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4 y 9 años

4 y 9 años

Kookie dibujaba con esmero sentado en una de las tantas sillitas del salón. Sus compañeritos hacían lo mismo que él, todos siguiendo la consigna: dibujar a una persona especial.

La gran mayoría había elegido a uno de sus padres, pero él no. Él había elegido dibujar a su hyung.

Tomó todos los crayones rosas, uno negro y otro azul para poder hacer su más grande obra (y no, él no sentía que exageraba al pensar eso). Línea por aquí, círculo por allá, coloreado en un rincón y un cuadrado en el medio del papel. JungKook dibujó con toda la dedicación que un niño podía dedicarle a un dibujo hecho en el jardín de infantes. Trazó muchas líneas y coloreó cuanto pudo. Hasta que al terminar, sonrió radiante ante su creación. Era perfecto.

Por eso, cuando subió al auto de su mamá, lo primero que dijo fue:

—¡Quiero ver a Jinnie hyung!

—¿A Jinnie? Pero él ahora está en la escuela, JungKookie.

—Quiero verlo cuando llegue, hay algo que quiero mostrarle—decía el pequeño emocionado mientras abrazaba su mochilita con fuerza.

Cuando llegaron a casa, Kook se pegó a uno de los relojes de su padre, ese que marcaba la hora con numeritos y no con las agujas. Su hyung le había enseñado una vez como usarlo, usando varios ejemplos, entre ellos su horario de salida de la escuela la cual JungKook tenía anotado en un papel. Observaba ambas cosas repetidas veces, esperando que los números del reloj coincidieran con los del papel.

Y cuando eso pasó, fue corriendo hacia su mami, con dibujo en mano, y exclamó emocionado.

—¡Hyung ya salió del colegio! ¡Quiero verlo!

La omega estuvo tentada a reír ante la emoción de su hijo.

—Hay que esperar a que llegue a su casa, cielo.

—Oh...

JungKook se quedó pensando un instante hasta que una gran idea surgió.

Y ahí estaba el omega, sentado frente a su casa con dibujo en mano, viendo hacia la casa que estaba cruzando la  calle, la casa de Jin. Analizaba con sus ojitos a cada persona que pasaba, deseando que fuera su hyung. Movía sus piernitas inquietamente, ya quería que el mayor llegara para mostrarle lo que había hecho en el jardín de infantes.

Esperó y esperó hasta que lo vio. Vio a Seok Jin llegar caminando tranquilamente a su casa. Se levantó emocionado y corrió hacia la puerta de su jardín delantero, recordando que le prometió a su mami que no se cruzaría a la casa de los Kim sin compañía de un mayor. Y Kookie, a pesar de ser travieso a veces, era un niño bueno.

—¡Hyung! ¡Hyung! ¡Aquí! ¡Jinnie hyung! ¡Jinnie hyung, aquí!—exclamaba emocionado dando saltos para no ser opacado por la puerta.

Su hyung volteó a verlo. Sonrió y le hizo una seña para que esperara. Obedientemente así hizo. Esperó a que el mayor cruzara hasta su casa y le abrió la puertita para que pasara.

—Hola, Kookie. ¿Puedo saber por qué me esperabas tan emocionado?

—Es que...en clases nos pidieron hacer un dibujo con nuestra persona especial ¡y yo hice un dibujo con hyung! ¡Mire, mire!

Seok Jin tomó el dibujo y, al verlo, no pudo resistirse a sonreír tiernamente. Su Kookie había retratado a ambos: a él con ropa de color rosa y a sí mismo con ropa azul. Además de unos corazones que parecían círculos y unas flores que parecían tener un solo pétalo. Era muy lindo.

—Es hermoso, Kookie.

—¡Y es para hyung! Por favor, Jinnie hyung, quédeselo ¿sí?

Jin sintió su corazón derretirse ante tanta ternura. Por lo que simplemente pudo asentir y darle un beso en la frente al menor antes de volver a su casa para encuadrar tan bonito dibujo.  

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