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Capítulo 24

Lisa respondió tomando la nuca de la beta, y uniendo sus labios por afortunada segunda vez.

Un pequeño quejido de sorpresa de parte de Jennie quedó ahogado entre los esponjosos belfos de la rubia, que movía con seguridad sobre los suyos, sus manos fueron a enterrarse entre los oscuros mechones de su cabello, atrayéndola más a ella, ladeando su cabeza para besarla con más profundidad.

Jennie correspondió con sus instintivos conocimientos sobre los besos, era el segundo beso de toda su vida.

No fue como el primero, no hubo dolor, ninguna se sentía mal por lo que estaban haciendo, era más como una celebración por al fin aceptarse, dejando de estar ciegas por sus vidas, por su día a día, por todo su pasado, comprendieron desde lo más profundo de sus corazones que era así, que ambas estaban para eso, y era hermoso coincidir con alguien entre todo el universo para amarse como se merecían.

Se separaron para respirar de forma agitada, Lisa volvió a refugiarse en su cuello, no vio del todo la sonrisa que la castaña cargaba, ni el rubor que se esparcía por su rostro.

—¿Eso fue un sí? —preguntó Jen con una risa.

Y con una sonrisa tonta, Lisa tomó su mentón y volvió a besarla, con más suavidad, con más lentitud, separándose pequeños centímetros para respirar levemente, ambas el mismo aire, para volver a hundirse en las sensaciones de sus labios juntas.

—¿Tu qué crees? —preguntó Lisa en un murmullo, contra su boca.

Jennie no pudo borrar su sonrisa, esperó a separarse, posó sus labios sobre la frente de la omega, dejando un pequeño beso, antes de tomar la temperatura con el dorso de su mano.

—Veo que estás mejor —dijo—. Pero estás muy rojita.

—Eres un tomate muy lindo, Nini —tomó sus mejillas.

Lisa se quedó un rato acariciando las mejillas de Jennie, viendo cada vez como tomaban un color más fuerte, como sus ojitos se hacían más pequeños con la vergüenza y también como el rubor iba ganando terreno a su tez, llegando a cubrir todas sus orejas, sus mejillas llegando casi hasta su mandíbula, la beta apretó sus labios, frunció la nariz y cerró sus ojos con fuerza, en un gesto adorable para la menor, y cargado de vergüenza para ella.

—B-Basta, L-Lisa~

La omega sintió su corazón comprimirse de tanta ternura, un sonido agudo como de un bebé emocionado escapó de su garganta y sólo pudo abrazarla y apretarla contra su pecho, de forma inmediata, Jennie rodeó su cintura y se dejó envolver con su aroma, fresas, flores y un dulce olor a miel, por la felicidad, comenzaba a inundar el ambiente.

Jennie sonrió y se sintió a gusto, de una manera que nunca había experimentado en su vida, entre los brazos de la rubia, con una mejilla en su pecho y escuchando su corazón latir emocionado, se sentía como si hubiera encontrado un hueco cálido en un mundo frío, hecho a completa medida para ella.

Lisa se recostó sobre la cama, manteniendo a la beta en el mismo lugar.

Jennie se dejó descansar sobre la chica,quién dejaba caricias en su cabello, ambas sonreían como unas tonta, a la mayor le estaban encantando los mimos.

—Jennie... Eres en serio muy bonita, ¿lo sabías?

Jennie rodó los ojos, nunca se tomaba en serio los cumplidos, y menos en ese momento, ella quería un abrazo y estar cómoda.

—Podría estar así todo el día —murmuró Manoban, con una sonrisa amplia, recostó su cabeza sobre la almohada y miró el techo, pero sus ojos estaban mucho más lejos de allí, perdidos en el amor.

Sintió como unas ligeras cosquillas en su vientre, frunció el ceño, pero no le dió importancia, creyó que era Jennie.

—Oh, hola.

—¿A quién saludas? —alzó la vida para encontrar a la castaña, con una sonrisa amplia y tonta, mirando su pancita, mientras dejaba caricias lentas con su mano sobre esta—. ¿Jennie?

—¿Lo sentiste patear, pequeña? —preguntó, mirándola con emoción y una sonrisa de encías que hizo que algo alegrara en su corazón, de nuevo.

—¿P-Patear? ¿Es eso?

Jennie rió un poco, sin burla, sin maldad, totalmente divertida.

—¿No sabías lo que era?

—Ehhh.... ¿Flatulencia? ¿Quizás?

Jennie volvió a reír y Lisa sonrió divertida de haber logrado eso.

—Lisa, si sientes que algo se mueve, crees que es una flatulencia, pero después no sale nada, ¿no te pusiste a pensar en otra cosa?

—No tengo tanto razonamiento, disculpe.

—Sin duda eres muy especial —murmuró, sus gatunos ojos volvieron a su vientre y lo acariciaron con delicadeza—. ¿De cuánto estás, pequeño?

—Cinco meses... O por ahí —dijo, sin saberlo con mucha exactitud.

—Me gustan mucho los bebés —confesó.

—Es un feto, señorita enfermera. ¿No conoce las etapas del embarazo?

—¡Lisa! —Jennie hizo un leve mohin por la burla—. Es "bebé" de forma metafórica... Como decirle "Perro" a tu loba.

—Mi loba no es ningún perro.

—La mía es un labrador con déficit de atención, una completa idiota.

La loba de Jennie ladró con fuerza al sentirse ofendida, haciendo que ambas soltaran un quejido de dolor, habían compartido la misma sensación de aquella loba enojada ladrando dentro de sus cabezas.

Lisa se frotó la cien con molestia, los ruidos fuertes la habían afectado bastante esos días.

—Oh, ¿también la escuchaste? —preguntó, con los ojos muy abiertos de sorpresa, Lisa asintió—. Oh, cachorra estúpida. ¿Ves lo que haces? ¿No que querías cuidar a "Tu Omega"? —la loba de Jennie comenzó a lloriquear—. Oh, si, llora, llora, como si eso fuera a arreglar algo... Pulgosa.

Lisa la miró con curiosidad en su charla en voz alta, y rió, con cierta ternura y diversión.

—Te llevas tan bien con tu loba.

—Es que está muy pesada últimamente —soltó un suspiro—. Sólo la escuché ladrar una sola vez cuando casi me atropellan y me hizo parar a tiempo, después de eso es como si no estuviera.

—Oh, bueno, así debe sentirse ser beta... Yo, pues mínimo cada dos meses venía a molestarme —dijo asintiendo, recordando los colicos que la hacían llorar y al animalito llorando también, como si se estuviera muriendo por atención—. Sí, llega a ser muy dramática a veces.

—Dicen que las lobas sienten todo de la forma más pura y más fuerte —dijo Jennie—. Como humanos desarrollamos más fortalezas y trabas para las emociones, pero las lobas no, son sensibles y dramáticas a veces. Por eso cuando una loba ama a otra persona, a su predestinada, por ejemplo, resulta en un sentimiento mucho más grande que cualquier sentimiento humano.

—Predestinada, como tú.

—Y como tú, como nosotras.

Lisa rió y se ruborizó un poco más, sintiendo cosquillas internas que la hicieron temblar con emoción.

Sonaba tan hermoso el ser predestinadas, el tener a alguien especialmente para ti en este mundo.

Y estaba agradecida que fuera Jennie.

Se sentía una completa afortunada de conocerla, de tenerla a su lado, y ahora más que nunca, que sea su destino, alguien tan maravillosa y especial.

Pensando en lo bonito que se sentía tenerla de predestinada, se quedó dormida, Jennie se dio cuenta de esto en seguida, y con una sonrisa boba, la arropó, se acomodó con una mejilla sobre el hombro de la omega, su brazo rodeo su cintura, más cómoda que nunca, siguió a su compañera al mundo de los sueños.

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