Magia que no es magia
Capítulo 3: Magia que no es magia.
''...No queda dolor, está disminuyendo. Un barco, en la lejanía, humeando en el horizonte. Tan solo atraviesas las olas. Tus labios se mueven pero no puedo escuchar lo que dices...''
Su respiración era acelerada, sentía sus ojos picar y su corazón corriendo de manera irregular, se fijó en el niño frente a ella, era... era solo éso, un niño, con sus manos aún temblorosas y con muchas dudas, acercó al niño a su pecho, abrazándolo como nunca antes, sintiendo que el chico frente a ella lograba tranquilizar solo un poco su respiración, aún corrían lágrimas por sus mejillas manchadas de sangre y ella no entendía, sólo hace unos años él supo la verdad sobre la muerte de sus padres ¿Porqué le afectaba tanto la noticia de sus abuelos? Sí, los habían dado por desaparecidos hace muchos años, y siempre creyó que el grupo de raritos al cual pertenecía su hermana era el culpable.
Por éso había estado tan renuente a dejar que el niño supiera de sus orígenes. Ella pretendía criarlo como un niño común y corriente, nada de magia ni anormalidad; se repetía, nada que lo llevara a un destino peor que la muerte, estudiaría en una buena escuela dónde lograría comportarse, incluso Vernon podría ayudarlo a conseguir su primer empleo, ella solo quería; muy en el fondo y debajo todo ése desdén que profesaba, que tuviera una vida tranquila alejada del peligro.
Entonces apareció aquél semigigante y lo había llevado a incontables situaciones peligrosas, por supuesto que sí, la sub directora de su escuela le había informado de cada pequeño detalle que Harry había vivido en aquella escuela; cada hueso roto, cada examen y prueba, sus calificaciones... todo iba a ella junto con las explicaciones de qué significaba algo que ella no comprendiera.
Aún después de que su sobrino fuese llevado a ése mundo de locos, aún así ella veía por él desde las sombras, sin embargo siempre lo había ocultado, ¿Mostrar lo mejor de ella al muchacho? ¿Para qué? El niño necesitaba una madre, ya no, y ella no podría, no después de tanto daño ya hecho.
—Harry... chico ¿Qué es lo que pasa? No puedo ayudarte si no me dices lo que sucede— intentó hablar de forma tranquila, rogando que el muchacho no se alterara, no sabía muy bien cómo tratarlo, años de fingir indiferencia y negligencia le estaban pasando factura ¿Cómo reaccionaría el niño al buen trato?
Sin embargo, Harry la sorprendió mientras daba un sonoro suspiro en un intento por tranquilizarse, se limpió el rostro y lentamente se separó de ella. Petunia lo miro, aún había sangre aquí y allá, por lo que tomó la manga de su bata entre sus manos y decidió limpiar un poco el rostro del chico, se veía bien, era mucha sangre pero sabía que el sangrado de nariz solía ser abundante, y estaba nerviosa, pero el chico le diría si tuviera una herida grave ¿Verdad?
Sus ojos verdes se veían tristes, y Petunia lo había criado por más de diez años, había visto muchas emociones en el rostro de Harry, pero no una tristeza tan absoluta como la de ahora, incluso había una pequeña chispa de enojo que solo verías si supieras buscar. El menor se acomodó en el piso, sus rodillas pegadas a su pecho y él abrazándose a sí mismo, Petunia lo miró por un largo tiempo antes de acomodarse también, de forma en la que estaban uno frente al otro.
—¿Harry?— lo llamó la mujer, al ver que los tristes ojos verdes solo miraban un punto fijo tras suyo, giró varias veces a ver que había allí, pero su sobrino parecía estar en una especie de shock. Y cuando iba a volver a llamarlo; temiendo que le hubiese pasado algo mucho peor de lo que las cartas decían en su escuela de raritos... el chico comenzó a hablar:
—La magia es una cosa caprichosa, tía Petunia— murmuró por lo bajo Harry, sus ojos aún fijos tras ella, como si puediera ver algo invisible allí y le dio escalofríos de solo pensar que había algo que no podía ver tras ella. Pero decididamente intentó ignorarlo, debía prestar atención a lo que el chico decía —Hay una profecía que dice que yo debo matar al mago oscuro más poderoso de los últimos quinientos años, y fue dicha incluso antes que naciera— Petunia casi gritó al ver una fuente de plata que flotaba hacia ellos, dentro había una especie de líquido transparente, pero había algo raro allí... observó como Harry sacaba una varita de entre sus ropas, una que no era suya; la recordaba muy bien, ésta era diferente, llevó la varita a su sien y pequeños hilitos de una bruma brillosaa comenzaron a salir, observaba con fascinado horror como uno por uno, ponía aquellos hilillos en la fuente de agua rara que flotaba.
Por fin Harry posó su mirada sobre ella.
—Éste es un pensadero, y ésos que me viste poner allí, eran recuerdos, entraré contigo allí, y te mostrarán mis memorias, así entenderás, ¿Puedes hacer éso por mí, tía?— y Petunia estaba asustada, asustada como la mierda porque de repente su sobrino ya no estaba alterado ni llorando, ahora había una helada furia saliendo a borbotones de él, y aunque no estaba especialmente dirigida a ella, igual la aterrorizaba porque podía sentir la magia como electricidad en el aire y era helada y parecía atraer a la muerte.
—No sé cómo hacerlo— susurró la mujer —Muéstrame cómo y lo haré— continuó y vio una chispa de algo que no pudo identificar en los ojos de su sobrino, antes de que asintiera y llevara su rostro al agua y permaneciera allí, con duda, pero curiosidad y miedo, se acercó notando que el pensadero se ampliaba para ella también pudiera ingresar.
Y lo hizo, en un principio todo era muy confuso, muchas sombras y luces, oía susurros, dio un salto cuando sintió que algo la tomaba del brazo y se sintió aliviada de que era su sobrino. Harry miraba fijamente hacia un punto a la derecha de ambos y Petunia hizo lo mismo, juntos se acercaron hacia los susurros y vieron a dos personas muy conocidas para Harry.
''—Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... —''
La mujer miraba con sus grandes ojos azules a Albus Dumbledore y una extraña mujer de grandes lentes redondos.
''—El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes...''
Y un escalofrío recorrió a la mujer al ver los brillantes ojos del Director de Hogwarts.
—Él está lejos de ser el hombre que crees, es... él es malvado— vio a Harry mirar con profundo odio y enojo al hombre. —La profecía no era por el Señor Oscuro Voldemort, por supuesto que no, era por él— y Petunia miró con sorpresa a su sobrino que le regalaba una sonrisa triste.
—Fueron sus engaños los que hicieron que Tom Riddle, uno de los mejores magos de su generación se convirtiera en el monstruo que es ahora, fue él quien le dijo a Lily y James Potter de la profecía y sin darse cuenta me marcó como su igual— notó el temblor en las manos del chico, y no podría estar segura de si era por miedo o por enojo. Ya habiendo calmado al chico con anterioridad, era más que obvio que no podría negarle a su sobrino otro pequeño gesto de simpatía, por lo que con delicadeza le tomó del brazo y esperó a que sus ojos demostraran todo lo que tercamente se negaba a expresar en palabras. Vio la pequeña sonrisa en el rostro de su sobrino y veía que lo intentaba, realmente intentaba no perder el control y éste chico frente a ella no se parecía en nada al Harry que vio antes de que fuera a estudiar; había vuelto diferente, un poco pensativo y más decaído de lo normal, y luego había despertado llorando solo a los tres días de volver de su colegio y ahora su mirada parecía tan lejana, como la de alguien que vivió de demasiado y por éso tenía cierto temor, no sabía qué haría éste nuevo Harry al perder el control.
—El siguiente recuerdo tal vez no te guste, pero por favor, necesito que lo termines— ella asintió y se dejó guiar por el chico, rápidamente la anterior memoria se difuminó en la bruma y apareció una nueva.
Estaban ubicados en un lugar desconocido, era una casa grande, los colores cálidos abundaban y en medio de la sala estaban Albus Dumbledore, la rara de su hermana Lily y su esposo igual de raro. Miró confusa hacia ellos, el matrimonio se veía asustado y un pequeño Harry bebé descansaba sobre las piernas de ella. Lágrimas se juntaban en las esquinas de los ojos de Lily y su esposo la tomaba de la mano en señal de contención, frente a ellos, el viejo mago se mantenía en silencio observando a ambos jóvenes con preocupación.
''—No estamos listos para enfrentar una amenaza así, Director—'' habló primero James, y los ojos de Petunia no podían apartarse de la escena. ''—Voldemort está tras nuestras cabezas y no pienso arriesgar a Lily así—'' entonces la confusión llegó al rostro de la mujer que rápidamente se giró hacia Harry, el muchacho solo se encogió de hombros con la traición pintada en sus ojos.
''—James, no puedes simplemente huir. Harry es el único que puede matar a Voldemort—'' en el recuerdo Albus no se veía escandalizado, solo le preocupaba el posible abandono del niño dormido en las piernas de Lily.
''—¡No pondremos en peligro a Harry! Pero tampoco pienso arriesgar a Lily—'' James se veía muy decidido ''—¿No hay forma de que él se quede con algún mentor o guardián que lo prepare para la batalla?—'' preguntó desesperado el hombre, el ceño de Dumbledore se arrugó.
''—James... Lily... según mi informante se está acercando el momento en el que Voldemort vendrá por ustedes, es tiempo de poner el encantamiento fidelio, mis muchachos—''
Petunia vio los asentimientos de la joven pareja, ella vio la callada que estaba Lily mientras ambos hombres discutían, la vio mirando a su hijo y cómo el miedo y el odio comenzaban a filtrarse en sus ojos verdes... ella no quería morir, podría tener otros hijos después, tenía a James de su lado, no sería una mala madre si dejaba a su niño con otras personas, no estaba preparada para morir, no lo estaba, entonces, con cuidado dejó al niño en medio de las almohadas sobre la alfombra y tomó con fuerza la mano de su esposo.
''—Creo que tengo una idea—'' comenzó, los ojos de todos se clavaron en ella, habló sobre cómo podían buscar una casa de seguridad mientras dejaban a Harry a cargo de sus padres, ellos podrían criarlos y una vez que toda la guerra termine, podrían volver y vivir como si nada hubiera ocurrido, como si no hubiesen abandonado a su hijo, como si no hubiesen huido, y Dumbledore... él lo había aceptado.
Sus ojos brillantes eran malvados, pero la estúpida hermana de Petunia era incapaz de ver a través de su propio miedo, y mientras ella iba a Alemania con su esposo, su madre... su bellísima y querida madre quedaba en ésa enorme casa cuidando de su nieto.
—Cada semana Dumbledore aparecía con pociones para ellos y les lanzaba hechizos para que me cuidaran como si fuera suyo, para que no hicieran preguntas por Lily y James, para que no salieran y no pensaran en nada del exterior, su mundo giraba en torno a mí, así lo decidió él— y como si éso fuera lo que se necesitaba, los recuerdos cambiaron y mostraban los sucesos que Harry acababa de mencionar.
—Fue mi culpa... si no fuera por mí ellos estarían vivos— y el recuerdo de aquél Halloween maldito apareció, desde la explosión que dio la bienvenida a Lord Voldemort en la casa de los Potter así como las muertes de sus abuelos . Harry no quería revivir éso, no quería ver como su abuela rogaba a la madre Muerte por un descanso eterno, pero fue necesario.
Petunia permanecía callada, salieron del pensadero y ella aún permaneció en silencio, con la mirada perdida, sus ojos azules se veían tristes pero su rostro permanecía en blanco, si Harry notó el temblor en las manos de la mujer, no dijo dijo nada al respecto.
—¿Qué pasó después? ¿Qué pasó de después de éso?— preguntó la mujer, Harry bajó la mirada completamente triste.
—Dumbledore llego a la casa, y lanzó un hechizo sobre sus cuerpos, esa noche fueron James y Lily Potter quienes habían muerto a manos del Señor Oscuro— y contra todo pronóstico, Petunia gritó, un grito desgarrador, era doloroso escucharlo y Harry; aún continuaba sorprendido por la imagen de su tía desconsolada y con el rostro lleno de lágrimas.
—Yo lo sabía, sabes... sabía que ellos tenían algo que ver con su desaparición— murmuró por lo bajo la mujer, Harry permaneció en silencio, dejando que llorara todo lo que se le había negado a llorar.
—Yo ni siquiera sé sus nombres— confesó el menor, sus tristes ojos verdes mirando hacia abajo.
Petunia sintió su corazón achicarse ante la noticia de que su sobrino ni siquiera sabía algo tan importante como el nombre de sus abuelos, se tranquilizó, respiró de forma lenta y pausada antes de ponerse de pie y tenderle la mano a Harry.
—Ven— lo llamó y el menor dudó por algunos segundos, pero Petunia seguía allí, con su cabello rubio desarreglado y sus ojos color ciejo irritados por el llanto anterior. Nunca la había visto tan humana como en ése momento. Le tomó la mano sintiendo cómo se estremecía —Estás helado, chico— le recriminó la mujer, antes de quitarse la delgada bata de su pijama y envolver con ella a su sobrino.
Salieron de la habitación de Harry y la mujer lo guió a la sala, donde prendió la chimenea y acercó al chico al sillón más próximo a las llamas, pobre Petunia que no entendía que su cuerpo solo era un cascarón vacío y que por éso tenía ésa temperatura, la vio ir a la cocina y escuchó la estufa encenderse, poco después volvió junto a él y de un estante que jamás tomó en cuenta, ella agarró un grueso libro y se sentó junto a él.
—Sus nombres eran Rosemary e Ian Evans— murmuró y una foto del jovencísimo matrimonio Evans le fue revelado, no era un libro lo que Petunia había tomado, era un álbum de fotos —Se conocieron cuando tu abuela tenía dieciséis, él tenía dieciocho fueron novios mucho tiempo antes de casarse, éso fue lo que siempre me contaron de niña— y con dedos temblorosos, Harry delineó la figura de Rosemary Evans, la mujer que dio la vida por protegerlo.
El sonido del agua hirviendo los asustó a los dos, la mujer dejó que Harry continuara mirando las fotos mientras iba a preparar un poco de té para ambos, una vez tuvo listo dos tazas humeantes de tilo y rosa mosqueta, volvió nuevamente a la sala, Harry seguía en la misma posición en la que lo dejó, aunque había pasado varias páginas del álbum de fotos, le entregó una taza y tomó asiento a su lado en silencio, dejó que el chico mirara cada una de las fotos con tranquilidad.
—Gracias, tía— murmuró una vez lo terminó, la página quedó en una foto de Rosemary e Ian, ambos sosteniendo a dos niñas muy diferentes, el hombre a la mayor, una niña rubia como él pero con los ojos de su madre, y la mujer a una niña pelirroja como ella pero con los ojos de su padre —No entiendo como una niña así pudo... pudo convertirse en ése monstruo— murmuró por lo bajo y Petunia sabía que se refería a Lily, y por primera vez, la mujer sintió compasión por el chico, no pena, por supuesto que no, ella reconocía que el chico era fuerte, jamás dejándose caer y si lo hacía siempre lograba levantarse, no, ella sentía compasión y si bien, era quizás parecido a la pena, ella quería remediar el dolor de su sobrino, después de todo ella no lo había abandonado como su madre. Tuvo la posibilidad, Dios sabe que la tuvo; dejarlo en un orfanato y olvidarse del niño e irse, podría odiar a su hermana por muchas razones, pero el niño no tenía la culpa.
—No lo sé, Harry... pero era justamente de todo éste peligro y dolor del que quería alejarte— murmuraba Petunia, sin darse cuenta su mano fue a la del chico y dejó un apretón —Solo quería que tuvieras una vida normal y tranquila— y ninguno volvió a hablar más.
Cada uno se hallaba perdido en sus propios pensamientos, Petunia quien realmente ya no podía apartarse de su sobrino; después de años de intentar alejarlo, ahora ya no podía, no iba a dejarlo solo en ésto, ya no. Y Harry, bueno, él estaba sorprendido por la actitud de su tía, fue una grata sorpresa, y jamás había sentido esa conexión familiar con ella hasta ahora, creyó que era su deber mostrarle lo ocurrido con sus padres, no creyó... no creyó que ése suceso formaría un vínculo con ella, miró a la figura de su madre, La Muerte, que se mantenía oculta en una esquina de la habitación, ella le regalaba una suave sonrisa.
—Ella solo buscaba protegerte, a su manera, pero lo hacía— oyó el susurro de su voz, Harry le regaló una suave sonrisa y asintió apenas.
—Te prepararé un baño, Harry, estás lleno de sangre y sudor, termina tu té y luego ven— dijo después de un tiempo Petunia, se levantó y fue primero a la cocina, donde Harry la vio tomar una caja de madera que mantenía oculta, la mujer le dio una sonrisa tensa al menor y marchó hacia el cuarto del baño.
—No es la mejor mujer, pero no busca hacerte daño— la voz de la Muerte resonaba en la quietud de la sala, Harry permaneció en silencio, años y años de maltrato y desdén no podían ser olvidados pero... ella realmente estaba intentando no ser una maldita con él.
—No creo que pueda perdonarlo todo de una vez— comenzó el menor, su mirada volvió a la foto de sus abuelos —Pero puedo darle una oportunidad— terminó y la mujer pálida y de negro oculta en las sombras le sonrió.
—Te estás convirtiendo en un hombre honorable, hijo— y si pudiera, Harry se sonrojaría.
—Me halagas, madre— murmuró antes de levantarse del sillón en el que se encontraba, se dirigió a la cocina donde limpió la taza que había usado y la colocó en uno de los estantes —Tal vez pueda confiar en ella— susurró lo último a su madre antes de marchar hacia el baño.
Una vez llegó frente a la puerta, podía oler el aroma del incienso salir la habitación, con confusión ingresó al baño donde su tía quemaba una rama de sándalo y lo dejaba consumirse en un tazón de barro, la misteriosa caja de madera que su tía tomó de la cocina estaba abierta y Harry notó que no era una caja común y corriente, tenía varios compartimientos justo como los que solía ver en la bótica del callejón diagon.
—Tu madre no era la única bruja de la familia, Harry— murmuró Petunia —Yo podría hacer magia si no tuviera un núcleo tan dañado, soy lo que consideran... ¿Una squib? ¿Así era?— ante el asentimiento de Harry le sonrió tensa, no era algo de lo que se sintiera orgullosa, no podía ser una bruja, tampoco podía ser una humana normal, era un punto medio asqueroso —Cada vez que tocaba ir por los materiales de Lily, aprovechaba y pedía que me compraran varios libros sobre herbología y rituales, no se necesita mucha magia para las plantas y los rituales... bueno, solo utilizo algunos muy comunes, rituales que incluso personas sin magia lo harían, para atraer la suerte o para eliminar las malas energías—
—¡Éso es increíble, tía Petunia!— emocionado Harry se acercó a ella, notó entonces la bañera llena hasta un poco más de la mitad en agua caliente, había también varias plantas y flores en el agua y solo al acercarse pudo percibir las notas amargas del agua —Nunca creí que pudieras hacer éso, ¿Qué hay en el agua?— preguntó curioso.
—No es algo que vaya diciendo a cualquiera, ni siquiera Vernon lo sabe, generalmente con él y con Duddley solo uso algunos aceites o velas, incluso algunos inciensos cuando no están— explicó —Y en el agua, solo algunas flores como violetas, narcisos, magnolias y lilas, todos ellos ayudan a obtener paz mental y espiritual, así como para eliminar el cansancio anímico y proporciona sueños pacíficos y reparadores, también hay algunas plantas como la ruda que sirve para prácticamente cualquier maleficio, y un poco de muérdago para alejar espíritus malignos, hay algunas hojas de mándragora para repeler malas intenciones y un poco de jengibre, evita los efectos negativos de las malas intenciones de los demás y estimula la buena suerte y las amistades, luego de todo lo que has descubierto, será necesario saber quiénes son tus verdaderos aliados— murmuró lo último, Harry permaneció en silencio, su tía... había ocultado por tanto tiempo ése don que poseía, rituales hogareños, ya casi ningún mago los usaba y si lo hacían, generalmente relegaban dichos menesteres a los elfos de la casa.
Era impresionante y justo a un lado de la puerta, parada al lado del lavado su madre le sonreía con serenidad y asentía.
Él podría confiar.
—Gracias tía— susurró apenas —¿Podrías... podrías quedarte conmigo?— preguntó, la mujer casi no lo escuchó, casi, y se sorprendió, no pudo negarlo, mas asintió en respuesta, no le molestaba en lo absoluto.
—Claro que sí, Harry. Puedes entrar en ropa interior, pero el agua debe cubrir todo tu cuerpo, por lo que deberás acostarte en la bañera— el muchacho asintió y con rapidez se quitó su camiseta y los pantalones quedando así solo en calzoncillos, con ayuda de su tía ingresó a la bañera, el agua estaba debidamente caliente pero apenas lo sentía, sin embargo, su piel rápidamente se puso rosada.
—Tía...— la llamó, sus ojos permanecían fijos en el techo del baño, la mujer se acercó con una esponja de baño y la mojó con el agua llena de hiernas.
—Dime, Harry— le habló mientras que con una dulzura impropia de ella, dejaba caer el agua de la esponja sobre los cabellos de su sobrino.
—Mañana quiero ir a Gringotts ¿Quieres ir conmigo?— comenzó a jugar con las flores que flotaban en el agua, Petunia lo miraba curioso.
—¿Quieres que te acompañe? ¿Porqué?— preguntó, ésta vez fue el turno de la mujer de mirarlo con curiosidad.
—Bueno, iré al banco para congelar las cuentas de los Potter, sin embargo, no podré hacerlo a menos que vaya con un tutor— empezó a hablar el chico, su mirada continuaba fija en las flores del agua verdosa de la bañera —Dumbledore es mi guardián mágico, y no confío en él... no confío en nadie— confesó el chico —Pero quiero confiar en ti, tía— sus ojos verdes ahora estaban clavados en los azules de Petunia y ella no podía simplemente negarse, no cuando los ojos de su padre estaban en los de su sobrino.
Petunia soltó un suspiro en lo que continuaba limpiando los cabellos de Harry, con paciencia y cuidado trataba de quitar la sangre seca y los restos de suciedad mientras pensaba en qué respuesta dar al menor. Había tantos sentimientos removiéndose dentro suyo, parte de ella quería ignorar todo lo ocurrido ésta noche, mandar al chico a dormir y continuar como si nada hubiese pasado pero, ¿Cómo podría hacerlo? No, no sería ella quien abandone al chico, ya tuvo suficiente de ello como para que ahora se le sumara otra tragedia más.
—Iré contigo, Harry. Si éso es lo que quieres, iré. Pero, ¿Para qué quieres congelar tus cuentas?— preguntó.
—James y Lily Potter utilizan la fortuna que tengo a través de Dumbledore, ellos no pueden retirar el oro porque legalmente están muertos. Planeo dejarlos en la miseria... para empezar— y con la rabia de su magia, sin darse cuenta la pequeña llama que consumía el sándalo triplicó su tamaño dejando la madera hecha cenizas —Lo siento, el punto es, que haré pagar a cada uno de los que me traicionaron... con sangre— Petunia detuvo el lavado del cabello del menor y lo miró atentamente al rostro.
—Harry... ¿Alguna vez has matado a alguien?— preguntó con seriedad, la pregunta tomó por sorpresa a Harry, había dado un pequeño salto en la bañera al escuchar el tono serio de su tía, pero se puso a pensar en ello. La imagen de Quirrell venía a su mente, tenía solo once años en ése entomces, luego, varios recuerdos asaltaron su mente, sí había matado gente, varios mortífagos en la batalla de Hogwarts, ahora recordaba muy bien, sus ojos perdieron cierto brillo y nuevamente desvió la mirada a las flores.
—Lo hice, sí. Uno no puede cargar con una maldición como la mía y salir impune— murmuró, cohibido pero no avergonzado, lo había hecho para sobrevivir y su madre le había dicho que nunca debía de avergonzarse de los deseos de su corazón. Cada vez que mató, realmente lo quiso, porque quería vivir, quería continuar luchando, era él o ellos.
—Entonces sabes lo que se siente— dijo en tono tranquilo Petunia —Sabes lo que se siente el poder de la vida y de la muerte en tus manos— continuó hablando, tomó un poco del shampoo especial que ella usaba y lo puso en el cabello de Harry y procedió a hacer masajes circulares al cuero cabelludo del chico —Te sientes poderoso. Y es lo peor que un ser humano puede hacer, porque ya no esperas que Dios haga algo de su justicia divina, no, ahora eres tú el busca hacer justicia por mano propia— su voz tenía leves notas de tristeza y la curiosidad empezó a picar en Harry.
—Hablas como si tuvieras experiencia en ello, tía— murmuró Harry y cerró los ojos, tanto por lo relajante que se sentía las manos limpiando sus cabellos, así como también para evitar la mirada de la mujer.
—Es por que lo tengo, niño— comenzó, ni una sola pizca de arrepentimiento en su voz —Eras demasiado pequeño para recordar, pero una vez fuimos con Duddley al supermercado y el corrió dentro del local nuevamente cuando ya estabamos por irnos, había ido corriendo tras él y tú te quedaste esperando afuera, cuando volví no estabas y comencé a buscarte como loca, te encontré dos calles más abajo en el fondo de callejón desierto, un hombre me daba la espalda y estaba comenzando a quitarte la ropa— Harry se tensó y pudo sentir como la voz de su tía tartamudeaba y no sabía si era por el terror se recordar el suceso o por rabia, sus manos también parecieron temblar —En ése momento no lo pensé mucho, dejé a Duddle escondido entre uno de los botes de basura y le pedí en susurros que se tapara los ojos, que jugaríamos a las escondidas y que no mirara hasta que le avisara— Harry abrió los ojos justo al momento en que Petunia comenzaba a quitar los restos del jabón de au cabello —El hombre ya te había sacado la chaqueta y la camiseta y tú te veías tan asustado porque ya iba por los pantalones, tomé lo primero que encontré en ése callejón y era una botella de cerveza rota, corrí hacia el hombre y clavé las puntas de la botella rota en su cuello— su respiración estaba acelerada y temía mirar a los ojos de su sobrino y encontrar repulsión, o peor aún, miedo. Era el primer alma a quien le confesaba aquél crimen y aunque en parte se sentía más ligera, no podía evitar ponerse nerviosa —Lo apuñalé con esa botella rota al menos cinco veces antes de volver a pensar con claridad, luego de eso solo te vestí lo más rápido que podía y envolvía la botella en mi abrigo manchado de sangre, te tomé en brazos y guarde el abrigo en una de las bolsas de compras que dejé con Duddley, lo tomé también a él y fuimos rápidamente al auto, nadie nos vio, y nadie hizo preguntas cuando encontraron el cuerpo de un criminal muerto en un callejón— terminó, para ése momento Harry giró la cabeza para mirarla al rostro y Petunia por fin pudo hacerle frente al muchacho, y no encontró nada, nada más que absoluta tranquilidad en rostro de su sobrino.
—Gracias— susurró Harry —Gracias por salvarme aquél día— y el pecho de la mujer dolió y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Eres mi sobrino, no podría dejar que nada tan horrible te pasara— y Harry le sonrió.
El resto del baño la pasaron en silencio, Petunia terminó de lavar el cabello del chico, y mientras él continuaba en la bañera, ella se dedicó a juntar cada uno de los ingredientes que había usado para el baño, cerró su caja de manera y lo llevó nuevamente a la cocina para guardarlo; donde nadie sospecharía. Luego de éso, la mujer volvió al cuarto de Harry donde limpió la poca sangre que había en el piso, también arregló la cama del chico, y busco un cambio de ropa para volver al cuarto de baño junto a él, el agua de la bañera ya se había enfriado y dejó la ropa a su sobrino para que pudiera ponérsela.
—Déjalo así, yo limpiaré— dijo la mujer, refiriéndose a la bañera, Harry asintió, sus ojos pesados por el cansancio y sus músculos más relajados de lo que nunca antes estuvieron.
Petunia lo acompañó hasta su habitación donde rápidamente se metió a la cama y lo arropó, dejando una rama de cedro bajo la almohada.
—Para las pesadillas— fue toda la explicación que obtuvo, Harry asintió un poco antes de cerrar los ojos y dormir, Petunia lo observó durante unos minutos para luego comenzar a peinar sus cabellos, aún mojados por el baño.
—Chico tonto, te vas a resfriar así— regañó sin la habitual dureza en sus palabras, continuó con las caricias por algunos minutos más para detenerse por completo —Yo no seré como Lily, no te abandonaré, Harry— prometió, dejó un pequeño beso sobre la frente del chico y salió en silencio de la habitación, debía limpiar el baño antes de volver a acostarse.
Sin embargo, en la habitación de Harry, éste se encontraba mirando el techo con concentración absoluta. La figura de La Muerte se acercó a él ocupando el mismo lugar que Petunia hace solo unos minutos y procedio a continuar con las caricias que la humana había detenido. Harry se dejó hacer por unos minutos antes de girar sobre su cuerpo para quedar en dirección a su madre, las caricias no se detuvieron.
—Tú lo sabías, ¿no?— preguntó Harry, ya sabiendo la respuesta, pero aún así queriendo una confirmación —Sabías que ella practicaba ésta magia sin... magia, que ella me había salvado de niño, ¿Lo sabías, verdad?— La Muerte le sonrió con ternura.
—Te dije que no buscaba hacerte daño— fue lo único que recibió, y Harry le sonrio.
—Sí puedo confiar en ella— murmuró en afirmación y La Muerte le sonrió en respuesta.
—Descansa hijo mío, tal vez no necesites dormir más, pero has pasado por muchas cosas, descansa que yo velaré por tus sueños— Harry asintió y dejó que el cansancio lo venciera, su respiración se hizo tranquila y pronto entró en un estado de semi-inconsciencia, La muerte continuó a su lado toda la noche; justo como lo había prometido.
La noche pasó con rapidez y antes de lo esperado ya estaba amaneciendo, Harry había despertado temprano ése día, no necesitaba dormir; como heredero de la muerte no necesitaba dormir, comer... morir. Podría hacerlo si así lo quería, así que por lo menos dormiría unas horas para aparentar y comería frente a los demás, debía aprovechar todo lo que podía las horas del día, había muchas cosas por hacer, muchas personas por hacer sufrir.
Una sonrisa depredadora apareció en su rostro mientras preparaba un desayuno para sus familiares, se sentía especialmente feliz, podía contar con su tía, alguien que lo entendía al menos un poco; que lo no lo juzgaría. Harry, muy a pesar de la oscuridad dentro de él, seguía siendo un alma bondadosa, por éso solo quería lo mejor para aquellos que apreciaba, como lo eran su padrino, Remus y ahora, su tía.
—Harry, no esperaba verte despierto tan temprano— Petunia había sido la primera en bajar, el menor se encontraba exprimiendo un par de naranjas para el jugo del desayuno cuando ella había llegado, el chico se giró a verla con una pequeña sonrisa.
—Buenos días, dormí bien, pero desperté temprano, estoy algo ansioso por ir al banco— saludó Harry, la mujer asintió y aunque su rostro no mostraba expresión alguna, sus ojos brillaban con alegría.
—Déjame ayudarte. ¿Tienes planeado algo más aparte de ir al banco?— preguntó la mujer, quien comenzó a freír un par de salchicas y ponía a tostar el pan.
—Bueno, tal vez comprarme algunos libros y quizás un buen guardarropa, me preguntaba si tal vez... no sé, tal vez tú querrías también nuevos libros sobre herbología o algunos ingredientes— Petunia se detuvo durante unos segundos para mirar al chico antes de sonreírle.
—Claro, me gustaría tener material más actualizado— la sonrisa que Harry le devolvió fue brillante y pronto oyeron pasos pesados bajar por las escaleras, Duddley había ingresado a la cocina y miró con recelo a Harry pero no dijo nada, se sirvió algo de té y se quedó mirándolos a ambos.
—Umm, tía— llamó Harry, mientras dejaba un plato lleno de tostadas frente a su primo, la mujer hizo un ruidito con la garganta para hacerle saber que lo escuchaba —¿Has pensado en tal vez enseñarle lo que sabes a Duddley?— el muchacho rubio detuvo la tostada a medio comer en el aire, miraba con confusión a su madre y luego a Harry.
—¿Crees que será conveniente?— preguntó Petunia tras un momento de sopesar la idea, siempre quiso poder tener esa clase de conexión con su pequeño, tal vez si tenía el don podría ser como ella, haciendo magia sin necesidad de tenerla.
—¿De qué hablan ustedes dos?— preguntó Duddley, harto de tanto secretismo entre su madre y su primo. No estaba molesto, solo confundido.
—Tal vez podríamos llevarlo al banco con nosotros— dijo algo dubitativo Harry, miró primero a su madre, quien se ocultaba en las sombras de una de las esquinas de la cocina, ella sonreía y asentía, confiaba en el buen juicio de su madre, entonces, ésta vez se giró a ver a su tía, quien se veía bastante sorprendida.
—Si tú crees que estaría bien— le respondió ella, Harry le sonrió.
—Tal vez incluso podamos comprar una lechuza para la casa, te enviaré muchas cartas cuando vaya al colegio, tía. Te mantendré al tanto de todo— Petunia le sonrió también, ambos ignoraron la cara de asombro de Duddley y continuaron haciendo el desayuno.
Solo una vez que todo estuvo preparado y listo, Harry se sentó frente a su primo y su tía al lado de su hijo, se sirvieron lo que cada uno deseaba y dejaron una generosa cantidad a Vernon, quien despertaría más tarde al ser su día de descanso.
—Bien Duddley, ¿Qué opinas?— preguntó su madre mientras daba un sorbo a su té, miraba ansiosa a su hijo que se veía confuso, muy confuso, no entendía nada ¿Qué rayos estaba sucediendo?
—No... No sé, estoy confundido— respondió con el ceño fruncido. Miró tanto a su madre como a Harry en busca de una explicación.
—Pues te decíamos si querías ir con nosotros al mundo mágico— respondió ésta vez Harry, quien se carcajeó un poco al ver los ojos de su primo enormemente abiertos y su boca también, incluso Petunia rió por lo bajo.
—¿Qué? ¿Hablan en serio? ¿Se puede? ¿Podemos?— preguntó de un solo tirón el rubio, se veía sorprendido y esperanzado. Harry quería limar las asperezas con Duddley, si bien, él siempre fue mejor tratado, había momentos en el que notaba los celos por no tener magia, ofrecerle pertenecer a ése mundo nuevo, al menos como un squib era mejor que nada, él lo sabía y su tía lo sabía, por éso es que aprendió tantos rituales.
Harry sonreía mientras escuchaba tan emocionada a su tía explicándole a Duddley como ella había aprendido ciertas ramas de la magia que sí podría hacer y que él, si lo deseaba podría aprender también, definitivamente fue una buena decisión, el saber que su primo estaba tan interesado en la magia fue una muy grata sorpresa, de vez en vez aportaba alguna que otra información, Duddley le mandaba miradas de agradecimiento y asombro de vez en cuando también, como si no creyera lo que le estaba sucediendo y poco a poco, justo como en la madrugada anterior, Harry comenzaba a sentir una pequeña conexión con su primo, de a poco iba reuniendo a su familia a su alrededor y cuando todos estuvieran con él, no habría poder sobre la tierra que lo detuviera.
La temperatura de repente bajó y tanto Petunia como Duddley se giraron hacia Harry, su magia se sentía pesada y podría verse pequeñas chispas de color verde a su alrededor mientras sonreía apenas, con sus ojos verdes brillando de manera sobrenatural.
—Es hora de prepararse tía, tengo un par de lirios venenosos que aplastar—
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