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Ni-ki estaba sentado en la entrada al llegar, fue lo primero que vió, dejó unos cuantos billetes sin ver el número al taxista y salió del vehículo, fué hasta el peliazul para abrazarlo rápidamente, decirle un "Ya estoy aquí, no le pasará nada", y luego separarse para ir corriendo hacia el cuarto del Omega.

— ¡Pequeño!

Unos leves sollozos se detuvieron a tiempo que el rubio alzaba la vista hacia él, sus ojitos estaban cargados en lágrimas y se abrazaba a sí mismo con dolor.

Sunghoon arrojó su bolso y su abrigo al suelo, para meterse al nido de un salto y abrazarlo.

— Hoon... Duele...

— ¿Qué duele, pequeño?

— Todo.

Sunghoon lo acunó en brazos y comenzó a dejar besos por su rostro, iba a ir hacia su marca, como solía hacer antes, pero el estado en el que se encontraba no le dieron ganas para acercarse.

La marca estaba completamente negra, y un color morado, como un hematoma, se expandía de esta y llegaba a cubrir el cuello y parte del pecho del Omega.

— Sunoo, ¿Por qué no me llamaste antes? — dijo, su voz sonó baja y con un pequeño llanto al final.

Sunoo intentó sonreír pero pareció una mueca.

— Porque era más importante que yo.

— No lo es, nada lo es— Sunghoon se inclinó hacia su rostro, haciendo que sus narices se tocaran.

Buscó su mano, tomándola con firmeza, con la otra buscó el pulso en la muñeca del Omega, era muy acelerado, demasiado.

— Sunoo, ¿Qué es lo que más te duele?

— La marca... Y el pecho, me duele respirar.

— Te voy a inyectar un sedante, no vas a sentir nada— quiso apartarse, pero Sunoo lo tomo débilmente por su remera, aunque esta escapó de sus dedos porque ni tenía fuerzas para agarrarla, Sunghoon se detuvo.

— No, no... Te dije que no me duermas— el rubio se agitó, negando, soltó un quejido porque el moverse hacia que todo le doliera más, su respiración se volvió errática.

— Sunoo, estás sufriendo, no puedo verte así, no me da el corazón para ver a nadie así, y mucho menos a tí.

— Quiero estar aquí, contigo.

— Sunoo...

— Porque podría ser la última vez en todo lo que dure la eternidad, en que estemos juntos.

Sunghoon sintió su pecho doler con esas palabras, y las lágrimas subieron rápidamente a sus ojos.

— No será así.

Sunoo negó, sus párpados pesaban y se cerraban con cansancio.

— Ven— se acurrucó contra él, Sunoo se resguardó en su pecho, escuchando el corazón que latía preocupado, Sunghoon fue a dejar caricias en su cabello—. Sunoo... Eres en serio un sol, me has dado la oportunidad de ver el mundo con otros ojos, me has mostrado lo que es el amor, aquello tan lejano que creí que yo nunca iba a conseguir... Creí que el amor era para otros, no para mí, qué bueno que me equivoqué, qué bueno que encontré a alguien como tú, de nuevo, para decirme con todo su amor que me había equivocado... Qué bueno que he tenido el honor de pasar vidas contigo, porque nada de esto que pasamos será un desperdicio, estarás aquí mañana y en todas las vidas que le sigan, porque yo también voy a estar allí.

Sunoo se sintió un poco mejor con solo las palabras tan bonitas del Beta, pero un escalofrío lo interrumpió, sintió sus pocas energías desplomarse, el aire más pesado, y frío.

— Hoon... Tengo frío— murmuró con cierto esfuerzo.

El pelinegro volvió a tomar su muñeca, el pulso era aún más débil, supuso que la presión arterial había bajado.

Su lobo estaba en alerta, el lobo de Jimin apenas respondía a sus ladridos internos, lloriqueaba con dolor.

Sunghoon sentía que estaba listo, sentía que no había mucho tiempo más.

— Pulgoso, ¿Qué hacemos?

"Aún no."

— ¿Por qué no?

— Sí... Por qué no— murmuró Sunoo, quién estaba escuchando la conversación a la perfección, y que quería de una vez por todas unirse a Sunghoon para volver a sentirse mejor.

"No va a funcionar bien, hay que esperar."

Sunghoon sólo podía tomar la mano del Omega, aguantar sus ganas de llorar mientras contaba cada pulso que pasaba debajo de sus dedos, en la muñeca del rubio, mientras esto se hacían cada vez más y más lentos, pasaron largos minutos, quizás hasta media hora, mientras seguían esperando a que el lobo del Beta diera la señal.

Su pequeño estaba entrando en paro, y aun así, Sunoo no se rendía en pasar esos momentos con él.

Sus párpados pesaban, pero siempre volvía a abrir los ojos, aunque ya le estaba costando demasiado.

— S-Sunghoon... — Sunoo susurró su nombre usando todas las fuerzas que tenía.

El pelinegro se acercó a él de nuevo, temblando, escuchando la horrible y mínima respiración del Omega, y sabiendo que su pulso caía y caía a cada segundo, el final se encontraba allí mismo.

— Te amo — Sunoo estaba sorprendido de que lo hubiera logrado decir, y sonrió apenas, mientras sus desenfocados ojitos miraban la figura del Beta frente a él, recordando con devoción el como era cuando sus ojos no estaban tan muertos.

Sunghoon sentía su respiración cortarse, temblaba completamente y se estaba desesperando por hacer algo, aunque sea llorar, la necesidad de hacer algo y la impotencia de no poder hacer nada peleaba dentro de sí, razguñandolo por dentro y rompiéndolo de a poco.

Su lobo estaba en alerta, seguía atento, el lobo de Sunoo había dejado de responder unos minutos antes.

Miró los brillantes ojitos de Sunghoon, ese azul apagado y frío que él los hacia cálidos, y los amaba.

— También te amo— dijo Sunghoon, con todo su corazón y su sinceridad, las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por sus mejillas.

Sunoo lo miró con aquellos hermosos ojitos, le agradeció con su última visión del mundo, y su sonrisa se congeló a mitad de camino, murió en ese pequeño doblez debajo de sus ojos, y con el último suspiró dejó escapar su última lágrima, las demás quedaron atrapadas.

Y Sunghoon vió sus ojos apagarse en ese último atisbo de felicidad, y se perdieron finalmente, junto cuando su última apenas sonrisa desaparecía y lo dejaba con nada, arrebatando todo de su corazón y dejando el mundo frío y al Beta sólo.

No había muerto, no realmente, no para el lado de la medicina, aunque sí a la vista, seguía allí, su pulso era muy bajo y casi imperseptible, su respiración era aún más mínima, pero él seguía allí, sólo que el propio cuerpo se apaga para evitar el momento final.

Estaba entre la inconsciencia y la muerte.

— Sunoo... — lo llamó en vano, tomó sus mejillas—. ¿P- Podrías volver? ¿Por favor?

Sintiéndose totalmente vacío por dentro, lo tomó entre sus brazos como si fuera un bebé, dejó el rostro del Omega descansar en su cuello, lugar que tanto le gustaba por su aroma y en el que tantas veces se había refugiado.

"Ya puedes" indicó su lobo, quien por primera vez en mucho tiempo estaba tranquilo y completamente serio.

Tomó la pequeña mano del rubio, decidido a actuar.

— Intenta volver, Sunoo... — dijo, pensando en su sonrisa, en su risa, en sus ojitos alegres y vivos, en ese encantador eye smile, en su amor y en su cariño, en su destino y que lo estaba cumpliendo, y lo amaba.

Colocó sus dientes sobre la marca, dejó que su lobo lo guiara, hasta apretar su mandíbula y enterrar sus dientes entre el hombro y cuello del Omega.

Su estómago se revolvió cuando sintió la sangre en su boca, y no fue sino hasta que su lobo dijo "Suficiente" que se apartó, con náuseas, limpió su boca con su mano y no se resistió a escupir lo que había quedado en su boca, no era tanta, no había sangrado casi nada, Sunoo no tenía tanta circulación para que eso ocurra.

Sus ojos fueron al rostro de Sunoo, que seguía igual que antes, y esperó segundos completos, hasta que la primera lágrima cayó, junto con sus esperanzas.

Su lobo no le respondió nada de lo que necesitaba escuchar, nada de lo que sus sentimientos pedían.

Lo sintió llorar y bajar sus orejas, y fue suficiente para romperlo.

Con decepción, y los sollozos peleando por salir, raspando su garganta, acunó la mejilla del rubio.

—L-Lo siento... Lo s-siento ta-tanto, peque-ño— se rompió por fuera, juntando su frente contra la de Sunoo, rozando sus narices—. Ddeonu... Te extraño...

Temblando, cerró sus párpados, esos ojos que ya no podian ver y que él tanto amaba quedaron atrás, ya lo había perdido.

Juntó sus narices y las frotó sólo, en un último beso de despedida.

"Está ahí."

— ¿Q-Qué?

"Está ahí, llorón, está. Te las crees todas, eh."

Sunghoon limpió sus lágrimas bruscamente para ver, y lo primero que notó era la marca que él había abierto de nuevo, sangraba, más que antes.

— Si sangra así... Es porque late— buscó con su mano en el pecho del menor, sobre su corazón, y sintió el golpeteo, rió con alivio y lloró un poco más—. Sunoo... Ddeonu, pequeño— tomó su mejilla—. Pequeño, escúchame y vuelve... — una pequeña y entrecortada respiración lo hizo asentir con orgullo—. Así es, Sunoo, sí, sí, estoy aquí, estoy contigo, estás conmigo...

Sunoo tosió débilmente, respirando poco aire y de forma desesperada, mientras sus ojos se entreabrían, y se preguntaba por qué el mundo estaba tan borroso.

—Ya, ya, estoy contigo, no pasa nada ... Respira tranquilo que estoy aquí, no pasará nada— Sunghoon lloraba y sonreía feliz, abrazándolo con su vida.

Junto a su felicidad, sentía la confusión, le tomó unos segundos saber que eran las emociones de Jimin, por primera vez en su vida (en esta al menos) sabía lo que se sentía compartir un lazo, y era hermoso.

—Sunghoon...

— No, no, no hables, sólo respira— el pelinegro lo acunó contra su pecho, el menor asintió—. Ya está bien, ya está bien, pequeño— Sunoo asintió, apretando su mano con fuerza—. Estás conmigo...

El destino se había cumplido, una vez más, volvían a estar juntos, con sus corazones latiendo a mismo ritmo, sus lobos dejaban mimos entre ellos, besos en sus orejas y acurrucándose, y sintieron que no podían hacer menos.

Sunoo alzó el rostro hacia él, sus ojos pudieron ver mejor su sonrisa, el pelinegro frotó sus narices, haciéndolo sonreír, para luego juntar sus labios en un beso lleno de alivio.


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