XIV
CAOS
Cinco contagiados.
Cinco personas han sido consumidas por el virus, en nuestra estadía en Sidney. Lo peor de la situación es que ni siquiera fue a causa de nosotros. Un navío llegó con un hombre en fase uno.
Es de esperar que la ciudad entera entre en colapso. El gobierno se encuentra en colapso y en cada esquina se escuchan los sollozos de miedo, angustia y terror.
—Necesitamos ya un plan de ataque, Jason— Luka Clark, vicepresidente de Australia, grita a través del sistema de comunicación que se cierne ante el consejo de élite militar del FBI. Aquí se encuentra tanto la sede de Australia, como la sede latina, a la que pertenecemos.
—Entiendo el terror que causa está situación, señor Clark. Pero espero entienda que no puedo arriesgar a las tropas sin un mantenimiento sanitario debido— El General habla, calmadamente. Aunque sus manos estén temblando de más.
Está ansioso.
—Sidney les abrió las puertas, precisamente porque contaba con la protección de uno de los entes más grandes y poderosos del mundo. Dígame, ¿cómo les explicaremos que ese ente ya no los quiere proteger? ¿Buscaba beneficio propio, señor Smith?— Ahora es el gobernador de Sidney quien lo encara, furioso. Su rostro lleno de arrugas lo hace ver más perturbador con la molestia.
—Con todo respeto, señor gobernador—Jason se levanta del asiento y con pasos lentos camina al holograma que muestra al mencionado—. Incriminarme de beneficios egoístas, no resolverá lo que está sucediendo a las afueras. No fuimos nosotros los causantes de los contagios. Contábamos con días extra para que nuestro personal de salud terminara de emplear los uniformes sanitarios. Días que no pudieron ejecutarse. Si se arriesgan a los soldados, ustedes ya no tendrán quién los proteja— El gobernador frunce sus labios en una fina línea, quizá reprimiendo las palabras.
—Colocamos un toque de queda de seis de la mañana a diez de la noche—Clark es quien toma la palabra en la tensión—. Dicho toque de queda nos permitirá ahorrar tiempo. Queda restringida la entrada y salida a cada estado del país. Sin contar que, solo las clínicas abrirán las puertas. Hospitales y laboratorios serán suyos. Su personal con el nuestro ahorrará días en el trabajo de los uniformes—Jason asiente a gusto con la decisión.
—Parece que tenemos un trato, señor gobernador—se dirige al susodicho con sorna, y éste solo logra dedicarle una mirada helada.
—Entonces se cierra la conferencia— Tras las últimas palabras del visepresidente, los hologramas se desvanecen, dejándonos a las tropas, solamente en la habitación.
—De ahora en adelante los entrenamientos serán más intensos. No se harán aquí, sino en el ferry. La seguridad aumentará. Las simulaciones subirán de nivel. Este es un código uno nueve tres uno. Emergencia roja. Nos enfrentaremos a la realidad—anuncia y ninguno titubea. Todos mantenemos compostura, incluso la sede Australiana.
Tras dar órdenes, cada uno se retira a su respectiva cabaña. Ya en la noche tenemos que desalojarlas y volver al ferry.
Un día, un solo día duramos en la ciudad y ya hay dificultades.
Quería visitar mi antigua casa, recordar el lugar donde crecí; pero ahora eso no podrá ser.
Charles no vuelve a mostrar registros de mi madre. Cosa que me tiene a mil por hora. No hay momento en que no busque en mi Blips, información de ella. No hay día que no para de pensarla.
Tengo miedo. Jamás creí que yo pudiera admitir ese sentimiento en mi vida. Pero aquí estoy, derrotada y abrumada por el temor.
Tengo miedo de lo que le suceda. Tengo miedo del mundo. Tengo miedo de mí..., de lo que yo pueda llegar a ser o causar.
El recuerdo de Magui me invade cada que cierro los ojos. Me atormenta sin parar. Y cuando menos los espero, sin darme cuenta, ya tengo los ojos llenos de lágrimas, sollozando sin parar.
Son tantos factores que me han derrumbado, mi coraza ha caído y la mujer segura ya no sabe qué hacer.
—Señorita, el FBI, Estadounidense ha vuelto a inspeccionar la residencia Hurst—Charles comunica cuando logro llegar al muelle, e instintivamente corro a ver mi band.
Se vuelve a programar como anteriores veces, una réplica virtual de la residencia en Ciudad de México y esta vez me paralizo al notar que cuatro hombres con placas verdes y un león refulgante en el centro de éstas, lucen en sus trajes. Las gabardinas largas y negras me hacen tragar grueso.
Casos Internos.
— Señor Banks. Es imposible hallar algo aquí. No hubo registro alguno de entrada ni de salida de alguna de las dos mujeres— Reconozco, por un instante el cabello castaño y ojos verdes oscuros. Es el mismo Teniente de la vez pasada.
—Hay que encontrarlas sea donde sea. Miller, necesito que te comuniques con cada sede del mundo— Un hombre de baja estatura, canoso, que yace a su izquierda, asiente frenéticamente y sin perder chance alguno, se dirige a una esquina a realizar una llamada.
—Los demás, necesitamos activar la seguridad ya mismo. Nuestro yet ya está preparado para arribar a Nueva York— La imagen se desvanece, dejándome aún más confundida. Pero la diferencia de hoy a aquel día, es que ya hoy sé con quién consultar.
Doy media vuelta y corro por la arena, buscando la cabaña de Jason. Los pies me arden, la respiración se me acelera pero es algo muy soportable, después de cada entrenamiento, dónde he arriesgado mi vida en pistas de aterrizaje.
Al llegar, refunfuño en voz baja. El gobernador de Sidney, está presente, junto a varios guardias a sus costados, hablando calmadamente pero rojo de ira, con el General.
— Si se vuelven a producir los contagios y usted no actúa por unos estúpidos trajes, le seguro que...— Jason torna sus ojos, fastidiado por la hostilidad del hombre.
— ¿En serio? ¿Me está amenazando? No malgaste saliva, señor gobernador. Si no tuviera la mínima decencia de proteger a un pueblo, le aseguro que no me hubiera enlistado en las fuerzas militares— Suspira, de manera que expresa molestia. No quiere seguir hablando con él—. Sabe que los contagiados fueron trasladados al laboratorio privado en el centro de la ciudad. Por ahora estarán a salvo. Solo hay que aumentar la seguridad, los métodos de protección y prohibir entrada y salida. Cuando menos lo espere, los trajes estarán listos.
—Gobernador Phillips. El senado lo necesita—uno de los hombres de seguridad anuncia y Jason forma una sonrisita de alivio.
—Ya escuchó, gobernador Phillips. Lo necesitan—El susodicho le lanza una mirada mortífera y se ajusta el traje gris.
—Buen día, señor General— Gira sobre sus talones y se encamina a una camioneta blindada. No repara en mí, al pasar por mi lado. Es obvio que soy muy insignificante como para detenerse a observar.
Me río internamente de mis pensamientos absurdos y cuando estamos solos Jason y yo, no evito la sonrisa.
— ¿Mal día?— Se encoge de hombros y ensancha su sonrisa junto a la mía.
—Han habido peores— Cambia su peso de pie en pie—. Será mejor que entremos— Lo sigo con distancia prudente y parece notar ahora mis mejillas y nariz sonrojadas, ya que, frunce el ceño al inspeccionarme—. ¿Qué sucede?
Juego inquietamente con mi cabello, enredando una punta en mi dedo y volviéndolo a alisar.
—Aún no es fácil digerir que ya no tengo contacto alguno con mi mamá, y mucho menos es fácil recordar a Magui— Con un largo suspiro, se sienta en un sillón, cerca de una computadora.
La cabaña se divide en oficina y habitación. Con eso quiero decir que el noventa por ciento es oficina y el otro diez, una habitación.
Solo un mueble de terciopelo negro y una cama pequeña decoran la izquierda. El resto son aparatos de alta tecnología, un escritorio y dos computadoras.
—Yo...—intento hablar, pero opto por quitarme el band y colocarlo frente a él. Doy la orden a Charles de reproducir la escena y no tarda nada en hacerlo.
Dos...
Dos minutos de transmisión y el rostro de Jason es impasible en todo momento. Es la primera vez que no logro descifrar qué piensa o siente.
—Esa residencia, es la última en la que mi madre y yo, nos hospedamos. ¿Por qué Casos Internos, ha ido ya dos veces a buscarnos?— Vuelve su vista a mí. Sigue indescifrable.
—Soy General del FBI latinoamericano. No manejo en lo absoluto, información de la sede Americana, y mucho menos de Casos Internos.
Sus palabras me desaniman, pero no desisto.
— ¿Entonces no reconoces a ninguno?— Niega con la cabeza, lentamente.
—Seguramente buscan a tu madre. Es muy solicitada estos días, gracias a sus conocimientos— Está vez soy yo, quién niega.
—Al principio lo creí. Pero ¿Por qué buscarme a mí también?— El rostro de Jason tiembla un poco. Se le ha caído la armadura de indiferencia.
Antes de que él pueda hablar o yo de preguntar, Maxwell entra apresuradamente. Sus mejillas están rojas y sudadas, su pecho sube y baja rápidamente y tiene que tomarse un momento, antes de poder hablar.
—El nivel Pramadam—anuncia y sus ojos se abren aún en más espanto—. Alguien abrió las puertas...—Al unísono, Jason y yo nos levantamos, temiendo las próximas palabras—. Los veinte contagiados que estaban en los niveles inferiores, salieron del ferry.
Dejo de escuchar, de ver, de sentir. Lo único que logro percibir a lo lejos son los gritos del General, y sin darme cuenta, aparezco en el cuartel con las tropas a mi alrededor, incluído Cayden.
— ¡El laboratorio solo tiene disponible diez trajes!— Por primera vez, se hacen presente murmullos ante las palabras del General—. La tropa del Capitán Maxwell, es la que saldrá. Los demás ¡No sé muevan de aquí!.
Stevens, Cayden, mis otros compañeros y yo, no perdemos tiempo y seguimos a Maxwell al cuarto de trajes y armamento.
—Cayden, estarás a mi lado en todo momento. Stevens y Lucas, evalúen perímetros— Sigue dando órdenes a los otros cuatro, hasta terminar con los últimos dos—. Michael y Kelly, cubran las espaldas— Todos asentimos y nos colocamos los trajes, aunque titubeo por un pequeño momento.
—No me pondré mi traje, Capitán— Con un giro brusco, voltea a verme, molesto.
— ¡Repítalo, soldado!—grita y elevo mi mentón y me paro firme, convencida de mi decisión.
—No me pondré mi traje, Capitán. Soy inmune al virus, puedo salir a la batalla, pero de igual forma puede llamar a otro soldado. Así seríamos once. Una hace la diferencia— Ríe..., ríe sin nada de gracia.
— ¿Inmune al virus?, ¿en serio, Rider?
—Usted vio los videos, toqué a un contagiado y justo en este momento estoy frente a usted— Quiere replicar, pero se lo impiden.
—Déjala. —Jason habla a nuestras espaldas—, que solo se coloque el uniforme. Puedo llamar a un soldado de otra tropa— Molesto, acepta y procede a terminar de cambiarse. Yo solo me coloco mi uniforme, mi placa y me lleno de armas necesarias.
Una vez listos, formamos dos líneas, una de cinco y una de seis. Corremos con armas en mano al campo donde se encuentra el caos, y es en ese momento, que me arrepiento de mi decisión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro