IV
MILITAR
La gente se aglomera en busca de comida y frunzo el ceño al ver tanta desesperación.
¿Por qué se comportan así si hay suficiente provisión para todos?
Supongo que nunca entenderé las reacciones humanas, del todo.
Me encojo de hombros y decido ir escaleras arriba, tengo entendido que los Cuda y Expertos pueden compaginar.
Confirmando mis sospechas logro pasar al área; solo bastó que observaran el color de mi cinta para poder dejarme entrar. Sin embargo, mi caminata queda interrumpida, por las personas que se encuentran en todo el medio, aun sin notarme.
—Entonces... ¿Sidney es nuestro próximo destino? — un hombre que rondan entre los treinta, le comenta con algo de diversión al que se encuentra de espaldas, el cual no puedo divisar del todo bien.
—Es el destino más seguro hasta ahora. Hay un registro del cero por ciento; no podemos exponer a nuestra tripulación a tanto peligro; en Sidney se les aportará los suministros necesarios y los laboratorios nos abrirán las puertas ante cualquier inconveniente—se me eriza la piel al escuchar la voz tan demandante del General Smith.
—Padre, no creo que...—Karla intenta hablar, pero es interrumpida.
—Di una orden, dicha orden debe ser cumplida—la corta con ademán de marcharse.
—Como Médico especialista sugiero que es riesgoso cumplir con una orden de esa magnitud. Estamos hablando de un virus de dudosa procedencia debemos...—no se escucha preocupada, en cambio, se escucha ansiosa y podría decir que hasta nerviosa.
—Debemos entonces mantener las medidas necesarias, Karla. No quiero discutir más del tema. Aquí corren el mayor de los peligros, el virus puede extenderse hasta contagiar a todos y no va a haber vuelta atrás—da media vuelta, encontrándome.
No me muevo del lugar, paralizada por la enorme figura que se hace presente frente a mí. Se me seca la boca, las piernas me flaquean y mi cerebro se rehúsa a reaccionar.
—Se...—la voz me falla y carraspeo para poder hablar bien—, señor Smith.
—Señorita, no puede estar pasando por estos sectores y mucho menos escuchar conversaciones ajenas—reclama Karla, haciendo que el General levante la mano, callándola.
—Nombre completo—me ordena. Observándome intensamente
—Kelly Alice Rider, señor.
¿En qué momento me convertí en militar, para darle semejante respuesta?
Mi sistema vuelve a fallar cuando me repasa de arriba abajo. Calla por unos minutos, frunciendo el ceño.
— ¿Rider? —trago grueso y asiento.
—Sí, señor.
—Juraría que uno de mis soldados tenía una hija llamada Kelly—vuelve a repasarme—. Y sus facciones son muy similares, pero tu apellido no coincide—confundida, lo reparo. Tengo muy claro quién era mi papá.
—Creo que se equivoca de persona. Mi apellido se debe a mi mamá, ya que mi papá desapareció desde que tenía dos años de edad—explico. Karla pone mala cara, ante mis últimas palabras.
—Entiendo, solo fue una confusión—El hombre que los acompaña, le extiende una carpeta amarilla, aún más divertido que antes, y él la recibe gustoso—. Fue un placer conocerte, Kelly Rider— sigo sin creerme el hecho de que esté hablando con mi ídolo. Tengo que parpadear varias veces para poder reaccionar.
—Igualmente, General Smith.
—Jason, llámame Jason. Solo los soldados me llaman General— se retira dejándome las piernas como gelatina.
¿Acabo de hablar con el General Smith?
Sí, lo hice.
La alegría me invade, creando una sonrisa en mi rostro. Debo verme extraña en medio del pasillo, sonriendo como psicópata. Pero, ¿qué más da? No todos los días interactúas con tu héroe.
Jason trabajó con mucho esfuerzo para dividir al FBI, en cuerpos: policial, investigaciones y militar. También es el principal intercesor en el mundo, para lograr que la entidad en todas sus ramas, se establezca en el mundo entero. Ya ha alcanzado a algunos países de Centro América y Europa. Es un hombre de admirar en todo sentido.
Sacudo mi cabeza avanzado hacia mi punto de referencia. Para mi suerte se encuentra hablando con un par de chicos a la mitad del pasillo.
Carraspeo para hacerme notar. Sus ojos verdes me hacen tragar grueso.
¡Dios mío!
— ¿Puedo hablar contigo un momento? —observa a sus amigos por un segundo, tal vez dudando, pero cede de todas formas.
— ¿Para qué soy bueno? —pregunta apoyándose de la pared, cruzando sus brazos.
—Hay militares invadiendo nuestras casas— directo y claro, no es momentos para andar con rodeos.
Trato de bajar la voz, para que nadie pueda escucharnos. Su rostro se torna serio.
— ¿Ahora te gusta andar delirando? —entrecierro mis ojos con molestia.
— ¿Crees que soy una loca delirante que sube al nivel más alto del ferry solo para buscar a su vecino, quien es el único que posee al menos un tercio de información sobre su madre, para decirle que el mismo FBI ha invadido la propiedad? —cambia su peso de un pie a otro.
—Tienen prohibido invadir propiedad privada— responde tajante.
—No cuando poseen los permisos y las órdenes vienen de arriba— sé perfectamente cómo se manejan estas situaciones, he pasado años estudiando los movimientos militares.
—A todas estas, ¿cómo sabes eso? —observo su muñeca; tiene una band.
—Tu asistente personal puede mostrártelo—le explico señalando la band. Ésta reproduce la misma escena que me mostró Charles.
Barnett observa todo con atención sin emitir palabra alguna, aunque hasta que la grabación termina.
— ¿Ahora soy una loca delirante señor Stone? —volte a verme con rabia, antes de volver su vista al band.
—El pendiente de mamá...— logra pronunciar con un poco de nostalgia-; era su favorito. Decía que el valor era inmenso, con solo habérselo regalado, quien se lo regaló—se escucha muy afectado.
— ¿Te dijo quién se lo regaló? —niega.
—Según ella, el misterio era lo que le hacía mantener el valor— me toma desprevenida, arrinconándome contra la pared—. Te lo diré una sola vez. O me ayudas a rescatar a mi madre o te olvidas de la información que quieres—parpadeo en confusión.
— ¿Cómo puedo ayudarte si ni siquiera entiendo lo que está pasando? —mi voz suena firme. La información que necesito es todo lo que me puede acercar a mi madre, justo ahora. Suspira, resignándose quizá.
—Oye Kelly. Tuve órdenes y yo—lo interrumpo.
—Cada vez me demuestras, que hay más de lo que creo. Me pides que te ayude, pero tú no tienes la mínima decencia para ayudarme a mí— me cruzo de brazos—. El único que puede ayudarme eres tú, alguien que a penas estoy conociendo, ¿okey? En cambio, tú al parecer me conoces de antes. Que tú ya supieras de mi existencia, no implica que ya puedas demandar de mí como si yo a ti también te conociera; sin embargo, justo ahora lo estás haciendo, ¿cuál es la diferencia conmigo?—aprieta sus labios con fuerza. Quiere decir algo, pero se resiste.
—Te espero en el Ala este, a las ocho—dice finalmente, dando media vuelta y yéndose.
¡¿Qué rayos?!
¿Por qué la gente reacciona de esta manera? ¿O es solo él quien reacciona así?
Mi madre me mandó a la boca del lobo. No tengo ninguna experiencia en relaciones interpersonales y mucho menos en saber responder a las reacciones como las de Barnett.
Necesitas adaptarte.
Sí, eso necesito para poder cumplir con lo que me ordenó mamá. Así que decido ir hacia el comedor donde se encuentran las chicas con quienes comparto habitación.
Mis oídos rechinan al llegar, con el gritito de Mónica.
— ¡Esto está de pelos! —Jenny rueda sus ojos mientras se concentra en leer un catálogo virtual.
— ¿Qué está de pelos? —pregunto.
—Abrirán los centros de diversión en el ferry para que nuestro hospedaje no sea aburrido—explica Adler. Suena entre aburrida y emocionada. ¿Es posible expresar eso? Bueno, al parecer Adler sí.
— ¡Hay que ir a la discoteca! —Mónica vuelve a gritar como si fuera lo mejor que ha podido pasar. La observo con pánico. Tal vez estemos en áreas resguardadas; sin embargo, eso no quita que tenga cierto miedo a exponerme al virus. Además... ¿Discoteca en medio de una pandemia mundial?
—No creo que...—trato de oponerme.
—Calla, irás con nosotras. Hay discotecas solo en dos plantas; la planta de los creídos—tose sin disimulo—, perdón, los Expertos; y en nuestra planta, así que no corremos peligro—Frunzo el ceño aún dudosa.
—Aunque me niegue a aceptarlo... me gustaría ir; los estudios dicen que es bueno despejar la mente cuando el cuerpo es expuesto a niveles altos de estrés—responde Jenny, tomando un sorbo de su zumo de naranja. He notado que le gustan mucho los estudios.
Termino desistiendo; hace un momento me planteé despejar mi mente.
—Está bien.
— ¿Y tú Amaia? —le pregunta Adler, con más intriga de la común. La observo; nunca ha emitido palabra alguna, suele ver un punto fijo, absorta en sus pensamientos. Se ve tan triste que juraría que si algo le pasa aquí
Se encoge de hombros.
—De todas maneras no aceptarían un No en respuesta—Todas sonríen satisfechas, menos ella.
Aunque quisiera quedarme encerrada en la habitación a buscar respuestas, todas tienen razón.
¿Desde cuándo no tomo un buen trago?
No soy una alcohólica empedernida, pero me gusta disfrutar de una buena bebida. Solo que nunca lo he hecho en un lugar lleno de gente.
Todas terminamos de comer y decidimos cuál va a ser nuestro recorrido. Primero la sala de juegos; luego ir de compras; y por último la discoteca.
—Es increíbles lo grande y lujoso que es este ferry—Amaia habla maravillada con todo lo que hay alrededor; el día la ha soltado un poco más.
— ¿Qué esperabas del ferry del General Smith? —responde Adler. Amaia la observa dudosa.
— ¿General Smith?
—Oh Dios mío, ¿no sabes quién es el General Smith? —ella niega. Yo prefiero callar y dirigirme a una de las vitrinas.
En exhibición se hallan vestidos de diseñador y mis ojos se clavan en uno floreado, corto y con escote corazón; es precioso en todos los sentidos. Leo el nombre de diseñador.
Versace.
Pasan los años y aún se establece como de las mejores marcas.
—Es hermoso—hablan a mi espalda—; creo que te verías increíble con él puesto, tu cabello azabache daría un gran contraste—lo veo, extrañada.
— ¿Tú eres...?
—Oh, lo siento, no debí aparecer así. Soy Cayde—-extiende su mano en señal de saludo, y en su rostro se forma una sonrisa ladeada, muy atrapante. Lo correspondo, dudosa.
— ¡¿Cayden?! — tengo que apartarme para que no me caigan encima— ¡Dios mío! Cayden—Adler se lanza a abrazarlo con lágrimas en sus ojos— ¡Estás aquí! —lo examina como si no creyera que fuera él. Justo en ese momento, noto lo parecidos que son. Ambos son de piel morena y ojos miel.
Cayden corresponde gustoso, alzándola en el aire, mientras le llena el rostro de pequeños besos.
— ¡Hermana! — los dos no paran de abrazarse y llorar.
—Chicas, les presento a mi sexy y guapo hermano, Cayden—nos presenta, una vez que se calman. Él asiente en modo de saludo.
— ¡Monaghan! —El chico se yergue y realiza un gesto militar.
—Sí, mi General—Alzo mi vista comprobando que se trata del General Smith.
Tantos años deseando conocerlo, y ahora me lo cruzo cada tanto.
—Lo traje a esta misión no para que armara algarabías en medio de los pasillos.
—Disculpe, mi señor, es que tenía años sin ver a mi hermana—Jason observa a Adler, y su rostro se suaviza ligeramente.
—Disfruten su reencuentro pero no armen alborotos—su vista ahora se posa en mí.
—Señorita Kelly.
¿Me está saludando?
—Señor— trato de sonar con total serenidad, aunque por dentro me esté muriendo por abrazarlo y tomarme fotos con él.
—Te dije que no usaras las formalidades conmigo—el rubor sube a mis mejillas.
—Lo siento..., Jason—sonríe satisfecho.
—Lo espero en mi oficina, Monaghan— se dirige al chico.
—Como ordene.
— ¿Eres un soldado? —la pregunta deja mis labios, sin control alguno, justo cuando Jason se retira.
—Próximamente a ser Sargento—responde con total orgullo, y esboza la misma sonrisa ladeada que me deja anonada por un momento.
—Siempre me ha llamado la atención ese mundo.
—Es el mejor de todos— sus ojos brillan, al pronunciar las palabras; el viento que se cuela por los pasillos, hacen que su cabello ondee, dándole un toque extra.
— ¡Monaghan! —otro soldado grita.
— ¡Voy! — sus ojos se pasean en todas, dando una pequeña inclinación de cabeza. Cuando se posan en mí, vacilan en algo que clasifico como nervios—. Mucho gusto Kelly, e insisto en que ese vestido debe hacerte lucir espectacular— termina yéndose, dejándome con el corazón acelerado.
—Le gustas a mi hermano—Adler me observa con picardía.
Ruedo mis ojos.
— ¿En unos minutos le voy a gustar?
—Deberías aprender a diferenciar entre Gustar/Atracción, y Gustar/Enamoramiento.
— ¿Y nadie notó lo del General? —Mónica le sigue el juego, divertida—. Alguien podría tener dos buenos partidos— tuerzo mis ojos.
—Podría ser mi padre, Mónica—ella se encoge de hombros, sin perder la sonrisa.
—La vida da muchas vueltas, Kelly— todas ríen, irritándome más.
Mi vista vuelve a posarse en la vitrina y la emoción cae cuando observo el precio del vestido.
¿Qué esperabas? Es un Versace.
El resto de la tarde, se pasa en bromas y compras. El mundo enloquecería si nos viera en plena crisis mundial, comprando todo lo que veamos. Sin embargo, por alguna razón están las tiendas y, ¿por qué rehusarse a darse gustos, si tal vez no sobrevivamos? Mejor ahora que nunca.
Pero, sinceramente no lo hago por dicha razón, lo hago porque nunca había experimentado esta sensación de compartir con gente de mi misma edad.
Las chicas deciden ir a tomarse una siesta, mientras yo prefiero divagar por los pasillos.
Aunque todos aparenten que las cosas se encuentran en total normalidad, es imposible no detenerse a observar a los del personal de seguridad con trajes especiales.
En cada esquina se encuentran carteles de advertencia y de cuarentena estricta. Cuarentena... la verdad no creo que esto logre considerarse como tal, y mucho menos creo que dure cuarenta días.
Lo bueno de todo esto es la hermosa vista del mar, el viento y el atardecer.
Me detengo frente a la puerta que da hacia el nivel inferior; cadenas y carteles de precaución, la adornan. Cada nivel a partir de ese, se encuentra restringido. Según Karla, desde el tercer nivel, las estadísticas comienzan a empeorar.
En lo personal, me parece absurdo que los Cuda y Experto, puedan compartir entre sí; si no hubieran hecho solo un nivel para ambos; pero no soy quién para cuestionar las reglas que establecen.
Debes mantener compostura, de otro modo, todo sería en vano.
Las palabras de mamá, vienen a mi mente. Aunque por dentro esté loca por romper las cadenas y observar qué hay más allá, necesito mantener orden; es lo único que puedo hacer por ella, por ahora.
—Charles, ¿encontraste información sobre los militares que se encontraban en la Residencia Hurst?—puedo mantener compostura, pero no quedarme de brazos cruzados.
—Sólo sobre el Teniente Clarkson. Su nombre completo es Julian Mark Clarkson, perteneciente al cuerpo militar del FBI, desde hace diez años; el año pasado fue ascendido a Teniente del FBI, en la sede de México. Es la única información que pude hallar— respiro profundo, tratando de controlar mis emociones.
El FBI, es experto en ocultar información, prácticamente es andar a ciegas.
—Señorita Kelly, ¿casualidad o destino que me la encuentre casi siempre?—la voz demandante se hace presente, a mi costado.
—Jason—giro para poder verlo. Su postura intimida y sus ojos oscuros hacen sentir que te están desarmando con solo verte— ¿Cómo quiere verlo usted? —se encoge de hombros en un gesto despreocupado.
—El Sargento Monaghan, me contó que le gusta el cuerpo militar—frunzo el ceño.
Un par de minutos y ya le está contando a otros.
—Pues desde pequeña he querido aprender sobre los militares y...—carraspeo al ver como falla mi voz—, solo eso.
—Claro—escudriña mis manos—. Tienes pequeñas llagas, que sólo se hacen con un arma —la sangre sube a posarse en mi mejillas. No lo había notado.
—Mi mamá me regalo una AR-15, hace un par de años, es todo —me vuelve a fallar la voz.
—Kelly, deja de estar tan nerviosa, soy un General, pero eso no quiere decir que personalmente esté por encima de ti—el rubor vuelve a aparecer—. Dime, ¿por qué no has querido ingresar a un cuerpo militar?
Mi vista se posa en su uniforme y en la gran cantidad de medallas que posee. Ha sido un hombre que con esfuerzos meramente puros, ha logrado escalar hasta donde se encuentra hoy día.
—Gracias al trabajo de mi madre, nunca he podido establecerme en un mismo lugar, y...
—Eso te impide cumplir tu sueño—termina por mí.
—No es mi sueño.
— ¿Sabes qué veo en ti?—lo observo en expectativa—; veo la misma chispa que había en mí, a tu edad. No te conozco, pero he armado ciertas suposiciones —cambia el peso de su cuerpo, con el otro pie—. Chica solitaria, frustrada por encontrarse en un mismo punto. Con un don increíble, que no desea explotar por el simple hecho de que no cree que sea lo suyo—me deja sin habla— ¿Acerté, señorita Kelly? —cruzo mis manos, avergonzada
—Eso creo.
—Te daré un consejo como persona—lo observo, expectante—. Ve, explota tu talento, haz que este mundo te conozca.
— ¿Y si se está equivocando? ¿Si esto en realidad no es lo mío? —es el mayor miedo que me ha invadido. Caminar y en el proceso, caer.
—Entonces al menos tendrás la satisfacción de que lo intentaste±me toma de hombros—. Y para mí, sería un honor entrenarte como mi soldado—trago grueso.
¿Para esto nací?
No.
Sí.
No.
Ash.
—Estaré atento a tu respuesta, disfruta de la noche—sonríe dulcemente y se retira.
El sol va ocultándose, tiñendo el cielo de una variedad de colores rojizos y purpura.
Mi vista se enfoca en el mar cristalino del caribe, varias veces estuve en este lugar pero nunca lo pude contemplar de la manera en la que puedo hacerlo ahora.
—Tu cabello es aún más hermoso en el atardecer—Cayden aparece con su uniforme de pila. Otra vez posee la singular sonrisa ladeada.
—Gracias, es uno de los rasgos que heredé de mi madre.
—Lamento comentarle lo que hablamos, con el General Smith, solo... de un momento a otro comenzó a nombrarte y todo llevó a eso. Sé que él habló contigo —mis ojos se posan en los de él. Es muy lindo. Tiene una combinación de amabilidad y sensualidad.
—No te preocupes, solo recuérdame no decirte cómo se llama mi mascota ni mi dirección—ríe; sus expresiones se asemejan mucho a las de Adler.
—El mar... transmite la misma paz que el color azabache de tu cabello. El mar y la noche realizan una combinación que a cualquiera deja sin aliento—expresa con fascinación y desvío la mirada, sonrojándome.
— ¡Kelly! —Adler aparece con un cambio drástico. Trae un vestido blanco algo ceñido, el cabello suelto en ondas y un maquillaje algo extravagante pero hermoso— ¿Qué esperas para arreglarte?, tenemos que impresionar, sino nos hubiéramos quedado en la habitación.
— ¡Mini Monaghan! —la abraza su hermano, con ternura—. Destilas demasiada guapura. Lo que me hace pensar... ¿A quién tienen que impresionar si estamos atrapados?
—A la tripulación, Cayden. Este es uno de los ferry más lujosos del mundo, hay que aprovechar—él frunce el ceño, aunque algo divertido.
—Por si se te olvida, todos estamos en este ferry porque afuera el mundo está en peligro—intervengo.
—En peligro o no, a la guerra hay que enfrentarla de la mejor manera, y yo no pienso morir con arapos—posa su vista en mí— ¿Qué esperas?, vamos—me toma de la mano, arrastrándome y haciéndome reír.
— ¡Adiós! —Cayden se despide con diversión.
**
Parpadeo varias veces al llegar a la habitación, todas se encuentran maquilladas y con vestidos hermosos. Yo en cambio no sé qué podré ponerme. No compré ropa y solo metí lo que creí necesario, y los vestidos no están en esa lista.
—La disco abre a las nueve, aún tienes chance de arreglarte—Mónica habla mientras intenta colocarse sus aretes. Mis ojos recaen en mi cama, dejándome sin aliento.
— ¿De quién es eso? —pregunto señalando la caja que yace allí.
—Tuyo. Uno de los empleados llegó con ella y traía una tarjeta que decía Para Kelly—Adler explica. Vuelvo mi vista hacia la caja, tengo que parpadear varias veces para poder creérmelo; las letras doradas resaltan en la tapa.
Versace.
Mis dedos comienzan a temblar al quitarla. Es el mismo vestido floreado que vi en la vitrina de la tienda.
¿Quién fue capaz de comprarlo?
—Póntelo, queremos ver cómo te queda—me anima la rubia. Acato la orden, deslizando el delicado material sobre mi cuerpo. Poso frente al espejo, dejándome sin habla. Los tirantes recaen al costado de mis hombros; el corset floreado realza mi figura, marcando en los lugares correctos; la caída de la cola es lo que más se hace notar, se ciñe en las curvas dejando una pequeña abertura a un costado.
—Alguien que por favor avise a toda la tripulación, que llegó una diosa al ferry—las palabras de Adler me hacen sonreír.
—Te ves preciosa—me halaga Amaia. Ella se encuentra con un vestido azul celeste, sencillo pero hermoso, al igual que ella.
La verdad, nunca me había sentido de la manera en que me estoy sintiendo justo ahora, nunca me había sentido así de bonita.
El sonido de la puerta me saca del embelesamiento en el que me encontraba.
— ¡Te dije a las ocho y has tenido el descaro de...! —Barnett entra sin previo aviso, reparándome de pies a cabeza. Tarda unos segundos en reaccionar—. Te espero en la cubierta derecha, no tardes—cierra la puerta de golpe, sobresaltando a todas en el acto.
—Okey... haré de cuentas que un chico lindo no entró a nuestra habitación, se comió con los ojos a Kelly, y le ordenó que se vieran en cubierta—Adler se lima las uñas, sentándose de golpe en su cama.
—Lo conozco, se llama Barnett. Intercambiamos varias palabras al entrar en el ferry, es un adulador—Jenny toma la palabra, haciendo que Amaia y Adler rueden sus ojos. En el poco tiempo que hemos pasado aquí, he podido darme cuenta que a ninguna le agrada.
Jenny, parece resaltar entre todas. Trae un vestido rojo vino, ceñido a sus curvas y sus pendientes de oro la hacen ver excepcional.
—Adulador o no, ese chico casi babea al ver a Kelly—Jenny intenta protestar, pero se ve interrumpida por el sonido de su celular. Frunce el ceño con molestia, pero se concentra en lo que sea que le haya llegado.
Ahora que reparo en cada una, todas estamos vestidas como para una gala, no una fiesta.
— ¿Alguien me explica por qué vamos tan elegantes? —pregunto inevitablemente.
—Aquí solo hay gente de clase alta, o la gran mayoría—Adler me explica, sin apartar la vista de Jenny.
—Lo que equivale a estar bien presentables para no pasar desapercibidas. Asiento en comprensión y tomo mi abrigo para salir.
La dirección que me indicó Barnett, se encuentra algo desolada. La luna brilla a un costado, dándole una apariencia que deja a cualquiera, anonado.
—No era necesario arreglarte de esa manera para verme—habla con un tono airoso.
— ¿Te quedaste en la época donde las mujeres se arreglaban para los hombres y no para ellas? —recuesto mi espalda en el barandal.
Sus ojos recaen en la secuencia de lunares que tengo en el cuello y clavícula, acto que solo dura unos segundos, ya que desvía de nuevo su vista.
—Mi mamá tenía una fascinación por los lunares. Decía que era la marca que dejaban los ángeles a los favoritos de Dios—sonrío levemente, el tema de su madre, al parecer le afecta tanto como a mí el de la mía—. Tú Kelly, en el cielo fuiste tan especial que los ángeles tuvieron que llenarte de sus marcas celestiales.
— ¿A qué quieres llegar? —pregunto.
—A que aun cuando los ángeles te marquen, eso no podría evitar que crezca un infierno en ti—enarco mis cejas.
— ¿Infierno?
—A buen entendedor, pocas palabras—apoya sus codos en el barandal, observando el mar—. Creo saber qué hacía el FBI en nuestra residencia—me entrega una tarjeta digital con la dirección de nuestra antigua residencia-; nuestras madres son las mejores médico-científicas del mundo, necesitan ser resguardadas para que juntas hallen un antídoto o algo que pueda salvarnos, pero ambas están en laboratorios diferentes; laboratorios tan secretos que aun para el FBI, son difíciles de encontrar.
— ¿Insinúas que nuestras madres están trabajando para gente que puede poseer más poder el FBI?
FBI, Interpol, DEA y todas las demás fuerzas de Casos Internos que se te puedan pasar por la mente. Necesitan ser halladas o de lo contrario, sin saber, pueden estar trabajando para gente peligrosa—de inmediato por mi mente cruza el nombre de Karla Smith y todos aquellos que mi madre nombró como Peligrosos.
— ¿Y si nosotros estamos justo con esas personas? —frunce el ceño sin entender—. En la carta, mi madre denominó a las personas que se encuentran al mando de este lugar, como Personas Diferentes, y no de un modo extraño, sino de un modo... peligroso.
—Seguro les ofrecieron protección a los seres que aman, a cambio de su inteligencia y conocimientos—continúa—. Tu madre antes de entregarme la carta dijo: "Es esto o nada, es la vida de mi hija o la mía, y sé bien cuál de las dos debo resguardar"—comienzo a sentir acidez en mi garganta y los párpados pesados—. Me conocía, conocía a mi familia y yo era su seguridad a la hora de resguardarte—se acerca a mí, quedando a centímetros de mi rostro—. Te ayudo y la ayudo, porque yo también necesito ayuda, sino yo mismo hubiera incinerado esa carta, pero no, Kelly. Los ángeles te marcaron por una razón y no voy a desperdiciar mi oportunidad—su vista vuelve a recaer en mis lunares—. Un ser celestial que ha sido marcado aquí en la tierra, por el infierno; dos lados de una moneda que pagará lo que necesito.
----------------------------------------------------------------------
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro