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05 km/h

—¿Cómo coño has conseguido mi número?

«Bueno, Haerin, eso es bastante sencillo y seguro que tienes una respuesta obvia, pero mostrar que no te gusta un pelo que lo tenga está bien».

—¿Tú qué crees, Rino? —pregunta, y yo pongo los ojos en blanco. Lástima que no pueda verme—. Suga —responde después de mi silencio.

—Pues que me hubiese llamado él.

—Ya, a mí también me hubiese encantado que lo hiciera él, pero me ha dicho que tenía que hacerlo yo. —No capto del todo, por culpa del sonido metálico del teléfono, si lo está diciendo con el sentido de «estoy hasta los huevos de ti» o «me haces gracia»—. Si no te hubieras equivocado, no tendríamos que hablar.

—Mira, kamikaze, llevo toda la puta mañana dedicándole horas de mi tiempo libre a tu puta web, no me toques los...

—No tienes huevos —me interrumpe, y yo bufo de pura frustración.

«No le aguanto, no le aguanto».

—Dime qué coño quieres y acabemos esta conversación, ¿vale? Estoy cansada.

Mis palabras son ciertas en varios sentidos: me cansa él y estoy cansada de tirarme toda la puta mañana trabajando en la web. Que sí, que me pagan por ello, pero es lo que menos me apetecía un domingo. Por suerte, ayer saqué las fotos justas y necesarias durante la carrera. ¿El problema? Que tuve los posados, y ahí tuve que hacer mayor selección y edición para que quedase algo guay.

Hoy por lo menos he comido a una hora decente para... seguir trabajando.

«Qué vida más triste».

—El nombre de mi coche: lo has puesto mal. Es un Mercedes a, eme, ge, ce, sesenta y tres —dice pronunciando cada una de las letras muy lento y con mucho espacio en medio—. Eme, no ene.

—Es un fallo de mierda, kamikaze.

—Eso no quita que no lo siga siendo. Y que lo hayas cometido en mi coche —replica. Vuelvo a poner los ojos en blanco. De nuevo: qué lástima que no pueda verlo—. ¿Te estás vengando por el golpecito?

—No fue un golpecito —contraataco—. Pero si quisiera vengarme... Vaya, acabo de tener una idea.

—No me suena bien eso —responde. Diría que con miedo.

—Mañana, en teoría, me van a llamar porque mi coche estará arreglado. Pero, como comprenderás, he estado toda la semana yendo en metro y no me apetece una mierda tener que salir de casa una hora antes para ir a trabajar.

—Vaya, qué pena —dice con sarcasmo—. Porque te va a tocar volver a coger el transporte público.

—De eso nada: me vas a llevar tú —replico con convicción—. Y no pienses que es por ti ni nada, solo quiero tu coche.

—Y vengarte, ¿no?

—Puede —respondo. Cuando chasquea la lengua (lo escucho tan claramente que no hay duda de que es eso), me entran ganas de reír—. Mañana ya tendré el coche y serás absuelto de tu crimen.

—Estás loca.

—Al menos no soy una kamikaze. —Su bufido es otra pequeña victoria—. Si no haces lo que te digo, se lo diré a Suga y te obligará.

—¿Piensas que Suga me manda?

—A juzgar por todas las veces que me has traído a casa... sí.

—El próximo día te voy a dejar tirada en el polígono.

—No te atreves —le reto.

—¿Estás segura?

—Bastante segura —respondo. Y al otro lado de la línea se crea un silencio que no sé a santo de qué viene—. Me vas a llevar —afirmo.

—¿Piensas que no tengo vida y que puedo ser tu chófer personal, Rino?

—Evidentemente. Vives de las carreras, ¿no?

—Te equivocas. —Su respuesta me sorprende, no puedo negarlo. Y ahora agradezco que no me vea la cara, porque seguro que pondría una de sus sonrisas de suficiencia—. ¿Vas a arreglar lo del modelo del coche? Tengo la página abierta y sigue mal.

—Sí, ya voy, pesado —digo, antes de poner el móvil con el altavoz y dejarlo sobre la mesa para hacer lo que me ha pedido. Ya tengo un poco más de manejo de la interfaz de la web (es bastante intuitiva), así que no tardo mucho en irme hasta su perfil (el último que he hecho) y cambiar la puta ene que se me ha colado, por una eme—. ¿En qué trabajas?

Me puede la curiosidad, porque pensaba que era un nini que solo ganaba dinero ilegalmente, pero parece que no...

—No te lo voy a decir. —Bufo, y eso parece divertirle, porque escucho una risita... que parece más propia de un niño pequeño que de un adulto hecho y derecho—. ¿A qué hora entras a trabajar?

—A las nueve —respondo. ¿Estoy un poco esperanzada por evitar el metro? No puedo negarlo—. Eso es que vienes a buscarme.

—Eso es que quería saber la hora para poder decirte que no y que fuese verdad. Soy un tío legal.

—Gilipollas... —respondo, golpeando el ratón con demasiada fuerza para poder guardar los cambios—. Ya tienes tu puto coche actualizado. Disfrútalo. Hala, que te cunda.

—Rino...

Pero le cuelgo antes de saber qué me iba a decir. Total, seguramente se iba a reír de mí, y no tengo tiempo para esas gilipolleces. Bastante lo he perdido pidiéndole que venga a buscarme. Aunque no voy a negar que era un plan brillante: me ahorraba el metro, el dinero de un Uber y, encima, le fastidiaba. Era un tres por uno, o sea: toda una ganga.

Mientras sigo revisando la web, pienso en mis posibilidades para llegar mañana al trabajo y al taller, así que me acabo resignando a coger el transporte público otra vez, porque tendría que pagar dos Ubers: el que me dejaría en el trabajo y el del taller. Y soy más rica, sí, pero todavía no soy millonaria. Para lo que, por cierto, me haría falta ahorrar todo el dinero posible.

—Haerin.

Me siento en una especie de déjà vu cuando giro la cabeza para ver a mi amigo, apoyado contra el marco de la puerta y con la cabeza asomando por el hueco que deja estando entreabierta.

—Dime —respondo antes de volver la vista al ordenador.

—¿Has terminado de trabajar?

—Más o menos; me queda un poquito, ¿por?

—Emm... ¿te acuerdas de que habíamos dicho de ir a dar una vuelta con la bici hoy?

Hostia.

Paro de golpe de revisar la página, y creo que no hace falta que me lleve la palma abierta a la frente para darme un golpe, porque se me ve en la cara que se me había olvidado por completo.

—No me sirve de nada mentirte —respondo, sintiéndome tremendamente culpable.

—Si quieres lo dejamos para otro día, que entiendo que ahora estés más ocupada...

—Nononononono —digo muy deprisa—. Reviso, me pongo corriendo mi mejor ropa de deportista de élite y vamos, ¿te parece?

Mi amigo asiente antes de ponerme una de esas sonrisas que me enseñan todos sus hoyuelos y me doy prisa en hacer todo lo que he dicho que iba a hacer... Menos mal que al menos el trabajo ya estaba casi terminado.




A veces me pregunto por qué accedo a este tipo de cosas, aunque la respuesta siempre sea Namjoon. Odio el deporte, el sudor y cualquier cosa que me suponga agujetas, pero a mi amigo le encanta la naturaleza y salir con la bici a dar paseítos por el campo, así que siempre me ha parecido un buen modo de compensar el 20% del alquiler del piso que no le pago. De hecho, cuando salimos llega a casa mucho más renovado que yo, que luego no me puedo mover (sin ayuda) del sofá en tres días.

También sé que suele pedirme ir a una de sus excursiones cuando necesita despejarse e inspirarse, porque muchas veces le veo con los pelos revueltos por darle vueltas a una idea que no termina de plasmar como quiere y, al volver del paseo, se pone de inmediato a escribir como si las palabras fluyeran con total naturalidad.

Nunca sé qué escribe hasta que finalmente lo publica, pero sí que sé bastante de su proceso de escritura porque lo veo a diario, y aunque soy consciente de que está encantado con su trabajo, también lo soy de que muchas veces le frustra, y estas pequeñas salidas a la naturaleza le ayudan, aunque a mí no me haga especial ilusión exponerme a los miles de insectos del bosque.

Supongo que la amistad también es hacer cosas por los demás, por insufribles que se hagan para ti. Que, desde luego, se me hace.

Mis piernas duelen ya de pedalear cuesta arriba, pero mi amigo sube con una velocidad y un ritmo que me hacen avergonzarme de ser tan débil. «Es lo que hay, Haerin». No me gusta perder, pero con Namjoon a mínimo dos metros de mí, sé que no le voy a alcanzar ni aunque pedalee más fuerte.

Lo extraño del asunto es que, por torpes que seamos los dos, Nam no parece tenerle tanto miedo como yo a pillar una piedra con la bici y caerse al suelo. Verle a él con la bici siempre da sensación de libertad, mientras que si me ven a mí... doy la sensación de sufrimiento, que es lo que estoy sintiendo. Quizá por eso la gente que pasea calmadamente me mira con esa cara de: «no voy a volver a coger una bicicleta nunca en la vida», y no les culpo; yo tampoco lo haría. De hecho, el sufrimiento que vivo cada vez que tengo que coger la bici explica a la perfección por qué prefiero el metro: sudo igual, pero al menos no me duele todo el cuerpo después.

—¿Haerin? —pregunta mi amigo.

—¡Mira al frente, que te matas! —le grito sin aire. Me parece que le escucho reírse cuando finalmente se detiene, y no podría estar más aliviada cuando mi cuerpo hace lo mismo. Al parecer hemos llegado al punto exacto al que quería, es decir: al mirador.

Bueno, en teoría, el mirador del parque Namsan está en la Seoul Tower, pero desde abajo también hay una vista muy bonita de la ciudad, y a Namjoon le encanta subir las cuestas del monte hasta poder sentarnos, con las bicis tiradas a los lados, a comer un poco de kimbap.

Normalmente venimos más temprano para ver el atardecer, pero hoy se ha hecho prácticamente de noche mientras subíamos, aunque eso no nos impide seguir nuestro ritual de siempre: Namjoon extiende su chaqueta de lana extragrande en el césped y se sienta antes de palmear el hueco a su lado para que haga lo mismo. Poco me falta para tirarme de golpe.

—Tendríamos que haberlo dejado para otro día —repite al ver la forma dramática que tengo de sentarme.

—Aunque lo hubiésemos dejado para dentro de un mes, iba a acabar igual de reventada; ya lo sabes. ¿Por qué tú no te cansas?

—Tengo una rutina de ejercicio diaria. Ayuda a la mente. Puedes unirte algún día si quieres.

—No, gracias —respondo, antes de coger un poco de kimbap del tupper que ha puesto entre los dos. Lo mejor de venir con la bici hasta aquí: lo bien que sabe el primer bocado. Lo segundo mejor: lo bien que sabe el trago de agua de la botella que me tiende mi amigo—. Hacer deporte es contraproducente: te quita tiempo y encima sufres.

—Pero tiene beneficios para tu sistema.

—Chorradas. ¿El caminito hasta aquí arriba? Mi deporte de un mes entero. Y es suficiente.

Namjoon se ríe antes de coger él otro trozo de kimbap y llevárselo a la boca. Mientras mastica, su peso reposa en sus palmas apoyadas en el suelo a sus espaldas; sus piernas están dobladas a lo indio y su mirada perdida en el horizonte, en la luna, que está en fase creciente.

Antes, cuando empezamos a ser amigos y subíamos aquí como lo hemos hecho hoy, Namjoon siempre me decía en qué fase se encontraba la luna. Siempre he sido una negada para las cuestiones astronómicas, pero a él le apasionaba tanto que acabé aprendiéndomelo. Por eso hoy no hace falta que me lo diga para saber qué tipo de luna tengo delante.

—Seguro que te quitaría estrés —responde, con su mirada todavía perdida en el horizonte—. Esta mañana te he oído hablar con él. ¿Era el kamikaze?

—Ajá —musito antes de volver a coger más comida—. Es un pesado.

—Y aun así le has pedido que te acerque mañana al trabajo.

—Claro —digo. A ver, no es que sea un secreto, pero no sé si es que he estado hablando demasiado alto o que Namjoon ha puesto demasiado la oreja para enterarse de la conversación. Puede ser un poco de las dos—. A ti no te lo puedo pedir porque no conduces —me adelanto, porque me imagino qué es lo que me va a decir: que es un desconocido y todo ese rollo—, y a Minnie tampoco porque trabaja. Además, fue su puta culpa, se lo merece.

—¿Seguro que es eso y no... que te gusta?

No entiendo muy bien su pregunta, así que le miro para ver si él me observa a mí y así poder descifrarle, pero sigue fijo en el frente, incluso cuando levanta las manos del suelo y se encorva hacia delante para arrancar trozos de hierva con sus dedos.

—Nam, no seas ridículo, que le conozco desde hace menos de una semana. Además, me cae de culo, y yo a él. Hay otros cinco pilotos... Bueno, cuatro, porque descarto al noviete de Minnie, aunque es un tío majo... El caso es que hay cuatro tíos que me parecen más interesantes que el puto kamikaze.

—Pero siguen siendo pilotos de carreras ilegales —responde.

—Ya, lo sé. —Ahora creo que las palabras de mi amigo tienen mucho más sentido que antes, porque supongo que lo que le preocupa es que me cuelgue de un tío que probablemente acabe en la cárcel o que tenga más problemas de la cuenta, y al final se está preocupando por mi bienestar, que es lo que siempre hemos hecho el uno por el otro—. Pero vaya, que no soy la clase de tía que se pilla en un día por ningún chico, ya lo sabes. Y si ocurriese... Pues yo que sé, ahora mismo solo pienso en ellos como trabajo.

—Ya...

—¿Te preocupa que me hagan daño por eso de que son unos ilegales y unos malotes?

—Un poco —admite con una sonrisa que es de todo menos alegre.

—Nam...

—No te preocupes, Haerin. Seguro que son paranoias mías.

Sé que no lo son y que es un tema que le preocupa de verdad, porque no es capaz de mirarme a la cara, así que yo dejo de observarle entonces para mirar a la luna, a ver qué es eso tan atrayente que parece tener para él. Lo único que encuentro en ella es un modo de evadir lo que verdaderamente me quiere decir con el interrogatorio.

Supongo que le da miedo porque, aunque a mí nunca me ha visto sufrir por amor, ha vivido las crisis de Minnie antes de su transformación radical en el intento de chica despreocupada que es hoy. Pero si yo fuera él, no tendría nada que temer.

—Bueno, sea lo que sea lo que pasa por esa cabecita —digo finalmente, dándole dos toques con mi índice izquierdo en su sien derecha—, dice que trabaja en vete tú a saber el qué, así que vuelvo a coger el metro. Luego tendré mi coche de vuelta y todo volverá a la normalidad.

—¿Por qué no vas en bici? —pregunta. Sigue sin mirarme, lo que es raro en Namjoon.

—A veces creo que no me conoces de nada, ¿eh? ¿Qué te he dicho del deporte? —Al menos, con mi fantástica intervención le hago reír, así que me siento mucho mejor, aunque haya algo en su actitud que todavía me choque—. Además, imagínate que le digo a mi jefa que tengo una bici como increíble nuevo transporte, me haría llevar a los influencers en una carretilla detrás con tal de que cumpla con mi trabajo, y bastante tengo con tirar de mi cuerpo.

Su risa vuelve a inundar el ambiente, por encima del sonido de los insectos y de las conversaciones bajas que mantiene el resto de personas que se encuentran a nuestro alrededor, y yo sonrío en respuesta.

—Sí, la bici parece una mala idea.

—Te lo he dicho, pero no me creías —digo. Él sigue mirando a la luna, y ya me genera curiosidad tanta fijación con el astro—. ¿Qué buscas en la luna? ¿Estás haciendo una nueva descripción para una novela romántica? ¿Me vas a contar en exclusiva de qué trata?

Ya no ríe, aunque normalmente lo haría, y como sigo mirándole, intentando descifrarle, cuando su cabeza gira para clavar sus ojos en los míos soy perfectamente consciente de que es la primera vez que me mira así desde que nos hemos sentado.

—Solo estaba pensando en que la luna está preciosa esta noche, ¿no crees?

Aparto mi mirada de la suya para dirigirla al astro, pero no es para comprobarlo. Es porque mi cerebro ha hecho una conexión que espero que no sea cierta. Lo he visto en demasiados doramas y animes japoneses como para no saber qué significa. Y el hecho de que me estuviese mirando a mí directamente y no a la luna creciente que tengo delante me ha dicho bastante.

—Pensaba que eras más de luna llena —respondo, evadiendo el tema. Porque bonita está, pero sé que no me estaba preguntando por eso.

Lo malo es que mi selección de palabras ha sido, como siempre, catastrófica.

—Siempre me ha gustado la luna en su fase creciente. Es la luna de nuestro nacimiento, ¿lo sabías?

Trago saliva y niego con la cabeza, con la mirada fija en el astro.

«Esto va de mal en peor, Haerin. Si sabe eso es que ha buscado el puto 18 de septiembre de 1996 para saber la fase lunar concreta y eso... Que Namjoon es curioso, pero sabes que esas cosas no se hacen por simple curiosidad».

—Qué guay, eso significa que nuestra amistad estaba destinada o algo de eso, ¿no?

«Ya la has cagado».

Veo por el rabillo del ojo como mira al frente de nuevo y sé que en parte he conseguido lo que quería, aunque no me siento mejor por ello, porque sé que, en cierto modo (se haya dado cuenta o no de que he pillado que lo que quería decirme no era precisamente que la luna esté muy bonita hoy) le he roto un poco por dentro. Y después de eso, la bajada hasta nuestra casa no podría ser más tensa, por mucho que intente estar como siempre.

Al llegar, Namjoon se va a su cuarto a escribir de nuevo, pero no escucho el ruido de sus dedos sobre las teclas con el mismo ímpetu que siempre, y eso me hace pensar si lo mejor ha sido decir esa frase o, por el contrario, debería haber sido más discreta. En definitiva, haber sabido fingir mejor que no me acababa de dar cuenta de que mi mejor amigo está enamorado de mí.

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Hi!

A bit late, pero always here. Después de este buen spaninglish haré las preguntas de rigor... ¿qué pensáis del capítulo, de lo que ha pasado, de los personajes, de la vida en general? Aquí estoy para leeros.

Lo de la luna va dedicado especialmente a SandyDayDreamer y Ami19nm porque esto lo vi en un dorama que me recomendaron y TENÍA que ponerlo. El dorama se llama Romance is a bonus book, por si no lo habéis visto. En España está en Netflix y es MARAVILLOSO, porque va de escritura entre otras cosas y bueno, living por esos temas.

También se me olvidó mencionar a Sandy en agradecimientos en el anterior capítulo porque me ayudó un montón a ponerles coches a los chicos, así que si os apasionan los coches escogidos, es en parte gracias a ella. Yo solo tenía claro un coche y os podéis imaginar cuál es.

Este capítulo vuelve a ser un poco más cortito para que veáis lo variante que es esta historia, que a veces tenéis un capítulo de 10.000 palabras y otras pues escribo 7.000 menos. That's life. Aun así, espero que os haya gustado.

Y como no tengo nada máaaas que decir, me despido hasta el próximo lunes.

¡Os leo! <3

PD: si veis alguna palabra junto a otra en plan pegaditas cual siamesas... ha sido Wattpad. He intentado quitarlas todas, pero agradecería si me avisarais para cambiarlas. Thank you so much.



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