VI
REVELACIÓN
No presto atención a nada a mi alrededor, solo trato de convencerme que solo fue una idea de mi imaginación.
Ella está bien.
Ella está bien.
Ella está bien.
Me repito, negándome a creer las palabras de Charles.
Con un poco de esfuerzo logro pronunciar palabras temblorosas.
— ¿Qué fue lo último que captaste?, ¿tienes audios?, ¿grabaciones? —la desesperación en mi voz, es demasiado notable.
Cayden toma mi mano sin entender qué sucede.
—Lo último que logré obtener de la señora Rider, fueron sus latidos; los cuales me llevaron a tomar resultados, que indicaron una taquicardia extrema— Mi vista se nubla ante las últimas palabras.
Me niego a perderla, me niego a que todo esto haya sido en vano. Ella no se puede ir, no dejándome así.
Sin pensarlo, me levanto de la barra y me dirijo a paso apresurado a la oficina del General. Él debe darme respuestas, él debe ayudarme.
Al llegar ignoro la presencia de Karla quién me observa con molestia, e incluso no logro notar a Cayden, hasta tenerlo detrás de mí. El General yace en una conferencia con varios soldados a su al rededor, pero no me inmuto; la tristeza, rabia y desesperación son mucho más fuertes que la cordura.
—Necesito saber dónde se encuentra la Doctora Lisa Rider; necesito toda información que poseen sobre ella, su paradero, expedientes y últimos avistamientos— Ni si quiera soy consciente de mis palabras, sólo sé que necesito respuestas de qué sucedió con ella, porque sin ella... Me niego a pensarlo.
— Kelly, estoy en una conferencia, agradecería que esperaras afuera mientras termino—sus palabras aumentan mi desespero.
— ¡Necesito saber dónde está mi madre! Mi intercomunicador personal ha perdido todo contacto con ella. ¡Puede estar en peligro! Exijo saber de ella— Alza sus manos, mientras que los otros soldados se levantan, supongo que para sacarme de la oficina, pero sucede lo contrario; nos dejan solos al General y a mí.
—Necesito que te calmes. Un soldado no se desespera; un soldado piensa, analiza, hasta obtener estrategias— Palabras que no me sirven en lo absoluto.
—No estoy para analizar, estoy para respuesta y exijo saber dónde está mi madre.
—Entiende que no puedo parar una misión, ni asuntos importantes, de la nada— Quiero llorar y patalear.
—Si algo le sucede a ella...— Aprieto los ojos con fuerza, tratando de espantar las lágrimas—. Sé que no soy nadie para exigir, no me conoces y que ni siquiera soy parte de tus militares, pero— Se levanta de su asiento, no dejándome terminar.
—No puedo brindarte el apoyo que necesitas, pero puedo mandar a unos cuantos a evaluar el perímetro dónde fue vista por última vez— Se coloca unas gafas de combate que transmiten un pequeño holograma del mapa mundi- ¿Recuerdas dónde fue? —pregunta, aumentando el nudo en mi garganta. Una pequeña esperanza se hace presente.
—Ciudad de México, mercado popular— Esta vez, las gafas comienzan a transmitir sonidos.
—Doctora Lisa Rider, vista por última vez en el laboratorio Winslow, el día de hoy a las diez mil horas fue captada dirigiéndose a zona boscosa, todo contacto fue perdido desde allí— Anuncia una voz femenina, llevándome a sollozar.
—Ella no puede estar—no termino, solo lloro sin control alguno. Ella es mi todo, no puedo perderla, me rehúso a perderla.
—En unos minutos uno de los helicópteros saldrá a inspeccionar— Toma mis hombros buscando mi mirada—. Un soldado se mantiene firme a pesar de las circunstancias ¿Entendido? —asiento, tratando de calmar las emociones que me avasallan. Mucho tenía con no estar con ella aquí, ahora saber que algo malo ha podido suceder me tiene peor.
Salgo sin ver a nadie, solo resignándome a los hechos. Confío en las tropas del General, pero no en las personas con las que se ha podido relacionar mi madre. Ella es muy inteligente, pero es terca cuando de relaciones interpersonales se trata.
Al entrar a la habitación, respingo al encontrarme a Barnett en mi cama, con las manos en su rostro, sollozando.
— ¿Qué haces aquí? —no estoy para lidiar con sus ínfulas del hombre arrogante.
Su vista recae en mí, dando a notar rasguños en su rostro y los ojos llorosos.
—La perdí—habla en voz baja y temblorosa, dándome a entender que su madre también ha desaparecido— ¡La perdí! —grita, haciéndome molestar.
— ¡Yo también perdí a la mía!—aumento mi tono—; pero ¿adivina qué? ¡Culpa mía no es! Así que, agradecería que salieras de mi habitación y me dejaras en paz, que mucho tengo con mi crisis emocional como para lidiar con tus críticas— Se levanta, acercándose a mí. Ya no llora, solo trata de regular su respiración, mientras sus ojos aún se encuentran rojizos, a la par con su nariz.
—No te echo la culpa a ti Kelly. Sólo sé que ahora es momento de que actives tus marcas—resoplo.
—Déjate de tanto rodeo misterioso y dime ya, ¿qué quieres?
—Quiero que me ayudes a encontrarla—responde como si fuera fácil.
— ¿No crees que si pudiera, ya hubiera encontrado a la mía? —niega ante mis palabras.
—Nunca dije cómo—se apresura a la puerta y habla antes de salir—. Tarde o temprano me ayudarás, pero yo a ella, sola no la dejaré—sale haciéndome gritar de frustración.
¿Qué mal he hecho, para tener que pagar fuerte ahora?
Al cabo de cinco minutos, Cayden entra con su uniforme de pila, y un traje militar en mano.
—El General Smith, ha ordenado que te necesita evaluar y te evaluará en la misma búsqueda de tu madre. Partiremos en media hora—me entrega el traje—. Te necesitamos lista en veinte minutos—su voz suena apagada, pero asiento, comprendiendo la orden.
Es mi madre quien se encuentra en peligro, no me negaré jamás a buscarla. Más agradecida con el General, no puedo estar.
En el tiempo estipulado logro estar lista en la pista de aterrizaje del ferry. Cayden, el General y unos cuantos soldados se encuentran reunidos, supongo que planeando alguna estrategia. Una avioneta aterriza, llenando mi ropa de agua, pero no me inmuto, si lo hago sé que eso conlleva a sanciones o castigos. Un soldado no se queja. Los nervios me invaden al caer en cuenta en la situación en que me encuentro.
Mi primera misión.
Estoy codeándome con más soldados.
—Monaghan, Rider y Stevens irán conmigo en la avioneta cero tres cero. Aterrizaremos en la zona boscosa. Monaghan serás mi mano derecha. Stevens, te encargarás del armamento. Rider, tú evaluarás el perímetro—asiento—; los demás, en filas que los necesito tanto en la zona rural como en la boscosa, distribuidos en lugares estratégicos. Será algo tranquilo, saben cómo nos manejamos; no atacamos al menos que nos ataquen primero— Todos se forman e ingresan en diversos helicópteros.
Cayden, el General, el otro soldado y yo, nos dirigimos a la avioneta indicada, mientras somos cargados de explosivos, máscaras antigás, armamento y gafas infrarrojas.
—Estas gafas son poderosas, Kelly—me explica Cayden—. Das simples órdenes y ellas ingresan a cada armamento digital, con la capacidad de reconocer al enemigo, sin obtener falla alguna. Puedes controlarla con tus pensamientos, así el enemigo no predice tu ataque— No me sorprende la gran tecnología que poseen los armamentos ni nuestros drones de combate.
La avioneta se eleva en los aires, abriendo paso a los nervios y ansiedad otra vez, pero trato de hacer caso omiso. Cayden posa un brazo alrededor de mis hombros, dándome aliento.
Está bien sentir miedo, lo que cambia es la perspectiva con la que lo ves. ¿Verás el miedo como un obstáculo o como un nivel a superar?
Palabras que mi madre siempre repetía.
Tengo la duda de en qué lugar se encuentra el ferry en estos momentos. Partimos de Ciudad de México pero podríamos estar en las Maldivas o en cualquier otro lado. Lo cierto es, que el transcurso de la avioneta hasta Ciudad de México, es de una hora.
Aterrizamos en la zona boscosa y activamos las gafas. El General me entrega una mini tableta que refleja un holograma de todo el panorama. Necesito evaluar todo el perímetro para así dar con el paradero de mi madre.
"Quiero que me ayudes a encontrarla."
Las palabras de Barnett, vienen a mí. Tal vez, también pueda encontrarla a ella.
A pesar de la densa oscuridad de la noche, no se me es difícil analizar el perímetro, gracias a las gafas infrarrojas.
—Mi General, han sido halladas varias huellas, yendo hacia el este— Acerco el holograma, comprobándolo.
Stevens se encarga de proveernos lo necesario, mientras él mismo se llena de armas, preparándose para cualquier ataque. Es una búsqueda pacífica, pero aún así, se está preparado para cualquier eventualidad.
Vuelvo mi vista al holograma, detallando movimientos que me ponen alerta.
—Capto movimientos a treinta metros—anuncio.
—Maxwell, Rodríguez, vayan a la dirección—interrumpo al General.
—No confíe mucho en mí, puede tratarse de un animal salvaje—su vista vuelve a mí, haciendo que trague grueso.
—Un soldado jamás debe dudar de sí mismo y sus capacidades. Si te di esta oportunidad es para que me demuestres de qué estás hecha—asiento.
Al cabo de cinco minutos, uno de los soldados regresa.
—Perdimos de vista al objetivo, mi General—anuncia Maxwell, tensándome.
Esto no puede ser en vano.
Yo misma decido encaminarme a la dirección, sin escuchar las demandas del General y Cayden.
Camino sin titubear, decidida a encontrar a mamá. Cayden grita pero hago oídos sordos; es mi mamá, ella lo hubiera hecho por mí. Mis pasos se detienen cuando mi vista se enfoca en las ramas del suelo, en las que yace un papel desgastado y una tarjeta. Me agacho para recogerlo y mis ojos se nublan al ver la letra de mamá plasmada en el papel.
Mamá no más por favor.
Decido guardarla en el bolsillo del uniforme, dándome por vencida a encontrarla. Esta nota puede indicar varias cosas y la principal es que no la encontraremos, al menos no hoy.
Respiro hondo, incorporándome, pero las alarmas en la mini tableta se hacen presente con el código quinientos cinco. (Ataque). Antes de que pueda pensar, los disparos se hacen presente.
Me encuentro en un ataque real.
¿Quién podría estar atacando?
—Stevens tirar a matar. Maxwell, necesito que estés al frente ¡Ataquen! —anuncia el General por el auricular y a pesar de que no me nombró, decido hacer frente a la batalla, dando todo lo que he aprendido en todos estos años; sin embargo no logro nada, ya que, lo que me encuentro no es nada de lo que pude imaginar.
Ante mí, aparece un niño. Su aspecto me deja sin palabras. La cara la tiene llena de rasguños, sus manos están cortadas, los ojos son totalmente negros y en sus resaltan venas rojizas, no tiene ni un atisbo humano en él.
—Están infectados por el virus, es mejor evacuar—recomienda Maxwell, dando la aprobación del General.
Trato de correr pero el niño es más veloz, tomándome por el brazo; trato de zafarme pero por alguna razón, su fuerza es mayor.
Me tocó. Estoy infectada.
Su toque quema mi piel, y de un momento a otro, el niño cae inconsciente al suelo, dejándome en shock. Espero algún síntoma inmediato, pero nada sucede. Observo la zona en la que me tocó, para mí sorpresa, ésta brilla abarcando todo el agarre y de un momento a otro, éste desaparece.
¡¿Pero qué?!
— ¡Rider será mejor que regreses ahora! —corro sin control alguno, sin evaluar mi entorno, solo ingreso a la avioneta que despega una vez entro en ella.
¿Qué sucedió allí?
Mi vista vuelve a mi brazo, el cuál ahora se encuentra intacto, sin un atisbo de marca alguna, sin sentirme mareada o percibir ningún síntoma.
—Lo lamento Kelly, pero la búsqueda de tu madre ha sido finalizada—asiento cabizbaja.
No lo logré.
Pero no me daré por vencida, sé que la encontraré tarde o temprano.
Tardamos otra hora en llegar, y mi mente no para de recordar aquel momento con el niño, el brillo, la herida y la nota.
—Es necesario pasar de nuevo por la cabina de control—anuncia el General—; estuvimos expuestos al virus, así que, los necesito en formación ya— Todos obedecemos, mientras nos encaminamos a la cabina de control. Uno por uno pasa como el primer día y al llegar mi turno, tengo que volver por la misma red de hologramas, la cual al lanzar el pitido, mi cinta esta vez comienza a tornarse azul oscuro. El ceño del hombre a mi lado es fruncido.
—Qué extraño—pronuncia al evaluar mi cinta—, eras Cuda y ahora Experta, eso es imposible.
— ¿Qué quiere decir? —anota un par de cosas en una libreta digital, angustiándome más.
—Que tu sistema inmunológico ha subido a un cien por ciento, es casi imposible que el virus te afecte—trago grueso recopilando al niño. ¿Será?—. Por los momentos es mejor que te dirijas a tu habitación en el nivel Cuda. Luego iré a hacerte unos exámenes de sangre para evaluarte a más profundidad— Asiento lentamente, confundida y decido salir, sin dejar de observar mi cinta que ahora es del mismo azul que el de Barnett.
¿Mi sistema inmunológico ha aumentado a un cien por ciento?
Mi madre me explicó que eso no sucedía jamás, y mucho menos cuando una vez fuiste expuesto a un virus o bacteria.
¿Por qué ahora sucede en mí?
Niego. Tal vez solo haya sido un error en la red de hologramas.
Observo mi brazo, notando de nuevo el brillo en la herida.
¿Qué soy? ¿Qué ha sucedido?
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