Epilogo
Epilogo
JungKook lo admitía, de verdad que sí: era un pedófilo por estar enamorado de un alfa de 17 años que, para rematar, era su alumno.
No era como si fuera un anciano de cuarenta, por supuesto que no, estaba muy lejos de serlo. Apenas le llevaba cinco años al chico. pero aun así se sentía un omega viejo a su lado.
Lo había conocido hacía siete meses atrás al empezar como el nuevo profesor de matemática. No supo cómo pasó, pero tan sólo bastó una mirada para caer rendido ante ese hermoso chico. Había sido inevitable y por más que intentó olvidarlo no pudo hacerlo. Era como si la esencia, la presencia de Kim Seok Jin lo acosara día y noche con raros sueños en donde Jin era mayor que él y lo cuidaba desde pequeños. Creía que era a raíz de la culpa de amar a un menor de edad. Alguna especie de sueño freudiano en donde se manifestaban sus culpas e inquietudes.
Todo empeoraba cuando, de forma involuntaria, sentía celos del menor al verlo tan feliz al lado de otro omega con el cual siempre estaba. Pero ¿con qué derechos sentía celos de alguien que de seguro prefería estar con alguien de su edad? Kim NamJoon tenía suerte de poder estar con Jin. Definitivamente tenía suerte de tenerlo.
Suspiró disimuladamente al terminar de explicar el ejercicio a sus alumnos. Sin embargo, apenas y podía prestar atención al resto, sus ojos siempre fijos en Seok Jin quien reía a escondidas, de seguro por un chiste que NamJoon le contó. Volvió a su escritorio, fingiendo hacer algo importante cuando su cabeza estaba hecha un caos. Lo único que esperaba era que el timbre sonara para volver a casa. Era viernes y podría estar todo el fin de semana en paz sin que la presencia de Seok Jin lo torturara.
Por fin, después de una tortura mental, el timbre sonó y se sintió libre. Los alumnos pronto se irían y se sentiría completamente en paz con sus penas y lamentos.
—Profesor Jeon.
Volteó casi con el corazón en la garganta al ver a Jin a su lado. Dio un vistazo rápido al aula descubriendo que estaban solo ellos dos.
—¿Sí, Kim?
El alfa rio y Kook no entendió por qué.
—Es...increíble, ¿no lo cree?
—¿Qué cosa, Kim?
—Tú lo dijiste: ni la muerte logrará separarnos porque hay otra vida y en esa vida te buscaré hasta encontrarte. Aunque irónicamente, fui el único que te buscó a pesar de que fue el destino quien nos unió.
—Lo siento, Kim, no entiendo de qué hablas.
—No importa, profesor Jeon—la sonrisa del alfa lo hizo sonreír también—. Por cierto, ¿hoy es primero de septiembre?
—Ah, claro, ¿por qué?
—Feliz cumpleaños—el menor extendió un paquete con un bonito moño.
JungKook lo tomó, sorprendido ante las palabras de Jin.
—¿Cómo lo supiste?
—Jamás podría olvidarlo. Ábrelo en casa, por favor—acomodó su bolso y dio media vuelta, pero antes de salir agregó—. Espero que te guste, Kookie.
Cuando iba a preguntarle por ese apodo, el alfa ya no estaba.
Cómo le prometió al menor, no abrió el regalo. En su lugar lo guardó y lo dejó junto a su maletín en la parte trasera de su auto mientras conducía hacia su casa.
Al llegar no se olvidó de bajar con todo. Ingresó a su solitario hogar, dejando su abrigo en el sillón junto al maletín.
Analizó el regalo en sus manos y decidió abrirlo. Rompió con cuidado el delicado papel rosado brilloso hasta toparse con su interior. Con cuidado tomó el peluche de conejo rosa y lo miró. Era adorable y muy lindo, con un lazo blanco con círculos fucsias en la zona del cuello.
Tomó el envoltorio para tirarlo, pero en ese momento un pequeño papel cayó al suelo. Desconcertado lo levantó, viendo que tenía algo escrito:
Aunque no me recuerdes a mí, espero que aún te acuerdes de JinKookie, él es el símbolo de cuando te volviste un niño grande.
Te amo, Kookie, por toda la eternidad.
Las lágrimas descendieron por sus mejillas ante el golpe de recuerdos que lo azotó. Ahora todos los sueños que creía extraños cobraban sentido, todas esas noches no hacía más que revivir los recuerdos de su vida pasada. Vida feliz que tuvo junto a Jin.
Su sonrisa era enorme, brillante, a pesar de que sus ojos no dejaban de derramar lágrimas. La felicidad inundó su pecho. Se sentía afortunado de recordar todo con mayor claridad y de volver a ver a Jin.
Se apresuró a tomar su abrigo, necesitaba verlo, necesitaba ver a Seok Jin. Pero antes de tomar el picaporte, el timbre sonó.
Dudoso abrió la puerta para ver de quien se trataba.
—Jinnie...—susurró al verlo ahí.
El alfa sonrió, sus ojos comenzando a humedecerse.
—Es bueno volverte a ver, Kookie.
El mayor no lo dudó y envolvió con sus brazos al alfa quien correspondió al gesto casi con la misma intensidad.
No hubo más palabras, ambos sabían que no eran necesarias. JungKook no lo pensó al separarse para besar a Jin otra vez, como lo había hecho en otra vida y como lo haría en esta.
Se separaron agitados, con las mejillas humedecidas por las incontrolables lágrimas. Sonrieron satisfechos y felices, con la dicha de haber vuelto a los brazos de la persona que amaban.
El menor acarició la mejilla contraria antes de depositar un beso en la misma.
—Es gracioso, ahora tú eres mi hyung.
—El destino nos muestra otra forma de amarnos, Jinnie.
—El destino jamás nos dejará caminar por distintos senderos, Kookie, ¿sabes por qué?
—No, ¿por qué, Jinnie?
—Porque nuestro lazo es eterno, y nada ni nadie podrá romperlo nunca.
—Te amo, Jinnie.
—Te amo, Kookie, por toda la eternidad.
Volvieron a besarse sobre un manto estrellado, sabiendo que desde ese día un nuevo comienzo de alegría se instalaba en sus vidas.
Porque su eterno lazo era algo que el destino jamás podría deshacer. Ni en esa ni en ninguna otra vida.
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