Morir
Capítulo 0: Morir.
~...Porque no existe el bien ni el mal, solo el poder, y quellos demasiado cobardes para ejercerlo...~
Una hora, Voldemort le había dicho que tenía una hora para ir al bosque prohibido, lugar donde perecería si es que no encontraba una solución antes, algo viable, cualquier cosa. Con las piernas temblorosas por el inminente fin de la guerra; de una forma u otra, corrió hacia el despacho del antiguo director Dumbledore, allí, dejó caer las preciosas lágrimas del que fue su más odiado profesor de pociones y con cierta duda se inclinó sobre el pensadero, varios recuerdos fugaces pasaron, uno más conmovedor que el anterior, desde su niñez; al lado de su madre hasta la terrible discusión que tuvieron en su quinto año desencadenando en la ruptura de su amistad, el único faro de luz en la vida de Severus.
La única que había traído calidez con ella, su única salvación... la única que impidió que cayera.
Su pecho se apretó cuando vio entonces que su padre se comportaba como un patán con su profesor, era como ver a Duddley y a sí mismo, y Harry odiaba a los abusadores, los odiaba tanto. Fue doloroso, aún más doloroso cuando notó que su madre no hacía nada, ¡¿Cómo podía tirar por la borda tantos años de amistad?!, y cuando notó que ella también se reía, ¡¿Cómo podía olvidar quién fue el que le ayudó a conocer, el que la ayudó a entender su don?! fue doloroso cuando sintió el corazón de Severus romperse.
Y sintió tanta rabia al ver como el hombre, ahora ya mucho mayor se arrodillaba y suplicaba al director por la protección de su madre, de su padre, y de él.
Aquél hombre tan orgulloso, aquél hombre tan imponente, tan valiente... reducido a nada.
"—Pues escóndalos a todos. Proteja... Protéjalos a los tres. Por favor—''
"—¿Y qué me ofreces a cambio, Severus?—"oyó la voz del Director y nunca sintió tanta furia. Aprovecharse de un hombre de ésa manera, como si fuera solo un peón más en el bélico tablero de ajedrez que había armado, una vida desechable.
"—¿A... a cambio?— se quedó con la boca abierta y dijo-: —Lo que usted quiera—"
El recuerdo volvió a difuminarse, las palabras de Severus haciendo eco en sus oídos, la mirada codiciosa de Dumbledore gravada a fuego en sus retinas.
Ahora entendía cuán enorme había sido la guerra, la magnitud de ella, y cómo los había afectado a todos, no solo a él. Por que él no fue él único que perdió algo por aquél horrible suceso de la historia, varias personas perdieron familia, algunos su libertad, otros la esperanza. Por fin dejó de ser tan arrogante, por fin notó el sacrificio de su maestro, todas ésas palabras filosas escondían la preocupación por meterse en problemas, el veneno vicioso de sus comentarios que iban dirigido a él no para herirlo, sino para hacer que su dura cabeza entrase en razón, incluso ahora, después de la muerte intentaba por todos los medios ayudarlo.
Incluso ahora, mantenía su promesa.
Continuó observando; la muerte de sus padres se sintió como un dolor sordo dentro de su pecho, no se podía extrañar lo que nunca se conoció, se dijo y, pese a lo horrible que se oyera, Harry no los extrañaba por que, de hecho, no recordaba nada de ellos, el anhelo infantil de su corazón por tener a sus padres consigo poco a poco fue apagando a medida de que maduraba, a medida que crecía y sus esperanzas se iban con su niñez. Observó a un deshecho Severus Snape llorando sobre el cadáver de su madre, llorando su pérdida y como tiempo después iba a exigirle respuestas a Dumbledore.
''—Ellos confiaron en la persona equivocada, Severus, al igual que tú—'' las palabras de Dumbledore venían acompañadas de un sabor amargo en la garganta, frunciendo el ceño cerró los ojos con impotencia al saber que, fue Dumbledore quien hizo el hechizo fidelio y que, él sabía de la inocencia de su padrino y aún así, nunca hizo nada para salvar al hombre. Nunca hizo nada para poder declararlo inocente, doce años injustamente en Azkaban solo por el maldito prejuicio, contra Sirius, contra la familia Black, contra la Magia Oscura.
''—Tiene los ojos de ella—'' aquél susurro le hizo regresar la vista al recuerdo, vio entonces como Severus se comprometía a cuidar de lo único que su antigua amiga había dejado en el mundo, su pequeño hijo de ojos verdes, como los de ella.
"—Está bien. De acuerdo. ¡Pero no se lo cuente nunca a nadie, Dumbledore! ¡Esto debe quedar entre nosotros! ¡Júrelo! No soportaría que... Y menos al hijo de Potter... ¡Quiero que me dé su palabra!—"
"—¿Mi palabra, Severus, de que nunca revelaré lo mejor de ti? Está bien, si insistes...—''
Y vio también como éste hizo jurar al hombre que nadie se enteraría de su protección para con él, Dumbledore sí tuvo razón aquella noche en algo, ocultó la mejor parte de Severus al mundo con ése juramento.
Los recuerdos cambiaron, podía verse a un enfermo Dumbledore pidiéndole al pocionista que lo mate, que no dejara que Draco se ensuciara más al asesinarlo, vio entonces como por órdenes del mismo mago, Severus lo asesinó, con los ojos brillantes a la luz de la luna y los labios apretados en signos inconfundibles de dolor y sufrimiento, convirtiéndose así en la mano derecha del Señor Oscuro.
Y luego de todo ello un recuerdo mucho más difuso apareció.
Un estremecimiento le llegó desde la espalda y su respiración pareció detenerse cuando escuchó nuevamente la voz de Dumbledore.
''—Una parte de Voldemort vive en él—'' era un susurro del director que parecía repetirse en un bucle interminable, aquello se repetía una y otra vez y Harry tuvo que llevarse las manos a las orejas para intentar callar la voz del hombre, el Severus del recuerdo se vio visiblemente dolido para aquél que supiera buscar en sus infinitamente oscuros ojos medianoche.
''—Lo mantuviste vivo para que muriera en el momento apropiado—'' respondió, había una burla amarga en sus palabras ''—Lo criaste como a un cerdo para el matadero—'' atacó con la voz un poco quebrada. Sus ojos brillando sospechosamente.
''—No me digas ahora que has llegado a tenerle afecto—'' murmuró Dumbledore, casi con sorna en los tintes de su voz, una cruel burla hacia el pocionista. Pero Snape no se movió de dónde estaba y solo agitó su varita mágica.
''—¡Expecto Patronum!—''
Y de la varita del profesor de pociones nació un hermoso destello plateado; una cierva plateada corrió por todo el despacho en enormes y gráciles brincos hasta que desapareció frente a los ojos de Dumbledore.
''—Lily—'' susurró el director y Snape cerró los pequeños ojos como si recordara los instantes más felices de su vida. ''—¿Después de tanto tiempo?—'' inquirió Dumbledore al ver las lágrimas sobre el rostro del pocionista.
''—Siempre—'' fue su respuesta.
''—¿Y cuando llegue el momento el muchacho debe morir?—'' preguntó de nuevo el hombre que miraba fijamente a Dumbledore, quien solo desvió la mirada con tristeza.
''—Sí—''
Harry fue expulsado del pensadero y calló sobre sus rodillas con furiosas lágrimas cayendo por sus sucias mejillas, él había enviado aquella cierva cuando más lo necesitaba, había sido él, su profesor... su profesor que había dado la vida para protegerlo e incluso en su lecho de muerte no había podido estar en paz pues sabía que debía morir, y una parte de él ya lo suponía, dolorosamente dentro de su pecho sabía que debía haber una razón para que los Horrocruxs lo llamaran de ésa manera, una razón para hablar parsel... ¿Que Voldemort le pasó parte de sus poderes el día que intentó matarlo (la primera vez)? ¡Patrañas! Ahora lo entendía todo.
Ése viejo parecía saberlo todo y lo dejó en la ignoracia hasta el último segundo, cuando ya no podía hacer nada, cuando ya no podía dar marcha atrás, cuando ya estaba resignado.
Cuando ya no quería vivir.
Había sido una inteligente estrategia, no podía negarlo, y tampoco tenía las fuerzas ni las ganas para despotricar contra el hombre, aún faltaba matar a la serpiente, pero antes de éso... debía ir a despedirse de sus amigos.
Hermione lloró, como nunca lo había hecho y aún así se sintió tan lejano, desde luego, quizás ella también ya sentía que algo así le deparaba, había un aire de resignación que flotaba sobre el trío de oro, pidió como último favor a sus amigos que se encargaran de la serpiente, y con pasos lentos y pesados; como quien es guiado a la horca, Harry avanzó por los terrenos de Hogwarts; su hogar, hasta su última morada dentro del bosque.
Había tantos recuerdos en las paredes de ése castillo; buenos, malos, y peores, pero no podría cambiarlos, pues éso lo había convertido en la persona que era ahora.
En los límites del bosque llevó la snitch que el director le había obsequiado a los labios respirando sobre ella, y murmurando suavemente: —Estoy a punto de morir— la pequeña pelota dorada abrió un compartimento secreto para revelar así una piedra oscura y lisa con el grabado de las reliquias de la muerte sobre ella.
Con la duda aún azotando su corazón, Harry dio tres giros a la piedra en la palma de su mano creando así una conexión con la muerte y atrayendo a los espíritus convocados por ella. Pero no apareció nadie, nadie salvo una gran e imponente figura misteriosa y encapuchada que flotaba frente a él, el aire se enfrió por completo, pero no de la manera en la que lo hacía cuando los dementores aparecían, no, éste frío… la sensación era como cuando comenzaba a caer la primera nevada de invierno, que te otorgaba una paradójica sensación de calidez en el pecho y te inundaba de calma y tranquilidad, porque sabes que la muerte lo único que quiere es darte un descanso.
Con el corazón latiéndole a mil, y con una nerviosa semi sonrisa, Harry cabeceó hacía la figura espectral a modo de saludo, el ser, mucho más antiguo que cualquier otro, se acercó flotando en el aire, sus túnicas, de un negro mucho más negro que la propia oscuridad parecían tener vida propia; con el mismo efecto que tenían las ropas cuando te encontrabas bajo el agua, flotaban alrededor de la figura oscura en movimientos abstractos y sin ningún patrón aparente, la esquelética mano se acercó al pálido rostro del niño dejando una suave caricia.
—Mi hijo pródigo, vuelve a mí y descansa por la eternidad— era apenas un susurro, sin embargo Harry podía oír a la perfección, y el ofrecimiento de descanso eterno era tan tentador.
Simplemente abrazarse a ella y dejar todo atrás, dormir y no volver a abrir los ojos, ser cobijada por la Madre Muerte.
—¿Aún no es hora?— fue más una pregunta que una afirmación, con vacilación y algo de tristeza tuvo que negar con la cabeza —Aún tengo un destino que cumplir— volvió a hablar —Luego podrás llevarme a tus dominios-—
La Muerte lo miró, en tenso silencio solo para asentir, aceptando su decisión de continuar con aquella dolorosa vida por un tiempo más.
—¿Podré ver a mis padres ahora?— preguntó, con lágrimas en los ojos a la figura frente a él.
En el bosque prohibido, a punto de ofrecerse como un cerdo para el matadero, Harry; con la piedra de la resurrección en mano, preguntó si podría ver al fin a sus padres cuando su destino se cumpla y perezca. La figura encapuchada frente a él permanecía en silencio, girando levemente el rostro cubierto por la túnica en confusión, como si no pudiera entender la pregunta que se le hacía, y señaló detrás suyo las figuras fantasmales de Remus y Sirius que se mostraron visiblemente tristes.
—Ellos nunca estuvieron de éste lado, cachorro— habló Sirius, con los puños apretados con fuerza y el ceño fruncido, aparentemente enojado.
El menor sintió su respiración agitarse, su pulso se aceleró y un nudo comenzó a formarse en su garganta. Sentía que no podía tragar saliva y sus ojos picaban, era el inicio de un ataque de pánico llegando a él.
—Sirius... no entiendo-—murmuró con voz queda, su corazón golpeando dolorosamente en su pecho y sintiendo una especie de vértigo que le haría temblar las rodillas, como si éstas no pudieran soportar su peso, cuando vio que su padrino y su tío honorario desviaban la mirada al suelo con impotencia algo pareció hacer ¡Click! en su mente.
—Ellos nunca murieron— la voz espectral de la muerte le llegó desde atrás y Harry volvió a girarse hacia el antiguo ser. El pequeño hilo que sujetaba su cordura rompiéndose. La decepción llegando a oleadas en él, así como la furia y el enojo, sentimientos tan viscerales que empezó a temblar puramente porque intentaba con todas sus fuerzas no ir en busca de aquellas dos personas.
—¿Qué?— susurró, sintiendo las primeras lágrimas caer, lágrimas no de tristeza, sino de rabia, pero Harry no recibió respuesta, solo un tenso y frío abrazo reconfortante por parte de la extraña figura que era La Muerte, que intentaba calmarlo, y lo estaba logrando, porque poco a poco los temblores iban disminuyendo hasta que su cuerpo quedó laxo y flojo.
Si no murieron significaba que lo habían abandonado; lo habían dejado conscientemente con su tía Petunia para ser tratado como un elfo doméstico, habían dejado a su amigo pudrirse por doce años en Azkaban por cobardía ¡Por que éso era de cobardes! Dejar el peso de toda una guerra sobre sus hombros mientras ellos corrían a refugiarse era de cobardes, de rastreros.
Y si lo abandonaron significaba que no importaba en sus vidas.
Y la ira se convirtió en tristeza y la tristeza en dolor.
Abandonarlo significaba que no lo amaban.
El dolor pasó a ser decepción, decepción que le brotaba desde los poros.
—¿Aún quieres ir a morir?— preguntó el ser encapuchado, Harry lo miró, con su rostro desfigurado en el cansancio y sus ojos brillando con la traición.
—Sí— susurró, aún tenía que morir a manos de Voldemort por esa estúpida profecía, y aunque su mente gritaba por encontrar a los Potter y malditamente ofrecerlos al Señor Tenebroso... no tenía la fuerza de voluntad para hacerlo. Así que solo acercó la piedra a sus labios y la giró tres veces en su mano, antes de guardarla en su bolsillo.
—¿Duele, Sirius?...— giró levemente la cabeza para ver a su padrino —¿Duele morir?— preguntó, y el hombre de fantasmales ojos grises le sonrió con tristeza.
—Es como quedarse dormido— le respondió con voz serena.
—¿Se quedarán conmigo?— volvió a preguntar, un tinte suplicante filtrándose en su voz y sus manos cerrándose en puños por la ansiedad.
—Por supuesto— respondió rápidamente Remus.
—Siempre hemos estado contigo Harry— volvió a decir Sirius con una sonrisa.
Y tras un asentimiento agradecido, Harry volvió a girarse hacia la muerte, como quien recibe a una vieja amiga, y la tomó de la huesuda mano dejando que ésta la guiase hacia su fin.
Con la capa y la piedra en sus bolsillos, Harry era ignorante de que éstos se habían fusionado y ahora en su lugar descansaba una cadena de plata con un detalle en forma de triángulo con un círculo dentro, sus manos a su vez picaban por tener entre sus dedos la varita de sauco. Con un suspiro resignado, el muchacho de ojos verdes se acercó un poco más a La Muerte y dio un apretón a la mano fantasmal que lo sostenía como si de un tesoro precioso se tratase.
—¿Te quedarás también conmigo?— preguntó en un susurro Harry, su caminar era lento, pausado y cansado, no tenía prisa, pero tampoco alargaba el camino hacia su destino. La Muerte por otro lado, parecía confundida, pues de todos los mortales a los que se había presentado en aquella forma visible, solo Ignotius Peverell la había tratado con el debido respeto pero aún así, había temor en los ojos del antepasado del niño a su lado.
El muchacho de cabellos rebeldes no temía, y mas que respetuoso, era amable, un alma pura y amable corrompida por los designios de un hombre que aún en la muerte, los manejaba a todos con hilos invisibles como si de un maestro titiritero se tratase, La Muerte no distinguía entre el bien y el mal, ella solo estaba allí para recoger las almas de los mortales en el infinito ciclo de vida y muerte para que luego volvieran a reencarnar y que la historia se repita... tal vez, y sí, aunque no distinguía el bien y el mal propiamente dicho, si tenía el conocimiento, y sabía que aquél hombre que todos veneraban como a un santo, había mandado a muchos mortales a sus dominios antes de tiempo.
Y porque todo en ésta existencia era de naturaleza cíclica, y la idea de vivir es renacer constantemente, ser eterno e infinito... decidió en silencio que le daría a Harry la oportunidad de arreglar el ciclo alterado de su vida y otorgarle el poder del conocimiento, qué hacer con él, era únicamente decisión suya, después de todo era la primera vez que un mago lograba obtener todas sus reliquias para sí, y aunque éso no importara mucho en si se convertiría o no en el amo de la muerte; pues era el ser espectral el que decidiría quién lo sería, su alma pura y llena de cicatrices, llena de dolor y más vieja de lo que debería fue lo que lo llevó a tomar aquella decisión.
La de tener un amo, la de tener un heredero, la de convertirlo en su hijo.
Su verdadero hijo.
—¿Quieres que lo haga?— respondió con otra pregunta y para su sorpresa, a solo unos metros de encontrarse con Voldemort, Harry se giró para sonreírle.
—Me haría sentir más tranquilo— la mano espectral sobre la mortal se apretó antes de que La Muerte asintiera.
—Entonces lo haré— y con renovada confianza, Harry avanzó, escuchaba los murmullos de los mortífagos, los del mismo Voldemort quien realmente creía que él iría a verlo al bosque, se oía decepcionado, casi triste.
Miró hacia La Muerte una última vez encontrando que ya no era visible, sin embargo el peso de su esquelética mano aún se sentía sobre la suya, volvió a dar un largo y tal vez el último suspiro antes de acercarse al aquelarre de brujas y magos tenebrosos.
—Harry Potter— la voz serpenteante de Tom llenó el silencio del bosque y Harry solo le miró impasible, ignorando los gritos de Hagrid de fondo que le decía que no debería estar allí —El niño que vivió, viene para morir— un eco de risas vinieron de los lamebotas del señor oscuro.
Y Harry... Bueno, Harry no dijo absolutamente nada, miró a los ojos del hombre que le enseñaron debía ser su enemigo y solo pudo verse a sí mismo; alguien abandonado, alguien utilizado y una marioneta más en las manos de Albus Dumbledore. Pobre, pobre Señor Tenebroso, si solo supiera el gran esquema de las cosas detrás de los que él creía eran, sus ''propias decisiones''.
—Otra alma más que fue corrompida por él— fue el susurro de la Muerte y luego de éso solo pudo ver el resplandor verde.
Verde brillante y un dolor intenso recorriendo cada célula de su cuerpo antes de que todo se apagase, el verde dio paso a la oscuridad y ésta a su vez al blanco, una estación de trenes de blanco impoluto, Harry giró sobre su eje encontrando el lugar vacío, con excepción de una pequeña criatura moribunda con el rostro de una serpiente monstruosa que tenía Voldemort después del ritual que le dio un nuevo cuerpo.
—No sientas lástima por los muertos, Harry— el eco de la voz de la Muerte llegó como el susurro de un amante a los oídos del chico de ojos verdes; un susurro suave, cálido y amable —Ten pena pena de los vivos, y, sobre todo de aquellos que existen sin poder vivir— la figura fantasmal y encapuchada se apareció justo frente a él, permaneció flotando en el aire, observando nuevamente con curiosidad al chico —No es bueno dejarse arrastrar por los sueños, y olvidarse de vivir...— poco a poco el espectro frente a él comenzó a tomar forma más humana, de la misma estatura que él, con las mismas ropas que él, y con el mismo rostro que él. Lo único diferente era el cabello, tan negro como las plumas de un cuervo, la piel, blanca... muy blanca, de un color blanquecino casi azulado y semi transparente, y sus ojos, que en vez de verdes eran grises, tirando más al blanco que otra cosa, mucho más claros de lo que alguna vez los tuvo Ollivanders —¿Y no es acaso el sentido de la vida transmitir el conocimiento?— preguntó, la figura de La Muerte enseñó una sonrisa llena de dientes puntiagudos antes de desaparecer en humo negro y volver a aparecer detrás de Harry, sus brazos fríos rodeando su cuerpo desde atrás en un abrazo, sus manos frías descansado en su pecho, sobre el corazón —Desde el principio; cuando el uno se transformó en dos... no hubo propósito más alto que el que compartir todo lo aprendido— Harry frunció el ceño pero no se alejó del abrazo, sintiéndose cálido aún a pesar de la temperatura baja la piel contraria.
—Pero... hay tanto conocimiento— murmuró con nerviosismo —La humanidad nunca estará lista para ello, el ser humano está simplemente motivado por el poder— dijo ésta vez con más seguridad —Poder mágico, poder político, el dinero, el propio y limitado conocimiento que poseen, es nuestra naturaleza, nos alzamos gracias a ella y caemos por ella, como un circulo vicioso sin sentido—sus manos subieron a su pecho para descansar sobre las pálidas y heladas manos huesudas de su gemelo muerto —Aquello solo podría brindarnos inestabilidad y caos— y la carne y el hueso se convirtieron en humo negro otra vez, y La Muerte apareció frente a él, tomándolo de las mejillas y uniendo sus frentes con los ojos cerrados; piel tibia en contacto con la fría.
—La ignorancia brinda caos, hijo mío. No el conocimiento— y lentamente comenzó a separarse de él, el gris blanquecino de sus ojos chocando con el verde brillante, aún sosteniendo sus mejillas volvió a sonreír, ésta vez más suave, delicado. —¿Estás listo para conocer? ¿Estás listo para ver?— preguntó en un susurro.
—Sí— respondió —Solo espero ser digno de ello— agregó rápidamente. La risa de su gemelo muerto se oyó musical, como pequeñas campanas danzando al ritmo del viento.
—Siempre lo has sido, hijo mío— acarició sus cabellos con cariño familiar —Siempre—
Y La Muerte comenzó a caminar guiando a Harry hacia ningún lugar en concreto.
(N/a: nueva fic, porque un chico me puso super de malas con una horrible fic y quise hacer la mía, pero mejor, con mejor trama, mejores diálogos, mejor narrativa y sobre todo, mejor ortografía. Necesitamos más fics con buena ortografía, pls 💕😭)
Editado y corregido el 01/08/2022
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