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Parte V

Jules dormitaba. No era un sueño profundo, por lo que si alguno hacía un sonido lo suficientemente alto, él despertaría inmediatamente.

Jude realmente no podía concebir el sueño, por lo que observaba a todos a su alrededor. No podía asegurar si sus padres estaban dormidos o no, pues las espaldas de uno tapaban al otro, pero lo asumía. La chica pelirroja a su lado se veía demasiado inofensiva en posición fetal.

Amy comenzó a moverse, a abrir los ojos, como si hubiera sentido la mirada de la castaña sobre su persona. Se estiró, y se desperezó. Miró alrededor, y luego se paró. Cuando se volvió hacia Jude y la vio despierta, le susurró un "voy al baño" y salió de la habitación.

Jude esperó allí, ansiosa ahora que tenía con quien hablar. Había pasado cerca de hora y media desde que habló con Jules, y la inactividad la estaba matando. Después de diez minutos, la puerta se volvió a abrir, revelando a una insegura Amelia.

Mientras la observaba atravesar la habitación, tomándose un momento para observar a Julian, y luego sentarse a su lado, Jude se preguntó qué hubiera hecho ella en esa situación. La primera vez en que visitaba a los padres de su novio, donde tenían planeado contarles acerca de su compromiso, y recibir un rotundo "no" como respuesta a su buena noticia. Encima, que la madre se desmayara luego de tantos gritos, teniendo que pasar la noche en el hospital con esa familia que no la había recibido de buenas maneras. Debía ser una tortura.

— ¿Cuánto he dormido?—le preguntó la pelirroja con una sonrisa.

Jude se fijó en su reloj, ubicado plácidamente en su muñeca izquierda.

—No mucho, quizás tres horas, o tres horas y media. Son las cuatro de la mañana.

Amy pareció horrorizarse, pero luego la miró con preocupación.

— ¿Estás bien? ¿Segura que no quieres dormir un momento?—insistió, poniendo una mano maternal en su hombro.

Jude negó, sintiendo un sentimiento agridulce derramándose por su pecho. No estaba acostumbrada a que una persona que no fuera de su familia se preocupara de manera tan auténtica por ella.

—No puedo alcanzar el sueño, estoy hecha a la idea. Hasta que no estemos todos sanos en casa no dormiré—dijo simplemente. La expresión de tristeza que se pintó en las pecas de Amelia le advirtió que volvía a sentirse culpable por el accidente. Decidió cambiar de tema—. ¿Me seguirás contando acerca de su historia?

Amy la contempló sorprendida. Sus ojos se vieron levemente más brillantes de lo usual. Jude asumió que si alguien le hiciera a ella la misma pregunta se largaría a llorar, nunca sintió que a nadie le interesara. Supuso que a nadie realmente le interesa, pero siempre llega el momento en que se vuelve importante por el contexto.

—Pregunta—indicó Amy, mientras se llevaba disimuladamente el dedo índice al lagrimal.

Jude sonrió, empática, pensando en qué debería enfocarse ahora.

— ¿Cómo llegaste a Venecia?—la castaña se detuvo un rato, pensando en la gramática de esa oración—No, déjame cambiarlo—Amelia, que ahora lucía nerviosa, asintió—: ¿Por qué llegaste a Venecia?

Jude la oyó claramente tragar saliva. Quizás se estaba metiendo en donde no le incumbía.

Amy, se sobó un brazo, a pesar de que no hacía frio, y se llevó unos mechones de cabello atrás de la oreja. Volvió a tragar.

—Bueno—miró alrededor, intentando averiguar quién más podría estar escuchando. Suspiró, llevándose una mano a la frente—. Si tus padres escucharan esto definitivamente no me aceptarían.

Jude llevó una mano al hombro de la chica, dándole su apoyo. Amy inspiró profundamente y asintió.

—Todo se remonta a mis padres—comenzó, luciendo nerviosa y triste—. Ellos son una familia de nombre respetable, y yo soy su única heredera. El apellido, por este lado de la familia, se perdería. Ellos estaban convencidos de que, si nuestro legado estaba condenado a morir, simplemente por mi sexo, moriría honorablemente. Querían que yo fuera doctora, o abogada, o algo de eso.

Jude observó que sus ojos cansados por el sueño se iban avivando, recuperando esa chispa que tenía cuando estaba completamente despierta.

—Desde pequeña tuve inclinaciones por el arte, y ellos me dejaron ser, hasta el momento en que me preguntaron qué quería estudiar en la universidad y yo respondí Bellas Artes. Me dijeron que no—había un lamento en su hablar que resultaba doloroso en el alma al escucharlo—. Yo iba a estudiar abogacía y esa era su última palabra.

Dejó un silencio escabullirse entre los presentes, como si todos estuvieran escuchando su monologo.

—La noche del último día de clases, justo después de recibir mi diploma, empaqué mis cosas, ropa, efectos personales, los ahorros de mi corta vida, y me fui. Después de varios cambios de trenes, llegué a Venecia.

Ella tomó una bocanada de aire, como si se estuviera ahogando. Sus ojos estaban cristalizados.

—Me quedé allí por tres razones—mencionó—. La primera es que no me quedaba más dinero que para una última cena; la segunda, me pareció una ciudad bella, por más que no tuviera múltiples atractivos; y la tercera—su voz se quebró. Le tomó unos segundos volver a encontrarla— pensé que mis padres deducirían lo obvio, que yo estaría en alguna de las ciudades más artísticas del mundo, y vendrían a buscarme.

Luego ella bajó su cabeza, dejando que las lágrimas cayeran. Jude la miró con pena. A su alrededor, un respetuoso silencio se imponía.

La joven castaña no podía imaginar el dolor que su acompañante había sentido, y le indignaba no ser capaz de alcanzar niveles tan altos de empatía. Sus padres, por más estrictos que fueran, siempre habían defendido que un niño debería ser poder estudiar lo que quisiera, lo que lo hiciera feliz. Amelia Boucher no había tenido esa confianza por parte de sus responsables, lo que la había destruido.

Jude se sentís feliz de que esa chica se fuera a sumar a su familia.

— ¿Es por eso que, cuando antes pregunté como lo habían tomado tus padres...?—quiso saber la joven.

—Hace siete años que no sé nada de mis padres, y ellos tampoco saben que me voy a casar—dijo cortantemente la pelirroja.

Jude asintió, dejando que asimilara su cruda realidad en silencio.

Amy volvió a dormir. 

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