I
ALERTA
El bullicio de la gente en el mercado, me da jaqueca, nunca me ha gustado estar abarrotada de gente, pero tengo que hacerlo o mamá me dejará sin almuerzo.
Las calles de Ciudad de México son un caos, los puestos de alimentos tienen colas kilométricas, lo que aumenta más mi estrés.
— ¡Kelly! —mi madre grita desde uno de los puestos de la esquina. Troto en su dirección, impregnando mi nariz del delicioso aroma de quesos.
—Por favor, dime que compraste queso brie—ella alza la bolsa para mostrarme dos grandes bolas de queso—. Eres la mejor.
—Me llamaron del laboratorio. Al parecer hay un nuevo caso que hay que investigar cuanto antes y...—no la dejo terminar.
—Necesitas ir —digo a regañadientes—, ser la hija de una de las mejores científicas de la época, me está pasando factura justo ahora—ella me observa con tristeza, sé que mis palabras la hieren.
—Un día te lo recompensaré—tomo las bolsas.
—Tienes que irte—suspira pesadamente, resignándose a iniciar la misma discusión de siempre.
—No olvides que te amo—besa mi coronilla.
—Yo también te amo.
Cada año que es transferida a nuevas ciudades y países, es lo mismo; lo que equivale a siempre. Estoy orgullosa de ella, de lo que es y a lo que ha llegado. Una gran científica, una gran médico, que ha descubierto curas para enfermedades y demás; pero aquellos logros tienen un sacrificio, el de ella es pasar solo dos por ciento de tiempo con su hija.
Nunca he tenido amigos, ya que, constantemente estoy viajando y mudándome con mi mamá, pero quisiera poder llegar al menos a tener eso que llaman Pijamada, e ir al cine acompañada y no más sola.
Observo a las demás personas en el mercado, sumergidos en su mundo; quizás cada uno con problemas y vacíos diferentes, quizás con vidas extraordinarias o nefastas. Lo cierto es, que a veces andamos por la calle, caminando al lado de personas cuyo mundo es diferente al tuyo. Puedes cruzarte sin darte cuenta con un asesino o hasta con alguien que más adelante será importante para la sociedad.
Importancia... mi madre ha recibido por años, aquel título, pero nunca logra alcanzarme a mí, aunque no lo pido del mundo entero ni de los más grandes políticos; lo pido de ella.
—Charles, las compras ya están hechas, por favor trae el Flucky.
—Como ordene, señorita—ante mí, aparece lo que hace años pudo llamarse auto. Mi madre contribuyó en este proyecto cuando apenas tenía dieciséis años. Es un auto eléctrico que cumple con todo lo soñado, vuela o más bien, posee sondas electromagnéticas que le permite levitar un poco; con un servidor electrónico que en mi caso es Charles, quien es el corazón y motor del Flucky. Sí, la época de manejar, se terminó, y se logró disminuir el ochenta por ciento de contaminación que antes, los autos producían al planeta.
Charles me ayuda con las bolsas y me conduce hasta mi nueva casa temporal. Aislada de la ciudad y de todo ser... como siempre. Pero esta vez, para mi sorpresa, una especie de sombra se mueve alrededor.
—Charles, ¿qué es aquello que se mueve por la casa?—frunzo mi ceño al ver la actitud tan rara que toma.
—No logro identificarlo, señorita. Solo... parece agitado—estoy a punto de bajarme, cuando aquella sale a relucir. Un jadeo deja mis labios inevitablemente ante lo que aprecian mis ojos—. Señorita... ¿Inicio un plan de ataque?—me quedo absorta en aquello y no le presto atención a Charles.
Es un chico, corrección es un chico en el que Dios se esmeró en hacerlo. Tiene una estatura de aproximadamente uno noventa, es delgado pero con facciones marcadas, su rostro es pálido y sus ojos verdes hacen un gran contraste con dicha palidez, y lo que más me hizo jadear fue ese cabello azabache espeso que posee.
—No Charles. Cancela plan de ataque—comienzo a analizar la razón de su presencia, hasta que recuerdo que hace una semana, una familia se mudó a esta misma residencia.
Bueno si es que se puede llamar así.
Una residencia de dos casas que quedan a kilómetros de distancia.
Puedo notar lo confundido y agitado que se encuentra. ¿Se habrá perdido?
Decido bajarme del Flucky y dirigirme hacia él, pero antes de que pueda verme, se marcha en dirección a la calle contraria. Me encojo de hombro y entro a la casa.
Vacía... lo único que se escucha son las olas del mar y la licuadora en la cocina. Sonrío imaginando lo que pueda ser. Mi única compañía y la mejor. Entro a la cocina comprobando lo que quería.
—Magui, dime que eso es torta tres leches—ella brinca sin esperarse mi presencia. Magui es la única compañía que he tenido durante años, cualquiera piensa que es la sirvienta, pero para nosotras es más que eso.
—Efectivamente, señorita Kelly. Su favorita—sirve un pedazo para mí en la mesa. Cuando decido pegarle el mordisco del siglo, habla—. Hace rato llegó un chico, dijo que su mamá había mandado algo para usted y que al parecer era con urgencia—trato de pensar. Se me hace sospechoso porque mi madre y yo no hemos durado tanto tiempo sin estar juntas, solo el trayecto que me llevó llegar hasta casa.
— ¿Y sabes qué es?—ella asiente, mientras se lleva un pedazo de torta a la boca.
—Es una carta, está encima de la heladera.
Me dirijo hacia donde me indica y efectivamente encuentro una carta, comprobando que es de mi madre gracias a la firma tan reconocible y difícil de imitar que se encuentra allí.
— ¿Sabes quién era el chico? —pregunto, observando el grabado en la carta.
—Sí, es el hijo de los vecinos. No me lo está preguntando pero lo noté extraño—giro en su dirección.
— ¿Extraño, cómo?
—Agitado. Dijo que se había cruzado esta mañana con su madre y que ésta se lo pidió estrictamente.
—Señorita Kelly, tiene un mensaje de la Señora Rider.
—Reprodúcelo—ordeno sin despegar la vista de la firma plasmada en la carta.
—Hola cielo, sé que esto que vas a leer no te agradará en lo absoluto, pero es más que necesario—suspira—. Surgieron cosas, y por eso necesito que leas cada detalle de la carta que te mandé; por favor haz todo lo que te pido allí. Más tarde lo entenderás, y no olvides que te amo. —termina el mensaje.
Comienzo a leerla, y entre más leo, más rencor hacia su trabajo crece en mí. Aprieto mis puños ya harta de todo esto.
—Magui, estaré en mi habitación, cualquier cosa, ya sabes qué hacer.
—Claro que sí. ¿Va a llevar su pedazo? —sonrío un poco.
—No lo dudes—subo las escaleras hasta entrar a mi habitación. Cierro la puerta, apoyando mi cabeza.
¿Cuándo será el día en que pueda estar tranquila con ella?
¿Cuándo será el día en que nos quedemos establemente en un lugar?
Tiro la carta en la cama y me siento en el balcón. Cada año, cada bendito año es lo mismo. Se le presentan situaciones en los laboratorios y tiene que estar internada por días.
Nunca fui a la escuela, nunca a la universidad. Magui era mi institutriz y mis vagos conocimientos son gracias a que por mi cuenta me he nutrido de ellos.
Observo el mar. Lo que me agrada de estar aquí, es la tranquilidad que me transmite el sonido de las olas. Nací en Sidney y me crié allí hasta los siete años, luego comenzaron los constantes viajes. Paris, Londres, Países bajos, Madrid, pequeños pueblos en África; hasta llegar aquí, Ciudad de México. Siempre he tratado de verle el lado bueno a todo esto, y es que tengo el privilegio de conocer varias partes del mundo; sin embargo, nada de eso me ha satisfecho completamente, ya que, siempre he tenido que estar encerrada, esperando a que mi madre regrese.
Magui aparece en la puerta con una bandeja de comida.
—Magui... ¿Alguna vez no te has cansado de todo esto? —ella entra, dejando la bandeja de comida en la mesita de noche. Se sienta a mi lado, acariciando mi cabello.
—Nunca me cansaría de estar al lado, de una increíble niña, como usted—sonrío. Magui es quien me ha cuidado siempre; cuando mi mamá no está, ella es quien se hace cargo de mí. Observo su rostro, delicadas pecas decoran el puente de su nariz y su cabello castaño claro le da un toque tan delicado, que estoy segura que de joven debió ser una mujer demasidado hermosa.
—Ya no soy una niña, y lo sabes—besa mi mejilla.
—Para mí, y para su madre, siempre lo será—observo mis manos.
Nunca he hallado mi propósito, como mi madre. Ella siempre supo que las ciencias y la medicina eran lo suyo; yo en cambio, no he tenido la menor idea de qué es lo que quiero y en qué soy buena.
—Preparé una pasta con queso brie—trata de animarme.
—No tengo hambre Magui, gracias.
—Recuerde señorita que, todo esto, algún día terminará. Usted podrá tomar el rumbo que desee—se retira. Restriego la mano en mi cara.
Lo que desee.
¿Qué es lo que deseo?
Observo mi clóset, las mudas de ropa están colgando y moviéndose ligeramente gracias al viento que entra por el balcón.
Distracción, eso es lo que necesito.
Me acerco para tomar el estuche que se encuentra en el área de calzado. Lo único que siempre ha logrado darme satisfacción, se encuentra en este hermoso y delicado estuche.
Bajo corriendo las escaleras para ir hacia el patio. Cuando llegué, lo primero que hice fue acondicionarlo, para poder tener mi área de distracción; de placer incomparable.
Saco el hermoso AR-15, y apunto a mi objetivo. Diez disparos que logran dar en el blanco. Continúo disparando; todos dan en el círculo rojo. En diferentes posiciones y diferentes maneras, lanzo disparo tras disparo.
Al cabo de unos diez minutos, Magui se dirige a mí, con su delantal azul favorito.
—Usted siempre se pregunta por su propósito—habla a mis espaldas, al notar mi concentración. Una gota de sudor, cae por mi frente. La ignoro, observando fijo el objetivo y disparando; logro romper el blanco y los sacos que se encontraban en el lugar. Sonrío satisfecha, colocando el arma en mi cintura.
— ¿A qué quieres llegar? —le pregunto, tomando una botella de agua.
—A que, aquella pregunta debe resumirse a esto—frunzo mi ceño sin entender. Toma el arma y me la coloca en las manos, confundiéndome aún más—. Le gustan las armas, es buena con ellas. ¿Y si este es su propósito?—no respondo, en cambio, vuelvo a cargar el arma y tomo posición de ataque, disparando a otro blanco; repito esto hasta que las municiones se acaban.
—Esto solo me distrae—meto el arma en su estuche—; no estoy segura de que sea mi destino—ella se encoge de hombros.
—Nadie está seguro de nada, solo se arriesga a hacer lo que les gusta. Usted, es precisa con armas, ágil a la hora de posicionarse y esconderse. Desde que era una bebé, le han gustado los videojuegos de realidad virtual en los que la guerra predomina, siempre he notado que no es como cualquier niño o niña—suspira llenándose de nostalgia—. Emil amaba la danza, pero aun así deseaba ser como usted algún día, fuerte y decidida. Nunca titubea a la hora de responder y actuar—su voz se entrecorta al mencionarla. Las dos nos observamos con tristeza, recordando la memoria de su hija.
—Mamá, tiene que quedarse por semanas, en el laboratorio—le confieso—. La carta expresaba algo de temor, ella nunca teme ante estos momentos. Dice que obedezca cada cosa que me ordena allí, pero Magui...—un estruendo se hace presente, seguido de una alarma, que estoy segura se escucha en toda la ciudad. Magui y yo nos observamos con preocupación.
—Señorita... interrumpieron todos los canales de entretenimiento, para dar una noticia internacional. ¿Pongo las noticias?—la voz de Charles se hace presente, mi madre lo programó para que accediera a nuestros celulares, y aparatos electrónicos.
Le doy la orden, en tanto el pantalla plana proyecta las noticias.
—Este es un llamado de urgencia. La mañana de este diez de junio, el laboratorio especial de Winslow, ha dado a conocer uno de los peores acontecimientos del año. Al parecer, un nuevo tipo de virus ha brotado; un virus que se reproduce con una impresionante rapidez, que ya en menos de diez minutos ha alcanzado a varios habitantes de la ciudad. La doctora Cheryl Morgan, ha dado a conocer dichos datos, que pronto seguirá evaluando excesivamente. Mientras tanto, se le pide a toda la población que no ha logrado verse infectada, que se resguarden en sus hogares. Seguiremos informando.
Laboratorio Winslow... es el laboratorio del trabajo de mamá. Observo con horror a Magui. Si esto es verdad, mamá puede estar en peligro.
—Señorita, ¿qué decía la carta que su madre le envió?—con desespero, corro en dirección a mi habitación, con Magui detrás. la vuelvo a abrir, leyendo cada párrafo y cada línea.
—No puede ser...—mi madre sabía que esto iba a ocurrir por eso...—. Magui, necesito que armes maletas ya. Mamá dejó dos boletos de ferry, será uno exclusivo para evitar contagios—me observa sin entender absolutamente nada. Así que la empujo para que avance conmigo y podamos irnos lo antes posible.
—Charles, necesito que prepares el flucky y me lleves a mí y a Magui al puerto, lo antes posible—digo mientras ayudo a Magui a armar todo lo necesario para que podamos irnos. Los boletos que mamá dejó tienen fecha para hoy a las cuatro y treinta; son las tres y cuarto, así que no tenemos mucho tiempo.
— ¿Pero qué es lo que está ocurriendo? —me enfrenta, al verse en estrés—. Me habla de un ferry, pero necesito una explicación de más a fondo—se le oye no solo confundida, sino irritada.
—No sé cómo explicarlo, pero en la nota, mi madre dejó dos boletos de ferry—respondo con más calma, aunque por dentro me esté muriendo de las ganas de irme ya. La ansiedad me está carcomiendo—. Ha explicado que tú y yo, necesitamos ir a ese lugar, que tendremos ayuda y nos alejará del mundo exterior—ella asiente, aún no muy convencida.
— ¿Puedo leer la carta?, no quisiera aventurarme a un lugar, si de verdad no es importante—se la entrego, y tarda unos pequeños segundos, antes de verme con tristeza—. Está bien, vamos.
Metemos todo a lo loco, sin importar orden y cantidad, solo lo más importante y necesario. Una vez listas emprendemos viaje en le Flucky hasta el puerto.
Mamá sabía todo, sabía que esto iba a ocurrir y por eso alquiló esa casa cerca del puerto, por eso la carta, por eso todo.
Casi no logro pensar, me encuentro totalmente aturdida, en un segundo estaba con ella en el mercado, y en otro...
Ash
Las calles se encuentran aún más abarrotadas de gente, corriendo de un lado a otro con desespero. Ellos no entienden que así se es más expuesto a todo.
**
Al llegar al sitio indicado, puedo observar lo que sospechaba. Este ferry es solo para personas cercanas a las autoridades de alto rango. La atención es rápida, gracias a ello, y de un momento a otro, ya me encuentro adentro con el Flucky.
Todo es lujo. Suspiro pesadamente. No me gustan los privilegios que le dan a ciertas clases de personas por sus rangos y relaciones. Afuera se encuentran miles de personas, desesperadas por salvar sus vidas y he aquí nosotros en un ferry exclusivo para aquellos que merecen seguir viviendo más que otros.
La fascinación de Magui, me llena de nostalgia. Una mujer que ya va a alcanzar los cincuenta años, sin esposo, con una hija que hace diez años falleció por leucemia, sigue estando radiante y emanando una hermosa inocencia.
Una señora, con un uniforme en extremo elegante, se posiciona en una especie de tarima en la sala de espera del ferry. Todos alrededor callan.
—Sean bienvenidos al ferry Jhonsson's, la razón por la que cada uno de ustedes se encuentra en este lugar, la mayoría la conoce y otros no cuentan con dicha información, por ello me veo a la obligación de explicar cada detalle—un holograma muestra un diminuto parásito de color rojo—. Este es el Letal Tromodarus Estherneth. Más bien conocido como el simbionte Tromodarus, causante del virus LTE, que justo ahora se está propagando a las afueras. Posee una enorme capacidad de reproducción y crecimiento, causando efectos atemorizantes—el holograma cambia la imagen esta vez, por una lista de efectos. —. Comienza con trastornos sudoríparos, midriasis y artritis. Esos son los efectos primarios. Luego va llevando a la demencia y amnesia anterógrada, en otras palabras, pérdida de memoria a corto plazo. El efecto terciario es el más temible—se muestra una imagen que me eriza la piel. Las manos de Magui toman las mías, apretándolas con temor. Una chica que no pasa de los veintidós años, en una camilla de hospital, posee cintas en manos, pies y cuello, impidiéndole cualquier movimiento. Su rostro se encuentra de un impresionante color azul oscuro y su boca está botando una rara espuma azulada, casi llegando al negro.
—Parece un zombie—susurra Magui, para mí. Su voz está llena de temor—Me recuerda a esa serie que usted solía ver de pequeña con su madre. Era una recolectada de las viejas series de su abuela. ¿Cómo se llamaba?...—se queda pensando un momento—The Walking Dead.
—Este ferry, no tiene un destino como tal, solo navegará sin rumbo, tal vez por días, semanas, meses o quizás años, hasta que la cura se encuentre. Mientras tanto —personas salen con trajes especiales—, ustedes serán tomados a pruebas. Existen siete niveles. El número uno es el Experto, el nivel más alto; es aquel en el que se encontrarán aquellos cuyo sistema inmunológico se encuentre en un cien por ciento o noventa y nueve por ciento, estable—los de trajes especiales, nos ponen en formaciones, y puedo notar que cada formación es por edades. Cuando llegan a Magui y a mí, noto la intención de querer separarnos. Me niego a separarme de ella, pero es necesario, no quiero mostrarme sumisa ante estas personas, pero tengo que hacerlo, así que, por más que me niegue internamente, no hago absolutamente nada para evitarlo.
—Por favor, tengo que estar a cargo de ella—ruega ella, pero es ignorada totalmente—. Por favor—ella me observa con pánico y yo lo único que puedo hacer es devolverle la mirada, pero en vez de pánico, la mía muestra una despedida. Algo que ella capta y termina cediendo, aunque el hombre, de todas formas, la toma por los hombros y la lleva hacia otro lado.
Esto es todo un caos, pero hay que permanecer obedientes, eso decía la carta de mamá. Algo me dice que estas personas son peligrosas, su actitud y frialdad al tratar a los demás, me lo muestran.
—El segundo, es el nivel Cuda—sigue hablando la mujer. La calma en su voz es perturbadora—; Allí se encontrarán aquellos con un ochenta y setenta por ciento de estabilidad—sigue nombrando niveles y niveles hasta llegar al séptimo—. El nivel Pramadam, se encontrarán aquellos que estén más expuestos al virus, y/o presenten síntomas y efectos. Recuerden que este ferry solo reduce la posibilidad de contagio a un diez por ciento, no nos hace exentos de contraerlo.
Terminadas sus palabras, baja de la tarima con un porte en extremo elegante y una mirada que demanda temor y poder.
Las personas con sus trajes, comienzan a pasar persona por persona por un cuarto especial, una vez pasan no se les vuelve a ver. Mis manos comienzan a sudar; trato de no mostrar lo afectada que me encuentro, pero lo cierto es, que mi cabeza no para de crear escenarios aterradores y mis sentidos de alerta se encuentran en un nivel extremo.
Observo a mi alrededor, chicos y chicas de mi edad se encuentran con la mirada perdida, algunos con nostalgia y otros con mucha serenidad. A una distancia prudente de mí, observo una cabellera azabache espesa, lo que me hace tragar fuerte.
¿Será?...
Niego ante el pensamiento, estoy aquí porque mi madre me lo pidió, porque es necesario, porque Magui y yo tenemos que sobrevivir, para poder volverla a ver, no para estar prestando atención a cabelleras azabaches.
Al llegar mi turno, puedo notar que el cuarto es demasiado frío y oscuro, nada agradable. Un hombre se dirige a mí, colocándome una cinta transparente en la muñeca.
—Tienes que colocar la cinta en esta red—me explica. Frente a mí se encuentra una red de hologramas que muestran una secuencia de líneas azules. Hago lo que me pide, y al colocar mi muñeca en el holograma; éste emite un pitido un poco aturdidor, y mi cinta comienza a tornarse de color azul celeste—. Cuda—anuncia el hombre—. A la derecha encontrarás una puerta, muestras tu cinta y te llevarán a tu nivel—asiento dirigiéndome, a donde me indica.
Al abrir la puerta, quedo impresionada con el lujo que hay; es mucho más que el de la sala de espera. Escaleras de caracol se alzan en el medio, puertas de mármol dividen lo que supongo son habitaciones. Y para mi sorpresa hay más escaleras abajo, mostrando por lo menos ocho pisos.
—Muñeca—otro hombre me ordena. Y aun observando el lujo a mi alrededor, le muestro mi cinta—segundo piso, escaleras arriba, ala izquierda, habitación trecientos seis—anuncia con un tono aburrido y una chica con el mismo traje, me direcciona, hasta terminar en la habitación indicada. No emite palabra alguna, solo me deja ahí, a mi merced.
Aún con nervios decido girar la perilla. Adentro, sonrío.
Adiós soledad.
Cuatro pares de ojos me observan, con entusiasmo. Son cuatro chicas, todas aparentando mi edad. Sus muñecas también tienen cintas azul celeste.
— ¡Cuda! —gritan las cuatro— ¡Bienvenida! —la más morena se me acerca.
—Soy Adler, mucho gusto. Sé bienvenida al nivel Cuda. Todas nosotras desde hace una semana ya sabíamos en qué nivel estábamos, pero ahora es que se animan a recluirnos—se presenta animada— ¿Cuál es tu nombre? —suspiro. Es algo parlanchina... Me agrada.
—Kelly. Kelly Rider.
—Pues de nuevo, bienvenida Kelly, esperemos y en esta especie de cuarentena rara, nos llevemos bien—toda carga se afloja de mi espalda, al interactuar con ellas. Son muy amigables y transmiten mucha calidez, pero todo se me hace tan apresurado, tan extraño, sin Magui, sin mamá. Todos corremos peligro, y algo me dice que detrás de este ferry, detrás de este virus, se encuentra algo mucho más oscuro.
----------------------------------------------------------------------------
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro