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52

Eun-Yoo salió a tomar un poco de aire luego de haber estado casi tres horas ordenando papeles y desechando los más viejos que la isla tenía. Hace tiempo que no mantenía la mente ocupada en algo que no estaba relacionado con la Bogum o su grupo de sicarios, eso la hacía sentirse fuera de lugar, es decir, que no encajaba, aunque nunca se sintió cómoda en la isla.

Desde que tenía uso de memoria, Oedo le pareció un lugar lleno de gente que buscaba la cotidianidad a pesar de todo el dolor, sufrimiento y las grandes pérdidas que había dejado a kilómetros de océano y un poco de tierra de firme. Recuerda desde los seis que llegó a la isla, gracias a la general Tak In-hwan. Él le contó una vez, a modo de cuento, que existía una niña que no hallaba lugar en el mundo, sumido en la oscuridad y la desolación, abandonado, destruido y marchito. No tenía rumbo y estuvo en manos de gente mala, perversa, que no buscaba más que hacer daño.

En ese entonces, no lo sabía, pero Eun-Yoo fue al protagonista de aquella pequeña historia, por un período relativamente corto, convivió con la RCMC siendo pete de una familia suplemente de allí, todo aquello concluyo cuando la RCMC sufrió la primera caída por los infectados, acabando con familias, niños perdidos y muertos por donde fuera que miraba. Era una pequeña aterrada que no hizo nada mejor que correr, como alguna vez oyó de su familia suplente.

Llegando así a toparse con Tak, el hombre de expresión seria, rudo y neutro que tenía un gran corazón bajo a la coraza de guerra que mantenía. En esos años, apenas él pasaba por el luto de perder a su familia y lidiando con la bendita culpa que la mayoría de los sobrevivientes carga. La historia sigue, aquella niña creció y un doctor, un hombro disperso de mente, encontró la oportunidad de sacarle un beneficio a la pequeña, el día que Eun-Yoo realmente se fue mordida a los siete años por una caminante de la playa antes de emprender un viaje a Oedo.

Desde ese día siempre la vieron como «sujeto de prueba». Jamás entendí quién era, una niña deseando vivir la infancia que merecía, una niña en busca de una madre o padre que la cuidara o simplemente era lo que era, un experimento como Lim la veía y el resto del viejo concejo.

En el hoy por hoy, Eun-Yoo aún buscaba alguna identidad, regresó por errores y azares de la vida en manos de un nuevo líder que dirigía la República, Jeon Gong-Yoo y Park Bogum. No sabía si era mejor o aún peor, vivió allí tras irse de Oedo gracias al sargento que, alguna vez, la vio como la hija que nunca tuvo.

Mirando hacia el atardecer que pintaba parte del valle en donde trabajan los agricultores, camino hasta allí por buscar un lugar con algo de paz. Una vez estando a la entrada de lo que era la zona de sembrado, sacó un cigarrillo que consiguió por ahí. Antes de encenderlo, siente un par de pasos por sus espaldas; en acto de reflejo, se giró algo asustada creyendo que alguien la iba a asaltar o similar. Se quedó quita y guardó el cigarrillo cuando vio que era ese hombro que fue a buscar a sus amigos.

—¿No eres como muy enana para fumar?

—¿Acaso él importa a usted?

El que llegó allí al verla era Lee Jaewook que andaba con una pala y una jardinera hasta la cadera, dejando ver una camiseta blanca algo sucia por la tierra. Se cubría de los rayos de luz con una gorra con visera.

—No, no me importa, pero soy consciente de que tú no estás en la mejor situación. — Comentó parándose junto a ella para sacar ahora, de su bolsillo propio, un cigarrillo. Eun-Yoo miró de reojo y buscó en su bolsillo un encendedor y se lo prestó a Lee. —Eres muy joven, como para joderte la salud.

—Da igual, no tengo nada a lo que aferrarme y cuidarme. —Se encogió de hombros recibiendo el encendedor. Lo miró y no lo prendió, solo lo mantuvo en su boca, moviéndolo de lado a lado.

—Creo que tenemos en común. Tampoco tengo a quién o qué aferrarme para vivir sanamente. —Comentó exhalando el humo. —Estoy solo, siempre fui solo.

La chica lo miró un poco más ahora.

—¿Y la gente que fue contigo a buscar a Yeonjun y Beomgyu qué son? ¿Amigos?

Jaewook soltó una risa nasal para volver a colocar el cigarro en sus labios.

—Me odian, o por lo menos antes lo hacían. Aún me pregunto si me siguen viendo como el enemigo que tarde o temprano se levantará contra ellos, una vez más.

—Debiste ser un desgraciado para decir eso.

Jaewook asintió con la cabeza.

—El peor, o hasta que llegó Bogum y me destrono del trono de los hijos de perra más desgraciados. —Bromeó un poco para alivianar la conversación. —Antes... fui líder de un grupo.

—Y ahora solo eres un granjero recogiendo lechugas.

—Hay destinos peores que sacar un poco de maleza.

La chica estuvo de acuerdo.

—¿Cómo era tu grupo? —Se quitó el cigarrillo y lo guardó para poder conversar mejor. Aparentemente, se volvió interesante hablar con Lee.

—En pocas palabras, malo. Éramos los peores, pero antes solo era yo y unos cuantos, tres más, con el tiempo se fueron muriendo y me uní a otro, Las Cobras. —Se apoyó en la pala, enterrándola un poco en la tierra. —Ser un Cobra significa no tener piedad, hacer daño, robar refugios hasta que se nos pasó la cuenta. —Bajo la mirada. —Bogum llegó y atacó una buena base que teníamos, murió mucha gente.

—Suena horrible, ese Bogum es un parásito. —Chasqueó la lengua, molesta al oír la mención de aquel hombre. —Yeonjun hizo bien con acabar con él, de una vez.

—No creo que sea una responsabilidad que deba cargar un chico como Yeonjun, es bueno de corazón, con buenas intenciones, de hecho, él era mi amigo en esos años cuando me mantuvieron prisionero en Jirisan.

Eun-Yoo río un poco junto a Jaewook.

Hablar un poco con él, ciertamente fue un alivio. No hablaba con mucha gente, su círculo social se reducía a Yeonjun, Beomgyu y el sargento Tak que apenas veía ahora por el servicio comunitario que debía cumplir. Lee parecía un buen sujeto, le era imposible oírlo hablar de que fue malo y egoísta cuando sus fachas dicen que es un hombre sereno y de buenas intenciones, aunque jamás se terminaba de conocer a las personas.

—¿Hace cuánto perdieron el grupo?

—Unos dieciocho años, acabó con el peor desenlace de todos. —Suspiró pisando el cigarrillo que ya se había consumido bastante.

—¿Qué ocurrió?

—Teníamos a varias personas, una de ellas esperaba un bebé. —Lee botó aire, aún era difícil hablar de ello. —Semana antes de que atacara Bogum, el chico que estaba en espera fue mordido en el momento en que estaba por tener al bebé. Fue... Fue un caos, no sabíamos qué hacer y yo tuve que hacer una cesárea improvisada. Nació una niña y al minuto que iba a cortar el cordón, su padre se convirtió en esas cosas.

Eun-Yoo sintió escalofríos en su cuerpo, sonaba trágico y triste por aquella bebé.

—¿Qué hicieron con ella? —preguntó.

—La cuidé, ya que el otro padre imbécil que tenía era largo, lo encontré convertido en un lago. Se lo merecía. —Le dijo sin remordimiento. —Esa niña se llamaba Lia, a la semana... La perdí por culpa de Bogum, ese hijo de perra que, además de destruir a las Cobras, se la llevó y no la volví a ver nunca más... —Apretó sus labios. —Es raro, pero siento que le fallé a ella.

La muchacha se cruzó de brazo y enderezo la espalda. Oír culparse era cansador, no porque le cayera mal o temas personales, solo no le gustaba oír a la gente culparse por las cosas que el destino disponía para ella, aprendió a no culparse, ya que muchas veces los seres humanos eran incapaces de manejar situaciones que no podía intervenir sobre todo en la muerte. Se cuestionaba mucho, pensaban en ellos mil veces en el día hasta consumirlos.

Y siempre estaba la pregunta: ¿Qué hubiera pasado, sí?

Nada, nada hubiera cambiado. Tarde o temprano esa persona dejaría de estar entre ellos, si esa era decisión del destino, más no se podía hacer.

—Culparte no la traerá de regreso. —Comenzó a caminar de regreso hacia el ayuntamiento, que estaba aún poco lejos. Su idea era volver antes de que se dieran cuenta de que faltaba en la bodega de archivos.

Jaewook lo sabía; sin embargo, era una cuestión inevitable. Todavía trabajaba en ellos, pero ver a tanta gente vivir en paz luego de mucho sufrimiento, lo hacía desear que esa niña estuviera allí, creciendo, rodeada de gente normal, si es se puede decir normal, pero con una familia, con el calor de hogar y creciendo bien, sana y fuerte.

—Oye, no me dijiste nada de ti.

Eun-Yoo negó con la cabeza.

—No hay nada que saber, solo que tengo dieciocho y volví al lugar donde me vean como un experimento más de ese doctor enfermo.

Jaewook frunció el ceño.

—¿Cómo qué experimento?

—Soy inmune. Me mordieron y no me convertí. —Confeso. —El sargento me sacó de aquí cuando se dio cuenta de lo que pasaba. Lo culpé mucho tiempo por no volver por mí, pero entendí que fue porque las cosas segundas eran igual de mal con ese doctor y el consejo lleno de locos.

—¿Entonces a quién culpamos de que hayas regresado, Eun-Yoo?

—Diría que el destino y que hay algo que debo hacer para descubrir quién soy. —Habló con un poco de melancolía.

—Eres más que un sujeto de prueba, niña.

—Si lo dices... —Suspiro. —Me voy, antes de que se extendía mi servicio. —Antes de darse la vuelta para encaminarse de regreso a su puesto de trabajo, dejó ver una sonrisa en su semblante. —Fue... agradable hablar con alguien que no fuera Yeonjun o Beomgyu.

—Eres la primera que no ve como la peste. Suerte con tu servicio, niña.

La menor sonrió y se fue sin más que agregar. Estaba un poco más ligera de pensamientos, más calmada y esperaba que esta vez su estadía en la isla sea más llevadera.

═══════ ● ════════

Un mes después.

Lo que menos quería era quejarse, pues estaba a solo horas de acabar su trabajo comunitario. Tras mucho esfuerzo habría acabado al fin y por Dios que no se volvería a meter en problemas, o lo iba a intentar.

Con el tiempo, la espalda ya daba gritos de ayuda, sus brazos se sentían tirantes y los músculos tensos por cargar mucho peso. Sin embargo, no todas las molestias eran físicas, el ambiente era un tanto incómodo. No lo lograba sentirse parte del equipo encargado de repartir.

¿Asi se sintió su padre? Entonces, pensó mucho en Yoongi y su paso por la estación de reparto, quizás no sufrió como él, ya que su Min, de por sí, era de una actitud un poco más imponente, serio y su cara reflejaba ser de pocos amigos a la hora de estar en un entorno nuevo. Su padre no dejaba que lo pisoteara, hablaran a sus espaldas o infundieran rumores falsos, si algo bueno que tenía —entre tantas más— es que iba de frente, sin miedo.

Él lo admiraba, y deseaba ser como él, tan solo que Yeonjun era un poco más retraído y temía caer mal o que le señalaran como «hijo de papi» o el favorito de la gobernadora. Pero ya, de por sí, medio Oedo sabía que Yeonjun era el nieto de la señora Choo Ja-Hyun. Algunos de sus compañeros, la mayoría hombres de edad de sus padres, y uno que otro joven, susurraba a sus espaldas diciendo que le dieron el trabajo ligero solo por ser nieto de la gobernadora.

Intentaba adaptarse durante todo ese pesado mes, tratando de comprender a los demás y crecer bajo las normas sociales que dirigían a Oedo a un futuro próspero. Pero si era sincero, sentía que el mundo seguiría siendo igual y eso que nunca conocía la vieja Corea antes de caer.

Aparte de sus problemas en el servicio comunitario, estaban los de su salud mental. Que estaba lidiando con él, llevar un tratamiento en donde debía casi que concentrarse con su «yo interno» para no tener una nueva crisis, iba bien, solo que seguía el detalle de que no ha hablado con Yoongi ni Taehyung. No buscaba darles preocupaciones cuando apenas estaban intentando recuperar la relación que tenían previa a ir a buscarlo. Cada vez que buscaba el momento de decirles que se encontraba en tratamiento psicológico por sus crisis, algo dentro de él lo frenaba y ese algo era ver que su familia estaba junta, en paz y no discutiendo o dando la famosa ley del hielo.

Y para acabar con la larga lista de problemas, su relación con su hermano estaba truncada. Yeonjun quería cercarse, pero Jiho era muy tímido y sentía que estaba viviendo con desconocidos. Los motivos fueron claros. Taehyung nunca pudo revelar quiénes eran ellos dos, y no solo Yeonjun se sintió de esa manera. Yoongi también, y cada uno buscaba la solución de llegar al niño. Volviéndose a una tarea frustrante. A pesar de la dificultad, Yoongi intentaba después de todo.

Por estar perdido en sus pensamientos y los miles de problemas que lo ajetreaban, sin querer retrocedió y chocó con un chico por las espaldas, generando un gran estruendo. El muchacho, al ser chocado por la espalda con fuerza, suelta una caja con frascos de vidrios llenos de mermelada.

Los hombres que andaban por allí, que eran solamente cinco, se quedaron viendo la escena de los frascos rotos en mil pedazos con la mermelada de frambuesa desparramada en el suelo y un poco en la ropa del chic afectado.

—P-Perdóname Woo-Hyuk ... —Yeonjun tomó unos pañuelos desechables y comenzó a limpiar el suelo como podía. Mientras lo hacía, sentía los fragmentos pequeños de vidrio clavar sus manos; no se quejó, lo hizo en silencio. —No te vi, estaba... estaba algo despistado.

—Eres un maldito imbécil, Yeonjun... —Le dijo entre dientes.

El azabache se detuvo en seco, dejando el pañuelo en el suelo. Alzó la mirada, y su compañero, lo miraba con recelo. No se esperaba esa reacción por parte del otro, no tan agresiva. Aunque Seo era conocido por ser un muchacho de mecha corta, grosero y un poco egoísta, no respetaba a nadie y siempre era regañado por el supervisor. Yeonjun trató de no toparse mucho con él, solo un «buenos días» y «buenas noches» para evitarse encuentros desagradables con él.

—¿Disculpa? —Min se puso de pie. —No era mi intención...

—Entonces abre más los ojos y fíjate, acabas de arruinar una entrega para un mes. —Pateo la caja hacia otro lado. Min se sobresaltó, al igual que los demás presentes. —¿Sabes que debemos esperar hasta el otro verano para que hagan más? ¿Qué no piensas?

—Ya te pedí disculpas. —Insistió.

—Tus malditas disculpas no sirven. —Le observaba con una actitud amenazante. —Ah... es cierto, no debo hablarte mal, eres el nieto de la gobernadora. —Se burló haciendo colocar una voz aniñada que molestó a Yeonjun. —No tengo nada contra ella, porque ha hecho mejor las cosas, pero tú... llevas echando a perder todo desde que pusiste tus pies aquí.

—¿Algo más que me quieras decir? —preguntó Yeonjun.

—Claro. —Se colocó las manos en la cintura y miro a Min fijamente. —Recoge todo, ahora. Siempre fuiste el nuevo y si quiero te hago lamer el suelo hasta que quede limpio.

Uno de los mayores se acercó para que no acabara en pelea, Yoon Man-cheon. El hombre era el único que jamás tuvo el nombre de Yeonjun en su boca; de hecho, el menor lo considera su guía dentro de la central durante el tiempo que trabajó.

—Woo-Hyuk, creo que ya fue suficiente. —El hombre lo alejó un poco del azabache.

—No sé qué problemas tienes conmigo, porque apenas si te hablo. Te pedí disculpas y hoy me voy de aquí. —Le dijo tratando de defenderse un poco.

—Verdad que eres un ladrón y un borracho de cuarta. —Se burló. —Comportarte, que aquí no es nada tu pueblito de montaña en el que vivías.

El azabache lo tomó del cuello de la chaqueta de trabajo. Woo-Hyuk, le agarró las muñecas para alejarlo.

—Chicos, no pelean, aquí, no a estas horas... —Les dijo a los dos, mientras que el hombre que buscaba separarlos. Uno más de ellos se sumó para evitar una pelea que ya era inminente.

De saber que eras un idiota, mejor no te iban a buscar nunca y te hubieran dejado secándote bien lejos de aquí.

La tensión se podía llegar a cortar un cuchillo y Man-cheon lo había sentido al estar en medio de ambos jóvenes que sus miradas asesinaban al otro. Solo que se quedó sin palabra al ver el movimiento sorpresivo del nieto de la gobernadora.

Min Yeonjun lo soltó enseguida, pero nadie pensó que a los dos segundos pondría su mano en puño para llevarla hasta la nariz de Woo-Hyuk. Sus nudillos se enrojecieron al instante y sacudió la mano para dispersar el dolor del impacto. Seo tambaleó un poco, logrando sujetarse de la pared cerca de él. Los dos mayores, al ver la expresión del recién golpeado, retrocedieron para no recibir ni un golpe por accidente.

El muchacho tomó impulso y propino un golpe de regreso a mano cerrada en la mejilla derecha de Yeonjun. Luego empujo a Min de los hombros, derribándolo al suelo, golpeando su espalda contra el cemento. Una vez en el suelo, Seo se fue con todo hacia él, dándole dos puñetazos en la cara. Tras recibirlos, Yeonjun se colocó en posición de defensa con ambos brazos, cubriendo su rostro para evitar más golpes. El contrario, al ver que bajo la guardia lo agarra del cuello y lo aleja para ponerse de pie, algo débil.

Seo Woo-Hyuk, se levantó y se abalanzó contra el azabache, comenzando a pelar cerca del vehículo de carga. Yeonjun esquivaba como podía, o más bien, como le enseñaron a pelear en su tiempo con la RCMC. Aplicando un poco de golpes ajos directos al tórax o al vientre o rodillazos, queriendo darle en la entrepierna hasta que sintió que le jalaba del cabello para derribarlo al suelo por segunda vez. Yeonjun no esperó y se levantó ágilmente de un brinco, agarró a Seo de la camisa y le dio puño tras puño en la boca.

—¡Basta! —gritó uno de los presentes.

—¡Llamen al supervisor! —dijo otro buscando separar a Yeonjun.

Man-cheon corrió hasta la oficina del supervisor, sería el que daría aviso de los que estaba pasando. De fondo lograba oír a sus compañeros gritar que se separasen, pero nadie daba altivos de desistir los golpes. Preocupado, se apresuró y entró bruscamente a la oficina, quedándose helado al ver a la gobernadora y a Min Yoongi. El hombre se quedó en el marco de la puerta, como un iceberg.

Los dos estaban allí para reacomodar a Yoongi en su viejo trabajo, por ello Ja-hyun y el supervisor encargado de repartir los unimos a la isla acordaron una reunión para que Min recuperara su puesto o si había vacante de algún otro. La presencia de ambos fue sorpresiva, no fue que hablaba ni siquiera por el jefe, dejando a Yoon sin palabras.

Se quitó la gorra con visera colocándola abajo, dejando ver mejor su rostro cargado de preocupación.

—Señor, tenemos un problema. —Avisó agitado. —Están peleando en la zona de carga.

—No diga tonterías, señor Yoon. Esas cosas no pasan aquí...

—¡Tienen que venir ahora, anotes de esos muchachos se maten a golpes! —Le interrumpió.

Aquello hizo que Ja-hyun y Yoongi fueran a ver juntos. El supervisor se levantó de golpe de la silla y salió detrás de la mujer con su hijo. El supervisor y el trabajador caminaron rápidamente detrás de ellos por el pasillo que daba directo a la zona de carga.

Los tacos de Ja-hyun generaban un ruido asfixiante, generando ansiedad a ambos hombres, pues iba más rápido que ellos tres.

Al entrar a la zona de carga, lo que ella vio fue a los presentes, rodeando a dos cuerpos en el suelo que daban golpes y los recibían del mismo modo; precisos y cargados de ira. Fue una pelea que no duró más de tres minutos gracias a la repentina aparición de una de las personas con un poco de poder en la isla.

Ambos llegaron, y los alaridos, rogando porque se detuvieran, y otro, animado a separarlos, llenaron los oídos de madre e hijo. Ni uno supo reaccionar, no hasta que vieron al azabache colocando los brazos alrededor del cuello de Seo, buscando hacerle una maniobra para desvanecerlos en el suelo.

—¡¿Qué está pasando aquí?!

Choo alzó la voz de tal modo que toda actividad se detuvo de golpe. Cada uno se detuvo; los que trataban de separarlos, Yeonjun soltó a su rival y este último se puso de pie al ver que su padre estaba allí presente. Estaba junto a su abuela, sin saber qué hacer, solo apartó la mirada. Estaba avergonzado, arrepentido y se sentía más culpable por echar a perder todo y lo poco que le quedaba de trabajo.

Conocía las miradas que su padre tenía para cada situación específica y esta no era precisamente de felicitaciones por estar ganando la pelea; más bien, se sentía de desilusión con enfado.

—¿Desde cuándo esto se volvió un cuadrilátero para matarse a golpes? —preguntó y todos se quedaron en silencio. Después miró a su nieto, estaba con la nariz sangrante, un corte sobre la ceja derecha y un grotesco moretón en el ojo izquierdo, además de un poco despeinado. —Una cosa es que hagas tu servicio y otra es que te metas en pelear. ¿Qué sucede?

—Señora Choo... Gobernadora, es que el joven, sin querer, pasó a chocar a Woo-Hyuk y se cayó la caja con el envío para el mes. —Explicó el primer hombre que intervino en la pelea, Man-Cheon. —Los dos se descontrolaron y amaron de esto una pelea a puño limpio.

Los demás asintieron. Ja-hyun se tomó al frente, mientras que Yoongi no dejaba de ver a Yeonjun.

—Yeonjun acompáñame a la oficina, por favor. —La abuela del joven le indicó por dónde quedaba con su mano. —Seo, tú vendrás después de que hablé con él. Quiero que el tema se cierra hoy mismo y no hablar más del tema. —El chico asintió, son más que decir. Luego miro al supervisor para darle nuevas indicaciones. —Puede retomar sus labores, por favor. Ya enviaré a Hye-jin para ver cómo se repondrá la mercancía perdida. No es el fin del mundo. ¿Estamos?

—Sí, señora. —Respondieron al unísono todos.

El azabache junto a su padre y abuela caminaron hasta la oficina que era del supervisor de las entregas.

Al ir en dirección a la oficina, era una sensación sofocante que no sabía explicar, pero no podía llegar y escapar de sus problemas después de todo. Debía, como siempre, afrontarlo y tomar las consecuencias de sus actos, fueran las fueran. Ja-hyun abrió la puerta dejándolo entrar a él primero, luego pasó ella y Yoongi fue quien cerró la puerta con seguro. Este no sabía qué decir exactamente, estaba un poco sorprendido por la situación.

Yeonjun no fue capaz de levantar la mirada, se sentía bastante arrepentido y apenado por la situación que se armó en el trabajo, lo que menos querían era darse peor fama. En busca de romper el hielo, Ja-hyun tomó un pañuelo y con un poco de agua del dispensador que estaba en la oficina lo humedeció la punta y limpió la sangre de la herida sobre la ceja, tomándole el rostro desde la barbilla, solo que Yeonjun luchó alejando su rostro de su abuela.

La mujer espiró y bajó los brazos.

—¿Qué está pasando en la cabeza tuya, Yeonjun? ¿Qué acaba de pasar? —preguntó buscando entender lo que pasó recién. —Me gustaría que dijeras algo.

Min se mordió los labios. El padre, al ver que seguía en esa actitud recalenté, se puso firme.

—Te acaban de hacer una pregunta, así que, por favor, responde. —Exigió.

—¿Qué quieren que les diga? ¿Qué tuve la culpa? ¿Qué lo lamento? —interrogaba a su abuela. —Ya me disculpé, ¿qué más quieren de mí?

—Solo necesito saber el porqué de la situación, nada más que eso.

—Ya te lo dijo el señor Jang. Choqué con Woo-Hyuk y él soltó la caja rompiendo los frascos. —Volvió a aclarar, ya casando, del tema. Él caminó hasta la puerta para irse, ya que no soportaba el espacio tan cerrado.

De no ser por Yoongi que le agarró del antebrazo, hubiera logrado el cometido de salir.

—¿Y ya? —Min le miró neutral. —Algo me dice que esto no estalló solo por una caja. Algo más paso.

—No paso nada más...

—No mientas. —Le dijo con voz severa. —Te conozco, y sé que algo sucedió entre ustedes para que acabaran como dos matones de barrios golpeándose hasta sangran.

—Ya dije, appa. No me insistas y ya déjame en paz, quiero irme. —Habló entre dientes, ya a punto de colapsar.

—No te vas a ir a ni un lado, Yeonjun. Vas a comenzar desde el principio, que pasa entre el chico y tú, porque lo yo que vi... me preocupo bastante. —Le dijo mirándolo a la cara. Yeonjun lo desafío con la mirada, pero Min no desistió, se mantuvo firme. —¿Qué tratabas de hacer? ¿Dejarlo incontinente?

—Eras eso o que me moliera la cara a golpes, ¿acaso eso querías? —preguntó.

—No hables en ese tono. —Min frunció el ceño. —Tú no eres de pelear así, mejor dicho, nunca has peleado.

—Bueno, te recuerdo que estuve cuatro años lejos de ti y tuve que aprender a defenderme. —Le respondió de regreso a Yoongi sin respetar el tono. —Y que tampoco se te pasé el detalle de que estuve con un lunático que me enseñó a pelear.

—Yeonjun...

—¿Qué? ¿Acaso te recordé a Bogum? —preguntó acortando la distancia, dejándose en claro la diferencia de estatura que los separaba un poco. —Bueno, malas noticias, soy su maldito hijo, comparto sangre con él, así que quizás por eso reaccioné de esa manera.

Ja-hyun sabía que la discusión no iba a ir a parar a ni un lado si seguían atacándose de ese modo, con palabras de doble filo y sin cuidado alguno.

—Es mejor que camines al departamento, ahora. —Le ordenó, enojándose de poco a poco.

—No iré a ese departamento que me sofoca. No sé si es peor estar aquí o allá donde fingen estar bien tú y appa Taehyung. —Atacó de nuevo el menor. —Hacen como que todo está bien, pero aún no eres capaz de responder lo que pregunté hace un mes sobre Jiho.

La madre se paró cerca de ellos para buscar acabar con la discusión.

—Mañana ven a mi oficina y conversamos sobre tu trabajo...

—¿Crees que es fácil? ¿Quieres que obligue a tu hermano a que me vea como su padre, aunque él no lo sienta? ¿Es eso? —Yoongi habló interrumpiendo a su madre, la cual le tomó el brazo para que no siguiera. Min además de enojado, comenzaba a sentir triste. Yeonjun estaba atacándolo de la manera que más dolía. —Yo no soy así, y menos tú usando lo que hemos pasado para... para atacar. ¿Qué es lo que te pasa?

—Vamos a ver, los dos paran en este momento. —Le ordenó la mujer. —Mañana hablaremos cuando estemos más calmados, ahora no. Se van a arrepentir si siguen.

—Ya no quiero más trato especial, abuela, por más que dijiste que no lo harías, lo hiciste igual. —La mujer se sintió mal por oírlo de ese modo, ella solo quería cuidarlo y protegerlo luego de tanto tiempo sin verlo. —Lo único que gané fue que me apuntaran con el dedo y me vieran como hijo de papi, cuando en mi jodida vida lo fui. Gracias por nada. —Le dijo a su abuela, dejándola muda.

—¡Ya fue suficiente con tus faltas de respeto, Yeonjun! ¡¿Quién te crees para hablarnos así?!

La discusión estalló, y tal como Ja-hyun dijo, ambos se iban a arrepentir, pero más que nada Yeonjun.

—Es mejor que no me des charlas de moral y de bienestar familiar cuando tu matrimonio casi se va al demonio. Acepta de una vez que estamos mal, solo finges estar bien con appa Taehyung porque dependes de él; o si no, sientes que no eres nada.

—¡Dije que fue suficiente, y es mejor que guardes el tono conmigo porque soy tu padre, mínimo me merezco respuesta después de todo lo que he hecho por ti por años! ¡Me he partido la maldita espalda desde el día que naciste!

Por un momento, hubo un silencio que incomodo a los tres presentes. Hasta que Yeonjun solo dijo lo que acabaría por romper una parte de Yoongi.

Quizás ese fue tu error, hacerte cargo de mí.

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Un capítulo divido entre dos miradas diferentes; conociendo un poco más a Eun-Yoo y su pasado, y Yeonjun comenzando a tener problemas con su padre además de lo que está sintiendo.

Quizás la pelea fue por nada, sin embargo, algo aqueja a Yeonjun y que lo hizo reaccionar de tal manera, explotando contra Yoongi dejando sobre la mesa todo lo que tenía por decir respecto a sus problemas familiares.

¿Qué le sucede?

Gracias por leer.

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