Pacto de Almas
Capítulo 2: Pacto de Almas.
'Bríndale el blanco de nieve en polvo, el rojo de la sangre, y el negro del ébano... una mujer rogó. Y un bebé milagroso nació.'
Genealogy of Red, White and Black - Vocaloid
—¿Quieres volver?— lo miró curiosa.
—Eso no responde a mi pregunta— insistió Harry. La mujer de negro lo miró, imperturbable e impasible, poniendo más que nervioso al chico pero aún así, no se dejó amedrentar.
—Sí, puedes regresar— respondió, abriendo así, una infinidad de posibilidades ante él —Pero debes ser más que un simple mortal para hacerlo— Harry le sonrió.
—Debo aceptarte primero ¿Verdad?— preguntó a sabiendas, la mujer de negro asintió, sus ojos brillando con curiosidad y anhelo —¿Qué debo hacer? ¿Qué sucederá después?—
Hubo un silencio apreciativo, como si La Muerte buscara una manera de explicarlo, se acercaron a uno de los bancos de la plataforma, donde ambos tomaron asiento, notando la mirada perdida de la mujer de negro, Harry tomó una de sus heladas manos enguantadas y la cubrió con su otra mano, le volvió a sonreír cuando el ser divino se giró a verlo.
—Convertirte en el Amo de la Muerte significa una existencia solitaria, Harry— comenzó —No pienso mentirte acerca de éso, deseo que te conviertas en mi amo, pero es solitario y perderás parte de tu humanidad— Harry lo miró alarmado por lo dicho —Tranquilo, no es lo que piensas, pero el pecado original será borrado de ti, el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal que consumieron los primeros de tu raza será arrancado de ti—
Harry lo miró confundido, no comprendiendo mucho, recordaba muy poco de la teología cristiana que le fue enseñada por la fuerza por su tía Petunia.
—No comprendo— habló con sinceridad.
—La Muerte es un ser neutral, Harry, su amo debe serlo igual, yo no comprendo lo que es bueno de lo que es malo, no puedo diferenciar uno de otro, no debo hacerlo, mi deber me obliga a cosechar las almas y no puedo tener un trato especial con unas y no con otras—
—Pero Dumbledore...— quiso protestar Harry, pero la mano enguantada se levantó para interrumpir.
—Él es diferente— habló con fuerza, su enojo no dirigido hacia él sino hacia el hombre que tantas muertes causó —Yo puedo no diferenciar el bien y el mal, puedo no entender el sentimiento que generan sus acciones... pero sé lo que es la crueldad y sé que alguien que deja morir adredre a demasiadas personas y que atenta contra el destino, no puede tener una posibilidad de reencarnar— sus labios se apretaron —Cada alma, por muy manchada por artes oscuras que estuviera, por muy lastimada por horrocruxs que se presente ante mí... la muerte siempre será un consuelo, por que en mis dominios sanarían, permanecían allí hasta que maduraran espiritualmente y les tocará renacer—
El silencio reinó por unos momentos y Harry meditó a profundidad cuál era realmente la labor de La Muerte y que a pesar de no diferenciar el bien del mal, podía ver lo mucho que sentía; tristeza, enojo, preocupación, arrepentimiento, solo eran unas pocas de las emociones que había visto en ése poco tiempo que tenían reunidos.
—Albus Dumbledore hizo una excepción, no solo porque por su intervención muchas almas vinieron antes de tiempo a mí, sino que atentó contra una de las cuatro grandes divinidades del mundo— y frente a ellos, del otro lado de las vías de trenes, un recuerdo nuevo apareció.
En él, se veía como de un casi infinito telar, ubicado en una pomposa sala llena de lujos, Albus Dumbledore tomaba un par de hilos muy específicos y un par de tijeras sacramentales. Eran importantes, pues, no había tomado un hilo cualquiera, sino que tomo unos muy específicos, como si supiera cuáles debía de llevarse.
—Ellas no saben cómo había podido entrar a sus dominios— susurró La Muerte —Cloto, Láquesis y Átropo son las trillizas ejecutoras del destino de los mortales, unas pequeñas niñas tejedoras, el hilo que ellas tejían representan el destino de cada hombre, cuando un hilo se cortaba, finalizaba la vida de ése mortal. Cada una de ellas tenía una función: Átropo tejía el pasado, Cloto el presente y Láquesis el futuro— el recuerdo pasaba del ladrón de los hilos a las tres niñas que pedían permiso para aparecer en los dominios de la Muerte, con ojos llorosos, la que parecía ser Cloto suplicaba que las ayudara, que no podían dejar en las manos de un mago el destino de siete mortales que eran tan importantes para su mundo, para los mortales de Hecate. El recuerdo terminaba con La Muerte intentando consolar a las tres niñas que se abrazaban a él, prometiendo que si no podía obtener aquellos hilos, sería el Amo de la Muerte quien lo haría, incluso en ése entonces, ella pensaba en Harry, quien apenas era un niño en aquél momento.

—Nunca pensé que las Moiras de la mitología griega existieran— murmuró Harry, aún sorprendido, se giró a mirar a La Muerte, que se veía demasiado satisfecha sobre su conocimiento de las Moiras. Como un maestro orgulloso de su alumno favorito.
—Siempre hay algo de verdad en las muchas religiones que existen— murmuró la mujer de negro, Harry asintió comprendiendo.
—¿Quiénes son las otras divinidades?— volvió a preguntar Harry, curioso ésta vez.
—Son cuatro, La Muerte; que guía las almas de los mortales a su descanso, en mis dominios esperan madurar espiritualmente, La Vida; que guía las almas a hacia su nuevo recipiente mortal, las trillizas que conforman al destino de los hombres, y Hecate, la madre de toda magia, ella es casi tan vieja como la vida y la muerte misma— hablaba La Muerte, un aura de misterio y misticismo a su alrededor, un silencio pesado se alzó sobre ellos ésta vez, Harry comenzó a juguetear con los dedos de la mano de la mujer de negro que reposaban sobre los suyos.
—Los hilos de esas personas... ¿De quiénes eran?— preguntó casi con miedo, de reojo pudo notar entonces que La Muerte deformó su rostro en molestia y supo que, de hecho, no le gustaría para nada la respuesta.
—Son los hilos de James y Lily Potter, Sirius Black, Remus Lupin, Tom Riddle, Severus Snape y el tuyo— el rostro amargo de Harry obligó a la mujer de negro a abrazarlo a su costado, la pena completamente pintada en su rostro. —Ninguna de las deidades puede interferir en el mundo de los mortales, envié a varias de las criaturas a mi cargo a intentar recuperarlos, pero entenderás que ése hombre corrupto hizo la peor de las abominaciones al convertir a su familiar; una criatura luminosa en recipiente de los hilos del destino de ustedes. Mancillar algo tan puro como lo es un Fénix Solar es una aberración, no solo para tu gente, sino que también para nosotros, si quería utilizar una criatura poderosa para su ritual oscuro bien podría usar un Fénix Lunar, son más adeptos a la magia negra... pero esa pobre criatura, Fawkes, ella fue condenada a perecer en el momento que se ató a su amo— murmuró con tristeza La Muerte.
Harry no volvió a hablar, ninguno lo hizo nuevamente y el muchacho simplemente volvió a abrazarse al costado de la mujer suspirando de vez en cuando a pesar de que no necesitara respirar, los minutos pasaban y tal vez eran horas o segundos, La Muerte se removió un poco, lo suficiente para poder acomodar la cabeza de Harry sobre su pecho decadente y acariciar con suavidad su negro cabello.
—Si me convierto en Amo de La Muerte...— hizo una mueca ante el título —Si lo hago... ¿Qué esperas de mí?— preguntó al fin. Las caricias en su cabello se detuvieron apenas un momento antes de reanudarse.
—Nada, tal vez un poco de ayuda para conseguir los hilos de las Moiras y poder permanecer a tu lado... quizás— la dama de negro se encogió apenas de hombros, su voz sonaba indiferente pero Harry sabía que había más allí, él sabía lo que era sentirse solo, no era algo muy agradable y, cómo podría él dejar sola a su madre siendo que ella le dio de su conocimiento y le brindó su amabilidad también.
—Me gustaría poder estar siempre para ti— murmuró Harry, comenzando a dejar pequeños dibujos abstractos sobre la seda del vestido negro de su madre con las yemas de sus dedos con nerviosismo.
—Siempre es una palabra con mucho significado— respondió La Muerte —La mayoría de las veces los humanos no entienden cuánto poder hay detrás de unas simples palabras, si yo fuera de otra manera, tal vez me aprovecharía y te llevaría a mis dominios para la eternidad— Harry sonrió deteniendo el movimiento de su mano.
—Pero no lo eres— murmuró levantándose del pecho de la mujer de negro para que sus ojos verdes se clavaran sobre los blancos azulados de la divinidad frente a él —Y quise decir lo que has escuchado— le sonrió algo ansioso.
Un raro sentimiento de satisfacción y tranquilidad lo inundó cuando la pálida mujer lo rodeó con sus brazos en un fuerte apretón, sus ojos picaban de manera sospechosa, sus manos temblaban y estaba seguro de que si aún respiraba tal vez lo haría de forma acelerada, pero solo se concentró en quien ahora sería su madre, pálida y fría y aún así, la sensación abrumadora de calidez en su pecho no desaparecía.
¡Cuán contradictorio! Se dijo. Y que sublime a la vez.
—¿Cambiará algo más en mí cuando me una a ti?—preguntó Harry, las caricias de la mujer de negro comenzaron, peinaba sus cabellos oscuros con sus dedos enguantados y era tan pacífico, lo relajaba al punto de ya no querer volver a ningún lugar, solo quedarse con ella.
—Cambiarán muchas cosas, tu alma se ligará a la mía eternamente, por lo que parte de mis poderes irán a ti, así como también mi magia— murmuró con voz suave La Muerte, el menor cerró los ojos para disfrutar aún más de la sensación de las caricias.
—¿Qué debemos hacer para unirnos?— preguntó otra vez Harry, aún mantenía los ojos cerrados, y hasta no haber saciado su curiosidad, no se alejaría del limbo donde se encontraban.
—Solo debemos decir un hechizo de enlace, uno que salga de tu corazón. Tranquilo, lo sabrás cuando ocurra— ante la respuesta, Harry solo frunció el ceño confundido.
—No entiendo mucho a qué te refieres con éso, pero si dices que lo sabré... confío— y le regaló una sonrisa con la poca inocencia que aún quedaba en él. La mujer de negro dio un pequeño suspiro.
—Confías demasiado, hijo mío— murmuró la divinidad, Harry solo negó con la cabeza.
—¿Por qué desconfiaría de la única que se mantuvo conmigo en mis peores momentos?— y La Muerte se conmovió, pero no respondió a lo que su niño ya sabía —Si yo volviera ahora... ¿Podría vencer a Voldemort?— las caricias se detuvieron unos segundos antes de volver a continuar.
—Podrías, sí—
—No es algo que te agrade mucho, ¿No es así?— y las caricias nuevamente se detuvieron, pero ésta la muerte se giró a mirarlo antes de tomarlo de las mejillas y conectar miradas.
—No me agrada la idea de que dos de mis herederos traten de matarse entre sí. Él está enfermo, su mente y su alma enfermó por culpa de Albus Dumbledore— un silencio tenso se levantó sobre ellos, pero La Muerte continuó: —No trato de minimizar sus acciones, para la mayoría de los humanos se consideraría una monstruosidad, pero él también es mi hijo, mi promesa de no intervenir en los asuntos humanos lo convirtió en lo que es ahora, no podría permitirme que te sucediera lo mismo— otro silencio se alzó sobre ellos, pero durante algunos minutos, o solo segundos... Harry no podría decirlo, sintió en carne propia lo mucho que le dolía a su madre el hecho de que no pudo hacer nada por Tom.
—Dijiste que si me volvía tu amo... tu heredero, tu hijo— Harry dudó al decirlo — Dijiste que el cosas como el tiempo no tendrían poder sobre mí— se mordió el labio con nerviosismo —En mi tercer año usé un giratiempo... si yo volviera, si yo volviera en el tiempo ¿Podría salvarlo? ¿Podría hacerlo sin que nada malo pase con la línea temporal si me ve mi yo de ése tiempo?— preguntó rápidamente, sin siquiera respirar una sola vez, los ojos blanquiazules de La Muerte lo miraron con curiosidad.
—Jamás te pediría algo así, Harry—
—Ésa no es la respuesta que buscaba— dijo con rapidez, La Muerte soltó un suspiro.
—Podrías volver a cualquier año que quieras, antes de nacer, después de nacer, lo harías con tu consciencia por lo que, sabrías que eres tú y todo lo que viviste antes de llegar ahí—
—¿Tú me ayudarías?— preguntó Harry.
—Sin darte cuenta tu me estás ayudando mucho más de lo que yo podría a ti— el menor sonrió algo cohibido.
—Me gustaría volver, en mi propio tiempo, antes de que mis seres queridos mueran, Sirius, Remus, Snape incluso... sé que es egoísta, pero— La Muerte asintió, comprendiendo.
—Sé exactamente a qué año llevarte— murmuró la mujer de manera misteriosa.
—Bien, debo evitar la guerra entonces, curar a Tom, evitar que mis padrinos mueran, llevar a Dumbledore ante ti... mis padres— murmuró lo último, su rostro viéndose contrariado —Ni siquiera puedo acostumbrarme a la idea de la traición, pero quiero vengarme de ellos, de la foma más dolorosa posible, pero siento que estoy yendo contra todo lo que se me enseñó— murmuró lo último con mucha vergüenza de sí mismo, la mano de la mujer de negro subió hasta su rostro para quedarse posada en su mejilla.
—Las personas cambian, hijo— murmuró, su voz volviéndose más suave —Las circunstancias hacen cambiar a los humanos y mientras vivas no deberías avergonzarte por los deseos de tu corazón— la mujer de negro le sonrió, luego su rostro se volvió inexpresivo — A ti nunca te enseñaron nada, tu aprendiste sobre la marcha que debías obedecer e imitar las acciones de las figuras de autoridad alrededor de ellas, servir en casa de los Dursley, ser un héroe para Dumbledore, nunca tuviste una opción, Harry, no estás yendo encontra de lo que se te ha enseñado, ellos no se tomaron ni siquiera el tiempo de hacerlo— la mano cayó nuevamente y los ojos blanquecinos parecieron mirar a la nada —Tú tienes la opción ahora Harry, yo te la doy. Puedes volver y fingir que no sabes nada y morir a manos de Dumbledore, que tu mundo colapse luego de ello y que la magia muera, o puedes aceptarme, volver y hacer lo que tú creas es correcto. No te impondré nada— y luego silencio.
—Ellos... no significo nada para ellos— murmuró casi dolorosamente, sin embargo, poco a poco comenzaba a darse cuenta de que no le afectaba lo suficiente, no te puede doler perder algo que no recuerdas tener —Pero les haré arrepentirse— su rostro quedó libre de expresión y los labios rojos de La Muerte se alzaron en una leve sonrisa.
Ella no se destacaba por ser un ente vengativo, y tampoco entendía de las razones de Harry, sí, sabía las razones; la traición, la decepción y el odio, pero no podría entenderlo, sin embargo, no intentaría detenerlo, el niño era lo más precioso que tenía y no detendría su furia, mucho menos por aquellos que le hicieron daño.
—Entonces... ¿Que harás, Harry?— preguntó, el chico se giró hacia la mujer de negro, una sonrisa algo avergonzada en sus labios.
—No tengo ni la menor idea— confesó —Hay tanto por pensar, por planear, pero por ahora ¿Podría... Podría decirme cómo enlazarnos?—La Muerte asintió y se levantó del banco donde habían estados sentados ambos, Harry la siguió hasta que estuvieron parados, uno frente al otro, las frías manos enguantadas sobre las tibias de Harry.
—Las palabras deben salir de tu corazón Harry, es un pacto de almas, nos uniremos por la eternidad— dijo con seriedad, y la mirada determinada del muchacho no se amedrentó, La Muerte le regalo una sonrisa alentadora antes de volver a hablar —Comenzaré yo, así tendrás una idea de cómo hacerlo, mientras vayas diciendo el hechizo, invoca tu magia desde tu núcleo, has que llegue a las palmas de tus manos e imagina que ingresan en las mías y que llega a mi propio núcleo— hizo una pausa para mirar al niño, esperando que entendiera, al no ver ninguna duda, continuó —Eres un mago, uno excepcional si me permites decirlo, por lo que serás capaz de hacerlo, sentirás que mi núcleo absorberá tu magia hasta vaciarte y una vez éso suceda, yo guiaré mi propia magia a tu núcleo, tú beberás de mi magia como yo de la tuya, es así como funcionan los pactos del alma— Harry asintió y entonces todo inició, con un simple gesto, los guantes de la mujer de negro desaparecieron —Una vez comience, no habrá vuelta atrás, Harry— advirtió.
—Estoy listo— fue todo lo que respondió, La Muerte asintió y entonces comenzó, una fuerte brisa los envolvió y Harry llamó a su magia; desde el núcleo hasta las palmas de sus manos.
—Ata ahora el hilo plateado— la melodiosa voz de La Muerte resonó como un eco en el palacio mental de Harry. Una de las largas uñas de la mujer de negro cortó la palma de la mano derecha de Harry, hizo lo mismo con su propia mano izquierda y las unió mientras continuaba el hechizo —Ata ahora las raíces de nuestras venas— continuó, la sangre roja y brillante de Harry se mezcló con la del ente frente a él, sangre oscura y espesa como el alquitrán —Lo sagrado para no separarnos— y poco a poco, la magia de Harry comenzó a recorrer todo el cuerpo de la divinidad frente a él, hasta que rozó levemente su núcleo y comenzó a absorberlo.
El menor comenzaba a verse más y más pálido, su magia siendo absorbida con rapidez, hasta casi vaciarlo, debilitándolo en el proceso, como si toda du energía vital desapareciera y cuando ya sentía que su rodillas no soportarían su propio peso, sintió frío, un frío extendiéndose por todo su cuerpo, su piel se volvía más y más pálida, sus cabellos; sin darse cuenta, eran mucho más oscuros, como las plumas de un cuevo, y solo cuando la magia de La Muerte; peligrosa y atrayente, oscura como ninguna que haya sentido, llegó a su núcleo lo supo, tal y como le había dicho ella, y las palabras le salieron del corazón.
—La hiedra, para no apartarnos— continuó Harry, y cerro los ojos, uniendo sus frentes con dulzura, la brisa alrededor de ambos; causada por la magia de su unión, se hacía cada vez más fuerte, más salvaje —Ata al tejo siete veces— sus manos se entrelazaron, su núcleo cada vez llenándose de más magia, el gris volviéndose negro, el pecado del blanco pasando al rojo —Hasta el día que la serpiente escupa su cola—
Cadenas negras se habían materializado alrededor de ambos, poco a poco enredándose con más fuerza sobre ellos, el paisaje blanco iba llenándose de oscuridad, siendo el centro de toda ésa oscuridad ellos dos, un par de almas uniéndose por toda la eternidad, sin que nada los separara, formando lazos de madre e hijo. Cuando Harry terminó el hechizo todo a su alrededor pareció detenerse y no es como si hubiese movimiento en su paisaje mental, sino que, consciente de su cuerpo en el mundo de los vivos; sintió que incluso allí todo se detuvo.
—Déjame darte un nombre, hijo mío, un nombre elegido por mí— Harry asintió, sintiendo las cadenas desaparecer, la mano fría de la mujer negro subió a su mejilla, dejando pequeñas caricias de manera circular sobre su pómulo.
—Harrison Melínoe Morte Potter, ése será tu nombre de ahora en más— y el pecho de Harry brilló y sonrió en respuesta, completamente encantado con su nuevo nombre.
—Entonces...¿ya está?— preguntó, La Muerte le sonrió con cariño y asintió, éso había sido todo lo que Harry necesitó para abrazarla. —¿Está mal sentir tanto por alguien que nunca pude ver?— preguntó con verdadera curiosidad, clavando sus ojos verdes en la mujer de negro.
—Nunca me has visto, pero me has sentido— explicó La Muerte —Mi magia siempre estuvo a tu alrededor, provocando confort... comodidad para ti, ahora solo me has dado un rostro, un nombre—
El calorcito volvió a llenar el pecho de Harry y miró cariñosamente a la mujer frente a él.
—Fuiste más madre que cualquiera que haya estado a mi alrededor, Lily, la señora Weasley, incluso Petunia— confesó —Jamás podría agradecerte por todo—
Y por un tiempo se mantuvieron así, sentados uno al lado del otro, Harry recostando su cabeza en el hombro del la mujer de negro, disfrutando de la sensación de sus cabellos siendo acariciado por las frías manos de La Muerte, mirando sus manos comenzó a notar las pequeñas diferencias tras su enlace, como su piel más pálida, tocando sus muñecas notó que tampoco tenía pulso, y aunque lo asustó al principio, no podía quejarse, llevaba muerto desde que Voldemort le lanzó la maldición asesina... otra vez.
Y si bien, lo había impresionado, era lógico que el amo de la muerte no sería alguien vivo propiamente dicho. Pero estaba bien, dadas las circunstancias estaba feliz como nunca antes y por sobre todo, tenía el conocimiento, ya no era más la marioneta de nadie, ahora era él quien los manejaría a su antojo.
—Una vez vuelva...¿Estarás allí para ayudarme?— preguntó en voz baja Harry.
—Yo siempre estoy allí para ti, hijo. Siempre lo estaré, ya sea para ayudarte o no— y eso fue suficiente para Harry, quien asintió con una sonrisa tranquila.
—Cuando despierte... cuando lo haga, comenzaré a buscar una manera de ayudar a Tom, cuanto antes mejor— La Mujer se vio orgullosa, pero no mencionó nada y luego silencio otra vez.
Podrían haber pasado horas, o tal vez días, el tiempo parecía pasar de manera diferente donde ellos se encontraban, pero cuando por fin se sintió preparado para volver, muy a regañadientes se alejó de las caricias su madre. La miró a los ojos blanquiazules, y podía ver tanto cariño a través del inexpresivo rostro. Sin querer esperarlo más, le dio un abrazo, escondiéndose en el pecho de la mujer, dando un profundo suspiro a pesar de ya no respirar.
—Estoy listo— murmuró, aún sin levantar la vista. La Muerte dio un suave apretón al chico antes de que pudieran separarse.
—Estaré allí contigo, siempre estaré, no necesitas preocuparte— cuando Harry asintió, lo último que vio fue la suve sonrisa de la mujer de negro y un chasquido resonó en todo el paisaje mental.
Fuertes gritos la había despertado a mitad de la noche, se había levantado con rapidez de la cama sabiendo perfectamente quién era el causante de tanto griterío, agradeció que Vernon durmiera como un tronco, al igual que su Dudders, pero no podía decir lo mismo sobre ella, así que con enojo se puso la bata de noche y caminó por el pasillo, hasta llegar a la habitación de donde los gritos provenían, una vez llegó, un rastro de preocupación se filtró en su expresión, Harry nunca había gritado de tal manera. Sabía que tenía pesadillas, por supuesto que lo sabía, era su tía, vivía bajo su techo, puede que lo haya ignorado, pero era culpa del chico por ir a ésa escuela de fenómenos, ella lo había criado lejos de toda la anormalidad para que no sufriera el mismo destino que Lily, pero era un necio e igualmente se fue, las pesadillas eran culpa suya, debía atenerse a las consecuencias.
Petunia suspiró.
Con dedos temblorosos quitó el seguro de la puerta del niño e ingresó a su habitación, vio su pequeño y enclenque cuerpo tirado en el suelo contorsionádose de maneras dolorosas, sangre cayendo de su nariz y oídos, manchando su rostro de carmín.
Y Petunia sintió sus rodillas temblar.
Con miedo, mucho miedo, se acercó para intentar ayudar al chico que aún gritaba con los ojos cerrados, moviendo su cuerpo en ángulos que no deberían ser posible.
—Niño...— lo llamó mientras se acercaba a él —¡Niño despierta!— dijo con algo más de fuerza, viendo como el muchacho continuaba en el suelo gritando, Petunia se echó a su lado, tomando de su rostro sangrante con fuerza mientras su cuerpo parecía casi convulsionar. —¡Harry!— alzó la voz por sobre sus gritos y todo se detuvo.
Se detuvieron los gritos, las convulsiones, y solo ahí, Petunia notó que incluso la respiración del chico también se había detenido.
El pánico comenzó a inundarla cuando vio lo pálido que estaba el muchacho bajo las capas de sudor y sangre, su cabello negro estaba sucio y pegajoso, como si hubiese más que solo sangre seca allí, comenzó a agitar con brusquedad al niño de los ojos hombros y gritó del susto cuando Harry abrió los ojos y aspiró aire con fuerza.
—¿Niño... Estás bien?— preguntó Petunia, aún asustada, pero sin separarse de su sobrino, llevo al chico más cerca de ella y vio los ojos desorientados de Harry enfocarse, parecía perdido, como si no supiera en dónde estaba, entonces, pareció recordar algo y gruesas lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.
—Los mataron— comenzó a susurrar entre su llanto antes de girarse hacia la mujer —Los mató, tía Petunia— lloró desconsolado antes de, sin siquiera pensarlo, lanzarse a ella para un abrazo. La mujer abrió enormemente sus parpados, no sabía qué hacer y su sobrino, quien nunca le había demostrado más que miedo hacia su persona, ahora estaba sobre ella abrazándolo como si su vida dependiera de ello —Ellos mataron a los abuelos— susurró con dolor Harry.
Todos los músculos del cuerpo de Petunia se tensaron, apretó con fuerza al niño entre sus brazos antes de respirar temblorosamente sintiendo una opresión horrible en su pecho, su frío y duro corazón pareció astillarse hasta desmoronarse en pedazos y pronunciar de manera casi agónica —¿Qué?—
Editado: 01/08/2022
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