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XV

INMUNE

Mi pulso se acelera al salir. Esto es algo que jamás creí ver. Y es ahora que me pregunto. ¿Qué haremos contra esto?, ¿en serio ahora la única manera es asesinar a sangre fría a todas estas personas?

Ellas ya están muertas, Kelly; ahora es el simbionte que vive en ellos. Asesinan para portar.

Recuerdo las palabras de Cayden, en un día de entrenamiento. Pero aún así, me duele tener que hacerlo. Son personas, personas inocentes, cuyo único crimen ha sido, lastimosamente, ser consumidos por un virus letal.

- ¡Alcen armas! -la voz de Maxwell, me saca del aturdimiento. - ¡Solo disparen, manténgase lo más alejado posible, de ellos!

Todos acatamos la orden, empuñando nuestras armas. Mi corazón amenaza con salirse de mi pecho y un zumbido nada agradable se hace presente en mis oídos.

Los rostros de cada persona contagiada es irreconocible. La evolución del virus fue tan rápida que todos están ya en la última fase. La fase irreparable. Sus rostros negros azulados, sus ojos turbios. No caminan como zombies, todo lo contrario, son tan hábiles como cualquier humano, común; yo diría que más.

Algo causa que se vuelvan más veloces, más fuertes.

Por un segundo, solo por un segundo, me quedo paralizada de horror, ante lo que encontramos. Un segundo que fue suficiente para que Maxwell me regañara. Un segundo en el que un contagiado se atreviera a tocarme.

Sucede tal cual, como con Magui. Primero un grito alarido, un resplandor de luz, y termina en el suelo, inerte.

El miedo vuelve a surgir en mí. El pánico me abarca y si antes estaba paralizada, ahora más.

Otra vez no, otra vez no.

Observo el cuerpo en el suelo. Era un hombre adulto que no pasaba de los treinta y cinco.

A mis espaldas, mis compañeros optan la misma posición de parálisis que yo, solo que ellos no tienen ganas de llorar, como yo las tengo.

No quiero ser una destrucción.

-Cero lágrimas, soldado. Las armas iban a causar lo mismo-Maxwell me habla y giro mi rostro hacia él. Algo me dice que miente aunque no sepa que lo está haciendo. Algo en mí, es más letal, incluso que un arma.

-Dispáreles entonces-lo reto-; dispare a ver si caen, porque así la cura no será más que armas y fuego-su mirada lo dice todo. Está furioso.

Pero yo no puedo seguir una guerra inútil. No quiero asesinar gente inocente. Debe haber más.

Debe haber una solución.

- ¡Tome el arma, ahora mismo, Rider! - Esta vez es la voz de Jason, la que toma lugar en el intercomunicador. Pero no hago caso- ¡Es una orden! -cierro mis ojos con fuerza. Hay dos caminos: alzar mi arma y unirme al caos; o rendirme e irme.

Cada día de entrenamiento, de aprendizaje, era para librar una batalla con enemigos, no de iguales.

Y es hasta que cuatro corren a mí, que decido mi rumbo.

Solo por hoy, solo por hoy. Me recuerdo, cuando alzo mi arma y disparo en puntos específicos. Cabeza, piernas, pecho.

Mis compañeros hacen lo mismo, pero el resultado es el mismo que el mío. En vano..., ninguna bala parece afectar, nada los daña, incluso pareciera que los fortaleciera más.

- ¡Monaghan, a mi izquierda! -Maxwell vuelve a gritar, pero Cayden no se mueve, alarmándonos a todos. Mi corazón da un vuelco cuando no hay respuesta de su parte. Los busco con mi mirada y ahí es cuando la verdadera e importante decisión, tiene que tomar lugar.

Hazlo.

Si no lo hago por mí, al menos lo haré por ellos, por salvarlos.

Corro en dirección a Cayden y no paso desapercibido, el alejamiento repentino de los demás. Como si algo los repeliera de mí. Como si yo fuera un peligro. Incluso así, sigo el camino hacia mi amigo, quién está siendo rodeado por más de seis, intentando sobrepasar su traje.

Tomo el cuello de uno y espero a que suceda lo mismo que con Magui, lo mismo que con el hombre, al principio; pero no sucede nada... Soy consumida ahora por el pánico.

¿En serio, ahora que lo necesito, no ocurre?

Los gritos de Cayden, me alarman más y trato de ir por otro, una mujer. Tomo su brazo y ella sí cae. Intento con dos más, los cuales vuelven a caer. Los otros tres parecen más resistentes. Por más que intente, no caen.

Distracción.

Trato de arrinconarlos en un solo lugar. Peleando, intentando hacerlos caer.

- ¡Cayden, corre! -pero no obedece, se queda de pie, con los ojos muy abiertos y la respiración acelerada- ¡Corre! -le vuelvo a gritar.

- ¡Monaghan! - El General, vuelve a hablar, espabilándolo-. Vuelve ahora mismo.

Y obedece. Corre junto a los demás, mientras yo enfrento a los tres contagiados.

Estamos en la parte de afuera, las alarmas se escuchan en todas partes, yo diría que en toda la ciudad. Hay gritos, llantos y caos. Tanto caos que me aturdo. Ya mis compañeros no están. Soy yo sola, contra ya no tres, sino, diez contagiados que se avecinan a toda rapidez.

Se me agotan las fuerzas e ideas. Las balas no sirven de nada, algunos caen, otros se mantienen de pie. Y mi mente se vuelve negra, ya no hay nada en ella, más que ganas de librarme de esta.

Necesito salvarme, pero también necesito salvarlos. El precio de ello, es alto. Para que millones se salven, miles tienen que morir. No es justo, pero es lo que siempre ocurre, y tiene que ocurrir en este momento.

- ¡Rider, regresa ahora! - Hago caso omiso. Si no actúo ya mismo, después será peor-. ¡Tendrá una sanción si no regresa, soldado!

-Miles se contagiarán si no hago algo.

-Y cientos morirán si un soldado cae- Jason toma la palabra con rudeza-. Sin soldados no hay libertad.

-Sin gente, no hay a quién liberar-respondo en contra. Trato de parecer fuerte, pero en realidad estoy temblando de miedo.

- ¡Vuelve ahora mismo, deja de ser tan testaruda!

- ¡Pues lo aprendí de alguien!

Bomba..., un estruendo a varios metros, me hace saber que hubo una explosión. Si antes tenía el pulso acelerado, ahora más.

- ¡Vuelve ya! -demanda otra vez y ya suena desesperado y con miedo. No hace falta ahora que lo repita.

-Sí, señor.

Intento irme, pero ya son tantos a mí al rededor que no logro moverme bien. Repito varias maniobras pero solo funcionan con unos pocos, mientras los tantos aparecen cada vez más.

Mi nivel de adrenalina sube, sube a un nivel tan alto que no percibo el momento en el que caigo al suelo y otro estruendo resuena ante mi caída. Pasa lento, gritos alaridos tras otros, como perros aulladores; el mismo resplandor pero ahora de mayor magnitud, consumiéndolos a todos; por último... Cuerpo tras cuerpo, cae como si tan solo fueran pinos de bolos, como piezas de dominó.

Algo vuelve a vibrar en mí, como el día en el que me crucé con el niño. Un dolor de cabeza me toma con mayor magnitud que las anteriores veces y me quedo en el suelo, inmóvil, imposibilitada a moverme. Solo siento dolor, mucho dolor.

Brazos fuertes, me envuelven, alzándome y llevándome a lugar seguro.

-Te dije que te fueras-Jason reclama, mientras me lleva en sus brazos.

-Soy testaruda-trato de bromear, aunque ya casi no tenga fuerzas y los ojos se me cierran.

-Igual que él-dice, dejándome confundida, pero no me da tiempo de preguntar, ya que, caigo en oscuridad y el sueño.

**

Otra alarma estruendosa, me saca de mi dormir. Trato de levantarme pero el intento queda a medias, mis manos no se alzan, mis pies están inmóviles y mi cuello parece estar atado a algo.

El día del pánico.

Así acabo de bautizar este día. Vuelvo a sentirme aterrada. No se escucha nada, no puedo moverme, no puedo ver nada, solo un techo alto y blanco que no me da la menor pista de dónde puedo estar.

Realizó otro intento, otra vez en vano; pero no me rindo, sigo y sigo hasta que el sonido chirriante de una puerta me pone alerta.

- ¿Queriendo escapar? -la voz de Chiara me deja confundida. No puedo verla, pero sé que es ella.

- ¿Dónde estoy? -siento que se acerca, pero no son pasos, los que escucho, es otro chirrido semejante a unas ruedas.

-Asegúrate de hacer preguntas de las cuales, mereces respuestas- Me callo, no por obediencia, sino por rabia.

-Deja de molestarla, Chiara. La necesitamos en óptimas condiciones.

No.

La mujer que habla, se acerca a quitarme solamente la atadura del cuello, permitiéndome observar.

Lo primero que capto es a Chiara, en silla de ruedas y una mirada endurecida. Me da un pequeño pesar por ella, pero no es tan fuerte ese sentimiento como el de rabia que estoy sintiendo.

Lo segundo es a Karla, parada a un costado, con una sonrisa siniestra. Repito mil insultos en mi mente.

Menudo día.

La habitación consiste en solo 4 paredes blancas y un techo gigante, igual de blanco; un monitor que al parecer registra mis latidos y una puerta de acero. En su totalidad, está habitación parece un búnker.

-Ya díganme, ¿en dónde estoy? -Chiara rueda sus ojos y Karla vuelve a sonreír, pero ninguna contesta- ¿Dónde está Jason? -suficiente con esa pregunta, para borrar la sonrisa de Karla.

-Jason, no va a venir por ti, esta vez-cada palabra la suelta de manera despectiva-; así que vete acomodando. Tienes un horario extenso a partir de mañana.

- ¿Horario? -pregunto y esta vez es Chiara quién sonríe.

-Disfruta tu estadía aquí-gira su silla de ruedas y sale. Se nota que le dificulta un poco el manejo del artefacto.

-No sé si ya conocías a mi hija-giro en dirección a ella, con tanta brusquedad que termina doliéndome.

- ¡¿Hija?!

-Su procedencia es algo que me gustaría mantener en secreto-se acerca peligrosamente, con la misma aguja que causa estragos en mi ser.

No, no, no, no.

» ¿Nerviosa? -pasa su vista por el artefacto-. Si mal no recuerdo te causa pánico desde tiempos anteriores- Cierro los ojos con fuerza, negándome a escuchar sus palabras.

-Cállate, por favor

-Oh, pero si no he terminado- Se acerca al nivel de sentarse junto a mí en la camilla. Tenerla a ella y a ese artefacto tan cerca de mí, me lleva al borde de la ansiedad-. Supongo que te acuerdas de ese cinco de Noviembre hace seis años.

- ¡Basta! -ruego, con un nudo en la garganta que amenaza con explotar en cualquier momento-. Por favor-pero no se inmuta.

-Cinco de Noviembre de 2044-cita como si fuera una simple historia, una leyenda. Leyenda que me atormenta desde hace años. Leyenda que me ha desmoronado aunque no lo quiera admitir-, Kelly Alice Rider, fue ingresada al laboratorio clínico de alto renombre en Londres. Registro clínico: Contusiones cerebrales. Contusiones que amenazaban tu vida- Suelta la aguja un momento y la coloca en el respaldo de la máquina cardíaca, para ajustar de nuevo la atadura del cuello.

» Tu madre no estuvo en ese momento. Estaba en otro laboratorio, atendiendo a otros pacientes, mientras tú estabas a punto de morir. Tu nana te llevó de emergencia, gracias a qué convulsionaste-Fija fuerte sus ojos en mí. Quiero llorar, quiero patalear, quiero gritar.

Quiero olvidar.

-Tu madre te dejó a tu merced, ante doctores que solo les importaba lo que había en tu cabeza. Sabes que las contusión tenían una razón. Llevabas meses con jaquecas extremas y desmayos repentinos. Lo sabías y ellos también. Así que jugaron contigo- Mi pecho sube y baja rápidamente, las lágrimas están próximas a salir y un jadeo de horror me toma al ver que ella toma la aguja y la coloca en mi brazo izquierdo, solo un toque, no la presiona.

-No, por favor-vuelvo a pedir, aunque no escucha.

-Como yo lo haré-esta vez sí hace la presión, clavando el artefacto en mí, pero aún sin depositar el horrible líquido-. Te sometieron a métodos tortuosos. Traumas que ningún ser humano podría soportar, pero tú, de alguna forma sí- baja su rostro hasta susurrar en mi oído-. Porque ambas sabemos, que esas visiones tienen una razón. Ambas sabemos que lo que ves, lo que sientes, es de mucho tiempo atrás. Que ves cosas que te atormentan, que escuchas cosas que te paralizan. Que en tu mente y ahora en tu cuerpo, hay algo que puede salvar como también destruir-se separa, volviendo a verme.

»Y lastimosamente, volviste a caer en manos de gente que no le importa el bienestar de otro, con tal de conseguir lo que quiere-Presiona, llenándome del líquido tortuoso. La sensación es horrible. Las ganas de llorar crecen y esta vez lo suelto todo. Mi respiración baja, mis lágrimas y desesperación no la mueven en lo absoluto. La máquina cardíaca marca latidos inconstantes, a veces muy rápido y a veces muy lento.

-Volviste a caer en manos peligrosas. Y lastimosamente, ya no tienes quien te rescate.

Mi mundo se vuelve oscuro, mis gritos aunque son fuertes, nadie más que ella, los escuchará; ni siquiera Chiara. Estas paredes lo consumen todo.

Grito y grito, trato de zafarme de la tortuosa sensación, pero es en vano. Sigo allí, en vida apagada. Una muerta viviente. Un ser despojada de sí misma.

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