Bonus: All I Want for Christmas;
—Por favor, no me digas que tienes un perro ahí dentro. —ruego apretando su mano, que continúa jalándome con entusiasmo por el corredero de su residencia en dirección a su habitación, mientras yo trato de quitarme al paso su bufanda de mi cuello.
Cuando se detiene de golpe frente a su puerta y toma el pestillo con su mano libre, deja de hacer ese redoble de tambores extraños que comenzó a salir de su boca desde que pusimos un pie en las escaleras; su sonrisita traviesa se extingue en uno de esos gestos serios que siguen logrando que mi estómago se ponga de cabeza, igual que lo ha hecho su semblante reaccionando a mi pedido.
—Joonie, sé que no te gustan los perros, tranquila. —dice solemne, hasta casi ofendido, y yo suspiro, porque ha logrado ponerme ansiosa—. Por eso lo he sacado al balcón. —agrega y abre de golpe su habitación.
—¡Taehyung no me... ! —pero antes de que pueda comenzar a quejarme incrédula y temerosa, da dos zancadas dentro, hasta su escritorio, donde toma una caja que luego me extiende diciendo "¡Taraaan!" Hoy está de lo más musicalizador.
Es una caja de cartón sencilla encintada con cuidado. Me quito los guantes antes de tomarla y volver a buscar sus ojos. Él me alienta como siempre, elevando sus cejas oscuras con gracia. Encima de las solapas cerradas hay una nota adherida con un sticker de Santa, y en una caligrafía delicada dice: "Para Tae y Joonie, de mamá y papá".
—¿Te lo puedes creer? Santa no nos ha dejado ni carbón y mis padres tuvieron que hacerse cargo del regalo. —dice serio, luego de chasquear su lengua y sacudir su cabeza.
No puedo contener la sonrisa que me invade el rostro ni la repentina melancolía que amenaza mis ojos, cuando observo de nuevo el paquete antes subir a su mirada, brillante como siempre, emocionada y traviesa. Termino por sentarme en su cama mientras le respondo.
—Supongo que no hemos sido tan buenos niños.
—¿Se habrá enterado Santa del polvo en el baño del Unplugged? —sus dedos índice y pulgar se calzan en su mentón en un falso gesto de concentración; yo me río y le lanzo una pobre patadita que no le alcanza—. Anda cari, ¡comienza abrir eso de una vez! ¿Sabes el esfuerzo que he tenido que hacer para esperarte? —me apura, mientras es él quien se deshace de su chaqueta y la lanza a la cama de Nam.
—Espera... no hay perro ¿verdad? —digo señalando el balcón con mi mentón.
—Te quiero tres mil, Jungsie, pero que sepas no tengo un perro aquí solo por reglas de Seokjin.
Me da igual si es por Seokjin o por alguna religión extraña, suspiró aliviada al oír eso y me concentro en abrir la caja. Me cuesta un montón encontrar el extremo de la cinta adhesiva con mi uña, y cuando doy con él, me cuesta otro tanto lograr despegarlo. El suspiro de Tae me hace alzar la vista, se ha hincado frente a mí y muerde aplastantemente su labio inferior con sus ojos bonitos fijos a la caja.
—Ay ya... hazlo tú antes de que tu mirada me perfore los dedos. —y no termino siquiera de pronunciar aquello cuando suelta un "Vale" veloz y toma la caja en sus manos.
Otra vez, me río cuando se deja caer en su culo en medio del cuarto, y con sus manotas abre la cinta de un tirón seco.
Por las solapas no logro ver bien lo que hay pero Taehyung se toma un momento observando dentro, con un gesto confundido, antes de meter sus manos allí y sacar nuestro regalo. O uno de ellos. Es un jersey de punto muy grueso y un rojo rabioso. Lo eleva a la altura de su cabeza y aunque ya no puedo ver su rostro, oigo su garganta crujir en una risa al otro lado de la prenda.
—¿Qué, qué? —pregunto removiéndome para hacer contacto visual.
Cuando lo gira enseñándome el frente, una "J" gigante y de un amarillo sol me parte los ojos.
—Asumo que este es tuyo, Jungsie. —dice y vuelve a carcajear, aunque a mí me cuesta sonreír cuando sostengo el jersey en mi regazo—. En serio, ¿qué pensaba esta mujer? No debí regalarle esa enciclopedia de tejido. Es que yo solo quería una bufanda. Debí haberla quemado luego de la bufanda... —Taehyung sigue hablando y aunque quisiera seguirle el hilo no puedo concentrarme ahora mismo, mientras mis dedos pasean sobre la lana amarilla y su unión con la roja, que tiene tanto esmero que hace que la garganta se me anude igual que los puntos bajo mis dedos—. ¿Joonie?
Los ojos de Tae están a un ápice de los míos cuando elevo la cabeza; parece haberse arrastrado hasta mí luego de colgar su jersey en su hombro. El suyo es verde, verde navidad.
—¿Tiene una "T" al frente? —murmuro sin intención. Tae ajusta su expresivo entrecejo y asiente, como si a la vez tratara de dilucidar qué me sucede, y hasta siento ganas de pedirle que lo logre, porque no entiendo mucho que es esta amargura que de pronto me inundado el cuerpo como si fluyera por mis venas—. ¿Amarilla también?
—Blanca. —dice, estirando sus dedos y despejando, como siempre hace, el fleco de mi rostro, acomodándolo tras mi oreja.
Con un esfuerzo agotador logro torcer una comisura.
—Tu mamá sabe combinar colores. —agrego bajando la vista, porque me hace sentir desnuda cuando ve de esa forma dentro de mí.
—No creo que eso sea motivo para estar triste. —dice, mientras su mano entra en mi campo de visión, cuando enreda sus dedos largos en los míos sobre mis piernas y juega con ellos como distraído—. ¿Por qué no le devuelves la llamada a tu mamá esta noche? —ahora murmura él.
Y como si hubiera dado con un interruptor, la sensación de angustia decanta en una clara razón cuando le escucho decir eso. No sé si es por esto que le adoro; que sepa leerme incluso cuando yo misma no logro descifrarme. O tal vez sea la modesta forma en que deja ver ese talento suyo, y cómo siempre lo utiliza con delicadeza.
Mientras continúa acariciando el dorso de mi mano acepto lo que es.
No he hablado con mis padres desde aquella fatídica noche. Y he de confesar, que he sido yo quien se resiste, he estado totalmente negada a lo que quieran decirme las veces que han intentado entablar comunicación. Mamá ha llamado cada viernes a la tarde, igual que lo hacía antes, pero no he cogido ni una sola vez el teléfono. Incluso Hobi ha vuelto a hablar con ellos. Pero yo no logro dar ese paso.
Y todo lo que este jersey simboliza es de alguna forma es lo que jamás he sentido. Pero no puedo, no quiero, he llegado muy lejos, por mi propia cuenta, como para dejarme vencer por la melancolía.
—No hace falta. —le respondo, y vuelvo a ver sus ojos, soltando su mano y sosteniendo sus mejillas en mis palmas para hacerme de sus labios.
Le beso con fuerza cerrando mis ojos con la misma intensidad. Y no los abro cuando separamos nuestros labios pero unimos nuestras frentes. Sigue sentado en el suelo frente a mí con uno de sus brazos descansando en mi regazo y su otra mano sosteniendo mi nuca; deja unos besos más suaves mientras aún no logro ahogar esta sensación y abrir los ojos otra vez.
—Hoy es nochebuena, no sería un mal momento. —murmura, antes de dejarme otro beso ligero, como si quisiera alivianar el tema.
Y entonces abro los ojos, me alejo un poco y acomodo mi garganta, dispuesta a quitarle hierro al asunto, antes de que esto se torne una espina más grande.
—La nochebuena no es más que una trampa del sistema para que te dejes envolver en cosas que no sientes y gastes dinero que no tienes. —digo elevando mis cejas.
Él suspira y mastica juguetón su labio, como si estuviera pensándose "¿qué debería hacer contigo?" Y dejando, para mi suerte, el tema anterior de lado.
—¿Y por eso vas a reunirte en el Unplugged conmigo y los demás para celebrar? —pregunta desafiante.
Atrapada. Ahora soy yo quien suspira, totalmente exagerado.
—Es que a veces soy súper básica. —digo, y aunque quiera disimularlo, se ríe.
—Me gusta la Jungsie básica. —acota él, con orgullo; su nariz de nuevo roza la mía tonteando.
—¿Sólo esa Jungsie? —respondo yo, enredando mis brazos en su cuello, acariciando el cabello de su nuca, volviendo a acercar nuestras bocas.
De a poco la pena se oculta en lo más profundo de mí, proporcional a la creciente cercanía de nuestros cuerpos. Y cuando le lanzo otro beso corto, veo el instante justo en el que el rostro de Taehyung, cambia a su modo tren bala. Sus ojos brillan; su sonrisa de listillo le tuerce las facciones y acomoda su cuerpo, poniéndose sobre sus rodillas, filtrándose un poco entre las mías, cual niño mesmerizado tras el flautista, sus ojos no se alejan de mis labios y su cuerpo no deja de intentar estar más cerca. Mi novio es lo más bonito y cachondo que he visto en mi vida.
—Joder, todas. Si me salieses ahora con alguna conspiración del neoliberalismo: podría follarte aquí mismo. —dice y me besa en los labios mientras yo me río.
—¿Has oído alguna vez de la conspiración araña? —murmuro sobre su boca.
—Ya está, te lo has buscado.
Otra vez presiona su beso sobre mi nueva carcajada y logra separar mis piernas con un movimiento de sus caderas; escurriéndose allí, pasa su mano por mis glúteos, entre su cama y mi culo, y de un movimiento limpio logra pegar mi pelvis a la suya. El impacto hace que se me extinga la risa y trate de seguirle el vaivén a su lengua exploradora, pero cuando su mano deja mi nuca y aparece en mi entrepierna apretando mi sexo sobre los vaqueros, termino por suspirar perdiéndole de nuevo el ritmo.
—Estábamos... de pasada, ¿recuerdas? Ibas a... llevarme al museo. —ronroneo, aprovechando que ha dejado mis labios para besar la línea de mi mandíbula.
Tae gruñe contra mi cuello.
—¿Quién es el mierdas que va a un museo en nochebuena? —dice indignado, afianzando su agarre en mi entrepierna, haciendo que me contraiga.
—Aún no es... noche... —suspiro, y él levanta su cabeza de mi clavícula para verme a los ojos, a punto de hacer una rabieta—. Debo ir.
—Tu trabajo es la causa del cincuenta porciento de las interrupciones de nuestros polvos. —afirma, antes de volver a darme un beso, esta vez más casto, y deslizar su mano fuera de mi coño.
Vuelve acomodarme la chaqueta que me ha dejado hecha un desastre, mientras yo pregunto curiosa y divertida:
—¿Cuál es el otro cincuenta?
—Obviamente es-
—¡Hombre! tienes que ver lo que he conseguido. –Kim Namjoon aparece escopeteado por la puerta con una emoción palpable en su rostro y una... ¿planta? bajo su brazo, a la vez que descalza sus botas, hasta que sus ojos dando con los míos lo hacen detenerse de golpe—. Oh, lo siento. —dice y baja la vista, como si estuviéramos desnudos, aunque en realidad no hay nada comprometedor en la escena. Amaga a irse por donde ha venido, aún descalzo, y al final se detiene—. Habíamos quedado en que colgarías una calceta. —agrega, extendiendo su dedo acusatorio hacia Tae.
—Me dijiste ayer que te volvías a Ilsan. —Taehyung acomoda sin disimular su erección mientras se pone de pie, y mis mejillas adquieren el color del jersey que aún tengo sobre mi regazo, cuando entiendo que mis rollos con Taehyung se basa en una serie de códigos que incluyen calcetines—. ¿Y por que coño tienes una planta?
—Es que... —sospechosamente, Nam acomoda su garganta y se para recto—. Hubo un cambio de planes. Y esto no es una planta es un-
—¡Es un abeto! —me doy cuenta luego de observarlo detenidamente—. Qué bonito.
—Eso. —coincide Nam.
Cuando me acerco a acariciar sus rama Taehyung frunce el ceño viéndonos a uno y otro.
—Es un tipo de pino, los que se usan normalmente para decoración navideña.
—¿Has tomado los créditos extra de botánica? —pregunta Namjoon, algo emocionado.
—El semestre pasado.
—Pobre de mí. —murmura Tae, y yo suspiro divertida.
—Entonces tienen árbol navideño en la resi. Qué guay. ¿No van a decorarlo?
Los ojos de Namjoon se iluminan y como si temiera perder su imagen de hombretón insensible, vuelve a acomodar su garganta y tragarse la ilusión, antes de decir:
—No sé, ¿deberíamos?
—Por supuesto. —se apresura mi chico—. ¿Alguna vez le he enseñado mi talento para las guirnaldas de papel?
Yo me río y él me ve ofendido.
—Tendré que verlo después. —digo acercándome, dejándole un rápido beso en la mejilla—. Me pido un taxi, Namjoon necesita tus guirnaldas y hace demasiado frío para tu scooter.
—¿Estás segura?
—Segurísima. —no dudo, y le sonrío a Namjoon como saludo antes de tomar los guantes y la bufanda de Tae y dirigirme a la puerta. Siento su mano cálida en mi cintura cuando llego al umbral—. Te veo en un rato. ¿Me recoges en casa?
Él asiente pensativo, escudriñando en los rincones de mi rostro como más temprano, y me acerco a darle otro beso, esta vez el definitivo, antes de darme la vuelta y dirigirme a las escaleras.
—Joonie... —me llama, con medio cuerpo aún asomando fuera—. En-encontrémonos en la cafetería mejor. —dice serio. Sospechoso—. ¿A las... siete? —agrega, luego de ver la hora en su móvil.
—O-Okay...
El carmesí de su labio inferior queda teñido de blanco, pero Sohee no se percata, de hecho lleva los ojos cerrados como si así pudiera saborear mejor el trozo de pastel que se ha embuchado de golpe.
—Creí que estabas haciendo dieta, Kwon. —digo llevando la caña a mi boca, tratando de ocultar la sonrisa mientras sorbo mi submarino.
Sus ojos se abren de golpe, su ceño cae aplastante sobre ellos y me clava la vista como si estuviera maldiciendo mi descendencia completa. Kwon Sohee es increíblemente divertida, aunque no de la forma que ella cree. Traga el buche antes de decirme:
—¿Qué eres? ¿La voz de mi conciencia? —y pasa su lengua por fuera en busca de ese poquito de crema que había perdido—. Esta es la dieta de nochebuena. —dice señalándome con la cuchara y bajando la vista al platillo otra vez, para volver a cortar un trozo—. Esa mierda de los líquidos no era para mí.
—Pues enhorabuena. Entonces... ¿Qué dices?
—Digo que no.
Mientras corta una porción de la fresa gigante que le ha tocado, repaso su sentencia pestañeando un par de veces, porque no me lo creo.
—¿No? ¿Por qué no?
Tal vez llamarla de urgencia para encontrarnos aquí y soltárselo todo directamente, no ha sido una buena estrategia. Además, no parece tan preocupada por el asunto como yo, o será que ahoga su ansiedad en la comida, porque su siguiente respuesta es con la boca llena.
—Porque Joonie va cortarnos las cabezas y no es un bonito día para mogollones —dice, y por fin traga—. Sabes que hoy es nochebuena ¿no? BUENA.
Saco la caña de mi boca y alejo el vaso, dispuesto a que me preste atención, incluso me inclino sobre la mesa, no es que quiera intimidarla, más bien quiero que esté en mi misma sintonía.
—Sohee, dame el pastel. —le pido, y otra vez su mirada caramelo se vuelve la de una bruja. Pero supongo que la mía, esta vez, impone más. Porque suspira profundo antes de meterse otra pieza a la boca, empujar el plato y cruzar sobre su pecho el sacón afelpado que lleva puesto, como diciendo "Vale, pesado, te escucho". Mi cuñado sí que tiene huevos para sobrevivir a esta chica—. Hoseok ha vuelto a hablar con su madre desde hace un par de semanas ¿cierto?
—Cierto. —responde ella, ahora, más seria y concentrada.
—Joonie... me lo contó una noche.
—¿Y eso qué?
—Me despertó a las dos de la madrugada para decírmelo. Lo cual significa que...
—Le estaba quitando el sueño. —ahora sus brazos se caen, como si bajara la guardia, como si esa verdad le hubiese hecho perder las fuerzas. Su ceño se frunce de nuevo pero esta vez con un dejo de pena.
—Así es. Además, el otro día estaba escuchando su disco de Radiohead. Y hoy, casi se echa a llorar porque mi madre nos ha enviado unos jerseys.
—¿Radiohead? ¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Lo estoy haciendo. —suspiro cuando por fin, Sohee luce tan preocupada como yo—. Siento que está tan herida que eso le impiden dar el paso, pero no está haciendo más que agrandar el daño... Apuesto a que Hoseok se ha sentido mejor desde entonces.
Sohee hace una mueca con su comisura y baja la vista a la mesa.
—Bueno, si, ha estado menos estresado estos días.
—¿Ves? Y no me parece nada justo que tú que quedes con el hermano sano y yo con el convaleciente.
Mi amiga se ríe, sin muchas ganas porque sé que esto que acabo de soltarle le ha cambiado el día. Se acerca a la mesa y apoya sus manos sobre ella, observándolas pensativa.
—No me di cuenta que Joonie estuviera pasándola mal, soy una amiga de mierda. —su frente cae sobre sus manos en la mesa.
—Eh, nada de eso. —digo empujando de nuevo el pastel hacia ella. Cuando siente el platillo contra su brazo se irgue y vuelve a comer, esta vez más despacio, como si estuviera consolandose—. Es que nuestra chica tiene una coraza difícil de roer.
—Es una pringada, Taehyung. —dice con la boca llena.
—También. —me río yo—. Entonces ¿qué te parece? ¿Me das el número?
Esta vez le dejo terminar su pastel en silencio porque sé que lo está pensando.
—Vale. —suelta bajito, reticente, a la vez que apoya con delicadeza la cuchara en el plato. Quita el móvil de su bolsillo y teclea un momento, y cuando el mío vibra en mis pantalones, comienzo a ponerme ansioso—. ¿Qué le dirás? —pregunta seria, viéndome con concentración.
—Dejemos que el destino lo decida. —respondo yo, quitando el teléfono de mi bolsillo. Antes de llamar vuelo a verla un instante—. ¿Te quedas?
Sohee suspira, como si le pareciera un pesado, pero es evidente que está exagerando.
—No voy a dejar que la cagues sólo.
—Por favor, si comienzo a desvariar te doy el permiso de reventarlo en el suelo.
—Hecho. —sonríe temiblemente.
Las calles están inundadas de familias y parejas, con sus brazos trenzados como enredaderas y sonrisas igual de brillantes que las redes de luces que cubren las peatonales. De camino a mi encuentro con Tae trato de contagiarme con alguno de esos gestos, pero duran en mi rostro lo mismo que permanecen en mi vista, porque no puedo negarlo, la pieza faltante en mi vida ha comenzado a aumentar su peso ensombreciendo mis ánimos.
Hundo la nariz en el calor de su bufanda, esa mezcla de avena y miel, de aroma a casa, y aprieto el paso porque quiero verle ya mismo, porque necesito de esa habilidad suya de hacer que nada se siente tan terrible.
Cuando estoy cerca de la plaza frente al café, quito el móvil de mi bolsillo y marco su número.
Para mi sorpresa, apenas suena una vez.
—Joonie...
—¿Estás aquí ya? —pregunto deteniéndome bajo una farola.
—Cari, prométeme que tú cabreo no te hará tomar decisiones repentinas.
¿Qué?
—¿De qué hablas, Taehyung? ¿Qué has... ?
—Joonha.
Joder, no puede ser.
Me toma unos cuantos segundos despegar el teléfono de mi oreja. Taehyung agrega algo como "Quiero verte feliz" pero no le contesto. Sólo bajo el móvil y cuelgo la llamada, clavando la vista en mis pies, porque el no saber qué sucederá de ahora en más ha dejado en mi estómago un abismo de nerviosismo.
—Yo sólo... ¿Cómo has estado? —dice la voz de mi madre, que aunque puedo reconocer tiene un color diferente, una emoción que no identifico. Antes siquiera de que logre hacerlo, o decidir al menos mi siguiente palabra, mi madre se interpone entre mis botas y mis ojos. Su mano, que no he sentido desde pequeña, levanta mi mentón con una delicadeza que no he recibido jamás. Sus ojos negros como dos pozos lucen espejados y míseros—. Por favor, hablemos. —dice, e intenta sonreír, pero en lugar de hacerlo con la falsedad que siempre se ha manejado, su mueca denota una vergüenza que me descoloca.
Sentadas a la mesa que debía ocupar con Tae, revuelvo mi café. Cinco de azúcar. Un consuelo muy tonto para un momento tan tenso. Mamá no ha quitado la vista de su té, sus manos firmes sobre la porcelana.
—¿Él... te llamo?
—Así es. Él es...
—Mi novio. —completo. Y para mi sorpresa, se sonríe suave—. Aún lo es... o eso creo. —murmuro, porque Taehyung me debe una explicación.
Mi madre suspira sonoramente.
—Joonha, ¿puedes ayudarme? —dice, y el rostro se me contrae. Una preocupación repentina me hace elevar la cabeza y buscar comprender su pena, ¿de qué va todo esto? Pero ella vuelve a sonreírme, dejándome más confusa—. Enséñame... —se toma una pausa y traga duro, como si pronunciar aquello le pareciera inverosímil y tan necesario a la vez—, enséñame a comprender que hemos hecho mal. Pero no me alejes, por favor. —su voz se quiebra y aprieta sus labios algo curtidos; el hueco en mi estómago se vuelve más llano y mis ojos se resienten oprimidos por un llanto, uno infantil, impulsivo y caprichoso, que controlo a duras penas. Igual que mis ganas de soltárselo todo esta vez, con premeditación.
Mierda. Aún no estoy seguro de que esto haya sido lo mejor.
Aprieto los puños en mi chaqueta, que están tan gélidos que podrían estallar como hielo seco.
Estoy aquí desde las siete, la misma hora que quedamos en el café, esperando como espantapájaros fijo en la puerta del nuevo -aunque bastante viejo- apartamento que comparte con su hermano, sentado en el último peldaño de las escaleras exterior del dúplex y con la vista adherida a los pies de ésta. Deseando que se aparezca.
Conozco a Jungsie lo suficiente como para saber una cosa: vendrá directo a su casa a sobrepensar lo que ha sucedido, sea un buen desenlace o no.
Por eso no me extraña cuando se detiene al final de los escalones, con las manos en los bolsillos de su saco de paño azul. Joder, espero que haya sido bueno. Clava sus ojos en los míos; me cuesta leerla de inmediato. No puedo ver su boca porque lleva medio rostro escondido tras su bufanda. Mi bufanda. Pero aún así me pongo de pie escopetado, para sentir el hormigueo de mi congelado culo.
Sus hombros descienden, como si acabase de exhalar, antes de comenzar a subir los escalones. Y yo muevo mis pies dentro de mis botas, para recuperar la circulación y también, porque estoy que me cago por saber su reacción.
Cuando se detiene de cara a mí, a una distancia muy íntima, sus ojos filosos pasean entre los míos. Ninguno de los dos dice nada, aunque lo cierto es que tengo miles de palabras agolpándose en mi garganta. Pero le cedo los honores, limitándome a elevar mi dedo índice para colgarlo del borde de nuestra bufanda y descenderla un poco, lo suficiente para ver su rostro completo, porque me parece una herejía que no me lo enseñe.
La lana descubre su boca rojiza y llena, y Jungsie aprieta sus labios, con esfuerzo contiene un gesto que ya conozco.
—Me debes una. —murmura.
Y mi alma vuelve a ocuparme el cuerpo. Bien hecho, Kim Taehyung, no has vuelto a ser soltero.
Ahora que el tono de su voz me da permiso, escurro mis dedos entre su mandíbula, el cabello que ya le alcanza el cuello, y la bufanda, con las dos manos. Con toda la adoración que me cabe sostengo el rostro de la chica más estupenda de este planeta.
—¿Sabes que eres las chica más estupenda de este planeta? Porque acabo de darme cuenta.
Jungsie se ríe, su aliento cálido me entibia los labios y nariz, como nubes de felicidad dándome en la cara.
—Que seas un adulador no va a salvarte de esta. —dice, y al fin, quita sus manos de sus bolsillos para enredarlas en mi cuello, donde deben ir.
Despacio rozo mi rostro contra el suyo.
—¿No estás molesta? —susurro.
—Sólo porque has tenido la suerte de que el camino a casa es largo. —me responde, y aunque tiene un dejo de amenaza en la voz, me devuelve las caricias con sus mejillas—. Quise matarte mil veces en mis adentros. —Ya no es un dejo sino amenazas puras. Me río bajo contra el perfume avainillado de su cuello—. Pero... he concluido otra cosa.
—¿Que soy muy guapo para morir? ¿Que el mundo perdería un gran valor? —pregunto levantando de golpe mi cabeza.
Se ríe apenas de nuevo y demora demasiado en contestar. En lugar de eso me observa con los restos de su sonrisa torciéndole el gesto.
—Que mi vida es mucho mejor contigo en ella. —sus labios están sobre los míos apenas termina de hablar. Y para que sepa que me siento exactamente igual, le correspondo, en un beso torpe, casto y gélido—. Aunque me hayas mentido. —sentencia con una repentina seriedad fingida.
—Pero, ¿ha funcionado? ¿Han logrado hablar?... dime cómo estás. —buscando yo mismo la respuesta, sostengo sus mejillas y alejo apenas nuestros rostros para tener su visión completa.
Sus manos pequeñas se trenzan en las mías.
—Estoy... más liviana. —suspira, haciéndolo obvio—. Mamá estaba muy receptiva. No sé que le has dicho para que venga a mi en esos términos, tampoco si lo ha comprendido del todo pero, ha dado el paso ¿sabes? Hoy pude sentirla un poco más como... mamá. —dice, y el gesto se le ilumina, de tal manera que necesito apretarla con fuerza contra mí, hasta el límite de lo posible, hasta lograr que sea parte de mi cuerpo—. Gracias, supongo. —murmura desde el interior del nudo de mis brazos, luego eleva la cabeza en un respingo—. Mierda, estoy agradeciéndote por mentirme, ¿es esto un camino sin retorno?
—Jungsie, yo soy un camino sin retorno completo, cariño. Haberte dado cuenta antes.
Vuelve a reír, esta vez sin ataduras y fundiendo el final de su carcajada en mi boca; va y viene en varios besos como un pajarito picoteandome los labios y sin desprender sus ojos negros de los míos. Mis manos bajan a su cintura, escabulléndose dentro de su abrigo, buscando calidez, de esa que sólo logra darme su cuerpo.
Y en un dos por tres: terminamos devorándonos los labios en el umbral de su apartamento. Tenemos la habilidad de ascender de un uno a un cien en segundos. Su saliva me entibia la boca y los alrededores cuando ajusta más el agarre de sus brazos sobre mis hombros; su lengua juguetea pausada con la mía. Los chasquidos de nuestros labios se pierden en la noche y mi cabeza va detrás de ellos, totalmente embebido en sus besos, en su cuerpo contra el mío. Por eso es que gruño confundido cuando se separa, y mi miembro presenta también su queja, apretado en mis pantalones. Porque su habilidad es ir de uno a mil.
—¿Y si vamos dentro y te lo cuento todo?
—Ajá... —no sé a qué asiento ya, porque sólo logro ver su boca húmeda y pensar en por qué no continúa en la mía.
Jungsie vuelve a soltar una risita aireada y busco sus ojos, confundido.
—Vale. Primero necesito devolverte el favor de navidad. —dice.
—¿Y eso? ¿Puede ser dentro? Porque voy a perder los huevos del frío, no querrás quedarte sin herencia.
—¡Taehyung! —su gesto se contrae de esa forma que me encanta, mientras aleja su cabeza y al final, suspira—, vamos, no puedo dártelo aquí fuera de todas formas, moriríamos de hipotermia. O peor: terminaríamos presos por atentado violento al pudor.
Pestañeó repetidamente, como si eso me ayudara a terminar de formar la idea.
—Dios mío, Jungsie, ¿acaso vas a regalarme un polvazo? —acentuó la última palabra cerrando mis ojos y acompañándola de un leve cabeceo.
Aún en la penumbra de la noche veo sus mejillas tornarse de un rojo intenso, y sé que éste nada tiene que ver con el frío.
Muerde su labio lleno antes de decirme:
—Uno sin interrupciones. Hoseok está en el bar ya.
—Ajá, esperando por nosotros. Qué niña mala eres. Muy, muy mala.
Esta vez soy yo quien se zambulle en sus labios sonriendo, como chiquillo rasgando la envoltura de sus regalos, le ataco dispuesto a no dejar nada, a la vez que retrocedo, porque sus manos filtrándose en mi pecho y hombros así lo quieren. Mientras deja mi boca en un chasquido para buscar sus llaves, me dedico a devorarle el cuello, desprenderle el abrigo y bajar mis manos, con una coordinación tal que la puerta se abre a mis espaldas justo a tiempo para que el impulso de mis palmas en su culo nos lleve a los dos dentro.
Esta será mejor que la navidad en que recibí mi scooter.
Volviendo a besarme, Jungsie estira su mano hacia atrás a tientas, dándole a la puerta que se cierra de un golpe seco, y yo continúo retrocediendo a ciegas también, porque su lengua trenzada en la mía tiene la custodia de todos mis sentidos. Recién cuando mis pantorrillas dan con el reposabrazos del sofá y ambos caemos en él quitándonos el calzado a patadas coordinadamente, suspendemos el beso, pero sólo por falta de aire -ese es el pacto silente que ha surgido entre los dos-.
—Qué buenos somos en esto, eh. —murmuro tirando de su chaqueta con dificultad para dejarla luego en el suelo, mientras ella logra acomodarse a ahorcajadas sentándose de lleno en mi entrepierna, haciéndome suspirar.
—Somos un equipo fantástico. —dice en una sonrisa, gimiendo bajito cuando se mece sobre mi erección, y ayudándome a mí a deshacerme de mi abrigo ahora.
Y entonces se detiene en seco, mientras yo arrojo lejos la chaqueta que se me ha atorado en el puño; me mira el pecho descendiendo a mi estómago y yo hago lo mismo, contrariado, hasta que subo la mirada y lo entiendo todo. La "J" amarilla le cubre el frente, igual que a mi la "T" de lana blanca.
Y sin poder contener la risa vuelvo a sus ojos centelleantes y divertidos, que se desvanecen en dos líneas adorables cuando termina por copiarme el gesto.
—Te queda monísimo. —digo irguiéndome para tomarla de la cintura y volver a hacerme de sus labios—. ¿Pero sabes que te luce más? la desnudez. —mis manos se filtran por sus vaqueros y más arriba, contra su piel tibia y suave.
Joonha levanta sus brazos con parsimonia, como si no se decidiera entre seguirme el beso o dejarme arrancarle la ropa. Le quito todas las prendas de una sobre su cabeza cuando sus brazos alcanzan el cielo. Un sujetador de encaje rojo y fino le cubre sus pequeños pechos endurecidos, y mi mandíbula atontada cae al vacío.
—Feliz... ¿navidad? —murmura ella, agitada, llevándome de vuelta a sus intensos ojos. Sus mejillas acompasan el tono de su ropa interior.
—Joder —trago grueso, dejándome caer sobre mi codo—, no puedo esperar a ver la parte de abajo. ¿Ves? Desnuda, Joonie, deberías vivir desnuda. —mi mano vaga premeditadamente por el contorno de sus pechos, lerda, sin que pueda quitarle los ojos de encima.
Mientras deambulo por ella, Joonha vuelve a frotarse con suavidad contra mí sin perder su sonrisita avergonzada, esa que me pone como tren bala y me funde como sol de julio, en la misma y confusa medida. Muerde su labio en un suspiro profundo y mi miembro como una roca late desde el interior de mis pantalones con autonomía, deseoso de que no se interpongan más telas entre nosotros. Por eso, la rodeo desde la cintura y me enderezo, acomodándome contra el respaldar del sofá, ajustando su entrepierna a la mía, mientras ella vuelve a dejarse caer sobre mis labios, como borracha, me besa sin orden la boca mordisqueándome de tanto en tanto y poniéndole el mismo empeño a los besos que suelta en mis mejillas y cuello, mientras mis dedos se concentran ahora en los botones de sus vaqueros.
—Estuve... arrepentida de comprarlo cuando no llegaste. —murmura sobre mi boca, en el mismo instante en que mi mano derecha se filtra en sus bragas. Siento el encaje contra el dorso mientras mi palma y dedos se escurren dentro, palpándolo todo al paso—. Me sentí... —mi dedo corazón se empapa cuando alcanza su coño—, joder... una tonta.
—Lo siento mucho, cariño. —le respondo yo, mientras la follo con una mano, pausado y profundo, y quito los mechones de su rostro con la otra—. ¿Te he dicho ya que eres la chica más estupenda?
Muevo mi dedo en su interior revolviéndole el placer, haciendo que me responda con un gemido bajo teñido de sonrisas cómplices. Aún manteniendo el gesto abre sus ojos cedados, su mano se enreda en mi muñeca y jala de ella, obligándome a salir de su sexo.
Ve mis dedos húmedos un instante, y volviendo a mis ojos después, los lleva directo a su boca rosa, succionándolos sin pudor.
"¡Hostias!" grita mi polla, amenazando con venirse frente a semejante imagen.
—Has dicho del planeta. —murmura, con su garganta tomada.
—Eso, y acabas de... hacer una demostración empírica. ¿Gracias? Ahora: quítate esos vaqueros del infierno, por favor.
La tomo de su cintura ayudándola a ponerse de pie entre mis piernas, frente al sofá, y mientras su pecho brinca en una risita ahogada, baja sus pantalones, con una torpeza de lo más sexy; yo me deshago de los míos en un pestañeo, los dejo caer hasta mis tobillos y allí se quedan, porque ahora estoy muy distraído en un asunto más importante: las anchas caderas de mi chica sosteniendo esas braguitas diminutas, rojas como el capullo de mi miembro, que vuelve a dar un bote como si hiciera porras.
—Dios... —se desprende en un crujir de mi garganta. Mis ojos logran arreglárselas para devorarla de pies a cabeza mientras mi mano perdida se pasea consoladora por mi longitud. Sus dedos trazan inquietos figuras sobre la piel de sus propios muslos, cuando de un paso se deshace por completo de sus jeans. Al subirlos para enredarlos en las tirillas de sus bragas, la detengo—. Eh, déjatelas, me las arreglo.
—Que eficiente eres. Y pervertido también. —dice mordiendo el interior de su mejilla, con su mirada paseando entre mi polla y mi rostro—. Quítate el jersey, chico maravilla. —Sus rodillas se posicionan a los lados de mis muslos cuando vuelve a montarme, y me cuesta un instante comprender la orden, porque no dejo de pensar en lo guapa que va, con su cabello chocolate revuelto, sus ojos chispeantes y su piel cremosa contrastando con el rojo de su ropa interior—. Tae... —murmura, colando los dedos por mi abdomen, respirándome en los labios mientras yo la observo.
—Ah... sí. —de un tirón quedo completamente en cuero, y mis manos caen directo en su culo, masajeándolo sin cuidado—. Arriba, vaquera. Yee haw... —digo atrayéndola más hacia a mí, alineándola a mi miembro que comienza a doler de la expectación.
—Dios, no seas... ridículo. —suspira al rozar nuestras entrepiernas de nuevo, ahora con menos ropa, a la vez que se sonroja, y yo me río bajo, como puedo, porque después de seis meses juntos debería haberse habituado ya a esa parte de mí que no controlo.
Aún masticando la sonrisa vuelvo a infiltrar mis dedos, aunque esta vez, haciendo a un lado sus bragas. Jungsie mira desde arriba el movimiento de mi mano en su sexo, deja caer su frente en la mía y respira agitada, mientras le recorro los pliegues suave, como tonteando, mientras yo la veo a ella, volviéndose un desastre en cada nuevo paseo de mis caricas. Cuando me acerco a su entrada se deja caer en mis dedos y me besa en los labios a la vez, caótica y desenfadada.
Y como cada vez que nos hallamos así, me doy cuenta que estoy enamorado de ella hasta las trancas.
—Jungsie... —le llamo en medio del beso, porque no sé si estaré nostálgico, pero siento la urgencia de gritárselo. Ella vuelve a soltar mis labios, y también, a sostener mi muñeca y quitarme de su interior, todo con sus ojos cedados, mientras su garganta deja oír un "¿Hm?" Poco concentrado—. Es que te quiero. —le digo, y su mirada atolondrada y brillante regresa veloz a la mía, pero el trabajo de su mano no cesa. Sosteniéndome el miembro y haciendo a un lado sus bragas se deja caer en él, arrancándonos un siseo, aún correspondiéndonos las miradas—. Pero se me queda chico...
Ella muerde su labio ahogando un gemido y vuelve a moverse sobre mi, firme y hondo: es el cielo. Mientras, frunce su ceño contrariada, como si follarme y entenderme a la vez le fuera una tarea dura.
—¿El... qué? —solloza.
—El te quiero... —ahogo yo, en medio de unas maldiciones, porque me está montando tan bien que temo perder la idea—. Se me acaban las palabras... joder.
Cuando para en seco alzo la vista, extasiado, mi cabeza cae en el respaldar y mis ojos se fijan en los suyos, conectados a un nivel trascendental. Jungsie lleva su mano de mi hombro a mi boca, la delinea y a la vez, una sonrisa delicada aparece en la suya. De nuevo comienza a moverse, ahora más lento y premeditado, sin sacarme los ojos de encima.
—Yo también... —susurra, como si fuera nuestro secreto—. Ese "como se llame": yo también, Taehyung. —su boca se estrella contra la mía a medio camino de un gemido.
Nos besamos respirándonos los labios y lamiéndonos sin pausa. Afirmo las manos desesperadas a sus caderas y subo las mías de golpe, hundiéndome en ella, su calidez y humedad deliciosa, gimiendo al unísono.
Sus dedos se anclan en mi rostro, entre mis mejillas y mandíbula, su boca agitada contra la mía robandonos mutuamente el aire que nos queda.
—Fóllame. —me dice, dando un último brinco en mi miembro, alejando su boca con picardía cuando intento volver a besarla en medio de un gruñido, antes de salir a rastras y dejarse caer de espaldas en el sofá.
La observo fascinado cuando su columna se contornea sobre el asiento y su mano baja ligera por su estómago, alcanzando con sus dedos su centro, acariciándose.
De verdad es la mejor chica del planeta.
La conversación que tuve temprano al teléfono con su madre regresa a mí. Como si mi conciencia aprobara totalmente el atropello de mis palabras, como si me dijera "Si hombre, claro que es ella", incluso aunque sea una obviedad.
Su pie se enlaza en mi espalda, tira de mí hacia ella, calzando su talón en mi cadera, obligándome a recostarme sobre su cuerpo y volver a unirnos.
Cuando dejo mis codos a sus lados y me hundo en su interior sin dejar de verle el rostro, su espalda vuelve a curvarse de placer. Gime bajo, muy bajo, muy de ella, y sujeta mis ojos en los suyos. Fijos.
—¿Por qué vas... tan serio? —ronronea frunciendo el ceño, poniendo un puchero.
Me sonrío por su burla antes de comenzar a moverme ligero.
—Porque luego me dices ridículo. —miento y gimo, cuando sus caderas se mueven, acompañando mi ritmo.
—Anda, vaquero... ye... AHH...
Muerdo mi labio para no reírme cuando solloza acorde por la nueva estocada violenta, mientras vuelvo a salir y entrar, una y otra vez. Cálido, apretado, dulce. Si Jungsie es mi mejor amiga en el mundo, su coño ocupa el segundo lugar. Como cada vez que follamos, estoy al borde de mi locura. Mi cuerpo aplastando el suyo, lamo fuerte sus pechos para después mordisquearlos ligero. Y entonces se lo digo, sin más vueltas, hundiendo mi rostro en su cuello y sin dejar el compás acelerado que mantenemos.
—Vente a vivir conmigo.
Por un segundo, la siento volverse de roca debajo de mí. Sus músculos se tensan, sus piernas en mis caderas se vuelven postes, tiesos e inamovibles. Y me asalta un momentáneo pánico que sólo recuerdo haber sentido aquella mala noche en su casa. Por eso es que temo dejar el hueco de su cuerpo y verla a los ojos. Pero el miedo, al igual que su rigidez, dura apenas unos segundos.
Jungsie es quien busca mi rostro, volteando su cara, escarbando con ella en el hueco de su propio cuello, hallando con sus ojos los míos. Vuelve a mover las caderas y me doy cuenta que he parado. E incitado por su mecimiento vuelvo a comenzar, mientras ella sonríe, mientras dejo de temer lo que vaya a decirme.
—Estás demente... —sus ojos se angostan en una sonrisa dulce—. Vale. Hagámoslo...
Como si el seguirme en esta locura actuará igual que un shot de placer, siento mi columna electrizarse y mis extremidades hormiguear.
—¿Si? —pregunto, devolviendole el ritmo a mis confiadas embestidas, sosteniéndome ahora con las palmas de mis manos a los lados de su cabeza, para coger más impulso.
—Joder... sí. —gime cada vez más alto.
Y mordiéndome el labio ensimismado, continúo con el golpe de mi pelvis en la suya, firme y duro, comienzo a follarmela tan fuerte que sus brazos dejan de rodearme y caen a los lados de su cabeza, sus ojos volviéndose blancos; su boca balbucea mi nombre alternado con maldiciones encantadoras, hasta que su garganta se parte en un gemido bajo y ronco. Anuda las piernas en mi culo y su cuerpo deja ir unos espasmos, que aprietan mi polla en su interior acercándome al orgasmo.
—Ah... mierda... un poco más, cariño... —murmuro mientras me acerco a besarle los labios, que responden como mantequilla en mi boca, cansados, rendidos y extasiados.
En dos estocadas más estoy vaciandome en su interior, quejándome de placer en su boca. Desplomándome después, como si se me hubiera ido la vida en esa corrida. Y en esa propuesta también.
—Dios santo... —suspira.
Como cada vez que follamos, sus manos comienzan a mimarme el cuerpo sigilosas y perezosas. Primero adentrándose en mi cabello desde mi nuca, luegos sus piernas enredándose con las mías. Le dejo un beso en el hombro, en su clavícula, aspiro su cuello embelesado y le beso después los labios, sin salir de su interior, resguardando los mechones tras sus orejas pequeñas. Sus ojos oscuros de pestañas y cejas espesas enmarcan sus mejillas rozagantes.
—Te vuelves tan mona después del sexo que quiero follarte. Otra vez. —su pecho invita a bailar al mío cuando se ríe debajo de él.
—Círculo peligroso.
—Círculo delicioso, querrás decir. —la corrijo empujándome dentro. Jungsie suspira profundo, en una sonrisa.
Y de pronto, su mirada se endurece. Entiendo su pequeño impulso y me hago a un lado, dejándome caer en mi codo. Joonha hace lo mismo, se acomoda en su costado y me observa seria.
—No me digas que... es así como descubro que eres de esos que se dejan llevar por el fulgor del sexo. —dice, y me cuesta un momento comprender a que se refiere.
Cuando lo hago, una carcajada agotada se escapa de mis labios.
— "El fulgor del sexo", que poeta es mi chica. —mis dedos le acarician los muslos tonteando.
—¡Taehyung! —dice molesta, empujando mi hombro, haciéndome caer contra el respaldar del sofá.
—Que no, Joonie. Iba en serio. Quiero... quiero despertarme todos los días contigo. ¿Sabes que Namjoon suele dormirse con una mano en el interior de sus boxers? no es nada agradable. —su ceño se frunce contrariado, yo me regocijo.
—Pues... yo hablo mucho dormida, Taehyung.
—Lo sé, muy divertido para el insomnio, la verdad.
—Y me molesta que se salgan las sabanas.
—Las tendré aseguradas.
—Y sabes que voy unas tres veces al baño durante la noche.
—¿En serio? nunca lo he notado.
—Y siempre tengo los pies fríos.
—Y yo calientes, perfecto.
Al final, se ríe suave, y aunque también estoy tentado, no lo hago. Porque quiero que sepa que voy en serio. Y supongo que es lo que descubre mientras veo el gesto menguar en su rostro, mientras la realización le alcanza.
—Joder... vamos a mudarnos juntos eh.
—Oh, sí que lo haremos, reina.
Su espalda vuelve a golpear el sofá.
—Sohee va a morirse. —dice feliz, como si desquiciar a su amiga le hiciera el día.
Y yo me río, pensando en la conversación que tuvimos hoy Sohee y yo, antes de sellar el trato con un beso.
El tono da varias veces. Sohee y yo nos mantenemos la mirada, el móvil sonando entre los dos en medio de la mesa. Hasta que el ruido al otro lado me pone el estómago de cabezas.
—Hola, ¿señora Jung?
—¿Sí? ¿Quién es?
—Señora Jung, soy... soy Kim Taehyung. —tartamudeo, en mi vida he estado tan nervioso—. Nos conocimos hace unos meses en el apartamento de su hija.
—Ah... su compañero ¿ella está bien?
—Sí... es decir... Señora Jung —suspiro tratando de calmarme y vuelvo a ver a Sohee que me alienta del otro lado del móvil—, no quiero sonar entrometido, pero... si pudiera venir a Seúl para nochebuena, creo que le haría muy bien a Joonha.
El silencio dura unos cuantos segundos y trato no analizar lo incómodo de este momento.
—¿Ella te ha... pedido que me llames?
—Bueno, no exactamente.
Otra vez, nos quedamos callados. Debería tratar de convencerla pero las palabras se me atoran.
—No me quiere allí. —termina por decir, en un suspiro agotador. La empatía que nunca he sentido por esta mujer, se instala en mí.
—Creo que... lo que no quiere es aceptar que la necesita. —me sincero, casi sintiéndome un traidor.
Joder, perdoname cariño.
—Es que no lo entiendes...
—Lo entiendo, lo juro, más de lo que piensa. —me apresuro—. Y supongo que me creerá si le digo que no hago esto por usted, sino por ella... —de nuevo: silencio—. Sé que no me conoce, pero Joonha es parte de mi vida, una gran, gran parte de mi vida, y usted lo es de la de ella. Por favor, no se rinda.
—Eres su... novio.
—Sí. Por ahora... sí.
Miro a Sohee cuando digo aquello, tratando de descifrar si me ha comprendido. Sus ojos miel crecen en sus cuencas como queriendo escapar.
—Está bien... Lo intentaré.
Cuando corto la llamada, en Sohee me mira boquiabierta.
—¡No puedo creer que Joonie vaya a comprometerse antes que yo!
Le apunto con el dedo.
—Te has pasado tres pueblos, colega. Primero debo pedirle que vivamos juntos.
Para mi la navidad termina el 8 de enero ok? Así que técnicamente estoy a tiempo.
Casi 8 mil palabras, se me fue la moto.
¿Qué les pareció? ¿Los echaban de menos? Yo si, montones.
La verdad es que cuando empecé a escribir esto fue como cuando inicié con otb, no tenía mucha idea para dónde iría el asunto, y no tenía absolutamente nada de idea de que lo terminaría así, pero Taehyung ha hablado. ASÍ QUE NO SÉ DIGA MÁS.
En otras noticias, he suplantado mi actualización de Allies por esta, espero sepan comprender.
Y espero no tardar mucho en regresar con mis otros niños.
ADEMÁS: ¿No es Namjoon lo más bonito de este mundo?
Esto ha sido un poco un pie para él, entienden...
Bueno ya.
Me despido, espero hayan comenzado el año bien chachis.
Les envío mi amor bien denso.
Gracias por estar, bebés 💕
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