02 km/h
Hoy, en un capítulo más de mi fantástica vida, Lee Haerin coge el transporte público para ir a trabajar. ¿Hay algo peor que ir en el metro, rodeada de gente sudada que no sabe toser en su codo? Lo dudo mucho, pero no me queda otra.
Encima, tengo que darle gracias a Dios, al cielo o vete tú a saber qué porque solo tenga que coger el metro hasta mi trabajo. Porque solo tarde cuarenta minutos. Y tengo que dar gracias porque venga uno que me deje solo quince minutos antes en la puerta y no treinta. También tengo que agradecer que el otro día la policía no me pillase ni cuando fui a por el almuerzo de mi gran amiga Elena Cebes, ni cuando llevé el coche al taller. Y, por supuesto, tengo que estar contenta porque el seguro del imbécil del Mercedes que se estrelló contra mi pequeño sea solvente y vaya a pagar el daño. No tengo un bolsillo lo suficientemente grande como para costearlo, aunque tampoco tengo la paciencia que requiere que mi coche se haya quedado en el taller por una laaaarga semana.
Mi humor, en consecuencia, es bastante peor que de costumbre. Porque me toca ir caminando hasta la empresa y, una vez allí, tengo que preparar el set para Elena, que vuelve otra vez al estudio para un anuncio de una nueva marca de ramen instantáneo.
—¡Haerin! Ve a por Elena, en cuarenta minutos tiene que estar aquí.
Normalmente, cuando Bora da las órdenes es que ni siquiera espera a que yo le diga si estoy disponible, si me va a dar tiempo o no. Pero claro, es que hoy tengo la imposibilidad real de ir. Por eso dejo el foco que estaba colocando, esperando que no se mueva mucho, y voy corriendo detrás de ella.
—¡Bora! —la llamo, consiguiendo que se detenga porque el universo se ha puesto de mi parte por una vez en todo el día—. No puedo ir en coche, está en el taller. ¿Recuerdas lo del accidente que te dije...?
Un chasquido de su lengua interrumpe mi frase, y ella mira a su derecha, concretamente al lugar donde el resto de mis compañeros (los que están en mi situación, vaya) están ayudando a montar el set.
—¿Cuánto tiempo tiene que estar en el taller?
—Una semana —digo deprisa, porque al pobre que le toque ir a por la influencer del momento, aparte de ir con la hora pegada al culo, le va a tocar sufrir un trayecto con la mejor música de la industria.
—Avísame cuando lo tengas de vuelta. ¡Jongsu!
—¿Sí, jefa?
—Tienes coche, ¿verdad? —pregunta. Mi compañero asiente rápidamente—. Pues ve a buscar a Elena. Te tocará hacer el trabajo de Haerin, así que dile que te lo explique. Haerin, ya sabes lo que toca.
«Ah, qué bien. Yo tengo que explicarle a los demás, pero los demás no tienen que rendirme cuentas. Soy superútil, sí».
En realidad, no me importa, porque Jongsu es un chaval que se ha incorporado hace relativamente poco. Tiene los veinte recién cumplidos y sé que darle mi trabajo es una responsabilidad para él, así que hago lo que puedo y le indico rápidamente la dirección de la chica a la que tiene que recoger. Como soy una persona de la hostia, le digo hasta la ruta más rápida para que llegue a tiempo; ya cuando llegue aquí, le diré a dónde se tiene que ir para coger el almuerzo de los cojones. Está tan agobiado por su primera misión de verdad en este sitio que no me dice ni qué tengo que hacer yo, aunque lo intuyo. El chaval estaría colocando el atrezo (lo que es bastante fácil), así que termino de arreglar los focos antes de preparar lo que hace falta para la sesión. Alguien ha puesto ya un fondo de ladrillos, y en la parte izquierda del estudio veo como se apilan algunos muebles de madera, así que voy a cogerlos para colocarlos.
El trabajo en el estudio siempre me pareció más sencillo que salir a hacer los recados de mi jefa, pero no me debería quejar, porque traer a la gente sana y salva aquí es una responsabilidad grande, al fin y al cabo. Aunque con eso no aprendo una mierda, y estando aquí puedo al menos observar el trabajo de los fotógrafos por si algún día alguno se rompe (accidentalmente, por supuesto) una pierna y tengo que reemplazarle.
A veces me pregunto para qué piden experiencia en fotografía si luego no te sirve para absolutamente nada.
El caso es que como mi trabajo de hoy es preparar el set, se me hace más ameno, y el tiempo corre tan deprisa que me parecen cinco minutos en comparación con lo que tardé ayer en traer a la influencer. Para Jongsu, desde luego, no es así. Porque una vez Elena está colocada en el set, veo su cara, que grita socorro a kilómetros, así que me acerco a él. Todavía le tengo que informar de lo que tiene que hacer a continuación, pero no parece interesado.
—¿Cómo lo soportaste?
—Paciencia —le respondo, dándole dos palmaditas en la espalda—. Vas a tener que almacenar muuucha si quieres trabajar aquí y ascender.
—¿También te hizo ponerle Justin Bieber?
—Efectivamente —admito, antes de pescar el móvil de mis vaqueros para buscar la dirección del súper en el que conseguí ayer su comida de calidad—. Ahora tienes que ir a por su almuerzo. Vamos, ayer comió eso y me parece una chica repetitiva, así que seguro que hoy quiere lo mismo. No puedes tener quejas, que te lo voy a dar mascadito.
—¡Jongsu! —le grita mi jefa desde la distancia.
—¿Me lo va a pedir ya?
—Escucha mis palabras: pavo y queso fresco, búscate la vida.
—Tienes que ir a por el almuerzo de Elena. Come solo pavo y queso fresco, y no me preguntes dónde se consigue.
Bora se gira para volver a su niña mimada, también conocida como Elena Cebes, y mi compañero se me queda mirando horrorizado. Yo me encojo de hombros y le envío el mensaje a su Kakao para que tenga la dirección del sitio y las marcas concretas de lo que come la niña.
—Lo tienes en Kakao. Tardas unos veinticinco minutos en total en cogerlo y venir, así que date prisa.
El pobre de Jongsu se pira corriendo, casi tropezándose con sus propios pies, y yo aprovecho que no tengo que hacer esos recaditos para observar la técnica de los fotógrafos, las poses que piden... Cosas que me interesan.
—¡Haerin! —Los gritos de mi jefa son algo que no se puede eludir, así que giro la mirada en su dirección de inmediato—. No tenemos palillos. Ve a la tienda de la esquina a por unos.
—¡Enseguida!
Ni sin coche me libro.
Me dejo caer sobre el sofá con dramatismo exagerado. Bueno, eso me diría cualquiera, pero para mí no es exagerado. Después de un día entero de trabajo, al salir tuve que coger el transporte público otra vez, volver a casa, pillar la cámara e irme a una sesión de fotos de un taller de coches de segunda mano. Querían promocionar sus joyitas (es decir, coches que se caen a pedazos) y que pareciesen bastante apetecibles, así que qué mejor que pagarme una miseria para ello. Y ha sido agotador, no solo por el resto del día, sino también porque he tenido que cargar con el material en el metro, patearme el taller y sacar un montón de fotos. Y aunque ahora solo quiero quedarme donde estoy por, al menos, dos horas, sé que me tengo que poner a editar para terminar esta noche y entregarlo mañana, porque no me va a dar la vida con el trabajo y, por supuesto, teniendo que coger transporte público.
Una maravilla.
Saco fuerzas de donde no las tengo para levantarme del sofá e ir a darme una ducha. Como mi MacBook está un poco viejo, le cuesta arrancar, así que lo enciendo para que, cuando salga, esté listo para funcionar.
No tardo mucho tampoco en la ducha, aunque por mí me hubiese dado un baño relajante de tres horas, pero eso me quitaría más tiempo del que dispongo, así que en diez minutos estoy fuera, con la toalla enrollada al pelo y vestida con un chándal que uso para estar por casa. Cargo las imágenes en mi portátil y me pongo a editar enseguida. A ver, las fotos no son malas porque no soy mala fotógrafa, pero los coches dan bastante pena. Y como me han dado algunas indicaciones, acabo tardando más en editar una foto de lo que he tardado en sacarlas todas. Quitar desperfectos, subir el brillo, el contraste y la saturación... En definitiva, un trabajo profesional por una mierda de dinero.
—Tienes que tener el pelo más seco que la paja ya.
Pego un bote y cojo la botella de metal que tengo al lado del ordenador para apuntar a la persona que me ha interrumpido. Por su culpa, el pincel que estaba usando para retocar un cacho de capó se ha ido a tomar por culo y me ha jodido la foto.
También es que soy un poco tonta, porque está claro quién iba a ser: no vivo con nadie más.
—Nam, ¿qué te he dicho de interrumpirme mientras trabajo?
—¿Y qué te he dicho yo de que te seques el pelo antes de ponerte a trabajar?
—Está secándose. ¿No lo ves?
—No te quejes luego si no eres capaz de peinarte; te he escuchado ya demasiadas veces.
—¡Oye! —exclamo. Aunque lleva razón; Nam siempre la lleva—. Pensaba que estabas escribiendo, ¿has venido de la editorial?
Me levanto de mi sitio, porque se me ha quedado el culo un poco pegado, y aprovecho para seguirle por el piso hasta su habitación. Me quito la toalla y, cuando lo hago, Nam me mira y se ríe. Vamos, que mi pelo es un puto nido de pájaros. Maravilloso
—Sí. Les han encantado las fotos.
—¿Me van a pagar?
—Lo suficiente para que vayas a una peluquería.
—Imbécil. —Le tiro la toalla que tengo en las manos y Nam la evita como puede—. Ahora me arreglo el pelo. ¿Y el libro? ¿Cuándo sale?
—En dos meses.
—Qué asco, vas a tener éxito antes que yo —me quejo, dándome la vuelta para ir al baño e intentar alisarme el pelo. Está peor de lo que pensaba, porque tiene la forma en la que tenía la toalla enrollada y... Bueno, sin comentarios.
Enciendo el secador para intentar estabilizar con el peine el desastre antes de plancharlo y, cuando estoy acabando, Nam se planta en la puerta del baño. Está hablando, pero no le oigo, así que tengo que apagar el aparato. Como ya tengo el pelo un poco decente, aprovecho para coger las planchas.
—¿Qué?
—Que acaba de llamar Minying; que sube, dice.
—Ah, bien. ¿Sube? ¿Hoy no tenía turno?
—Yo que sé. Es tu amiga, no la mía.
—Pues con el tiempo que pasa aquí ya podría ser la tuya también. Asocial, que eres un asocial.
—Soy tu amigo, ¿no? Eso me hace ser una persona sociable, porque con lo difícil que eres...
—Tú sí que eres difícil, cerebrito. ¿Quieres que te tire la plancha?
—No, gracias. Voy a escribir el próximo best seller, si me disculpas.
Namjoon se va y yo sigo planchándome el pelo con una sonrisa en la boca. Casi siempre parece que nos llevamos a matar, pero es broma. Somos amigos desde hace bastante tiempo. Namjoon llevaba un blog sobre literatura antes de dedicarse a ser autor a tiempo completo, y como le debía de sobrar la pasta, un día me contrató para que hiciera fotos para su blog. Fue un curro que me vino bien, y también me vino bien que siguiera hablando con él después de eso, porque cuando Nam necesitó un compañero de piso fui la primera voluntaria. Se ofreció a pagar el 70% del piso, ¿quién se iba a negar a eso? Yo desde luego que no.
Aunque mi plan inicial era mudarme con la chica que asoma su cabeza por la puerta del baño.
—¡Rinnie! —me grita.
—¡Minnie! —la imito, soltando finalmente la plancha—. ¿A qué viene tu visita? ¿Te ha vuelto a echar tu compañera de piso?
—Vaya, qué audaz eres —dice con cierto cabreo—. Solo lo hace cinco de siete noches a la semana para poder follar a gusto, no sabía que te ibas a dar cuenta tan rápido.
—No vienes todas aquí —respondo encogiéndome de hombros—. ¿Anoche dormiste en tu piso?
—Pueees no, evidentemente. Por suerte tengo una vida sexual activa. Tú deberías probar, ya sabes.
—Ya estamos...
—No te presiono —dice alzando los brazos—. Cada uno tiene su momento de descubrimiento. Pero en verdad también quería hablarte de eso. Te hubiese escrito, pero como iba a venir igual... ¿Has terminado de currar?
—Me queda una foto, luego me encargo. Venga, dime.
Me acomodo en el sofá y palmeo el hueco a mi lado para que se siente y mi amiga, que es mucho más señorita que yo, se sienta con las piernas cruzadas y los pies en el suelo como si tuviese miedo de ensuciar mi sofá. No sé por qué, si está claro por mi postura india que a mí me importa poco.
—El nuevo tío que me he ligado. Bueno, que le veo aproximadamente una vez por semana, o sea que supongo que tenemos... ¿algo?
—¿Desde hace cuánto? —pregunto.
—Un mes.
—Pues entonces sí que tenéis algo —admito.
Minnie, antes de esta etapa de "me follo a cualquiera que me parezca que tiene buena pinta", era de relaciones largas. Hasta que la jodieron pero bien. Su ex le puso los cuernos no una ni dos, sino tres veces. Y ella se las comió toditas hasta que explotó y... bueno, no sé si ha sido el mejor modo, pero al menos parece feliz. Es decir, antes se follaba a un tío cada noche, ahora ha rebajado el ritmo y el mismo le puede durar una semana. Si a este lleva viéndole un mes es que hay algo, aunque no lo vaya a admitir.
—Algo de sexo, sí —dice. No es que no me esperase algún comentario del estilo—. En fin, que ahora a veces hasta hablamos después del coito.
—Coito, qué fina te has vuelto —digo.
—Calla, que era por darme un poco de aires y que pareciese algo más que folleteo. En fin, que después de follar a veces hablamos y... me ha dicho que estaba buscando una fotógrafa.
—Ah, bien. ¿Para?
—Sacarle fotos a él y al coche. Es piloto.
—¿Homologado?
—Supongo. Hablamos poco, ya te digo —responde, poniéndose cómoda en el sofá—. Pero bueno, le hablé de ti, así que... ¿Qué me dices?
—No me has dicho nada, así que no sé qué tengo que decirte.
—Que si aceptas sacarle las fotos. Te pasaría su Instagram y ya os ponéis en contacto y eso. Pero dime si aceptas, porque voy contigo a sacarlas y así le veo.
—Ajam... ¿Me van a pagar?
—Supongo, buscaban a un profesional. Pero eso háblalo con él y ya le dices tus honorarios y esas cosas. ¿Aceptas?
—No me sobra la pasta, así que pásame el contacto y ya veo a ver si me compensa.
—Te compensa aunque sean mil wons.
—Vaya, qué gran amiga estás hecha —le reprocho.
—Una amiga realista y que te acaba de conseguir un trabajo. De nada.
—Gracias —admito finalmente con pesadez—. ¿Pero es algo habitual o esporádico?
—Te he dicho que lo hables con él.
—¡Es tu novio!
—Que no es mi novio, solo me lo follo —insiste la muy pesada. Ambas sabemos que no es nada de eso, pero bueno, si quiere vivir en la ignorancia... Minnie saca el móvil de su bolsillo entonces y, por el rabillo del ojo, veo como abre el Instagram para buscarle.
—Por cierto, ¿no tenías turno de noche en el hospital?
—Se lo cambié a un compañero que necesitaba la mañana libre —dice, tecleando a toda pastilla—. Así ya aprovechaba para racanearte casa.
—Díselo a Nam, este piso es más suyo que mío.
—A Namjoon no le importa —dice, haciendo un gesto con la mano.
—Si no es tu amigo.
—Pero es tuyo. Y tus amigos son mis amigos —responde superconvencida. Minnie suele ser una persona bastante más extrovertida que yo, así que en realidad no se lleva mal con Namjoon. Pero tampoco bien precisamente por eso, porque creo que a Namjoon ese tipo de gente no le inspira confianza, aunque mi amiga sea buena gente.
En fin, algún día lo superará.
—¿No encuentras el Instagram de tu novio o qué?
—Que no es mi novio —insiste—. Le estaba mandando un mensaje con el tuyo para que no piense que eres una acosadora o algo.
—¡Oye!
—Tiene fans, chica, a mí no me eches la culpa —responde—. Se llama Min barra baja Suga barra baja y griega.
—Espera, espera —le paro, cogiendo mi móvil para buscarle en la red social. Mi amiga, cuando ve que lo tengo en las manos, vuelve a repetir sus indicaciones. Le empiezo a seguir en su perfil (que tiene público) en cuanto le encuentro, pero antes de hablarle le cotilleo un poco. Tiene algo con mi amiga, es mi responsabilidad moral—. ¿Es este tío? Si tiene cara de mierda.
—¿De qué vas, eh? ¿De qué vas? —responde Minnie, sujetándome del cuello como si me fuese a ahorcar. Yo le doy golpecitos en la mano y ella para y vuelve a su postura recatada. Es una de las cosas que más me fascinan, que en un segundo puede ser la hija modelo que todo padre quisiera tener... y al siguiente le pego mi tontería y se vuelve loca—. Es muy sexy.
—Bueno, esas piernas...
—Yo no me fijo en esas cosas. Eres tú la que tiene una obsesión con las piernas de los tíos, por eso eres tan exigente —dice, como si la hubiese ofendido a ella misma con mis palabras.
—Ya, claro... ¿Le puedo hablar ya?
—Claro. Eres tú la que estaba cotilleándole.
Pongo los ojos en blanco y, cuando abro el chat, noto la mirada de mi amiga clavada en la pantalla, observando qué es lo que estoy poniendo.
—¿Cómo se llama? ¿Suga? —pregunto, dándome cuenta de que eso es todo lo que se intuye de su nombre en el perfil.
—Es como le llama todo el mundo, sí.
—Vale.
S U G A
Hola Suga. Soy Lee Haerin, la amiga fotógrafa de Minnie, la chica a la que te tiras. He visto que tienes unas fotos bastante malas en tu perfil, necesitas mi ayuda? Solo acepto si me pagan
—Podrías haber sido un poco más sutil —se queja Minnie, dándome un puñetazo en el hombro.
—He sido clara, y seguro que lo agradece. Mira, ya está escribiendo.
S U G A
Sí cuánto pides?
—Hostia, que me da carta blanca —le digo a mi amig con los ojos como platos.
S U G A
Lo suficiente como para pagarme un chalet en Busan
—Tía, que es serio.
—Ya, y yo también voy en serio: si cuela, cuela.
La verdad es que esperaba una especie de risa o algo, pero el tío no parece muy amable. «¿Con este tío esta Minnie ahora?».
S U G A
Puedo ofrecerte 200.000 wons por cada día que vengas
Casi se me cae la mandíbula al suelo. Realmente no esperaba más de cincuenta mil. Como muchísimo.
S U G A
Vale acepto. Dónde y cuándo?
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¡Hola!
Ya estoy de vuelta una semanita más con este nuevo proyecto. La verdad es que no me esperaba que el primero os gustase tanto, así que mil gracias. Espero que este también os guste ya que aquí se presentan algunos personajes nuevos. Entre ellos está el Namjoonie, que como algunas visteis sale en el nombre del fic junto al JK. Después de lo que ha pasado aquí (aunque sigue siendo tirando a introductorio), ¿qué pensáis que va a pasar? Me encantaría leer vuestras teorías.
Todavía estos capítulos son un poco más cortos y, aunque no estoy siguiendo un número de palabras base, hay algunos (como el siguiente) que son bastante más largos. Espero que os gusten de todos modos.
Yyy como no tengo mucho más que decir, me despido. Gracias por leer <3
¡Os leo!
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