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𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘪𝘵𝘳𝘦𝘴

— Sunnie, ¿Cómo está tu marca? — preguntó Sunghoon, por la noche, cuando estaban ellos dos solos.

Habían pasado una linda tarde con Ni-ki, Sunoo se había distraído de todo, había reído mucho, disfrutando de comida y compañía que le gustaba, así que fue uno de sus mejores momentos.

El Omega se quitó la remera del pijama, dejando al descubierto su torso, que no estaba para nada mal.

Sunghoon evitó mirar hacia otro lado que no fuera la marca, no le era difícil, y en verdad nunca le había prestado atención a lo demás.

Se acercó a él para poner el ungüento, la zona estaba de estaba de un rojo oscuro, y no dentro de mucho estaría de un negro o de un gris azulado muy feo, dependía de su avance.

Quizás la parte triste de todo, es que el joven enfermero medio enamorado sabía todo lo que sufriría el pequeño Omega en los días, y su final.

Y no sabía cómo iba a reaccionar a algún dolor como aquel, ver sufrir a alguien que quieres.

— ¿En qué piensas? — preguntó el Omega al notar su ceño fruncido, y el pequeño mohin que se marcaba en sus labios, en cuanto dijo eso Sunghoon abrió sus ojos con sorpresa y negó—. Eres como un libro abierto, Sunghoon, dime, ¿Es por lo de hoy? Sé que no es lo más lindo que te rechacen... Lo siento — Sunoo tomó la mano que tenía libre de forma ligera, apenas tocándolo con suavidad.

Sunghoon sonrió con cierta vergüenza, sus mejillas estaban rosadas, negó, se apartó de él para cerrar el ungüento y dejarlo en la mesa de luz.

— No es nada, Ddeonu, no te preocupes— se acercó a él para acariciar sus mejillas con sus pulgares.

Si algo había aprendido era que hablar de los síntomas casi siempre solo generaba estrés y terminaban ciertamente paranoicos, no podía decir si de alguna manera los aceleraba, pero si lo volvía todo un poco peor.

Por eso era mejor finjir que no pasaba nada.

— Sunghoon, te quiero, en verdad te quiero— dijo el Omega, mirándolo a los ojos con sinceridad.

— Yo también te quiero, Ddeonu — dijo el Beta, sonriendo complacido—. Pero es tarde y podremos querernos más mañana, ¿Dormimos?

Sunoo hizo un puchero.

— Vamos a dormir— dijo Sunghoon, se levantó para apagar las luces del cuarto y después volver a entrar al nido, el rubio se acomodó sobre su pecho de nuevo, escuchando sus tranquilos latidos como si fuera una canción de cuna, el mayor dejaba caricias en su cabello que lo llevaron a dormir profundamente, con una ligera sonrisa en sus labios.

Huyeron de la realidad hacia el mundo de los sueños, donde recuerdos olvidados revivieron frente a sus ojos y los sintieron en su propia piel, en su nueva vida.

Lejos de ser diferente a su situación real, esperando un recuerdo lindo de libertad, separado a su mundo actual, Sunoo se sintió aún peor porque se vio sólo, en lo que a sus ojos era una especie de tienda como las de los campamentos, hecha de pieles gruesas y sostenidas por fuertes ramas acomodadas en forma de cono para crear lo que, en realidad, era su casa, y la de su Sunghoon también.

Sé removió y sintió su cuerpo doler, soltó un quejido mientras se acomodaba boca arriba sobre lo que debía ser su cama, se sintió frío, la marca en su cuello ardía horrores, respiraba con cierta dificultad porque sus pechos dolían al elevarse también.

Estaba sufriendo, esperaba que pasara pronto, de la forma que sea.

Una luz entró al lugar y cerró sus ojos con fuerza, escuchó pasos acercarse, y al ver de nuevo, se encontró con los gatunos ojos del pelinegro.

— Hola, pequeño— murmuró Neul, en voz baja y suave, que siempre lo había tranquilizado, el Beta dejó un beso sobre su nariz, haciéndolo sonreír.

— Hola— murmuró con una sonrisa, y sus mejillas tomaron algo de color.

— ¿Crees que puedas comer algo hoy? — preguntó el mayor, acariciando su rubio cabello.

El Omega negó.

— Encontré de las fresas que te gustan, al menos intenta comer algunas— dijo—. Debes mantenerte fuerte-

— Neul... No voy a lograrlo.

El astillado corazón del Beta se rompió un poco más.

— Bich, tienes que mantenerte positivo y con la cabeza bien en alto, eres fuerte, debes seguir.

El rubio rió con cierta burla.

— ¿Cuándo escuchaste que un Omega con el lazo roto sobreviviera? — preguntó, con burla—. Créeme que me encantaría quedarme, y pasar mil lunas contigo... — Buscó la mano del Beta, entrelazando sus dedos—. Lamento mucho haber priorizado a una pareja sobre tí... Una pareja puede terminar mal, un compañero es para toda la vida... Si no lo hubiera hecho... O si hubiera esperado un día más, no estaríamos pasando por esto, lo siento.

— Pequeño... — Neul mantenía su voz dura para no romperse frente a él—. Dime, con sinceridad, ¿Estás sufriendo mucho aquí?

El Omega se tomó unos segundos para pensarlo, antes de sonreír con la misma burla con la que se estaba tomando todo, sus manos fueron hacia el cuello de su ropa, estaba usando el saco negro de Neul, aquel que siempre le había gustado, era cómodo, calentito y olía a él, lo bajo hasta mostrar completamente sus hombros, dejando al Beta sin palabras al ver la marca, completamente negra, se había esparcido una mancha violeta alrededor de esta, como un hematoma enorme que la rodeaba, que llegaba hasta sus clavículas, su nuca y cerca de su cuello.

Su bronceado se había ido, ahora estaba pálido y de un tono casi gris, sus ojos estaban cansados y las ojeras envolvían sus ojos color cielo, estaba más delgado y sumamente débil, parecía que el más leve tacto lo terminaría de romper.

— Bi-

— No— alzó sus manos frente a él—. No, no lo toques, en serio duele muchísimo— pequeñas lágrimas se asomaban en sus ojitos—. No se lo deseo a nadie, Neul... — su respiración comenzó a costar más conforme las ganas de llorar lo fueron llenando, tosió para aclarar su garganta, pero solo hizo a su abdomen doler, se notó en su ceño fruncido.

Neul bajó la vista, evitando mirarlo para que no le doliera a él también.

El Beta acomodó su ropa, lo abrigó lo suficiente y pensó en irse y no regresar hasta que el Omega ya no estuviera en este mundo, no quería ver más dolor, no quería sufrir con él, pero era completamente inevitable, estando o no a su lado le iba a doler igual, y no podía hacerle eso al mayor amor de su vida.

Neul se quedó a su lado, aplastó las fresas que había encontrado, haciendo un puré, y ofreciéndole al Omega, quien lo comió sólo para complacerlo, pero tal como todo lo que había intentado comer desde el día anterior, lo terminó devolviendo.

Rendido y aceptando que, en verdad, el Omega no iba a mejorar, Neul se recostó a su lado, hizo un nudo para los dos, dejó que el rubio apoyara su cabeza en su pecho, mientras dejaba caricias en sus mejillas, en sus cabellos, suaves besos cada tanto.

Y con un sentimiento horrible, de que sería el último día, Sunghoon despertó de golpe y con las ganas de llorar aún en el fondo de su garganta.

Sunoo seguía allí, a su lado, su ceño estaba fruncido, y temblaba, el sudor se notaba sobre su rostro, colocó el dorso de su mano en la frente del rubio, sintiendo la temperatura ya elevada.

Con un suspiro, Sunghoon se levantó de la cama, había llegado al momento donde ya comenzaba a levantar fiebre, sabía que comenzaría a empeorar cada vez más y más rápido hasta el momento final.

No se había apartado un metro de la cama que escuchó un lloriqueo, volteándose hacia Sunoo, sintió a su lobo llamarlo en su interior, mientras el humano seguía pasándola mal entre sueños y sus temblores aumentaban.

Sé volvió a acercar a él, acariciando su cabello.

— Ddeonu, tranquilo pequeño... Ya vuelvo— dejó un beso sobre su coronilla y al volver a marcharse el lobo no lloró.

Fue hasta la sala, para buscar entre su bolso, el pequeño kit de medicamentos que tenía para todos los síntomas que pudieran pasar, buscó la pastilla que era para la fiebre, un vaso de agua y regresó con el Omega quien respiraba agitado por la fiebre.

— Ddeonu~ — cantó a su lado, se sentó junto a él, dejó el vaso y la pastilla en la mesa de luz para hacerle mimos con sus manos en su rostro, y moverlo un poco para que reaccionara—. Pequeño, ya volví... Despierta, hermoso, tengo que algo que te hará sentir mejor.

El Omega parpadeó y Sunghoon tomó sus mejillas para girar su rostro hacia él.

Lo ayudó a sentarse en la cama, espero a que pasará la pastilla y luego lo abrazó, Sunoo mantenía su rostro oculto en el cuello del Beta, mientras este dejaba mimos en su espalda y miraba la marca, que, por la oscuridad, no sabía muy bien como estaba, pero estaba casi seguro que había oscurecido un poco más.

— ¿También soñaste eso? — preguntó Sunoo, siendo estas, sus primeras palabras desde que había despertado.

Sunghoon se tomó un momento para pensarlo bien y preguntándole si se refería a aquello.

— Sí... Sí, Ddeonu.

Sunghoon seguía sintiendose mal, había vivido en carne propia todo aquel dolor que había cargado su vida pasada, sólo podía pensar que pronto, le pasaría a él también.

— Sunghoon... Es real, eres tú— murmuró el rubio, y sin saber bien porqué, comenzó a llorar lentamente—. Ya es demasiado, los sueños, ellos, tú y yo... Y la leyenda, todo junto, todo está aquí.

Sunghoon lo abrazó de forma delicada, pero con firmeza, dejó un beso sobre su frente.

— Sí, pequeño, soy yo— murmuró—. Es real, lo es.

Sunoo buscó su mano, y la apretó con fuerza, meintras lloraba un poco más.

— ¿Qué vas a hacer cuando... Ya sabes? — murmuró Sunoo, sorbió su nariz.

— Quiero salvarte— murmuró Sunghoon, con las mejillas rojas con algo de vergüenza—. Tengo que marcarte para eso, y unirme a tí... Es el destino, somos predestinados a eso, Sunoo.

— ¿Quieres eso? El destino es una cosa, pero... ¿En verdad quieres, Sunghoon?

— ¿Cómo que si quiero? — preguntó de forma retórica el mayor, con una sonrisa—. Claro que quiero, pequeño, te quiero demasiado... No lo dudes— dijo—. ¿Y tú? ¿Quieres? No lo haré si tú no quieres, Sunoo, no haré nada con lo que no estés de acuerdo.

>> ¿Quieres que me una a tí?


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