𝟎𝟎𝟑: power
PODER
CAPÍTULO TRES
SE SENTÍA COMO UNA SIMPLE FLOR pisoteada bajo su pie nuevamente. No podía recordar un momento en el que no lo hubiera hecho.
-Deberías ser una buena persona y simplemente admirar el trabajo de la gente común -, su voz sonaba como un susurro suave.
Al principio, Aegon no dijo nada. Luego, -Las personas buenas no existen, no en las profundidades oscuras de este mundo -. Se volvió para mirarla. -Tú eres la excepción, ¿verdad? -
Ella lo era.
Un año como su esposa fue suficiente para moldearse de una manera que le complacía. Una esposa que guardaba silencio y encarnaba la feminidad para su propio entretenimiento. Eso era suficiente para hacerla sentir una buena persona a sus ojos.
Aegon le lanzó una mirada de desaprobación cuando ella miró más allá de él y hacia la gran ventana. -No hagas eso -.
-¿Hacer qué? -
-Mirar en mi propia alma y luego dejarme colgado de un hilo para tu atención. Como mamá -. Miró hacia el collar de jade que colgaba de su cuello, como si se imaginara a sí mismo en su lugar. -A veces me pregunto si realmente me amas, o si solo estás fingiendo por el bien de ella -.
Viserra ocultó lo que de otra manera habría sido un despectivo bufido. Agarró sus manos y las acercó a su pecho, dejando poco espacio entre los dos. -Antes de casarnos, éramos hermanos. No puedo recordar un momento en el que no te amara -.
Pero podía recitar interminables recuerdos de puro odio con la misma claridad que él. Recuerdos que le dejaron la garganta dolorida de tanto gritar y sus mejillas manchadas de lágrimas. Los divertía a ambos lo rápido que podía perdonarlo.
-Te has convertido en ella -, susurró peligrosamente cerca de su oído. Podía sentir que temblaba bajo su tacto. -Una buena esposa. ¿Es eso lo que quieres oír? ¿Que tu sacrificio, tu conformidad como buena esposa, no ha sido en vano? -
Sus ojos reflejaban una sensación de inocencia. -Si eso es lo que deseas que escuche, entonces sí -.
Su mente empezó a desvanecerse en la nada mientras sus ojos miraban sus labios. Él no era más que una simple flor para que ella pisoteara, lo entendía. Y cuando su mano se acercó a la nuca de ella, supo que ella ya había ganado y él había perdido contra sí mismo.
Un juego de gato y ratón; un ciclo interminable de necesidades y desesperación.
-Muéstrame, Viserra. Muéstrame lo que significa ser una esposa obediente -. El pulgar de Aegon se acercó a acariciar su labio inferior.
-¿De quién fue la idea? -
Y luego cayó rápidamente a su lado mientras retrocedía unos centímetros. Maldijo, y Viserra gimió, mirando al suelo avergonzada.
Su madre estaba a pocos metros de distancia, mirándolos con una expresión en blanco. Su mirada se endureció al no recibir respuesta.
-El cerdo -, especificó un momento después. -¿Fue idea tuya? -
-No -,dijo Aegon, en tono defensivo. -Fue Jace y... fueron los dos. No podía estar seguro -.
Alicent inclinó la cabeza. -Aemond es tu hermano -. Cruzó los brazos, enderezó la espalda y miró a su hijo con una mirada de reproche.
-Bueno, es un idiota -.
-Somos familia. Pueden pelearse en casa como quieran, pero en el mundo debemos defender a los nuestros -. Dio pasos más cerca de ellos, sus tacones haciendo clic y resonando con autoridad mientras Aegon encogía los hombros, diciendo que sus travesuras eran divertidas. -¿Crees que los hijos de Rhaenyra serán tus juguetes para siempre? Tal como están las cosas... Rhaenyra ascenderá al trono y Jacaerys Targaryen será su heredero -.
-¿Y qué? -Se recostó contra el cabecero, aburrido ya de la disciplina de su madre.
Ella gimió con una profunda molestia por sus palabras. -Casi eres un hombre hecho. ¿Cómo puedes ser tan miope? -. Tomándose un momento para recuperar la compostura, se sentó entre sus hijos. Su mano agarró suavemente la de Viserra, mientras la otra descansaba cerca de Aegon. -Si Rhaenyra llega al poder, tus propias vidas podrían estar en peligro. También las de tus hijos. Podría moverse para eliminar cualquier desafío a su sucesión -.
-Entonces no desafiaremos... -
Un acto de maternidad llegó en forma de su mano agarrando bruscamente su rostro. -¡Tú eres el desafío! ¡Tú eres el desafío, Aegon! -Ignoró sus gruñidos y siguió gritándole en la cara, sus anillos de oro dejando una marca en su piel ya desgastada. -¡Simplemente viviendo y respirando! -
Viserra agarró el hombro de su madre, instándola a aflojar su agarre en él. Y cuando lo hizo, Aegon miró a su madre con los ojos de un niño desesperado.
-Eres el hijo mayor del Rey... y lo que saben, lo que todos en el reino saben en su sangre y en sus huesos... -Su dedo se clavó en su corazón como una hoja roma, girando y girando antes de que su punta cayera plana en su palma. -es que algún día, serás nuestro Rey -.
Echó un buen vistazo a su rostro antes de tomar un mechón de su cabello entre sus dedos. Luego lo enmarcó detrás de su oreja antes de girarse hacia su izquierda, donde Viserra estaba sentada en silencio. Con la espalda vuelta hacia Aegon, le dio una pequeña y lastimosa sonrisa. Después, se fue, dejando a los dos en un largo momento de silencio.
La debilidad de Aegon residía en lo más profundo de su propia piel, y como una forma de escapar de eso, abrazó a Viserra. Y a medida que las líneas entre lo real y lo falso se difuminaban, Viserra no dudó en aferrarse a él.
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