Parte X
Tres meses después.
El vestido, blanco e inmaculado, era lo nuevo.
La hebilla, aquella que había sostenido su cabello cuando se graduó de la escuela primaria, era lo viejo.
El dije con la flor del Nomeolvides era lo azul, y la cadena, perteneciente a Angie, consistía en lo prestado.
Amy miró su reflejo, preguntándose en qué demonios estaba pensando. Tenía tantos nervios que quería ir al baño por cuarta vez en la última hora y media, pero si lo mencionaba, Jude, quien estaba retocando su cabello, la asesinaría, pues ya le habían puesto el vestido.
— ¿Qué se siente?—le preguntó Jude, quien parecía tan emocionada como ella— ¿Tienes ganas de huir, como en "Runaway Bride"?
Amy sonrió, identificando la película. Le había costado un tiempo acostumbrarse a las continuas alusiones a películas de la menor de los Marlowe, pero comenzaba a tomarle la mano.
—Ojalá estuviera por casarme con Richard Gere—suspiró la pelirroja, sonriendo.
Jude rió.
—Supuestamente debería defender a mi hermano, pero creo que tienes toda la razón—peinó un mecho de cabello que seguía saliéndose de lugar—. Es increíble que ese tipo tenga como setenta años y siga siendo tan sensual.
—La magia de los ochenta—comentó Amy, jugueteando con sus manos.
Jude le sonrió, comprensiva, y de su bolso sacó un cubo rubik, indicándole que se entretuviera con ello. Amy lo tomó y comenzó a mover para todos los lados, sin encontrarle sentido alguno.
Luego de diez minutos de frustración continua, tocaron a la puerta.
—Amelia Boucher, te conviene dejarme entrar antes de que—pero lo puerta ya se había abierto de un tirón, permitiendo a la pelirroja poder tirarse sobre Angelique Bower, quien la recibió sorprendida entre sus brazos.
Angie ya no tenía las mechas azules que la misma Amy le había pintado, y su cabello estaba un poco más largo, pero se veía tan pacífica como siempre.
—Muy bien, díganme qué me tengo que poner—exigió, luego de saludar a Jude. Se habían conocido en la cena de ensayo la noche anterior.
La joven Marlowe le indicó un vestido, aún con su envoltura de plástico. La rizada se acercó a la prenda con precaución, como si lo que había adentro pudiera causarle daño. Cerró los ojos fuertemente al momento de bajar el cierre de la envoltura. Al abrirlos se encontró con un vestido de tirantes, con caída hasta el suelo, celeste cielo. La joven suspiró de alivio.
—Gracias al cielo—mencionó mirando al techo. Amy puso los ojos en blanco, sabiendo lo que sucedía—. Ya sabes, todo eso de que los vestidos de las damas de honor son horribles—le explicó a Jude, que miraba la escena confundida—. No digo que este sea hermoso—mencionó, con toda la intención de molestar a la pelirroja—, pero es pasable.
—Oh, ya cállate—exclamó Amy, sintiendo como los nervios renacían.
Angie sonrió, para luego caminar hacia su amiga, que se había dejado caer en la silla.
—Hey—llamó su atención. Puso las manos sobre los hombros de su amiga, quedando cara a cara con ella. Amy la miraba sorprendida—. Han pasado cosas más difíciles que decir "sí, acepto", solo tienes que evitar desmayarte—podría haber sido una broma, pero lo decía de una manera tan seria que la pelirroja no pudo hacer más que asentir, estupefacta—. Ahora permíteme ir a cambiarme—la soltó, tomó el vestido, les dedicó una última sonrisa, y salió de allí tarareando una canción.
—Creo que ella está tan nerviosa como tú—comentó Jude, tomando su vestido del gancho donde se hallaba.
—Tiene pánico escénico, por eso le gusta estar detrás de la cámara—explicó Amy, un poco desconcertada por la animosidad extrema de la usualmente tranquila Angie.
Jude suspiró, mirando a la puerta.
—Ojalá yo tuviera un Harry como ella—pareció recordar algo—. ¿Crees que él haya venido?
Lucía tan emocionad que Amy tuvo que reprimir la risa ante su exalto. Harry no había participado de la cena, pero se rumoreaba que era porque había tenido un asunto de último minuto y tuvo que retrasar su vuelo.
—Bueno, yo lo invité, no creo que dejara a Angie sola por mucho tiempo, así que es bastante probable que lo conozcas esta noche.
Jude salió de la habitación dando pequeños saltitos.
Era una iglesia, los baños estaban ubicados lejos de lo que ella llamaba "la sala de los nervios".
Se miró al espejo, preguntándose por qué alguien como Jules se casaría con alguien como ella, tan extrañamente caracterizada. Mientras Julian Marlowe parecía un modelo de marcas como Armani, Amelia Boucher se veía a sí misma como personaje recurrente en series policiales de relativa importancia, como Castle.
Alguien volvió a llamar a la puerta. Ella se volvió a sentar en la silla, cansada de las visitas, preguntándose quién sería esta vez. "Pase" indicó, para luego inclinarse a recoger el cubo Rubik que había dejado caer al piso al llegar Angie.
Cuando volvió a levantar la vista, sus padres le devolvieron la mirada por el reflejo del espejo.
—Amelia—susurró su madre. La miraba impresionada, recordando que la última vez que tuvo la oportunidad de ver a su hija en persona, aquella llevaba su traje de graduación.
Su padre se mostró más emocional, pues apenas ella se paró de su silla, el hombre ya estaba llorando, abrazándola fuertemente.
—Mamá—balbuceó ella—, Papá—y se largó a llorar.
Los tres se abrazaban ahora, sin intenciones de soltarse en un rato.
Jules, al otro lado de la puerta, sonreía.
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