XII
ALGO SE ACERCA
Barnett.
Recuerdo la primera vez que la vi. Estaba tan sumergida en sí misma, que no notó lo cerca que estaba de ella.
Estaba en el patio de su casa, sostenía un AR-15 y disparaba a los blancos mientras su madre observaba con lentes de sol. Parecía tan frágil sosteniendo ese arma; pero ese pensamiento se disipó cuando noté la fuerza que ejercía, la habilidad que poseía.
Sus movimientos me atraparon desde el primer momento.
Se ganó mi aprecio y tenerla en mis brazos a punto del colapso me estaba rompiendo. Ya he pasado un par de ocasiones, por esta misma situación, con ella. Cada que le ocurre se desvanece, sus visiones la hacen deambular y sus manos comienzan a temblar.
— ¡Usted!—grita hacia la doctora, una vez que se estabiliza—. Usted fue la causante de esa fuga.
—Kelly, calma—ka presiono contra mí, tratando de intervenir, pero no me hace caso.
— ¡Pero fue ella! —se safa de mi agarre y camina hacia la mujer, con rabia destilando de su cuerpo— ¿Cuál es la intención de destruir esas vidas?—acusa. Karla, en cambio, solo la observa con ojos escudriñadores.
—Si sigues acusándome, esta vez puedo dar la orden de captura por abuso a la autoridad—responde tranquila.
—Abuso a la autoridad, un rábano—espeta Kelly, perdiendo los estribos.
—Por favor, cálmate—trato de tomar su brazo, pero ella se suelta. Discutir con Karla Smith, no es lo más sensato; sin embargo, me dedica una mirada furiosa y sale a paso apresurado.
—Deberías tomar más control sobre tu novia—la encaro. Esta mujer nunca ha sido santa de mi devoción.
—No es mi novia y si pierde o no, el control, no es su problema—termino yéndome, también.
Presiento a dónde habrá ido Kelly. Ella es ruda, pero algo predecible; así que me encamino al lugar, y efectivamente, la encuentro allí.
El área de enfermería transmite tanta tristeza. Hay varias personas aquí con diversas heridas; unas están en muletas y otras en camillas, graves físicamente.
—Las alarmas son para que cada quien se quede en sus habitaciones, no que salgan a destruirse unos a otros—reclama un doctor a un grupo de personas que sollozan sin control.
Decido ignorarlo y caminar en dirección a Kelly.
Su vista no se despega del General. No llora pero sus ojos cristalinos y rojos, me dan a entender que puede hacerlo en cualquier momento.
— ¿Por qué viniste?—pregunta observando el cristal que nos separa del hombre que yace en una camilla con miles de vías intravenosas en su cuerpo.
— ¿Cómo sigue?—se encoge de hombros, sorbiendo su nariz.
—Sigue inconsciente. Según las enfermeras, no es nada grave, pero que se encontrará en ese estado por horas—gira y recuesta su espalda en el cristal, cruzándose de brazos. La mirada que me da, no me gusta en lo absoluto—. Karla Smith, lo hizo. Estoy segura.
— ¿Qué fue lo que viste en tus visiones?—imito su posición. Estoy tan cansado que siento que en cualquier momento, mis piernas pueden fallar.
—Mandó la orden a los encargados del nivel Pramadam, a liberar a un infectado. Mientras eso ocurría, uno de sus hombres dejó inconsciente a Jason—aprieto mis puños. La misma rabia que ella posee, me está invadiendo a mí—. Esa mujer detesta la idea de que lleguemos a Sidney. La he escuchado muchas veces espetando, en contra de la decisión. No sé qué planea, pero por algo quiere retrasar el viaje. Sin el General dando órdenes, el ferry no puede llegar a su lugar de destino. Con más gente infectada, se complica la llegada—enfermeras aparecen corriendo hacia la habitación del General Smith; alertándonos.
— ¿Qué sucede?—Kelly intenta entrar, pero los médicos la detienen— ¡¿Qué le sucede?!—trata de forcejear, en vano, ya que dos hombres la toman a la fuerza.
—No puede pasar. El General está teniendo un infarto, por ende necesitamos que se vayan—mala elección de palabras.
Tengo que tomar a Kelly, para alejarla de la habitación. Su fuerza me complica la salida. En estos días de entrenamiento, ha ganado bastante músculo y habilidad.
— ¡Suéltame! Necesito verlo—tomo su rostro y la obligo a mirarme.
—No se puede. ¿Está bien?—busco su mirada—. Tienes que calmarte. Él va a estar bien—la envuelvo en mis brazos, en un abrazo firme. Termina cediendo y la dejo en la sala de espera, mientras busco algo de comer, para los dos.
— ¡Barnett!—Thiago aparece, caminando tan rápido, que me perturba— ¿Has visto a Chiara? La he estado buscando por todas partes y no la encuentro—en todas estas semanas, he descubierto que hay una gran relación entre Thiago y Chiara. Se ha fortalecido una amistad que compruebo al notar la angustia en él.
— ¿Dónde la viste por última vez?
—Estábamos juntos, en el comedor. Cuando sonó la alarma y salimos corriendo. La multitud nos separó y no la volví a ver—frota su rostro, con preocupación, e instintivamente mis ojos se pasean por el lugar; tratándola de encontrar.
La situación se pone peor, cuando cinco enfermeras arrastran una camilla, con una mujer en ella.
Chiara.
Mi relación con ella no es tan fuerte como la de Thiago, pero verla en ese estado, con rasguños y sangre en un costado de su cuerpo, me altera.
Thiago y yo, corremos detrás de las enfermeras, tratando de llegar a ella; sin embargo, la adentran en una habitación resguardada; sin dejarnos entrar.
—Odio esto. ¡Lo odio!—patea lo primero que encuentra—Odio este virus, odio este ferry, odio esta situación—no digo nada. Solo observo la puerta, donde ingresaron a Chiara.
Kelly
Un nuevo día. Una nueva situación. Una nueva realidad.
Por ser parte de la tropa del General, me dejaron entrar a su habitación de rehabilitación.
Anoche sufrió un infarto, pero por suerte, los médicos lograron salvarlo. Dicen que fue una respuesta normal, ante su inconsciencia. Pero no lo creo. Aquello que lo llevó a caer, causó que tiempo más tarde, tuviera un infarto.
Lo observo, con los ojos llorosos. En todo este tiempo, solo sus tropas han venido a visitarlo. Su hija no ha entrado, ni se ha preocupado, una sola vez.
¿Por qué me quedo aquí?
La verdad no sé. El General me ha brindado tanto, todos estos días; que siento que le debo esto... Estar para él.
Despertó hace dos horas, dijo unas cuantas palabras, y volvió a quedarse dormido. Se encuentra pálido, cuencos oscuros decoran el inferior de sus ojos y sus labios están blancos y resecos.
Según la doctora encargada, hoy le darán de alta.
No volví a ver a Barnett desde que me quedé en la sala de espera y ha sido mejor. He disfrutado del silencio y la soledad por largo rato.
—Se supone que deberías estar contenta. No estoy muerto—río un poco ante las palabras de Jason, quien acaba de despertar.
—Me diste un enorme susto, ayer. Eso no se hace, Jason—sonríe, pero tose en el proceso.
Detiene su mirada en la puerta.
—Increíble que estés tú aquí y no ella—no le he dicho que su propia hija, fue quien lo dejó en este estado; siento que eso lo devastará.
—Hey—le muestro mi brazo—; Gracias a ti, he ganado músculo—se inclina un poco a tocarme el área.
—Has mejorado tanto, todos estos días—baja la voz, como si fuera a contar un secreto—. Eres una de mis mejores alumnas. No le digas a Maxwell, es un tanto egoísta con sus entrenados—me hace reír. Jason se ha ganado mi corazón en gran manera.
—Traje flores, chocolates y peluches—Cayden aparece con un montón de cosas encima.
—Oh por Dios, Cayden—se queja el General— ¿Es en serio?
—Lo mejor para mi General—rompo en carcajadas—. De hecho, esto ni es mío; es de parte de todas la entidad, para usted.
—Los entreno para ser los más rudos del planeta. Paso días y horas en entrenamiento, para que me regalen rosas y peluches—trata de sonar molesto, pero no lo logra. Toma uno de los peluches y lo observa con cariño—. Ustedes son como mis hijos. Gracias—verle la sonrisa de satisfacción, me renueva los sentidos.
—Si me disculpa, mi General—posa su vista en mí—; necesito llevarme a Kelly.
Salgo con él. Trae puesto su uniforme, con una medalla más, indicándole como Sargento. Tiene ojeras, el cabello revuelto y una mirada un tanto apagada.
—He tenido que pasar el día entero, investigando los casos en el nivel Pramadam. Existían solo cinco casos. Cuatro de ellos estaban a penas en segunda fase, y uno de ellos ya estaba totalmente infectado—muerde sus labios—Ahora hay más de veinte. Los otros tres niveles afectados poseen una cantidad de diez, seis y cuatro. Todos en última fase.
— ¿Adler?—pregunto, angustiada. No he sabido de ella en dos días.
—Se encuentra bien. Como hermana de un soldado, sabe que este tipo de alertas, requieren de quedarse encerrado—suspira, sin ánimo—. Todos los que encontramos en enfermería, se alteraron. Si bien, el simbionte no escaló hacia los últimos niveles; la desesperación los llevó en manadas a pegarse unos a otros, sin intención.
Recuesto mi peso en la pared.
—La llegada se retrasó, ¿cierto?
—Sidney no quiere que llegue un ferry con más de treinta contagios. De alguna manera, Jason tiene que manejar sus influencias—emito un sonido de frustración. Cuando pienso que algo ya fue mal, llega otra cosa peor.
Y la situación empeora mucho más, cuando Barnett aparece.
Sé bien, que las relaciones entre Barnett y Cayden, son decadentes. Cuando están cerca, el ambiente se tensa, volviéndolo asfixiante.
—Tengo pase para evaluar un caso en uno de los niveles afectados. Si quieres, puedes venir conmigo—Cayden me ofrece, ignorando la presencia del pelinegro.
—Lo tomaré en cuenta—asiente, alejándose por fin.
—Quisiera saber... ¿Por qué irías con él a los niveles inferiores?—pongo los ojos en blanco.
—No te debo explicaciones—por alguna razón, estoy irritada con él. Quizás se deba a que me detuvo, cuando podía enfrentar a Karla.
—Lo sé—calla, sorprendentemente calla. No me discute, no me reclama.
El Barnett que conocí al principio ya me hubiera refutado mis palabras.
—Solo... Cuídate—pide. Él también se nota exhausto.
No le he contado nada sobre mi rareza, no sabe que en realidad, nada de eso, puede afectarme. Pero, de igual forma, tomo sus palabras. No sabemos qué cosas encontraremos allá abajo.
—Barnett...—las palabras se tranca en mi garganta, queriendo salir pero sin lograr ejecutarlo. Él me pone tan nerviosa que aún cuando pudimos besarnos; mis sentidos me traicionan.
No hemos hablado del beso. Ha pasado tanto en tan poco tiempo que no nos ha dado chance de hablarlo.
¿Qué somos, ahora? ¿Cómo afectó ese beso a nuestra relación?
Quiero preguntar, pero mi fuerza de voluntad es mínima.
—Necesitas descansar—es lo que termino soltando.
—Necesito...—relame sus labios, poniendo mi corazón a mil—, hablar.
Mal momento para que mis sistemas fallen. Mis piernas se quedan estáticas, mis uñas lastiman mis manos, al apretarlas y mi mente es un caos.
— ¿De. Qué. Quiiieeres?—debo verme ridícula, tartamudeando y arrastrando las palabras—... ¿Hablar?
—De esto—sin previo aviso, toma mi barbilla y une nuestros labios. Jadeo en el proceso.
Me encanta cuando me toma así.
Ya va, ¿qué?
Un carraspeo, nos obliga a separarnos.
—Es inapropiado las demostraciones de amor, físicas en esta área—un doctor nos reclama.
—Tiene razón. Disculpe—Barnett, toma de mi mano, sacándonos de la enfermería.
Llevaba más de quince horas sin salir de allí. Todos, para mí sorpresa, mantienen distancias prudentes. No sé tocan, no se acercan.
Trato de hallar alguna explicación, en la mirada de Barnett.
—Todos están nerviosos por lo que sucedió ayer. Nadie se quiere acercar a nadie.
**
En la tarde, cuando dan de alta a Jason. Cayden y yo, decidimos bajar al tercer nivel a evaluar los casos.
Antes de cruzar las puertas, nos colocan un enterizo esterilizado y nos desinfectan.
Aguanto la respiración al cruzar la puerta que separa al nivel Cuda de los demás niveles.
El nivel Experto posee demasidado lujo y puertas dorados. El Cuda, igual de lujo y puertas plateadas. Ahora los siguientes niveles van pasando a colores más opacos y decoración moderna pero menos dedicada.
Los pasillos están desolados y fríos. No hay ni un alma en ninguna esquina.
—El siguiente nivel es el que vamos a evaluar—Cayden rompe el silencio que se estaba perpetuando—. Cualquier cosa, aquí estoy. No tengas miedo—asiento, con el corazón a millón.
Llegamos al laboratorio donde se realizarán los estudios. Tras cristales y ventanales se encuentran camillas con un panorama tan aterrador que me entran ganas de salir corriendo.
Todos; mujeres, hombres y niños, se encuentran allí, con sus manos y piernas atadas de lado a lado. Sus venas se encuentran de un azul intenso y sobresalen de una manera perturbadora. Luchan para poder desatarse, pero no lo logran. Sus bocas botan espuma negra y sus ojos... ¡Dios mío!, son demasidado aterradores.
—El día de ayer se contagiaron seis personas. Tres de ellas evolucionaron a la tercera fase en tan solo una hora—nos comienza a explicar una médico—. Hoy, los otros tres casos, cumplieron su segunda fase, casi al mismo tiempo. Logramos traerlos aquí justo unos minutos antes de que pasaran a la tercera.
— ¿Descubrieron el medio por el que se transmite?—Cayden toma la palabra.
—El principal es contacto físico. Se trata de un simbionte; al percibir piel, decide reproducirse—la mujer nos da su tableta digital—. Descubrimos que suele soltar ciertas toxinas cuando el cuerpo de la persona se resiste al contagio. Dichas toxinas quedan rondando en el aire y suele adherirse al suelo y paredes.
Trago grueso al ver el listado de síntomas.
La mujer nos deja solos a Cayden y a mí y yo solo quiero alejarme de todo esto. Sé que nada de ésto me puede afectar físicamente, pero observar el sufrimiento de estas personas...
— ¿Por qué?—pregunto observando estupefacta a los cuerpos. Cayden me observa, confuso— ¿Por qué estamos aquí?
—Necesitamos saber a lo que nos vamos a enfrentar algún día, allá afuera—busca mi mirada—. No nos basta con solo argumentos dichos por una persona nada de fiar. Hay que observar de cerca la situación para tener en claro que no es un juego—aprieto mis ojos con fuerza.
Nada de esto me gusta.
Mi vista se posa en mis manos. Y más y más preguntas vienen a mí.
¿Por qué yo no puedo contagiarme?
¿Qué soy?
¿Y sí...?
—Tienen que retirarse. La doctora Smith, no tardará en llegar y si los ve en este lugar, puedo tener problemas—ninguno pone queja.
Cayden y yo, salimos y entre ambos se siente el ambiente pesado, triste, insoportable.
—No quise que...—intenta disculparse pero no lo dejo terminar.
—Tienes razón en todo lo que dijiste—lo encaro—. Hay que conocer de frente, a lo que algún día nos vayamos a enfrentar.
Algo se acerca.
Mis sentidos están al mil, indicándome que algo muy importante, está próximo a ocurrir.
Algo tan grande que quizás no vaya a resistir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro