—¿Qué esperabas, So? Algo así como: "Hola preciosa, ¿qué quieres cenar hoy? Por cierto, mi amigo Min Yoongi prefiere los penes a las vaginas". Tal vez ni siquiera él lo sabe.

—Oh no, créeme que el bolas lo sabe. Su amistad con Yoongi es hasta... perturbadora. —dice y da un pequeño respingo, como si le hubiera causado escozor.

La verdad, su amistad con Min Yoongi es una cuasi hermandad. Y también me siento muy agradecida de su existencia porque, además de ser increíble-etérea-y-abrumadoramente precioso (y que nunca me escuche decirle precioso porque definitivamente sería mi fin), ha sabido ayudar a Hobi como yo no fui capaz.

Hace un par de años, cuando Hoseok vino a la capital para comenzar sus estudios de literatura, cayó en una depresión que prefiero no recordar, porque era horrible verlo lucir como un ente y ni siquiera ser capaz de llegar a él o deducir la razón.

Por suerte Min Yoongi apareció en su vida, con su música y sus ideas de que uno debe hacer lo que ama, y así ha sacado adelante a Hobi, quien al final se estaba ahogando en una carrera que no disfrutaba por culpa del Rector Jung (dícese también: Mi padre).

Nunca pude servirle de mucho a mi hermano, no comprendía su situación por dos sencillas cuestiones: hace un tiempo ha dejado de importarme lo que piensen de mí, incluso mis padres; y la Historia y yo nos llevamos de maravilla. Supongo que esto último lo he heredado -aunque me cueste admitirlo-, de Jung, el Rector de la Universidad de Gwangju, doctorado en Historia y al que, por supuesto, no le agrada para nada Min Yoongi.

Pero, además de la valiente forma de vida que ha contagiado a Hoseok, hay algo más con Yoongi que lo hace ser el (muy poco conveniente) hombre de mis sueños. Y es que Min Yoongi me pone como nadie. Literalmente, COMO NADIE.

Y eso es importantísimo porque, aquí la confesión más triste que he de hacer: Nunca, jamás, me he excitado lo suficiente. Básicamente, desconozco lo que es tener un orgasmo.

Podría ser incapaz de silbar, o hacer el saludo Vulcano, o caminar y aplaudir a la vez, pero no. Me ha tocado no alcanzar el clímax. Es como que te digan que nunca, jamás, podrás ir a Disneyland. Ni Euro Disney. Ni Disney Tokyo. Nada.

Pero Yoongi me hace creer que eso puede cambiar. Que solo me he cruzado con inútiles en mi vida, o tipos con los que simplemente nunca conecté. Dos, para ser exacta, y con los que me hizo falta una cantidad agobiante de lubricante e incomodidad. Y ni así me han provocado lo que Yoongi logra sólo por estar cerca.

Sohee me mira con compasión mientras mi ceño se frunce despacio y sin mi permiso. Asumo ha recordado las veces que le hablé de cómo y cuánto, me gustaba Yoongi.

—Bueno, Joonie, tal vez sólo fue curiosidad o juegue para los dos bandos. No te apresures en las conclusiones ¿está bien? —se acerca a mí con una sonrisa paciente, y acomoda los cortos mechones de mi cabello sobre mi frente.

Y cuando la veo por el rabillo del ojo, estoy a punto de esquivar su tacto para evitar lo que al final, sucede de todas maneras.

Unos ridículos vitoreos acompañados de unas, infinitamente, molestas risillas.

Kim Soyoung y sus amigas.

Por un segundo quiero retarme a mí misma, porque nunca me ha incomodado que Sohee fuera más pegajosa que una lapa (algo en lo que sí coincide con Hoseok), pero desde que entramos a la universidad el año pasado, las burlas de parte de esas chicas hacia mí, me han comenzado a afectar más de lo que me gustaría admitir.

Despeino mi flequillo, molesta conmigo, mientras mi amiga incendia los cuerpos a la distancia sólo con su penetrante mirada.

Pasa de una sirena a una harpía en segundos. La admiro.

No voy a decir que esto es nuevo para mí, que nunca me había sucedido. La verdad he sido cuestionada incansablemente desde mis años de instituto, cuando todo comenzó. "Los adolescentes se vuelven crueles e inestables" me decía mi hermano cuando intentaba consolarme, aunque en realidad mi postura hacia todo este asunto era tan concisa y certera para mí, que aquello no me afectaba demasiado.

Lo que sí me perturba ahora, es descubrir que Hoseok se equivocaba. Los adolescentes no se vuelven crueles e inestables, las personas lo hacen. Porque aún a mis veintiún años, sigo presenciando esas cosas.

Lo cierto es que no hay nada que deba importarme menos. No voy a preocuparme por desmentir las ideas de cuatro chicas, ni a dejar crecer mi cabello, ni a vestir distinto, y no voy a, nunca más, esquivar las chiclosas demostraciones de afecto de mi amiga, no voy a darle ese gusto a nadie. No, no y no.

Y una vez más me río, me río algo fuerte, y Sohee me ve desconcertada.

—Oye, ¿no es algo gracioso que crean que me van las chicas, y que Min Yoongi me ponga así cuando probablemente es gay?... ¿Y si tal vez me van? Y de una manera muy, muy retorcida, mi forma de darme cuenta de eso es sintiéndome así por él... woow—con mis manos hago un gesto de "me ha volado la cabeza", pero Sohee no parece pensar igual mientras cruza los brazos sobre su pecho.

—Joonha, ¿quieres comerme el coño?

—¡Sohee por Dios! No, gracias.

—¿Ves? Al parecer las pollas son lo tuyo, y ahora estamos llegando tarde, debo irme a clase y tú también.

—¿Puedes usar las palabras vagina y pene? Sabes que no me gust-

—Adiós, bebé.

Por supuesto, no me deja terminar la frase, y se marcha sacudiendo sus deditos como saludo.

Y yo tomo aire, profundamente, y me dirijo a clases. Tengo dos horas de Antropología Contemporánea y, oh sí, tengo que devanarme los sesos pensando en Min Yoongi todo lo que queda de mi día, o tal vez, de mi vida.

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