43 y 48 años
43 y 48 años
JungKook ingresó a la casa. JiSung corría a jugar con Chung hee mientras Somi iba con Alice y la pequeña Emily de tres años, dejando a su madre sola con Alex.
Kook abrazó al omega con fuerza antes de caminar juntos hacia la cocina.
—¿Cómo están los niños?
—Bien, Chung hee es el más afectado, igual que Alice, aunque Emily está en proceso de asimilarlo. Aún no comprende por qué su padre no vuelve a casa hace dos meses—los ojos del omega se cristalizaron en ese momento—. Perdón, intentaré hacer lo posible para hacerme cargo de la empresa, así Jin no tendrá tanto trabajo.
—Alex, está bien, lo entendemos. Además fue Nam quien lo dejó a cargo de la empresa para que pudiera ayudarte cuando vuelvas.
—Lo sé, pero...Mi cabeza es un desastre JungKook—el omega apoyó los codos en la mesa y se tomó la cabeza frustrado—. Ya no puedo más, Nam me hace tanta falta en este momento. La única razón por la que sigo con vida es por mis hijos, nada más. Te juro que a veces pienso en matarme, es tan difícil estar sin él.
Kook lo abrazó, sintiendo sus sollozos fuertes y como Alex llamaba entre lágrimas a su difunto esposo. Estaba sufriendo demasiado la pérdida de su alfa y a JungKook le dolía también, no sólo por el omega extranjero con el cual se había encariñado desde el momento que lo conoció, sino también por la muerte de Nam. Lo conocía desde que era muy pequeño, era el mejor amigo de Jin y una persona maravillosa que fue testigo de su amor durante tantos años. Había sido una gran pérdida para todos.
—Su olor, JungKook...está desapareciendo...su marca se desvanece de mí... Quiero seguir siendo suyo, quiero seguir perteneciéndole...no quiero que su recuerdo desaparezca de casa...no quiero...
Kook lo abrazó con mayor fuerza, sintiendo sus lágrimas queriendo salir también.
JungKook llegó tarde a casa junto a sus hijos quienes fueron a sus habitaciones para ponerse ropa cómoda.
El omega fue a la cocina, donde sentía un agradable olor a comida. Al ingresar vio al alfa con un delantal de cocina rosa revolviendo el contenido de una olla. Una mueca de dolor se reflejó en su rostro al recordar lo que pasó con Alex en su casa y, sin controlarse, abrazó por detrás a Jin.
—Pequeño, que linda sorpresa—acarició suavemente las manos del menor—. Ya falta poco para la cena.
—Te amo.
Seok Jin no entendía por qué decía eso de forma tan repentina, pero aun así respondió.
—También te amo, mon ange.
El omega afianzó su agarre en la cintura de su alfa, sintiéndolo a su lado, sintiendo su calor y escuchando su respiración.
Porque JungKook no sabría qué hacer si Kim Seok Jin se iba de su vida.
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