n i g h t
El pequeño pollito picotea de a poco los cabellos de Sanggyun, logrando despertarlo lentamente. A medida que abre sus ojos distingue a Kenta bañado por la oscuridad de su habitación y siendo ligeramente iluminado por la ventana que mantiene abierta incluso en las noches. Kenta no lo mira a él, ni al pequeño pollito que sostiene a medias, sus pupilas tiemblan y lucen perdidas por lo que Sanggyun se incorpora con cuidado y toma al pollito entre sus manos, el príncipe sólo baja la mirada.
Kenta busca las palabras, pero todo parece quedarse atorado entre su garganta y su cabeza.
Suele suceder, pierde la capacidad de darle forma a sus pensamientos y termina con un nudo en la garganta que cuando se desata es todavía peor, sus palabras se vuelven metáforas extrañas y habla directamente como ve las cosas dentro de su cabeza, parece que desvaria aunque él entiende lo que dice y nadie más lo entiende.
Le gustaría no entenderse a veces, dolería mucho menos.
—Sanggyun, yo...
El explorador toma sus manos después de dejar por el suelo al pollito, están congeladas.
—¿Por qué saliste a buscar un pollito a esta hora? —pregunta y Kenta se encoge de hombros—, hace mucho frío, Kenta.
El estómago de Kenta se revuelve, se siente culpable ahora. Se siente culpable cada vez que molesta a Sanggyun tan tarde, robándole su sueño para mostrarle todas las sombras que se alzan dentro de su mente robándole el sueño, las ganas de soñar y las ganas de espantarlas.
—Lo sé, lo sé, soy un idiota —dice, separando sus manos de las de Sanggyun para llevarlas a su rostro y voltearse—. Lo siento.
—No digas que lo sientes.
—No debí venir, tú no puedes... yo no puedo... —las palabras se pierden otra vez y las imágenes en su mente pasan rápido—, me duele, Sanggyun.
Es entonces cuando sus pensamientos lo acosan y es lo que le duele, no entiende por qué lo siente casi como un dolor físico si todo está en su cabeza.
En su mente hay un cielo estrellado, luego lluvia, luego él mismo, después recuerda que se tropezó mientras buscaba un pollito y las imágenes cambian a las de su pecho frente al espejo moviendose demasiado rápido, luego le duele el pecho y recuerda estarse viendo hace unos minutos el rostro frente a su espejo, se escucha otra vez diciendo que se odia y diciendo lo siento luego, como si decir eso o pedir perdón fuera suficiente.
Intenta calmarse cuando no puedo escuchar ni su propia respiración, es como estar debajo del agua.
No tenía que haber ido a molestar a Sanggyun.
Necesita encontrar una solución solo. Es odioso que le tenga miedo a la soledad y que la soledad se la cree su cabeza. Le gustaría que no fuera una soledad ruidosa.
—Está bien llorar —dice Sanggyun llegando por detrás y colocando sus manos en los costados de Kenta.
El príncipe presta atención a sus manos, a su alrededor, deja de estar sumergido en su mente unos segundos y se da cuenta de las lágrimas que caen en sus manos, escucha sus propios sollozos ahogados.
¿Por qué sucede? No es lo que quiere.
Sanggyun lo lleva lentamente hasta su cama y ambos se tumban en ella. Kenta pierde la vista en el techo e intenta imaginar los pensamientos de Sanggyun.
Recrear en su mente la mente de otra persona es como pintar, lo que sucede es que es un pintor al que le tiemblan las manos.
No piensa sólo en una mente, piensa en sus colores y sonidos, les da un clima y los pensamientos aparecen escritos en cada rincón.
Lo que sucede es que las paredes caen sobre él. Siempre.
Las manos de Sanggyun se entrelazan sobre su estómago y él recoge más sus piernas, sintiendo ahora todo el frío acumulado en su cuerpo.
—Lo siento —dice una vez más—, me siento mal, perdón.
La nariz de Sanggyun roza su cuello y cuando habla su aliento choca cálido contra él—. No me pidas perdón.
Y entonces Kenta llora todavía más. Porque no es lo mismo que cuando está ocultándose, donde Sanggyun es un experto en encontrarlo. Está perdido dentro de su cabeza y Sanggyun... Probablemente sólo lo esté hiriendo pero él hace que se quiera encontrar. ¿Es egoísmo o amor? Solo sabe que definitivamente no quiere herir a Sanggyun, que preferiría estar herido él y aún así podría sonreír mientras Sanggyun sonría.
—¿Quieres hablar sobre ello? —pregunta Sanggyun lento y Kenta lleva una de sus manos a las de Sanggyun y con la otra se toca el pecho justo por donde tiene el corazón.
¿Cómo hablar de ello? Todas sus palabras son confusas y su mente es confusa, no confusa como un poema pero si como los colores que se ven en las nubes de lluvia.
—No lo sé —responde bajito, le gustaría decir que sí.
Pero tiene miedo de que Sanggyun se de cuenta de que no puede ser reparado.
Cierra sus ojos con fuerza y se deja llorar todo lo que su cuerpo quiere, de lo contrario no va a dejar de sentirse pesado.
Se imagina la cabeza de Sanggyun llena de colores pastel pero en la esquinas a donde no llega la luz los colores se distorsionan hasta volverse oscuros porque la luz no siempre nos llega a todos lados. Escucha música de piano y está fascinado con todo, incluso con las esquinas. Le cuesta leer los pensamientos escritos en las parades, pero le gustaría saber que está pensando sobre él así, de igual forma no se va a acercar, no va a tocar las paredes y va a dejar de imaginar antes de que dañe lo que puede ser un retrato bonito de la persona que tanto quiere, se va quedar en el medio esperando a que todo caiga sobre él, no va a tocar nada porque no quiere dañar a Sanggyun.
—No te canses de ti, Kenta —murmura Sanggyun y Kenta deja de pensar en su cabeza—. Me da miedo que te canses de ti.
Las imágenes en la cabeza de Kenta son suplantadas por el sonido de una persona corriendo rápidamente en el césped, es él cuando era un niño, entonces recuerda que no sintió nada cuando se cayó y puso sus manos para detenerse, no sintió nada en sus manos y no sentía nada, solo veía las cosas y todas dentro de su cabeza perdieron el significado por unos momentos.
—Te quiero, Sanggyun —dice y la garganta le quema.
Ahora puede estar más consciente, percibe con cada parte de su cuerpo a Sanggyun y sus intenciones. Lo logra poco a poco, consigue el punto donde todo toma forma otra vez, aún duele pero ya no parecen solo patrones desordenados de cosas.
Justo como cuando era un niño, cuando vio la sangre en sus manos y detalló los pequeños rasguños todo volvió poco a poco a él, primero las lágrimas, luego el ardor en sus manos y después el sonido. Ya no podía concentrarse en otra cosa que no fuera lo que estaba frente a su nariz.
Prefiere llamarlo desconcentrarse por intentar concentrarse. Tal vez su mente abarca mucho más de lo que debe y no es capaz de asimilarlo, no lo sabe.
—Yo te quiero mucho más, Kenta, me gustaría hacer más por ti.
El amor de Sanggyun se siente como efervescencia por debajo de su piel y sí, Kenta sigue triste aunque las cosas se están aclarando un poco, pero está consciente de que esa efervescencia es hermosa y es luz filtrandose en él y es algo, que cae sobre sus heridas y le sana una parte.
Sanggyun no puede hacer mucho más porque ya lo tiene entre sus brazos y le escucha y trata de entender aquello que toma por el cuello. Pero sobre todo Sanggyun sigue siendo Sanggyun frente al Kenta roto en pedazos.
No se ve forzado a cambiar o a actuar distinto y Kenta nunca había conocido un corazón tan puro que se abriera para él. Sanggyun le quiere y le escoge, los demás lo quieres y lo toleran como si se tratara de una astilla que no se pueden sacar y a la que sí o sí tienen que tomarle cariño.
—Lo que haces por mí es más que suficiente —dice Kenta recuperando poco a poco su tono normal de voz—, contigo puedo pensar con esto —dice llevando la mano de Sanggyun en dirección a su corazón—, y es más cálido pensar con esto.
—Pero no estás pensando con eso ahora.
—No soy solo el ahora y no quiero que la mayor impresión de mi sea ahora, los momentos así, y sé que para ti soy más que el ahora e incluso ahora soy capaz de sentir algunas cosas buenas, solo que soy un estúpido que las sumerge con... todo lo demás.
—No lo haces con intención, Kenta, no lo haces.
No lo haces Kenta, no lo haces, no es tu culpa, ni siquiera sabes cuales cosas son tu culpa. No lo haces, Kenta. Se repite eso como un mantra en su mente y el mundo confuso solo se pone oscuro, los sentimientos que permanecen son un poco de culpa, mucha tristeza y el amor, lejos de estos últimos dos porque el amor no es un sentimiento que haya creado solo sino que es uno que ha ido aprendiendo con Sanggyun y nunca se perdonaría ensuciar ese amor.
—Estamos encontrándome —dice Kenta sin esperar que Sanggyun comprenda del todo pero la respuesta que recibe es positiva y viene en forma de beso, apenas un roce a su nuca.
—Vamos a tener problemas para encontrar al pollito ahora —susurra Sanggyun aligerando el ambiente y Kenta intenta reír pero también se escucha como un sollozo.
—Haré que Donghan lo busque —bromea Kenta, sorbiendo su nariz—, yo soy el príncipe.
—Tú eres mi príncipe.
Kenta acaricia las manos de Sanggyun e intenta imaginar los cerezos en primavera, que le traen calma como su explorador, cuyos pétalos hacen que sus manos se sientan especiales como lo hace la piel de Sanggyun que acaricia.
—Deberías dormir —le dice y Sanggyun le hace cosquillas con su nariz.
—Tú también.
—Me duele la cabeza —admite y Sanggyun le hace cariños en el estómago, logrando que se distraiga un poco del dolor de cabeza—... eso parece funcionar, ¿me puedo quedar a dormir contigo?
—Siempre puedes.
Kenta cierra sus ojos y se concentra en solo ver ese color negro confuso que todos ven al cerrar los ojos, se concentra también en percibir la nariz de Sanggyun en su cuello y sus cariños en su estómago, esos pequeños detalles tal vez lo ayuden a dormir pero sabe que le basta con que Sanggyun se duerma estando menos preocupado.
—Te quiero.
—Yo te amo.
Siempre hay noches malas pero ellas no permanecen hasta el amanecer como el amor que le tiene a Sanggyun o como las ganas de mejorarse... aunque no pueda.
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