18
«Noviembre se volvió un mes muy lluvioso». Es lo que Jihyo piensa mientras se encuentra a un lado de Tzuyu corriendo por las calles donde se comienzan a formar charcos cada vez más grandes. El ramo de flores que había comprado para su cómplice ahora es usado como un especie de paraguas, el cual no sirve de mucho al no poder resguardar completamente a las dos.
—Llegamos —«no mintió cuando dijo que su departamento estaba cerca», Jihyo confirma al observar aquel edificio que parece tocar el cielo, y el cual le resulta difícil seguir su altura por las gotas que golpean sus pestañas.
Fue un viaje rápido para llegar hasta el piso de Tzuyu. En un principio planeó dejarla e irse tan rápido como le fuera posible, pero Tzuyu insistió en que debía acompañarla porque necesitaba quitarse aquella ropa cubierta por la lluvia fría. Jihyo no se hizo del rogar, pues pensó que una vez estando en el departamento podía pedirle prestado un paraguas y así caminar hasta la estación más cercana sin ningún problema.
—Permiso —Jihyo murmura entrando al lugar de Tzuyu, sintiéndose una intrusa por invadir la privacidad de su acompañante.
El primero pensamiento que tiene es uno simple: el lugar es grande para solo una persona. La cocina se encuentra rápidamente a su izquierda, y frente a ella una sala grande que solo alberga una pantalla plana y un sofá negro de tres personas junto con una mesita de té; ni más ni menos. Ni siquiera hay alfombras, plantas o cuadros que le den alguna chispa al lugar. Sin dejar de indagar, a su lado derecho ve una pequeña mesa con una sola silla y frente a todo se encuentra un ventanal extenso que da vista a un balcón. Jihyo está segura que ver el atardecer aquí sería algo magnífico, lástima que ahora lo único que hay es un paisaje gris logrando un escenario deprimente.
—¿Vives sola? —es su primera observación. Aquel comentario hace que Tzuyu suelte una pequeña sonrisa por su manera directa de decirlo.
—¿Fue difícil notarlo, verdad? —pregunta con ironía al momento de acercarse para quitarle el ramo a Jihyo—. No necesito más, con lo que tengo está bien —prosigue—, después de todo, no es como si mucha gente viniera aquí —la mayor no puede ver su rostro cuando dice aquello, pues le está dando la espalda para dirigirse hacía la mesa donde coloca las flores. Jihyo quiere hablar, pero no sabe que es exactamente lo que deba decir—. Te traeré algo que puedas vestir. Ponte cómoda —fue lo último que dice antes de desaparecer por un pasillo que conecta a otras habitaciones.
Jihyo sabe que "ponerse cómoda" es lo último que haría cuando aún sigue con su ropa goteando. Lo último que quiere es arruinar el sofá de Tzuyu, es demasiado lindo como para merecerlo.
La jóven coreana camina sobre el piso de madera, agradeciendo que sus calcetines aún estén secos ya que puede amortiguar lo frío del suelo. Muy pocas veces tiene la oportunidad de visitar el departamento de una amiga, y aunque no considere a Tzuyu como una, no puede evitar curiosear como alguna vez lo hizo en el de Sana, o el que Momo comparte con su hermana Hana. Sin embargo, a diferencia del estilo llamativo o estético que demuestran sus amistades, el de Tzuyu es aún más simple. Jihyo comienza a creer cuando le dijo que "mucha gente no viene a visitarla", de otra manera no estaría tan despreocupada por como se ve su departamento, ¿no? O probablemente ella es la de perspectiva diferente; la que necesita demostrar su personalidad mediante otros medios externos como lo es el banal color de una pared.
—Te conseguí algo. No quiero cargar con la culpa si te enfermas, así que deberías probartelo —Tzuyu aparece en escena más rápido de lo que pensó. Entre sus manos puede observar dos mudas de ropa que Jihyo agradece cuando le entrega una—. La próxima vez que nos veamos... regresamelo. Es mi suéter favorito —admite con un leve sonrojo cuando Jihyo desdobla la prenda con capucha de un color verde agua oscuro.
—¿En serio me vas a dar algo qué te gusta? —aquel tono presumido hace que Tzuyu gire los ojos, pero se abstiene a discutir. Prefiere que piense eso antes de admitir que había olvidado llevar su ropa a la lavandería y no tiene nada mejor limpio que ofrecerle.
—Hay una puerta a la izquierda —señala con su pulgar el pasillo por el cual se había ido anteriormente—, es el baño. Puedes cambiarte ahí.
—Gracias —dice con una sonrisa genuina. A Jihyo le empieza a gustar este ambiente con Tzuyu; uno donde no discuten por cualquier tontería.
Le agrada cuando no están fingiendo para otras personas. Cuando simplemente son dos desconocidas que ignoran la razón por la cual están unidas.
—Por cierto, tengo que decirte que hay un problema con la manija de la puerta y aún no lo he reportado, así que no te asustes si no puedes abrirla, solo se insistente y usa un poco más de tu fuerza, al final terminará cediendo —Jihyo responde a esa explicación con un simple asentimiento antes de retomar su marcha. Realmente agradece que lo haya mencionado, de otro manera se asustaría mucho si quedara "encerrada". Sería algo vergonzoso para ella.
Dentro del baño, suspira aliviada de por fin tener que quitarse la ropa que se siente incómoda contra su piel. Cuando se coloca el suéter de Tzuyu y peina su desordenado y húmedo cabello, sale del baño en dirección a la sala. Su acompañante aún viste su ropa mojada cuando la ve, pero ahora con la diferencia de que, en sus manos, porta un paraguas.
—No me lo pediste, pero creí que lo necesitarás. No tiene sentido prestarte ropa si después vas a salir y mojarte de nuevo.
—¿Sabes? Estoy pensando que buscas redención, de otra manera no serías tan amable conmigo.
—Realmente tienes una mala imágen de mí, ¿eh? —Tzuyu masculla entre dientes. «Y después de lo de Twitter creó que lo empeoré», piensa—. Tómalo, me iré a cambiar —dice cuando golpea el pecho contrario con el paraguas al pasar a su lado.
Cuando escucha la puerta del baño cerrarse, Jihyo observa el reloj decorativo en una de las paredes; para su fortuna aún sigue siendo temprano, así que no tiene que apresurarse para alcanzar el metro que la llevará cerca de su departamento. En medio de aquellos pensamientos donde planea su ruta, recibe una llamada: «mamá», es lo que lee en la pantalla de su celular. Ella se queda largos segundos debatiendo entre lo que debe o quiere hacer; entre contestar o dejar que la llamada termine por sí sola. Ni siquiera espera mucho para que la segunda opción se cumpla y no reciba otra, después de todo su madre no es alguien paciente.
Jihyo soba las cuencas de sus ojos rezando para que esta decisión no se vuelva un problema en el futuro. Y como si fuera alguna consecuencia de su acto, lo que antes era el buen iluminado departamento de Tzuyu ahora se ha envuelto en oscuridad. «Se fue la luz», aunque aquello queda en lo último de sus problemas cuando escucha fuertes golpes contra una puerta. "Tzuyu" es el único nombre que ocupa la mente de Jihyo mientras se mueve por el departamento siguiendo el ruido que se hace más fuerte entre más se acerca, dejando tanto su ropa como el paraguas en el olvido.
—¡Tzuyu! ¿Estás bi...? —ni siquiera pudo terminar su frase cuando llega a pararse frente a la puerta, ya que lo siguiente que recibe es un golpe que la hace retroceder unos pasos.
Jihyo se desequilibra debido al empujón, pero logra reponerse cuando siente la pared en su espalda que la logra detener ante una posible caída.
—¡Oye, ¿qué fue eso?! —se queja encendiendo la linterna de su celular, revelando así a una Tzuyu jadeando de rodillas en el piso, posiblemente cayendo debido a la apertura abrupta de la puerta.
—Lo siento, me asusté cuando la luz se fue y la puerta nuevamente se trabó —explica entre risas nerviosas haciendo un ademán con su mano para restarle importancia, pero en medio del movimiento Jihyo puede notar como se encuentra temblando de una manera que no es normal. «¿Tanto miedo tuvo?».
Jihyo se mueve hasta quedar a la altura de Tzuyu, la cual aún no le da la cara y aquello solo aumenta su preocupación. Sin pensarlo más, atrapa su mano para darle un gentil apretón que logra llamar la atención de la menor.
—¿Estás bien?
Por un momento a Tzuyu se le detiene la respiración; en su mano siente el toque reconfortante de Jihyo mientras su mirada conecta con la suya. No está segura de lo que ella está pensando, pero sus ojos no pueden ocultar la angustia que expresan. Tzuyu piensa que, probablemente, se percató de lo que quiso ocultar.
—Estoy bien —le asegura rompiendo el contaco una vez que se pone de pie—. Como te dije, solo me asusté.
Tzuyu camina con rapidez hacía la sala de estar para escapar de Jihyo, pero es un movimiento tonto teniendo en cuenta que se encuentran encerradas en un departamento.
La menor se recarga en el respaldo del sofá sintiendo aún aquella carga pesada alojada en la boca de su estómago.
—La lluvia ha empeorado —la escucha hablar.
—Te irás ahora, ¿verdad?
Jihyo deja de ver el ventanal para fijar su mirada en la espalda de Tzuyu. Sabe muy bien que aquello fue su plan desde un inicio, pero ahora piensa que debe cambiarlo. O más que eso, se volvió en algo que quiere hacer.
—¿Me vas a enviar a mi muerte? —señala el clima con su dedo índice, dramatizando así cada una de sus palabras.
—No seas exagerada, solo es... agua —responde, pero duda en el final. Con solo verlo sabe que aquello dejó de ser una simple lluvia romántica en la cual puedes correr o bailar bajo ella para convertirse en algo que podrían usar como un escenario de una vieja película de terror.
—Y eso es lo que lo hace peligroso —Jihyo objeta—. No llegaré a la estación.
—¿Y qué planeas hacer? ¿Quedarte aquí? —le pregunta con un tono burlón, pareciéndole tonto el solo sugerirlo, pero al ver el rostro serio de Jihyo, su sonrisa cae.
—Que bueno que lo dices porque tú me hiciste traer la flores hasta tu departamento, así que ahora hazte cargo de ello.
—Si quieres culpar a alguien, solo recuerda que si "una persona" no me hubiera dado un ramo para avergonzarme frente a todos no estaríamos aquí.
—Y sí "alguien" no hubiera inventando cosas sobre mí en internet, entonces no hubiera tenido esa magnífica idea de la que hablas —aquello deja a Tzuyu con la boca abierta incapaz de encontrar algo con lo que repeler lo que dijo. Jihyo sabe que ganó cuando la ve apretar los labios con irritación.
—Bien, puedes quedarte —y antes de que tuviera la oportunidad de darle las gracias y celebrar, Tzuyu la interrumpe —, pero solo hasta que la lluvia pare.
—Por mí está bien —Jihyo se encoge de hombros más que de acuerdo. Aunque Tzuyu se encuentre algo fastidiada por como terminó la disputa, le calma saber que respetará esa condición.
Una parte de Tzuyu la hace sentir intimidada ante la presencia de un extraño en su departamento; se siente como si estuvieran invadiendo una parte de ella, viendo profundamente en su espacio más personal e íntimo, y algo le hace temer lo que puedan descubrir con solo mirar dentro de estas cuatro paredes; sin embargo, el que Jihyo esté aquí, justo en este momento, le da calma. Ese sentimiento es debido a la oscuridad abundante que la rodea y la cual le trae a su memoria recuerdos que daría todo por mantener en lo profundo de su mente hasta olvidarlos, pero eso nunca ocurre y cada vez que no hay una fuente de luz que pueda resguardarla, se siente abrumada y sola. Por esa razón, que Jihyo ahora esté a su lado, en vez de hacerla sentir incomoda, le da seguridad.
—Creo que tengo algunas velas que podemos utilizar, iré a por ellas —Tzuyu anuncia moviéndose hacía el pasillo que lleva a su habitación, pero al no escuchar a Jihyo siguiéndola, se detiene para verla sobre su hombro—. ¿No me vas a ayudar?
—¿Sabes? Aunque es una forma rara de pedirme que me quede a tu lado, no me negaré.
Tzuyu no puede creer que tendrá que aguantar esa actitud por más horas.
—Solo guarda silencio y ayúdame a buscar —dice al momento de tomarla de la muñeca para arrastrarla hacía su cuarto.
Mientras Jihyo la sigue ciegamente, una suave sonrisa aparece en su rostro cuando se percata que Tzuyu no inició otra de sus discusiones para negar lo que dijo.
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—¡¿Prefieres el suelo o el sofá?!
Tzuyu deja su celular a un lado cuando escucha a Jihyo llamarla desde la sala de estar. Colocando un par de velas en puntos estratégicos de la cocina, toma dos para llevarlas hacía donde se encuentra su compañía.
—Algo en mí me dice que debería escoger el suelo ya que eres la invitada —responde con falsa amabilidad ya que realmente no desea pasar la siguiente hora tumbada en el duro e incómodo piso de su departamento.
—Que bueno que lo dices tú y no yo —«ni siquiera lo dudó», Tzuyu piensa al observar a Jihyo ocupando el sillón. Debe reconocer que esperó mucho, pues pensó que sacaría a relucir su caballerosidad y terminaría cediendole el lugar.
Vaya sorpresa al ver que no fue así.
No le guarda rencor por eso, y más porque, al llegar a la sala, se sorprende una vez que ve el trabajo que Jihyo estuvo haciendo mientras ella se encargaba de encender y posicionar velas por los rincones de su hogar. Tanto el suelo como el sillón están llenos de almohadas traídas de su habitación, teniendo como diferencia que el piso posee más capas de cobijas y colchas que el sofá, el cual solo tiene una manta.
«Sorprendentemente, los dos lucen igual de cómodos», es lo que Tzuyu piensa.
Mientras coloca dos velas en los extremos opuestos de la mesita de té, Tzuyu puede comenzar a percibir el olor peculiar que desprenden e inundan poco a poco la habitación.
Para tener velas, las dos tuvieron que ir al cuarto de Tzuyu donde se encontraban guardadas. Jihyo no esperaba que se trataran de aromáticas, y pensó al momento de verlas que la taiwanesa era una especie de coleccionista ya que otra razón no encontró para explicar el porque tiene una variedad de ellas, encontrando olores como canela, manzana verde, madera, cítricos, y otras con etiquetas como "noche de Navidad", o "día de Halloween", para dar ejemplos.
—¿De qué es? Huele rico —Jihyo le pregunta colocándose de lado para tener una mejor vista.
—Es de malvavisco —responde mientras ocupa su lugar en el suelo, y como lo pensó, es realmente cómodo.
—Hmh. Ahora entiendo porque dijiste que es tu favorita —dice a la par que estira sus brazos para relajarlos antes de llevarlos detrás de su cabeza—. Tenemos luz y un agradable aroma, no se puede pedir más —Jihyo suelta un suspiro de alivio al acomodarse mejor sobre el sofá sin darse cuenta que tiene cierta mirada de recelo siguiendo sus movimientos.
—No te pongas cómoda. Recuerda que una vez que la tormenta se calme, te vas.
—Lo sé, no tienes porque repetirlo.
Después de aquella corta conversación, el silencio las abraza. El sonido de la lluvia es su única compañía para mala suerte de Tzuyu, quien no puede evitar dar pequeños saltitos cuando escucha truenos a la lejanía. Ni las vistas que tiene por el ventanal o el aroma de su vela favorita pueden calmarla como ella quisiera. Siente que ahora mismo preferiría escuchar la molesta voz de Jihyo diciéndole cosas aún más molestas.
—Esto es una pésima pijamada: ¡nadie está hablando! —Tzuyu ahora cree que exageró con su pensamiento anterior al oírla quejarse en alto. «Ni siquiera hemos pasado tres minutos en silencio, ¿cómo puede estar tan desesperada?», un bufido de irritación sale de sus labios.
—Esto no es una pijamada —corrige.
—Entonces hagamos una pijamada —con la ayuda de su codo, Jihyo se sostiene para ver a Tzuyu—. A este paso acabaré muriendo de aburrimiento si no hablamos de algo.
—Nadie muere de aburrimiento, así que estarás bien —sin ánimos de escuchar otra de sus ideas, Tzuyu le da la espalda mientras se cubre con una cobija.
Por un momento, solo por uno pequeño, pensó que había ganado esta vez al no escuchar otra palabra salir de la boca de Jihyo; obviamente se equivocó al pensar que su compañía iría a desistir tan fácilmente.
—¡Ya sé! Hablame de los motivos por el cual pensaste que Caitlyn era mi novia —Jihyo esperó una respuesta, no un almohadazo en su rostro—. ¡Oye!
—Si me vas a decir cuan tonta fuí al pensarlo, solo dilo y dejemos eso en el pasado —Tzuyu espeta con un sonrojo.
—Tengo que admitir que fue divertido al principio, pero no puedo culparte por no saber algo en lo que no estás familiarizada —sus palabras la hacen sentir menos avergonzada por haber cometido ese gran error; piensa que si fuera otra persona, no desaprovecharía la ocasión para burlarse de ella y hacerla sentir como una idiota por equivocarse. Agradece que Jihyo no sea como cualquier otra persona.
>> Aun así, ¿cómo pudiste pensar qué Caitlyn era una persona real? —Tzuyu, a pesar de girar sus ojos por la pesada pregunta, sonríe de lado.
—Tienes razón, ¿cómo pude pensar qué una jugadora de League of Legends tiene novia?
—¡Oye! Eso fue ofensivo —no importa cuanto se esfuerce en querer escucharse enojada, Tzuyu todavía puede percibir su tono divertido—. Pero puede que tengas razón.
Aquella última oración hace que la menor se quede analizando cada palabra, logrando que una duda surja en ella.
—¿Nunca has tenido... pareja? —dice con tono vacilante.
Tzuyu no sabe como preguntarlo porque no sabe absolutamente nada de ella. ¿Será qué debió decir novio, novia o mejor no haberle preguntado?
La taiwanesa está consciente que, el que Jihyo le guste (tanto) un personaje femenino y haya aceptado fingir ser su novia no dice nada sobre ella, ¿verdad? Probablemente ni siquiera le gustan las mujeres.
—Mmm. Tuve una novia en secundaria —le responde.
Tzuyu se siente tonta del solo hecho de haber dudado a pesar de los antecedentes de Jihyo.
>> Ella realmente me gustaba —prosigue—. Pensé que sentía lo mismo, pero de un día para otro parecía odiarme. A pesar de intentar saber el motivo, ella solo decidió salir de mi vida sin explicarme —el silencio que le sigue, hace que Tzuyu se preocupe: «¿le habré desbloqueado un recuerdo doloroso?»—. Ahora tú. Dime, ¿has tenido pareja? —su tono lleno de entusiasmo y curiosidad la deja más tranquila.
—Bueno, yo... eh... nunca he tenido —a pesar de que le cuesta admitirlo, quiso ser sincera con Jihyo. De todos modos lo llegaría a saber, pues cree que es imposible ocultar su cero experiencia en el amor; en algún punto de sus interacciones sería muy evidente.
—¿Por qué? —Jihyo se coloca boca abajo observando en su dirección para así prestarle más atención—. Estoy aquí debido a tus pretendientes, así que buscar a alguien a quien le gustes no es un problema para ti.
—No andaría con ninguno de ellos ni de chiste —Tzuyu se siente irritada de solo pensarlo—. Ellos se acercan a mí para decirme que les gusto, pero yo nunca los había visto en mi vida. No me conocen; ni siquiera habíamos tenido una conversación antes, ¿cómo puedo gustarles? Es molesto —dice cruzándose de brazos—. Para mí es importante saber el color favorito del otro; su estación preferida; que sabor de chocolate le gusta más; ese tipo de cosas, pero si ellos nunca se interesaron en mí, yo tampoco estoy interesada en aceptar sus sentimientos.
—Creo que tenemos una cosa en común, Tzuyu —la afirmación de Jihyo capta su interés—. Pienso lo mismo de la relaciones: ¿cómo puede gustarte alguien sin saber el porqué? Debe haber una razón: sí te gusta como se comporta; como habla; su sonrisa; sus ojos; si te gusta lo feliz que es al hablar de cierto tema; para mí eso es gustar, porque el que te guste alguien, te va a orillar a querer acercarte y saber más de esa persona —cuando termina de decir aquello, Jihyo se encuentra observándola fijamente—. Y cuando se trata de ti... —por alguna razón, al oírla, Tzuyu siente un latido más fuerte de lo normal: «¿por qué me está viendo de esa manera? ¿Acaso...?»—, entiendo lo difícil que puede ser para ellos saber tus gustos: ¡eres tan poco comunicativa! Hasta conmigo, tu novia falsa, lo eres.
«Ni siquiera voy a preguntarme porque razón una parte de mí se siente decepcionada». Lo que menos quiere Tzuyu ahora son dolores de cabeza.
—No es necesario que sepas más de lo necesario —le responde.
—¿Por qué no? Solo imagina que hay una situación donde sea indispensable saber tu película favorita, o el sabor de helado que comerías por toda tu vida, y yo sin saberlo. Estoy segura que me llevaría el premio a la peor novia.
—Eres un poco extremista —«por no decir exagerada», Tzuyu añade en su mente—. Créeme que esos escenarios imaginarios no pasarán, así que no te preocupes tanto.
—Solo piénsalo bien —insiste—. Cómo tú novia, se supone que debo saber mucho sobre ti. Tú misma lo dijiste —Tzuyu no puede contradecir ese punto—. Y como Jihyo... quiero saber más de ti. Si vamos a estar en esto por más tiempo, me gustaría conocerte.
En la oscuridad de su sala, mientras se encuentra tumbada en el suelo sobre una cama improvisada de cobijas, y las gotas de lluvia amenazan con traspasar su ventana, Tzuyu tiene un pensamiento extraño: ella comienza a desear que las máquinas del tiempo existieran, así podría regresar en el tiempo al momento cuando Jihyo le pregunta que lugar prefiere y de esa forma pelear por el sofá, ya que, desde él, fácilmente podría ver que tipo de rostro estuvo haciendo Jihyo al momento de decir todas aquellas palabras. Desafortunadamente, lo único que le queda ahora es imaginarlo debido a que su acompañante, por primera vez desde que la conoce, parece huir de su mirada.
Tzuyu siente que no puede negarse; no después de que lo haya pedido de esa manera.
—¿Qué quieres saber? —dice a la par que juega con sus dedos, comportándose repentinamente nerviosa para su propia sorpresa.
—Empecemos por algo sencillo: ¿cuándo es tú cumpleaños?
Tzuyu empieza a entender el punto de Jihyo cuando la oye preguntar aquello tan básico: «realmente ganaríamos a la peor pareja».
—Es el 14 de junio.
—Oh, eres géminis —la menor frunce el ceño cuando resalta aquello que no cree importante.
—¿Y qué con eso?
—Soy acuario, y según la astrología somos muy compatibles.
—Una información totalmente irrelevante, si me lo preguntas —Tzuyu opina tratando de ocultar el temblor en su voz. Una vez que carraspea, vuelve a hablar—. Así que eres acuario: ¿enero o febrero?
—Febrero. Para ser exacta, el primero —la taiwanesa espera recordar aquel dato—. Dime, que prefieres: ¿verano o invierno?
—Ninguno, prefiero la primavera, pero ya que tengo que elegir, diré verano: odio el clima frío, no me gusta cuando todo empieza a congelarse.
—Me gusta saber que estamos en el mismo equipo —Jihyo sonríe ante aquello—. ¿Te gustan más las películas de acción o las de romance?
—Romance, por supuesto —la seguridad con la que lo dice hace que Jihyo no pueda evitar soltar el inicio de una carcajada—. ¿Qué?
—Nada malo, solo me sorprende. Con lo alérgica que eres conmigo, me cuesta creer que te guste el romance.
—Tú lo has dicho: contigo.
—¡Auch! —Jihyo lleva sus manos hacía su pecho como si acabara de recibir una flecha imaginaria—. Debemos trabajar en la manera en la que tratas a tú querida cómplice.
Tzuyu sonríe suavemente al notar la ironía con la que Jihyo dice "querida".
De su género cinematográfico preferido, se aventuraron a más hasta caer en el color favorito; mientras Tzuyu fue rápida al responder que es el azul marino, Jihyo no pudo decidir entre sí es el rojo, o el verde; o albaricoque; o rosa; o azul cielo; o... Tzuyu tuvo que detenerla porque por un momento pensó que después ya no podría.
Sí lo piensa demasiado, la taiwanesa puede asegurar que está es la primera vez en su vida que ha hablado mucho de sí misma en tan poco tiempo. A conocido a diversos individuos con los cuales ha dado a conocer sus gustos de forma esporádica; sin embargo, Jihyo —una vez más— no parece ser como esas otras personas.
Debido a esta repentina actividad, Tzuyu se entera que Jihyo tiene dos hermanas menores que demuestra extrañar mucho cuando habla de ellas con un tono melancólico. La menor se pregunta como se sentirá ese tipo de amor, y se cuestiona si un día lo desarrollará.
Sí se requiere mencionar alguna diferencia entre las dos después de la larga plática, se optaría por decir que Jihyo tiene mucho que contar sobre sí misma hasta el punto de no poder encontrar las palabras exactas para describir o explicar sus gustos; en contraste, Tzuyu parece ser más directa en ese ámbito, como si en su mente ya estuviera clasificada y ordenada las respuestas a todas las preguntas sobre su personalidad.
—¿Qué te hace sentir estresada? —aún después de largos minutos, sorpresivamente a Jihyo aún le quedan más preguntas
—Acabo de descubrir que me molestan los interrogatorios interminables.
—Ja, ja. Hablo en serio —la reprende—. Me gustaría saberlo, de esa manera en un futuro evitaría hacer cosas que te desagraden.
—Sí en tus manos está el poder controlar el clima, entonces diría la lluvia. Especialmente esta; odio el sonido de los truenos, no me puedo sentir tranquila escuchándolos —admite.
—¿Y qué haces para calmarte?
—Siendo sincera, solo espero hasta que termine. No hay nada que logre relajarme en este tipo de situaciones —contesta con la mirada en el techo de su departamento—. ¿Tú qué haces?
—Cuando me estreso, me gusta improvisar un karaoke. Cantar me ayuda a distraerme.
—¿Entonces cantarías para mí? —Tzuyu pregunta con una voz suave y tierna para convencerla, pero Jihyo piensa que primero tendrían que amenazarla con toda su mercancía inexistente de Caitlyn antes de hacer lo que le pide.
—Sí es lo que deseas, primero debes desbloquear el paquete premium de novia falsa —bromea logrando que Tzuyu se ría por lo tonta que sonó—. No puedo cantar, pero sí que puedo compartirte alguna canción de mi playlist.
Tzuyu ve el movimiento que hace desde que desliza su dedo por la pantalla de su celular hasta que lo deja encima de la mesita de té. El sonido de la tormenta pronto se ve opacado por Lovers Rock que va llenando poco a poco el interior de las cuatro paredes. La taiwanesa no sabe si es la canción, o escuchar a Jihyo tararearla, pero su cuerpo comienza a liberar tensión, hasta el punto de que sus párpados se sientan pesados.
Tzuyu llega a un punto donde ni siquiera quiere luchar; con la canción de fondo a punto de terminar y la voz sutil de la mayor acompañandola, ella cierra por completo sus ojos olvidando que, en algún momento, le había pedido a Jihyo irse.
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