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04 km/h

Es sábado y, aunque hoy no me toca ir a trabajar al estudio, llevo toda la puta mañana editando las fotos del kamikaze. Por supuesto, no he empezado a hacerlo hasta que no he tenido el dinero en mi cuenta bancaria y un mensaje en mi Kakao (por lo que supongo que Minnie le habrá pasado mi teléfono a su novio) de Suga diciéndome que esta tarde pasarían a buscarme a mi casa para seguir con las fotos.

Hoy hemos quedado a las cinco de la tarde y, dado que estamos en otoño, no tenemos muchas horas de luz. Las tengo que aprovechar al máximo, porque a las siete tienen carrera y el plan para hoy (que yo misma me he impuesto) es sacarles fotos para poder hacer el perfil de los conductores en la web. Suga me ha dado también acceso de editora al sitio con un correo que me ha creado especialmente para que no se me asocie en absoluto con ello. Le comenté lo de la dirección IP, pero me ha dicho que eso lo tenía controlado, así que tendré que creerle... Bueno, tampoco es como si tuviese muchas más opciones. Sí, dejar el trabajo, pero me ha ofrecido dos millones de wones al mes, lo que es bastante más que mi sueldo como fotógrafa legal. Y habrá alguien que rechace el dinero, pero ese alguien no voy a ser yo.

«Recuerda tu epitafio, Haerin: muerta pero con pasta».

Ni siquiera sé qué hora es, porque al final me pasé más de la cuenta sacándole fotos, y entre que he tenido que hacer una selección, editarlas... luego volver a seleccionar porque me había pasado tres pueblos y no sabía que el sitio web estaba preparado para subir solo ocho... Vamos, que he hecho trabajo en balde, pero al menos me van a pagar.

Solo me entero de que ya va siendo hora de comer porque Namjoon llama a mi puerta justo cuando estoy comprobando cómo quedan las fotos en la galería en comparación con las que tenían que, evidentemente, eran una basura. Ahora parecen hasta profesionales.

—He pedido comida de fuera porque intuía que estabas trabajando y que no ibas a querer que experimentase en la cocina...

Giro la cabeza para mirarle a la cara, asomada a la puerta entreabierta de mi habitación.

—No, gracias: hoy no me apetece morir intoxicada, que tengo que trabajar esta tarde.

—¿En el estudio?

—Nope, en el estudio no —le digo con una sonrisa de medio lado.

—¿Comes conmigo y me lo cuentas?

—Sí; ve sentándote. Yo voy a comprobar una cosa más, me lavo las manos y voy.

Nam me asiente antes de marcharse, dejando la puerta abierta: su señal para que no me pase más tiempo de la cuenta ahí. Por eso acabo apagando la pantalla del ordenador antes de ir hacia el salón, donde mi amigo ya está sentado en un cojín en el suelo, abriendo los tuppers de comida de nuestro restaurante de confianza.

—Hacía mucho que no comíamos jajangmyeon y sé que te encanta. —Sonríe cuando me siento frente a él y me relamo antes de abrir el recipiente en que el están las gyozas. Se me hace la boca agua.

—Ahora mismo te comía la cara, pero tengo más ganas de pasta —le digo, cogiendo una buena cantidad de fideos para servirlos en mi plato—. Grafias —mascullo con la boca llena. Mi amigo solo asiente en respuesta.

Después de una semana a base de ramen instantáneo, ensaladas y el pavo y el queso fresco que sobraba de todo lo que tenía que comprar para Elena Cebes, la comida de mi restaurante favorito me sabe como la mejor de las recompensas por una semana más que dura. Namjoon come con muchas menos ansias que yo, así que me controlo un poco para que no se me acabe la comida muy pronto (ni a mí ni en general, porque si sigo así, él no va a probar bocado) y para evitar el dolor de tripa. Sobre todo porque se ha hecho tarde y, como tenga que sacar fotos en plena carrera (que me va a tocar), lo mismo acabo echando hasta la primera papilla.

—Oye. —Alzo la mirada de mi plato solo cuando escucho su voz, y mi respuesta es absorber los fideos que sostengo con los palillos haciendo mucho ruido y, de paso, manchándome un poco. Nam se ríe, pero sigue con lo que me iba a decir—. ¿Dónde vas a trabajar hoy si no es al estudio?

Como todo ha pasado tan deprisa, no he podido contarle a mi amigo los pasos que estoy siguiendo para convertirme en millonaria, así que me trago los fideos y me limpio la boca antes de contarle un capítulo más de la interesante vida de Lee Haerin.

—Pues verás: he conseguido un trabajo extra. Me pagan mejor que en el estudio, aunque sea en negro.

—Haerin...

Sé lo que me va a decir. Mi amigo es escritor, pero yo siempre he creído que siendo tal legal bien podría ser abogado o juez. Memoriza un montón de cosas que nadie sería capaz de hacer y es rematadamente inteligente, así que no sería de extrañar. Por eso sé que, en cuanto se lo cuente, va a decirme que es una idea pésima. Sobre todo si le cuento que son carreras ilegales... Pero nos lo contamos todo, y no quiero romper nuestra amistad por esta gilipollez.

Porque si hay algo que le joda más a Namjoon que hacer algo ilegal, es que nos guardemos secretos.

—Lo sé, lo sé. Pero me pagan muy bien, Nam. Y me hace falta la pasta, ya lo sabes. —Estiro el brazo para coger una gyoza del recipiente que he abierto antes y me como la mitad antes de seguir con mi discurso—. Son dos millones de wones al mes como fotógrafa, no podía rechazarlo.

La expresión de mi amigo se suaviza, y asiente mientras coge un poco de kimchi. Sabe que si estoy aguantando tanta mierda en el estudio es porque espero que algún día se den cuenta de lo que valgo y me contraten como fotógrafa de una vez por todas, así que supongo que entre la legalidad y que sea un poco más feliz (y rica, eso es importante), le prima lo segundo. O eso espero.

—¿Y a qué sacas fotos?

—Pues... No te cabrees, ¿vale? —Nam asiente, aunque sé que eso solo lo hace para contentarme—. Carreras de coches. Sí, son ilegales, aunque yo eso no lo sabía.

—Haerin, sabes que eso es peligroso —me advierte.

—Me han asegurado que no pasa nada. De hecho, ayer vino la poli, pero el kamikaze lo solucionó fingiendo que nos estábamos enrollando y...

—¡¿Qué?! —pregunta. Estaba bebiendo agua (no sé por qué, si la conversación estaba claro que a mejor no iba a ir), y ha acabado escupiéndomela en la cara. Me la limpio con calma con mi servilleta, porque Namjoon hoy no parece ni por la labor de disculparse (aunque normalmente sí que suele hacerlo. Supongo que es algo que ha aprendido por ser tan torpe).

—A ver, no te pongas nervioso —empiezo, antes de comer un poco más de kimchi. La comida siempre es lo primero—. Te lo cuento desde el principio: el trabajo me lo ofreció Minnie, porque al parecer su lío de ahora es como el jefazo de todos estos corredores de carreras ilegales. El tío mola y parece que controla bastante (además de que cumple con su palabra, pero eso es otro tema). El caso es que tiene una web en la que retransmiten las carreras. Corren él y cinco personas más, y aquí es donde entra el kamikaze.

—¿El kamikaze? —pregunta, aunque parece que todavía no ha salido del shock.

—El kamikaze —repito—. ¿Te acuerdas del tío que me reventó el coche? Pues al parecer sí que sabía conducir, pero es más de hacerlo a ciento cincuenta kilómetros por hora que a veinte, por lo que parece.

Vuelvo a llevarme una tanda de fideos a la boca, dándole tiempo a Nam para pensar su respuesta. Suele ser bastante rápido en pillar las cosas, pero hay algo que no le debe de encajar, porque bebe un nuevo sorbo de agua antes de responder.

—¿Y lo de la policía?

—Ah... —mascullo, soltando los palillos en el plato—. Bueno, no paso nada, eso lo primero —le advierto, porque ya sé lo paranoias que es—. El caso es que, al parecer, tienen unos turnos para distraer a la poli o algo de eso, y como al imbécil le tocó ayer y yo estaba sacando fotos en su coche... decidió que era buena idea besarme para fingir que estábamos a punto de ponernos al lío. ¿Sabes? Un asco, pero nos salvó de la poli.

—¿Eso es todo? —pregunta Nam, muy serio. Cuando se pone así me da miedo, porque no sé si es porque está cabreado o simplemente dándole vueltas al coco. Así que me pienso bien mi respuesta, no vaya a ser que sea lo primero y que encima me haya olvidado un dato relevante y se tenga que cabrear otro día cuando se entere.

—Emmm, sí, creo que sí. Vaya, me ha faltado contarte el número de vueltas que dieron y tal, pero creo que en base te he contado lo más importante.

—Y... ¿vas a seguir trabajando para ellos?

Vale, no parece cabreado, pero tampoco soy capaz de leer su expresión, así que... como un poco más. Comer me da fuerzas para pensar.

—Claro —mascullo una vez he tragado—. Ya te he dicho que me hace falta la pasta y parece seguro. Del kamikaze no me fío, pero del tal Suga sí —admito—. Al menos en lo económico.

—Haerin, si ves que algún día las cosas se ponen negras ya sabes que...

—Tendré cuidado, Nam. Prometido. Seguiré pagándote el 30% del piso y, si algún día tengo suficiente dinero, te pagaré el 20% restante.

—Eso no me importa, ya lo sabes. Solo... me preocupo por ti.

—No sé por qué, si soy la peor compañera de piso que podrías tener —digo para hacerle reír un poco. Funciona, porque al menos me enseña su sonrisa.

—Sabes que no es verdad. En todo caso lo sería yo, que no puedo acercarme a la cocina y me paso todo el día con el portátil.

—Eres estupendo, Nam. Aunque no pueda dejarte a cargo de la comida, mira: me invitas a estos banquetes que yo no me puedo permitir.

Él asiente, modesto. Sé que no le gusta presumir de que tiene mucha más pasta que yo, y tampoco suelo darle las gracias lo suficiente por usarla conmigo, así que supongo que en esos comentarios... va encubierto un agradecimiento.

Porque es verdad que la comida está deliciosa; siempre que pide a este restaurante me quedo llena por todo el día y mucho más contenta. Por eso hoy, cuando nos acabamos todo lo que hay en los recipientes (me ha faltado sacar la lengua como los perros para chupar las salsas que se han quedado en el plástico), echo la espalda hacia atrás para apoyarla en el sofá y acariciar mi barriga, que bien podría parecer de embarazada. Nam me mira con diversión, apoyado también en las palmas de sus manos, plantadas en el suelo a sus espaldas.

—Entonces... ¿hoy también te vas a... las carreras?

Yes —respondo—. Tengo que hacer unos posados y, en teoría, vienen a buscarme. Porque el puto coche sigue en el taller... He quedado a las... cuatro y media abajo.

—Pues... son las cuatro, Haerin.

Abro los ojos mucho y me incorporo de mi postura de adoración a mi estómago para comprobar en mi teléfono móvil que es verdad. Y soy una lenta para salir, porque todavía debería adecentarme un poco (eso implica ducharme y vestirme), vaciar las tarjetas de memoria para llevármelas y salir...

Voy a llegar tarde.

Aun así, me levanto corriendo del suelo solo para probar a ver si me da tiempo. Y sé que la risa de mi amigo es un claro signo de que no lo voy a conseguir.








A veces me pregunto por qué soy tan desastre o por qué mi vida parece propia de una comedia ridícula y desgraciada, pero nunca soy capaz de encontrarle explicación.

Ilusa de mí, pensé que hoy al ser sábado y no tener que ir a mi trabajo las cosas iban a ir mejor... pero no. Por supuesto, he bajado diez minutos tarde para que me recoja alguno de los chicos. Por supuesto, ese chico es el puto kamikaze.

Me dan ganas de dar media vuelta en cuanto veo el puto Mercedes negro parado (ilegalmente, claro, porque si lleva esperándome tanto tiempo debería haberse marchado ya de ahí) y la figura del kamikaze en su interior, vestido con la chaqueta y los mitones de cuero que llevaba ayer. Supongo que el chico no tendrá más ropa en el armario.

Después del análisis y de pensar mucho, le veo mirar la hora en el reloj de su muñeca izquierda y bufar, así que no me queda otra que meterme en el coche... por mucho que me pese.

—Eres una tardona —se queja, antes de arrancar sin que me dé tiempo a colocarme el cinturón primero.

—Y tú un gilipollas —le espeto cuando consigo ponérmelo—. No tienes ni puta idea de seguridad vial. Tendrías que haber esperado a que me pusiese el cinturón para arrancar. Imagínate que te dan por detrás y salgo despedida, ¿eh?

Estoy empezando a pensar que mis conversaciones con este individuo no van a poder ser de otro modo, porque creo que no ha habido ni una sola palabra decente entre nosotros. Y, sin embargo, es él quien viene a buscarme en vez de cualquier otro con el que, seguramente, me lleve mucho mejor.

—Si no hubieses llegado tarde, te habría dejado tu tiempo para ponerte el cinturón —dice, girando en una curva (en mi opinión, demasiado rápido)—. Además, si sales despedida te mueres.

—Mi fantasma... —empiezo a repetirle las palabras que le dije ayer. Si me tiene tanta tirria como yo a él y le tiene un poco de respeto a los fantasmas, seguro que le da miedo.

—Lo sé, lo sé: me perseguirá hasta mi muerte —completa intentando imitar mi voz. Le sale de culo—. Estoy empezando a pensar que prefiero que me persiga tu fantasma antes de que tenga que cargar contigo todos los días.

—Qué puto borde eres —le respondo bastante ofendida. Me cruzo de brazos y todo para mostrar mi cabreo—. Por qué coño me has venido a buscar tú entonces, ¿eh? Seguro que es porque te encantó el beso de ayer y no quieres admitirlo.

Lo digo para pincharle, porque no creo que fuese memorable para ninguno, pero tengo que herirle de algún modo.

—Flipas —me dice. De hecho, aparta la mirada de la carretera para decirlo, así que yo apunto con mi índice al frente, no vaya a ser que nos estrellemos—. Me ha obligado Suga a venir. Al parecer dice que te lo debo por el golpecito.

—Golpecito mis huevos.

—No tienes huevos —espeta. En su cara se pinta una sonrisa ladeada, lo que me lleva a confirmar que le debe de parecer gracioso que mi coche siga en el taller.

—Seguro que más que tú, kamikaze —replico.

El tío suspira antes de poner el intermitente para entrar a la autopista.

—No me parece justo que tú me llames así y yo te tenga que llamar por tu nombre.

—Es que no he hecho nada tan terrible como para merecerme un mote así —digo dándome aires. Aunque es verdad: soy una santa.

Se queda callado durante unos segundos, con la vista fija en la carretera, y por un momento pienso que se ha desconectado y que nos vamos a acabar estrellando, pero al cabo de un rato, habla.

—Rinnie solo te lo llama tu amiga, ¿no?

—La única persona del mundo, sí —miento, pero tiene como propósito añadir rotundidad a por qué no debe de llamarme así. Seguro que si le digo que hay más gente que usa ese nombre, se lo adjudica—. Y como se te ocurra llamarme así no voy a responderte. Aunque bueno, no sé si te responderé de cualquier mod...

—Rino —dice rápidamente—. De rinoceronte. Que es lo que pareces cuando te cabreas.

—Serás... —Le doy un golpe con el puño en el brazo, pero ni se inmuta. Creo que me he hecho yo más daño que él, porque se ríe. A mí no me hace gracia.

—Ya está decidido: serás Rino —responde orgulloso.

—Vale, kamikaze, como quieras.

Me cruzo de brazos de nuevo, cabreada, y él vuelve a reírse.

El resto del camino se me hace insufrible, porque se inventa una puta cancioncita en la que repite la palabra Rino todo el rato. Yo acabo imitándole, haciendo un poema acróstico con la palabra kamikaze, pero se acaba partiendo de risa porque... a ver, las rimas no son lo mío. Por eso salgo hecha una furia del Mercedes cuando llegamos al sitio en cuestión, que es un parking. Al menos parece más cuidado que el polígono, y el asfalto no está lleno de grietas, así que me puede valer para hacer las fotos.

Lo que me parece raro es que entre el grupo de chicos hoy no esté mi amiga. Supongo que tendrá turno en el hospital, pero eso me hace sentir un poco más sola, porque a esta gente la conocí ayer y, tristemente, con el que más contacto he tenido ha sido con el puto kamikaze.

—Siento llegar tarde —les digo. Miro a todos menos al único con el que no me tengo que disculpar, y luego dejo la mochila en el suelo para ir sacando la cámara y mi treinta y cinco milímetros. Me tendré que alejar un poco más, pero la foto se deformará menos—. Voy a intentar darme prisa en sacaros las fotos de presentación, pero necesito orden. Me da igual quién vaya primero, pero que ponga el coche... en ese cacho de allí, ligeramente torcido —digo, señalando unas plazas más allá. Detrás hay unos arbolitos que pueden quedar monos y, si lo colocan como les he dicho, puedo sacar la foto de lado para que no salgan las matrículas (aunque, por lo que veo, las han cambiado por unas en las que tienen un número de dos cifras. Ayer no me fijé, pero supongo que será para que la gente que vea las carreras no tenga sus matrículas reales. «¿Cuánto me pagarían a mí por la del kamikaze?»)—. Sacaré primero unas fotos al coche y luego a vosotros con él. Apoyaos en la puerta del copiloto, seguid mis indicaciones y habremos acabado antes de lo que pensáis.

Todo asienten de inmediato y, enseguida, me hacen caso. El primero en posar es Suga, quien, mientras fotografío su BMW, me da instrucciones para este apartado de la web. Me dice que quizá debería poner sus motes, el número de corredor y el modelo de coche. Al parecer, eso ayuda a la hora de las apuestas, y ya que voy a hacer de Outlawed una web decente, tomo nota de su consejo y me apunto en una nota de móvil sus características: Suga, BMW MS Competition gris, número noventa y tres.

En cuanto acabo la sesión con él (el tío tiene carisma para sacarse fotos con chulería, así que acabamos relativamente pronto, porque el resultado a través de la pantallita parece bueno y tengo varias opciones por si alguna foto está borrosa o quemada), se pira con el coche incluido y pasa el siguiente. Como, al parecer, no ha escuchado la conversación que he tenido con Suga, le tengo que pedir antes de empezar sus datos. Decido apuntarlos en orden para poder identificarles, porque de momento solo reconozco a dos de ellos. El rubio se hace llamar Jin para la competición y conduce un Lexus RC blanco con el número noventa y dos, lo que me hace pensar que han sido tan originales que los putos números de la matrícula son sus años de nacimiento... Qué genios. El caso es que este tío es bastante guapo y sale bien en todas las fotos. Juraría que, aunque moviese la cámara, él seguiría saliendo completamente estable, y eso es un don. Si algún día tengo la suficiente confianza con él, le pediré ir al estudio para que pose para mí. De vez en cuando me gusta hacer sesiones de fotos por mi cuenta, y nunca tengo modelos (Nam se presta para las de autor, pero eso al final es más trabajo, y Minnie ya no me supone ninguna novedad para llenar mi Instagram profesional), así que estaría bien que posase para mí. Me ahorraría tiempo en Photoshop, eso desde luego.

Cuando el Lexus abandona mi set improvisado, no sigue al de Suga, sino que vuelve a la cola en la que están el resto de coches para que su posición la ocupe un Audi RS7 (según me dice su dueño, que me dice que le llame Jimin. Vaya, que ni siquiera se ha currado un mote) de color rojo con el número... trece.

—¿Eres vampiro y tienes cien años o es tu día de nacimiento?

—Qué lista eres —me responde con una sonrisa radiante. Yo pongo los ojos en blanco.

—No sois muy originales —espeto, poniéndome a sacarle fotos a él. Recuerdo ahora, mientras veo su pelo naranja brillante, que es el primero que se presentó y que me pareció guapísimo. Hoy sigo pensando lo mismo, porque la chaqueta azul que lleva, no sé cómo, pero queda bien incluso con el contraste de su coche y su pelo.

—Somos pilotos, la imaginación no es lo nuestro —dice divertido—. Pero si tienes ideas son bienvenidas.

—¿Para poneros números? Eso es personal, solo constato un hecho.

—Me caes bien —responde, aunque no tiene absolutamente nada que ver con lo que he dicho y tampoco veo ninguna base para que lo suelte.

—Vaya, gracias. Siento no poder decir lo mismo, pero no te conozco.

—Ni yo. —Vuelve a reírse, así que aprovecho para pulsar el disparador y sacarle tres fotos seguidas un poco más de cerca. Hago varias más cuando se echa le pelo hacia atrás con una mano, porque la verdad es que es muy sexy—. Pero tengo ese superpoder y sé si una persona me cae bien o no con un par de frases.

—Vaya, yo al revés —digo acordándome del puto kamikaze, que tiene que estar a unos metros de mí—. Sé de inmediato cuando alguien me cae mal.

—¿Y yo te caigo mal?

—No —digo, bajando la cámara de mi ojo para observar el resultado. No es malo—. Eso es buena señal.

—Me alegra. ¿Hemos acabado? No nos queda mucho para la carrera, y supongo que querrás darte prisa.

—Sí, sí, perfecto. Llama al siguiente.

Jimin se sube al coche y, haciendo mucho ruido, se pira para que pase el siguiente, que es alguien que se hace llamar J-Hope (a este le felicito personalmente por ser original con el nombre, aunque el número de su coche sea el noventa y cuatro y eso le reste puntos). El chaval parece bastante agradable, porque, además de decirme que su modelo de coche es, concretamente, un Volkswagen Golf GTI Clubsport S (vamos, que me canso un poco al escribirlo), empieza a contarme cosas sobre su vehículo. Es amarillo y dice que le encanta, por mucho que los chicos se metan con él. Debo de ser una amante de las causas perdidas, porque me encariño más con el coche en cuanto empieza a contarme esas cosas. J-Hope quizá no tenga una pose tan de modelo como los demás, pero su sonrisa opaca a todo lo demás para que las fotos queden bonitas. De hecho, quien vea las fotos jamás diría que ese coche y su dueño compiten en carreras ilegales, porque tiene toda la pinta de ser un hippie.

Acabo también bastante rápido con él, así que pasa el siguiente: el chico del pelo y el coche azul. Su mote es V, y me lo dice haciendo la letra con su dedo índice y corazón, así que me tengo que reír un poco. Luego me confiesa que se llama Taehyung (aunque eso es irrelevante), y me dice que su coche es un Hyundai Elantra Sport. De nuevo, su número es un puto noventa y cinco, pero no voy a negar que el hecho de que tenga un Hyundai para... correr llama mi atención, así que mantengo una conversación de lo más interesante sobre la marca de mi amado coche en la que no dudo a la hora de recalcar que está en el taller por culpa del kamikaze.

—¿No se lo vas a perdonar nunca? —pregunta.

—Cuando salga del taller, quizá —respondo—. Mientras tanto, no.

El chico se ríe y, como vamos bastante justos de tiempo y ya le he sacado las fotos a él (ha salido, como el resto, arrebatador), deja paso al siguiente... Qué bien.

—Mercedes AMG C63 —empieza en cuanto se baja del vehículo. Yo lo apunto sin mirarle.

—¿Quieres que te ponga kamikaze como mote, prefieres ser tan poco original de usar Jungkook o vas a optar por pensar un poco?

De nuevo, la sonrisa de lado adorna su rostro antes de decirme su fantástico mote. Muy muy original.

—JK —responde pronunciando cada una de las letras en inglés y por separado.

—Vaya, eres todo un genio, ¿eh? Encima internacional —respondo una vez he anotado también el noventa y siete de su coche (lo que me indica que es menor que yo) y me he puesto a sacarle fotos al vehículo. Está perfecto, es lo que más me jode de todo.

—Kamikaze me restaría seguidores. —La diversión es palpable en su voz.

—O los ganarías, todo depende de lo que quieran ver. Si te quieren ver ganar no, pero si quieren algo rollo Los Juegos del Hambre... Yo apostaría por ti, vaya; seguro que ganabas.

—Es lo más bonito que me has dicho desde que te conozco. Te estás ablandando.

—Flipas —respondo como ha hecho él mientras veníamos, marcando todas las sílabas mucho, antes de volver a mirar por el visor de la cámara.

Por suerte, sus fotos salen también bastante rápido. La pose de chulo (como lo es) le sale sola, y también debe ser que tiene capacidades como modelo, porque sale bien en todas las fotos. Quizá si me dedico a editarle un poco con Photoshop consiga sacarle mal y vengarme un poco...

Ya pensaré más sobre eso, porque, aunque llevo una hora por lo menos sacándoles fotos, tengo que seguir trabajando. Evito estratégicamente el Mercedes antes de subirme al Hyundai —que me inspira mucha más confianza— para ir al sitio en el que nos está esperando Suga, que resulta ser... un circuito profesional de carreras. Y no me parece muy legal que estemos aquí ahora, sobre todo si tenemos en cuenta que ya ha anochecido.

—Eh... esto... —le digo a V, que pone el freno de mano del coche en cuanto lo deja en una de las casillas destinadas para ellos. La otra vez salieron todos de la misma posición, pero ahora parece que no es así.

—¿Sí? —pregunta mirándome directamente. Su mano está en el manillar de su puerta, por lo que supongo que tendremos que bajarnos del coche.

—No tenemos permiso para estar aquí, ¿verdad?

—No —admite sonriente—. Pero no tenemos permiso para conducir en ninguna parte, así que... Aquí al menos tardarán más en pillarnos.

«Si es que Nam lleva razón, esto no puede salir bien».

—Vale, bien... ¿Y crees que vamos a ir a la cárcel por estar en este sitio? Porque a esto se le llama allanamiento de morada.

—Qué va —responde del todo confiado—. Tenemos un calendario para saber cuántas veces al mes podemos venir. Es mucho más seguro.

—Ah bien, me tranquiliza mucho más saber que usurpar un sitio privado sea seguro...

—Bueno, si tienes alguna duda creo que Suga hyung te la podrá explicar; creo que hoy te toca ir en su coche. Por eso de que no ha venido su novia, ya sabes.

Sonrío cuando se refiere a Minnie como su novia y asiento, muy agradecida de repente porque no haya venido para, así, poder evitar el coche del kamikaze.

—Me alegra que tú también pienses que es su novia —digo antes de bajarme del coche a la vez que él. La mochila pesa una tonelada, así que dejo mi intento por hacerme la chula con una sola asa colgada y me pongo las dos.

—Es que lo son, ¿no?

—Bueno, mi amiga discrepa con respecto a eso, aunque creo que es bastante evidente.

—Ahora que lo dices, Suga hyung nunca ha dicho que sea su novia... No sé, es raro...

—¿Qué es raro?

No me he dado cuenta de que hemos llegado a la línea de meta (donde ya están todos) hasta que no escucho la voz del kamikaze, al que ahora voy a tener que añadir cotilla a su fantástico título nobiliario.

—Tú, cotilla —respondo antes de poner los ojos en blanco. Alguien se ríe, pero no reconozco quién.

—Rino, tienes mi cámara desde el otro día y la necesito. —Él hace uso del puto mote que acaba de ponerme, así que me hago la loca para ver si me llama por mi nombre, fingiendo que no le he escuchado—. Rino —repite. De nuevo, ni puto caso. Por eso me da golpes con su índice en mi hombro hasta que le miro—. La cámara, Rino.

—¿Rino? —pregunta V. Lo sé porque le tengo al lado, no porque ahora identifique sus voces a la perfección.

—Tu amigo el kamikaze, que se cree gracioso —respondo, dejando la mochila de nuevo en el suelo para agacharme, coger la cámara y dársela con cara de asco.

—Me alegra que os llevéis tan bien, pero chicos: tenemos que empezar —anuncia Suga, así que me apresuro para cerrar la mochila y asegurar que mi cámara (colgada al cuello) está perfectamente—. Haerin, hoy me sacarás las fotos a mí, ¿vale? —Mi mirada se conecta con la de V, que me sonríe como diciéndome: «¿Ves? Te dije que te tocaba con él»—. El resto a sus posiciones. Como siempre: llamad cuando estéis dentro y silenciad el micrófono. Si necesitáis algo lo quitáis. Al mejor de diez vueltas, que no tenemos mucho tiempo.

Todos asienten diligentemente antes de dirigirse a sus coches, y yo sigo a Suga. El primero en detenerse es el kamikaze, que tiene el Mercedes aparcado en primera fila, y luego lo hace él, así que empiezo a pensar que las posiciones en las que están son en las que quedaron en la carrera de ayer, porque recuerdo que no me alegró precisamente estar subida en el coche ganador.

Sin embargo, hoy repito mi ritual del otro día con un poco más de alegría, porque bueno, no voy a tener que estar acompañada del incordio. Dejo la mochila a mis pies antes de cambiar el objetivo al dieciocho milímetros (el otro día me funcionó bastante bien) y observar a Suga mientras toquetea el móvil y arranca, preparándose.

—He visto las fotos de Jungkook. Minnie tenía razón: eres buena.

—Gracias —respondo pagada de mí misma—. Aunque te voy a ser sincera: era muy fácil mejorar lo que teníais. ¿Habéis pensado echar al kamikaze del equipo?

Suga se ríe antes de mirarme, así que yo aprovecho para sacarle una foto de prueba. Aunque este coche no tiene los ledes morados que sí que tenía en el que me monté ayer, la verdad es que el interior es precioso. Los asientos son bastante parecidos a los del Mercedes, pero estos parecen encajar mejor con el interior. Son de un color que se acerca más al gris claro que al blanco, pero que es extrañamente bonito, y tienen esa especie de alerones que recogen mejor tu cuerpo (y que son bastante cómodos). El reposacabezas no se baja como el de mi coche, lo que también es bastante más cómodo, y hay detalles del mismo color del asiento adornando la consola central y parte del salpicadero negro. Vamos, que las fotos quedan bonitas por huevos, porque el coche es precioso, aunque para su desgracia, tengo que encender la luz que hay en el techo entre nosotros para poder iluminarle mejor.

—Jungkook es uno de nuestros mejores corredores —dice, después de parpadear cuando la he encendido para intentar usar menos ISO en la foto—. Por supuesto, eso no lo hace mejor fotógrafo, pero no, no hemos pensado echarle. ¿Tan mal te cae?

—Me reventó el coche, tú verás —mascullo—. ¿Te molesta mucho la luz? Es que así al menos sales un poco más iluminado.

—Tú eres la experta: si la necesitas, me apaño.

—Pues si es posible, sí. Gracias —digo, él hace un asentimiento breve con la cabeza antes de mirar el reloj—. ¿Cuánto queda?

—Un minuto. ¿Lista?

—Saco fotos en la segunda vuelta, para acostumbrarme bien a la velocidad.

—Estupendo. Si necesitas algo, me dices.

Yo asiento y, en cuestión de segundos, una alarma procedente del reloj de muñeca que lleva suena y, de inmediato, el coche sale despedido hacia delante.

Hoy creo que llevo un poco mejor la velocidad, aunque está claro que va a toda hostia, porque se me vuelve a pegar la espalda al asiento con violencia y porque veo que hoy no tarda tanto en pegarse al culo del Mercedes, que va primero. La diferencia que hay con estar en el coche del kamikaze es que desde la segunda posición se ve que, en realidad, la lucha es más encarnizada de lo que parecía cuando vas en el coche ganador.

Un coche rojo intenta rebasar al BMW en una curva, lo que hace que tema por mi vida tanto que, como puedo, me agarro al asidero de la puerta y a la cámara para que no salga volando. Suga maldice cuando acaba sacándole un poco de morro, pero acaba remontando en la siguiente recta, recuperando su posición.

—¿Puedes... avisarme cuando empecemos las vueltas?

Suga murmura una especie de asentimiento y hace lo que le he pedido cuando alcanzamos la segunda vuelta. Ahí vuelve a ir justo detrás del coche rojo, y ahora veo que el Mercedes les saca bastante menos de lo que parece (al menos si vas montada en el coche ganador). La expresión del conductor al que tengo que sacar fotos hoy es de frustración, cosa que no es muy favorecedora... pero puede servir. Por eso, intentando recordar las vueltas que ha dado antes, me dispongo a sacar todas las fotos que pueda en ráfaga. Aprovecho las rectas para hacer las de Suga y, cuando llego a las curvas, saco las de los coches que tengo delante.

Me alegra ver que al kamikaze hoy el coche rojo (que, si no recuerdo mal, es el de Jimin) le está poniendo las cosas difíciles. Aunque ayer también se lo puso el BMW y, aun así, ganó.

Sin embargo, se nota que estamos en otro tipo de circuito. Creo que los coches van más deprisa (quizá porque no tienen la limitación que te da el polígono, con más curvas y edificios que sortear) y eso hace que la carrera parezca más acelerada y encarnizada.

Como ya hoy estoy más acostumbrada y sé que como saque doscientas fotos no me va a servir de nada, saco las justas y necesarias y el resto del tiempo me dedico a observar la carrera. La verdad es que... es bastante guay. Como hoy estoy en el BMW, para mí se convierte en el coche que debería ganar en la carrera de hoy, así que me alegro internamente cuando pasa al Audi rojo y se posiciona a centímetros del Mercedes. Ahí vuelvo a sacar un par de fotos al culo del vehículo que tiene delante, porque puede ser interesante que pueda hacer una especie de cronología de cómo fue la carrera con solo ocho fotos... Eso ya lo pensaré, porque cuando termino de sacar un par que creo que están bien, vuelvo a bajar la cámara para observar a Suga, que ya no muestra tanta cara de fastidio. De hecho, parece que está simplemente probando el acelerador cuando, finalmente, pasa al Mercedes.

—¡Sí! —se me escapa, ante lo que el peliverde se ríe a mi lado.

—¿Tanto te alegra que pierda?

—No sabes cuaaaanto —respondo, antes de sacar la cámara de nuevo para hacer una foto al retrovisor y que se vea que hemos pasado al Mercedes—. De todos modos, hoy voy en este coche, ¿no? Debería querer ganar yo también.

—Sí que es verdad... Pero todavía quedan dos vueltas, no podemos cantar victoria tan rápidamente. Jungkook es muy escurridizo.

Sin embargo, parece que hoy la suerte está de su parte, porque al final el Mercedes sigue a rebufo y acaba ganando el BMW.

—Me pido a la chica en la próxima carrera.

La voz sale del móvil, así que supongo que, como hoy no hay otra chica aquí, se referirá a mí. Aunque no tengo ni idea de quién es, me alegra que no sea la voz del kamikaze (porque de eso estoy segura: el muy imbécil me hubiese llamado con el mote que se acaba de inventar).

—¿Puedo? —pregunto, señalando el móvil para contestar. Suga ahora mismo está más sonriente debido a la victoria, así que me asiente antes de detener el coche—. La chica se llama Haerin —respondo—. Así que, si queréis mi fantástica suerte, aprendeos mi nombre.

No hay que darle muchas vueltas al asunto para descubrir que, quien sea que haya dicho eso, lo ha hecho porque cada vez que me he subido a un coche, ha ganado. De hecho, cuando responde un: «Vale, Haerin, el próximo día te vienes al Audi conmigo», no hace más que confirmármelo (y de paso, desvelarme su identidad).

—El próximo día gano yo. —Esta vez sí que es el kamikaze el que suena a través del teléfono—. Rino no trae buena suerte.

Estoy a punto de hablar cuando Suga se me adelanta.

—Por si acaso la trae, Jungkook —empieza—, llévala a casa hoy, ¿vale? Yo tengo que cerrar.

—¡Oye! —me quejo, pero él ha vuelto a silenciar el móvil y me mira divertido antes de dar al botón que quita los seguros de las puertas.

—Sabe tu dirección y encima fue él quien se chocó contra tu coche, así que lo justo es que te lleve él. No tienes por qué hablarle.

—No lo voy a hacer —respondo más segura de lo que estoy. Porque no sé cómo, pero, aunque no me apetezca hablar con él, siempre acabamos discutiendo; no creo que a eso se le pueda llamar hablar.

—Valee... —Por el tono, parece cansado de esta enemistad que se ha formado...O divertido, todavía no lo sé bien—. ¿Han quedado bien las fotos?

—Por lo que he visto, sí. De todos modos, tengo que comprobarlo con la pantalla. ¿Solo voy a poder subir ocho?

—Sí —admite asintiendo—. Si algún día crees que es necesario ampliar, coméntamelo que hablaré con la informática encargada de rediseñar la web, pero en principio creímos que ocho era un número perfecto para contar la carrera y que, a la vez, los suscriptores tuviesen que ver el vídeo.

—Pues entonces no me queda otra... ¿Cuándo...?

No hace falta que termine de elaborar la pregunta, porque me corta para responderme rápidamente.

—Te aviso por Kakao. —Su mirada se va hacia detrás de mi cuerpo, concretamente a la ventanilla, a través de la que ya se puede ver al Mercedes... esperándome. «Qué suerte la mía»—. Venga, vete que tengo que cerrar antes de que nos pillen.

Asiento y me despido rápidamente antes de abrir la puerta para subirme al otro coche. Las luces moradas me reciben en cuanto planto el culo en el asiento y la mochila (con todo guardadito) en el suelo.

—El coche en el que me monte el próximo día te va a pegar una paliza —le digo, por poner en duda mi suerte. El kamikaze sonríe de medio lado antes de llevar la mano a la palanca de cambios, meter primera y empezar a alejarse del circuito.

—Eso está por ver —responde, el muy motivado.

Aunque tenga que hacer un pacto con el diablo, voy a conseguir que le ganen.

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¡Hola!

Haerin y este Jungkook creo que son, oficialmente, la combinación que más me gusta escribir. En este capítulo se ve un poco mejor el tipo de conversaciones que van a tener, y espero que os gusten. ¿Qué opináis vosotras de estos dos?

También es un capítulo más larguito que el anterior (más de 6.000 palabras), pero es necesario porque había que contar muchas cosas como, por ejemplo, explicar los modelos de coche que tienen toodos los chicos, numeritos, colores y esas cosas que son necesarias para explicar las carreras. Creo que con los siguientes capítulos será más sencillo, pero espero que quede un poco más claro así como introducción. Podéis buscar además los modelos en Google por si queréis ver mejor su aspecto.

Estoy preparando esto un domingo y seguramente lo suba desde el móvil, así que si veis que se me cambian los guiones o alguna tontería de estas que hace Wattpad, no dudéis en avisarme.

Por cierto, mil gracias por el más de 1K en esta historia. Acaba de empezar prácticamente y no me esperaba que llegase a tanto tan pronto 💜

Y dicho esto no tengo mucho más con lo que daros la chapa. Teorías sobre qué pensáis que puede pasar o cualquier comentario sobre la historia son bienvenidos.

¡Os leo!

PD: BTS haced otro BV en el que conduzcáis que vengo necesitando material para multimedia.

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