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49 y 54 años

49 y 54 años

Ese día tocaba limpieza general del hogar y como JiSung era el único que aún no se había casado y vivía en casa, decidió escaparse con su novio para evitar tal tarea agotadora. Desde siempre había odiado limpiar y Jin se preguntaba cómo haría cuando se casara con Chen Le.

Sin embargo, pensar en eso no haría que su habitación se limpiara mágicamente por lo que puso manos a la obra y abrió el placar que compartía con Kookie para arreglarlo. Eso siempre lo hacía su omega, pero como este estaba ocupado con la sala y la cocina, decidió hacerlo él por primera vez.

Sacó la ropa y los zapatos, necesitaban tomar un poco de aire para que no se impregnaran de mal olor. Iba a acomodar algunas cajas con papeles importantes cuando notó, al fondo, un cofre de madera. Era la primera vez que lo veía y se sorprendió por eso ya que el cofre tenía un tamaño considerable, aunque donde estaba colocado pasaba desapercibido.

Olvidándose de su tarea, tomó el cofre y, sentado en el suelo, lo abrió. Dentro había muchas fotos de él y Kook de pequeños, incluso algunas de adolescentes. Había también algunas medallas y reconocimientos que JungKook ganó en la escuela, pero, lo que más sobresaltaba, era una bolsa que contenía un peluche de conejo rosado.

El recuerdo pasó al instante por su cabeza y sacó al peluche de su escondite transparente. Estaba un poco desgastado, pero limpio y aún se seguía viendo adorable. Como su JungKook.

—Jinnie, ¿podrías...? ¿Qué haces con JinKookie?

El alfa logró detectar las mejillas sonrojadas del menor y sonrió ante eso. Sin importar el tiempo, Kook siempre se sonrojaba con su pareja.

—Lo encontré en este cofre. No puedo creer que aún lo conserves.

—Fue un regalo tuyo, por supuesto que lo conservaría—dijo arrebatándole a JinKookie.

—¿Y por qué te avergüenzas de que lo sepa?

—Es que...puede que pienses que es algo tonto—murmuró ocultando su rostro detrás del peluche.

—Ay, Kookie, jamás pensaría eso de ti—dijo enternecido tomando al omega de las caderas—. En realidad, creo que es tierno.

—¿En serio?—apenas asomó sus ojos haciendo que Jin jurara ver al pequeño niño de seis años al que le había regalado ese peluche.

—En serio, mon ange.

Tras una hora de mimos y recuerdos, ambos retomaron sus tareas domésticas. 

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