𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘪𝘴𝘪𝘦𝘵𝘦
Por la tarde, la fiebre de Sunoo no había bajado, los medicamentos no habían hecho efecto, y luego de la transformación a su lobo, Sunoo había quedado con menos energías.
Así que ahora estaba débil y en cama.
Sunghoon estaba siendo muy cariñoso y suave con él, más de lo normal.
Cómo almuerzo, el Beta le había preparado un cuenco con frutas, yogurt y cereales, pero le habían dado náuseas en los primeros cuatro bocados y permaneció acostado porque no quería vomitar, sabía que necesitaba comida y energía pero no podía más, haría un esfuerzo más tarde, para comer un poco más.
Pero por más que descansó un rato largo, dió dos bocados más y volvió a sentirse mal, así que se rindió con eso.
Así que para la hora de la merienda, Sunoo seguía recostado, sin comer nada, tenía un trapo frío sobre su frente para calmar un poco su fiebre, lo único que parecía medianamente resultar.
Sunghoon se sentó a su lado, dejando mimos con una mano y con la otra cargando su café.
Ni-ki tenía un chocolate caliente y se notaba mucho menos bromista que al principio, estaba muy serio y no había tomado casi nada de su bebida.
Volvía a sentir dolores físicos por toda la carga emocional, le dolía el estómago, ya tenía náuseas por todo el malestar que le provocaba la situación, no creía poder comer algo.
— Escucho a un lobo llorar— murmuró Sunoo.
—Soy yo— dijo Ni-ki, por lo bajo.
— No, no eres tú... Este es pulgoso.
Sunghoon se avergonzó, bajando la vista, sus mejillas tomaron color, se sorprendió cuando Sunoo llevó una manito a su rostro y acarició su mejilla, lo miró, viéndolo sonreír con paz.
— Nos vas a hacer llorar a los dos— murmuró Sunoo.
— A los tres— añadió Ni-ki.
Sunoo rió de forma penosa.
— Están hechos unos sentimentales— murmuró, se giró para tomar a Sunghoon por su camisa y traerlo más cerca de sí, hasta que el pelinegro quedó acostado en la cama y él se acomodó sobre su hombro, abrazando su cintura.
Ni-ki sonrió enternecido.
— Vamos, alegrense un poco— dijo el rubio, intentando animarlos—. Hay algo por lo que estar alegres, diganlo— murmuró, cerró sus ojitos color cielo y frotó su nariz de botón en el hombro del Beta.
Los dos permanecieron en silencio, no buscaron nada que sea alegre.
— Yo estaba pensando en cuando... Corríamos libres, sobre el pasto, entre los árboles... En qué aullabanos hasta que nuestras gargantas dolieran, y perseguimos pájaros y ardillas y a cualquiera que se nos cruzara... — contó Sunoo —. El aire era fresco, y el clima era tibio, y todo era cálido, porque estábamos juntos, estaba Heeseungie... Y Kiki... Y también Hoonie, y estaba yo también.
— Ddeonu, ¿Cuándo fue eso? — Ni-ki frunció el ceño, no recordaba tanto.
Había ido a correr con Sunoo y Heeseung un par de veces, cuando visitaban a la familia del peligris, y salían a correr por los campos y bosques cercanos.
Pero no estaba Sunghoon.
Antes de que el Omega hablara, parecía no haber escuchado la pregunta de Ni-ki, sus ojitos continuaban cerrados y una sonrisa se plantaba en su rostro, Sunghoon miró al Alfa y negó, para indicarle que lo dejara seguir.
— ¿Qué más pasaba, pequeño? — lo alentó a seguir, su lobo estaba emocionado en su interior, su parte humana un poco más preocupada.
Los delirios eran comunes en la fase tarminal de un lazo roto.
— Recuerdo que ese día... Nos encontramos con Jake, el compañero de Ni-ki...
El peliazul abrio sus ojos ampliamente, con genuina sorpresa.
Sunoo no había visto a Jake más de tres veces en toda su vida, el Alfa siempre había sido una persona ocupada, sea con trabajo o con estudio, y Ni-ki prefería siempre juntarse ellos dos solos, pasaban su tiempo libre juntos, no era de citas dobles o de llevarlo a las juntadas de sus amigos.
Se entristeció más, y se sintió impotente y mal de que Sunoo ya creyera en esas cosas, en que no habían pasado, al menos no en esta vida.
Fue con eso que se dió cuenta y sintió un tonto.
Estaba recordando sus vidas pasadas, no se estaba volviendo loco.
— ¿Esos eran todos? — preguntó Sunghoon, con una sonrisa con algo de burla, en verdad él no creía en nada de lo que decía, pero lo dejaba ser.
— También estaban Jungwon y Jay... Pero eran muy buenos, y no eran mis padres... Tampoco nadie se llamaba de la misma forma, no en ese tiempo.
Sunghoon se mantuvo en silencio un momento.
— ¿Estás hablando de Bich y Neul?
Sunoo asintió, y sonrió ampliamente.
— Si, así eramos— murmuró, y rió con cierta alegría—. Eran buenos tiempos, eran exelentes tiempos.
— Claro que sí, pequeño— murmuró él Beta, dejó un beso en su frente, y sintió más paz al reconocer también que no estaba delirando, que sólo eran recuerdos tan antiguos como su amor.
— En un momento... Estuvimos todos juntos— murmuró Ni-ki con una sonrisa, la idea de un grupo de todos ellos, de una manada de verdad, de alguna vida donde pudieron correr libres juntos le encantaba.
— Claro que sí estamos juntos— dijo Sunoo, sonó enojado y Sunghoon rió por su tono de voz—. Seguimos juntos.
Sunghoon sólo asintió y Jimin bostezó con gran cansancio.
— Ahora tengo sueño... — murmuró.
— Duerme, Omega— Sunghoon dejó un beso en su frente—. Aún es temprano, duerme, haré unas cosas y estaré contigo y dormiré contigo, como siempre, ¿Si? Puedes adelantarte.
— Te quiero, Sunghoon — dijo el rubio.
— También te quiero, Sunoo.
El Omega se separó de él, dejándolo salir de la cama y del abrazo, Sunghoon le hizo señas a Ni-ki para que lo siguiera fuera del cuarto, arropó a su pequeño y arrimó la puerta al salir, sin cerrarla del todo.
El peligris se limpiaba algunas lágrimas.
Sunghoon abrió sus brazos hacia él y el Alfa no dudó en corresponder, el pelinegro dejo caricias en su cuello, sobre una marca muy vieja y ya inútil, consolándolo.
— Él está bien, Riki... Él no está sufriendo, y nada de lo que está diciendo es mentira, es mucho mejor que otros síntomas que pudiera tener.
— ¿Él está recordando? ¿Está mal? ¿Es bueno?
— Está volviendo al principio de todo, no está mal... Eso no significa que ya no pueda volver al presente, ¿Sabes? Tendrá sus momentos de realidad... Él sigue ahí, tiene altos y bajos, se sentirá bien y mal, pero no voy a dejar que sufra, debemos dejarlo, no debemos ir en su contra, déjalo que recuerde y cuando termine sus memorias él volverá.
Ni-ki asintió, se separó del abrazo y limpió su rostro, Sunghoon lo miraba con atención.
— Ni-ki, yo no estaré aquí mañana.
— ¿No? — preguntó, se preocupó de forma inmediata— ¿Por qué? ¿Lo vas a dejar?
— No, no, no podría... — negó, totalmente serio al respecto—. No podría nunca dejarlo, Ni-ki.
>> Mañana tengo el examen más importante de mi carrera, es el último que me queda, será rápido, apenas dos horas o poco más, le daré el desayuno, y después necesito que te quedes con él y lo cuides por ese rato, vuelvo para el mediodía.
>> Ya lo hablé con Sunoo antes, él me ha dado permiso, pero no puede quedarse sólo.
— Sunghoon, pero... ¿Y si pasa algo? ¿Y sí... ya sabes... Se va?
Sunghoon de inmediato negó.
— No, no, no está tan mal, sigue consiente, por más que haya pasado esto recién, y apenas tiene algo de fiebre, le quedan unos tres días, conozco los síntomas, no pasará nada, no corre peligro.
>> Igual, voy a dejarlo que duerma, le daré el desayuno, después se va a la cama y déjalo dormir hasta el mediodía, en su estado, es muy fácil que eso pase, pero te dejo una pastilla para que se duerma por si acaso.
Ni-ki se mordió el labio con fuerza.
— ¿Estás seguro?
— Totalmente— dijo, asintiendo.
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