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Capítulo VI

Un docena de preguntas inundaron mi mente como una colmena de abejas mientras caminaba frente al sillón.

¿A Josh todavía le gusto?

Debería encontrar a Josh y hablar con él sobre esto? ¿Esto fue una especie de broma?

Me detuve y palmeé mi cara. Luego, agarre mi cuaderno de bocetos y me senté. Leí la nota de nuevo. La nota de Josh no parecía una broma. Parecía que estaba diciendo la verdad.

Mi cara se iluminó y levanté de golpe del sillón. Recordé que Ashley, Chris y Josh estaban ocupados con la tabla de espíritus, Emily y Matt estaban en algún lugar afuera, y Mike y Jessica estaban en la cabaña de invitados. Puse mi cuaderno de bocetos en el bolsillo de mi chaleco y corrí escaleras arriba. Necesitaba hablar con Sam.

Mientras corría hacia el segundo piso, llamé a Sam.

— ¡Saaaaam! — corrí por el pasillo — ¡Abre la puertaaaaa!

Justo antes de correr hacia la puerta del baño, se abrió. Me metí como una bala y me detuve antes de caer en la tina del jacuzzi justo a tiempo. Me di la vuelta y vi a Sam mirándome, con una toalla alrededor de su cuerpo. Su mano agarró el pomo.

— Jodie, ¿estás bien? — preguntó.

— No lo sé — admití — Realmente no.

— Encontré una carta de Josh en mi cuaderno de bocetos.

Los ojos de Sam se agrandaron mientras cerraba la puerta.

— ¿La tienes aquí?

Asentí y saqué mi cuaderno de bocetos del bolsillo interior del chaleco. Sam se unió a mí cuando nos sentamos en el sofá del baño. Pasé a la página donde estaba la nota y se la enseñé.

Sus ojos se deslizaron sobre las palabras.

— Whoa. Claramente es la letra de Josh, o al menos se parece muchísimo.

— ¿Tú... crees que es auténtica? ¿que no es una broma? — le pregunté, mirando hacia ella. Los ojos verdes de Sam se encontraron con los míos.

— Se ve bastante real. Y no, no creo que sea una broma — dijo ella — Pero necesito decirte algo sobre Josh.

— ¿Qué....? — pregunté lentamente, cerrando mi cuaderno de bocetos y lo puse a mi lado en el sofá.

— Josh y yo hablamos un día, de ti — comenzó Sam — Dijo que realmente le gustas mucho. Mientras Chris y tú encontrabais la manera de abrir la puerta antes, Josh me hizo a un lado y me contó sus sentimientos por ti. Y esa carta que te escribió hace un mes y como nunca le respondiste no dijo nada. Para ser honesta, J, me sorprende que la hayas visto ahora.

Mi mente estaba acelerada, pero sentía como si mi cuerpo estuviera paralizado por el shock.

— ¡¿Hace un mes?! — exclamé.

Sam abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpida por un golpe en la puerta. Ella y yo intercambiamos miradas.

— ¿Quién está ahí? — preguntó Sam, levantándose. Seguí su ejemplo. Se dirigió hacia la puerta, con la mano apoyada en la parte superior de la toalla. Agarró el pomo y lo giró. La puerta se abrió con un extraño crujido. Oh no.

Salí, con Sam pisándome los talones.

Miré de izquierda a derecha dos veces antes de dar otro paso adelante para ver si mis ojos me estaban engañando. Una docena de velas estaban dispersas en las escaleras, barandillas, escritorios, mesas, e incluso en el suelo.

— ¿Chris? — llamó Sam, con preocupación en su voz.

— ¿Josh? — llamé, con el mismo tono de preocupación en mi voz.

Sam y yo nos abrazamos mientras nos alejábamos del pasillo que llevaba al baño.

— ¿Qué diablos está pasando? — cuestionó Sam.

— ¿De dónde vinieron todas estas velas? — pregunté extrañada. Nos dirigimos hacia el conjunto de puertas dobles. Sam y yo abrimos una cada una y entramos en el salón.

 De repente, el gran reloj al final del pasillo sonó extremadamente fuerte.

— Ugh, maldito reloj — lo regañó Sam. Salimos del pasillo corto. Noté un rastro de globos rojos con flechas blancas pintadas en ellos — ¿Chris?

— ¿Mike? ¿Emily? — miré a nuestro alrededor — ¿Matt? ¿Jessica?

— Se os está yendo de las manos, ¿vale? — dijo mientras bajábamos las escaleras. Miré hacia un globo morado. Qué raro.

Una vez que bajamos las escaleras, no pude evitar pensar en las velas.

— Estoy muy confundida en cuanto a de dónde vinieron todas estas malditas velas.

— ¿Estaban allí cuando subiste? — preguntó ella y negué con la cabeza — Vale, si queríais asustarnos... enhorabuena, lo conseguisteis.

Las dos fuimos al sótano y nos dirigimos hacia la sala de cine. Sam me soltó, tomó una linterna sobre la mesa y la encendió.

— ¿Dónde diablos estáis? — cuestionó Sam, haciendo brillar la luz a su alrededor. Llegamos a la cima del cine. La habitación estaba iluminada por la pantalla — Vaya, qué raro es esto...

Decidí quedarme cerca de Sam. Parecía como si ella estuviera muy irritada.

— ¡Eh! ¡Vale, chicos, basta ya! ¡Estamos hartas de esto! ¡Se nos hace muy raro que estéis tan callados! — gritó Sam, con puro terror en su voz.

— ¡Solo mostraos ya! — grité.

De repente, las puertas se cerraron de golpe detrás de nosotras. Sam y yo gritamos, girándonos para mirar las puertas cerradas.

— ¡Mierda! — me di por vencida y corrí de vuelta junto a Sam.

— Hola, Samantha, Jodie — dijo una voz alterada, casi robótica anunciada a través de un altavoz. Al mismo tiempo, la pantalla se encendió y comenzó a contar los números, como si una película antigua estuviera a punto de reproducirse — ¿Me buscaban?

Sam y yo miramos a nuestro alrededor frenéticamente. El psicópata volvió a hablar.

— Vaya, creo que no han tenido mucha suerte, chicas.

— Pero qué... ¡Pero qué coño...!

— Solo van a ver lo que yo quiero que vean... — explicó el psicópata — Y tengo mucho que enseñaros.

— ¡¿Qué es... lo que pasa?! — nos dirigimos hacia la pantalla.

— Abran los ojos — dijo el psicópata. En la pantalla, había un vídeo de Sam en el baño, justo antes de que yo entrase corriendo. De pronto, me acordé de que deje mi cuaderno de dibujos en el baño. Tragué saliva.

— Oh, Dios mío — exclamó Sam, con asco en su voz.

— Es muy guapa, ¿verdad? — preguntó el psicópata — Un pajarillo hermoso...

— ¿Cómo? ¿Por qué has... ¿Por qué has... — Sam se detuvo.

— ¿Creen que tiene alguna idea de lo que le espera? — continuó el psicópata — ¿Creen que esos fueron los últimos momentos de felicidad en su vida?

— ¿Por qué nos enseñas esto? — preguntó mi amiga, mirando hacia detrás de nosotras.

— ¿Y ustedes por qué miran?

Ella miró hacia delante de nuevo.

— ¡Josh!

Volví la cabeza en dirección a la pantalla. Mi corazón se hundió. El vídeo cambió a Josh siendo cortado por la mitad. Sam y yo gritamos en pánico y mucho dolor.

— ¡Dios mío! ¡¿Pero qué has hecho?! — grité.

— Voy a darles diez segundos... — comenzó el psicópata — Nueve.

— ¡No, no, no, no! — Sam y yo nos tropezamos con nuestros propios pies.

— Ocho.

— Siete.

— ¡Por favor no! — exclamó Sam. Un hombre apareció delante de las puertas principales, vestido con un traje azul holgado y una máscara aterradora. Sostenía una jeringuilla llena de quién sabe qué. Nosotras volvimos a gritar.

— Sam, Jodie... — el psicópata avanzó hacia nosotras, ladeando la cabeza.

— ¡Oh, Dios mío! — grité y Sam y yo corrimos, desafortunadamente no tomamos el mismo camino. 

De alguna manera, superé al psicópata y corrí hacia la salida más cercana. Antes de separarnos, me di cuenta de que Sam se dirigía hacia el sótano.

Mientras subía corriendo hacia el baño, me arriesgué a mirar hacia atrás. Pero vi que no me seguía, lo que significaba que había perseguido a Sam.

Una vez que subí las escaleras y pasé por los distintos pasillos, me dirigí directamente al baño, sin pensar en cerrar la puerta detrás de mí. Cogí mi cuaderno de dibujo del sofá y hojeé las páginas, comprobando si todavía estaban todas allí, incluyendo la carta.

— Sorpresa, Jodie.

Me quedé congelada, en shock. Me puse mi cuaderno de dibujo en mi chaleco y me di la vuelta. Estaba cara a cara con el psicópata.

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El batir de las alas de una pequeña mariposa hoy puede originar un devastador huracán dentro de unas semanas

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