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26

—Estoy cansada de esto, ya no puedo seguir más —Tzuyu casi tropieza con sus propios pies cuando la oye decir aquello. Gira a verla, notando como se fuerza a mantener su mirada fija en el suelo.—. Quiero terminar aquí.

Tzuyu traga saliva, moviéndose hasta quedar a unos centímetros de Jihyo—. ¿Hablas en serio?

—Sí, no puedo seguir escuchándote hablar mal de Caitlyn —espeta señalandola, y Tzuyu se obliga a no voltear sus ojos por su tonta reacción.

—Tú misma me pediste mi opinión, ahora te aguantas y escuchas hasta la última palabra —se defiende. Jihyo abre la boca y la vuelve a cerrar enseguida sin saber como responder; después de todo, tiene razón. Cuando oyó de Tzuyu que había terminado todo Arcane como lo había dicho, no dudo en preguntarle que le había parecido; específicamente, que pensaba sobre Caitlyn Kiramman.

Ahora mismo, desea no haberlo hecho.

—Sabes que Caitlyn es el personaje favorito de toda mi vida, ¿no puedes saltarte las partes dónde hablas mal de ella? —pero ni siquiera la cara de cachorrito regañado puede doblegar la determinación de Tzuyu.

—No —ni siquiera lo dudo. Aquello hace chillar de frustración a Jihyo. Que hablen mal de Caitlyn es como si hablaran mal de su familia: así de grave es la situación.

—Deja de llorar —Sana rodea los hombros de Jihyo mientras se burla de ella—. Hasta tú misma sabes que estuvo mal lo que hizo.

—Lo acepto, pero volvió a ser como era antes e hizo varias cosas para demostrar que solo estuvo cegada por la venganza, así que no quiero escuchar una crítica hacía ella —a Tzuyu le parece increíble como Jihyo defiende a capa y espada un personaje ficticio.

—¿Y sí mejor lo dejamos aquí? No estoy dispuesta a quedar en medio de otro enfrentamiento suyo —Dahyun interviene observando a la pareja falsa.

—Dahyun tiene razón, las cosas son más pacíficas cuando no se habla de Arcane —Jihyo da por terminado el debate, lo que hace suspirar a todas de alivio menos a Tzuyu, la cual se molesta un poco al perder la oportunidad de discutir.

Una semana pasó desde que Jihyo y Tzuyu aceptaron a ayudar a Dahyun con su plan titulado "CAAS", que se traduce a: "¿Cómo acercarse a Sana?". Jihyo explicó de forma breve ciertas cosas sobre su amiga, aunque no profundizó mucho ya que de eso se debe encargar Dahyun: a pesar de caerle bien, no quiere darle la delantera tan rápido. Tiene que ganárselo.

Sumado a eso, también planeó una salida a la feria de su ciudad que se celebra cerca de estas fechas aprovechando que la Navidad está cerca. Su excusa fue simple: «Sana, debes acompañarme a ese lugar porque de ninguna forma estaré sola con Tzuyu»︎. Es algo sutil, pero que sabía que funcionaría. Dicho y hecho.

Aunque, si es sincera, Sana no estaba entusiasmada con la idea ya que prefiere que Jihyo trate sola su asunto con Tzuyu, pero no pudo negarse cuando se lo pidió directamente.

—¿A qué juego vas a subir, Tzuyu? Hay mucho por donde escoger —pregunta Dahyun cuando las cuatro retoman la marcha. La susodicha observa sobre su cabeza hasta donde se alzan esos juegos mecánicos qué están diseñados, aparentemente, para crear diversión, pero lo único que escucha salir de ellas son puros gritos de horror.

—Definitivamente uno que no me haga vomitar —hasta el simple hecho de ver la rueda de la fortuna le provoca náuseas.

—¿Es necesario ser así de aburrida? —Jihyo murmura, y a pesar de escucharlo, Tzuyu ignora completamente aquel comentario—. ¿Cuál prefieres, Sana? Te acompañaré.

Sana observa la energía que desprende Jihyo, pero se pregunta si acaso olvidó el objetivo de su salida; se supone que se tomaría un montón de fotos con Tzuyu para probar lo felices que son juntas, pero desde que llegaron solo han discutido y ni siquiera han sacado el celular para ver la hora.

—Creo que iré por algo de comer —a pesar de que Jihyo sabe que comparten el gusto de experimentar esa sensación que te provoca una montaña rusa, decide pasar esta vez para darle más tiempo junto a Tzuyu.

—Sí es así, deja que Dahyun te acompañe —sin esperarlo, la de tez pálida es empujada hacía el lugar a un costado de Sana. Aunque agradece el hecho de que no tendrá que subirse a uno de esos monstruos gigantes, le pone nerviosa estar sola junto a la japonesa—. Tzuyu y yo veremos que hacer —añade.

—Oh. Claro —Sana no parece inmutarse, pero por dentro se pregunta porque razón, sí Jihyo no quería estar a solas junto a Tzuyu, ahora mismo es lo que está buscando.

Cuando la nipona se da vuelta en busca de un buen aperitivo, Dahyun observa a Jihyo mientras la sigue a paso lento; su rostro denota un "¿está bien si voy con ella?", sintiéndose insegura de si se sentirá cómoda o no con su compañía. Jihyo hace un ademán con su mano para que deja de preocuparse tanto y le enseña el pulgar para que continúe el plan con toda confianza.

—Entonces... ¿qué es lo que haremos? —Tzuyu se detiene detrás suya.

—No lo sé, solo sigue caminando —Jihyo la hace girar y empieza a empujarla para tomar una dirección contraria a la del dúo.

—Espera, ¿vamos a dejarlas solas? —pregunta con un deje de preocupación.

—¿No se supone qué ese era el objetivo?

—Sí, pero... no lo sé. ¿No es muy pronto?

Jihyo detiene su paso dándose cuenta de la inseguridad de Tzuyu, y la vuelve a colocar frente a frente para que su atención esté solo en ella—. Escucha. Dahyun debe aprender a manejar esto, porque sí las cosas salen bien, no será la única vez que estén solas.

Tzuyu la ve por varios segundos antes de suspirar—. Tienes razón.

—¡Claro que la tengo! —la contraria tiene que apretar sus labios en una fina línea para no decir nada contra su egocentrismo—. Sigamos, seguro encontramos algo para distraernos.

—De hecho, mira —señala, en un puesto cercano, un gran peluche de dinosaurio azul que resalta entre los demás—. Podríamos intentar ganarlo.

—¿Te gustan los dinosaurios? —su cabeza se inclina, viéndola entre sorprendida y confundida.

—¿Acaso no hubo una época de tu vida dónde te obsesionaste con los dinosaurios? Son geniales.

—Mi única hiperfijación ha sido League of Legends, así que no —Tzuyu tuvo que morderse la lengua para no decir un "y a mí me dices aburrida"—. ¿Pero, lo quieres?

—Pensándolo bien, no creo que podamos conseguirlo, tienes que jugar dardos y es algo difícil —responde en cambio.

Jihyo nota como sus ojos no se despegan de ese peluche, así que con un chasquido de lengua, se sube las mangas de su chaqueta y se dirige a paso seguro al puesto.

—Lo conseguiré —le promete.

—Espera, no es necesario —la toma del brazo, pero rápidamente escapa de su agarre.

—¿Qué clase de novia sería si no hago esto por ti? —le pregunta viéndola entre una sonrisa ladina—. Será mejor que te asegures de grabarme.

Jihyo se muestra decidida ante el reto frente suya. Siempre le han gustado los juegos de feria, sobretodo los que ve como un desafío que su lado competitivo desea superar a toda costa. Pero, lamentablemente, jugar dardos es más difícil de lo que pensó, y a pesar de ser un juego fácil de entender, le resulta difícil dominarlo.

—Está bien si no puedes —Tzuyu suelta pequeñas risas observando como pasó de iniciar el juego estando muy tranquila y con una agrandada sonrisa de seguridad, a ser una persona con cambios de expresión que daban miedo cada vez que estaba cerca de darle a la diana.

—Shhh. Ese peluche es nuestro —hace gestos para que guarde silencio y así poder concentrarse mejor para realizar sus tiradas.

Cuando por fin logra tener cuatro dardos clavados después de varios intentos, la sonrisa de Jihyo crece al escuchar las palabras del chico que atiende el puesto.

—¡Felicidades, acaban de ganarse un premio!

—¡Quiero ese! —exclama señalando el gigante brontosaurio azul colgado en lo alto.

—Me temo que no se podrá, ese es para la puntuación máxima. En cambio, ustedes se ganaron...— se agacha desapareciendo de la vista del dúo para aparecer nuevamente con una caja de cartón, la cual coloca sobre la barra—, ¡Esto! —de ahí saca un llavero en forma de gato negro.

Es... un colgante pequeño. Fácilmente cabe en la palma de sus manos. Es bonito, pero no es lo que quiere. Probablemente una manzana es más grande. ¿Ya se mencionó qué es pequeño?

—¿Esto? —la cara de decepción de Jihyo es notable. Muy notable.

—Oye, no me puedes culpar por no saber jugar dardos —cuando Tzuyu ve como el rostro de su acompañante cambia a uno ofendido, opta por guardar su celular (con el cual grabó todo como Jihyo le había pedido) y se acerca para tomarla del brazo.

—¡Gracias, es lindo! —se despide rápidamente mientras la jala lejos del puesto antes de que inicie una discusión. Otra vez.

—Eso fue muy grosero —murmura Jihyo una vez que se encuentran lo suficientemente apartadas, para alivio de Tzuyu—. Lo siento, fue todo lo que pude conseguir —dice elevando aquel llavero a la altura de su cabeza mientras juega con las puntas de sus pies apenada.

—Está bien, es... —al tomarlo, Tzuyu se da cuenta del parecido que tiene el gato negro con Jihyo; específicamente por sus grandes ojos que lo hacen ver—: Lindo —admite en medio de una sonrisa.

—Al menos a ti te gustó —le alivia que algo bueno haya resultado.

—Por cierto, que bueno que me dijiste que te grabara. Fue divertido verte. Por un momento, al verte tan segura, pensé que eras buena en los dardos.

—Y yo pensé que tenía un talento innato sin descubrir —se justifica sonrojadose—. Pero no me rendiré, habrá un juego por aquí que si pueda ganar —con la mirada comienza a buscar otro puesto donde pueda conseguir premios de forma rápida. Su atención es captada cuando ve a una chica jugando un reto de tiro al blanco con un arco—. Y acabo de encontrarlo.

Tzuyu observa como va a probar suerte una vez más; le sorprende como sigue todavía con toda la actitud a pesar de enterarse, hace unos cuantos minutos, su mala puntería. Supone que ahora busca confirmarla.

«Tsk. ¿Qué tan difícil puede ser esto?»︎. Jihyo toma entre sus brazos el arco mientras preparan su ronda. ¿No debe ser tan diferente a los juegos de primera persona, verdad? Aunque, si es sincera, hasta en esos tenía mala puntería.

Tzuyu, quien la observa desde una distancia prudente, nota la mala postura y no duda en ir a auxiliarla. Todo sea por la paz del dueño de aquel puesto.

—Lo estás haciendo mal —dice colocándose detrás suya para tomarla de sus codos.

Jihyo se estremece cuando siente las manos de Tzuyu subir hasta sus antebrazos, acomodarlos, y por último detenerse en sus manos.

—¿Cómo sabes qué lo estoy haciendo mal? —pregunta, pero tiene que carraspear cuando nota su voz temblorosa. «¿En qué momento empezó a hacer tanta calor? ¡Estamos como a diez grados!»︎.

—Cuando era adolescente me metí a un club de tiro con arco después de estar un poco enamorada de Katniss —responde, y Jihyo no puede decir nada para culparla. De hecho, la entiende—. Así que déjame ayudarte.

«Esta no es una buena forma de ayudarme»︎, es lo que piensa mientras traga saliva al sentir el cuerpo de Tzuyu presionarse más y más a su espalda. Pero la verdadera prueba de fuego llega cuando, sin esperarlo, siente un aliento cálido cerca de su oreja susurrando un: —Ahora mantente quieta.

Jihyo, esta vez, no puede disimular el escalofrío qué recorre su espina dorsal, por lo que de un salto se aleja de Tzuyu.

—¿Qué? —la ve cruzándose de brazos, molesta por la interrupción. Pensó que lo estaba haciendo bien.

—No, nada —responde con rapidez desviando su mirada en el acto. Tzuyu se da cuenta de como su mano cubre la oreja sonrojada, y eso inmediatamente la hace soltar una sonrisa traviesa.

—¿Te pusiste nerviosa?

—¡Claro que no! —Jihyo chilla, negando cualquier cosa que esté pasando por la mente de Tzuyu, la cual comienza a reírse de ella—. ¡Haré esto sola! No necesito tú ayuda —con paso decidido, vuelve a su lugar, procurando que su acompañante se mantenga, al menos, cinco pasos lejos suya.

Al regresar su atención al juego, puede notar como la encargada les sonríe a las dos con ternura, seguramente por la escena presenciado. Jihyo bufa, negando con su cabeza, e imita la postura que Tzuyu le recomendó mientras regula su respiración para concentrarse mejor en los tiros.

Sorprendentemente, termina obteniendo un resultado mejor de lo esperado y eso la pone feliz. Entre palabras de aliento por parte del público (Tzuyu), y dos intentos más, Jihyo logra ganarse un premio.

—¡Lo conseguiste! —Tzuyu exclama, claramente sorprendida, mientras la ve escoger su premio comportándose como una niña pequeña. Ella ni siquiera se extraña cuando la ve regresar con un peluche de Eevee.

—¡Mira, me recuerda a ti! —la taiwanesa se pregunta si aquello fue un cumplido. ¿Lo habrá escogido solo por esa razón?

—¿Ya estás satisfecha?

—¿Hablando de los premios? Sí. ¡Ahora hay que subirnos a un juego! —le propone llena de energía.

Tzuyu deja caer sus hombros abatida, dándose cuenta que esto tomará más tiempo de lo que pensó. Solo espera que Dahyun sí esté aprovechando la oportunidad.

[ 🧸 ]

Ahora mismo, Dahyun se odia. «Aunque odiar es una palabra muy fuerte y siempre hay que pensar positivamente de uno»︎, se recuerda.

Empecemos de nuevo.

Ahora mismo, Dahyun se detesta.

Definitivamente no puede tener ningún pensamiento positivo sobre si misma en este momento.

Habían quedado con que acompañaría a Sana por algún aperitivo, pero tan pronto como se quedaron solas, la japonesa le pidió esperarla mientras ella se fue a buscarlo. Ni siquiera hizo nada para convencerla de que deberían ir juntas, solo se quedó callada viéndola alejarse.

Sentada en una banca, se pregunta que tan probable es que Sana haya decidido irse sin avisar al ver que ya han pasado más de media hora.

«No, ella no haría eso»︎ se repite. Aunque no la conozca como le gustaría, duda que sea ese tipo de persona.

Soltando un pesado suspiro qué le provocaría lástima a cualquiera que la viera, Dahyun se queda observando el panorama frente suya. No solo hay familias disfrutando de los juegos, las atracciones y la comida, sino también parejas tomadas de la mano qué hacen que Dahyun desee ser más miope de lo que está. Sin embargo, mientras sigue explorando con sus ojos, capta algo que llama su atención. Un niño, seguramente no mayor a seis años, se encuentra dando vueltas sobre su eje mientras busca algo con insistencia. No tiene que ser detective para notar que se encuentra perdido y espera que alguien más lo auxilie, pero al notar como todos parecen más ocupados en sus asuntos, no puede evitar que su corazón se ablande ante la pequeña criatura.

—Hola, ¿estás perdido? —es una pregunta tonta ya que lo dedujo hace unos momentos, pero no sabe como iniciar esta conversación.

El niño eleva su mirada para verla con ojos interrogantes, pero en todo momento se mantiene en silencio. Lo único que nota es como aprieta con más fuerza el algodón de azúcar con forma de flor que tiene en su mano. Con eso, se da cuenta que cualquier paso en falso terminará con ella siendo acusada por secuestro.

—Mi nombre es Dahyun —se presenta con una gran sonrisa, y eso provoca que el agarre qué mantenía el pequeño se afloje. Ve aquello como buena señal—. ¿Tus padres están cerca? —«¡otra tonta pregunta, Kim Dahyun! Si estuvieran cerca, no estaría casi llorando»︎, se reprende.

Su incomodidad, y nerviosismo, crece cuando sigue sin recibir alguna respuesta: ¿cómo se supone qué lo ayude? Con la mirada empieza a buscar algún policía, pero tiene que moverse si de verdad quiere encontrar uno y dejar solo al niño no lo ve como una opción.

—¿Dahyun? —escucha su nombre detrás suya. Cuando voltea, Sana se encuentra con una bolsa de papel en su mano.

—¡Sanaaa! —lloriquea llena de alegría, y no solo porque confirmó que no se fue (lo cual agradece bastante), sino también porque espera que sea mejor hablando con los niños. Se acaba de dar cuenta que ella apesta en esto.

—¿Qué pasó? —pregunta agachandose a la altura de los dos.

—Creo que está perdido, pero no quiere hablarme —Dahyun le susurra ocultando su boca con la ayuda de su mano, en un intento de que solo la escuche ella—. ¿Crees qué luzco cómo una mala persona? —no encuentra otra razón lógica para entender porque aquel pequeño le tiene tanta desconfianza.

Sana la observa por varios segundos después de oír aquella descabellada pregunta: ¿Dahyun, lucir amenazante? Debe estar loca si lo piensa. A pesar de, prácticamente, apenas conocerla, siente cierta comodidad a su lado. Cuando la ve, por alguna razón, siempre está mostrando las hileras de sus dientes, por lo que deduce que es una persona muy alegre. Además, Jihyo (cuando no habla de Tzuyu), habla de Dahyun repitiendo una y otra vez que es muy divertida. Supone que aún lo tiene que descubrir —ya que no olvida su primera impresión—. Pero sí, definitivamente Dahyun no es del tipo aterrador; especialmente cuando sonríe y entrecierra sus ojos, viéndose más linda. A veces, solo a veces, se pregunta que tan incorrecto sería alzar su mano y atrapar una de sus mejillas. Pero solo a veces.

—¿Sana? —Dahyun la regresa a la realidad dejándola avergonzada por fantasear en público, pero logra disimularlo.

—No, no lo eres —sus palabras son muy cortas y banales a comparación de lo que realmente piensa, pero no puede decir aquello tan casualmente como si fuera su amiga. Desviando su mirada hacía el pequeño, habla—: Hola, soy Sana. Ahora mismo puede que estés asustado, pero somos buenas personas, queremos ayudarte, pero primero tienes que ayudarnos. ¿Cómo te llamas?

La pregunta queda al aire. El pequeño observa atentamente a las dos antes de dirigir su mirada a sus zapatos, luego la regresa y así sucesivamente dejando mareada a las dos adultas. ¿Qué tanto pensará?

—Mi mamá dice que no hable con extraños —inicia jugando con el final de su chaleco. Lo que dice, es algo muy inteligente, pero eso no las ayuda en nada. Después, para sorpresa de las dos, señala a Dahyun con timidez—. Pero ella me agrada. Tiene linda sonrisa —la coreana jadea al escuchar aquella confesión, sobre todo porque pensó que tenía una mala imagen.

—¿Cómo la de un gato, verdad? —las palabras de Sana solo aumentan más su sonrojo, apenandola y de paso dejándola sin palabras.

—¡Sí, como mi gato "Cookie"!

Dahyun agacha su cabeza soltando un suspiro imperceptible para los demás; se pregunta en que momento decidieron compararla con un felino. Solo espera que ese tal Cookie esté lindo, de lo contrario su autoestima bajará.

—Mi nombre es Juseung —se presenta haciendo una pequeña reverencia. Ahora parece entrar en confianza—. Mi papá me llevó a comprar algodón de azúcar. Me dijo que esperara mientras le daba dinero al señor, pero quise regresar con mamá para enseñarle el algodón, pero no recordé donde estaba y me perdí. Cuando quise regresar con mi papá, ya no lo encontré —termina de contar con un puchero de por medio. Aquel acto conmueve a las dos, las cuales se derriten de ternura.

—No te preocupes, Juseung, te ayudaremos —Sana lo consuela dándole ligeras caricias en su cabello—. Por aquí cerca vi a unos oficiales, estoy segura que ellos nos ayudarán a encontrarlos más rápido —se gira para decírselo a Dahyun, la cual asiente convencida. Luego, regresa su mirada al niño—: Tenemos que movernos, tus padres también deben estar buscándote.

—¿La señorita de linda sonrisa puede cargarme? —le pregunta, de nuevo con su pequeño dedo señalando la figura de Dahyun.

Ella, por su parte, estuvo a punto de protestar, pero la mirada insistente y suplicante de Sana la hizo callarse a tiempo. «¿De verdad tengo qué hacer esto? Estamos bien con ayudarlo, ¿por qué tenemos qué hacer lo qué pide?»︎.

—Claro, la señorita de linda sonrisa estará encantada de cargarte —Sana habla por ella logrando que el pequeño salte de felicidad.

«Bueno, al menos Sana dijo que tengo linda sonrisa»︎.

Con ayuda, Dahyun logra subir sobre sus hombros a Juseung, el cual parece emocionado después de haber crecido un metro y medio en un solo movimiento.

—¡Desde aquí podré ver a mis papás! —exclama emocionado y dejando ver por primera vez una sonrisa desde que lo conocieron.

—Sí los ves, nos avisas, ¿de acuerdo? —Sana pregunta, y él asiente con su cabeza cuando los tres comienzan a moverse. Después, dirige su mirada a Dahyun; ella sostiene a Juseung de los tobillos mientras tiene una mueca—. Estás haciendo un buen trabajo —Dahyun sonríe al escucharla, pero no es algo genuino y eso lo nota con rapidez.

—Al contrario, siento que no hice nada para ayudar. Sin ti, estoy segura que hubiera sido pateada por un niño de seis años —le asegura.

—Tengo cinco —mencionan por encima de su cabeza. Dahyun frunce el ceño: «¿eso cómo me hace sentir mejor?»︎.

—Te he visto involucrarte bien con grupos de personas —menciona Sana viéndola con curiosidad—. ¿Por qué con un niño sería diferente?

—Me es fácil hablar con gente nueva si es que estoy con amigas, o al menos personas que conozco. Cuando estoy sola, parece que pierdo toda habilidad social, independiente de con quien esté. Si lo pienso bien, creo que es algo patético.

—No siempre podremos hacer lo que nos gustaría, y eso está bien, aquello no nos hace patéticos. Además, eres amable y divertida, es por eso que es fácil hablar contigo, así que no te refieras a ti misma de esa manera —Dahyun no puede aguantarlo más y suelta una pequeña carcajada al escuchar un tono más serio en la voz de Sana, como si la estuviera regañando—. Oye, estoy intentando subirte el ánimo, ¿por qué te ríes?

—Lo siento, no pretendía hacerlo —se disculpa con rapidez a la par que se tranquiliza borrando cualquier rastro de diversión en su rostro—. Agradezco tus palabras, Sana. No quiero dar lástima, es solo que darme cuenta de mis defectos me hace querer mejorar aún más.

—¿Y estás segura qué es un defecto tuyo? Porque ahora mismo estás hablando conmigo, y lo estás haciendo muy bien. No creo que pierdas tus increíbles habilidades sociales como dices —aquello hace que Dahyun se detenga por un momento. Sana tiene razón y no se había dado cuenta; antes de que la viera irse, estaba temblando como un perrito a punto de bañarse, pero ahora está hablando con ella sin titubear. Aquello la hace sonreír, sintiendo una confianza repentina extenderse por su cuerpo.

—¡Pero es porque no están solas, yo sigo aquí! —Juseung se hace notar de nuevo. «¿A este niño le agrado o en realidad me odia?»︎, Dahyun necesita saberlo urgentemente.

—Ten, toma uno —Sana extiende aquella bolsa de papel con la que había llegado. Dentro, hay pequeños panes rellenos de nata, lo que hace que Dahyun salive.

—¡Gracias! —dice al momento de tomar uno y darle un gran mordisco haciéndola suspirar de satisfacción. Esto le alegra mucho el ánimo.

—Toma uno tu también, Juseung —escucha a Sana seguido de un agradecimiento por parte del susodicho.

—¿Señorita Dahyun? —Juseung habla llamando la atención de la coreana quien está a punto de terminarse su segundo pan—. ¿Cómo es qué es tan fuerte? Solo mi papá me carga sobre sus hombros, pero también puedes. Mi papá dice que tiene superfuerza, ¿usted también?

—Eh... —Dahyun mira a su alrededor sin saber que responderle, pero una idea llega a su mente—. Es porque desde pequeña le hice caso a mi madre y siempre me comía todo lo que ella me decía, especialmente las frutas y verduras —explica. Escucha a Sana soltar una pequeña risa que logra contener después, por lo que Dahyun le da un ligero empujón en su hombro para que se mantenga en silencio.

—Pero a mi no me gustan las verduras —el pequeño encorva su espalda desanimado de solo pensar que tiene que consumir aquellos alimentos para ser tan fuerte como ella y su papá.

—Entonces no podrás cargar a nadie —le advierte, lo cual Juseung se toma muy en serio: él realmente quiere tener esa fuerza, solo de esa manera se parecerá a sus superhéroes favoritos.

—Está bien, comeré todo lo que mi mamá diga —promete—. ¿Será qué Superman también come verduras?

—Oh sí, especialmente el brocoli y la calabaza. Debido a que las come, en algunas ocasiones puede resistirse a la kryptonita —aquel detalle solo deja aún más asombrado al pequeño, el cual cree en cada una de sus palabras y hace una nota mental para pedirle a su madre que le haga más comidas con aquellos ingredientes.

Dahyun ve como Sana le sonríe mientras niega con su cabeza, sorprendida por la rapidez con la que creó aquella historia, por lo que le responde encogiendose de hombros y moviendo sus labios formando un: "¿qué?", también con una sonrisa que le es imposible ocultar.

Sorprendentemente, ahora empieza a disfrutar la inesperada aparición de este niño, así que no le molestaría hablar un poco más con él.

—Oye, señorita Dahyun —Juseung se encorva para poder susurrarle—. Superman tiene una novia igual de linda que la señorita Sana. ¿Cree qué ella quiera salir conmigo? —Dahyun se queda pasmada al oírlo y lo ve de reojo, notando su genuina emoción.

«¿Qué veo? ¿Un rival?»︎.

Ni siquiera le responde a su pregunta. Lo que hace es observar a la persona a un lado suyo y decir con desesperación: —Sana, tememos que encontrar a sus papás. YA.

[ 🧸 ]

Tzuyu se toma un momento para preguntarse exactamente que está haciendo aquí al pie de esta gigante montaña rusa que le pone los pelos de punta cada vez que escucha el sonido de los vagones sobre los raíles o los gritos de —repito— terror. De solo ver el recorrido, su estómago se revuelve.

—Hay mucha gente —a pesar de haber esperado mucho para ser las siguientes en subirse, aún queda una larga cola detrás suya.

—Es porque este es el juego más divertido —Tzuyu necesita que Jihyo le defina rápidamente que es "divertido" para ella.

Está segura que hay cosas mucho más divertidas que subirse a un juego de varios metros de altura, como por ejemplo: quedarse sentadas en un banco, que está sobre el bonito suelo, y contar las estrellas; caminar, también sobre el bonito suelo, por lo largo del parque; seguir jugando en esos puestos, que están sobre el bonito suelo, donde Jihyo es mala y tiende a perder; esperar, sobre el bonito suelo, a que Dahyun y Sana terminen con lo que sea que estén haciendo; ¿ya mencionó qué quedarse en este bonito suelo es mucho mejor?

—¿Cómo te puede gustar subirte a uno de estos? ¿Acaso eres una especie de masoquista? —pregunta sintiéndose pequeña, lo cual es sorprendente, frente aquel monstruo.

—¿Ya hemos avanzado tanto cómo para qué te empiece a decir mis gustos? —su sonrisa sugerente, más la combinación de palabras que le da, la hace desear ser ciega y, sobretodo, sorda.

—Voy a ignorar que dijiste eso —dice en medio de una mueca de disgusto, ganándose una carcajada por parte de la mayor.

Tzuyu olvida rápidamente su reciente trauma desarrollado debido a lo que Jihyo dijo cuando ve llegar el vagón con las anteriores víctimas. Unos salen riendo, otros asustados y definitivamente hay uno que se fue a vomitar al cesto de basura más cercano.

—Ven, nos toca —Jihyo le hace un ademán con su mano para que la siga. Las personas que iban delante suya ya ocuparon sus respectivos lugares dejando vacíos los dos últimos asientos.

—Te veré desde aquí —no se mueve de su lugar, por lo que Jihyo se detiene a mitad de camino.

—¿Qué? ¿Por qué? —se ve decepcionada, pero ni siquiera eso la hace doblegar. Por nada del mundo pondrá un pie dentro de ese vagón—. Esperaste mucho junto a mí, ¿de verdad no quieres subirte?

—En realidad estoy un poco asustada, así que... —acaricia su brazo apenada por su cobardía, pero realmente no le entusiasma vivir aquella experiencia. Jihyo hace un pequeño puchero, pero no insiste respetando el deseo de Tzuyu. Estuvo a punto de también negarse a subir, ya que no le emociona tanto el hacerlo sola, pero el encargado del juego la interrumpe.

—Sí tu pareja no quiere subir, puedes buscar a alguien que te acompañe.

Ni siquiera pasó un segundo de escucharse aquello cuando Tzuyu siente un empujón en su hombro; el hombre que se encontraba detrás suya pasa a su lado con rapidez hasta llegar a un lado de Jihyo. Claramente vió la oportunidad y no la quiso desaprovechar.

—Linda, si te da miedo subir sola, puedo acompañarte —una sonrisa aparece en sus labios cantando victoria antes de tiempo—. Dime, ¿qué te parece? —el cuerpo de Tzuyu se mueve solo cuando ve como, en cámara lenta, la mano de aquel tipo se mueve para intentar tomar la de Jihyo.

Jihyo, siendo ingenua e ignorando totalmente las verdaderas intenciones del hombre, estuvo a punto de aceptar, pero de nuevo, en menos de tres minutos, es interrumpida.

—No —Tzuyu aparece tomándola de la muñeca para alejarla, poniéndola casi detrás suya—. Ella y yo venimos juntas —la forma tan seria y directa en como lo dijo, hace que el forastero de un paso atrás intimidado—. Vamos —sin esperar una respuesta de Jihyo, la arrastra hacía el vagón que las espera.

Tzuyu deja que Jihyo pasé primero para que tome lugar antes de sentarse en el suyo a un lado. Ni siquiera sabe que le pasó por la cabeza para actuar de esa forma tan impulsiva, y tampoco es como si quisiera averiguarlo. Su cuerpo simplemente actuó solo cuando vió aquella escena. Solo espera que Jihyo no pregunte nada, ya que lo último que tiene es una respuesta lógica.

—¿Estás segura de esto? No tienes que forzarte, no tengo problema en que él me acompañe —la simple mención de aquel pronombre logra que sus músculos se tensen. Ignorando la mayoría de sus palabras y solo recordando la última oración, Tzuyu se empieza a molestar: «¿de verdad Jihyo prefiere estar con un desconocido qué conmigo? Pues no lo conseguirá. Se supone que me está acompañando. No debería estar con alguien más»︎.

Sin seguir escuchando su parte lógica, da el visto bueno para empezar el juego cuando baja los cinturones de seguridad de cada una.

Si es sincera, para nada se siente segura.

Odia estar en esta situación. ¿Por qué hizo aquel tonto movimiento?

—¿Sabes? Deberías agradecerme. Te salvé de estar al lado de ese tipo que se le notaban sus dobles intenciones —se justifica cuando el vagón se comienza a mover.

Jihyo sonrío, no queriendo discutir respondiéndole un "¿y cuál sería el problema?". En cambio, se concentra en la forma en que Tzuyu cierra los ojos con fuerza, aprieta su agarre en el cinturón y empieza a hacer ejercicios de respiración cuando se van acercando a la caída.

«Sí está tan asustada, ¿por qué accedió a acompañarme?»︎. Jihyo suelta un sonoro suspiro rodando sus ojos. Compadeciendose, lleva su mano sobre la de Tzuyu, atrapando así sus nudillos y dedos.

Cuando la menor —quien estaba contando números para distraerse de su inminente muerte— siente un toque cálido que contrasta con sus manos frías, abre los ojos para encontrarse con los de Jihyo.

—No tengas miedo, estoy aquí. Puedes sostenerte de mí —su seguridad la hace olvidar de que se encuentran ya en la cima de la atracción, y cuando ve aquella sonrisa extenderse por sus labios...

Ella cae.

No importa con que la sobornen o amenacen, Tzuyu negará por el resto de su vida que aquel grito agudo salió de su boca, y sobre todo, nunca admitirá como buscó y apretó la mano de Jihyo mientras se aferraba a su cuerpo, encontrando refugio en el hueco de su cuello.

[ 🧸 ]

—¡Eso fue increíble! Hay que hacerlo de nuevo —Jihyo sale gritando con tanta emoción que marea, aún más de lo que está, a Tzuyu.

«Definitivamente tiene algo con disfrutar el sufrimiento»︎, es lo que piensa mientras combate los síntomas del recorrido, y si es honesta, teme perder. Jihyo nota con rapidez su malestar, por lo que vuelve a hablar.

—¿Estás bien? ¿Quieres qué te traiga algo de beber?

—Sí, eso estaría genial —responde tapando su boca al sentir algo cosquillear su garganta.

Las dos se quedan por varios segundos paradas sin hacer algo, o tan siquiera emitir un sonido. Tzuyu frunce el ceño, preguntándose porque Jihyo aún sigue aquí.

—A no ser que quieras acompañarme, necesitaré mi mano —dice señalandola. Tzuyu baja la mirada para encontrarlas entrelazadas; y, de hecho, ella es la que está apretando con fuerza la mano de Jihyo. Ni siquiera se había percatado de eso.

—Lo siento —se aparta en un instante llena de vergüenza.

—Gracias —dice masajeando su dorso y nudillos—. Ahora iré por algo de beber, espérame aquí.

Tzuyu la obedece y solo se mueve unos pasos para dejarse caer en una banca cercana y deshabitada. Un suspiro de cansancio escapa de sus labios, siendo una promesa de que, ahora sí, nada hará que se vuelva a subir en una de esas máquinas de tortura. Se pregunta quien habrá sido el malvado villano qué las inventó.

Buscando distraerse, observa a su alrededor como el número de transeúntes aumentó con el paso de las horas. Pero lo que realmente llama su atención, son las decenas de familias que conviven juntos y, sobretodo, felices. Su rostro se va tensando y arrugando entre más tiempo mira a aquel hombre, el cual carga a su hijo mientras su esposa le regala un peluche. Aquello consigue una fuerte opresión en su pecho. ¿Qué tan malo es envidiar tan fuerte a la gente?

Solo le habría gustado tener algo así.

—Aquí tienes —Tzuyu sale de sus pensamientos cuando una botella de agua aparece frente a su rostro—. También traje té frío por si lo prefieres. Y si no, podemos ir a buscar algo caliente. Lo que gustes.

—El agua está bien, gracias —dice aceptando el envase de plástico. Jihyo se le queda viendo notando como carraspea antes de tomar un trago y sus ojos se encuentran llorosos.

—¿Pasó algo? —pregunta sentándose a su lado. Tzuyu casi se atraganta al escucharla, sorprendiéndose por su gran percepción.

—No, solo estoy algo mareada —responde restandole importancia. Después, se pone de pie de un salto—. Busquemos a Sana y Dahyun, ya es hora de irnos.

Jihyo deja que se adelante, y antes de seguirla, busca con la mirada lo que sea que Tzuyu observaba cuando llegó. La misma escena sigue reproduciéndose cuando sus ojos caen sobre esa familia, la cual parece disfrutar la compañía del otro. Trata de contener sus emociones, obligándose a que aquello no le afecta, y a su mente llega una vez más el rostro de Tzuyu. «¿Así qué estaba viendo aquello, he?»︎. Una vez más, él día que conoció al padre de Tzuyu vuelve a reproducirse en su cabeza junto con la primera vez que pisó su departamento.

—¡¿Jihyo, vienes?! —la llama apurándola.

—¡Voy! —se levanta del banco para dirigirse a Tzuyu, sabiendo perfectamente lo que debe hacer.

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