VIII
SIMULACIÓN
— ¿Cómo que te vas?—Adler trata de interceptarme cuando me ve empacando. Las órdenes fueron irme cuanto antes al nivel Experto—. Necesito una explicación, Kelly—Toma mi mano y puedo notar en sus ojos la rabia y...¿Nostalgia?
—Fueron las órdenes de los médicos y abalado por el General Smith—trato de explicar sin ahondar tanto en el tema.
— ¿Es porque ahora estás en su ejército?—Su tono alterado me dan ganas de tirar todo y no hacer caso a las órdenes, pero tengo qué—; eso no tiene ningún sentido, porque tu sistema inmunológico—La interrumpo.
—Hubo una falla en el centro de control, resulta que siempre fui Experta y no Cuda—miento, terminando de empacar.
— ¡Me vas a dejar sola con estas mujeres!—grita con desesperación. Gracias al cielo que nos encontramos solas en la habitación.
—No son malas.
— ¿Que no son malas?—la ironía en su voz es casi palpable—. Mónica es una chica superficial que no hace más que fastidiar a cada nada. Jenny está loca por los libros y los estudios y suelta una mala vibra que me pone a temblar. Y Amaia se la pasa viendo al vacío todo el tiempo, parece un fantasma—no refuto nada, en todo tiene razón, más que todo con lo de Jenny.
—Estaremos juntas siempre, Adler, no te preocupes; estaré solo un nivel arriba—trazo caricias en su brazo para calmarla—; nivel que puedes visitar cuando quieras, y además, yo también estaré rondando por aquí—aprieta sus ojos, negando.
—El General Smith consumirá el noventa y nueve por ciento de tu tiempo. Lo conozco, así ha sucedido con mi hermano—suspira—. Mi único consuelo era verte aquí cada que terminaras los entrenamientos, pero ahora...—el impulso es inevitable; la envuelvo en mis brazos en un abrazo cálido.
—Te prometo que me verás cada que se pueda.
—Jason Smith me arrebata todo lo que aprecio—lo dice en broma pero siento un poco de rabia en sus palabras.
**
En menos de una hora ya estoy subiendo las escaleras hasta el nivel Experto, dónde me encuentro al mismo médico de los exámenes.
—Habitación cien, ala izquierda—me entrega la tarjeta que supongo es la llave de la puerta. En el nivel Cuda no tenemos estas.
Camino sin prisa hacia la habitación. Había subido antes a este nivel pero no detallé nunca el entorno en sí, como justo ahora. Las puertas en el nivel Cuda eran de un metal brillante; las del Experto son doradas con el símbolo de un rombo plateado, en el cual se entrecruza una cinta azul marino, y en las puntas de ésta, yacen flamas de un azul más claro.
Mis pies se detienen frente a la puerta de mi nueva habitación y aunque me encuentro un poco nerviosa, no titubeo en ningún momento al colocar la tarjeta en el lugar indicado, para que la puerta se abra.
Otro golpe de la vida.
En la habitación se encuentran dos chicos y una chica. Un chico alto moreno, una chica bajita de rizos dorados y... Barnett.
¿Que aquí los hombres y las mujeres no duermen por separado?
¿Y por qué de tantas personas me tocó con Barnett?
Puedo notar que él tampoco se lo esperaba. Su mirada calculadora y examinante, me lo demuestran.
Con cuidado cierro la puerta y doy un paso al frente. Ninguno emite palabra; en cambio la chica esboza una sonrisa cálida que me reconforta.
—Bienvenida—rompe el silencio—. Disculpa a estos tontos, están molestos porque apenas les avisaron que habría otra compañera—explica y el moreno parece salir de un trance y saca a relucir también una sonrisa torcida.
—No te incomodes porque estemos hombres en la habitación, solemos tener horarios diferentes para cada actividad, si me comprendes—asiento, no queriendo más explicaciones.
Espero algo de parte de Barnett pero nunca llega, solo se limita a tumbarse en su cama y sacar su Blips (Teléfono móvil). Suspiro terminando de aceptar los hechos.
Al cabo de un rato los chicos se van, dejándome a solas con la chica de rizos dorados. La habitación es mucho más grande que la antigua en la que estaba. Las camas son de tamaño matrimonial, el baño posee doble lavamanos; n espejo inmenso con bordes de oro-que literalmente son de oro-, yace en una esquina de la habitación. Las ventanas son mucho más grandes, permitiendo una vista espectacular del mar y el paisaje que se cierne alrededor. Casualmente, mi cama termina siendo la de la esquina pegada a la ventana, igual que en el nivel Cuda.
—Me llamo Chiara—me extiende la mano en modo de saludo, gesto que correspondo—. El moreno que viste se llama Thiago, y el otro es...—no la dejo terminar.
—Barnett—me observa confundida, como si le sorprendiera y a la vez le incomodara—. Fuimos vecinos—aclaro sin querer ahondar más en el tema. Ella asiente sin emitir más palabra, y la pregunta surge sin control alguno— ¿Eras la única chica entre esos dos?— niega observando la cama en la que ahora me encuentro.
—Había otra chica...—responde con un tono frío—, se fue ayer por motivos desconocidos—su expresión cambia de un momento a otro, ahora mantiene la sonrisa cálida—. Es hora de ducharse y arreglarse, ya que los chicos no están.
Al cabo de media hora termino, colocándome el uniforme militar y armando un moño perfectamente ajustado para que ninguna hebra de cabello se salga.
Chiara no disimula su mirada de estupefacción.
— ¿Eres...?—deja la pregunta al aire.
— ¿Un soldado del General Smith?—sonrío al escucharme. Soy lo que siempre quise y me negué, pero heme aquí—, pues sí—respondo con total orgullo.
—Genial—su sonrisa se ensancha de manera inexplicable, los ojos le brillan y aplaude como loca—. Ya tengo quién me proteja de esos dos.
**
A las dos y cuarenta, me encuentro en el área de entrenamiento, orgullosa de mi puntualidad.
En una esquina hay una pared en la que yacen armas de todo tipo; en puntos específicos se encuentran sacos de boxeo; hay áreas de simulación y al final zona de tiro, que no se compara en absoluto a la que yo solía colocar en mis casas temporales, éstas enfocan el blanco que simula a un corazón latiente e incluso en lo que vendrían siendo las cabezas, se encuentran redes que simulan las neuronas y la unión del cerebro con el cerebelo; todo es fascinante.
Cayden se encuentra en el área de simulación. Tengo que admitir que el uniforme le ciñe en las partes adecuadas, haciéndolo ver mucho más atractivo.
Al parecer ya finalizó su ronda de entrenamiento, ya que, se dirige a mí, guardando su arma en el arnés de la espalda.
—Buenas tardes, compañera—habla mostrando una sonrisa que me enternece el corazón— ¿Lista para su primer entrenamiento?—enderezo mi espalda en una posición firme.
—Más que lista—a pesar de que he compartido con él, tengo muy en claro que se encuentra en varias posiciones más altas que yo, por ende, tiene más autoridad— ¿Tú me entrenarás?—me sorprendo de la emoción con la que formulo la pregunta.
Lo cierto es, que el hecho de que me entrene Cayden es motivante, porque el amor que transmite por su trabajo me da impulso.
—Lastimosamente, no—los ánimos caen
—Te entrenará el mismísimo General—un vuelco en el estómago se hace presente—. Él exigió entrenarte porque quiere a la vez, evaluarte—como si fuera sido invocado por nosotros, aparece portando su uniforme y medallas. Su aura de poder ha incrementado mucho más y siento las piernas flaquear, pero no les permito ceder.
—Señor—Cayden y yo hablamos al tiempo que nos posicionamos firmes. Jason asiente tomando nuestra señal de respeto.
—Monaghan, me han indicado tu excelente rendimiento en las áreas de puntería y simulación, el día de hoy—Cayden sonríe con orgullo—. Quizás ese ascenso esté más cerca de lo que crees—sonrío feliz por él. Desde que lo conocí no ha parado de mencionar sus ganas de ser Sargento. La vista de Jason ahora recae en mí—Rider—mi corazón ya ha pasado la raya de latidos normales; siento que en cualquier momento podrá salir disparado.
No estoy nerviosa por su presencia, estoy nerviosa por el simple hecho que una de las personas más importantes en la milicia, me va a entrenar y si algo sale mal... si fallo...
—Fuiste puntual, eso me gusta—continúa y los nervios me traicionan cuando trato de sonreír, ya que, me sale una mueca toda extraña—. Iniciaremos con el entrenamiento físico y luego pasarás a la zona de tiro y área de simulación. ¿Okey?—sus órdenes acarrean sensaciones de ansiedad y emoción.
—Sí, mi General—el pecho se me hincha con mis palabras.
—Puedes retirarte, Monaghan—Ordena, sin despegar su vista de mí—. Podrás agradarme, Kelly—comienza con un tono tan frío, que me pone a temblar—; pero eso hay que dejarlo de lado cuando de trabajo se trata. Como dije, iniciaremos con el entrenamiento físico—espero que me de algunas pesas, o me dirija a los sacos de boxeo; sin embargo, eso no sucede; en cambio, me indica que lo siga fuera del área de entrenamiento.
— ¿A dónde vamos?—no responde, solo se limita a caminar a... ¿La zona de aterrizaje?
—Cuarenta vueltas—ordena y se me desencaja la mandíbula.
¿Trotar con aviones, helicópteros y jets aterrizando?
Lo peor de todo es que el ambiente indica que en cualquier momento, lloverá.
—La pista da para que la recorras en dos minutos a la velocidad adecuada—saca un cronómetro—. Ya—ordena y no pierdo el tiempo; salgo corriendo a toda velocidad. El piso se siente resbaloso por las gotas que caen del mar salado; pero me ordeno no perder el equilibrio en ningún momento.
Hay baches y hendiduras donde supongo es donde aterrizan las máquinas de vuelo. Clavos y postes me estorban el paso, ralentizándome, pero no pierdo la velocidad. Lo más difícil son las curvas, ya que, la velocidad, el agua resbaladiza y los obstáculos, hacen la tarea mucho más difícil.
Sigo sin prestar atención a nada, solo soy yo corriendo, hago oídos sordos a los gritos del General que indican, según creo, las vueltas que voy dando.
A la décima vuelta, el corazón se me acelera al ver una avioneta que viene en dirección a la pista. Solo hay una zona vacía y es justo por la que estoy pasando. Siento el avión cada vez más y más cerca, las aspas me mueven el cabello, soltando mi moño.
Las ruedas van subiendo y siento que no lo lograré, que moriré aquí aplastada por una avioneta; pero no me rindo, si mis cálculos no fallan cuando esté tocando el suelo puedo saltar en la cola y caer del otro lado. Y así lo hago, con los nervios a millón, la adrenalina a cantidades extremas y el corazón latiendo demasiado rápido; salto aferrándome a la cola e inclinándome para caer del otro lado. No caigo de pie, ruedo por el suelo sin control alguno, golpeándome varias veces con los baches.
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Vuelta número treinta, he tenido que esquivar los camiones de armamento, sobrevivir a otros aterrizajes, y mantener control de velocidad para no caer al suelo ni al mar. Me duele el cuerpo entero, me cuesta respirar y la cabeza ha comenzado a dolerme.
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Vuelta número treinta y cinco. Ha comenzado a llover, empeorando la situación, me resbalo y caigo muchas veces pero no me detengo, me pongo de pie y sigo.
Parece cruel pero sé que esto es un preparamiento para la guerra y las misiones, donde el clima no va a estar a tu favor y mucho menos el área en sí.
Escucho un pitido a la última vuelta. Caigo al suelo exhausta, sin poder con mi cuerpo ni alma.
Sed, tengo sed.
—De pie, Rider—vuelve a ordenar el General, y aunque me cuesta, lo hago—. Ochenta y cinco minutos en total—no está mal en realidad, el tiempo estimado eran ochenta. Quizás no lo hice del todo bien, pero di lo mejor de mí. Es un logro, para mi primer día—. Tienes media hora de descanso, luego tocará probar tus reflejos y puntería.
Después de la media hora en la que el agua fue primordial y pude ajustar mi moño; de nuevo nos encontramos en el área de entrenamiento. Jason ha sido tal cual como imaginé que sería. Rudo y estricto.
Nos encaminamos a la pared de armas y me pasa una Glock 19 que me deja alucinando. Tiene incrustes de pedrería turquesa en el mango y líneas de piedras del mis color en toda labase.
— ¿No es un arma muy llamativa y elegante para una soldado?—pregunto sin despegar mi vista del arma, que no deja de ser fascinante en ningún momento.
—Cada soldado de mi ejército tiene lo mejor de lo mejor, un arma específica con detalles exclusivos solo para ellos—Ahora mi vista se posa en él.
—La vanidad no es una cualidad de un soldado—él se encoge de hombros.
—Lo llamativo suele ser posesivo. Dale algo único a alguien, y se sentirá en un nivel tan importante que se rehusará a soltarlo—no concuerdo con él en estos momentos.
No hay necesidad de tanto lujo por un arma que, cuando se trata de vida o muerte, no lo soltarás. Sin embargo, trato de entender su pensamiento; es un hombre que todo lo ha tenido, que sus accesos a los lujos han sido interminables.
—Bien, ahora me demostrarás de qué estás hecha—me señala las dianas que unen las siluetas metálicas que son usadas como blancos.
Una sonrisa decora mi rostro. He practicado mi puntería toda la vida; mi nivel de fallos en los últimos años se ha reducido a cero, pero no me puedo confiar en estos momentos.
Camino lento hasta la línea que indica el distanciamiento indicado y empuño el arma. Tomo aire y expulso, contando hasta tres. En el último segundo, disparo. Y como siempre, doy en el blanco.
En este caso, a las redes que simulan el cerebro. Éstas comienzan a parpadear hasta tornarse opacas, simbolizando el deje de funcionamiento de este.
Sin esperar más órdenes, sigo disparando y esta vez, la bala atraviesa el simulador del corazón, haciéndolo estallar.
Sigo y sigo con cada blanco que encuentro. Nunca fallo y eso me hincha el pecho con orgullo. No sé cuánto tiempo pasa, pero creo que me he concentrado tanto que las manos de Jason toma mis hombros para detenerme.
—Fue suficiente, se nota que en esta área eres experta—no lo dice en reclamo, en cambio, lo dice como si estuviera fascinado por lo que acabo de hacer. Ríe un poco, desconcertándome—. Y después dices que la vanidad no es una cualidad de un soldado—relajo mis hombros, bajando el arma.
—No fue mi intención parecer vanidosa, es solo que, esto me llena de tanta adrenalina que una vez empiezo, no puedo parar—él profundiza su mirada.
—Eso es un arma de doble filo, Kelly. Se vuelve una ventaja, así como una amenaza. No te puedes dejar cegar por completo de la adrenalina, porque ella no respeta estándares—asiento avergonzada. En esto tiene razón.
Finalizada la ronda de tiro, me coloca los mismos lentes que usamos el día de la búsqueda de mi madre; mientras me dirige a la zona de simulación. Aquí las luces están apagadas y solo destellan las luces de sensores que supongo los lentes alterarán para llevarme a la realidad virtual.
—Estás en Irak, tu misión es encontrar diez niños que yacen en una fortaleza a cincuenta kilómetros de tu ubicación. Te encuentras sola, ya que, tus compañeros de batalla han sido derribados—anuncia, mentalizándome para la simulación.
Respiro profundo, esto no es nada parecido a los entrenamientos anteriores, aquí, por más que no sea real tengo que tener fuerzas para atacar como lo haría en la guerra. Jason se coloca detrás de una de las paredes, supongo que ahí se refleja la simulación real, lo que yo veré, él lo verá.
Empuño mi arma y comienzo a caminar lentamente, precavida a cualquier cosa que me pueda enfrentar. Ante mí, la sala oscura desaparece, dando paso a una zona rural llena de tierra y pocos campos.
Es de noche, sin embargo, se siente el aire denso y el ambiente es de un color amarillento por la contaminación. Trato de hacer el menorruido posible, aunque el latido de mi corazón es tan fuerte que siento que cualquiera lo puede escuchar.
Encuentro pilas de sacos de arena a unos cuantos pasos, camuflados, donde decido esconderme y así evaluar desde las sombras, el perímetro.
Escucho pequeños pasos a una distancia prudente de mí, pasos que me ponen alerta. Alzo mi cabeza un poco para ver de qué o quién se trata, agradezco que los sacos se encuentren a una altura ventajosa.
Una silueta masculina se yergue por debajo, de inmediato mis lentes reflejan un color rojo con las palabras Enemigo. En pocos segundos trato de armar un plan, y aunque me cuesta, logro armarlo.
Coloco mi arma detrás de mi espalda y tomo una piedra que se encuentra en el suelo y la lanzo, mi idea es atraer su atención. Gira y empuña su arma lista para disparar y el pulso se meacelera.
Esto no es real.
Justo antes de que pueda disparar, aprieto el gatillo de la Glock, y la bala da justo en su cabeza, cayendo inerte en el suelo. Comienzo a sentir un subidón de adrenalina, que me impulsa a salir corriendo a toda velocidad, camino a la fortaleza que poco a poco va apareciendo. Me detengo detrás de un arbusto al ver más enemigos armados en diferentes puntos estratégicos.
Estás sola.
Eres tú contra ellos.
Observo el suelo en busca de otro plan para atacar y para mi sorpresa encuentro un hacha a un costado.
¿Es en serio?
Reprimo una risa alterada, me siento en un videojuego. Tomo el hacha y preparada empuño el arma con una mano y el hacha con otra. Debo parecer una lunática, pero no me importa, nadie me ve, solo Jason.
Antes de salir, me retracto. Usaré primero mi arma y cuando ésta ya no tenga balas, procederé a actuar con el hacha.
Y así lo hago.
Alzo mi cuerpo un poco y disparo al hombre que se encuentra a mi izquierda a por los menos, cinco metros. Cae y no doy chance a los demás de actuar, soy pequeña pero rápida, y eso es una ventaja en estas situaciones.
Disparo y disparo, mientras no paro la carrera; así me mantengo hasta estar de frente a la fortaleza.
La mayor cantidad de guardias enemigos se encuentran allí, protegiéndola. Mis lentes indican que son aproximadamente veinte guardias.
Veinte guardias, contra una chica de veintidós años de baja estatura.
Puedo ser más pequeña y estar yo sola, pero si ideo un buen plan podré salir victoriosa. Lo bueno de la situación es que es una simulación y si me disparan saldré ilesa.
Trato de ubicarlos. Cuatro custodean la puerta principal. Dos se encuentran en cada esquina; dando un total de ocho. Dentro hay distribuidos seis guardias más. Lastimosamente no puedo observar los otros seis.
De repente los lentes trasmiten una cuenta regresiva de cuarenta minutos.
¡¿Pero qué...?!
Jamás me dijo que esto era por tiempo.
¿Qué haré en cuarenta minutos?
Al menos ya estoy cerca de la fortaleza.
Antes de que pueda pensar, escucho disparos a mi derecha. Lejos de mí pero tan cerca como para erizarme la piel.
Sal.
Mis piernas captan la orden y disparo al lado contrario, a la izquierda, derribando a los guardias que se encuentran allí. Luego sigo con los cuatro del medio, uno de ellos dispara pero logro esquivar la bala con una inclinación a la derecha. Le disparo en una pierna para luego apuntar a su corazón. El rojo tiñe la tierra y la grama.
Logro derribar a dos de la derecha pero uno de ellos logra esquivarme apuntándome. Me queda solo una bala, tengo que dispararle, sino habré perdido la simulación. Cuento hasta tres como lo hice en las dianas y disparo a la vez que él me dispara a mí; me agacho logrando esquivarla y oigo un golpe seco.
Lo derribé.
Entro, enfrentándome a los otros guardias, los seis que rodean el área.
No tengo balas, lo que es equivalente a no tener arma. Mi pulso se acelera al tener que tomar el hacha.
Nunca he usado una.
El corazón se me acelera más y más. Una cosa es disparar y otra ejecutar con un arma tan letal como esta. Pero aún decidida, la tomo con ambas manos y camino lentamente por detrás de uno de ellos y respiro profundo antes de alzarla, pesa mucho pero no le hago caso a eso, sino que se la clavo en la cabeza, derribándolo.
¿En serio lo acabo de hacer?
Sacudo mi cabeza al recordar que es una simulación, que esto no es real. Me quedo pasmada por unos segundos, sin embargo, continúo, cortándole el brazo a otro. La realidad virtual es tan acertada que los gritos se escuchan tan reales, poniéndome a temblar; pero no dejo que eso me desconcentre, así que, apunto esta vez a su torso, cortándolo por la mitad.
Me siento mercenaria en vez de soldado pero no puedo evitar la sonrisa que crece en mi rostro.
Definitivamente estoy loca.
Logro entrar y con desespero busco a los niños pero hallo a los otros seis guardias, listos para atacarme.
No pienso, solo me lanzo a ellos usando el hacha, hasta que derribo a uno y le quito su pistola, tiro el hacha hacia afuera para que no la puedan tomar y comienzo a disparar. Estos son mucho más fuertes, más hábiles y me dificultan la tarea.
Mis lentes marcan el tiempo. Tengo cinco minutos.
Tengo que encontrarlos.
Las balas se me vuelven a terminar cuando reconozco los gritos de auxilio a unos cuantos metros.
¡Vamos!, no estás lejos.
A este punto solo quedo yo con dos guardias más. No me queda más que pelear mano a mano, ya que ellos no tienen armas. Son más fuertes, más altos.
Siento los golpes tan reales, que me hacen olvidar la simulación. Siento un golpe en el abdomen que me hace caer; patadas en mis costillas.
Las risas perversas de los hombres, mezclados con los gritos de los niños, me estremecen.
Los lentes reflejan el tiempo de nuevo.
Quince segundos.
Trato de propinarles golpes pero se me dificulta.
Nueve...
Ocho...
Siete...
No me resisto, logro darle en la cara a uno, que lo desestabiliza.
Seis...
Cinco...
Logro patearle en la zona íntima al otro, y aprovecho sus caídas para correr a las celdas; los gritos se escuchan mucho más fuertes.
Tres...
Dos...
Ya puedo verlos, mi corazón se empequeñece al observarlos, están tan sucios y golpeados...
Comienzo a mover desesperada la celda para que pueda abrir y... Todo vuelve a ser oscuro.
He fallado mi primera prueba.
Caigo al suelo y flexiono mis rodillas, exhausta.
Jason aparece con los labios fruncidos. Posee una expresión que logra asustarme, no tiene la típica mirada que me pone nerviosa, ésta inspira terror.
—Mañana estarás aquí a las quinientas horas, sin quejas, uniformada y mentalizada de que será diferente—ordena con un tono frío, nada parecido al de siempre. Da media vuelta y antes de retirarse habla con un tono más amable—. Fuerte con armas, pero débil con manos. Eso se arreglará; tarde o temprano, pero se arreglará—finalmente se retira, dejándome en el suelo, cansada.
Nunca he peleado mano a mano con nadie, mis brazos no poseen músculos y mi fuerza es baja. Pude haberlo logrado si tan solo supiera pelear.
Necesito mejorar. Tengo que mejorar.
Me levanto decidida a tomar una ducha en mi nueva habitación. El agua caliente despejará mi mente.
Al llegar me encuentro a Thiago y Barnett charlando muy animados. Callan de golpe al verme.
—Sé que estoy fatal, dejen de verme así—Thiago forma una línea con sus labios, como si reprimiera una risa o una expresión que tal vez, llegue a molestarme.
—No es eso, es...—ahora me observa con curiosidad— ¿Eres del ejército del General Smith?—pregunta, quitándome el poco buen humor que tenía.
¡¿Por qué todos se sorprenden?!
— ¿Por qué? ¿Crees que una chica menuda no puede estar en el ejército del General más importante del mundo?—suelto rabiosa. Él niega apenado.
—No, se me hace curioso porque jamás había estado cerca de un soldado del hombre más importante en este establecimiento—no respondo, solo me echo en mi cama.
Al cabo de unos minutos, Thiago se levanta, dejándome a solas con Barnett.
Lo que faltaba.
—Kelly...—comienza pero no lo dejo terminar.
—He tenido un día intenso y frustrante, agradecería que por una vez, dejes de molestarme que no estoy para soportarte—él se levanta y se dirige a mí, poniéndome alerta.
—No vengo a molestarte. Vengo a darte la bienvenida. Esta tarde no pudimos hablar bien y me disculpo, estaba desconcertado porque eras tú el intercambio de la chica que estaba antes—mi vista se clava en algún punto en el suelo—. También quiero...—su voz suena temblorosa.
¿Está nervioso?
—Quiero disculparme por lo que he venido haciendo contigo todos estos días, y hacer las paces contigo..., empezar de cero—continúa.
Lo observo confundida, provocando en él una risita nerviosa.
¿Estoy hablando con Barnett?
—Barnett yo...—él me calla, rodeando mis hombros con su brazo. Me está abrazando... o bueno, el intento de uno.
—La rabia y la frustración me han nublado el juicio todos estos días. Eres alguien que conecta con mi madre, de cierta forma y eso... me llevaba a querer pedirte cosas que están lejos de tus manos, lo sé. Y lo lamento, me dejé llevar. No es justificable y por eso pido perdón—mi vista se centra en sus ojos verdes.
¿Le creo?
Quiero odiarle, insultarle y pedirle que se aleje de mí, pero veo tanta tristeza y convicción en sus ojos que... se me es imposible.
Extiendo mi mano para tomar la suya en un apretón de manos.
—Soy Kelly Alice Rider. Tengo veintidós años y soy soldado de la tropa alfa del General Jason Smith—ladea su cabeza, mostrando una sonrisa que lo hace ver más guapo.
—Soy Barnett Stone, sí sin segundo nombre. Tengo veinticuatro años y actualmente me encontraba estudiando Ingeniería Aeroespacial, pero...—lo callo, besando su mejilla.
—No tienes que decir más—le sonrío.
Este es el Barnett que ansiaba conocer. Es mucho mejor sin su aura de arrogancia y todos sus rodeos
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