XI
DESEO
El frío se cuela en mi piel, penetrando mis huesos. El viento alborota mi cabello, moviéndolo al son que él mismo marca. Mis dedos tamborilean en la bandarilla, mientras observo las gotas de lluvia caer en el Océano Pacífico.
He estado en esta misma posición por más de dos horas y no me canso; la vista es espectacular y las ansias de saber que estoy llegando a mi país natal, me hacen querer perpetuar este momento.
De pequeña mi mamá nos traía a Magui y a mí, en lancha a este mar, y sigue causando las mismas sensaciones que en ese entonces.
¿Quién diría que años más tarde, cruzaría este mismo océano pero con diferentes objetivos?.
En aquellos años era por aventura, ahora por... Supervivencia.
Mañana llegamos a Sidney y Jason nos dejó este día como descanso y como preparación mental para lo que se viene. Así que, me lo tomé para esto.
Entre tantos días llenos de altos y bajos, es bueno tener aunque sea pequeños ratos de paz.
—Charles, ve cargando el Flucky, lo necesitaré al llegar a Australia.
—Como ordene, señorita Kelly.
—Siempre he tenido la duda de cómo funcionan los ordenadores con las demás personas—Chiara se posa a mi lado, rompiendo el ambiente tranquilo en el que me encontraba.
Me encojo de hombros.
—Se supone que para todos es igual.
—No lo creo. Tu ordenador puede hasta controlar tu sistema cardíaco—suelto a reír sin ganas.
—Pues resulta que tampoco sabía que alguien más estuviera pendiente de los ritmos que marquen mi corazón—escupo las palabras.
No pretendía ser maleducada con ella, pero nunca me ha dado buena espina.
—Ten cuidado con la información que puedes dejar—enarco una ceja.
—Es broma, ¿no?—me observa con rivalidad—. Existe algo llamado respeto a la privacidad. Por más que pueda haber algo personal a la luz, no tienes el derecho a tomarlo y mucho menos meter tus narices en ello—alza ambas manos en señal de rendición.
—Calma, solo estoy diciendo que tienes que tener cuidado.
— ¿Cuidado de quién? ¿De ti?—se cruza de brazos.
—Cuidado de quién sea.
— ¡Chiara!—la voz de Thiago se escucha a lo lejos.
— ¡Voy!—se retira, dejándome la piel encendida.
Si antes me daba malas vibras, ahora mucho más. Mis momentos de paz, al parecer nunca piensan durar más de medio día.
A zancadas me encamino al único lugar que sé que puedo estar tranquila, con las mejores personas.
Llego a la habitación en el nivel Cuda y toco la puerta con desespero. Pero la calma que buscaba se ve interrumpida por Jenny, quien con su aire de superioridad, me abre la puerta.
—Necesito ver a Adler—cierra la puerta tras ella, y me encara.
He tenido suficiente con Chiara, otro momento con Jenny, siento que me quitará la poca cordura que me queda.
—No está.
— ¿Sabes dónde puedo encontrarla?—niega y su mirada helada, me hace querer irme de una vez por todas; así que hago el ademán de irme, pero antes de que pueda hacerlo, toma mi brazo, con una presión que sobrepasa el límite adecuado.
— ¿Ha funcionado?—la observo con incredulidad.
— ¿Cómo?
—Que si ha funcionado tu manipulación—mantengo mi expresión—. Solo digo que, Barnett un día estaba comiendo de mi mano y al otro, se larga. Supongo que tienes habilidades—jadeo, sin poder creerlo.
—Esperaba más de alguien como tú, Jenny. Se supone que eres alguien inteligente. Pero, ¿rebajarte de esta manera por un chico? No pienso discutir por ello. ¿Lo quieres?; es todo tuyo, pero no creo ser ninguna manipuladora por conseguir algo que tú con esfuerzo no pudiste—aprieta aún más mi brazo y si de verdad las miradas mataran; creo que yo ya estuviera a tres metros bajo.
Me zafo de su agarre, y resignada a encontrar a Adler, me encamino a mi habitación.
Estoy harta, harta de las rivalidades, harta de tener que pasar por estas situaciones. Yo no escogí tener un sistema inmunológico con rarezas. Yo no escogí nada de esto, ¿por qué tengo que sufrir las consecuencias?
Entro a la habitación. Thiago y Chiara salieron a comer algo, según la nota que dejaron. La rabia de lo sucedido anteriormente me tiene el corazón latiente a una velocidad peligrosa.
Lanzo mi blips a la cama, y tapo con mis manos mi boca para ahogar el grito de frustración que suelta mi garganta.
El sonido de la ducha cerrándose me pone alerta.
Se supone que no hay nadie.
Me encamino a la puerta del baño, colocando mi mano en la perilla, dispuesta a entrar. Una mano baja hasta mi muslo para sacar mi navaja de emergencias, lista para atacar si se presenta la oportunidad.
La puerta es abierta de golpe y mis planes caen al ver el torso desnudo y mojado que se cierne frente a mí.
Barnett...
Trago grueso ante la vista que da. Su altura prominente, la toalla blanca rodeando su cadera, dejando entrever el camino de la entrada en V. Las gotas cayendo por el cuerpo esbelto y bien formado. Trae el cabello húmedo y revuelto.
El tatuaje que tanto me causaba curiosidad reluce en su pectoral izquierdo extendiéndose hasta el inicio de su cuello.
Un torbellino de hojas marchitas que rodean una mano gruesa y varonil.
Me avergüenzo por la cantidad de tiempo que dedico a examinarlo y por ese tiempo, me olvido de lo anterior, disipando la rabia y la frustración, dando paso a los nervios y... No sé cómo describirlo.
—Agradecería que dejaras de mirarme como si fueras un león hambriento observando a su presa—su voz sale gruesa, ronca... Diferente a la usual de siempre.
Sacudo la cabeza reprimiendome.
—No fue mi intención—trato de disculparme, sintiéndome estúpida. Lo más sensato en este momento sería moverme , dejarle pasar, salir para permitir que se cambie; pero por alguna razón las órdenes no llegan a mis extremidades, impidiéndome cualquier movimiento.
Yo no me muevo y él no se mueve. Solo nos limitamos a observarnos el uno al otro, buscando no sé qué.
—Kelly..., ¿alguna vez te has preguntado por qué siempre te ando con rodeos?—la pregunta me toma desprevenida.
¿Para qué saca relucir eso justo ahora?
La tensión es tan palpable, que juraría que es posible cortarla con un cuchillo.
Carraspeó antes de hablar.
—Sí, y he llegado a la conclusión de que es para hacerte ver más interesante—niega con la cabeza, lentamente. Sus ojos verdes se tornan oscuros en una expresión que no atemoriza sino que te incita a verlo más.
—Cuando una persona quiere ocultar algo o le cuesta hablar de ese algo... Tiende a dar introducciones largas para que se disfrace el horror que eso conlleva—las gotas siguen cayendo por su torso, aumentando mi pulso.
— ¿Qué es lo que ocultas, Barnett? O más bien... ¿Qué es lo que te cuesta tanto decir?—sus manos se aproximan a mi brazo izquierdo trazando caricias que me erizan la piel.
Sus dedos se van deteniendo en cada lunar que encuentra.
Abre y cierra la boca como si le costará emitir las siguientes palabras.
—Que tus marcas celestiales, así como brindan solución... También brindan...—sube por la tela de las mangas de mi franela hasta quedar en mi cuello donde se encuentran la mayor cantidad de lunares—, tentación.
— ¿Te tientan?—lq pregunta deja mis labios en un tono que hubiera deseado no sonara ansioso.
Frunce sus labios, sin apartar nunca su vista de mis ojos.
—La portadora de las marcas, es la que me tienta...—sin evitarlo, un jadeo suelta mis labios.
—Si intentas manipularme o...—me interrumpe, ejerciendo un poco más de presión en la zona del cuello; en cualquier otra circunstancia me asustaría, indicando que podría ahorcarme, pero no... Es solo una leve presión que despierta descargas por todo mi cuerpo.
—La manipulación es de cobardes. Yo no intento manipularte, Kelly—baja su mano, y mi piel por alguna razón quiere volver a sentir su calor—; te estoy mostrando mi vulnerabilidad—acorta el espacio, a un nivel que puedo sentir mi ropa mojarse un poco gracias a su humedad.
Sus ambas manos toman mi rostro y se me es posible sentir los latidos acelerados de su corazón, o los míos... Ya a este punto no sé cuál es cuál. Diría que lo que siento son los latidos de ambos.
—Yo...—une su frente con la mía.
Los nervios se me disparan a niveles extremos, las manos me tiemblan y siento la garganta seca.
Jamás había sentido algo así.
Al pepino, Jenny.
Al pepino Chiara.
Al pepino todo el mundo.
La sonrisa maliciosa, característica de Barnett, sale a relucir y con ella, una mirada que me calienta las mejillas.
Acerca su rostro mucho más, al punto en el que puedo sentir su aliento compaginarse con el mío. Se queda allí, tan cerca pero tan lejos, a la vez.
—Eres Kelly Rider—comienza—; la chica que todo el mundo conoce como la valiente y aguerrida, capaz de tomar un arma sin titubear y si le estorbas... Te dispara sin pensar. La capaz de noquearte con un simple movimiento. La chica que no se deja amedrentar de nadie y por nadie. Has sido siempre la chica fuerte que no se rebaja por nada de el mundo. Yo la he visto, la he visto en carne y hueso, he vivido más de una experiencia con la Kelly aguerrida—su mano derecha se desliza hasta llegar a mi nuca y aferrarse fuerte a ella—. Pero dime..., ¿dónde ha quedado ahora?, ¿a dónde se ha ido?—sé lo que intenta y por alguna razón, eso me gusta, me gusta tanto al nivel de hacer lo que haré.
—No se ha ido a ninguna parte—no despego mi vista de sus ojos verdes—. Esta justo aquí—sin pensarlo, uno mis labios a los suyos en un simple toque que temo no sea correspondido, pero al cabo de dos segundos, él se aferra más fuerte a mi nuca para unir más nuestros labios y dar paso a un beso largo, que comienza a dar chispas a mi al rededor.
Estoy besando... Lo estoy besando
Mi primer beso.
La sensación es inexplicable, la adrenalina ahora no se siente como cuando tomo mi arma y apunto al blanco, ni tampoco cuando corro en el entrenamiento, salvando mi vida de ser aplastada por aviones... Esta se siente muy muy diferente.
Él despega sus labios rompiendo el beso y con sus ojos cerrados aún, habla.
—Estás jugando con fuego, Kelly..., ¿tus marcas no se alteran?—bromea, pero sus palabras causan en mí una sensación de querer más.
Quiero más.
— ¿Te quieres quemar?—pregunta con un tono ronco; su vista se encuentra oscura, y sus labios muestran esa sonrisa maliciosa que a veces me hace suspirar, cómo justo ahora—. Las brasas ardientes buscan avivarse.
—Quiero arder—respondo segura—, quiero arder contigo—vuelve a unir nuestros labios en un beso mucho más vivaz que el anterior. Un beso diferente, cargado de... Deseo.
**
Corro escaleras abajo, tomada de la mano de Barnett. Estábamos en la habitación cuando las alarmas empezaron a sonar, pero esta vez no hubo voz en bocina que nos advirtiera de algo. Hasta que gritos en los niveles inferiores nos hicieron llegar a este momento, corriendo escaleras abajo.
La gente se aglomera, empeorando la situación, y mientras todos deciden correr al comedor, yo pienso en correr al lugar donde puedo tener respuestas.
Con Barnett siguiéndome el paso, me apresuro a la oficina del General. Aquí la gente no se aglomera, es más, este pasillo se encuentra desolado.
Al entrar, los dos jadeamos, inmóviles ante la vista que nos ofrece el lugar.
El General Smith, yace en el suelo, inconsciente y justo atrás , las cámara muestran los niveles inferiores.
— ¿General? ¿General Smith, se encuentra allí? Si me escucha, hubo una fuga del nivel Pramadam, se ha extendido a ciertas zonas de los tres niveles superiores. Por suerte, la hemos detenido antes de que contagiara a otros y antes de que se extendiera a más niveles. Pero necesitamos sus órdenes—la voz de la misma mujer que suele anunciar por las bocinas del Ferry, se escucha en ecos en toda la habitación. Tomo con fuerza la mano del chico a mi lado.
— ¿Crees que?...—niego repetidas veces ante lo que acabo de pensar.
El General no está muerto. No puede estar muerto.
Corro en dirección a Jason y tomo su pulso. Suspiro de alivio al sentir sus latidos.
Sigue vivo.
— ¿Ahora qué hacemos?—pregunto, mientras me pongo de nuevo en pie y observo las cámaras, que muestran los niveles afectados; el personal de salud llevando a todos los contagiados al último nivel, que se llena cada vez más y más—El General tiene que dar órdenes, y no hay manera de hacerlo porque está inconsciente.
Otra persona entra a la oficina, seguida de tres hombres uniformados de médicos.
Es Karla. Quien observa a su padre con confusión en el suelo.
— ¿Qué le hicieron?—pregunta al observarnos.
—No le hicimos nada, solo entramos y él ya estaba así—los tres hombres toman a Jason y se lo llevan tras los pasillos.
— ¿Esperan que les crea?—se acerca peligrosamente a mí, con una mirada que me hace tragar grueso. Esta mujer siempre me ha intimidado—. Están detenidos hasta que se demuestre que son inocentes—vuelve acercarse a mí, pero Barnett, me toma y me coloca detrás de él, protegiéndome.
—Estamos en una sala de control, creo que usted misma puede revisar las cámaras justo ahora y así ver lo que le sucedió a su padre—lo escudriña incrédula; sin embargo, obedece y va a las cámaras.
Justo en el momento que toca el ordenador, las luces se apagan, sumiéndonos en oscuridad y más gritos aturdidores que me hacen retroceder.
— ¿Qué sucede?—pregunta Barnett, al ver mi retroceso. La cabeza vuelve a dolerme y otras visiones aparecen, llevándome a gritar junto a los demás—¡Kelly!
Luces verdes y rojas llenan mis visiones, voces lejanas, mucha más sangre y...
—Ella. —pronuncio aturdida.
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