II
SECRETOS
Quisiera tener mi AR-15, en estos momentos. La ansiedad me está abordando. Las chicas por muy cálidas y agradables que han sido, no han logrado evitar que mi ansiedad se apodere de mí. Siempre he querido mostrarme fuerte, ante los demás; siempre me he mostrado firme, y quiero hacerlo en estos momentos, pero lo cierto es, que se me está siendo imposible. Todo ha sido un golpe brusco e inesperado.
¿Por qué mamá no me lo contó? ¿Por qué todo este misterio? ¿Por qué? ¿Por qué?
Miles de preguntas se arremolinan en mi mente y ninguna tiene respuesta.
El ferry tiene aproximadamente tres horas desde que partió su camino y las tres horas me las he pasado en la pequeña ventanilla que da vista al mar.
— ¿Tienes algo? —Adler se acerca, sentándose conmigo. Las demás chicas, se encuentran dormidas.
—No, solo... se me hace todo muy raro.
—Lo sé, creo que todos nos sentimos así, considerando que no somos el único ferry—volteo hacia ella.
— ¿No somos el único? —niega con la cabeza.
—Miles de ferrys en el mundo, están igual que nosotros—se acerca para ganar un aire más confidencial—. Aquí entre nos, yo creo que esto es más un experimento que un intento por salvar a la población—trago fuerte. Al menos, no soy la única que lo piensa.
—Mi mamá... lo único que quiero es que esté bien.
—Tu madre es la doctora Rider, ¿verdad? —cachada, lo primero que dijo mi madre en la carta, y lo primero que rompo—. No te preocupes, solo lo deduje por tu apellido. Mi mamá trabaja con ella, así que sé cómo te sientes. Mi madre no es médico, pero sí supongo que es un punto clave al trabajar juntas—no emito ninguna palabra, en cambio, vuelvo mi vista a la ventanilla. No tengo mucha experiencia en tratar con más personas que no sean mi madre o Magui. Pero Adler persiste, con una gran sonrisa en su rostro. Ella transmite tanta emoción, que es casi contagiosa.
—Oye, ¿quieres ir por algo de comer? —pregunta.
Mi estómago ruge, no podría resistirme a la oferta. Así que, cedo ante su pregunta.
Al salir, notamos que los pasillos se encuentran casi totalmente vacíos, solo hay dos filas para el comedor.
—Los Cuda y los Expertos pueden comer juntos—habla—; Lo que lo hace mejor, así no se encuentra esto tan solitario y aburrido—efectivamente, puedo observar que personas del nivel de arriba, bajan para poder comer algo.
Nos posicionamos en una de las filas y noto con confusión que a cada uno se les es entregado un plato, para luego ir a otra formación.
— ¿Por qué tienen que ir a otro lugar si la comida ya es entregada?
—Oh, porque está fría. Puedes pedir lo que quieras del menú, pero siempre a esta hora estará fría porque es de las municiones de la mañana—explica—; Por eso, la otra fila conduce a los microondas.
Al llegar nuestro turno, noto que el menú es excesivamente extenso, comidas de las que nunca oí hablar se encuentran aquí.
—Deme dos hamburguesas mixtas, una ración de papas fritas y una Coca-Cola gigante—Adler pide lo que supongo es para las dos. Ella me observa por unos segundos.
— ¿Y tú que vas a pedir?
—Eh, ¿todo eso te lo vas a comer tú sola?
—Claro, estamos en un ferry privilegiado, ¿crees que no voy a comer todo esto? La vida se hizo para disfrutarla, y en mi caso la disfruto con comida—sube y baja las cejas rápidamente, con una sonrisa cómplice. Me hace sonreír. Vuelvo a ojear el menú, hasta encontrar lo que quiero.
—Quiero un plato de pasta carbonara y un pedazo de pastel tres leches—la chica que está tomando los pedidos, asiente.
— ¿Algo de tomar? —pregunta, mientras va anotando en su pequeña libreta digital.
—Una limonada—después de unos minutos, se nos es entregada nuestra comida. Adler, no espera a calentarla, está casi devorando una de las hamburguesas. Al verme se encoge de hombros.
—Te digo que amo la comida y mi estómago no aguanta hasta llegar al microondas—para ganar tiempo, cada una hace una fila diferente.
Trago grueso, mi ansiedad está aumentando de a poco. Por alguna razón, no me estoy sintiendo muy bien, he estado sola toda mi vida, ¿por qué me está afectando justo ahora? Antes de que pueda contestar la pregunta, ya me encuentro frente al microondas, con manos temblorosas.
¿Cómo se usaba?
Mi cuerpo se vuelve un manojo de nervios y mi mente por alguna razón no proyecta más que blanco. Trato de conseguir el botón para poder abrirlo, y no hago más que una locura.
— ¿Nunca has usado un microondas en tu vida? —alguien habla a mis espaldas. Giro para encararlo, haciendo que por poco no tumbe mi plato.
Es él.
Su altura es mucho más predominante, ahora que lo tengo frente a frente. Un mechón rebelde de su cabellera azabache, se encuentra tapando una de las esferas verdes que tiene como ojos. Es impresionante y hermoso.
— ¿Me escuchaste? —vuelve a preguntar, trayéndome de vuelta al mundo.
—Yo... eh—niego con la cabeza—, por alguna razón, se me olvidó cómo usarlo—las palabras salen algo arrastradas.
Perfecto Kelly, más vergonzosa imposible.
Él sopla el mechón rebelde, hasta destapar su ojo; trato de apartar la mirada, ya que observarlo de esta forma, me pone mucho peor. Su brazo derecho, pasa por encima de mi hombro, hasta llegar al microondas y abrirlo.
—Estamos aquí para sobrevivir, Kelly—mi nombre en su voz es como música para mis oídos—; Así que te recomiendo recordar cómo usarlo—al retirar su brazo, puedo observar la cinta en su muñeca; la de él es azul marino.
—Yo...—vuelvo a titubear—Gracias.
—No es nada, ahora calienta tu comida, que personas más atrás se encuentran ansiosos y con hambre—hace ademán de retirarse, pero lo detengo en el proceso.
— ¡Espera! —él me observa por encima del hombro— ¿Puedes comer conmigo? Tengo muchas preguntas que hacerte—se encoge de hombros.
—Como quieras—se retira hasta sentarse en uno de los mesones.
Luego de lograr calentar mi comida, trato de dirigirme hacia Adler, quien me observa de manera escudriñadora.
— ¿Qué fue eso? —frunzo mi ceño, sin entender.
— ¿Qué fue, qué? —pregunto, encaminándome hacia el mesón donde se encuentra el Adonis personificado.
—No te hagas la loca. Te vi hablando con el chico del nivel Experto.
—Ah, ¿eso? —la observo, es unos milímetros más alta que yo—. Éramos vecinos.
—Pues por lo visto, tienes mucho de qué hablar con él—se lleva una papa frita a la boca—. Te espero en la habitación, no tardes—ojea al chico, unos instantes—; O bueno, tarda todo lo que quieras, un bombón como ese, no se puede disfrutar solo unos minutos—trato de responder, pero me deja con la palabra en la boca; dando media vuelta para irse a nuestra habitación, podría jurar que se está riendo, gracias al movimiento de sus hombros.
Al llegar al mesón, puedo detallarlo un poco más; un lunar decora el costado de su cuello, y un pequeño tatuaje sale a relucir en su pecho, ya que, su camisa, en la posición en la que se encuentra, se abre un poco.
—Por favor, deja de observarme. Es incómodo—habla, sin despegar su mirada del plato de comida, mientras se lleva un bocado a la boca. Me cacheteo mentalmente.
Cada vez peor.
Me siento frente a él, tratando de organizar mis ideas. Sus brazos en esa posición, marcan perfectamente los músculos, el mechón rebelde, vuelve relucir y sus ojos... ¡Dios! sus ojos podría declararlos la octava maravilla del mundo.
Me escudriña, esperando a que hable. Suspiro, él es quien puede darme todas las respuestas, sobre mi madre
—Fuiste a mi casa hoy y dejaste una carta de parte de mi mamá—asiente.
—Estas no son preguntas, son afirmaciones—responde sin más.
—Déjame terminar—enarca una ceja. Puedo parecer frágil, pero no lo soy— ¿En qué momento, mi mamá te entregó esa carta? —se lleva un último bocado, apoyando su espalda en el asiento y cruzándose de brazos.
—Supongamos que logro responder cada una de las preguntas que me estás realizando. Supongamos, porque lo más probable es que no lo haga—aprieto mis dientes, reprimiendo el insulto— ¿Qué vas a obtener tú con dicha información? —realiza la pregunta más estúpida, que pudieron haberme hecho jamás.
—Lo que voy a obtener con esto, no te compete a ti, porque es mi madre y merezco saberlo.
—Si solo te competiera a ti, la carta te la hubiera entregado ella, directamente en tus manos—golpe bajo. La belleza comienza anularse para mí, con dicha actitud.
Se relame los labios, cosa que me distrae por unos segundos, hasta que logro recapacitar.
—Escucha, la más adecuada para responderme es mi madre, pero no está aquí, en cambio tú sí, así que—apoyo mis codos en la mesa, para encararlo— ¿Cuándo te entregó la carta? —mantengo un tono firme. Realiza un gesto pensativo.
Nunca te dejes doblegar ante nadie.
La voz de mi madre, resuena en mi cabeza. Gracias a ella, puedo reaccionar ante estas situaciones.
—El día que mi familia y yo, llegamos a la residencia.
—Bien, ¿por qué te la entregó?
—No puedo responder eso.
—Ya basta de juegos, dime—toma la misma postura que yo en la mesa, haciendo que nuestros rostros queden a centímetros de distancia.
—No te lo puedo responder, porque no tengo idea del porqué. Solo se me acercó y con gestos desesperados me lo pidió. Mi madre es una de sus compañeras de trabajo, tal vez es por eso—achino mis ojos, penetrándolo con la mirada. Gesto que siempre hago, para conseguir saber si una persona miente o no— ¿Por qué me ves así? —pregunta con el ceño fruncido. Vuelvo a mi asiento tranquilamente.
No miente.
—Gracias por tu colaboración...—no tengo idea de cómo se llama, así que lo dejo al aire, esperando a que me lo diga.
—Barnett—responde entre dientes, finalmente.
—Gracias, Barnett—tomo mi bandeja, le doy una última ojeada y me dirijo hacia mi habitación.
Los vecinos llegaron a la residencia, hace una semana. ¿Entonces todo esto estaba planeado ya? ¿Este ferry estaba programado desde qué momento? Todo es como si supieran que este virus, que ese simbionte, iba a brotar exactamente en el momento que lo hizo.
Giro la perilla de la habitación, encontrando que todas, incluyendo a Adler, están dormidas. Sonrío al ver a la última; el vaso de Coca-Cola, se encuentra medio lleno, a un lado de su cama y el plato con migajas, está en su abdomen, subiendo y bajando al ritmo de su respiración.
Vuelvo a mi anterior lugar, frente a la ventanilla. Ya es de noche, así que las estrellas y la luna, crean un hermoso ambiente, sobre el mar.
Dejo mi bandeja de comida a un lado, a penas y la he probado. Perdí el apetito de un momento a otro.
Cierro los ojos, el tranquilo sonido del mar, inunda mis oídos.
Cómo quisiera estar con mi mamá, sin todo este alboroto, disfrutando de la tranquilidad que transmite el océano y riendo por cualquier tontería. A pesar de que casi nunca está, cuando logra estarlo, siempre pasamos momentos inigualables.
Voy a acostarme, pero una alarma resuena, despertando a todas. La habitación se llena de colores rojo y azul y las luces son apagadas de repente.
— ¿Qué sucede? —pregunta Mónica, una de las chicas. Es rubia ojos azules y nerviosismo es lo que destila de ella desde que la vi.
—Tripulantes del ferry Jhonsson's, les pedimos que por favor, se queden en sus habitaciones; una fuga ha alterado nuestro sistema de seguridad, así que, de parte de nuestro capitán, les sugerimos que nadie salga, mientras el problema es resuelto. Buenas noches—la voz de una mujer, anuncia lo sucedido por las bocinas, dejando un pitido ensordecedor al finalizar.
Adler se lanza en su cama, con brazos cruzados.
—Fuga—emite una pequeña risa sarcástica—. Les aseguro que dicha emergencia, se refiere a que alguien ya fue consumido por el simbionte, y no nos quieren decir—una de las chicas, se encoge de hombros, preparada para dar también su opinión.
—Tal vez sea así, pero no nos proporcionan la información, ya que eso causaría más pánico en cada uno de los que nos encontramos aquí. No es recomendable, tener a más de dos mil personas, en ese estado—las demás chicas concuerdan, haciendo que Adler bufe. En cambio yo, solo vuelvo a la ventanilla, para obtener un poco de tranquilidad. Cosa que no resulta, ya que, al asomarme, logro observar a la misma mujer que nos recibió, con un uniforme médico; dos hombres de gran tamaño, se encuentran a su lado, protegiéndola de algo. Ella en cambio, en su mano derecha tiene una especie de arma, lo sé por el filo que posee en la punta y el grabado al final. Una sombra quiere acercarse, pero ésta, es atacada por la mujer, con el arma. Sus cabellos dorados están atados a una cola firme y sus ojos oscuros, bajo la noche parecen más tenebrosos. Susurra un par de cosas a los hombres y se retira, quedando el cuerpo inerte en el suelo, que minutos después es levantado por lo que supongo son guardias.
—Chicas—hablo por primera vez— ¿Alguna sabe quién es la mujer que nos recibió en la sala de espera? —la misma chica que dio su opinión hace un momento, asiente.
—Karla Smith—responde—, hija del General Jason Smith. Estudió tres carreras. Medicina general, Química y Estudios Internacionales. Todas en la universidad de Oxford-Inglaterra-. Una mujer con mucho poder y otros declaran que la crueldad y la frialdad en su vida, van de la mano.
—Mucho poder para manos y corazón vacío—dice Adler—. Esa mujer con todo el poder y riqueza que posee, es para que miles de millones de personas, hayan sido salvadas, en cambio, cada vez más van en decadencia. En fin, en este mundo, los privilegios siempre son otorgados a los más miserables de espíritu—todas callan. Ella tiene razón. En cada viaje que he realizado con mi madre, he podido ver cómo en cada país, ciudad y cultura, es lo mismo. Personas con un brillante futuro, y con un corazón humilde, se ven en derrota y pisoteados por aquellos cuyo corazón se encuentra en un estado tan decadente y podrido, que por conseguir relaciones de "conexión", como las llama mi mamá, se les es otorgado un título sin esfuerzo alguno. Estoy segura, que el diez por ciento de las personas con poder, la humildad y la solidaridad, gobiernan sus vidas.
—Se les es prohibido, a la tripulación que salgan de sus habitaciones, hasta nuevo aviso—vuelve a anunciar la voz femenina.
—Ash, y mi estómago ruge—se queja Mónica, observando sus uñas como si tuvieran los más grandes secretos del universo.
—Eso te pasa por dormir como marmota. Kelly y yo, pudimos comer—Adler comenta, haciendo que una pequeña discusión, tome lugar. Aprovecho el momento de invisibilidad, para acostarme un rato. Cerrando los ojos y dejándome sumir por la oscuridad.
Gritos y más gritos, se escuchan a lo lejos. Risas, aplausos.
Números, tres... doce... Aparecen más revolviéndose entre sí.
Mi cuerpo, en una camilla de hospital, médicos alrededor de mí, murmurando cosas sin sentido. El pitido constante de la máquina que me monitorea.
—Anomalía—habla una mujer, que reconozco como Karla. Un dolor punzante, se hace presente en mi espalda lumbar.
Un grito desgarrador, y vacío.
—Anomalía—se vuelve a repetir una y otra vez.
Despierto agitada, llevo mis manos a la cara, notando que lágrimas salen sin control.
—Señorita... ¿Se encuentra ahí?—Charles, habla a través de mi blips. No respondo, solo me enfoco en estabilizar mi respiración—. Mis sensores han notado una alteración en su sistema respiratorio y circulatorio ¿Se encuentra usted bien? ¿Llamo a la señora Rider?
— ¡No! Sólo—aprieto mis ojos, aún aturdida—, hazme oír los latidos de su corazón—le pido.
—Como ordene—mi mamá programó a Charles, para que tuviera un control sobre nuestro cuerpo y prevenir ciertas cosas, eso incluye, poder escuchar los latidos del corazón. En unos segundos logro escuchar los latidos de mi madre en los audífonos inalámbricos. Eso me hace sonreír, ya que me comprueba que ella se encuentra bien.
En un momento a otro, puedo escuchar cómo su corazón emite dos sonidos consecutivos. Eso solo ocurre cuando piensa en mí.
—La señora Rider—Charles intenta hablar.
—Lo sé, Charles, lo sé—cierro los ojos, esta vez, dejándome vencer por el sueño, nuevamente. Sin pesadillas esta vez.
-----------------------------------------------------------------------------
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro