a w a k e
Las mañanas siempre comienzan de una forma muy linda para el príncipe Kenta. Cuando sale al jardin trasero del castillo puede conseguir a Sanggyun alimentando a las tortugas y a Longguo jugando con sus gatos, que lo quieren más a él pero a Kenta sinceramente no le importa mucho eso, Longguo y los gatos tienen algo especial.
En el momento en que Sanggyun lo ve salir del castillo siempre lo mira fijamente y le sonríe, sus ojos se vuelven dos medias lunas muy brillantes que le alegran toda la mañana al príncipe y es inevitable no devolverle aquella sonrisa, tratando de que tenga la misma intensidad. Sanggyun es el sol, el viento suave y las flores de cerezo, siempre es primavera a su alrededor y por él siempre es primavera en el corazón de Kenta.
—¿Dormiste bien, mi príncipe? —le pregunta cuando Kenta se agacha a su lado para alimentar a las tortugas también.
Casi todos en el reino llaman a Kenta "mi príncipe" pero solo Sanggyun lo hace especial porque no lo hace solo por su sangre real, lo hace porque quiere, para que suene bonito.
—No he dormido nada —anuncia Kenta con una sonrisa y Sanggyun arruga la nariz—. Pero estoy bien, además, las tortugas cada día se vuelven más bonitas, ¿no te parece? —pregunta cambiando el tema.
—Príncipe, tienes que dormir.
Kenta es sin lugar a dudas el príncipe de los desastres, príncipe al fin y al cabo pero con una larga lista de costumbres y sucesos cuestionables, tener los peores hábitos de sueño de todo el reino es lo de menos comparado con todo lo demás. Es un príncipe que no puede ni siquiera dar discursos frente a los pocos habitantes de su reino y que de alguna u otra forma siempre termina lastimandose sin querer por no prestar suficiente atención a las cosas que lo rodean. Es un experto en el arte de no saber decir las cosas, cuando piensa mucho lo que va a decir todas las palabras le sale atropelladas y cuando no piensa lo que va a decir se avergüenza por las cosas que suelta, porque nunca son correctas.
—O puedo ir a jugar con los pollitos —dice sonriente y Sanggyun niega—, dormiré después, tal vez en la tarde, pero tengo trabajo que hacer, tengo que revisar todo el plan de control de tala de árboles en el reino, es mucho trabajo —lloriquea y el otro rubio le da unas palmadas en la cabeza—, ¿Me harás compañía?
Cuando Kenta está junto a Sanggyun se siente como el príncipe desastroso más bonito por dentro. ¿Tal vez sí lo es? decide confiar en los ojos y palabras de Sanggyun, quien le susurra directo al corazón.
—Lo haré, mi príncipe —dice y se observan profundamente.
Los ojos de Sanggyun son el mar y Kenta está feliz de estar entrando en él. Se siente correcto, siente que flota y que el agua nunca se mete en sus pulmones. Siente que es uno con el mar que es Sanggyun, aunque el mar tenga partes que nunca verá.
Sanggyun llegó al reino como explorador, persiguiendo aquella leyenda que dice que el castillo está construido sobre la montaña de la melancolía, y lo está y cada gobernante en él le hace honor a aquel infame nombre.
Kenta no es solo el príncipe de los desastres, también es un príncipe bastante triste porque no sabe cómo ser príncipe, no sabe cómo ser él en general. Poco a poco ha ido aprendiendo que no tiene que saber, solo tiene que aprender a sentir y dejar fluir, con Sanggyun a su lado es un poco más fácil, el explorador que ahora solo explora su corazón lo hace sentir como una persona más, no como un príncipe con mucha obligaciones o un humano con pocas tuercas en la cabeza.
Desde que Sanggyun llegó al reino, la granja de pollitos de Kenta es más alegre, las tortugas adoran a Sanggyun y Longguo también, ya no solo hablaba con los gatos, con él y con Shihyun. El castillo perdió sus lúgubres decoraciones y se lleno de los bonitos detalles de Sanggyun, el explorador que Kenta convirtió en su consejero real, título válido solo ante el pueblo porque en el corazón de Kenta aquel explorador era otro príncipe más.
¿Cómo no iba a ser una persona tan especial un príncipe más?
El reino de Kenta consta de apenas unos 300 habitantes por lo que rápidamente se corrió el rumor de que la montaña de la melancolía no desprendía tristeza ya. Unos adoraban a Sanggyun y otros le tenían envidia pero cada persona estaba de acuerdo con el hecho de que la llegada del explorador volvió a su príncipe un muchacho más suave que dejó de actuar su felicidad.
Al principio Kenta era incapaz de hablar frente al explorador. Era muy bonito y tan cálido que sentía que lo iba a arruinar, y claro que lo hacía, cada dos por tres sus palabras se cortaban y al final hablaba con el explorador a través de cartas que hacía que Longguo le entregara, colocándoles un falso sello real para que Sanggyun se tragara el cuento de que eran importantes y porque de cierta forma en el fondo así Kenta no se sentía como un fastidioso. Longguo toda las noches le entregaba una respuesta por parte de aquel explorador y el corazón a Kenta le latía a mil por hora aunque fuera algo tonto pues estaban viviendo en el mismo sitio, pero eso sí que no lo pensaba mucho, los mensajes eran especiales para ellos.
—Auch —suelta un quejido el príncipe y Sanggyun asoma su rostro por un cima del libro que está leyendo mientras le hace compañía a Kenta en sus labores.
—¿Qué te sucedió, príncipe? —pregunta Sanggyun mientras ve a Kenta hacer caras.
—Me corte con papel —dice y le enseña la herida que le recorre parte del pulgar—, siempre me suceden hasta la cosa más pequeña —dice, medio divertido medio en serio y Sanggyun sonríe de medio lado.
—Dame tu mano —le dice cuando se coloca en cuclillas a su lado.
Kenta lo deja sostener su mano sin dudar ni un segundo y siente que todo su cuerpo tiene cosquillas cuando Sanggyun lo toca delicadamente; le planta un beso en la herida y Kenta siente que está por explotar, Sanggyun lo sabe por lo que le sonríe de forma juguetona a su príncipe y hace que se lleve el pulgar a su boca y lo introduzca en ella.
—Déjalo ahí hasta que te diga —ordena y Kenta asiente sonrojado.
El más bajo lo observa retirarse parte de las vendas que siempre lleva en las manos y Sanggyun al atraparlo observándolo tan concentrado le guiña un ojo y Kenta casi cae de la silla, pero la mano de Sanggyun en su cintura se lo impide.
—Eh, te quiero mucho, Sanggyun —le dice y su corazón choca contra su pecho y su cabeza comienza a dar vueltas.
Nunca puede decir las cosas en el momento en que deben ser dichas.
Sanggyun lo mira sonriente y asiente, Kenta se quiere ahogar con todos los papeles, para rematar la puerta es abierta y Donghan los ve con una sonrisa que no sabe interpretar.
Sanggyun es un explorador que no llegó solo al castillo en la colina de la melancolía, venía con un historiador, venía con Donghan.
El príncipe sabe que en su camino de explorador Sanggyun ha llevado la melancolía encima también, no es sólo un sitio que pretendía ver, Kenta conocía de sus malos momentos, aquellos tan lejanos a su reino y que se escapan de sus ojos y sensaciones. Sabe que Donghan ha estado ahí para Sanggyun.
—Necesito que me ayudes a recopilar las antiguas historias de los libros en mal estado que tenemos en la biblioteca —dice Donghan calmado.
—Ya yo voy a terminar, puedes ir con Donghan —se apresura en decir Kenta y el historiador le sonríe de medio lado.
Sanggyun no dice nada y toma la mano de Kenta para envolver su dedo con la venda. Eso coloca muy nervioso a Kenta, no puede parar de ver el rostro de Sanggyun y por el rabillo del ojo ver la cara de Donghan, quien no le quita los ojos de encima.
Donghan es una persona buena, solo que Kenta le encanta hacerse ideas en la cabeza que lo mantienen despierto y fastidiado en las noches, como por ejemplo que le tiene miedo a Donghan, quien nunca ha hecho nada malo pero que cuando entra a una habitación hace que Kenta se sienta pequeño, no mal, nunca mal, solo se siente intimidado, a veces celoso y otras estúpido por sentirse celoso.
—Ya está —dice Sanggyun, soltando la mano de Kenta—. No te lastimes más, mi príncipe, y no te estreses mucho... y también te quiero —agrega, iluminando el corazón de Kenta quien inmeditamente voltea a ver la reacción de Donghan, pero solo sigue sonriendo, esta vez en dirección a Sanggyun.
Donghan es indescifrable para él, lo que lo coloca nervioso, sin embargo su corazón se relaja cuando se da cuenta de lo importante que es para Sanggyun y de cómo le sonríe. Sí, admite que se siente celos algunas veces, pero primero siempre está su alegría por Sanggyun.
Luego de que ambos chicos se van y lo dejan solo, decide que es tiempo de tomar un descanso. Abre las puertas de su balcón y respirar aire fresco y se siente como un abrazo de Sanggyun.
Desde el balcón observa uno de sus jardines. Antes estaban bastante deteriorados y él sólo se preocupaba de cuidar a sus cactus, aunque siempre terminaba lastimado porque era un tonto sin remedio y al parece no se esforzaba por dejar de serlo. Ahora sus jardines están verdes, gracias a Sanggyun y a su amor por la plantas y a sus pollitos les gusta más corretear por el pasto, a Shihyun le parece más bonito ver la nubes desde ahí y Longguo prefiere jugar con los gatos al aire libre, algunas veces son visitados por Hyunbin y le encanta tomar el té con él en alguno de sus jardines.
Kenta mira más allá de sus jardines ahora, que el castillo esté en la montaña le da el privilegio de contemplar a su reino. Es pequeño e ignorado por muchos, la gente suele decir que sus habitantes tienen costumbres raras y que son cerrados a relacionarse con la gente otros reinos, muchos de los cuales están molestos porque Kenta no quiso prestar guardias para batallas, es que eso no va con él, no le gusta la violencia y si se mantiene alejado de esos problemas, ellos no tienen por qué venir a él. Su reino es pequeño, pero se ha vuelto fuerte en los lugares rotos, justo como él y está orgulloso de ser el rey, aunque le pesa mucho el título y prefiere ser para siempre un príncipe.
En su reino se crían pollitos, gatos y tortugas, se trabaja la madera como en ninguno otro, tienen ahora las margaritas más bonitas que puede haber y aún así Kenta se sorprendió cuando Sanggyun le pidió quedarse, aún más cuando dijo que en su mayoría no se debía al reino sino a él.
Algunas veces no lo podía comprender, era culpa de su mala autoestima, otras veces solo quería aferrarse demasiado al sentimiento de sentirse querido por una persona como Sanggyun. Sin embargo trabajaba en lo correcto, en aceptarse y comprender que puede ser querido aún cuando tenga sus pequeños detalles especiales, como todo el mundo, solo que él tiene unas cuantos más, pero eso no lo hace peor, quiere creerlo, trata de sentirlo. Trata de hacerse saber que está bien.
El tiempo pasa y cuando Kenta se da cuenta ya es de tarde y debería ir a almorzar para que todos puedan comer, no le gusta eso, que la gente en el castillo no pueda comer hasta que él quiera comer también pero son costumbres que la gente parece querer conservar.
Busca a Sanggyun y a Donghan antes de ir al comedor y su corazón se siente apretado cuando ve como Sanggyun tiene su cabeza recostada en las piernas de Donghan. Él luce pacífico mientras le lee algunas cosas a Donghan, los celos parecen querer asomarse en una esquina de su corazón pero los espanta cuando ve a Donghan sonreír de la forma en que lo hace solo con Sanggyun.
No debería haber espacio para los celos dentro de una felicidad tan cálida.
—Vamos a almorzar —le dice a los chicos y Donghan se encarga de acomodar todo mientras Sanggyun se acerca a él para acomodar su corona.
—Un príncipe nunca debe tener la corona de lado.
—Ni los dientes chuecos, pero aquí estoy.
—Tú eres tierno —dice Sanggyun y pasa su brazo por encima de los hombros de Kenta—, y no inventes cosas, a nadie le importan los dientes de los príncipes.
Kenta sonríe, mostrando sus dientes especiales y Sanggyun le da un apretón en el hombro.
—Donghannie, date prisa —le dice al historiador quien sale junto a ellos al pasillo y los adelanta.
Kenta lamenta mucho el hecho no poder ser mejor con Donghan, siempre que está a su alredor parece muy distante. Pero está bien, cuida de su Sanggyun y sonríe para él, se ha quedado a vivir en el castillo y es un muchacho muy cálido, lo sabe porque todos en el reino adoran al guapo historiador, porque Taehyun, el cocinero del castillo le prepara un montón de postres, sus perros lo adoran y además tiene que admitirlo, sus escritos como historiador son de las mejores cosas que ha leído.
Kenta toma una profunda respiración y trata de vaciar su mente. En su castillo hay paz, en su reino hay paz, él tiene que tener paz.
—Estoy feliz, Sanggyun —le dice al muchacho.
—¿Y por qué parece que estás a punto de llorar? —pregunta en un tono bajito Sanggyun.
—No lo sé, pero estoy feliz, siempre hay un poco de tristeza en mi, Sanggyun, pero hoy estoy más feliz y me dan ganas de llorar porque se siente muy increíble ser feliz.
Ambos se detienen, Sanggyun toma a Kenta por los hombros y luego lo envuelve en un abrazo.
El príncipe está feliz y llora.
—Eres muy puro, Kenta —le dice al príncipe, con esa voz que le calma las heridas que nunca se van a cerrar, Kenta solo lo abraza con más fuerza.
—No, claro que no —responde y se queda mudo cuando Sanggyun deja un beso sobre su nariz.
—Eres el mejor príncipe.
—Tú también —responde Kenta, escondiendo su rostro en el pecho de Sanggyun.
—Yo no soy un príncipe.
—En mi corazón, lo eres —contradice y ahora él es quien sorprende a Sanggyun al dejar un beso en la esquina de su boca.
(...)
Just for you, just be joyful 🌻
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