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d e s t i n y / a u t u m n / u s

Los ojos de Sanggyun brillan antes de cerrarse completamente debido a su gran sonrisa. Muestran estrellas antes de ser dos medias lunas y eso hace que Kenta piense en el destino, que nunca le pareció brillante hasta que entendió que tenía que pulirlo, porque el destino es suyo. 

Y en una parte su destino se comparte con el de Sanggyun, porque fue el destino quien los alineó y fueron ellos los que lo hicieron posible. De todas las decisiones que pudieron tomar, decidieron tomarse entre ellos. 

Es suerte, el que hoy sea un día de los favoritos de Kenta y que suceda en otoño, la estación en la que conoció a Sanggyun.

Cabe destacar que también hay mucha suerte entre ellos. 

—Ven acá —dice Sanggyun con su voz suave. 

Kenta se arrastra por el pasto hasta quedar más cerca de Sanggyun, con su mano descansado sobre la ajena y sus narices acercándose, pidiendo que no choquen ellas pero sí sus labios pero eso no es lo que le da Kenta al destino, porque aunque no le guste admitirlo es bastante caprichoso así que termina recostado su cabeza en el regazo de Sanggyun, viendo desde abajo su sonrisa. 

Le basta eso, con mirarla recuerda como sabe su sonrisa entre sus labios, lo recuerda sólo un par de veces como ha sucedido pero parece tan imborrable que siente la cinta su memoria rebobinarse sin pedirlo. 

—No te voy a besar —le dice Kenta a Sanggyun y estalla en risas pequeñas.

—Príncipe malcriado —dice el pelinegro y deja que sus dedos vaguen entre las hebras amarillas que conforman el cabello de Kenta—. ¿No deberías estar cumpliendo con tus deberes reales? 

—No comiences, Sanggyun. 

El explorador acaricia entonces su rostro con ternura, como si mirara un tesoro inocente que no es y Kenta sabe que Sanggyun lo sabe, pero es destino que lo mire así y son procesos naturales cuando se acelera su corazón por eso y su mente se pone cálida. 

—Lo siento —murmura Kenta con una sonrisa y Sanggyun arruga la expresión. 

—¿Por qué dices que lo sientes? No tienes que hacerlo. 

Pero hoy "lo siento" no significa eso o tal vez sí porque tiene que lamentar no tener las palabras adecuadas para lo que de verdad quiere transmitirle a Sanggyun. Hoy «lo siento» quiere decir que no puede parar de pensar en todo lo que ha sucedido desde el otoño en que llegó Sanggyun. Recuerda exactamente como todo se calló en su cabeza cuando Sanggyun le ofreció por primera vez su sonrisa, tan cálida y verdadera. 

Las manos del príncipe suben hasta el rostro de Sanggyun, mirándolo fijamente, sintiéndose inundado por la brisa otoñal que arrastra recuerdos y ahogandose gloriosamente en los sentimientos que tiene por él, aquellos que le encanta sentir con cada poro de su piel. Luego de acunar el rostro de Sanggyun y sumergirse en su mirada, decide acomodarse hasta estar sentado sobre él, con sus piernas a cada lado del cuerpo de Sanggyun, quedando tan cerca como se lo permite la expresión del pelinegro. 

Un  murmullo escapa de la boca de Sanggyun de forma bajita pero justo en la oreja de Kenta que roza con sus labios— Príncipe Kenta... 

—¿Puedo ahora? —pregunta repentinamente tímido pero sin intenciones de alejarse, incluso con una sonrisa bailando entre sus labios buscando esconderse mientras quiere asomarse, que irónico.

El pelinegro pone sus manos a cada lado de Kenta, de forma firme y toma un respiración que hace que su pecho quede pegado al del rubio monarca que entiende eso como una señal y está por besarle cuando Sanggyun es quien posa los labios sobre los suyos primero pero no los mueve y espera que eso haga él. Kenta decide mover sus labios al ritmo de los recuerdos que se asoman en su cabeza. 

Kenta recuerda escapes a la colina y correr tomando la mano de Sanggyun para no caer, recuerda su risa y como se volteaba para regalársela de frente mientras tiraba de su mano para mantenerlo cerca de él. 

El beso se profundiza cuando las manos de Kenta caen la parte posterior del cuello de Sanggyun, porque su corazón corre como él en sus recuerdos y los labios de Sanggyun saben a esa risa. 

Eres tan precioso, te amo demasiado. 

—Eres el príncipe de mi corazón. 

—Tú eres mi persona especial. 

También saben a sus palabras y la forma en que su piel se eriza bajo su contacto es justo como recibe su corazón aquellas palabras con aquel tono melodioso de Sanggyun. 

En el momento en el que el aire les avisa que está por acabarse, Sanggyun sube sus manos por la columna de Kenta y este presiona más sus labios contra los de forma preciosa de Sanggyun mientras su mente vaga por los pequeños detalles que forman el todo que ama de Sanggyun. 

Su sonrisa con sus intenciones tan claras, su tono de voz que muestra como son sus acciones, lo implicado que es con lo que le gusta, su forma de tratar a los demás, su brillo propio que nunca se apaga ni en los momentos más oscuros aunque la debilidad intenta arrebatarselo con dudas y cierto cierre sentimental pero aún así no se va, queda en sus ojos y se escapa entre las grietas de los nervios que tiene de no preocupar demás. El brillo siempre está.

El explorador Sanggyun es un ser de luz desde el punto de vista de Kenta y eso fue obra del destino, para que lo viera todo claro como nunca puede, como nunca le deja su mente, aquella que Sanggyun hace sentir privilegiada pues a él si lo puede ver claro.

Sus labios se separan y se observan fijamente, la sonrisa de Kenta está en alto y la expresión de Sanggyun es más calmada, ojos compasivos son los que le regala a Kenta y una cierta vista de su lengua recorriendo sus labios rojos, justo como los debe tener el príncipe también. 

—No podía verte a los ojos en el primer otoño. 

—Pero ya puedes —dice Sanggyun acariciando la mejilla de Kenta con su pulgar. 

—No puedo ver a todos a los ojos, a veces aún huyo de tu mirada pero tu mirada es la que más me gusta, Sanggyun —dice Kenta con un tono divertido pero suave y Sanggyun le sonríe de medio lado—. Es tan fácil mirarte a ti.

Un beso es dirigido está vez a la frente de Kenta y luego el pequeño príncipe deja caer la misma cerca de la clavícula de Sanggyun. 

Tal vez creer en el destino es tonto, pero Kenta cree en que es parte de lo que sucede entre Sanggyun y él porque si se tratara de otra persona distinta, de un explorador distinto, de un camino de otro color el que se cruzó con el suyo, sabe que no habría pasado nada, que sucede porque se trata de que Sanggyun es la persona con la está entrelazando su mente y cuerpo. Es la persona a la que quiere mirar incluso cuando su mente huye de las miradas. 

Los deseos del corazón son procesos naturales que responden a un destino y tal vez así no suena tan tonto, tan fantasioso, tan infantil. 

—Te amo justo como eres, Kenta —asegura Sanggyun y sube con cuidado sus manos hasta el rostro de Kenta. 

Los labios de Sanggyun comienzan otro beso, uno más sentimental, tal como la estación en la que se encuentran. Es suave, justo como sus labios y las ondas de sensaciones que recorren el cuerpo de Kenta, aquellas que mantienen abajo sus párpados, porque lo más bonito basta con sentirlo, no es necesario verlo, es más placentero que tu mente dibuje esa realidad y de todas las realidades torcidas dentro de la mente de Kenta, esa con Sanggyun es todo lo contrario, es la más preciosa.

El nuevo beso le recuerda a Kenta las malas noches porque Sanggyun le ha dicho que lo quiere con lo bueno y con los momentos malos, porque solo Sanggyun ha podido sentir así sus momentos malos. El nuevo beso le recuerda a la pureza en la oscuridad.

Piensa que casi parece tonto cuando Sanggyun niega ser tan bueno. ¿Qué otra persona le llamaría increíble a un príncipe que llora por todo? 

Que no puede entender todo lo "normal" y al parecer no puede ni serlo.

Sanggyun lo entiende como nadie y él sabe, Kenta sabe que él puede entender a Sanggyun. 

Tal vez el destino sí tiene un poco de magia, porque puede entender a Sanggyun sin pensarlo mucho, cuando lo piensa mucho es que su mente arruina las cosas. 

¿Por qué Sanggyun quiere a su mente? 

El destino no tiene todas las respuestas como uno las espera pero eso está bien. 

—Te amo —le repite el amor de su vida sobre sus labios y Kenta no quiere que pare de decirlo pero tampoco quiere que pare de besarlo—. Te amo. 

Pasó de soñar con sostener su mano a tomarla, de esquivar su mirada a perderse en ella, de ocultar sus sentimientos a decirlos con sinceridad y ahora lo besa como en cada sueño que no le contó a Sanggyun pero que su mente repetía cuando lo volvía a ver. 

—Yo también te amo, Sanggyun. 

Dejan de estar sentados y el césped del castillo ahora acaricia la espalda de Sanggyun mientras este mantiene a Kenta sobre él. El beso sigue siendo tranquilo y todo a su alrededor desaparece. 

Desaparece la inseguridad en Kenta y la quietud de las manos de Sanggyun. Incluso los celos estúpidos que alguna vez Kenta le tuvo a cierto muchacho altísimo se borran por completo mientras Sanggyun le saca los sentimientos a besos. 

Puede que el destino sí sea cosa de cuentos de hada ya que se siente el príncipe de ellos, besando a la única persona que ha hecho que su corazón se sacude tan fuerte. 

Y es muy probable que el destino sólo sean él y Sanggyun. 

Él y Sanggyun mientras se besan, mientras hablan, mientras uno hace reír al otro, mientras uno ayuda al otro, puede que sea cuando duermen juntos y las manos de Sanggyun se entrelazan sobre su estómago, también cuando Sanggyun arrulla sus miedos y estos se calman con su ayuda. Puede que destino sean todas las noches malas y los amaneceres donde Sanggyun seguía a su lado. 

—Mira a quien tenemos aquí. 

Destino también es que el pug de Sanggyun llegara hasta donde están, interrumpiendolos de forma divertida y siendo perseguido por un gato que rápidamente Kenta toma entre sus brazos cuando se sienta. Y no hay nada más feliz que el ahora, con gatos y perro incluidos y Sanggyun fijando ahora toda su atención en el cachorro mientras Kenta se siente más feliz que nunca. Como un príncipe con su príncipe a su lado. 

Porque Sanggyun también es un príncipe, puede que sea el mejor de ese reino o puede que ambos se vuelvan mejor el uno al otro.

—Que bonito es que sea nuestro reino —dice Kenta y Sanggyun lo mira sonriente mientras deja que el perro le pase la lengua por el rostro—. Que bonito que el destino nos juntara. 



F I N














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