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Lim Jeon-se, hace años, antes de que el país se rindiera antes a seres de ultratumba con apariencia podrida, fue un respetado decano de la facultad de medicina de la universidad nacional de Seúl. No era un título menor, para nada, muchos años vivió de él, con sus investigaciones en el ámbito de la salud. Sin embargo, como todo ser humano, él quiere saber más y probar que sus ideas eran ciertas, y se le pasó la mano.

Antes de llegar a Oedo sobrevivió, como todos los que vivían en la isla, hasta que dio con el sargento Tak In-hwan y su tropa de soldados que lo apoyan en excursiones en busca de sobreviviente. Lo que hizo ganarse su pase libre a la isla con las comodidades que esta daba fue decir que tenía lo necesario para contrarrestar esta infección que arrebató más vidas que cualquier otra enfermedad.

Con el tiempo se dieron cuenta de que era inteligente, no dejaba pasar oportunidades y tenía maravillado a Noh Seok-min, sobre todo cuando presentó el plan de crear una vacuna con pacientes que portaban enfermedades crónicas. Su plan se basó en pruebas y luego falló, así por meses, hasta que, cuando estuvo a punto de logrando, una enfermera y dos médicos truncaron sus avances médicos. Suran, Roy y Ji-eun lo habían detenido por moral y ética.

Sus años de gloria y libre andar en Oedo acabaron, dejándolo solamente a él como prisionera del viejo consejo lleno de aprovechadores y maliciosas personas que solo buscaban un beneficio que era para ellos, más el codiciado poder de tener gente que vivía gracias a ellos. Lim jamás desistió de investigar, gracias al tiempo de ocio en el calabozo podía decirse que pensaba más y mejor en cómo llevara a cabo lo que siempre quiso hacer.

Pero su más grande sujeto de prueba fue esa niña huérfana, que apareció como un inmune. Nadie sabía cómo es que era resistía al virus y todo fue gracias a que en un intento buscando sangre para comenzar con lo que serían los primeros bocetos, encuentra Eun-Yoo, el saco sangre y sin poder creerlo, al poner parte de sangre de un infectado, los anticuerpos de la niña atacaron sin dejar rastro de sangre infectada.

Lim no lo podía creer. La mayoría de los que mordía se convertían, pero Eun-Yoo nunca fue mordida y su sangre ya venía con ADN modificado.

Luego de nueve años sin ver a su primer sujeto de prueba, hoy gracias a un malestar que lo tumbo de uno segundo otro en el suelo, oyó la voz de Eun-Yoo tras la cortina blanca. Al abrirla logro verla, estaba grande, la misma cara de siempre y para su sorpresa con un amigo nuevo.

La chica se puso de pie de la camilla, alejándose como fuera de ese viejo médico demente. Yeonjun permaneció confundido, sin saber quién era ese hombre que miraba a su amiga con gran fascinación.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que sigues aquí? —preguntaba ella retrocediendo.

Lim se sentó en la camilla y se sacó las vías con solo sus manos sin importar la sangre que podía refluir.

—Nunca me fui, Eun-Yoo. —Le sonrió.

Yeonjun frunció el ceño. Jeon-se desvió la mirada hacia Min sin apartarla en ningún momento.

—¿Ahora tiene novio para que te cuide?

—Jamás necesité a alguien que me cuide, maldito demente. —Vociferó. —Es mejor que te largues.

—Quisiera, pero... —Hizo sonar a las esposas que estaban cerradas rodeando el fierro de la camilla y el otro extremo de su muñeca. —Me tienen obligado aquí hasta que me recupere.

La chica tocó el botón para llamar a la enfermera.

—No te preocupes, no te veré de nuevo hasta que me vuelva enfermar, niña —dijo. —Aunque siempre es un placer ver a mi sujeto número cero.

La sangre de Eun-Yoo comenzó a hervir cuando oyó las palabras del doctor Lim. La chica, sin pensarlo dos veces, fue por Lim, para comenzar a ahorcarlo en la cama.

—¡Ya muérete de una vez!

Cada vez hacía más fuerza, provocando que su vendaje se soltase y dejara ver los puntos puestos hace pocos minutos. Lim imploraba por aire mientras luchaba contra la chica que lo estaba ahogando. Min intervino antes de que su amigo cometiera una locura. Separándola o al menos intentando hacerlo.

—¡Eun-Yoo ya déjalo! ¡Lo vas a matar! ¡Basta!

—¡Es la idea! ¡Que muera de una puta vez este enfermo!

Yeonjun le sujetó la mano y las separó de Lim enseguida, sumando su vigor. Los dos cayeron al suelo.

La chica se levantó e iba por el doctor nuevamente, sin embargo, el azabache la contuvo mientras luchaba para acabar lo que se debió hacer hace mucho tiempo. No podía creer que la isla aún dejara vivir al lunático de Lim, que solo experimentaba con personas hasta corromperlas desde dentro.

Lim tosió y en ese lapsus de tiempo apareció la enferma que atendió a Eun-Yoo con la doctora Lee, que estaba en turno. La mujer ayudó a sacarla de allí, mientras que la chica atendía al doctor, que estaba tosiendo exageradamente por la presión ejercida en su cuello.

Ji-eun la sentó en una habitación apartada para tranquilizarla, mientras Yeonjun le brindaba asistencia.

—¡¿Por qué lo atacaste?!

Eun-Yoo todavía estaba con la cólera corriendo por sus venas hasta el punto de dejarle la yugular ingurgitada. Apretó sus manos con intensidad, intentando comportarse para no entrar y acabar con lo que quería hacer con ese monstruo de Lim. Se mantuvo de ese modo hasta que sintió una gota recorrer su antebrazo; era sangre.

La doctora Lim miró a Yeonjun preocupada.

—Ve por una enfermera y dile que necesito hacer una curación urgente.

Min asintió y salió corriendo hacia la estación de enfermería que estaba al final del pasillo. Algunas lo miraron preocupadas por su semblante. Una de ellas atendió al requerimiento preparando un carro con todo lo necesario para la curación, puesto que no sabía qué tipo era la herida.

Lee le hizo una compresión leve en su magullamiento y Eun-yoo solo miraba hacia otro lado para disimular el dolor que sentía en ese momento. La mujer estaba algo preocupada por la jovencita amiga de Yeonjun, estaba molesta cuando la vio atacar a Lim y no entendió el porqué, suponía que algo le debió de hacer aquel hombre, tal como lo hizo con la gente de Oedo al momento de hacer sus experimentos. Eun-yoo no era la única que quería acabar con el doctor Lim, de eso está segura. 

La curación fue rápida gracias a la ayuda de Ji-min, la enfermera que acudió con la doctora y Yeonjun revisando la herida de la joven. Entre ambas la ayudaron hasta volver a restaurar algunos puntos perdidos por el ataque al médico, la vendaron y Lim le dio la receta de medicamentos que resultara efectiva.

—Acompáñala, Yeonjun. Llévala a su hogar. ­—Le pidió Ji-eun.

—Claro, pero... necesito hacer algo antes... —Miró hacia la sala en donde estaba Lim siendo atendido por otra enfermera, corroborando que estuviera bien. —Ya vengo, dígale que iré por ella a la sala de espera.

—Por supuesto, pero ten cuidado, ese hombre no es de fiar, Yeonjun.

Min hizo un mohín.

¿Y por qué? ¿Qué hizo?

El azabache fue hasta allí cuando salió la otra muchacha tras acabar de atenderlo. El chico entró corriendo la cortina que separaba las demás camillas. Esto a Lim lo espantó retrocediendo sobre la cama, pensando que nuevamente era Eun-yoo que iba a atacarlo otra vez. Min no cambió su expresión frívola hacia el hombre y este sonrió ladino al verlo con tanta seguridad cerca de él.

Jeon-se lo analizó de pies a cabeza; era joven, le daba unos diecinueve años, casi veinte, más no. Cabello oscuro y la piel canela, con unos ojos marrones profundos y fríos. Sentía que algunas facciones se le hacían familiares, sobre todo el lunar en el labio.

—¿Qué quieres? —preguntó aclarando la garganta, tocándosela con las manos. Aún dolía, y la chica regresó, pero con más fuerza en los brazos. —¿La viste? Es una loca, está desquiciada... —Murmuró. —¿Cómo es que la conociste? ¿Acaso eres amigo de Eun-Yoo o el noviecito? —Río.

—¿Qué le hiciste a ella?

—¿Cómo dices?

—¿Qué fue lo que hiciste? —Replicó. —Nadie ataca a una persona por nada.

—Una persona chiflada y con problemas de ira, si lo hace —respondió.

Yeonjun no dejó una expresión frívola y la mirada inquietante que cargaba en ese instante. Con su mano cerró la cortina con fuerza, dejándolos en un perímetro, a solas, sin nadie en la sala. Min se quedó parado al lado del hombre y apoyo su brazo en el monitor.

—Habla, si no quieres quedar hospitalizado por una semana.

—Te lo agradecería, estar en ese calabozo a oscuras y solo me estaba acabando —comentó a modo que le hiciera el favor.

—¿Por qué Eun-yoo te quería matar?

Lim se enderezó sobre la camilla y posó sus manos sobre su estómago, cubierto por la manta que le ofreció. Miro a Yeonjun y le entrego una sonrisa.

—Todo en Oedo me odian, niño. ¿Acaso no supiste? —preguntó. Yeonjun le denegó. —Parece que tú eres el niño del pueblucho, de Jirisan, que se perdió y anduvieron buscando. —Comento y chasqueo la lengua. —Te perdiste la mejor parte de esa isla, el día cuando me atraparon haciendo un bien social, lo vieron como un crimen.

—¿Cuál es tu bien social? —preguntó con sarcasmo.

—Una cura para el virus, para... sobrellevar lo de los caminantes.

Yeonjun se tensó.

—Trabajaba con personas enfermas, patologías crónicas de preferencia. —Min lo miró con desagrado. —Sí, a la señorita Suran tampoco le gustó y esa hija de perra hizo que me encerraran a mí y al viejo concejo de la isla.

—Cuida tu maldita boca, porque hablas de mi tía.

Lim se burló haciendo un gesto tapándose la boca.

—Perdón, es una buena mujer, con ética y moral. Un ejemplo. —Intento arreglar su error. —Como sea, han pasado años y sigo sin entender por qué me tienen ahí abajo como un animal cautivo. Pienso... que les serviré tarde o temprano. ¿Tú qué crees?

—Creo que tú eres el trastornado de la isla. —Hablo con seguridad. —Pero no te pregunté eso, quiero saber qué pasó entre tú y mi amiga. —Se cruzó de brazos.

Lim se sentó mejor, así conversaba más a gusto.

—Dime, ¿tú crees en las personas inmunes? —inquirió mirándolo con afición. Ojos perdidos que daban un aire a locura. Yeonjun respiró profundamente y dio un «no» con su cabeza. —Bueno, yo sí, y Eun-yoo es una de esas personas. Ella llegó siendo pequeña e inicié a experimentando con ella cuando un verano le vi el brazo con una cicatriz. —Comenzó a contar. —Fue en ese entonces que comencé con la idea de la inmunización. Analice la cicatriz y era una mordida, trabajé con ella cada día; muestras de sangre, escáneres, pruebas de diferentes aspectos y solo llegué a que desarrollé anticuerpos para el virus.

—¿Cómo lo comprobó?

—Hice que la mordieran. —Confeso. ­—En la isla, para ese entonces, nadie sabía que, si mueres, te conviertes, y la morgue se comenzó a llenar de muertos vivientes y aproveché la situación.

—Eres un monstruo... —Murmuró enojadamente.

—Sí, y no importa cómo me digan o lo que piensen. —Aclaró. —Al morderla, la vi caer enfermera, como un resfriado común o algo parecido, y los días se recuperó. Por eso me odia y se fue de aquí. Huyo de mí y del concejo de antes que la veíamos como un sujeto de prueba y lo seguirá siendo hasta que pueda crear una cura. No soy malo, solo quiero lo mejor.

—A costa de los demás. —Concluyó Yeonjun.

—Da igual, todos moriremos tarde o temprano y nuestros cuerpos no servirán de nada.

—Pero tampoco somos sujetos de pruebas que usen para su conveniencia.

Lim abrió los ojos y miró a Min fijamente.

—¿" Somos"? —Lim se acercó a él. —Tal vez...

Yeonjun se dio cuenta de que habló de más. Retrocedió otro poco y chocó con la bandeja de enfermería que estaba a sus espaldas con uno que otro insumo médico.

—Tú también. Hay más entonces... —Lim sonrió enormemente. —Eres inmune. —Yeonjun se iba a ir, no obstante, Lim impidió esto, agarrándolo del suéter. —¡Espere, espera! No tienes por qué irte. Encarcelado, no hago mucho, solo quiero hacerte unas preguntas.

—¡Suélteme! —Yeonjun le propinó un golpe en la mano para que no lo tocaran.

Min abrió la cortina dispuesta a irse luego de ese lugar, no volver a ver a ese doctor, si es que se podía seguir llamándolo por un título que mucho haciéndole daño a las demás personas. Cuando estuvo a punto de salir por las puertas, Lim gritó:

—¡Hagamos un trato!

Yeonjun se dio la media vuelta mirándolo desde su posición.

—No haré ni un trato con un loco —dijo.

—Quizás Eun-yoo no quiera, pero tú... podamos lograr algo, juntos.

—No me voy a meter en problemas por darle en el gusto a sus estúpidas teorías médicas porque ya me cansé de eso.

—Pídeme algo, soy médico, puedo hacer algo aún. —Insistió. —¿Qué necesitas?

El azabache regresó a la camilla de Lim y lo empujo con ímpetu, provocando que regresara a la posición de antes, acostado.

—No seré un sujeto de prueba de nadie. Me cansé, estuve mucho tiempo entrando y saliendo de un laboratorio para que no llegaran a nada. No creo en una cura, son las mentiras y el aprovechamiento. —Explicó enfurecido.

Al estar preso dentro de la RCMC, experimentó cada momento dentro de ese lugar, de paredes blancas, iluminado y piso limpio, donde siempre había un tipo de bata blanca, esperándolo con tal de sacarle sangre y hacerlo que Lim hizo con su mejor amiga en su momento. Aún aguantaba pesadilla con ello y por eso le era difícil hablar de inmunidad y curas imposibles que quizás nunca llegaran a nada a más que hacer daño.

Yeonjun no se prestaría para ello, no de nuevo. Sufrió cuando lo mordieron y sufrió cuando Bogum lo obligaba a ser parte de una investigación sin frutos.

—¿No quieres ser parte de algo importante? ¿De algo que salve a lo que queda de humanidad?

Yeonjun lo miró fijamente.

—No me va a comprar con eso.

Se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso a la salida. Ya no podía seguir soportando la conversación con ese hombre.

—Ya veremos eso.

Lim se recostó, acomodándose mejor y disfrutando sus últimos momentos de instancia en el hospital antes de volver al oscuro lugar donde permanecía cautivo.

Fue lo último que escuchó de Lim Jeon-se antes de cerrar la puerta con fuerza e irse a la sala de espera de su amiga. Quería salir pronto y tomar aire fresco. Seguir pensando en lo que podría hacer o no, lo agobiaba, más cuando los recuerdos de aquellos años lo volvían a abrumar.

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Le costó poder quedarse dormido esa noche. Luego de cenar, Yeonjun se dio una ducha más o menos larga para tratar de despejarse un momento y olvidar esa conversación con Lim que tuvo en el hospital sobre su inmunidad y el poder hacer algo con ello.

Cenó en sumo silencio mirando su plato con comida que no le entraba ni un grano de arroz por la falta de apetito, lo cual preocupó a Taehyung al verlo que no tocaba los palillos ni la cuchara para comer. De alguna manera buscó mostrar que todo estaba bien, pero por dentro enfrentaba un gran dilema.

¿Ayudar o no ayudar? ¿Prestarme para la ciencia o hacerme el desentendido?

Yeonjun cada vez que pensaba en la oferta, le parecía una locura; involucrarse con gente desquiciada nunca salía bien y ha tenido que aprender a las malas sobre ello. Cuando se fue a la cama, cayó dormido, pero no duró mucho y a eso de las tres de la mañana abrió sus ojos de pronto, mirando el techo con sus manos posadas sobre su estómago en una posición supina, respiraba con calma a su vez que tranquilizaba su agitada mente.

Pensó en los pros y contras, hizo un listado en su cabeza anotando los positivos o lo negativo de trabajar con Lim sobre esa cura, pero Yeonjun siempre conseguía más contras, puntos negativos que algo bueno de la oferta. Quizás podía pedirle que ayudara a Jiho con su condición; aun así, no podía atreverse a ir a meter a una cárcel a decir que trabajaría con él. Había muchos ojos, policías, básicamente gente que trabajaba para su abuela ahora que era la gobernadora del lugar y tarde o temprano se enteraría de la traición, pues Min lo sentía de ese modo, una traición hacia su familia que lucho contra ese hombre que cometió crímenes atroces contra la gente inocente.

Pensó mucho en su hermano menor, en lo que tenía y lo que necesitaba para vivir cómodamente con su condición. Y cada vez que pensaba que no podía, era un sabor amargo en la boca que lo hacía sentir mal, hermano, por no hacerlo; sin embargo, nada le aseguraba que Lim pudiera crear algún dispositivo mejor que un audífono para Jiho. Podía ir y decirle que lo haría, pero ¿sí ese doctor no cumplía su parte?

Yeonjun quedaría de brazos cruzados sin poder hacer nada.

Y de ese modo pasaron sus días sumergido en un cuestionamiento que no lo dejaba dormir en paz, no tomaría una decisión precipitada de la noche a la mañana, menos si podía en luego su vida. Si Eun-yoo se fue de aquí por culpa de ese hombre, era por una razón compleja.

Miraba por el balcón como el verano se iba, quedaba poco para darle la bienvenida al otoño, una estación para llenar de cambios en el ambiente y esperaba que trajera algún cambio personal. Las hojas de a poco se pintaban de un color más opaco y la brisa más fresca.

Entró nuevamente a su hogar, cerrando el cristal detrás de su espalda para no dejar que el poco frío se filtrase dentro.

Se sentó junto a su hermano y este, al verlo, sonrió enormemente. Tomo su dibujo y se lo colocó a centímetros de la cara para que lo viera mejor. El mayor lo tomó entre sus manos, viendo que era un paisaje de una playa con el atardecer de fondo. Tenía muchos colores, trazos de aquí para allá y rayones desordenados, pero eso lo hacía especial, mostraba lo pequeño que todavía estaba y la poca prolijidad. Yeonjun lo dejó sobre la mesa de centro, viendo como seguía pintando entusiasmado.

—¿Qué crees que debo hacer, Jiho?

El menor no lo miró, solo siguió en lo suyo.

Yeonjun se miró la cicatriz en el brazo y la acarició por unos segundos hasta que recordó la pregunta del médico.

"¿No quieres ser parte de algo importante?"

El azabache se mordió los labios varias veces, pensando en la pregunta y en todo lo que le contó aquel hombre.

Jiho le volvió a poner un dibujo secar de la cara, esta vez era un gato pintado de naranja. Río al ver el animal rayado por todos lados. Miró, a su hermano enternecido, con una sonrisa amplia, mientras se iba corriendo a buscar más dibujos, seguramente, pues sus hojas en blanco se habían acabado.

Entonces Yeonjun lo supo. Sabía qué hacer.

—¿Hablaste con Roy y mi hermana sobre lo de Jiho?

—Me dijeron que debíamos esperar para hacerle una evaluación auditiva a Jiho, luego comenzarían para hacer sus audífonos, solo que es un proceso largo al ser el primer niño con hipoacusia de la isla.

El mayor oyó con atención la conversación de Yoongi y Taehyung mientras colocaban la mesa. Se puso de pie para ayudarlos y así estar más interiorizado en el tema. Llevo platos y vasos, más la jarra con agua colocándola en el centro de la mesa.

Kim se fue a la cocina yendo por la cena. Yeonjun dejó los platos en la mesa y corrió a ponerse zapatos a la entrada del departamento.

Yoongi colocó unos cuantos cuencos con arroz y lo quedó observando un tanto extrañado por su comportarse tan repentina.

—¿A dónde vas? Es hora de cenar. —Le miro con el ceño fruncido.

Min se quedó en de piedra en la entrada sin mover ni un músculo. Pensó en una mentira rápidamente.

— Olvidé que... Beomgyu me invitó a cenar a su casa.

Yoongi dudó un poco de ello.

—Jungkook me hubiera dicho.

—Me avisó después, me lo crucé de regreso a casa luego del hospital.

—Habrías avisado apenas llegarás.

—Se me olvidó, appa. —Hablo entre dientes.

—¿Y te acordaste cuatro horas después? —preguntó nuevamente.

—¡Iré a cenar! —Se estresó apretando las manos. —Solo voy a comer a casa de mi novio, ¿acaso no puedo?

Min arrugo el ceño y Taehyung le dio un codazo a Yoongi en el brazo, dedicándole una mirada seria.

—Ve, pero no llegues tarde, hijo.

—Gracias, alguien que no me trata como un criminal al que interrogar. —Abrió la puerta y salió cerrándola con fuerza.

El castaño miró a su esposo. Luego ambos se quedaron observando la puerta ser cerrada por su hijo mayor que ya se fue a la casa de su pareja.

—Tienes que relajarte, Yoongi —dijo. Dejo algunas guarniciones en la mesa. —Solo harás que se moleste y ha logrado mucho este mes con sus terapias, amor. Se menos duro.

El azabache suspiro y se sentó en la mesa. Apoyando sus brazos cruzados sobre esta.

—Algo no me deja tranquilo.

—A ti nada te deja tranquilo. —Se sentó a su lado. —Vives casi que en un paraíso; mar, arena, sol y un hogar. Relájate un poco, Min Yoongi.

—Cuando se trata de Yeonjun no puedo estar tranquilo.

La cena en casa comenzó con otro tema de conversación dejando a su hijo hacer lo que necesitara con su pareja, si iba a cenar solo esperaban que no regresara tarde.

Yeonjun por su parte corrió hacia el otro edificio pasando por la plaza de juegos infantiles que estaba cerca al complejo de departamentos donde vivía él y Beomgyu. A esas horas no pasaba tanta gente, y era más fácil deambular. Solo a metros vio la entrada del edificio donde su novio vivía con su familia, solo que no entraría directamente, más bien lo rodearía hasta ver la ventana del cuarto de novio, por suerte no era tan alto. Beomgyu vivía en la planta número tres ahora.

Min tomó una piedra pequeña, recorrió el lugar hasta ver que la luz estaba encendida. Centro la mirada y la lanzo con la mano oyendo esta chocar con el cristal. Recogió una más y volvió a lanzarla otra vez, seguido así hasta con cuatro piedras de tamaño menor hasta que pudo ver la cabellera castaña de su pareja asomarse. Este sonrió de manera amplia al verlo y se apoyó en el marco de la ventana. Yeonjun para no hacer ruido con las manos le dijo que bajara.

Beomgyu lo interpreto como pudo y no tarde en desaparecer.

Min esperó diez minutos sentando en la acera que rodeaba el lugar. Se puso de pie y caminó en círculos pensando aún lo que estaba en su cabeza, que lo estaba poniendo inquieto. Estuvo así hasta que vio al chic aparecer. Este se acercó y lo saludó.

—¿Qué hace por aquí? —preguntó.

—Quería hablar algo importante y no sabía con quién y tú eres alguien que merece saber lo que pasa por mi cabeza. —Hablo algo nervioso. Se tapó el rostro un poco frustrado. —Perdón, estoy... ansioso.

—Relájate y dime que pasa ahora. —Le tomo las manos. —Ven, hablemos más lejos, le dije a mis padres que me invitaste a cenar.

—No puede ser... Les dije lo mismo y appa Yoongi me empezó a interrogar.

—Appa Jungkook igual, me aterra lo mucho que se parece cuando se trata de ti y de mí. —Ro un poco.

—Es cierto.

Los dos caminaron por el lugar hasta llegar a la plaza por la cual Yeonjun paso hace minutos atrás. Él se quedó de pie mientras que Beomgyu se sentó, solo que no soportó verlo moverse inquieto de lado a lado y jugando con las manos de manera ansiosa. Por ende, lo tomo de estas y lo sentó a su lado para calmarlo.

—Ya dime, me pones nervioso.

—Sucedió algo en el hospital hace un par de días que involucra a Eun-yoo y a un señor medio loco. —Comenzó diciendo. —El tipo experimentaba con Eun-yoo porque supo que era inmune cuando era niña, entonces yo me regresé para preguntarle qué pasó. Entonces a mí se me escapó que soy inmune y me ofreció un trato y no dije nada, pero llegué a casa y...

—¡Yeonjun! —Le detuvo. —Toma aire, relájate. ¿Quién te ofreció un trato? ¿Un hombre? ¿Qué hombre?

—El doctor loco, Lim, creo que se llama. —Confirmo.

—¿Por qué le dijiste que eres inmune?

—Solo se escapó. —Beomgyu lo observo fijamente. —¡Fue sin querer!

—¡Cómo se escapa ese tipo de información con un doctor que le falta un tornillo y experimento con nuestra amiga, Min Yeonjun! ¿¡Eres o te haces?!

—¡Ya sé que lo eche a perder!

—Como sea, ¿Qué trato te ofrecí?

Yeonjun miro otro punto en que centrarse por poder decir con más facilidad de que trataba todo.

—Que lo ayude a buscar una cura y él me hará un favor.

—Dime que le dijiste que no.

—Yo...

—¿Le dirás que sí? —Yeonjun no dijo nada. —¿¡Le aceptarás el trato?! ¿¡Pero, ¿por qué?!

—Aún no te digo nada, Beomgyu te estás alterando antes de saber lo que quiero hacer. —Comentó ofuscado. —Necesito que te calmes un poco.

—No pidas algo como eso... —Murmuró entre dientes.

—Solo estoy seguro de que no quiero vivir lo que pase con Bogum. No de nuevo. —Aseguró.

El castaño tenía mucho miedo de la respuesta definitiva que su chico le podía dar con respecto a la decisión.

Él supo lo que fue para Yeonjun ir y venir de los laboratorios subterráneos de la RCMC con los brazos amoratados por culpa de las agujas que le extraían sangre a diario y en cantidades considerables, casi devolviéndolo pálido y en riego de una anemia severa. Sumando a ello, recordaba como cuando Bogum lo abofeteaba cada que se negaba a someterse a prueba, era un hombre brutal, sin medidas que no pensaba en nada más que su propio beneficio y una cura con resultados inciertos.

No quería verlo sufrir más, pero sacarlo de esa idea iba a ser complicada. En ese aspecto, no podía hacer mucho, nunca pudo.

—Yeonjun, ¿qué harás? —preguntó otra vez. —Solo dímelo.

El azabache alzó la mirada hacia su novio.

—Ya tomé una decisión, Beomgyu.

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¿Qué creen que habrá decidido Yeonjun?

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Muchas gracias por leer y lamento la falta de capítulos, pero como les comente sobre el período de prácticas en el hospital que tendría, pues bueno, ya lo comencé y mi tutora me mando a estudiar la vida entera; medicamentos, electrocardiograma, etcétera.

Y por cierto, tengo noticias y es que estoy trabajando en mis tiempos muertos, no muy de lleno por claras razones, en una historia corta para el mes de Halloween, no sé la duración, pero no será largo así como lo fue Sonata e Insane.

Espero que estén muy bien y gracias por su paciencia.

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