2 y 7 años
2 y 7 años
JungKook iba feliz de la mano de su mamá quien hablaba entretenida con la señora Kim.
Sí, ese día irían a buscar a Jin al colegio para después ir a comer al centro comercial. Una salida que ambas habían planeado desde hacía unos días.
Kook prácticamente iba dando saltitos por la felicidad de ir a buscar a su hyung a la escuela. Vería a muchos niños grandes, entre ellos Jin, y un lugar que era más grande que su casa. Un lugar que su mami había descrito que era tan grande como un castillo. Ya quería llegar y ver ese gigantesco lugar.
Miraba todo lo que se le cruzara: autos, pajaritos, personas, perros, edificios. Todo le parecía maravilloso.
—Bien, JungKookie, ya llegamos—comunicaba su madre mientras lo alzaba y lo dejaba sentado en un bonito lugar donde podía estar casi a la altura de los mayores—. Quédate quietecito ahí.
Kook obedeció, después de todo, aunque rayara las paredes con sus crayones, era un niño bueno. Por lo que se dedicó a mirar hacia los lados donde descubrió pasto suave y unas cuantas flores que le gustaron mucho.
La señora Jeon y la señora Kim hablaban animadamente hasta que los chicos comenzaron a salir de la escuela.
—¡Jin, cielo!—llamó la señora Kim agitando la mano.
En cuanto su hijo la vio, salió corriendo en su dirección para abrazarla con una enorme sonrisa. Tan afectuoso como siempre era, tan parecido a su madre omega.
—Mami—decía feliz siendo correspondido y sin notar que su madre no estaba sola.
—¡Hyung, hyung, hyung!
Jin volteó reconociendo la voz de Kookie, encontrándolo sentado dando saltitos en su lugar y a su madre a su lado sonriéndole. Cierto, casi olvidaba que su madre le había comunicado que irían a comer al centro comercial el día de hoy. Por algo había limpiado y planchado su uniforme de colegio el día anterior.
—Hola, pequeño—saludó la señora Jeon tomando a su hijo en brazos.
—Hola, noona—saludó el alfa con una reverencia—. Hola, Kookie.
Y como era la costumbre, lo tomó entre sus brazos y lo cargó. La señora Jeon sonrió, como si ya esperara que el pequeño alfa fuera a hacer eso.
—¡Hyung! ¡Floshitas! ¡Pada hyung!—exclamaba alegremente el niño extendiéndole unas margaritas.
Jin observó las manitos manchadas de tierra y descubrió que el menor las había arrancado del lugar donde había estado sentado.
Rio enternecido y aceptó el gesto del niño.
—Muchas gracias, Kookie—con esfuerzo cargó al omega en un brazo para sacar una margarita y ponerla en el pelo del menor—. Ya está, bonito como siempre.
JungKook sonrió abrazándose al mayor mientras ambas madres veían alegres la escena.
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