Rhaenyra Targaryen

Me desperté sobresaltada, sin saber donde estaba y buscando con la mirada a mi hijo Aegon, pero no había rastro de nadie, ni siquiera conocía el lugar donde estaba. 

Me levanté como pude para seguir observando por si algo me sonaba familiar, pero nada. 

¿Dónde se supone que estaba?

—¿Hola? —pero no hubo respuesta alguna. Caminé todo recto, estudiando todo. Ni siquiera se parecía en nada a lo que conocía, era como si todo estuviera cambiado o estuviera en otro mundo, no tenía ni idea, pero necesitaba respuestas del cómo había llegado hasta aquí. 

Todo era tan extraño, llevaba la misma ropa, pero estaba perfectamente, y no había rastro de nada de lo que había pasado. Era como si mi medio hermano nunca me hubiera asesinado. Esperaba que mi niño estuviera bien, y también esperaba con todo mi corazón que Aegon, mi medio hermano, pagara por todo lo que hizo. 

También esperaba con todo mi corazón que Daemon fuera a buscar a nuestro hijo y que lo salvara de ese rey usurpador.

Confundida seguí caminando, sin saber a donde ir, ni siquiera sabía por qué seguía caminando, era de noche y no se veía tanto como me gustaría. 

Aunque es verdad que esperaba que alguien apareciera para que pudiera ayudarme, o al menos decirme que había pasado, porque yo estaba demasiado perdida como para poder pensar en ello.

Solté un pequeño suspiro, pero todos mis sentidos se pusieron en alerta al ver a lo lejos una fuerte luz verde, proveniente de una de las casas. 

Miré hacia todos lados buscando a alguien que hubiera visto lo mismo que yo, pero nada. 

—¿Qué demonios fue eso? —susurré. Seguí caminando con cuidado y con un poco de miedo por lo que había pasado ahí, ni siquiera tenía el valor de acercarme sola. No conocía el lugar, así que eso podría explicar mi desconfianza.

—¿Hola? —un momento, esa voz yo la conocía muy bien, pero no podía ser él, ¿cierto?

Tal vez me estaba volviendo loca, era imposible que él estuviera en el mismo lugar que yo, no tenía sentido. Decidí ignorarlo y seguir caminando sin una dirección en concreto.

—¿¡Qué mierda es este maldito sitio!? —otra vez su voz, esto ya era raro y confuso. 

—¿Daemon? —susurré confundida, debía ver si de verdad se trataba de él. 

Caminé más rápido siguiendo su voz hasta que lo vi a lo lejos dándome la espalda. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Él también había muerto? 

No...

No podía ser cierto...

Nuestro hijo estaba solo y a saber que sería de él en estos momentos sin tener a sus padres a su lado.

Seguía sin creerme que él estuviera a unos metros de mí, después de nuestro tiempo separado pensé que me había abandonado y había dejado de amarme. 

Fue difícil, pero nunca lo reconocería en voz alta. 

Las cosas se habían complicado y él no estuvo a mi lado para apoyarme, ni siquiera para cuidar de sus hijos.

Dejé caer algunas lágrimas de mis ojos sin dejar de verlo, ni siquiera tenía las fuerzas para hablar y tampoco encontraba las palabras correctas para ello.

Siempre tuve la esperanza de volver a verlo una última vez.

Él de pronto se giró y dirigió su mirada hacia mí, sorprendido de verme, al igual que yo lo estaba.

—¿Rhaenyra? —susurró acercándose hacia mí lentamente. 

Sin creerlo, yo estaba igual que él, pero en mi caso, yo ni siquiera podía moverme de mi lugar. 

—¿Daemon? —murmuré y ya la distancia no existía entre nosotros. 

Él con cuidado me acarició la mejilla, con miedo, como si sintiera que en cualquier momento podría desaparecer. 

—Eres tú... —susurró sin poder creérselo. 

—Estás aquí —murmuré. 

—Y tú también, pensé que... Un momento, ¿cómo es que estás muerta? —solté un pequeño suspiro. 

—Larga historia que te contaré más tarde, ahora tenemos que saber donde demonios estamos porque este mundo no es el nuestro.

—Un momento, ¿en serio hemos aparecido en otro universo? ¿Cómo demonios es eso posible? Hubiera preferido reencarnarme en alguna persona y matar a los verdes que quedaban sinceramente —típico de él, no me sorprendía, es más, eso solo podía confirmar que estaba bien, aunque de la cabeza muy no estaba.

—Sí, ya puedo confirmar que eres tú —él bufó y miró a todas partes. 

—Qué lugar más horrible, quiero volver a nuestra casa con nuestros niños —yo también quería eso, pero creo que ya eso era bastante imposible de que se cumpliera. 

¿Por qué demonios aparecimos en este sitio? ¿Y como había sido posible?

—Tenemos que averiguar porque estamos aquí porque dudo mucho que podamos volver a nuestro universo —él asintió. 

—Bien vamos a investigar, pero no te alejes de mí —esta vez la que asintió fui yo y caminamos por las calles hasta que de pronto escuchamos el llanto de un bebé. 

Miré a Daemon. 

—¿Por qué hay un bebé llorando? ¿Y por qué sus padres no lo están calmando? —volteé los ojos caminando más rápido para encontrar al bebé que estaba llorando hasta que vi que el sonido provenía de la misma casa donde había visto esas luces verdes. 

Sin esperar si Daemon estaba o no, me adentré hacia ella y pude ver como la puerta estaba destrozada. 

Preocupada entré siguiendo el llanto, a punto de subir las escaleras, pero vi un cuerpo a mitad de ellas. 

—¡Rhaenyra! —escuché el grito de Daemon, y en unos segundos lo tuve detrás mio—. ¿Qué demonios pasó aquí? —eso quería saber yo. 

—No lo sé, acaba de verlo —el llanto se volvió a escuchar todavía más fuerte y como pude subí las escaleras para ir a la habitación y ver a un niño en su cuna y a una mujer tenida sin vida en el suelo. 

Necesitaba explicaciones sobre todo esto, ¿por qué había dos personas muertas en esta casa? 

Me acerqué como pude al niño que lloraba desconsoladamente y lo tomé en brazos con cuidado, pegándolo a mí.

—Ya tesoro —susurré meciéndolo para que pudiera calmarse aunque fuera un poco.

—Por todos los Dioses —escuché decir a Daemon, mientras yo me ocupaba de calmar al pequeño que tenía en brazos. 

No pasó mucho tiempo, porque logré dormirlo de alguna manera y le vi con una pequeña sonrisa. Me recordaba a mis niños cuando solo eran unos bebés. Cuanto los extrañaba a todos, y solo esperaba verlos una última vez. 

—Pobre del pequeño —susurré viendo a Daemon que me miraba con una expresión triste en su rostro. 

—Ha perdido a sus padres, pero sigo sin entender como es que ha pasado todo esto —murmuró él y yo ni siquiera sabía que más decir, me daba mucha pena esta situación—. Podríamos cuidarlo.

Abrí los ojos, sorprendida por eso, me había pillado desprevenida.

—¿Qué? —murmuré.

—Sí, pudo ver la luz que estás desprendiendo de solo cargarlo, y sé que en el fondo quieres que esté con nosotros. 

Asentí con una pequeña sonrisa, mirando de nuevo al bebé. Estaba muy a gusto durmiendo en mis brazos y a mí me gustaba sostenerlo en mi pecho.

—Ya estás a salvo mi niño —susurré.

NOTA DE LA AUTORA

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